05. REALIDAD
Lo observó deslizarse cual serpiente entre el césped, disfrutando de la sensación de sus pies descalzos abriéndose paso entre su espesura. En los cielos despejados se escondieron las intenciones del hechicero, y por más que Jung Kook quiso entender la naturaleza en el enojo del brujo, o la razón por la cual caminaba como un león enjaulado... No comprendió nada.
Jeon estaba frustrado. Había luchado y había perdido. No podían culparlo, si había sido así de caprichoso, fue por el miedo a esa soledad que ahora le clavaba los dientes en las entrañas. Pero ahora las palabras del hechicero se tatuaban en su mente como peligrosas amenazas.
“Voy a destrozarte” le había dicho él.
Se sintió humillado al no haber podido hacerle frente, de reprocharle y gritarle en la cara todas las injurias que practicó en su soledad; tenía los cabellos pegados a la frente, sudaba, quizá era la rabia contenida la que lo hacía hervir desde dentro. Era como si un hechizo lo estuviera esclavizando y eso solo lo enfurecía más y más. Mientras más miraba al brujo, más deplorable era la naturaleza de sus pensamientos.
De pronto entendió todo.
Tenía tanto sentido. El maldito nigromante le había hechizado desde mucho antes de su llegada. Quizá era esa la razón por la que no podía despegar la mirada de su esbelta figura contoneándose entre el pasto y los rosales marchitos a su alrededor, no podía haber otra explicación. Llevaba a la muerte consigo, y Jung Kook se sentía intimidado con su presencia... Pero entre ese temor, se escondía algo más que apenas alcanzaba a entender.
Se había tragado su rabia un par de veces. El brujo no hizo más que darse la vuelta y dejarlo allí, en medio de la nada, incapaz de moverse, incapaz de sentir algo que no fuera autodesprecio o impotencia. De pronto, el entumecimiento cesó y, como si no hubiera creído en las palabras del brujo, palpó con mucha suavidad el bolsillo en su pantalón, en donde sabía, había escondido el cuchillo. Pero no había nada. Al menos en eso no le había mentido.
El campo era la muerte, observó al brujo levantar un cuerpo con total parsimonia y llevarlo dentro de la cabaña. Ahora el muy malnacido lo estaba ignorando. Un ser despreciable, ¿cómo podía existir por el mundo haciendo maldad sin inmutarse? La espesura de aquellos árboles torcidos le hicieron sentir atrapado. Cuando miró hacia atrás, esperando divisar el espejo por donde había llegado, ya no estaba; Un pequeño destello provino del lago, entonces el brillo robó por completo su atención... Intentó acercarse con mucha lentitud, y sin esperarlo realmente, avanzó sin llamar realmente la atención; Entonces pudo moverse con cautela hacia el agua, cuyos bordes cristalinos refulgían gracias a los tenues rayos de sol que se posaban sobre su cuerpo, miró por el rabillo del ojo, el brujo estaba dentro de la cabaña, no le estaba mirando. Mientras tanto, en el extenso lago, la pulcritud de aquel azul parecía hipnotizarlo.
Unas repentinas ganas de tocar el borde se instauraron bajo sus costillas, no sabía por qué, pero sintió que necesitaba tocarla, como si con ello las peripecias que él mismo se había causado, fueran a desaparecer en un santiamén, por eso, con el corazón latiendo frenéticamente, aproximó sus dedos. Sus manos se vieron humedecidas al instante. El agua era fría, debió entonces sentir que algo estaba mal, como si esa sensación de parcialidad desapareciera. Era como si el lago mantuviera la mitad que creía perdida desde que Ji Min falleció junto a su amado. Suspiró, pensando de nuevo en el pasado.
Un instante de paz... Eso no le venía mal.
A ignorancia de Jung Kook, las almas atrapadas en el cuerpo de agua comenzaron a nadar como desesperadas hacia su piel, intentando perforar la piel para adentrarse a un cuerpo que les diera vida de nuevo. Jung Kook era la carnada y, sin saberlo realmente, estaba a punto de inmiscuirse en un problema, aún más grande.
