04. ENCUENTRO
Creía que después de aquello tendría todo lo necesario, pero resultó muy ingenuo. Su camino no fue mostrado al instante, de lo contrario, hubiese salido corriendo de allí, pero esperó, pues los rayos iluminaron sobre su cabeza y los truenos comenzaron a retumbar por las chozas de alrededor; algo pasaba, lo podía oler… No, de verdad lo podía oler, el olor a azufre inundó sus fosas nasales y se sintió marear. Tosió, y la gente comenzó a disiparse al observar la fumarola color púrpura que se armó alrededor suyo, cubriéndolo por completo; algunas brujas y magos se rieron de él y corrieron cuando la Bruja Mayor apreció frente a él, con una mueca de repudio hacia el torpe humano.
—¡Es Arlissa! —gritaron por ahí, y el resto que quedaba en la explanada había desaparecido en un santiamén.
Jung Kook seguía tosiendo, intentando disipar la densidad del humo para poder ver, pero dio un brinco al encontrarse de frente con una mujer albina de ojos negros, tan negros como el más profundo e infinito de los abismos: —¿Quién eres?
—¿Tú quién eres? ¿Y por qué estás pidiendo por un Nigromante tan poderoso en una celebración tan especial como esta? —La fumarola se disipó por fin, dejando ver a Jeon que ahora se encontraban en una habitación repleta de espejos que distorsionaban su imagen, y en ninguno de ellos la bruja podía reflejarse, su voz retumbando en ecos profundos, como si se tratara de una alucinación, pero era realmente sólo eso: el tono real de su voz.
—¿Qué? ¿Dónde estamos? —De cualquier forma, ¿cómo era posible que esa bruja haya oído lo que pidió con tanta desesperación? ¿acaso estaba cerca? ¿no tenía un poco de privacidad en este mundo?
—Responde, ¿Quién te ha mandado por ese hombre? ¿Qué es lo que requieres? —La bruja ni siquiera mostró expresión alguna, sólo mirándolo con esos ojos aterradores.
—Necesito encontrarlo. —esa fue su respuesta, a la bruja no le había parecido del todo.
—Ese nombre que pronunciaste está más que prohibido aquí, a los que siquiera piensan en articularlo se les corta la lengua y se les cosen los labios, ¿cómo te has atrevido? —El muchacho estaba más que confundido.
—Entonces lo conoces… ¡¿Dónde está?! —Jung Kook dio un paso adelante, y tan rápido como eso, sintió cómo su boca se cerraba por sí sola, encontrándose a sí mismo sin poder abrirla, tocándose los labios con desesperación.
—Muchacho insolente, ¿cómo te atreves a hablarme así? Dándome órdenes, ¡a mí! La madre de las brujas… —Espetó ofendida la bruja, acercándose al humano, dando vueltas alrededor de él, examinándolo de pies a cabeza.
Sus blancas —casi transparentes— manos de dedos largos y huesudos le tocaron el cabello negro como el alquitrán, mientras él intentaba abrir su boca con toda la fuerza de voluntad que pudo reunir, pero era inútil.
—Soy Arlissa, humano; y has tocado una de las fibras más delgadas que pudiste al mencionar a aquel mago en mi entorno, y yo no lo dejaré pasar tan fácil. —La bruja blanca se acercó a olisquearle el cuello, y cerró los ojos, saboreando el aroma a calor y salinidad—, Hmm ya veo… te has metido en problemas gordos, ¿no es así?
Jung Kook intentó apartarse, pero sus pies también estaban pegados al suelo, y de alguna forma, aunque quisiera, no podía reaccionar para golpear lejos a esa horrible bruja; lo tenía dominado completamente.
—Nombre. —Exigió, pero él por supuesto no pudo contestar, pero algo dentro de sí le obligó a hacerlo mentalmente, la bruja sonrió— ¿Jeon Jung Kook?
El muchacho abrió los ojos, estupefacto, su mente hacía tanto ruido y no podía enfocarse en otra cosa que no fueran los toques y la voz de la bruja.
—Me suena tu nombre… ¿de dónde lo habré escuchado antes? —pensó, realmente intrigada, entonces recordó—, ¡ah, ya sé! ¡eres el chiquillo de los rumores! Ya entiendo… Si es lo que creo de aquí no sacarás mucha información.
