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06. CONJUROS


ADVERTENCIA:

El contenido de este capítulo puede ser violento y grotesco, y no ser apto para todo público; por lo que te recomendamos leer con precaución, ya que puede causar sensibilidad en algunas personas.


Jung Kook despertó de un largo y profundo sueño, tan profundo que incluso sintió todos sus músculos relajados al estirarse, y pudo jurar que todavía podría dormir más.

Todo eso, hasta que recordó en dónde y con quién estaba.

  —Joder, hasta que despiertas; que si no fuera porque roncas como un oso hubiera pensado que estabas muerto. —Jung Kook se sentó en… ¿la cama? Frunció el ceño, porque sí, estaba sobre una cama, y podría sonar bastante ridículo, pero él nunca había dormido en una, siempre habían sido colchonetas en el suelo y catres incómodos a lo largo de su vida.

Luego, alarmado, se tocó la boca, recordando que el maldito nigromante se la había cosido; fue un alivio encontrarla en su normalidad; suspiró.

  —¿Ahora estás ignorándome gran imbécil?

  —Por favor, estoy intentando despertar por completo y tú lo único que buscas apenas reacciono es tu dosis diaria de atención, ¿por qué no mejor vas a molestar a tu estúpido pajarraco? No tengo ganas de verte la cara. —La cara de Tae Hyung fue todo un poema, y Jung Kook casi se arrepiente de lo que dijo sin pensar —como siempre—.

  —Será mejor que no te hagas el ofendido conmigo. —dictaminó el brujo, ignorando la sarta de idioteces que soltaba la boca del mortal—, levántate, llevas dos días dormido y yo ya no puedo verte ahí tirado como si fueras un adorno en mi cabaña.

Jung Kook casi se ahoga con su propia saliva: —¡¿Dos días?!

  —Sí, eso dije. Puede que el hechizo que te lancé haya durado un poco más de lo esperado… —El brujo se puso de pie, haciendo una mueca de fingida inocencia. Jung Kook casi le gruñe.

No tuvo más remedio que seguirle, y a mitad de camino escuchó a su estómago rugir, se tocó el abdomen con molestia y el mago volteó a verlo.

  —Olvidaba que los humanos comen. —Jung Kook frunció el ceño.

  —¿Tú no comes? —La burla que vino, por consiguiente, le hizo sentir estúpido.

  —Por supuesto que como idiota, era una broma, soy un brujo, no un ente de otra dimensión. —rió, dándose la vuelta para detenerse en la pequeña cocina que había en el fondo de la cabaña; a la cual no le había prestado mucha atención antes.

Tae Hyung abrió un congelador situado en el suelo y sacó pedazos congelados de carne. Jung Kook le miró con desconfianza, su nariz frunciéndose: —Es res.

El pelinegro se sintió aliviado por eso.

Más tarde, pudo haber disfrutado la carne que estaba devorando sin mayor problema, si no fuera porque Tae Hyung no paraba de lanzarle globos oculares reales a su cuervo para alimentarlo.

  —¿Tienes que hacer esto justo ahora que comemos? —replicó con la boca llena, casi escupiendo el bocado de carne que masticaba. Tae Hyung suspiró—, es desagradable.

  —El que hables con la boca así de llena es más desagradable todavía. —TaeHyung chasqueó los dedos y la boca de Jung Kook se cerró, comenzando a masticar como si otra fuerza sobrenatural estuviera haciéndolo por él. Y bueno, es que así era.

Frunció el ceño y miró a Tae Hyung con ojos severos, mientras tragaba con dificultad la carne que estuvo masticando por un rato.

  —¡¿Por qué siempre tienes que estarme controlando?! ¡No soy tu maldita marioneta! —El chico rebuznó, levantándose de la mesa mientras oía al brujo reírse de él.

  —¿A dónde vas, muñeco? No hemos terminado. —el apodo hizo —obviamente— alusión a lo que con tanto coraje Jung Kook se estaba quejando, sin embargo, al pelinegro le sonó de otra manera provocando una sensación rara que le recorrió de la espalda a la punta de sus pies.

  —¿Cuándo vas a dejarme ir a casa? —preguntó, girándose sobre sus talones.

  —¿A casa? Creí que tenías un propósito al querer venir aquí, y ya que estás aquí… ¿quieres irte? —burló el brujo, bebiendo del liquido carmín de su copa negra, el vino tinto amargándole la garganta, luego levantó la platería oscura y brillante frente a sus ojos y continuó—, los niños como tú de verdad son tan indecisos. No los entiendo.