Para su buena o mala suerte, la paz no duró demasiado. Un destello comenzó a revolotear, sintió una ligera picazón en las yemas de los dedos. El alma indeseada comenzaba a perforar su piel con furia, como si un instinto innato le obligara a pegarse al primer indicio de carne al que tuviera acceso.
De pronto espasmos violentos atormentaron su cuerpo. Se levantó en contra de su voluntad y vio cómo sus talones creaban surcos en la tierra ante la inminencia de su arrastre. Sus manos estaban intactas. La imagen del lago se hizo cada vez más pequeña y el aturdimiento no terminó hasta que su espalda chocó contra la corteza de un árbol. A penas le dio tiempo de observar el camino de tierra que había creado con sus mancillados talones, y el ardor que llegó hasta sus sentidos, le hicieron saber que seguro se habrían abierto un par de heridas en la planta de sus pies.
—Tienes un instinto agudo, ¿no es así, Jeon? —La voz del brujo fue proferida con hastío, mientras le miraba a un costado del árbol. No vio en qué momento se había acercado, pero ahora parecía que aquella mirada no se despegaría nunca. Los cabellos revueltos y la mirada estupefacta del brujo solo denotaban molestia—, me sorprende que hasta ahora solo te hayas comportado poco mejor que un animal... —De nuevo la sensación de entumecimiento llegó hasta su cuerpo. No se pudo mover y el nigromante apenas tenía levantados dos dedos, como si moviera una varita o practicara un extraño esgrima—. Eres cansino. ¡La peor pérdida de tiempo que he tenido en la vida! Y mira que eso es mucho decir —Entonces dejó de mover las manos, pero Jeon ya no se pudo mover por más que luchó—. Esperaba poder divertirme contigo, pero la verdad es que estoy un poco harto de tus estupideces.
—No hice absolutamente nada, brujo del demonio —escupió con vilipendio—, solo quería beber un poco de agua. Quiero irme de aquí, ya regresaré por tu cabeza. Voy matarte y no voy a descansar hasta hacerlo.
Tae Hyung soltó una carcajada que mostró una sonrisita ladina, apenas mostrando los dientes.
—¿Quieres matarme? —escupió Tae Hyung con burla—, ¡a mí!, ¡a un jodido brujo de la muerte! Por el amor a la luna, las bromas que salen de tu boca, Jeon, son de lo más hilarantes. No tienes absolutamente nada y, aun así, insistes en ser el más cabeza dura sobre la tierra. ¡Vamos, anda, hombre idiota! Toma —dijo entonces el brujo mientras se plantaba sobre el césped con los brazos extendidos a los costados. Tenía una mueca extraña entre los labios, su sonrisa socarrona no cuadraba con el hartazgo que había demostrado minutos antes, cuando le amenazó con abandonarlo en la dolorosa obscuridad. Jung Kook sintió a su corazón salirse de su pecho ante los golpes, y cuando quiso apretar los puños en señal de impotencia, una hermosa daga de marfil apareció entre sus dedos para prometerle una última oportunidad de redimirse. La levantó y la miró con atención, estaba envuelta en lo que parecían cenizas que se deslizaban entre el material. Se aseguró de que el peso fuera adecuado, por si solo se trataba de una alucinación, pero no, la daga era real. Tan real como las burlas que salían del nigromante.
El brujo se relamió los labios, como si con ello le retara: —Acaba conmigo —exclamó socarrón—. Soy un ser tan malvado que merece la muerte, y como tú y solo tú eres el héroe de tu propia vida, no hay nadie mejor para acabarme, ¿no es así, querido Jeon?
Jung Kook se quedó allí, perplejo, con el arma entre las manos, sin entender de dónde y por qué razón su cuerpo estaba temblando. Tragó saliva, a pesar de que sentía la boca seca... Tenía que pensar en algo. No podría quedarse atrapado ahí para siempre.