¿De qué estaba hablando? Barnasius le dijo que aquí encontraría su respuesta, aquí sabría dónde buscar y encontrar a Tae Hyung. ¿Le habrá engañado también?
—No, muchacho, ese hombre no te ha mentido, aquí puedes encontrar la respuesta, pero es muy diferente que yo quiera dártela, tu actitud me parece deplorable, y no hay nada que una bruja como yo odie más que los subordinados y ordinarios como tú exijan cosas a cambio de nada, y peor, se presenten en su sitio como si pertenecieran a éste. —Un chasquido por parte de la bruja y pudo moverse, su boca se abrió y sus pies reaccionaron—, ¿Qué hiciste? Tienes una única oportunidad de decirme todo si no quieres que en este momento te haga desaparecer de la faz de la tierra.
La maldita bruja había leído sus pensamientos, y como siempre, comenzó a hablar sin pensar: —Busco venganza, ese brujo merece la muerte, pues me ha estafado. Algo no anda bien y necesito encontrarlo para obtener respuestas antes de que lo asesine.
Miró a la bruja negar con decepción.
—No puedes matar a un nigromante, Jeon Jung Kook, me imagino que algunos cuantos ya te lo habrán dicho antes. —El chico ya estaba cansado de escuchar eso, sí, pero no pararía hasta demostrar que sí podía—, escucha, veo que eres terco y testarudo, además de insolente y poco amable… ¿Alguien te ha dicho a lo que te enfrentas realmente?
JungKook no estaba seguro, así que no dijo nada, no hasta que se le ocurrió algo: —¿Qué quieres a cambio de saber dónde encontrarlo?
De todo, no se esperó que la bruja albina le sonriera, unos afilados dientes blancos le saludaron, y aguantó la mueca que quiso hacer, esperando por la respuesta de la mujer extraña.
—¿Estás seguro de que quieres negociar? —musitó en voz baja, erizando los vellos de sus brazos.
Dudó un segundo, pero terminó asintiendo. La bruja se posó detrás de él, sintiendo la intensa mirada a su espalda.
—Eres un humano simpático, tienes un rostro atractivo a pesar del evidente cansancio, además de un cuerpo envidiable… —JungKook tragó saliva, sin saber realmente qué pensar, ¿qué estaba insinuando entonces? — nunca hago esto, o casi nunca… —se rió—, pero te diré lo que quieres antes de tomar lo que quiero de ti.
—Entonces habla, ¿Quién es Tae Hyung y dónde está? —La bruja volvió a estar frente a él y tarareó.
—Conozco a ese mago de hace mucho… décadas, tal vez más. —comenzó, mirando al vacío—, intentó destruir Witchtown para establecer sus dominios aquí, pero nadie iba a permitirlo, obviamente, así que fue una guerra casi infinita entre las brujas albinas, no albinas y él.
—Y ganaron, ¿no? —se atrevió a preguntar, pues la aldea seguía ahí. El silencio de la bruja le hizo pensar lo contrario.
—No, Tae Hyung las prendió en llamas a todas, y a todo, pero me dejó vivir a mí, por alguna razón… —en los ojos de la bruja había un brillo que Jung Kook pudo identificar como mentira, había algo erróneo ahí—, entonces se fue, sin reclamar el lugar porque según él, ya lucía lo suficiente miserable como para habitarlo. La próxima generación de brujas fue la encargada de restaurar la aldea y lo que alguna vez fuimos; no fue fácil, nos tomó al menos diez años juntar a la gente y construirlo todo desde cero.
—¿Y eso en qué me ayuda a mí? No me estás dando ninguna información. —dijo con el ceño fruncido, esperando que nuevamente no estuviesen tomándole el pelo.
—Paciencia… —dijo la bruja con la voz cantarina, la cual hizo estremecer al muchacho—, Lo que quiero decir con esto es… ninguna de las brujas que puedas conocer en tu corta vida de humano puede soportar al Nigromante Tae Hyung, es un bastardo pretencioso y maldito, es malvado desde las entrañas y hemos querido erradicarlo desde lo ocurrido; anda, puedes consultárselo a cualquier bruja y se reirá de ti, o te hará pagar por siquiera pensar en matarlo… ¿Tú? ¿Un humano ordinario matando a nuestro blanco? No, no puede ser así, él debe morir a manos de una bruja, no de un hombre…
Así que era esa la razón, simplemente una competencia.