  —¿Y qué más me queda? —bramó Jung Kook, levantando los brazos a sus costados para después dejarlos caer con languidez; rendido—, vine aquí con la intención de matarte, pero dados los hechos…

Tae Hyung carcajeó, su cabeza yendo hacia atrás con diversión.

  —Ay, por favor, no quieras marearme con tus berrinches, Jeon, ese plancito tuyo no servirá de nada. —Jung Kook bufó y rodó los ojos—, Buen intento.

  —Gracias. —musitó con ironía; entonces se dio la vuelta y salió de la cabaña.

Todavía creía que podía engañar a ese tipo, qué ingenuo; por supuesto que todavía planeaba matarlo, pero tenía que inventar otras formas, sino no podría salir de ahí. Tae Hyung era muy inteligente, para qué negarlo, tendría que pensar como él para idear la manera de…

  —Olvida esos pensamientos tontos y mejor acompáñame, para que te desaburras un rato.

  —¡Deja de leerme la mente!

.

.

.

Jung Kook comenzaba a arrepentirse de haberlo acompañado, y honestamente, el estómago ya lo traía más que revuelto.

Tae Hyung tenía arremangada la camisa hasta los codos, mientras sus manos estaban muy profundo dentro de las vísceras del cadáver de ese hombre. El pelinegro intentó ignorar el olor, y sobre todo el sonido viscoso que hacía cuando TaeHyung movía las manos dentro de eso.

  —No me estoy divirtiendo. —espetó casi a nada de vomitar, tan pálido, ya casi verdoso de las náuseas que sentía.

  —Joder que yo sí. —rió el brujo, tirando de los intestinos del cadáver hacia afuera, enredándolos en su puño. El olor se intensificó. —Dame el frasco que tienes a lado, rápido.

  —No soy tu asistente. —dijo, aguantando una arcada.

  —¡Dame el frasco! —exclamó con sus ojos azules centelleando.

Jung Kook tomó el frasco con la sustancia amarillenta —la cual el chico comparó como la mayonesa— y se la extendió al brujo, cubriendo con su camisa su nariz y su boca.

El mago abrió la tapa con una sola mano, únicamente empujándola con el pulgar hacia arriba, como si ya estuviese abierta y Jung Kook de verdad se tragó su vómito cuando Tae Hyung se bebió el contenido.

  —¡Pensé que era para el muerto! ¡¿Por qué hiciste eso?! —A Jung Kook volvieron a atacarle las arcadas con el brujo carcajeándose de fondo; el chico terminó de rodillas en la tierra, sosteniendo su estómago y tapándose la boca.

  —Es para la energía, deberías probarlo, es…

  —¡No quiero saberlo! —interrumpió el pelinegro, intentando incorporarse.

Cuando las risas del mago cesaron, se colocó los intestinos como estola alrededor del cuello y siguió hurgando dentro del cadáver como si estuviera simplemente moldeando masa para un pastel.

  —¿Qué es lo que estás haciendo? —preguntó con la voz débil, las muecas de asco intensificándose; más que nada por el pútrido olor insoportable, pues las tripas no eran la gran cosa para él.

  —Escucho. —musitó el ojiazul, mirando a otro punto vacío mientras su mano palpaba la suave textura del hígado.

  —¿Qué?

  —Escucho, y también observo. —Tae Hyung parecía demasiado concentrado, dándole la espalda al pelinegro mientras continuaba con su labor. Jung Kook miró hacia otro lado también, topándose con la mesa de madera donde estaban algunos frascos y utensilios. Sus ojos se abrieron en demasía cuando el filo de un cuchillo brilló entre un par de frascos, casi escondido—, Los órganos de esta gente son como mi bola de cristal, puedo saber todo a través de ellos.

Jung Kook dejó de escuchar, pues el sudor corrió por una de sus sienes, exteriorizando los nervios y la ansiedad que comenzó a sentir. Sus dedos jugaron entre sí, picando por arrastrarlos hacia el objeto… Tae Hyung no estaba mirando, él podría…

Era su oportunidad.

Intentó mantenerse sereno, no queriendo pensar demasiado en lo que iba a hacer, pues sabía que si lo hacia el brujo leería sus pensamientos y todo se iría por un risco otra vez. Así que sólo actuó.

Se colocó delante de la mesa, su mano viajando detrás de su espalda, tanteando sobre la madera, intentando encontrar el cuchillo.