El brujo se quedó de pie con los ojos cerrados, esperando a que el volátil muchachito se le abalanzara como para desollar a una presa... pero nada ocurrió. Abrió un ojo y se mordió el labio con mofa.
Entonces Tae Hyung caminó con lentitud hacia el cuerpo de Jung Kook, quien no pudo hacer más que quedarse perplejo, esperando que no le mataran, sosteniendo con una fuerza furibunda el arma entre los nudillos.
“Si corro quizá no me alcance”.
“Como si correr fuera a servir de algo” se reprendió a sí mismo.
Cesó su caminata justo a dos pasos de su cuerpo. Le miró con determinación y le tomó de la muñeca, poniendo el filo del cuchillo a la altura de su esternón. Jung Kook sintió la dureza de su agarre y el suave tacto en la piel de sus manos, la cercanía irreal y abrumadora; pudo observar con mayor claridad la piel morena del brujo, esos ojos... Tan diferentes y al mismo tiempo tan familiares...
¿Cómo era posible tal cambio?
¿Cómo era posible que ese rostro que parecía tallado en mármol hubiese salido de las cenizas, como si reviviera de entre los muertos?
—Si te vas por la izquierda, ahí está lo que buscas —le oyó susurrar.
Jeon infló el pecho, dubitativo. Luchando para no tartamudear al intentar decir algo.
—Pero si te vas por la derecha, seguro que me perforas un pulmón. Elije el que más te guste. —Trampa, trampa, trampa, sin duda era una maldita trampa. En el momento en que el calor en su muñeca se hizo más fuerte gracias al tacto con el hombre de piedra, Jung Kook se sintió mareado, un movimiento hacia adelante y habría concluído con lo que vino a hacer en un principio—. Es sencillo, ¡justo lo que querías, Jeon!, ¿o es que también aquí tomarás la decisión equivocada?
Jung Kook lo miró con enojo. Ganas no le faltaban para sacarle todas esas cosas horribles que le había mostrado la última vez. Soportaría ver sus tripas regadas por todas partes con la única condición de que no respirara más en este mundo.
Por fin se decidió.
Y, usando toda la fuerza que poseía, clavó la daga en el cuerpo del hombre. El sonido de miles de dientes chocando entre sí llegó al momento en que el filo se enterraba entre sus carnes. El brujo apenas hizo un pequeño movimiento hacia atrás, producto de la fuerza que ejerció Jeon al apuñalarle. La sangre brotó por borbotones.
Debió haber estado hipnotizado porque mientras fruncía más sus cejas, esperando la defensa del otro hombre, no reparó en la manera tan resentida con la que movía el cuchillo en el interior, ni la manera en la que sus ojos reflejaban a un ser vacío, en peligro de ser ocupado por seres mucho más perversos. Oh, luna, qué diablos estaba haciendo. ¿De verdad había abandonado su hogar para terminar aún peor que antes?
El brujo cerró los ojos, como si sufriera, como si sintiera un dolor profundo del que nunca podría recuperarse. Jung Kook estaba demasiado ofuscado. Un lamento asqueado y gutural salió de los labios sellados de Jeon, quien no pudo ocultar el asco que sentía por la manera en la que las carnes del hombre hacían un sonido horrible a la intemperie. Algo estaba mal, todo estaba mal, con el cuerpo agonizante y consigo mismo.
Se alejó del cuerpo, tambaleante, esperando a que el hombre cayera como un árbol en medio del prado marchito. De pronto todo fue silencio. Los cuervos y todas las demás aves habían silenciado sus cantos fortuitos. Su ofuscación fue mayor cuando el deje a dolor en el hombre se torció en una risita burlona. Un ardor llegó a sus sentidos. Cuando miró hacia sus manos, una enorme herida estaba abierta en su propia piel.
«¿Qué es esto?, ¿esa es mi sangre?»— pensó. Allí no había dolor, solo sangre. Sangre que no supo reconocer como suya. Jung Kook palpó con cuidado el estado de su propio pecho, la humedad con la que se mancharon sus dedos lo dejó helado. Él mismo tenía una enorme herida abierta en el centro.