—¿Y por qué sigue vivo? ¿No se supone que eres la madre de las brujas? Ni siquiera luces tan poderosa… —eso pareció ofenderla a niveles impresionantes, pero la bruja calló, aguantando.
—Estamos esperando el momento correcto, chico. Siempre está alerta, siempre mirando, siempre escuchando… tú no puedes verlo, pero él sí te puede ver a ti… —la piel de sus brazos se erizó ante eso, y por supuesto que eso lo había pensado antes, que Tae Hyung lo observaba, sería obvio, sería lo más sensato.
Poco le importó; pronto dejaría de hacerlo.
—Dímelo ya, bruja. —exclamó con la voz firme, dándose cuenta del revuelo que eso ocasionó en la criatura frente a él, quien se acercó a susurrar en su sien.
—Observa tu reflejo en el espejo, observa muy bien, porque tú ves dentro de él y él ve dentro de ti, cuando logres hacerlo, fácilmente te abrirá las puertas. —Se alejó entonces, dejando a Jung Kook aún más frustrado y confundido.
—Déjate de acertijos, ¡háblame claro! —La bruja bufó, y dado la estupidez humana, se rindió.
—En el Bosque de Acacias Venenosas encontrarás tu camino, has pasado por allí muchas veces, me es gracioso el que tu respuesta haya estado todo el tiempo frente a tu nariz y no lo hayas notado. Aprende a abrir tus ojos, Jeon y hazle caso a tu instinto; tú puedes fallar, pero él no. —JungKook jadeó, sintiéndose idiota, una vez más—, un reflejo… recuerda.
Pero a eso ya no prestó atención, se apresuró a buscar una salida en esa habitación llena de espejos.
—No tan rápido, es hora de mi pago, o no saldrás de aquí. —volvió a canturrear la bruja albina, danzando a su alrededor, feliz como nunca la vio.
—¿Qué demonios quieres? No traigo nada conmigo así que tendré que conseguirlo. —irritado la observó negar con la cabeza, su piel blanca, de un tono brillante y pulcro, como todo en ella, le estaba causando escalofríos y un sentimiento de aborrecimiento.
—No quiero nada material… estás de suerte.
—¿Entonces? ¿Qué quieres?
La bruja se acercó por milésima vez a él, levantándose en punta para poner uno de sus dedos suavemente contra sus labios cerrados. Los nervios en el azabache se incrementaron. Debía ser una maldita broma.
—Estás loca, ¿no? —La bruja negó lentamente, impaciente—, no voy a besarte.
JungKook hizo el amago de alejarla pero su cuerpo volvió a quedar tieso en su lugar.
—Tú no lo harás… Lo haré yo.
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Mientras tanto, asomado en el lago, el nigromante observaba la escena con el enojo burbujeándole en la boca del estómago.
—Sabía que esa maldita bruja le hablaría de mí, la sin vergüenza no puede morder su lengua suelta. Debí deshacerme de ella mientras pude. —refunfuñó encolerizado Tae Hyung, quebrando el hueso femoral que sostenía con una facilidad sorprendente. Caminó a zancadas de regreso a su patio delantero, y enterró con furia descomunal el mismo sobre el pulmón del cadáver en su plancha, logrando quebrarla y que el cuerpo cayera deshecho al suelo, los órganos saliendo de la cavidad torácica abierta, desparramándose grotescamente. Índigo salió volando, soltando algunas plumas que cayeron sobre su amo, rojo de rabia, sus ojos celestes tornándose carmesíes.
Se arrodilló donde el cuerpo, enterrando sus finas manos en el abdomen abierto, palpando los viscosos intestinos, en busca de algo. Cerró los ojos, intentando calmar su respiración, recitando en su cabeza las palabras correctas para el propósito necesario. Él quería, él obtenía, y esa bruja habría sido cenizas antes de salir el sol.
—Le perdoné la vida a cambio de su silencio, y ahora la haré atragantarse con su propia lengua. —gruñó entre dientes, el cuervo graznando alrededor cuando el lugar se tornó aún más oscuro y Tae Hyung sacó sus manos del interior del muerto.
