LA MALDAD DE RAVEN
Y de repente, un grito desgarrador resonó por cada rincón del subterráneo; un grito proveniente de un hombre adulto. Uno de los compañeros sufría el despiadado castigado por parte del ave. Y esto, por supuesto, atemorizó a los demás, quienes al igual que un niño desamparado y humillado por la vida, lloraban con amargura, quejándose y pidiendo a los cielos por piedad. Una que jamás llegaría.
— ¡Oh hermosa ave de color oscuro, vida mía y atadura eterna! Complace a tu amo con tu maldad, lléname de orgullo y hazme sentir joven otra vez, porque tu maldad al torturarlos es para mi rejuvenecedor.
Por supuesto, el cuervo se sentía cada vez más especial con cada palabra que salia de la boca de su amo. Revoloteo con más fuerza y entusiasmo por encima de aquel hombre, mientras sus garras filudas cual mordedura de un rayo se incrustaban sobre los ojos de la víctima.
Provocando que lágrimas de sangre brotaran de sus ojos, y con un solo tirón mientras se impulsaba hacia atrás con un aleteo tan poderoso como un torbellino, los ojos del hombre fueron arrancados de sus cuencas, arrancándole un grito aún más agudo y desgarrador.
Era una escena realmente divertida para el amo de esa bestia salvaje.
Aquella risa estruendosa que salió de Raven, causó que uno de los prisioneros muriera ahí mismo debido a un infarto, no fue capaz de soportar semejante tortura por parte de aquellos dos seres inhumanos, dos bestias salvajes que lo único que disfrutaban era causar terror y sufrimiento. Ni siquiera un animal del monte y sin razonamiento podía causar lo que estos dos generaban.
La tortura continuó, ninguno se detuvo, poco a poco aquel ave fue arrancándo piel, parte de la nariz y provocando que el hombre casi muriera desangrado. Ahora estaba completamente irreconocible. Cuando todo acabo, el ave fue de regreso hacia su dueño, voló hacia él y se posó en su brazo izquierdo, incluso hasta parecía sonreír complacido por lo que había hecho.
— ¡Excelente, mi compañero plumífero!, estoy tan orgulloso de tí. Por esto, te has ganado el derecho de comerte a uno de estos hombres. Ve por el que aún está con vida, yo iré por el que ha muerto.
Y así, cada uno se encaminó hacia las celdas correspondientes, Raven fue por el hombre que había sufrido el infarto. Mientras que el ave fue por el que había torturado anteriormente. El sujeto sufriría en carne viva lo que se avecinaba. ¡Que desgracia para aquel humano!, que el único pecado que cometió fue bajar la fruta de un árbol para alimentarse; lo que no se imaginó era que el árbol pertenecía a los territorios del gran y temible vampiro.
Quizás por la inconsciencia en la que estaba, y al borde de la muerte, aquel hombre no pudo ni ser capaz de gritar, pero sufrió cada uno de los mordiscos que el plumífero suministró sobre sus carnes. Este fue devorado vivo y sin poder hacer absolutamente nada por sí mismo, ni siquiera quejarse por el dolor; ya no le quedaban fuerzas o voz para hacerlo.
Raven, por otro lado, sació su sed al clavar sus dientes en la yugular de aquel hombre. La sangre era de un rojo tan atrayente a través de la mirada del vampiro, y ni hablar del sabor, que le sabía dulce y apetitosa. El no-muerto bebió hasta la última gota que pudo extraer de él, acabando de comer al mismo tiempo que el ave finalizaba de devorar al otro de ellos.
Cada uno de los presos se paralizó. Quedando como unos imbeciles, cobardes y débiles ante el pensar de Raven, quien se mofaba de ellos. El ave no quedaba atrás de su amo, de vez en cuando, el cuervo solía volar hasta lo más bajo del castillo, con el único objetivo de inferir miedo en aquellas almas que hoy estaban custodiadas bajo el mandato del amo. Y sin ninguna punzada en el corazón por esos actos, el ave reía sin parar al verlos temblar, al ver como se encogían y como se colocaban en posición fetal en las esquinas de sus celdas, en como las lágrimas corrían por sus rostros, pero disfutaba más la parte donde su pico y garras escarbaban en lo más profundo de sus pieles, y como aquellas cascadas de sangre manchaban el suelo donde ellos dormían.
