Capitulo 2.
Disclaimer: AMOLAD pertenece a The snipster.
Su voz era suave, aterciopelada, sin el característico quejido agudo de los timbres femeninos, que dejaban un repiqueo en su cabeza. Por como lo había dicho, no había farsa, ni intención de esconder lo que realmente era: Un hombre. Tal vez el kocek era consciente de que su propia belleza podría superar con creces la de cualquier fémina de su harem.
—Deseo su atención y que acepte mi oferta por un servicio más privado.—Contesto con calma el sultán, mientras le brindaba una amplia y juguetona sonrisa, cautivando la mirada del bailarín en la propia.
El alto lo miro asombrado—Una más privada—Se pregunto así mismo en su cabeza, ¿Qué más exclusivo lo quería? Él no había perdido de vista en algún momento al sultán, con su ajustado entari color azul como el mar Egeo, adornado con hilos de plata, y bordados en lo ancho con complejos patrones, que le recordaban a los campos de flores del jardín del mismo; Debajo de aquél se asomaba ligeramente por su pecho y pliegues de las mangas, el caftan aguamarina de seda que parecía alimentar a las flores de su entari, todo contrastando en armonía con la perfecta piel bronceada de su majestad.
—Creo que debería llamar a traer la balanza. —Murmuro cerca de su oído, mientras colocaba el pañolete alrededor de su cuello—¿Cuánto creé que pese mi alma, mi señor?—salió en un suspiro desde sus sonrojados labios con cierta tono de socarronería.
Mientras se alejaba para continuar deleitando al público para el cual lo habían contratado. Recordaba claramente como su entrenador le había advertido de aquella reunión, y que debería pasar desapercibido por su alteza y los que le servían en la aristocracia, ya que se jugaría más que un baile de hacer lo contrario, que la fiera pantera del desierto, con sus afiladas garras jamás lo soltaría, que se perdería en la selva de su mirada y moriría completamente cautivado. Por supuesto que no presto atención a las advertencias, "No hay panteras en el desierto" fue su comentario antes de partir al encuentro de su rey, con una fuerte risotada.
Estaba interesado en admirar a la bestia que le habían comentado. Nunca espero encontrarse con semejante persona, el sultán era en la propia palabra un hombre de gran atractivo, le sorprendía que se comentara más acerca de las victorias en las batallas y algunas perdidas por su falta de diplomacia, que de su persona en cuestión.
Por los comentarios en la casa de bailarines, en la cantina y en los puestos del mercader. Él esperaba un osco guerrero, de piel quemada por el sol, y de gusto pésimo al vestir. Con una astucia cuestionable y con una inteligencia comparable con la de algún caballo en el corral, acostumbrado a tomar lo que quisiera, abusando de su posición. Esperaba muy poco de él, e incluso estuvo dispuesto a por primera vez obedecer a su entrenador. Para brindar una pésima actuación, sin embargo al asomarse entre la cortina que los separaba y analizar a todos los presentes en el publico, quedo cautivado por él. La pantera del desierto. Con los ojos más hermosos que hubiese visto, como el oasis de Dakhala en Farafra.
Analizando todo, con detenimiento. No parecía falta de diplomacia, o de astucia lo que había pasado cuando perdió aquellas batallas, era más bien una estrategia de control y mantener el imperio en orden y creciendo. Los tratados de paz con los pueblos aledaños, la guerra cuestionable para ganar territorio, sus ojos felinos analizaban todo su entorno con inteligencia y astucia, e incluso lo habían hecho con él.
Sus ojos orbes de sol de encendieron cuando pudo sentir la mirada de su alteza recorrer su cuerpo con admiración, mientras buscaba algún error en la danza, cualquier cosa para poder distraer su atención. Sin embargo Des no lo permitió, se mantuvo ejerciendo sus mejores movimientos y pasos, para invitarle a pasar de la admiración a lo prohibido. Recorriendo con la yema de sus dedos por donde quisiera que él lo tocara, era completo fuego, y quería apagarse en la marea de la mirada del Sultán, respiraba agitado con las mejillas sonrojadas.
Con cada minuto que pasaba sentía que le faltaba aire y agua, tenía tanta sed, que buscaban sus labios entumidos humedecerse en la boca del contrario, sólo pudiendo aliviarse al remojarlos por su propia boca, augurando una noche de completa lujuria. El tiempo pasaba lento entre ellos, como si los demás no estuvieran en aquél salón. La seda se volvió pegajosa y se adhirió a su cuerpo húmedo, mostrándole un poco más de lo que esta dispuesto en esa presentación, sin embargo quería a ese hombre rendido a sus pies. Quería su pasión. Beber de él hasta saciarse.
Realmente no se dio cuenta cuando termino su acto, y los que vinieron después para entretener al público, el cual encontró más interesante retomar la plática política que se debatía en el salón.
En la sala continua, Des se reunió con los demás miembros de su casa de baile, cambiando sus prendas por algunas más cómodas, recobrando de poco la compostura, observó con cuidado sus prendas; el entari rojo de grabados dorados era perfecto para lucir provocativo y elegante. Las pulseras de oro aun descansaban en sus delgadas muñecas, no había retirado ninguna de las joyas que había usado para la presentación, aunque obviamente no las necesitara para resaltar ya que eran opacadas por el kocek.