Acelerado, iracundo, y con las manos repletas de asquerosidad, volteó hacía su mascota con su brillante sonrisa torcida.
—Ahora vamos a tomar provecho de esto, Índigo… Muéstrale el camino… —espetó el mago, respirando pesado—, y asegúrate de que no se pierda. Lo quiero entero para cuando llegue aquí.
Tae Hyung se dio vuelta con esa pulcra y malvada sonrisa en su cara, a la espera de su nuevo juguete, con quien sabía, iba a divertirse mucho…
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La bruja se acercó al rostro de Jung Kook, quien mantenía sus ojos bien cerrados y los labios temblorosos, ignoró las burlas de la bruja y pronto sintió el frío recorrerle la piel, los labios de ésta pegándose insistentes a los suyos, pero tan pronto como el beso había iniciado, tan pronto como terminó, pues la bruja lo empujó lejos, eufórica en todos los negativos sentidos.
—¡¿Pero qué es esto?! —gritó, y los espejos a su alrededor se quebraron, Jung Kook abrió los ojos sorprendido. La bruja levitó en el aire, el cabello y su túnica blanca se movían como si el viento soplara de algún lado. Furiosa, señaló a Jung Kook con el dedo: —¡¿Dónde está?! ¡¿Por qué no la tienes?! ¡Me has engañado!
Jung Kook no podía comprender lo que estaba pasando, la bruja lucía como si quisiera asesinarlo, lo cual era probable, pero… ¿por qué?
—¿De qué estás hablando? Yo no te he mentido en nada, bruja loca… —musitó con las cejas juntas, queriendo salir de ahí, antes de que los cristales explotasen.
—Tú no eres un humano ya… eres una simple coraza, ¡un errante respirando en este mundo! —La bruja no le dio tiempo de reaccionar, se acercó a él con la peor de las intenciones pero antes de siquiera tocarle un cabello, una luz emanó de su pecho y la mujer se detuvo, confundida y asustada… — No, ¡no!... ¡No! —, exclamó, errática, la luz proveniente de su interior deslumbró los ojos de Jung Kook y el cuerpo de la bruja comenzó a inflarse, la luz convirtiéndose en llamas que la consumieron en un segundo, donde sus gritos se quedaron estancados a oídos del chico, quien parpadeo, preguntándose qué es lo que había sucedido.
Cenizas blancas echas un montículo en el suelo, las cuales el viento se llevó junto a la habitación en la que se encontraba, volviendo a la explanada donde todo había comenzado.
Sin perder más tiempo, y aún tratando de analizar los sucesos recientes, se encaminó de regreso al Bosque de Acacias, donde se supone encontraría su camino al nigromante. Ya estaba listo para enfrentarlo, no necesitaba nada más que apresurarse.
Corrió unos minutos más hasta salir finalmente de Witchtown, no queriendo volver a saber nada más de ese lugar, ya tenía lo necesario. Debía admitir que no conocía el bosque completo, y que aún había lugares profundos en los que no se atrevía a entrar, aún cuando Ji Min vivía y le proponía investigar por ahí, sólo para ver qué es lo que se encontraban. No estaba seguro del por qué se había negado tantas veces a ello, no había sido por miedo ni mucho menos, quizá solamente no se encontraba interesado, pero ahora el simple pensamiento de que pudo haber hecho algo como adentrarse con su hermano más profundo a ese bosque tan familiar le causó una tristeza enorme, pues ya no podía regresar el tiempo, y se arrepentía tanto no de haber hecho más cosas junto a su única verdadera familia.
Era un completo idiota.
Cruzó los árboles con ese nudo en la garganta, escuchando el ruido de los grillos y el aletear de las aves en las copas de los enormes árboles; agradecía que ya estuviese amaneciendo, pues de otra forma se hubiese perdido o algo mucho peor. A lo lejos pudo escuchar de nuevo el graznido de los cuervos, pero pensó que estarían más cerca de lo que se oían. Siguió adelante un buen rato, pasando por lugares que parecían pertenecer a todo menos a un bosque, conforme avanzaba ya no había ramas y hojas secas bajo sus botas, sino lodo y piedras incómodas, las cuales intentó esquivar muchas veces, siendo que aparecían cada vez más en su camino.
