7. Día libre
Rarepair week 2023 - Día 7
.
Prompt: Día libre
Pareja: Pharao x Aiacos
.
Día libre
El Inframundo
Pharao tenía un deseo en su corazón desde hacía algún tiempo: viajar en automóvil junto a su superior Aiacos, el juez de la garuda, quien se sabía era sumamente diestro al volante.
Más que eso, el joven egipcio gustaba de mirarle las pocas veces que era posible ya que su posición en la prisión que custodiaba no le permitía dedicar largas miradas a su superior como le gustaría: le admiraba más allá de que fuese sólo su jefe, algo en Pharao se agitaba tiernamente con solo verle recorrer las prisiones que tenía asignadas revisando temas aqui y allá.
—¿Cómo podría pedirle algo así? —se decía pensativo tomando asiento en la escalera de su puesto de trabajo mientras Cerbero estaba acurrucado a un lado de las columnas caídas que rodeaban el lugar— Me avergüenza llegar de la nada y preguntar si podría acompañarlo en alguna ocasión que deba salir al mundo mortal.
Se dejo llevar por sus ensoñaciones lanzando un largo suspiro sin poder llegar a ninguna resolución útil: pedir acompañar a la garuda en algún viaje en automóvil pues, nada en el mundo, le haría más feliz que ser su copiloto, compartir el mismo vehículo y sentir el viento agitando los cabellos de ambos sobre el camino por delante mientras los dos compartían el viaje.
El chico se sonrojo de solo pensar en dicho escenario.
Sucedió que por esos días, se llevaría a cabo una especie de junta bimestral que Aiacos sostenía con su gente, el juez gustaba de mantener sumo orden en sus actividades y estar al tanto de las funciones que sus subordinados llevaban a cabo. Pharao admiraba esa organización y el control que su jefe tenia de todos los reportes y conciliaciones mensuales que se llevaban a cabo en el Tribunal. Era una delicia para el egipcio de ojos claros el verlo teclear en la pesada y vieja máquina de escribir o bien observarlo cuando estaba sumido en sus interminables cálculos matemáticos.
Era un deleite para sus ojos cada que podía pillarlo en esas actividades buscando cualquier excusa para aparecerse por el tribunal cuando Aiacos se encontraba ahí.
Pharao no entendía el por qué le resultaba tan difícil decirle a su jefe algo como "si alguna vez necesita apoyo en sus viajes al mundo mortal, estoy para ayudar como pueda", con esa sencilla frase, Aiacos lo tendría en consideración al menos. Durante esa reunion que se llevo a cabo en uno de los tantos salones del Tribunal del Silencio, el juez de garuda se reunio con los hombres a su cargo, entre ellos Pharao, quien prestaba toda su atencion a las palabras del juez.
—Es importante que les comente lo siguiente —indicó Aiacos cerrando su libreta de notas mientras Pharao completaba la minuta eficientemente—: Me tomaré un día libre el siguiente fin de semana. No es necesario que deje suplente ya que, no creo que haya problema alguno en mi ausencia, ¿de acuerdo?
—Tengo una inquietud que quisiera hablar contigo al final —Pharao había reunido todo su valor hablando sin siquiera pensarlo dos veces ni esperar a que Aiacos cediera la palabra.
—Esta bien —indicó Aiacos cerrando la sesión mientras todos asentian levantandose.
El joven egipcio sentía como su corazón estallaría en mil pedazos ya que abrio la boca sin pensar, sin estar consciente siquiera pues, el saber que Aiacos estaría libre un día lo hizo actuar por impulso.
—¿Qué necesitas que hablemos? —pregunto el juez cortesmente observando al chico egipcio.
—Pues... —Pharao se sentía en un aprieto estando en medio de una encrucijada pues, tenía dos opciones, ya sea dejar ver sus intenciones o bien decir cualquier mentira para zafarse por su torpeza.
No obstante, solo tenía esa oportunidad y sería la única vez que la tuviera ya que, la mayor parte del tiempo, Aiacos solía estar hasta las narices de trabajo y sería sumamente complicado dejar ver sus intenciones en una segunda ocasión y menos que la garuda se tomara un día libre; Pharao sabía que esa era su único chance.