Después de algunos minutos que parecieron años, con los vitoreos de algunos de sus camaradas y las miradas recelosas de otros por la atención que había presentado el sultán a su persona, él aludido hizo acto de presencia en su montado vestidor. Atrayendo la mirada curiosa de todos los bailarines presentes.
El sultán los ignoró, sin importarle si se estuviesen cambiando o no, incluso las miradas traviesas no lograron llegar a él, se dirigió con paso seguro hasta donde Des se encontraba sentado, se hallaba de espaldas al moreno, acomodado en un cojín en el suelo, giro su cuello y alzo la mirada para toparse con la esmeralda de él.
—¿Me acompañaría?—Preguntó mientras ofrecía su mano para que se pusiera de pie.
El alto Le brindo una sonrisa coqueta que el moreno percibió, sin el maquillaje Des lucía más joven, y con una inocencia silenciosa, casi contrastante con el provocativo y lujurioso baile que había ejecutado.—Por supuesto. —fue lo que contestó, al ponerse frente a él y tomar su mano para levantarse.
Caminaron por los largos pasillos del palacio, el alto se deslumbraba con los hermosos acabados en piedras preciosas, y grabados en oro de los pilares y muros, el suelo de mármol era exquisito para bailar sobre de él.
Cuando entraron a la cámara de tesoros del sultán, se sintió un poco cohibido, una enorme balanza estaba puesta en medio de la habitación, alrededor cientos de libreros con probablemente los títulos de los terrenos tomados, y documentos de tratados, cofres repletos de oro y joyas, montículos de monedas de plata, oro y bronce, todo pulcramente acomodado.
Des camino con paso ligero, dando pequeñas vueltas de danza hacía el platillo de la balanza, tomando asiento, ante la mirada expectante de su anfitrión, quien camino hasta él, mientras escrutaba la mirada. —Creo que llevas peso de más. —menciono el sultán.
Des abrió grandemente sus ojos, con un pequeño sonrojo en sus pálidas mejillas, se levanto mientras le daba la espalda a Leo.
El moreno creyó haber ofendido a su pálido kocek, sin embargo su duda se desvaneció al ver caer el caftán hasta sus pies, enredando la prenda en su tobillo la alejo de él, mientras volteaba a ver a su rey.
El sultán jamás había sentido algo igual, ansiaba ser devorado en las llamaradas de la mirada de aquél hombre, quien lo invitaba a acercarse hasta él, recorrió con su mirada todo su piel, la seda cubría de escasa manera sus partes privadas, mientras movía suavemente su cuerpo, y sus largos dedos en un movimiento le hicieron levantar la mirada, para hacerlo observar cómo se despojaba lentamente de las joyas y piezas que lo adornaban.
No había música que pudieran escuchar, sin embargo en su mente resonaba la pieza que había bailado horas antes, cuando sólo quedaron las pequeñas cadenas de su tobillo, volvió a tomar asiento en el platillo, el sultán se mantenía a una distancia corta de él, alzo su pierna y flexiono su rodilla, girando con provocación su pie.
El moreno capto la señal, y con un miedo que no conocía en él, retiro la pequeña cadena, sintiendo por primera vez el contacto de la fría y suave piel.
Se mantuvieron en silencio, mientras Des lo aguardaba sentado resguardando todo su cuerpo detrás de sus brazos y piernas cruzados, Leo pronto logro equilibrar el peso de Des en monedas de oro.
—Dos mil doscientas sesenta y seis monedas—Murmuro Leo.
—Peculiar forma de calcular sesenta y ocho kilos su majestad—Soltó el alto con una pequeña risa—Y ahora que tiene el peso de mi cuerpo, ¿Puede calcular lo que mi alma pesa en cuestión?
Leo camino hasta él, mientras apoyaba ambas manos al lado de él, haciendo a la balanza otra vez descender. Ante la cercanía el alto se ruborizo, sin embargo no aparto la mirada de la fiera del rey. —Lo que la mía, Des— Sus cuerpos se aproximaron, el tono rasposo en su oído y el murmurar de su nombre lo hizo estremecer.
Su nombre...—¿Cómo lo sabes? — Pregunto con confusión y una extraña anticipación.
El rey sonrió, mientras lo atraía tirando suavemente de su sedoso cabello—Espero tú también digas el mío—Sentenció antes de apoderarse de sus labios con ansia, marcando un paso demandante en la boca del otro, robándole en suspiros el aire que se escapaba entre la humedad de aquél acercamiento, mientras se separaba con lentitud y clavaba el verde de sus ojos en él—O te castigare. —Murmuro con picardía y decisión.
Su cuerpo se congelo y estremeció ante lo dicho por su rey.
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Créditos: Samira Zopunyan - Mermaid Tails
Entari*: Traje de una pieza, de manga larga, en su mayoría de seda que esta abierto de en medio y llega hasta los tobillos. característico del imperio otomano.
Caftán :Es una tunica de seda, abotonada por delante, que se usa con una faja, por lo general va encima del entari. Son hechas de colores luminosos y bordados complejos.
N.A:
Buenas madrugadas tengan todos, continuando este pequeño short-fic.
Esperando terminar la ultima parte, con lemon para el corazón.
Sin más que decir, esperando esten disfrutando este ocioso texto.
Se despide: Morachan.
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