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tres

—Ni siquiera me tomaré la molestia de preguntarte qué diablos te pasó en el cabello —espetó aquella mujer rubia y rellenita al ver a su hijo menor cruzar por la puerta de su casa. El rubio le lanzó una mirada nefasta.

—Es lo que está moda, madre —susurró con sarcasmo, caminando hacia las escaleras para ir a su tonta habitación, pero su nombre siendo espetado por su madre, le detuvo.

—Luke, estoy cansada de que vengas y te vayas de casa cuando se te dé la regalada gana, ten un poco de consideración, Jesús —Luke le vio serio, sabiendo que tendría que escuchar uno de los famosos discursos de su madre. Genial—. Si piensas desaparecer por días, al menos avisa la próxima vez, lo último que quiero es tener que ir al hospital para reconocer tu cadáver.

Él respiró pesado.

—Sí, porque sería demasiado caro pagar los gastos de mi muerte, tacaña —soltó un suspiro divertido, puso los ojos en blanco y decidió continuar con su camino, a lo lejos escuchó a su progenitora maldecir.

Y así era cada vez que iba a su casa, siempre peleas y charlas sobre su comportamiento, ni siquiera eran porque realmente se preocupaban por él, sino por la reputación que tenían sus padres en la bonita residencia donde vivían, era un tremendo horror tener a un hijo vago cuando la hija de los vecinos de al lado estudiaba medicina y era un ángel. Y Luke lo sabía, a veces le gustaba empeorar las cosas solamente por eso.

Y como si fuese un golpe de suerte para él, apenas entró a su habitación logró visualizar por la pequeña ventana la silueta de la chica inteligente que tanto les gustaba comparar su madre con él. Acortó la distancia hacia la ventana con una sonrisa pícara en su rostro, con sus manos hacia atrás. No pasaron segundos para que su vecina se diera cuenta de su presencia.

La rubia ondeó su mano en un saludo, Luke solamente sonrió más grande.

Lo que sus padres no sabían era que la hija de los vecinos no era la santa que juraba proclamar, en lo absoluto y eso se volvió a comprobar cuando ella empezó a desabrochar los botones de su camisa celeste para luego dejar a la vista su sostén blanco.

Y aunque Luke podía admitir que Lilian estaba buena, él no estaba de humor para absolutamente nada, su cabeza seguía doliendo por culpa de la resaca y lo único que necesitaba era aplastar su cabeza entre sus almohadas. Así que con algo de lástima él suspiró con pesar, tomó sus cortinas y tapó de un solo su ventana, pudo llegar a notar una mueca de fastidio por parte de su vecina, pero eso no podía importarle mucho.

Realmente no muchas cosas lo hacían.

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