—Quería decirte que —el joven tomo aire lo más que pudo antes de continuar—: si necesitas apoyo cuando subas al mundo mortal, puedo servirte de ayuda.
—¿Ayuda? —Aiacos lo observó tratando de asimilar esas palabras ya que, normalmente, su gente no era tan servicial sin embargo, Pharao evitaba cruzar mirada con él notándosele muy nervioso— ¿a qué tipo de ayuda te refieres? —pregunto el juez con curiosidad.
—Pues... quizás servirte de apoyo como copiloto en caso de que necesites revisar algún mapa o ayudarte con lo que necesites, no lo sé bien... lo que requieras, Señor.
—Vaya pues... —Aiacos no sabía qué decir con exactitud pues no se esperaba esa muestra de proactividad— Creo que me vendría bien un poco de esa ayuda. Organizaremos una fiesta sorpresa para Minos —comenzó a decir pensativo— y Radamanthys no podrá acompañarme a comprar todo lo que se necesita así que, aceptaré tu iniciativa. Tu apoyo me vendrá bien.
La mirada de Pharao se iluminó al escuchar aquellas palabras haciendo que abriera mucho sus ojos dorados los cuales brillaron más que otras veces.
—¡Gracias, estaré listo el día que necesites!
—Bien, será el sábado. Saldremos a eso de las once de la mañana, todo tiene que estar listo al atardecer.
—Estupendo.
A pesar de haberse sentido como todo un torpe de primera, Pharao salio caminando sobre las nubes de la sala de reuniones deseoso porque ya llegara el ansiado fin de semana. Sería un sueño compartir con Aiacos el día, así que debía verse y mostrarse lo mejor posible para ser considerado en una segunda ocasión por su jefe.
Solo serían un par de días más, tendría que armarse de paciencia y no mostrarse demasiado deseoso porque ya llegará el ansiado fin de semana.
.
El sabado por la mañana, Pharao estuvo listo desde temprano invirtiendo un buen rato en su aspecto personal tratando de entretener su mente con otras cosas. Su corazón estaba por explotar en mil pedazos de solo pensar en que vería al juez de garuda vestido como civil y pasearía en auto con él; no quería ni imaginarlo o no podría comportarse correctamente y, lo que menos deseaba, era causar una mala impresion.
—Bien, vamos a la entrada principal del Inframundo a esperar —se decía conteniendo sus ansias.
Por el camino se encontró a otros como Quinn quien se dirigía a su patrullaje matutino.
—¿Saldras? —pregunto el alemán mirándole con curiosidad.
—Si, acompañaré a mi jefe al mundo mortal. Tenemos un encargo importante —la presencia de Quinn serviría para entretener su cabeza charlando de aquella salida como si fuese un encargo del Señor Hades—. Nos espera un largo día afuera.
—Escuché que están organizando algún evento sorpresa —susurró el jovencito del cabello púrpura—, ¿es verdad?
—Es confidencial, Quinn. No seas entrometido —Pharao susurró a fin de que nadie en los alrededores se enterara—, no puedo darte más detalle pues tampoco sé bien de que trata ese rumor.
—Será algo para el Señor Minos —respondió Quinn en medio de susurros que los hacían ver como un par de niños chismosos—, dicen en la Corte del silencio que...
—¡Vamos Pharao! —Aiacos se dejo ver por el camino pillando a los dos chiquillos por sorpresa.
—Si, jefe —Pharao fue detrás de él tomándolo desprevenido, lo cual fue bueno para él, ya que sus nervios se habían disipado casi por completo para esos momentos.
De espaldas se veía que Aiacos vestía ropa casual, un pantalón claro y una camisa oscura llevando su chaqueta sobre el brazo izquierdo. Iba delante del egipcio unos cuantos pasos mientras que Pharao se deleitaba con el aroma a locion que llegaba hasta su nariz amenazando con hacerle perder la concentración.
—Ese aroma... —se dijo tratando de no tropezar— Le viene tan bien.
Así ambos salieron al mundo mortal para llevar a cabo las tareas del día y, de paso, aprovechar el tiempo juntos.
.