—Te fuiste por el medio, eso es nuevo —señaló Tae Hyung.
La obscuridad en su mirada se hizo presente. Jung Kook dio varios pasos hacia atrás, odiando haber hecho ese viaje, odiando la manera en la que el descanso eterno de Ji Min había llegado a segundo plano por su cobardía. El brujo se quedó parado, con la mirada clavada en el centro de su pecho, de donde no paraba de emanar sangre y más sangre. ¿Se supone que debía ser de ese color tan obscuro? Llevó sus manos hasta el mango de la daga y la sacó con brusquedad, mandando lejos la pequeña arma al aventarla a su izquierda. Jung Kook pudo jurar que sintió como el arma había salido de su propio cuepro, pero él no había sido apuñalado, entonces... ¿Por qué parecía que las heridas del nigromante también eran suyas?; Tae Hyung se irguió sobre su propio cuerpo, con el cuello siempre altanero y orgulloso. Parecía ignorar la manera en la que sangraba como un animal y la manera en la que un hilo de borgoña se deslizaba desde la comisura de sus gruesos labios hasta el filo de su barbilla. Entonces volvió a hacer amago de acercarse, se acomodó el cabello hacia atrás con los largos dedos recorriendo el camino desde la raíz y caminó con mucha lentitud. La parsimonia en sus acciones, así como la indiferencia del mismo brujo hacia sus propias heridas, eran puros sinsentidos que ahora atormentaban a Jeon.
Entonces Jung Kook supo que estaba perdido, cuando el brujo le dedicó una sonrisa mefistofélica, justo antes de decir: —Ahora es mi turno.
Siempre fue bueno con la magia. Desde que era un muy joven, sus compañeras de generación le tuvieron una envidia abrumadora que le valieron muchos intentos de homicidio en su contra. Arlissa, Eon Jin, Hellen... entre otras tantas. Todas entregarían las miles de vidas que habían robado para su eterna juventud con tal de destruirlo. Pero ninguna le llegaron a los talones. Siempre deseando algo que él tenía al alcance de su mano con la más grande de las naturalidades. No supo en qué momento se dio cuenta de que poseía incluso más poder que sus ancestros, pero lo que sí supo fue que, en algún punto, la gente comenzó a temerle.
Procuraban no cruzar miradas con él, en las calles de su pueblo natal. Preferían hacer como si no existiera. Ya fuera para bien o para mal, Tae Hyung nunca recibió otra cosa que no fuera temor o falsa indiferencia.
Sin embargo, lejos de hacerlo sentir recluido, despreciado y aislado... Veía aquel temor como una oportunidad.
Sin saber por qué, el joven brujo disfrutaba de la manera en la que el temor se dibujaba en los rostros de las personas al verle pasar. —Y eso que en aquel tiempo solo tenía quince años—, ya luego, la edad solo se encargaría de agregar más altanería a su personalidad. Luego llegarían las eternidades, las guerras, las alianzas con reyes estúpidos en extremo manipulables. Entonces descubrió que podía hacer más con sus adivinaciones que seguir las inútiles reglas en los vetustos libros, que solo servían para limitar su potencial. Tae Hyung se veía a sí mismo como un ave atrapado en un huevo demasiado pequeño.
“No le pidas a los oráculos ni a las brujas por la verdad. Nosotros somos mucho más que ellos” le había dicho aquella persona.
“Si no puedo hacer adivinaciones con la brujería, ¿a quién diablos le pregunto? Las brujas me aburren. Son demasiado emocionales para mi gusto, todas estúpidas”.
“Bien hecho. Te han enseñado bien, bastardo”.
“No indagues sobre mi educación. Te atreves a abandonarme y regresas como si nada. No tengo interés en ti, solo quiero que me respondas. ¿A quién debo preguntarle si no a ellas?”.
“Ah... Mi pequeño Tae Hyung. El conocimiento de las brujas es parcial. Sus poderes se desvanecen cuando se alejan de su elemento, por eso es tan fácil romperles el cuello cuando se enojan. La única fuente de poder infinita, la encuentras... en la muerte”.