  —A veces sólo me entretengo desmembrando a estos pobres hombres, y te prometo que hasta puede ser curativo. —Escuchó al brujo reír, su corazón latió con violencia cuando pudo tomar el objeto, y simplemente pasó. Tan rápido que no hubo tiempo de procesar nada.

Pero Tae Hyung sí lo hizo.

Jung Kook derribó al brujo, jalándolo de la camisa en cuanto comenzó a forcejear; subió sobre él y jadeó desesperado, empuñando el cuchillo en su mano derecha, su mente en blanco. Sin pensarlo más tiempo, elevó la mano lo suficiente antes de dejarla caer con fuerza, rabia y con una ansiedad abrumante. Jung Kook comenzó a apuñalarlo en el pecho, una y otra, y otra vez, la sangre salpicó por todos lados, manchándole la cara de un carmín oscuro; no se permitió ver al mago a los ojos mientras le clavaba el cuchillo como un maldito animal rabioso, con lágrimas de coraje brotando de sus oscuros ojos, pero entonces… mientras seguía desfigurándole la carne del pecho a Tae Hyung, Jung Kook escuchó una risa…. Una maldita risa, una burla a su estúpida acción.

Él le miró, jadeante y desesperado, iracundo; los ojos celestes de Tae Hyung brillaban en burla, y de su rostro igualmente salpicado de sangre una sonrisa casi macabra se extendió a lo largo de sus mejillas, las comisuras de su boca se alargaron hasta casi tocar sus orejas, la expresión ya no era más humana, y los dientes rectos ya no lo eran más tampoco, convirtiéndose en una hilera de colmillos amarillentos que aterraron a Jung Kook.

Lo apuñaló nuevamente, queriendo sacarle las tripas para poder matarlo por fin, pero al abrirle el abdomen, entre lágrimas aterradas, se dio cuenta que de su propio abdomen sus intestinos caían grotescamente. Una agonía le perforó los sentidos, un dolor tan inmenso que no le permitió ni siquiera abrir la boca para gritar, su vista se nubló y una voz de ultratumba hizo eco por el lugar.

  —Has logrado lo que tanto querías, humano… quisiste desollarme como a un animal, y como un animal vas a ser desollado junto conmigo.

La infernal voz se convirtió en jadeos pesados, como bestia que bufa incesante para calmar su respiración; mientras Jung Kook agonizaba, desangrándose, junto con sus órganos cayendo sobre los del brujo, Tae Hyung elevó la mano hacia la boca abierta del pelinegro, metiéndole el dedo índice y medio, presionando con estos la lengua escurridiza de aquella boca imprudente. Haciendo presión con su mano entera le obligó a abrir más la boca y el chico apenas pudo mirarle con los ojos llorosos e inyectados en sangre y sufrimiento. Jung Kook le mordió los dedos cuando estos se adentraron más a su boca, por supuesto que el mago ni se inmutó, sonriendo con aquella boca sobrenatural repleta de hileras de dientes filosos y mundanos. Sus ojos celestes… sus ojos celestes no eran más que dos cuencas vacías ahora. Y sintió miedo, un miedo profundo y real, un miedo aberrante que casi le obliga a desmayarse, en su mezcla con el dolor indescriptible que sentía.

  «Dije que voy a destrozarte, y eso es lo que haré»

Escuchó aquella voz en su cabeza, tan macabra como la primera vez, y antes de que todo se pusiera negro, la otra mano del brujo también subió y esta vez tres dedos fueron a parar en su boca, la cual ya no tenía fuerza para mover.

Tae Hyung giró su muñeca, presionando ahora con esos tres dedos el paladar hacia arriba, mientras la otra presionaba la lengua hacia abajo.

Y con una fuerza descomunal, el brujo le separó la mandíbula, abriéndole la boca como si fuera un cofre que oculta su mayor tesoro.

Sangre y carne fresca.

¿De verdad el imbécil creyó que el cuchillo en la mesa había sido casualidad?

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El grito casi gutural ahuyentó a todos los cuervos cercanos en aquel bosque oscuro; los árboles torcidos incluso encorvaron aún más sus ramas, las paredes de madera crujieron dentro de la cabaña y sus lágrimas no pararon de correr por su pálido y demacrado rostro.

Sollozó, casi con desespero; sin embargo, cualquier sensación efímera fue interrumpida por un carraspeo.

