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Día 3

Día 3: Cicatrices. Tholl x Bud

El invierno arreciaba sobre la helada tundra de Jotunheim. Las altas montañas que flanqueaban la zona hacían muy difícil la supervivencia pues el poblado de Asgard se encontraba más allá estando prohibida la entrada a todo aquel no autorizado.

Tholl estaba fuera de su cabaña contemplando la alta y majestuosa Galdhøpiggen, el punto más alto de Jotunheim, analizando en qué región cazar la cena de ese día. Ya había peinado la zona desde las heladas tierras de Helheim hasta los límites con los bosques de Elfheim, el límite norte de Asgard sin exito.

—Bien pues, ire a la zona noreste esperando tener suerte esta vez.

Busco su arco y flechas montando su fiel caballo Þrymr, legado de su padre, compañero del que no podían prescindir no importando las carencias alimenticias que tuvieran. Así, Tholl encaminó sus pasos con precaución para no ser descubierto por ningún guardia imperial pues, cazaría en una zona no muy lejana de los límites del poblado.

Al mismo tiempo, en otra region distinta ubicada a kilómetros de ahí, un joven desterrado de la sociedad, estaba a la caza de la comida para toda una semana. Bud diviso un grupo grande de renos que estaba con la guardia baja. Llevaba una lanza en la mano derecha observando a la manada cual animal salvaje, listo para la embestida. De pronto, sintió la presencia de alguien cercano notando la aparición de un hombre de altura descomunal montado en un caballo igual de grande.

—¿Quién eres, jotun? Este no es tu territorio.

—Y lo dice un vagabundo como tú. La linde del bosque es parte de Jotunheim y los jötnar podemos disponer de la tierra como mejor nos plazca. Eres tú el invasor.

Bud observó sin impresión al enorme jotun delante de él. Mediría más de cuatro metros de alto, tal y como su gente aún así no se dejaría intimidar por el recién e inesperado llegado.

—Te equivocas, he cazado aquí por muchos años y es la primera vez que un jotun me dice esto. ¿Qué te parece si nos dividimos la caza? Yo solo quiero un reno, una sola cabeza es suficiente para mi, con eso comeré siete días.

—Distribuyes una sola pieza para siete días... impresionante, vagabundo. Veo seis cabezas frente a nosotros. Tu solicitud me parece justa. Cinco cabezas para mi gente que muere de hambre y una para el vagabundo que debe comer el resto de la semana.

—Andando entonces. ¿Cuál es tu nombre, jotun?

—Soy Tholl, ¿y el tuyo, vagabundo?

—Soy Bud. Del valle de Vanaheim.

Tras haber intercambiado nombres es que ambos se prepararon para cazar a los seis renos frente a ambos. Así los dos hombres se abalanzaron sobre sus presas haciendo uso de sus extraordinarias habilidades como cazadores veloces y eficientes. Tholl noto que el vagabundo de nombre Bud tenia algo especial pues, su velocidad y habilidad como cazador, no era propia de alguien que se hubiere dedicado a mendigar por comida.

—Lo subestime... —pensó el gigante observando a Bud con sus ojos claros— Sus habilidades son impresionantes.

En menos de cuatro horas, la manada de renos estaba distribuida como acordaron.

—Eres un cazador excepcional, jotun Tholl.

—Y lo mismo tu, Bud el vanir. Veo que estás herido.

—¿Cómo dices?

Bud noto su brazo derecho una amplia linea roja que abarcaba una parte de este dejandole sin saber que decir.

—No es nada —ya me curaré en casa—, debo irme Tholl.

El joven de los cabellos azulados estaba por retirarse cuando, de pronto, Tholl sacó un pequeño recipiente que llevaba oculto debajo de su capa.

—Me ayudaste a cazar los renos y, a cambio, te daré esto —le entregó el pequeño envase el cual Bud observó con interés—. Es ungüento. Lo usamos cuando salimos de caza pues, casi siempre, los animales terminan lastimándonos. Es de preparación natural. Te aseguro que no está envenenado o algo por el estilo.

—Bien, Tholl. Lo acepto —Bud abrio el recipiente colocando una cantidad de medicamento en su brazo. Estaba hecho de hierbas y plantas medicinales, posiblemente, provenientes de los bosques de Alfheim.

Bud se sintió mucho mejor tras vendar su herida observando que el jotun Tholl se retiraba de ahi tras haber colocado la caza en el trineo que jalaba su alto corcel.

—¡Ey Jotun, ¿te marchas sin tu ungüento milagroso?!

—¡Quedatelo, tenemos más de eso en casa! Ya nos veremos de nuevo, vanir.

Ambos se miraron por un momento más desde la distancia antes de dar media vuelta y proseguir con su camino. No sería la última vez que se toparían ya que, de ahí en adelante, se volvieron compañeros de cacería.

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Día 3: Ocio: Misty x Marin

Misty la encontró sentada en un lugar apartado ubicado al límite sureste del Santuario. Marin estaba bajo un árbol dando la espalda pues, todo parecía indicar que, se habia sacado la máscara por lo que el santo de plata se manifestó levemente esperando que ella se la colocara permitiendo acercarse.