Aun siendo un joven niño, mucho antes de que el país entero se forjara y nombrara a un rey, él ya sabía que podría obtener lo que quisiese de la vida... O en este caso, de la muerte.
Desde que se le había revelado tal verdad, dedicó cada minuto en su vida en obtener conocimiento de ella. Y resultó tan malditamente talentoso, que nadie pudo detenerlo en aquellos Tiempos de Obscuridad... Primero con insectos, luego, con animales pequeños, después, ejemplares más grandes. Hasta que, eventualmente, por ahí de la veintena... llegó a los seres humanos. Comenzó a desgarrar cuerpos humanos con tal de obtener verdades. Los corazones completos, con venas y arterias incluidas, le decían lo que aquella persona había vivido en el amor; los cerebros completos o parciales, le contaban todos los pensamientos que pasaron por su mente en vida; los pulmones le susurraban los lugares de los que había respirado aires; los intestinos le mostraban los hilos de destinos posibles...; los ojos siempre eran buen soborno para los cuervos que espiaban. Y los huesos, descubriría más tarde... Le podían servir para confeccionar las más maravillosas máscaras que ningún brujo habría descubierto antes.
¡Todo dentro del ser humano era tan valioso!
Los disturbios llegaron cuando “preguntar a la muerte” ya no fue suficiente.
Él no quería hacer preguntas como si fuera un mago de cuarta, un sirviente, alguien que se queda sentado esperando porque la vida le entregara las cosas (ya fuera porque las mereciera o porque le considerara digno). Él era mucho más, él quería, él obtenía. Por eso, aquel propósito de “preguntar” se transformó pronto en “dominar”. La torció, la encerró en frascos, la adulteró, dominó a la muerte tanto como quiso y se regocijó entre las plumas de su talento nato, llevándose tras la espalda a muchos enemigos repletos de envidia que querían fastidiarle y vencerle, por el miedo a que el brujo pudiera acabar con sus vidas, o peor aún, convertir su muerte en algo mucho más deplorable.
Pronto corrieron los rumores de que un joven brujo había levantado de la muerte a muchos cadáveres ya en descomposición. Los pueblos de inmediato se horrorizaron, pues la idea de librar batallas con seres no vivos ya era de por sí aterradora. No necesitaban que un arrogante y codicioso muchachillo fuera a amenazar su tan preciada libertad.
Fueron a detenerle, primero unos pocos valientes y luego grandes ejércitos. Libró las batallas como si se trataran de prácticas, creó maneras en las que los mismos soldados de los ejércitos enemigos se confundieran entre ellos y se atacaran entre sí. Nunca pudieron tocarlo. Por eso es que pudo cultivar sus talentos sin tantos problemas de por medio... ¡Y cómo disfruto el sentirse en la cima del mundo! Si aquellos quienes lo habían rechazado por querer más conocimiento, ahora sufrían y temían de su mera existencia, ¿qué más regocijo podría pedir él en vida? Pues, para un brujo de la muerte, no hay mayor halago que el ocasionar miedo. Y si ya ocasionaba miedo, entonces podría obtener cualquier cosa que quisiese en el mundo.
Pero él solo quería una cosa: Poder.
Como un coleccionista encerró a las almas en su lago. Y pronto descubrió que podría someter las verdades de los muertos ligando el alma con su cadáver de nuevo. ¡Cuán maravilloso era poseer conocimiento! Si todos esos miedosos decían que lo que él hacía era blasfemia, era solo por el hecho de que todos eran unos cobardes, pusilánimes, mediocres.
Lo malo fue que, con el tiempo, los guerreros y los idiotas que venían por su cabeza, se habían cansado, acobardado, presos de las leyendas que se forjaron alrededor de su talento... Tae Hyung se fue quedando sin cuerpos para sus experimentos.