Jung Kook giró su cabeza hacia la silla a unos metros de la cama, donde el brujo se posaba y le miraba con una expresión distinta a cualquiera que hubiera tenido antes hacia él.

  —Fue sólo un sueño. ¿Ha sido demasiado? —la tranquilidad en su voz hizo extrañar al pelinegro, quien limpió bruscamente sus lágrimas con el dorso de su mano.

  —¿Qué demonios has hecho? —su voz salió casi inaudible; ronca y rota.

Tae Hyung incluso estaba impresionado de sí mismo, provocar un miedo así en una persona sin alma era de merecer mérito y tal vez hasta un premio.

  —Te induje a un sueño vívido, donde te mostré lo que pude haber hecho contigo en la realidad si de verdad te atrevías a apuñalarme. —Jung Kook jadeó, pero se sentía tan agotado y pésimo que ni siquiera el impulso pudo participar esta vez.

  —Un sueño… eso no pudo haber sido un sueño, lo sentí, sentí cómo me…

  —Si hubiese sido real estarías muerto en este instante. Te hice pedazos, Jung Kook, sin embargo… aquí estás completo. —El brujo mantenía su barbilla apoyada en sus dedos mientras el índice presionaba su sien, en la búsqueda de dejar de sentir su cabeza punzar. Aquel conjuro le había chupado todas sus energías, no obstante, creía que después de aquel escarmiento hacia el muchacho se sentiría bien, se sentiría como siempre se sentía cuando le daba una lección a los pobres diablos que se cruzaban con él, pero… nada fue así. ¿Por qué?

Tan metido en sus pensamientos que apenas y reaccionó cuando Jung Kook comenzó a hiperventilar, sus ojos miraban a un punto vacío, idos y opacos, aterrados. Intentaba jalar aire y pujaba de desesperación; el sudor corriendo por sus sienes.

  —Hey… Jung Kook... —llamó con firmeza, enderezándose en la silla, pero el pelinegro se puso peor, comenzando a balbucear incoherencias, sus mejillas empapadas del líquido salino de sus lágrimas.

Estaba teniendo un ataque de pánico.

Tae Hyung se levantó, y a zancadas llegó hasta él, tomándolo de las mejillas para que hicieran contacto visual pero los ojos del pelinegro seguían desenfocados, que le veían sin verlo realmente.

El brujo comprendió que tal vez se había pasado de la raya.

  —Maldita sea, Jung Kook abre la boca, ¡Respira! —Jung Kook estaba mordiéndose la lengua, y por su nariz no pasaba el aire; sus ojos comenzaron a cerrarse mientras su cuerpo convulsionaba, Tae Hyung entonces le dejó caer sobre la cama e intentó abrirle la boca pero estaba tenso como la mierda.

Comprendió que era más que un ataque de pánico; estaba teniendo secuelas, efectos secundarios de un conjuro tan pesado como el que había hecho, el haber manipulado su subconsciente y sentidos como lo hizo había provocado un trauma que probablemente, esta vez, sí lo mataría.

Era la primera vez que la magia negra le salía mal, y por primera vez también, se sintió desesperado.

Sólo quería darle un maldito susto… era todo.

Los oídos del chico empezaron a sangrar y espuma salió de las comisuras de su boca cual perro rabioso, su cuerpo entero estaba duro como una piedra y sus párpados ya cerrados temblaban por el movimiento de sus ojos debajo.

Si no hacía algo pronto, al chico le explotaría el corazón, y luego, cada órgano dentro de él.

Tae Hyung se alejó rápidamente al estante con sus frascos, buscando entre ellos algo que le ayudara; en el proceso tirando algunos que se quebraron en el suelo, dejando regado el contenido por todo el suelo de madera.

Finalmente, al fondo, encontró lo que necesitaba.

Corrió de vuelta hacia él, y rápidamente le rasgó la camisa para dejar al descubierto su torso, abrió el frasco y con dos de sus dedos trazo los símbolos correctos en el pecho y el estómago contraído de Jung Kook, la sangre terminó adornando su cuerpo mientras el brujo gritaba y repetía al revés el conjuro hecho hace unas horas, buscando revertir el proceso, intentando calmar la fiebre en los órganos del humano.

Tae Hyung dejó caer el frasco y en cuanto vio que el cuerpo comenzaba a destensarse, le tomó de las muñecas y colocó los brazos encima de su cabeza, manteniéndolos ahí mientras observaba que, por suerte, había funcionado y ahora se calmaba paulatinamente.