—Ya puedes acercarte —la joven dejo lo que hacia girándose para observar al recién llegado.

—¿Que haces en este lugar tan lejano, Marin? —Misty tomo asiento a su lado notando un libro cerrado en su regazo.

—Aprovecho mi momento de ocio para estudiar un poco —respondió apartando el libro con timidez.

—Creí que tu momento de ocio sería desconectarte de toda actividad por un día entero —Misty recordó que ella menciono necesitar un momento a solas para descansar y alejarse de todos los caballeros de plata que pasaban sus días en interminables entrenamientos—, no imagine que lo pasarías en actividades académicas.

—Misty, si pasamos el día en entrenamientos y actividad física, el estudio cuenta como ocio.

—Como digas —el joven rubio observó el título del libro por el rabillo del ojo tratándose de un título literario que no identificó—, ¿que te parece si hacemos algo que de verdad sea ocioso y no tenga que ver con leer libros aburridos o entrenar?

—Leer no es aburrido, Misty —por su tono de voz, supo que ella reía por debajo de la máscara.

—Como sea, no es mucho de mi agrado. Anda, vamos. Te mostraré algo.

Ella lo siguió hasta la cabaña que compartía con otros colegas plateados observando el desorden que había aqui y allá. Misty entro en la cabaña dirigiendose al mueble con gavetas del fondo, comenzó sacando prendas varias hasta dar con algo que llevaba oculto dentro de un estuche de piel de forma cuadrada, Mari no pudo identificar que ocultaba su amigo plateado.

—Vamos —nuevamente le pidio acompañarlo saliendo del área con dirección a las playas más cercanas—. Tengo un juguete muy divertido que usaremos para entretenernos un rato.

—De acuerdo. Muestrame ese juguete tuyo.

Solo a Misty le concedía esa clase de actividad. En otras circunstancias, no habría accedido a semejantes peticiones, no obstante con él, se podía permitir esos momentos de vanidad, un momento de ocio para compartir con un buen amigo. Los dos llegaron a una zona turística poco transitada para su buena fortuna, no iban vestidos como las demás personas sino que llevaban puestas las ropas de entrenamiento, tales detalles salieron de su cabeza apenas el chico le mostró lo que llevaba oculto en un bolso de tela.

—¿Que es eso? —Marin lo observó abrir el estuche sacando un dispositivo poco conocido en el Santuario: se trataba de una cámara instantánea que le mostró sonriente.

—Es una cámara que hace unas lindas fotos en un papel brillante con marco blanco. La encontré olvidada en un parque público durante un asunto que tuve que atender al norte del país. Presioné el pequeño botón rojo que está al lado del flash y al ver el resultado comencé a divertirme con ella a escondidas.

—Es muy propio de ti. Imagino que hacerte fotos cada momento del día.

—Lamentablemente el papel fotográfico es limitado, pero he guardado un par de hojas para compartir con una buena compañía.

—¿Soy yo esa buena compañía? —Marin se sonrojo bajo la mascara sintiendo alivio en que su acompañante no pudiera verlo.

Misty le mostró la cámara posicionando el aparato con su largo brazo frente a ambos. Así la pelirroja logro verla con detalle: su cuerpo cuadrado negro coronado con la lente al frente, al lado el pequeño flash cuadrado y el famoso botón rojo bajo los largos dedos de Misty.

—Sonríe, anda —Misty la animo a que relajara la rigidez de su postura y se comportara como una joven de su edad.

—Estoy sonriendo.

—Siento que tus hombros están duros como una tabla. La cámara no te morderá.

Al fin Marin se relajo un poco a la espera de lo que estaba por suceder: al presionar el botón rojo, la camara cerro la lente por un microsegundo para luego hacer unos ruiditos en su interior, un momento después, un papelito blanco y espeso salio de la ranura frontal del aparato.

Misty tomo el papel con su mano libre entregandoselo.

—Es hermoso... —la chica tomo la pequeña hoja de papel sintiendo la textura suave del papel y lo brillante del frente y como la imagen de ambos fue capturada con cierto detalle pero no más que eso— Aun así, es un detalle muy bello —pensó.

—¿Y bien, te agrada?

—Si, es una cosa que no conocía y me gusta cómo nos vemos.

—Quédatela, es para ti.

Misty la llevo a un mirador desde donde los dos observaron el mar, los pequeños barcos en la lejanía y el entorno acompañado por el sol de verano y el viento agitando sus ropas. Marin noto que su amigo deseaba hacerle otra foto asi que trató de dejar de lado su timidez y solo adoptar una postura más amigable mientras él disparaba la siguiente toma.

—Saliste muy bien.

Fueron alrededor de seis tomas las que Misty hizo, un par eran solo Marin mientras las otras cuatro, eran fotos en pareja. Las dividieron y emprendieron el camino de regreso al Santuario mientras Marin las observaba con calma dibujando una sonrisa secreta en sus labios.

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