Y se aburrió. Necesitaba de algo que lo hiciera pasar el rato. Un entretenimiento que le hiciera olvidar lo aburrido que estaba de preguntar a los muertos por la fortuna ajena. Y entonces, como si un deseo que no había pedido se le estuviera concediendo, apareció un desesperado firmando contratos sin siquiera leerlos. Entonces una idea brillante llegó hasta su mente. Una idea en la que colección en su lago solo se hiciera... aún más grande.
Había tenido malos días en la aldea. Antes de las tragedias, antes de los oráculos, antes de las brujas y los nigromantes. Pero en ningún momento se había sentido tan extraño como ahora. La sensación de “parcialidad” de nuevo estaba allí. Desde que salió de su casa aquella mañana, al vacío le tomó dos segundos tomarlo del cogote. Había quemaduras y cortadas en sus manos que no le causaban ningún dolor, una herida abierta de la que ya no salía sangre, y sentía ya la pena por su hermano demasiado lejana. No como si ahora no le importase, sino como... Como si fuera una emoción distante, ajena. Él simplemente era espectador de su propio dolor, de su propia rabia, porque, a pesar de que el filo de aquel cuchillo había cortado cosas dentro de su pecho, jamás se sintió adolorido, siquiera aturdido por el malestar. Más mal le causaba la presencia del nigromante que las mismas heridas purulentas que se extendían por su cuerpo.
La sangre se le subía a la cabeza. Las copas de los árboles besaban un suelo azul, y las raíces se habían convertido en los gajos de la parte superior. Los ojos invertidos de un cuervo le miraron muy fijamente, y al ver que no podía cubrirse la cara —pues algo por ahí no le dejaba moverse con dignidad—, rogó a los cielos que aquel horrible animal no estuviera demasiado hambriento. ¿Cerrar los ojos le ayudaría a salir ileso? En verdad que lo dudó. Estaba demasiado nervioso como para pensar, rogaba porque esa pequeña bestia se alejara de su cara. Imaginó entonces el dolor que sufriría cuando clavara su pico, y así dejara sus cuencas vacías, imaginó la agonía, la obscuridad, el aroma al óxido de la sangre drenándose hacia sus fosas nasales. Estaba sudando. Entonces, cuando pensó que ya no habría salvación ni siquiera para ese rostro demacrado y sin brillo, algo llamó la atención del animal.
—No, Índigo. Ven acá.
El animalejo bramó un par de veces, para después revolotear hacia su amo.
Entonces Jung Kook fue consciente de que estaba boca arriba, colgando en el aire, suspendido en la nada, con la coronilla de la cabeza rozando a penas el pasto seco y los tobillos pegados el uno a otro rígidamente.
—Pensé que así se te enfriaría un poco la cabeza —exclamó el nigromante—. Nada personal, es solo que odio a la gente molesta. Y tú pareces serlo bastante. Te necesito quieto un rato.
Jung Kook observó con los labios secos como aquella capa hecha de plumas se movía de un lado a otro, tocando el agua del lago de vez en cuando con las manos, y regresando dentro de la cabaña.
—Tienes preguntas. Escúpelas, o pensaré que en realidad no necesitas tu lengua —dijo un poco fastidiado, pronto comenzó a trasladar brillosas estelas que salían del agua. Jung Kook pensó que estaba alucinando—. Y de hecho yo necesito una justo ahora, así que, no me tientes...
—¿Por qué estoy de cabeza? —alcanzó a preguntar, ignorando el hecho de que el mago manipulaba almas en frente de sus narices.
—Así es más divertido —contestó con suficiencia—, ¿Te sientes más relajado? Las cenizas que te eché hace un momento debieron hacer que tus energías se disipasen... Al menos tendremos paz por unas horas.
«Me drogaste»— pensó Jung Kook.
—Si lo quieres ver de esa manera... Sí, algo por el estilo.
—Deja de leerme la mente, es molesto —exclamó Jeon con la mente pesada. La sangre comenzaba a subirse a su cabeza. Tengo una boca, puedo decirte las cosas que quiero, bastardo presumido.
