1. Regalo | Entrenar juntos
Rarepair week 2023 - Día 1
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Prompt: Regalo | entrenar juntos
Pareja: Regulus x Manigoldo
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Regalo | entrenar juntos
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El Santuario, Grecia
1747
Regulus se encontraba a mitad del campo de entrenamiento sin lograr concentrarse en las actividades del día pues su mente se hallaba lejos de ahí evocando momentos dulces y personales. Tras fracasar en su intento por poner su cabeza en orden y entrenar de acuerdo a lo planificado para esa mañana, buscó una columna derruida donde sentarse por un rato lanzando un largo suspiro.
Manigoldo, pensó levantando la mirada observando el brillante cielo sobre su cabeza, el santo de cáncer le causaba una mezcla de sensaciones entrelazadas en su corazón; admiración, respeto, pero, sobretodo, algo que estaba latente en su ser y eran los sentimientos tiernos que la sola imagen del custodio del cuarto templo provocaban en joven león dorado.
—Me pregunto... ¿cuando será el día en que nos veamos de nuevo para entrenar juntos? —pensó Regulus cerrando los ojos con tristeza.
Hacía varios días que Manigoldo fue enviado a tierras lejanas a resolver un asunto ordenado por Sage, el Patriarca, anunciándole a su joven admirador que se ausentaría un aproximado de quince días. Regulus tomó la noticia lo mejor que pudo sin ocultar cierta inquietud por lo extenso de la misión, no obstante así eran las cosas y él debía tomarlo lo mejor posible.
—Te prometo que apenas vuelva entrenaremos juntos, ¿está bien? —aseguro Manigoldo dedicando una mirada risueña al león dorado quien lo observó sonriente manteniendo su ya conocida actitud juguetona— Te escribiré apenas pueda.
—Estaré encantado de recibir una carta tuya —respondió sonriendo ampliamente—, esperaré tu regreso para entrenar juntos.
—Gracias, me voy entonces —antes de salir de la habitación del recinto, Manigoldo dejó un beso casto en los labios del joven león así como otro un poco más prolongado en su mano.
Aquel gesto aceleró el corazón del chico, quien sintió unas incipientes lágrimas resbalar por sus mejillas a causa de su partida apartándolas rápidamente pues no venían al cuento si así era siempre. Los santos al servicio de Atena debían cumplir su deber independiente de sus sentimientos para con otros o entre ellos. El jovencito de diecinueve años se encontró mejor tras una larga reflexión sentado en la columna cuando, sin esperarlo, sintió la presencia de dos buenos amigos a su lado.
Tenma y Sasha lo acompañaron por un rato mientras los tres amigos decidían en qué invertir el tiempo el resto de la mañana no estando seguros si bajar al poblado cercano era buena idea o ir los tres en una excursión a las tierras lejanas del Santuario.
—¡Vamos al pueblo! Estoy ansioso por pasar un rato recorriendo el mercado local —Tenma trataba de contagiarlos con su interminable entusiasmo haciendo que el humor de Regulus mejorará considerablemente.
Nada como sus dos mejores amigos para devolver la alegría a sus días durante las ausencias del hombre que estaba en sus pensamientos todo el tiempo desde que lo tomará como compañero. Regulus notó un cambio de actitud en Manigoldo de un tiempo a la fecha pues, casi siempre, el hombre estaba cerca de él dando consejos y apoyándole en el entrenamiento del día; el joven león notaba esas miradas que cáncer le dedicaba, esa sonrisa que parecía ser solo para él y el solo roce de su piel contra la suya se volvían una delicia para sus sentidos.
En ese instante supo dentro de su corazón que Manigoldo no le tenía ese trato especial por nada. Había algo en su actitud que iba más allá de la bondad y de la sensibilidad que se profesan dos buenos amigos. Unos días después, el santo de cáncer le envió una esquela sencilla en la que revelaba sus sentimientos: Manigoldo le quería más allá de una simple amistad, Regulus le inspiraba más allá de lo que cualquier hombre que hubiera conocido en el pasado. Le confesó que el chico era único en un millón y estaría honrado en ser considerado como más que un simple colega o un compañero de entrenamiento.
