01. no is no
Para Hera era increíble lo que acaba de escuchar de boca de su madre diciéndole a su tía Eunice, quien estaba de visita en el país inglés. Su mano prometida desde nacimiento a un Black. Le indigno saber que no tenia ni voz ni voto para elegir con quien se casaría, ¿acaso su madre no eligió a su padre sobre el prometido que su abuela tenía predilecto? Era el colmo, pensó la rubia fresa, retirándose de su escondite de la sala principal para irse a su habitación.
Solo que se desvió en su camino y cayó en la habitación de su mellizo. Lanzándose de un salto a la cama de fundas rojas y envolviéndose entre ellas en un ovillo. Con eso, sobresaltó a su hermano quien estaba a punto de saltar de su ventana para caer en su escoba que lo estaba esperando justamente a fuera; estaba por irse a encontrar con James Potter y sus amigos para juntarse a jugar una partida de quidditch. Pero al ver a su hermana en esa posición, sabía que esa partida podía esperar.
— Raen, ¿que sucede? — pregunta acercándose a su cama.
— Mamá es lo que sucede — se escucha la voz apagada de Hera.
Perseus sabía, y no era un secreto para todo el mundo mágico, que su madre y hermana tenían sus roces de vez en cuando. Su madre al ser de una familia pura muy conservadora y estar en slytherin, la hacía un poco radical en algunos pensamientos que para Hera era lo contrario. Los Ragnor siempre fueron puros de sangre, pero sus ideas conservadores se fueron durante los años y generaciones de cruzas por todo el continente, por lo que ya no hacían tantas cosas que las familias británicas normalmente hacían. Sin embargo, cuando Isabelle supo de que su única hija mujer quedó en Hufflepuff, creyó que fue un golpe duro para su apellido y familia.
— ¿Qué hizo ahora? — murmura, metiéndose entre las sábanas y logra ponerse cara a cara con su melliza.
— Escuche que puso mi mano en matrimonio desde antes que naciéramos — le dice entre susurros — Y es injusto porque ni a ti ni a Herácles lo ha hecho, ¿porqué conmigo? ¿Por qué soy de Hufflepuff? — y luego hace un gesto de manos como si quisiera ahorcar algo.
— Raen — le llama, colocando su mano sobre el característico cabello de su hermana y lo acaricia, queriendo brindarle paz — Sabes como es mamá, pero no necesariamente tienes que casarte con quien te prometió —
Hera le escucha mientras juega con la sabana suave entre sus dedos, distrayendo su corazón lleno de furia con las suaves vocalizaciones de su hermano y las acaricias que le brinda. Estar con Perseus era un paz, porque como mellizos, tenían una conexión que nadie más comprendía.
— Son lo opuesto, y ella lo sabe — continúa diciendo el azabache — Así que por más que diga que ya estás comprometida, sabe que no la obedecerás, y estaría bien que una vez en tu vida no la complazcas. Estamos a un año, sino contamos el que estamos por iniciar, para salir de Hogwarts. Es momento de hacer tu vida fuera de nuestros padres —
— Me da miedo hacerlo — replica Hera, esta vez acercándose más a su hermano para poder abrazarlo — Me da miedo no obedecer las reglas y que todo salga mal —
— No todo saldrá mal, me tienes a mi — contesta el azabache con una sonrisa.
— Y a mi también — escucha otra vez detrás de ella y encima de las sábanas, que luego son movidas y se asoma la cabellera rubia de su hermano mayor — Escuche todo desde afuera y pienso igual que Perseus. Haz tu propia vida, y si sale mal, nos tienes — rodea la cintura de la mujer para abrazarla y estar los tres hermanos de esa manera — Porque un Ragnor siempre protegerá a otro —
— Los amo chicos — declara la pelirroja — Y agradezco a Merlin que me diera unos hermanos como ustedes —
Se pasaron el resto de la tarde de esa manera. Discutiendo sobre quidditch, del próximo año escolar, el último para Herácles y el penúltimo para los mellizos. De chismes de sus casas, siendo el mayor y el menor de Gryffindor y su hermana de los tejones, podían chismear sin problemas. Los hombres lo hacían para despejar la mente de su hermana de aquel pensamiento que la invadió, del enojo de lo que su madre hizo a sus espaldas y porque quieren que sea feliz haciendo su propio camino.
Por que los Ragnor son una familia llena de tragedias, derrotas, alegrías y traiciones. Lo cual, hace de su vida interesante.
La noche cayó, y los tres tuvieron que levantarse e ir a cenar. Se sentaron en la larga mesa de caoba del comedor, Herácles al lado derecho de su padre y Hera al izquierdo, estando el padre en la cabecera. Isabella estaba en la otra cabecera de la mesa, miraba fijamente a su hija quien conversaba con su esposo con una gran sonrisa de sus rojizos labios. Perseus, a su lado derecho, la observaba y le daba temor de lo que iba hablar.
— Zeus — habla fuertemente la mujer azabache, deteniendo la conversación entre padre e hija — Quisiera decirte que la propuesta ya está fijada —
Ahí, el hombre rubio frunce el ceño, no sabiendo de que hablaba su esposa. ¿Una propuesta? Si Isabella nunca se metía en los negocios de su empresa, solo pedía dinero para malgastarlo en joyas y ropa o comprar nuevas vasijas para presumirlas con su amigas.
— ¿Cuál propuesta? — pregunta de manera confundida.
— La de matrimonio de Hera — aclara como si fuese lo más obvio del mundo.
El patriarca de la familia alzó las cejas incrédulo a las palabras de Isabelle. ¿En serio propuso la mano de su hija sin su permiso de él o de su hija? Lo indigno sobre todas las cosas que siguiera con sus actitudes de mujer pura.
— Perdón, Isabelle, pero nuestra hija no es un objeto de subasta — dice Zeus no queriendo explotar.
— Pero es lo que menos que puede hacer por nosotros, después de ingresar a esa casa horrible —
Zeus lanza los cubiertos sobre la mesa, resonando el sonido del metal sobre la madera. Observó a su hija, quien tenía la miraba baja, pero, sus manos estaban hechas puños, y él bien sabía que su hija no diría nada en contra de si madre porque ella siempre quiso que fuera feliz aún si estaría sacrificando parte de ella.
— No Isabelle — dijo fuerte y claro — No controlarás esa parte de su vida porque tú nunca fuiste comprometida en contra de tu voluntad. Así que no obligarás a Hera a eso, y aquí termina esto. — toma sus utensilios y comienza a cortar el filete de res.
Hera lo sigue, no queriendo decir algo al respecto y continúa comiendo. La tensión creció en la mesa, e inclusive los sirvientes escucharon la discusión familiar por lo que no quisieron interrumpir.
Esa noche, todos durmieron con el ambiente pesado en la gran mansión. Y la pelirroja rezando para que los días de vacaciones pasaran más rápido e irse a Hogwarts donde no estaría con la constante mirada de odio de su madre.
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