Dejando solo los cadaveres de lo que en vida fueron dos hombres de carne y hueso, Raven y el ave abandonaron aquellas mazamorras, desapareciendo sin hacer ningún tipo de sonido. Por lo que todos los presos del castillo no se dieron cuenta que, aquel dúo de malévolos ya no se encontraban más allí. Solo los dejaron sufriendo psicológicamente, una forma de tortura muy despreciable y cruel, ya que el cerebro es el órgano más poderoso de un ser vivo, este puede edificarte, pero también podría destruirte. Raven lo sabía muy bien, y usaba eso a su favor.
Los días fueron pasando y ya había llegado la hora esperada por los seres de la oscuridad. Juntos emprendieron un viaje, uno hacia el reino de Thazell, todo para reclamar lo que les pertenecía. Atravesaron sin ningún problema aquel bosque, es mas, en lugar de abrirse paso a través de la vegetación, fue esta quien por voluntad propia les abrió camino a ellos, doblegándose aquella maleza hacia la firmeza de Raven. Incluso el cielo le abrió paso al ave, mientras que el viento se mantuvo en calma como un sinónimo de obediencia. Pisada tras pisada, aleteo tras aleteo, ambos fueron de manera pacífica hasta la meta aquella que habían trazado.
— Mira lo que hay aquí, amigo mío. Este levantamiento de rocas y la custodia de los guardias son una excelente representación del pánico hecho hombre. — comentó el no- muerto con entretenimiento.
Habían varios guardias sobre la fortaleza, quienes portaban armas de toda clase, inclusive aquellas de lo más absurdo que ambos habían visto en sus largas vidas.
— Los humanos son un chiste. — Le respondió el emplumado. Un cuervo que ahora se encontraba sobre el hombro derecho del vampiro.
Al igual que el amo, el ave también portaba una voz profunda y áspera con un toque rasposo; es por eso, que ningun ser vivo, animal u hombre, deseaba caminar por el bosque o por las calles con tranquilidad y, de un momento a otro, escuchar esa temible voz.
El dúo observó desde las lejanías. Pues sus miradas eran demasiado buenas para el mal de toda la humanidad, teniendo esta una mayor visibilidad a lo normal, para aclarar, una mayor al ojo humano, incluso mejor que la vista de un halcón peregrino, un halcón que vigila a sus presas desde las alturas sin ningún tipo de inconveniente. Así mismo, los ojos de Raven y del ave estaban hechos para la caza, la persecución y el sigilo; de esta manera mantenían un control eficaz sobre sus objetivos.
— ¡Ve y búscala. Tráela conmigo y verás como nos levantaremos desde las cenizas otra vez!
Raven levantó su brazo con impulso brusco, a manera de que el ave saliera disparada hacia los cielos. El cuervo emprendió un viaje hacia la mansión, donde esperaba encontrar a la joven aquella que le dio de beber cuando estaba "sediento". Era ella la indicada para cargar con las crías de su amo, unas que restablecerían el orden del universo vampirico. Su amo debía renacer otra vez, y él le ayudaría a lograrlo. Para eso eran un solo ser.
Con cada aleteo se iba acercando más. Por fin logró atravesar la enorme fortaleza que rodeaba el reino; y croó tan fuerte que aturdió, por breves momentos, a todos los que se encontraban bajo sus alas.
Los soldados impresionados por tal atrevimiento departe del ave, empezaron a disparar flechas en dirección al emplumado, pero como un ave de inteligencia bruta, logró esquivar cada una de ellas sin que llegasen a tocar una sola pluma de su cola y alas.
Y se mofó en sus caras. Rió como todo un sinvergüenza, como un ser malévolo que jamás en su miserable vida había tenido algo de empatía o respeto por la humanidad.
Viendo el alboroto desde lo lejos, Raven extendió sus manos hacia el cielo, como obligando a la oscuridad a presentarse, aunque aún no era tiempo para ello, pero obedeciéndole, aquel hermoso día soleado y despejado pronto se convirtió en una tempestad imparable.
Las nubes blancas y esponjosas como el algodón, de manera inmediata, se tiñeron de color grisáceo, y como un imán potente atrajeron a miles de ellas, formando en el cielo un enorme manto que se extendió como una infinitud allá arriba en el vasto azul.