Sin embargo, aquello tomó por sorpresa al jovencito quien no sabía gran cosa de esos sentimientos que le sobrepasaban. ¿Cómo corresponder a los tiernos sentimientos de Manigoldo sin dejarse llevar por debilidades de carácter? De eso hacía ya unos cuantos meses, Regulus era un joven de diecinueve años para ese entonces, estaba a poco tiempo de ser considerado un hombre hecho y derecho. Debía ser más templado para esos momentos pues no deseaba mostrarse como un hombre inconstante ante el santo de cáncer.
—¿Regulus, estás bien? —Tenma pareció percibir la baja en su estado de ánimo pues se detuvieron a un lado del camino observando, tanto él como Sasha, su expresión abatida.
—Si, amigos, todo está en orden.
—¿De verdad?
Los tres se detuvieron a medio trayecto, la diosa y Pegaso estaban más preocupados por la tristeza de su amigo y antes prefirieron animarle que perder tiempo en el poblado. Así Regulus narró aquello que aquejaba su corazón. No era Manigoldo quien le preocupaba sino sus propias inquietudes, sus flaquezas y fallos en su caracter a causa de su juventud. Tenma analizó sus pensamientos cuidadosamente antes de hablar.
—Amigo, ¿no crees que estás preocupándote de más?
—¿Crees que estoy haciendo muy grande este asunto? —preguntó Regulus observando a Tenma con inquietud.
—Si, conozco a cáncer y no es un hombre tan complicado. Podría decirse que le gustas tal y como eres.
—Regulus —dijo Sasha tomando las manos del león dorado entre las suyas—, estoy segura de que él no tiene problemas en cómo seas, además somos muy jovenes aún. Tenemos derecho a ser alegres y un poco torpes a veces, ¿no crees? Manigoldo es igual la mayor parte del tiempo.
—Es verdad... —Regulus lo sabía pues cáncer era el más bromista y accesible de los caballeros dorados. Sabía comportarse en el campo de batalla como un oponente fiero e implacable no así en confianza era un joven alegre y risueño— Siempre olvido eso, me sumerjo tanto en mis propias dudas que su buena actitud sale de mi cabeza.
—No deberías preocuparte por nada —continuó la joven diosa— sin embargo, si tienes dudas, creo que podrías observarlo con el pasar de los días para estar seguro de tus sentimientos. Pienso que no hay ningún problema.
—Tienes razón y nuevamente me estoy comportando como un niño miedoso.
—Animo Regulus.
Los tres chicos fueron interrumpidos por uno de los tantos mensajeros del Santuario quien se postró delante de la diosa para enseguida entregar un sobre sellado al león dorado. Regulus observó el sobre notando un detalle característico en el sello de cera que lo coronaba: era el emblema del cuarto templo del Santuario. Su corazón dio un respingo violento apenas sus ojos se posaron en el detalle del sobre. No obstante trató de reponerse pues eran sentimientos muy privados y personales que no deseaba se manifestaran en medio de aquella explanada abierta y repleta de personas.
Tras tranquilizarse un poco, espero hasta volver del paseo con sus tres amigos ya que quería leer su carta despacio saboreando palabra por palabra en la intimidad de su templo.
Estaba por caer la tarde cuando Regulus llegó al quinto templo acompañado por las antorchas que los veladores encendían iluminando su camino por la amplia escalera principal. Al ingresar a la habitación privada, sacó del interior de sus ropas la carta que llevaba consigo guardada como si fuese un tesoro, enseguida encendio las velas del candelabro que ocupaba la mesa principal tomando asiento en la cama.
Primero dio a la misiva una leída rápida sonriendo ampliamente, enseguida dedicó varios minutos a leer línea por línea deleitándose con el texto escrito de puño y letra de Manigoldo, del amoroso santo de cáncer que solo él conocía.
"Regulus, querido leoncito mio,
A pesar de que en estos momentos la distancia sea un problema para estar juntos, no dejo de pensar en ti cada día que pasa. Las horas transcurren lentas en la misión que me encuentro atendiendo, no obstante jamás será un impedimento para dedicar valiosos minutos del día a tu memoria.
Me haces falta y en cuanto esté de vuelta en el Santuario, dentro de un par de días, te buscaré para entrenar juntos y entregarte algo que compre para ti en esta tierra lejana, pero hermosa. Un pequeño presente no es suficiente para expresar mis más profundos sentimientos por ti, aunque espero que sea de tu agrado pues lo elegí con tu imagen plasmada en mi recuerdo.