El cuerpo del pelinegro se fue relajando y su boca se entreabrió al dejar de morderse la lengua, la sangre corriendo por ella gracias a eso, manchándole la barbilla y mandíbula con el líquido carmín. Entonces respiró otra vez.

En su larga, muy larga vida, nunca había presenciado algo así, nunca un conjuro le había salido mal, y sobre todo, en esa larga, muy larga vida…

Nunca había sentido tal miedo.

Un par de días después, Índigo voló a su alrededor mientras Tae Hyung reposaba en su silla, tocándose las sienes como si esperara por algo, pero realmente, estaba pensando; ahogándose en sus propios pensamientos. Eso era.

Y todo tenía que ver con aquel suceso, donde su magia se le había ido de las manos. Actuando tan imprudente como el chico ese siempre había hecho. Pues como brujo, también había limites que no debían cruzarse jamás.

Decidió que después de todo lo ocurrido podría hacer algo para compensar lo que había hecho…

¡¿Pero qué demonios le sucedía?! ¡¿Sintiéndose culpable por herir al humano?!

Tae Hyung estaba odiándose en demasía a sí mismo en esos momentos, creyendo que era una tontería que siquiera se estuviese preocupando, pero en el fondo seguía pensando que se había aprovechado, y cruzó líneas que no tenía que cruzar; ignoró el hecho de haber utilizado un conjuro oscuro de tal magnitud sobre un mortal.

Entonces aquí estaba… mordiéndose el interior de la mejilla mientras caminaba al patio trasero, sin creer lo que estaba a punto de hacer.

.

.

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Jung Kook le sacaba filo a la madera que había encontrado para poder hacer una estaca, ya sin intención de hacer nada con ella. Estaba tan metido en lo suyo que no escuchó a Tae Hyung llegar; fingiendo no sentir cómo el brujo le miró de arriba abajo.

El chico apenas y recordaba lo que sucedió, a menos hasta la parte donde comenzó a convulsionar, después tuvo vagos recuerdos del mago sosteniéndolo con una expresión realmente preocupada. Nunca quiso mencionar eso, así que lo dejó ir. Y ciertamente, se dio cuenta que las cosas cambiaron entre ellos desde entonces.

  —Ven conmigo, voy a mostrarte algo. —espetó, pero antes de dar la vuelta se dirigió a él otra vez—, y ponte una camisa, ¿o qué crees? ¿que vas a impresionar a los cuervos?

El pelinegro levantó una ceja, incrédulo, luego, como su naturaleza impulsiva, no se le ocurrió mejor momento para molestar al brujo, quien intentaba fervientemente dejar de mirarlo.

  —No a los cuervos, pero sí a ti. —Tae Hyung entonces sí que lo miró, con la expresión ensombrecida y la mandíbula apretada, sólo entonces Jung Kook se permitió reír.

  —Déjate de sandeces o me obligarás a coserte la boca otra vez. —El brujo le gruñó, girando sobre sus talones a la espera de que el otro lo siguiera, sin embargo, una sonrisita discreta escapó de sus rojos labios.

Jung Kook pasó a su lado, murmurando bajo antes de rebasarlo: —La carne es débil, dicen por ahí… y que yo sepa, Tae Hyung, aun con todos tus poderes, sigues siendo de carne…

¿Qué mierda estaba insinuando ese cabrón? A Tae Hyung lo estaba sacando de sus casillas, creyéndose con toda la confianza de pavonearse como niño arrogante y prepotente después de todo lo que ha sucedido; era terco como una mula, e idiota… ¿todavía no aprendía que no debía meterse con él? Pero como sea… no era la gran cosa, iba a soportarlo simplemente porque sentía que se lo debía, y porque bueno… quizá eso no le haya molestado tanto, así que solamente a sus adentros iba a admitir también que el chico no estaba nada mal.

Tal vez pueda hacer algo con ello en el futuro… pensó con su maquiavélica sonrisa.

  —Bien, ¿qué querías mostrarme? —Jung Kook habló, poniéndose la camisa por fin, antes de que el brujo lo alcanzara.

  —Dado que ahora estarás aquí por un tiempo…

  —Porque me tienes como si fuera un maldito rehén. —interrumpió el chico, levantándole una ceja. Tae Hyung rodó los ojos y sacudió su mano con desdén.