Y el firmamento antes tan claro como el agua, ahora se había convertido en una pantalla absolutamente negra y con algunos destellos rojos, como si una tormenta se avecinara, aunque en lugar de aquel resplandor blanco de los rayos de una lluvia natural, estos eran el terror y el escarlata de una tempestad poco común.
— ¡Ven a mí oscuridad invasora, destruye cada rincón de este reino sino han de darme lo que es mío! — Gritó a los cuatro vientos, sacando de sí una voz aún más poderosa de lo que antes era.
Como si de un megáfono se tratara, cada habitante escuchó la voz del señor de la oscuridad, como si en esos momentos Raven estuviera ahí junto a ellos.
Después de escucharlo, el cielo atrajo relámpagos y torrentes de electricidad, allá arriba se podían apreciar los destellos del choque en las nubes, y después, estas empezaron a descender desde lo más alto, cayendo a una velocidad poco antes vista, descendiendo en los techos de las viviendas con una fuerza poderosa, los tejados se incendiaron inmediatamente después de que los rayos tocaran el suelo.
Así mismo, una neblina se levantó desde abajo, formando una cortina de humo que impidió a los humanos continuar corriendo y escapando. Pronto el reino se vio siendo consumido por el rojo carmesí de un fuego destructivo.
El oxígeno se vio también contaminado, quitando todo derecho a las personas de respirar aire puro, las partículas que dejaba el fuego volaron, siendo arrastradas por el mismo aire, y esto, a su vez, mataba a las victimas, pues se introducían de manera brusca por la nariz o boca de quienes estaban intentando respirar, y con ello; estas victimas de Raven se atragantaban y morian por asfixia.
Y no se hable de la temperatura, ninguno de ellos estaba soportando el calor del fuego, en solo cuestión de minutos la mayoría de las personas ya tenían quemaduras graves sobre la piel. Ahí solo había calamidad y, por donde quiera que vayas o huyas, el llanto era el único sonido que te acompañaba mientras todo ocurría. Un llanto verdaderamente terrible.
Viendo el rey de Thazell desde lo más alto de la torre en su palacio, como su pueblo se iba extinguiendo, decidió darle al no-muerto lo que tanto estaba buscando, y sabiendo que sin importar el ruido, el llanto, los gritos y el sonido ensordecedor de la tempestad, Raven podría escucharlo, gritó:
— ¡Sé que puedes oírme!, ¡te daré todo lo que necesites y lo que tanto estas buscando, pero deja a mi reino en paz y yo haré un trato contigo!
Pero aún así la tormenta no cesó. Raven envío aún más fuerte la tempestad, como símbolo de poder y superioridad, dejando en claro quién era el verdadero amo del mundo.
— ¡Por favor, detén todo esto!, ¡prometo darte lo que necesitas, pero pon un alto a lo que haces! — Rogó aquel viejo rey, uno que con mucha vergüenza, ahora se doblegaba ante aquel ser.
¿Cuándo has visto un rey doblegarse ante otro?, pero... en ese momento era más que evidente, tenía que hacerlo para salvar a su pueblo, de lo contrario, todos acabarían muertos, incluyendo su esposa e hijos.
Viendo la desesperación del rey, Raven sonrió complacido. Y se alimentó del pánico y de la agonía que desprendían sus victimas.
Y así como todo había comenzado, así también acabo. Los colmillos de Raven se dejaron ver, unos muy filudos como los clavos que usa un carpintero en su taller, y tan blancos como el color de la cal; estos sobresalieron de sus labios en una enorme sonrisa de triunfo. Mientras que el ave estaba gozosa sobre el techo de aquella mansión, sabiendo que pase lo que pase, Raven siempre lo protegería.
Colocando la capucha de una enorme capa tan oscura como su alma, Raven se aventuró, caminó hacia el reino y se dispuso a atravesar la muralla. Una sonrisa aún más macabra se extendió por sus labios, al ver un sin número de muertos regados por el suelo y muchos heridos, incluyendo algunos guardias que estaban arriba en las torres de la enorme fortaleza. Ni siquiera tenía prisa, simplemente camino con paciencia y con pasos firmes. Él sí que tenía todo el tiempo del mundo, además de tener el poder y el control del universo en las palmas de sus manos.
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