En alguna ciudad
Se trasladaron a la ciudad más cercana buscando algún sitio donde rentaran automóviles para poder movilizarse con más rapidez. Encontraron uno a las afueras del poblado donde se encontraban, Pharao permaneció observando los bonitos modelos deportivos que tenía frente a él mientras observaba de soslayo a su jefe; lo bien vestido que se veía lo hacía sentirse algo inadecuado ya que, Aiacos se veía perfecto en su ropa casual, su camisa la llevaba medio abierta dejando ver algo de su piel morena y sus gafas de aviador colgaban de un bolsillo.
—¿Cuál te agrada más? —el juez de la garuda se aproximo al chico y el sonido de su voz lo sacó de sus pensamientos abruptamente.
—¿Ahmm... perdone? —Pharao no quiso ser rudo, pero ahora estaba avergonzado por no estar atento a las indicaciones de su jefe.
—Si, este modelo es hermoso y el otro tambien —Aiacos estaba indeciso entre dos vehículos último modelo convertibles: uno era rojo y el otro negro—. No estoy seguro... ¿cuál te gusta? —repitio la pregunta observando fijamente a su subordinado.
—Pues... —Pharao no sabía por cual decidirse ya que no era mucho de conducir, ni sabía gran cosa sobre automóviles— Creo que el rojo, es más bonito —indicó lo primero que brotó en su cabeza.
—Perfecto, nos llevaremos el rojo entonces. Justo pensaba en ese también.
Tras finalizar el trámite, los dos se montaron en el vehículo mientras Pharao ocupaba el asiento del copiloto observando como Aiacos se colocaba sus gafas de aviador iniciando el viaje que el egipcio tanto había anhelado esos días. El juez de garuda era un auténtico As al volante pues maniobraba como si este fuera una extensión de su cuerpo sintiendose el movimiento del transporte tan ligero como una pluma.
Aquel día estaba soleado con apenas unas cuantas nubes salpicando el cielo sobre sus cabezas y hacía un viento muy agradable ya que el conductor bajo el toldo del convertible mientras el movimiento agitaba el cabello de ambos. Para la buena suerte de Pharao, la ciudad elegida tenía una larga carretera aledaña a la costa así que, encima de todo, tenía una magnífica vista al mar que complementaba perfecto la imagen mental que el chico tenía.
—Es un día estupendo —comentó el juez de pronto encendiendo la radio para sincronizarla con el BT de su teléfono móvil—, ¿te molestaría si pongo un poco de música?
—En absoluto Señor —respondió cortes sin quitar la vista del juez.
—Deja la formalidad por hoy —indicó Aiacos alegre reposando un brazo sobre la puerta del conductor maniobrando el vehículo con una sola mano—, estamos de día libre aunque tengamos varias tareas que completar. Ahora que estamos en el mundo mortal, podríamos comportarnos como personas ordinarias, ¿no crees?
—Tienes razón. Me relajare —Pharao comenzó a sentirse más en confianza.
—Casi no hemos tenido oportunidad de charlar tu y yo, ¿por que no me hablas un poco de ti, tienes algún pasatiempo o algo? —el egipcio noto como el juez intentaba hacer el viaje más ameno con cualquier tipo de conversación pasajera.
—Bueno no hay mucho que decir. Me agrada pasar el tiempo ensayando con mi arpa —El joven egipcio se sentía vulnerable y con la guardia baja pues jamas paso por su mente un escenario como ese asi que, armándose de valor, trató de charlar lo más que pudo—, a veces dedico tiempo a entrenar a Cerbero, pero es dificil ya que en lugar de atender mis instrucciones solo gusta de juguetear.
—Creo que eres al único al que obedece ese animal, ¿no es asi?
—Si, solo a mi. Soy su dueño, se podría decir —río levemente la decir esto pues era verdad. Cerbero era una criatura del Inframundo pero su amo y dueño era Pharao y nadie más.
Aiacos lo observó de soslayo pues, aunque Pharao ya llevaba mucho viviendo en el Inframundo, era la primera vez que lo escuchaba reir. De hecho, sabía poco del chico pese a que estaba a su servicio, solo sabía que actividades desempeñaba y los objetos que resguardaba dentro de la prision así como otras funciones, pero nada más. Se sintio avergonzado al darse cuenta de que poco sabía, no solo de Pharao sino, de la gente que estaba a su servicio.