—¿Crees que es placentero para mí leerte la mente? Eres un sujeto muy simple, me sorprende que tus pensamientos estén tan desorganizados, ya sabes, no hay mucho por allí. No haces más con tu vida que llorar por tu hermano y buscar un sentido para tu patética existencia... ¿Cómo es que tienes un desastre allí adentro? —Tae Hyung dejó de mover los destellos a su alrededor, de pronto parecía cansado de mostrarle todo lo que podía hacer—. Bueno, no me importa.
—Ustedes los brujos no conocen nada sobre la privacidad... O la decencia. Lo único que han hecho es arrebatarme cosa tras cosa. Ni siquiera la Madre de las Brujas, odiándote tanto como te odiaba, aceptó ayudarme sin dar nada a cambio.
—Nadie da nada a cambio de nada.
—Mi hermano lo daba todo por mí — Tae Hyung rodó los ojos, fastidiado de las cursilerías que salían de su boca—. Nadie le pidió que me cuidara. Sin embargo, ahí estuvo conmigo, enseñándome un oficio y dándome de comer pese a la muerte de nuestros padres...
—Tu hermano cuidaba de ti, por egoísta, porque temía quedarse solo, o volverse loco de depresión. No porque tú fueras lo que llenaba su existencia, sino porque no tenía nada más. Si se hubiera dado la oportunidad, habría huido con el Brujo de Obsidiana en menos de lo que canta un gallo.
—Mientes. Ji Min me amaba.
—Amaba más a su novio. Por eso no le importó quedarse a su lado, a pesar de que sabía que moriría en cualquier momento, dejándote solo en el proceso. Estás tratando de vengar la muerte imposible de alguien a quien no le importabas.
—¡Blasfemia!
—¡No es más que la verdad!, ¿no te parece inmaduro regir tu vida a la orilla de las demás personas? Podrás tener el cuerpo de un hombre, pero por dentro continúas siendo un mimado y caprichoso...
—¡Cállate! Si estoy metido en todo este problema es por tu culpa. Todo es debido a ti, siempre debido a ti. El hecho de que nadie haya querido ayudarme por temor a tu desagradable existencia... Dime, eh, sucio nigromante, ¿qué se siente ser despreciado por todas las personas con las que cruzas palabra?, ¿qué se siente que incluso los de tu misma raza deseen desde lo más profundo de sí mismos acabar contigo? Soy un ignorante, sí, pero estoy seguro de que el mundo solo tiene calumnias para alguien tan perv... —No pudo continuar de blasfemar en contra del hechicero. Quizá era la manera en la que el miedo humano desaparecía de su cuerpo, lo que provocara que cometiera actos tan imprudentes a diestra y siniestra, aunque, a decir verdad, siempre fue imprudente... Y bocón. Pero, en esta ocasión, no estaba en su pueblo, intentando sacar canas verdes a los ancianos ni a los vecinos del pueblo... Estaba metido en verdaderos problemas.
Un hilo voló desde los ropajes del nigromante, se quedó allí, flotando frente a él como si esperara una disculpa por su habladuría. Tae Hyung le dedicó una profunda y oscura mirada; allí ya no había enojo esporádico como cuando apenas llevaba algunos minutos de conocerle. Ahora se veía por completo impasible, con los ojos azules destellando en intenciones mucho más oscuras que lo cerúleo de su mirada. Frío y vivo, el semblante se posó sobre su cuerpo invertido.
—¿Te cuento un secreto, Jeon? —exclamó el nigromante con la voz apaciguada por una emoción que, para desgracia de Jung Kook, no se podía catalogar en nada que fuera agradable—. Los cuervos son una maravillosa compañía cuando se tiene poder. Obedecen a tus órdenes sin rechistar, aún si fingen que no te han escuchado. Pero, lo más impresionante, es su capacidad para imitar sonidos humanos...
—¿De qué diablos estás hablando?
—Risas humanas, estornudos, algunas palabras en un tono de voz oscuro... El problema llega cuando los cuervos no se callan. Entonces dejan de ser los sirvientes perfectos para convertirse en la peor lacra para un brujo con tan poca paciencia como yo. ¿Sabes qué es lo que hago con los cuervos que no se callan?