  —Si, sí… como sea, ya que estarás aquí por un tiempo pensé que sería buena idea enseñarte a hacer algunas cosas para mantenerte entretenido, no me gustaría que arruinaras algo por tu torpeza y nulo conocimiento en la magia. —La expresión de Jung Kook le hizo bufar—, agh… ¿qué?

  —¿Estás tramando algo acaso? —espetó con desconfianza, mirando al brujo con extrañeza.

  —No estoy tramando nada, por el amor a la luna. —se quejó, obligándose a arrastrar a Jung Kook de la muñeca hasta el lago.

El humano se dejó hacer, siguiendo con el ceño fruncido, pues era extraño que ese hombre quisiera hacer algo como eso, no sin tener algo por debajo de la manga.

Pero él no sabía que esta vez no sería así.

Tae Hyung pronunció un bajo «muéstrame» y el lago se iluminó de turquesa, como otras veces había visto; el brujo se acuclilló a la orilla y se giró a verlo, esperando.

  —¿No estarás pensando en empujarme dentro, o sí? —Por alguna razón, eso hizo sentir aún más culpable al mago, quien suspiró y respondió tranquilamente—: No, no voy a empujarte Jung Kook, acércate.

El tono calmo convenció un poco más al chico, quien no tuvo de otra que acuclillarse a su lado, mirando aquellos halos de luz blanca nadar como peces dentro del agua, enredándose y chocando unas con otras.

  —Escucha, en este lago habitan miles de almas de los pobres diablos que se han cruzado conmigo a lo largo de los años, incluida la tuya… —Jung Kook hizo una mueca y rodó los ojos—, pero creo que ya sabes que no puedes recuperarla con tus propias manos.

  —Ya me quedó claro, de todas las cosas que dijiste antes acerca de eso sólo te entendí “no podrás encontrar tu alma porque la ligué a mí, así no puedas escapar” o una mierda así.

  —Y eso es para que no quieras pasarte de listo y querer tomarla. —replicó Tae Hyung, y pareciera que por primera vez desde que se conocen, están teniendo una conversación tranquila y más o menos normal.

  —Da igual, de todas formas ya no creo necesitarla para nada. —Tae Hyung le miró casi perplejo.

  —¿Qué dices?

  —Que para qué quiero un alma… es decir, al principio por supuesto que fue diferente, pero después que lo pensé… ¿para qué la quiero? Estoy solo en este mundo, y a nadie más que a un hombre y su hija les importo, y ni siquiera debería contarlo, él sí tiene una familia, pero yo no. Así que supongo es mejor así; sin alma no puedo sentir, y eso quiere decir que no tengo que sufrir por nada.

La manera en la que Jung Kook explicó todo aquello dejó realmente sorprendido a Tae Hyung, pues en la expresión del chico no había nada más que un vacío y una profunda resignación.

  —Mejor dime por qué estamos aquí, ¿qué me vas a mostrar? —no se dio cuenta del silencio que los había embargado hasta que Jung Kook volvió a hablar, entonces el brujo casi sacude la cabeza en busca de eliminar todos sus enredados pensamientos.

  —Voy a enseñarte cómo limpiar los recuerdos de estas almas. —Tae Hyung comenzó, mirando fijo al lago, sin ganas de ver la expresión en el rostro del chico a su lado—, una vez libres de memorias pueden esperar su turno para habitar un nuevo cuerpo y empezar de nuevo, como marca el ciclo de la vida.

  —¿Es así como siempre funciona? —Tae Hyung asintió.

  —Te mostraré.

Tae Hyung arremangó su camisa negra hasta el codo, y con cuidado metió la mano al agua cristalina, rebuscando entre las serpenteantes luces alguna que pudiera servir de ejemplo. Jung Kook observó en silencio, hasta que el mago sacó la mano, sosteniendo la energía blanca entre sus dedos, ésta se movía sutilmente, sin embargo, parecía querer aferrarse a la piel de Tae Hyung, buscando un nuevo recipiente, desesperada.

  —Deberás mantener la calma, si no lo haces, el alma querrá meterse debajo de tu piel por la ansiedad; creyendo que eres el cuerpo que la está buscando, así que sólo respiras y observas… —la tranquilidad y concentración en el tono de voz de Tae Hyung puede que haya fascinado un poco a Jung Kook, quien pasó de mirar su perfecto perfil a mirar el alma que comenzaba a mostrar…

Imágenes.