Se sintió más cansado a cada momento, extrañamente cansado, el aire estaba faltando y hacía mucho calor, obligándose a sí mismo a detenerse, buscó con la vista algún tronco en donde sentarse un rato pero no encontró nada así que fue a desplomarse debajo de un árbol, lejos del lodo… Esos graznidos cada vez más cerca, y fue que divisó una pluma negra caer justo frente a sus narices. Miró hacia arriba y un cuervo lo observaba fijamente, inclinando la cabeza y aleteando de repente. Jung Kook intentó ahuyentarlo pero fue imposible, seguía ahí, escudriñándolo.
Terminó por olvidar su descanso, levantándose para continuar, con el cuervo siguiéndole. Volteó, gritando para alejarlo pero eso provocó que tropezara y cayera en un charco enorme de lodo, éste pronto cubrió sus pies y Jung Kook se asustó cuando se dio cuenta de que se lo estaba tragando.
¿Lodo como arenas movedizas? Él creía que ya lo había visto todo. Intentó arrastrarse lejos, pero mientras más forcejeaba más lo chupaba. Estaba entrando en desesperación, no sabía qué más podía hacer.
Miró a todos lados en el suelo y una rama sobresaliente enterrada en la tierra le sonrió como su única salvación, con suerte soportaría su peso y fuerza lo suficiente como para hacer palanca y salir de allí. Se estiró lo más que pudo y su puño logró tomarla, gruñendo y haciendo fuerza para sacar su cuerpo de la prisión viscosa que lo envolvía.
El cuervo voló a su alrededor, y se quejó cuando bajó a picotearle la cabeza y jalar de sus cabellos, Jung Kook cerró fuertemente los ojos y se apoyó a sí mismo a la superficie, sosteniéndose de la rama que parecería ceder y romperse en cualquier momento. No supo cómo, ni por qué razón, pero logró salir lo suficiente como para empujarse más hacia adelante, logrando que sus pies salieran del confinamiento. Se colocó de rodillas, agitado, intentando quitar a golpes tirados al aire y manotazos al cuervo que seguía molestando. Corrió lejos.
Las ramas de los árboles parecían querer estancarlo en su camino, saliendo de la nada, golpeándole la cara, enredándose en su ropa y cabello, deteniéndolo de a ratos, igual que las piedras y el maldito cuervo picoteando su espalda y nuca. Gruñó, harto y desesperado por buscar un lugar donde esconderse, pero si dejaba de correr el maldito pájaro lo atacaría y no tenía ganas de romperle el cuello a un animal.
El sol ya estaba saliendo en el horizonte, iluminando entre los árboles, dando de lleno en su cara, impidiéndole ver hacia dónde corría, parecía que el universo estaba conspirando contra él, no queriendo dejarlo llegar a su destino.
Si es que creía que su destino era un brujo de la muerte.
El cuervo dejó de molestarlo en cuanto logró traspasar lo frondoso de aquel bosque, donde los árboles eran más delgados, por alguna razón, y el espacio era más amplio, la luz daba como un reflector en el centro, donde arboles torcidos le rodearon. Jung Kook se detuvo ahí, intentando recuperar el aliento, sus ojos intentando encontrar un camino sin tantas trabas.
Entonces un destello colándose por el rabillo de su ojo le hizo girar a su derecha, encontrando apoyado en el tronco de un árbol un elegante espejo ovalado de cuerpo completo, reflejando su cansada figura agitada. ¿Un espejo en medio del bosque?
Se acercó, curioso, observándose a sí mismo en él; sus oscuras ojeras por no haber dormido en días a causa de su exhaustiva búsqueda, el cabello revuelto y lleno de ramitas y pedazos de hojas, su piel pálida, sin vida, lo único que aún podía conservar era su físico, aunque podía apostar que también había perdido peso. Inhaló y exhaló con más tranquilidad, sin dejar de mirarse a sí mismo, sintiendo un particular nudo en su garganta.
«Observa tu reflejo en el espejo, observa muy bien, porque tú ves dentro de él y él ve dentro de ti, cuando logres hacerlo, fácilmente te abrirá las puertas…»
Tragó saliva, las palabras de esa bruja colándose por su cabeza, retumbando en una voz que reconocía; alguien más se las recordaba, alguien más se las decía.