A la mente de Jung Kook llegó la imagen de Arlissa siendo destrozada en aquella explosión que la hizo desaparecer de este mundo, quizá para siempre, tampoco estaba seguro. No... No quería desaparecer... Si el dejaba de existir en este mundo, entonces no habría nadie que llevara el estandarte de la muerte de Ji Min, no tendría oportunidad de llevar la culpa de lo que había hecho, como se debía, como le debía a Ji Min y al Mago de Obsidiana... Quizá ahora tenía claro, que no quería desaparecer... Al menos no de aquella manera tan dolorosa.
—No, lo que sucedió con esa bruja tonta no tiene nada qué ver con lo que te cuento, hombre idiota. No te haré desaparecer... Sería demasiado rápido, y de verdad quiero que sufras un poco antes de... —Jung Kook lo miraba con los ojos desentornados. La sangre se le estaba subiendo a la cabeza y estaba a punto de perder el conocimiento. Tae Hyung bufó hastiado, con el hilo aún flotando entre el vacío —. Oh, no, yo no he terminado todavía.
Entonces usó sus poderes para mover a la sangre para que fluyera a la fuerza entre las venas de Jeon. La hizo recorrer su camino habitual para que el chico no se desmayara. El alma atrapada en su lago, le daba acceso a algunos de sus tejidos, la sangre uno de los más difíciles de dominar al ser un tejido líquido.
Jung Kook se sintió desfallecer, estaba mareado. Pensó que la inconsciencia lo acunaría, pero de pronto estaba despierto de nuevo en contra de su voluntad.
—Te necesito despierto, cariño. —Profirió aquel cariño con ironía, mientras Jeon recuperaba poco a poco la consciencia y le maldecía desde sus adentros. Y Tae Hyung decidió ignorar los insultos en su mente—. El problema con los cuervos... Es que a veces hablan demasiado... Entonces no puedes hacer nada más que... cerrarles el pico.
De inmediato Jung Kook comenzó a retorcerse en el aire, tratando de moverse hacia algún lado. El hilo negro seguía allí, impasible. No se podía decir que pululaba, pero allí estaba, reptando entre el aire como si fuera una serpiente.
De un brusco movimiento el cuerpo de Jung Kook fue puesto de pie sobre el césped. La debilidad en sus piernas entumecidas le hizo caer estrepitosamente, el sonido ahuyentó a varias aves alrededor, pero Índigo seguía cerca, como esperando un momento, una oportunidad para picar esos apetitosos y enormes ojos que no le daban permiso de devorar. Pero su amo de inmediato se acercó a ahuyentarlo con esa mirada de prohibición. Entonces se alejó, bramando irritado y hambriento.
El hilo se retorció una última vez en sus dedos y acarició muy tenuemente los labios de Jung Kook. El corazón de Jeon latiendo al mil por hora, obstaculizaron el escuchar lo que el brujo le decía, algo sobre estar cansado de sus habladurías, algo de esto apenas es el comienzo, algo de nunca saldrás de aquí. No pudo entender, porque el dolor de su boca siendo perforada le distrajeron la mente de maneras poco placenteras. De inmediato las gotitas salieron de sus labios, mientras Jeon sollozaba, deseando que todo se tratara de una simple pesadilla.
—Esto es lo que ganas, Jeon —exclamó el brujo, con la sonrisa burlona y las cejas enmadejadas en ironía— El hilo perforaba, sin importar los gritos que el chico deseaba proferir hacia el vacío. Cada vez más cerca, mientras más pasaran los segundos, aquellos labios estarían sellados para jamás volver a exclamar estupideces: —por colmarle la paciencia a las personas equivocadas.
Dentro de la mente adolorida de Jeon, lo único que comenzaba a formarse, eran las maneras más ingeniosas de venganza. ¿Ese brujo insistía en moverse cual serpiente entre su vida? Entonces se encargaría... De pisarle la cabeza.
Love, Sam🌷
SamanthaHirszenberg
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