El tiempo pasó en cámara lenta para Jung Kook cuando los recuerdos se proyectaron como pequeñas escenas que le permitieron conocer la vida de la persona que las experimentó: vio a una mujer, y a un niño… su familia, supuso, vio cumpleaños, vio nacimientos, vio muertes, vio días soleados y días lúgubres, vio sonrisas y vio lágrimas, vio el tiempo pasar, y después… vio nada. La vida de aquella persona había terminado y él la presenció toda en tan sólo un minuto. No podía esperar porque dejara de sentir por completo, pues de otra forma, en este momento, no estaría sintiéndose tan extraño.

  —Y eso es todo. Sólo debes observar y esperar a que pase, como si esta alma estuviera contándote por lo que pasó, y una vez desahogada, es libre de volver a empezar. —Tae Hyung comentó, la luz de la energía pura brilló más que nunca y sólo entonces Tae Hyung la regresó al agua, donde nadaría con tranquilidad hasta que una nueva vida clame por ella para crear nuevas memorias.

  —¿Esto no te afecta de ninguna manera? Al ver eso… al ver eso es como si hubieses conocido a esa persona, es como sí… —entonces se interrumpió a sí mismo, a su cabeza llegando una incógnita que no había tenido antes, hasta ese momento. Se giró hacia el mago—, Tae Hyung… ¿Tú tienes alma?

El brujo también se giró y sus ojos conectaron, Jung Kook hasta ese momento se dio cuenta de la cercanía, pues sus narices estaban a sólo un centímetro de rozarse. Ninguno se movió, ni hizo una sola mueca. Los ojos celestes miraron los oscuros, con un atisbo de algo que le erizó la piel a Jung Kook, y éste tragó saliva, cuando Tae Hyung asintió.

  —Aún conservo un alma, sin embargo… es tan negra y solitaria que es como si no tuviera una. —el aliento cálido chocó contra sus labios, y Jung Kook parpadeó, queriendo acercarse sólo un poco, sólo un poco más… hipnotizado por el rojo que tintaba los labios ajenos y el azul que iluminaba sus iris.

Aquella tensión logró romperse cuando el brujo advirtió su intención, girando la cabeza a un lado, provocando que la nariz de Jung Kook rozara con su mejilla. El muchacho tragó saliva y se apartó, carraspeando, sintiéndose como un idiota por siquiera haber intentado algo.

El chico, entre su nube de pensamientos y arrepentimiento, no pudo ver la reacción nerviosa del contrario, pues Tae Hyung comenzó a sentir que perdía la cabeza. Otro carraspeo y el brujo continuó.

Su mano se sumergió en el agua otra vez, y cerrando los ojos, recitó en voz baja un par de palabras que le ayudarían a que el alma que buscaba se acerca a él, pues encontrarla por su cuenta sería una tarea imposible.

Cuando la sintió revolotear entre sus dedos la tomó con el mismo cuidado, sacándola del agua; la sostuvo frente a la atenta mirada del pelinegro y musitó: —No he limpiado su alma aún, así que si quieres hacerlo…

Jung Kook primero frunció el ceño, mirando la luz con confusión, costándole entender a lo que se refería, hasta que… hasta que la mirada del brujo le dijo todo.

Sus manos comenzaron a temblar, y su pulso se aceleró, un sudor frío le perló la espalda y creyó que estar viviendo esto era como una alucinación. Entendió.

Era el alma de Ji Min.

  —Tómala… lo único que tienes que hacer es observar, Jung Kook, y será todo. —Tae Hyung ofreció la luz, los ojos del chico cristalizándose cuando hesitó al tomarla.

  «Y será todo»

Si el lo hacía… si él hacía esto Ji Min se iría finalmente, él se iría y podría descansar, pero ¿él podría hacerlo?

Con cuidado y con las manos temblorosas, tomó el alma de Ji Min en sus dos manos, sosteniéndola con el nudo apretándole la garganta, otra vez esa sensación que no le dejaba en paz cada que pensaba en él.

No se dio cuenta cuando Tae Hyung se levantó, alejándose unos pasos para dejarle hacer el trabajo.

Jung Kook todavía no estaba preparado cuando las imágenes comenzaron a proyectarse; nítidas, claras.