Su mente se colocó en blanco, y lo único que podía observar era a él, ahí… de pie, serio, perdido, abatido, solo… eso era lo que era, y eso era lo que sería el resto de su vida. Ji Min vino a su cabeza entre ese lío de pensamientos, porque esa nada que lo embargaba, lo era todo en ese momento. Ji Min… él estaría tan decepcionado, sin embargo, estaría extrañándolo, sí, seguro que lo hacía.
La opacidad en sus ojos era cada vez más oscura, no había ningún brillo ahí y apenas se percataba de ello, apenas notaba que algo faltaba, que algo más que su hermano… se había ido.
Fue que una lágrima solitaria bailó en desdicha por su pálida y fría mejilla, para caer entre las hojas y adentrarse entre la tierra que la esperaba. Levantó con lentitud el brazo, a compás de su reflejo, y mirándose fijamente, sus dedos y los contrarios se tocaron. No le sorprendió, no le asustó, cuando entrelazó sus dedos consigo mismo y se adentró a donde con tanto desespero anhelaba…
No supo cuánto tiempo estuvo con los ojos cerrados, pero al abrirlos con lentitud, sus ojos enfocaron otro suelo, otras hojas, otra tierra. Se quedó sin aire de repente, un escalofrío recorriéndolo.
—Bienvenido.
JungKook quedó estático en su lugar, mirando el suelo, no quería levantar la vista todavía, pues reconoció la voz, esa grave y burlona voz; la que habitaba su cabeza desde hace un tiempo.
Una risa que colmó dentro de sí mismo, removiendo algo que no pudo comprender… entonces le miró:
Sentado sobre una silla de piel, piel de animal, oscura y brillante, quizá de alguna pantera; pensó. Una de sus largas piernas cruzada contra la otra, un tobillo sobre la rodilla, en una posición demasiado despreocupada para su gusto, pero no era eso, nada de eso importaba, sino la apariencia que cargaba consigo; joven y apuesto, mirándolo con unos afilados ojos celestes cubiertos de largas pestañas, pómulos altos y detallados como la mandíbula, sus cejas gruesas y oscuras se fruncían con gracia, como esos labios rojizos que repasó con su lengua. El largo cabello negro le caía por la frente, tan oscuro como las ropas que llevaba puestas, las plumas adornando los hombros de su abrigo y el mismo maldito cuervo posado en su hombro.
Debía ser todo una broma, pero se dio cuenta de alguna forma, que había llegado.
—¿Dónde está el maldito brujo? Quiero al viejo Tae Hyung, ahora. —espetó, con las rodillas a punto de flaquear. El hombre frente a él le sonrió con burla y rodó los ojos.
—¿De verdad prefieres la versión vieja? Qué poco sentido del gusto tienes, chico. —Jung Kook frunció las cejas y dio un paso atrás cuando el hombre se levantó del asiento, caminando hacia él—, De acuerdo, ¿Quieres ver a Tae Hyung? —El muchacho dudó un segundo, pero infló el pecho y asintió con la cabeza, el brujo se inclinó apenas, y una mano le fue extendida—. Kim Tae Hyung, niño bonito, el mejor nigromante que podrías encontrar nunca en este pútrido mundo; un placer.
Los ojos de Jung Kook casi salen de sus cuencas y observó la torcida sonrisa de dientes blancos del mago, ¿él…?
—T-tú… ¿eres Tae Hyung? Eso es imposible, el brujo Tae Hyung es un viejo, sólo quieres verme la cara. —casi tartamudea, perdido en los brillantes ojos azules que lo observaban con gracia, su huesuda mano aún extendida esperando por el saludo.
—Vamos, ¿nadie te enseñó a ser cortés? —pero Jung Kook seguía ahí parado, mirándolo como el gran idiota que él solo puede ser—, por el amor de la luna, eres realmente irritante, chico.
Tae Hyung terminó enderezándose, dando la vuelta para tomar un frasco posado sobre una mesita alta de madera y recoger un puñado de cenizas oscuras, las mismas que sopló de su puño nuevamente, y en un parpadeo el apuesto joven se había convertido en el viejo brujo que Jeon conoció en primera instancia, este tosió, mientras el chico quedaba boquiabierto.