El sonido de tu risa alegre, tus ojos vivaces y resplandecientes y el hecho de que serás un hombre dentro de poco tiempo, son mis mejores aliados contra la soledad por tu ausencia. He pedido a Sage que me considere lo menos posible para esta clase de trabajos, pero ya conoces al viejo. No lograré convencerle de lo contrario.
Me despido por este día leoncito, por favor espera mi regreso así como yo espero impaciente el día en que nos reunamos luego de esta separación a causa del trabajo. No olvides que sufro tu ausencia y que de ti depende hacerme feliz, totalmente feliz. Escucha la voz de mi corazón y recibe los más cariñosos besos de amor.
En la provincia de..., el 18 de Marzo de 17..."
Regulus quedo sin habla al leer la última línea pues era justo la que confirmaba los sentimientos de Manigoldo por él así como le dejaba en claro que si amaba el sonido de su risa, entonces su alegria juvenil no debía suponer un problema entre ambos. Aquella feliz conclusión sacó al león dorado una amplia sonrisa acercando la carta a la altura de su pecho abrazándola soñadoramente. Pensó en responder en seguida sin embargo, la vuelta de Manigoldo estaba próxima según leyó así que dedicó esos pocos días que faltaban a esperarle con fervor.
Los siguientes días transcurrieron sin mucha novedad hasta que una buena mañana Regulus se topo con aquella figura que ya conocía en los campos de entrenamiento haciendo que su persona se estremeciera y su corazón vibrara de felicidad
—Señor Manigoldo —le dijo feliz acercándose a él con pasos rápidos— ¡Te esperaba, me llena de regocijo volver a verte!
—Igualmente joven león dorado —Manigoldo lo reverenció como señal, no solo de respeto, sino de los fuertes sentimientos que los unían—. Vamos a mi templo, debo entregarte algo.
—Por supuesto —respondió alegre mientras ambos iban escaleras arriba charlando amenamente de los percances y logros de la misión atendida por Manigoldo en tierras lejanas.
Dentro del templo, Regulus buscó donde sentarse mientras el hombre frente a él se refrescaba un poco pues estaba verdaderamente agotado por el largo viaje. Manigoldo tomó asiento en la silla frente a la cama mientras el león dorado lo observaba interesado y a la expectativa.
—Te mencioné por carta que tenía un obsequio para ti, ¿lo recuerdas?
—Por supuesto, jamás olvido algo dicho por ti. Cada palabra tuya está fuertemente grabada en mi corazón —indicó dedicándole una profunda sonrisa.
Manigoldo se puso de pie buscando la caja de Pandora pues, todo parecía indicar que, el obsequio estaba guardado ahí. Retiro la tapa con cuidado revisando el interior sacando un paquete envuelto en un pañuelo de tela verde olivo que le entregó enseguida mientras Regulus lo observaba a la espera de que su interlocutor dijera algo más.
—No debía desviarme de mi misión, pero tampoco debía dejar pasar la oportunidad de buscar para ti esta muestra de mi enorme afecto, de lo que siento por ti.
—Señor Manigoldo... —respondió el chico apenado intentando dominar sus sentimientos desbordantes que amenazaban con avergonzarlo— Muchas gracias por tenerme en sus pensamientos, yo también lo tuve en mi mente y mi corazón todos estos días.
—Quiero hacerte feliz, leoncito.
Manigoldo tomó el rostro de Regulus entre sus manos depositando un beso prolongado en sus labios. Deseaba que algo más sucediera esa noche sin embargo, el santo de cáncer esperaba a que el objeto de sus desvelos fuera un poco mayor para mostrarle el arte de amar en la intimidad de su templo pues, a diferencia de otros guerreros del Santuario, a él le gustaban los hombres hechos y derechos.
Hombres que también pudieran tomarse un respiro de las responsabilidades del día y compartir risas y bromas entre algo más que buenos colegas.
—Mañana entrenaremos juntos todos los días, ¿de acuerdo? —comento el santo de cáncer apenas se separó de él un momento mientras la cabeza del chico daba vueltas sin cesar.
—Me encantaría.
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FIN
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*Notas: Dedicado a Sire, gracias por la inspiración.
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