—¿Por qué no me dices algo más personal, no sé, en qué parte de Egipto naciste o cuando es tu cumpleaños? —Aiacos no quiso sonar rudo o como si fuese un total ignorante de los perfiles de su gente.
—Pues, naci en una ciudad llamada Aswan a las orillas del Nilo. No muy lejos del Templo de Philae, desde el cual se aprecia una vista magnífica del rio, ¿lo conoces?
—No amigo, me temo que soy ignorante en todo eso. Dedico todo mi día al trabajo y no me queda tiempo para nada más, pero, más adelante, podríamos pasar una tarde libre recorriendo tu ciudad. Así podrás mostrarme todo lo que valga la pena.
—Por supuesto, cuando quieras.
La primera parada fue en una tienda que ofrecia decoraciones para fiestas infantiles en su mayoría pues, en alguna ocasion, el festejado comentó que le agradaría una fiesta temática. Aiacos entro en el establecimiento seguido de Pharao quien observó aquel sitio lleno de objetos decorativos, juguetes, colores llamativos y demás sintiéndose fuera de lugar.
Aiacos sacó una pequeña lista que elaboro junto con Radamanthys, quien se quedó con Minos a cubrir el turno de ese día en la corte del silencio, recordando con gracia la plática ahora que ya estaban en el establecimiento.
—¿Esto es lo que quiere Minos para una fiesta de cumpleaños? —dijo Aiacos escéptico apenas él y el wyvern se quedaron a solas en la sala de trabajo—, ¿no te parece que es poco apropiado? No somos niños de diez años.
—Lo sé, pero es lo que el "niño" Minos quiere y no dejara de fastidiar —respondió molesto y cansado de las exigencias del grifón.
—Bien, ni hablar —comentó la Garuda lanzando un resoplido.
Pharao lo ayudo a llevar bolsas grandes repletas de decoraciones llamativas: globos, adornos de pared, platos y vasos de cartoncillo alusivos al tema elegido y demás. En total fueron casi cuatro bolsas grandes hasta el tope de articulos. Pharao se ahorro sus comentarios pues, jamás, hablaba mal de ninguno de los tres jueces y menos de Minos. Temía ser castigado si expresaba cualquier molestia al respecto.
Además, el pasar tiempo con Aiacos lo compensaba.
—Bien, debemos buscar otra tienda para comprar un par de regalos para el festejado.
—De acuerdo.
Aiacos los llevó hasta una avenida principal repleta de personas y tiendas de marcas prestigiosas. Pharao jamás había estado en un sitio así observado sorprendido a ambos lados de la calle mientras Aiacos disminuia la velocidad ya que iban justo detrás de una larga fila de vehículos. El egipcio no podía ocultar su sorpresa al ver a tantas personas ir de aqui para allá saliendo de las tiendas cargados con bolsas de compras.
—Nada más terrible que el tráfico de la tarde —Aiacos presionó el botón para levantar la capota del convertible y resguardarse del ruido de los autos y las personas—. Pensé que lograríamos evitarlo, pero no —enseguida encendio el clima para hacer el ambiente menos sofocante.
Pharao se recargó en el asiento notando que estaban los dos en el vehículo y sería su oportunidad de hacer preguntas a su jefe, de conocerlo un poco más allá del ambiente cerrado del Inframundo. Su corazón comenzó a latir con rapidez antes de lanzar alguna pregunta personal pues, temía que Aiacos fuera a molestarse.
—Aiacos... —comenzó a decir tratando de contener sus nervios mientras el juez lo observaba sacándose las gafas de aviador— Como dijiste hace unas horas, casi no nos conocemos, ¿por qué no me hablas un poco de ti? —lo había dicho, estaba sorprendido ante semejante proeza y la bola estaba en la cancha de su jefe.
—Pues, al igual que tu, no hay mucho que decir.
Aiacos narro brevemente que era originario de Nepal, de alguna ciudad cercana a la montaña y uno de sus hobbies era conducir, fácilmente podía emprender largos viajes en auto sin cansarse o fastidiarse. Era aficionado a la velocidad, a conducir rápido y furioso por las largas autopistas del mundo cada que le era posible.