Jadeó cuando los recuerdos de Ji Min se reprodujeron como una triste canción, las lágrimas no tardaron en rodar por sus ojos al ver que él apareció en casi todas ellas, casi cada una de sus memorias, especialmente en su infancia; todo se veía desde la perspectiva de Ji Min, él veía lo que sus ojos vieron a lo largo de su corta vida, un pequeño Jung Kook estaba ahí, riendo para él, mostrándole los dientes de conejo que Ji Min siempre dijo que tenía, jugaban con varas que habían encontrado, escuchó la risa de su hermano y luego el recuerdo cambió, ese donde sostenían las piedras volcánicas y se contaban secretos, en otro recuerdo era él mismo de nuevo, sollozando en las piernas de Ji Min porque le tenía miedo a la oscuridad, y escuchó el claro “te amo” que soltó para él con suavidad mientras veía su mano enredarse en sus cabellos. Las lágrimas de Jung Kook cayeron desconsoladamente ante ello, cuando comenzaron a crecer y las memorias le dejaron ver la forma en la que Ji Min alguna vez lo vio a él. Como si fuera lo único que tenía… como si fuera lo único que amaba. Después, alguien más apareció… fuera de Nam Joon y Dong Ae, y otros amigos que Ji Min tenía…

Era el mago de Obsidiana. Min Yoon Gi aparecía en la otra mitad de sus recuerdos, donde pudo ver la forma en la que ese hombre miraba a su hermano y le recitaba palabras que destrozaron a Jung Kook, todas esas promesas que Ji Min había visto como su escape, con una adoración que le hizo doler lo último que quedaba de su interior. Les vio tomarse de la mano, besarse y adorarse, les vio compartir y les vio discutir, pero sobre todo, pudo sentir el amor que su hermano le tuvo a ese otro ser, y viceversa. Jung Kook no pudo soportarlo, había asesinado a la persona que su hermano amaba, a la persona de la cual estaba profundamente enamorado, como si no existiera otra cosa mejor para él.

  —Por favor perdóname… perdónenme. —Jung Kook sollozó, mirando los últimos recuerdos de Ji Min, y también sus últimos pensamientos. Pensamientos que tendría arraigados a él hasta el último de sus días.

Min Yoon Gi ya sabía que su amado moriría y unos días antes de su muerte, le había prometido a Ji Min que cuidaría de su hermano menor cuando él muriera, y que lo haría entender que él no había querido dejarlo solo.

  «Por favor, universo… que Jung Kook lo acepte, y pueda continuar con su vida.»

Eso había pensado Ji Min al caer en su lecho de muerte, esperando que él aceptara la ayuda del mago de obsidiana, aquella ayuda que quería llegar con benevolencia. Y que nunca pudo ser.

Él último recuerdo de Ji Min, fueron ellos juntos, jugando con aquellas piedras volcánicas que tan cruelmente había regalado…

Ahora su hermano por fin se había ido, y era libre.

Lloriqueó como nunca en su vida, gimiendo de dolor y angustia, dejando caer esas pesadas lágrimas como una amarga cascada. De rodillas en la tierra, no dejó de pedir perdón, su frente tocando la humedad de esta, pidiendo redención por todo el mal que causó con egoísmo, queriendo morir, queriendo aceptar todo ese sufrimiento que le había tocado, porque lo merecía.

Unas casi frías manos le retiraron suavemente el alma ya limpia del que alguna vez fue Jeon Ji Min y la regresó con cuidado al lago, para después presionar su palma contra la espalda de Jung Kook mientras este se deshacía en una miseria caótica y desastrosa.

  —Por favor mátame…. —Rogó el pelinegro al mago junto a él. Tae Hyung movió la mano a lo largo de su espalda.

  —No voy a matarte. —espetó suavemente, sintiendo la desdicha que el humano mismo sentía.

  —Mátame… te lo suplico, sólo mátame, no quiero vivir con esto, no puedo vivir con esto. —Gimió, aferrándose con desesperación a la tierra que absorbía sus lágrimas.

Tae Hyung podría ser un bastardo, pero como confesó minutos antes, él seguía teniendo un alma, y él, alguna vez, también suplicó por morir de la forma en la que el chico en el suelo hacía, con tanto dolor y con tanta agonía.

Ahora comprendía como él, lo que significaba una culpa abismal, acompañada de una soledad que nadie les quitaría.

Con eso en mente, y compadeciéndose del pelinegro, le jaló con fuerza de la camisa, levantándolo para tomarlo por las mojadas mejillas y chocar sus frentes juntas. Tae Hyung musitó, fuerte y claro, marcando con eso, un nuevo camino para ellos, uno muy diferente al que creyó que tendrían:

  —Comparte tu soledad con la mía, Jung Kook.

Disculpen si hay errores, serán corregidos en su momento, y gracias infinitas por leer.

–wonder.

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