—¿Te parece mejor así? —la voz rasposa y molesta, Jung Kook no respondió—, me lo imaginé.
Repitió la acción, y el viejo había desaparecido. Jung Kook tenía la boca abierta, sin decir nada todavía, hasta que el mago se acercó a cerrársela, empujando con sus estilizados dedos el mentón hacia arriba.
—Habla ya. —murmuró ahora con los ojos severos, dictándole exactamente lo que quería de Jeon, y este automáticamente abrió la boca para contestar.
—Me engañaste, mataste a Min Yoon Gi y aún así mi hermano murió, desde entonces nada está bien. Me has mentido, y ahora quiero rebanarte la garganta con la daga que traigo en el bolsillo. —Jung Kook terminó de hablar y se tapó la boca con rapidez, el corazón latiéndole en la garganta. Ese maldito le había hecho decir incluso lo que no debía—, eres un bastardo.
Tae Hyung se carcajeó, palmeándole la mejilla a Jeon, quién no se quitó aunque hubiera querido: —Es una lástima que no puedas hacerlo, la daga se desvaneció en cuanto entraste aquí, ¿de verdad piensas que matarme es un trabajo fácil? Oh, pero qué ingenuo, podrías morir y reencarnar al menos unas diez veces antes de que yo muera, no me hagas reír. —Tae Hyung dio la vuelta, para volver a tomar asiento en su silla, llamando a Índigo para que fuese a posarse sobre sus dedos.
—Quiero ver el contrato, muéstramelo otra vez, necesito leerlo. —exigió el pobre, desesperado.
—Claro, con gusto. —espetó con una sonrisa, chasqueando los dedos de la mano desocupada, en ese instante la mano derecha de Jung Kook sostenía el papel amarillento enrollado. Lo miró con extrañeza, pero lo desenrolló tan rápido como pudo, leyendo desde el principio lo que allí había.
Oh, espera un momento.
Ni siquiera estaba en su idioma.
—Esto… este no es… —La risa de Tae Hyung otra vez. El mago estaba disfrutando de la profunda confusión que invadía la cabeza del joven muchacho—, dame el verdadero contrato.
—Ese es el verdadero, ¿de qué estás hablando? Es el mismo papel arrugado que miraste por encima y firmaste sin rechistar. ¿No recuerdas? —Jung Kook sabía que tenía razón, la primera vez que lo vio ni siquiera se molestó en leerlo, pues confiaba a ciegas en las palabras de ese nigromante, como el gran idiota que era. Sólo él podía no leer un contrato tan pesado por alguien metido en las artes oscuras. Quiso golpearse en la cara, pero la verdad es que ni siquiera le dolería, no tenía sentido; el reproche era lo mejor que tenía para sí mismo.
—¿Qué dice? —susurró, con la vista aún puesta en los que para él lucían como garabatos y flechas, sin sentido.
—Bueno, en resumen dice que… —Tae Hyung recargó sus codos en sus rodillas y habló fuerte y claro, como si no fuese nada: —Me darás tu alma en vida y tu cuerpo inerte al morir, a cambio del descanso eterno de Min Yoon Gi y la muerte irremediablemente destinada de Jeon Ji Min.
Jung Kook levantó la vista, los ojos inyectados en sangre y las lágrimas queriendo asomarse por ellos. El papel siendo arrugado entre sus magulladas manos.
—Mi alma… —murmuró entre dientes, intentando controlarse—, ¡Me has dicho que no querías mi alma, sólo mi corazón! ¡Y me has dicho que Ji Min viviría!
Los gritos desesperados de Jeon no le causaron pena alguna, y a pesar de eso, estaba sorprendido por el deje de importancia que aún le daba a su dolor interno, ese que con el tiempo ya estaba dejando de sentir. No faltaba demasiado para que se convirtiera en un cofre vacío, un ser humano de pura carne y hueso, sin interior, sin espíritu, sin nada.
Dejaría que sintiera lo poco que podría, hasta que fuera todo. Entonces ya sería un pobre muerto en vida.
— No sabes lo gracioso que ha sido ver cómo esa “bruja” impostora ha intentado chuparte el alma que ya no tienes… ¿y de verdad te has dejado? —Tae Hyung se carcajeó recordando la escena, ignorando al chico, quien parecía acuchillarle con la mirada—, la pobre seguía diciendo que era la madre de las brujas, cuando realmente siempre fue una inservible ninfa deseosa de convertirse en bruja que… —se detuvo al mirar la expresión de Jung Kook. Rodó los ojos y dejó de reír, contestándole por fin—, Joder, yo digo muchas cosas, ¿entiendes? ¿Para qué demonios querría solamente tu corazón? Me interesa todo dentro de ti, tus tripas, tu estómago, tu cerebro hueco, los pulmones, el riñón… ¿pero para qué querría todo eso sin un alma que me diga cómo controlarlos? Soy el maldito brujo de la muerte, ¿te parece sensato confiar en mí para conservar vida? —El brujo no podía creer con quién estaba tratando, y las ganas de reírse de él eran más grandes que las de querer golpearse la frente con la mano abierta por su… por su brillante mente.
Jung Kook rabiaba, y no dudó en acercarse a zancadas al brujo, quien obviamente no lo permitió, poniéndose de pie también para quedar a milímetros del rostro del otro, y Tae Hyung no demoró en tomar entre sus dedos anillados la mandíbula del chico, apretándolo tan fuerte como advertencia, retándolo con la mirada. Jung Kook apretó sus puños a cada lado de su cuerpo, queriendo tanto deshacerlo a golpes, pero al mismo tiempo creía que sería una pérdida de tiempo, y el toque en su cara le estaba distrayendo, más los ojos celestes que le miraban con furia, las gruesas cejas oscuras fruncidas, las aletas de su nariz expandiéndose, casi sacando humo por los orificios. Jung Kook se quedó ahí, sosteniéndole la mirada, mientras Tae Hyung apretaba los dientes y le hablaba con un tono bajo, casi susurrante, arrastrando las palabras: —Escúchame bien, imbécil, estoy harto de que quieras hacerte el listo, no has aprendido una mierda, has matado, has errado, y aun así, maldita sea, aun así sigues, sigues creyéndote el héroe, sigues creyendo que puedes meterte en la oscuridad y alumbrarla con una mísera vela, crees que puedes pasar por sobre quién sea con tal de obtener lo que quieres como el maldito idiota caprichoso que eres y que siempre serás, ni siquiera la muerte de tu hermano pudo hacerte entender que algo mal estás haciendo con tu vida, ni siquiera sin alma puedes ver el desastre en el que te has convertido y en lo que te has metido. Para… para de querer pasar sobre mí, porque no vivirás para contarlo y me aseguraré de que sufras tanto antes de que mande tu pobre alma a un agujero sin fondo en el olvido, y te prometo, que ni ahí dejarás de sentir el dolor que voy a ocasionarte.
Tae Hyung se aseguró de que cada palabra calara de sus oídos a su mente, se aseguró de trasmitirle la ira que sentía por él y que todo lo que había dicho era en serio.
JungKook sostuvo la muñeca del mago, intentando apartarla del fuerte agarre en su mandíbula, pero él no cedió, en cambio, continuó con lo que le dejaría la cabeza echa un completo desorden atroz…
—Ahora me perteneces, y no dudes en que haré contigo lo que se me dé la gana, y cómo se me dé la gana. —Su aliento chocó violento contra sus labios y Jung Kook abrió la boca para recibirlo, casi por inercia, casi hipnotizado—, intenta decir una palabra en este instante, te reto.
Pero no, Jung Kook no dijo una palabra, quedó estático ahí donde estaba, en las manos frías de ese hombre, mirándolo con intensidad, en una guerra interna por alejarse o… acercarse más.
—Eso pensé —Tae Hyung sonrió apenas con suficiencia, apretando la mandíbula después, para terminar con su sentencia—, ahora, acostúmbrate, porque a partir de aquí, tu vida no será la misma.
JungKook abrió más la boca, envalentonándose para decir lo único que surcaba su mente.
—¿Qué es lo que vas a hacer? —Entonces Tae Hyung sonrió en serio, triunfante; su mano bajó de su mandíbula a apretar su cuello con la misma fuerza.
—Voy a destrozarte, Jung Kook.
Es ahí donde su oscuridad apenas comenzaba.
–wonder.
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