—Es la única forma en la que me siento verdaderamente libre —confesó a Pharao quien lo observaba muy interesado sin parpadear siquiera—. En el Inframundo trabajamos sin parar así que salir a veces a distraerse es bueno para no enloquecer —finalizó honesto dibujando una sonrisa en sus labios.
Una sonrisa que quedaría grabada en el corazón de Pharao de ahí en adelante.
—Me gustaría acompañarte en algún otro viaje en automóvil —añadió Pharao correspondiendo la sonrisa, por supuesto que iría con su jefe a donde fuera.
—Mejor aun —Aiacos le dedicó una mirada cargada de picardía—, te enseñaré cómo maniobrar un vehículo, así nos llevarás tú en el futuro.
—Oh dioses... —replicó Pharao avergonzado— Estoy seguro de que seré una amenaza al volante, no quisiera ocasionar algún accidente.
—No creo que seas peor que Minos, asi que no te preocupes por eso —Pharao estuvo a punto de reir al comentario, no obstante se contuvo pues no deseaba mostrarse descortes o inapropiado.
Finalmente, una media hora despues fue que llegaron a la tienda costosa que era su destino saliendo cargados con una gran bolsa en cuyo interior estaba el regalo de cumpleaños del jefe del Inframundo, que le sería entregado de parte de todos los espectros que habitaban el recinto.
Dicho objeto fue dejado en el portaequipaje del vehículo mientras los dos hombres emprendieron el camino a una prestigiosa pastelería ubicada entre las calles aledañas a la avenida principal
—¿Una tarta de chocolate? —pregunto Pharao extrañado.
—Si, Minos ha mencionado las tartas de este sitio desde hace semanas. Así que lo complaceremos en esta ocasión —para Aiacos no era problema cumplir los caprichos de Minos una que otra vez pese a las protestas de Radamanthys quien, casi siempre, era demasiado gruñón e intolerante con todo.
La dulcería en cuestión se trataba de un establecimiento, tan fino y costoso, como todos los que estaban en esa zona de la ciudad al que ingresaron dirigiéndose al mostrador a recoger un pedido hecho hacia unos cuantos días.
Pharao quedo impresionado al saber que su jefe había ordenado la tarta de Minos con suficiente anticipación tan solo para recogerla en determinada fecha sin tener que esperar. Admiraba profundamente su anticipación para tener las cosas listas en la fecha requerida.
—Perfecto, tenemos todo y podemos marcharnos de aqui —el juez reviso que todas las compras estuvieran completas repasando mentalmente si no faltaba nada y estaban listos para volver pues ya pasaban de las tres de la tarde siendo momento de volver al Inframundo.
El viaje de regreso fue aun más ameno ya que Pharao se sentia en confianza participando activamente en la conversación siendo ese el mejor día compartido con Aiacos. El joven egipcio esperaba que ese fuera el primero de muchos otros viajes juntos.
—Gracias por acompañarme— comento Aiacos apenas lograron sortear el tráfico de la tarde saliendo de la ciudad rumbo a la autopista ya que debían llegar al mismo punto de partida —. Tu apoyo me vino muy bien hoy, creo que no hubiera podido solo con tantos bultos, la tarta y el regalo.
—Espero que el Señor Minos esté complacido con la fiesta sorpresa que se le está organizando.
—Mas le vale —comentó Aiacos acelerando pues ya se sentía presionado por el tiempo—, pobre de él si no le agrada todo lo que estamos haciendo por una ridícula fiesta.
Pharao rio discretamente al comentario mientras los dos, cargados hasta el tope de bolsas y la tarta, regresaban al interior del Inframundo luego de devolver el automovil rentado.
.
Pharao volvio a su habitacion en el interior de la segunda prision sintiendose muy feliz por la experiencia al lado de Aiacos, por su compañía y porque, todo parecía indicar, que lo tomaría en cuenta de ahí en adelante para futuras salidas.
—Espero asi sea —se dijo sonriendo con ilusión.
Tras descansar unos minutos se puso en marcha para apoyar a sus compañeros en la decoración de los salones donde se llevaría a cabo la fiesta sorpresa de Minos.
.
FIN
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro