Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Dos hermanos

Érase una vez en una nación sin monarcas o líderes supremos, dos hermanos que fueron abandonados a su suerte con un par de placas de madera en las que estaban sus nombres. Runa, la bendecida con el poder de la creación y Runter, portador de la fuerza de la destrucción. Aparecidos en el medio de una plaza de un pequeño pueblo, llamaron la atención de los habitantes que, preguntándose por el paradero de sus padres, decidieron llevarlos a un lugar cómodo en el que pasaron algunas noches en una cuna con comida y calor.

Tiempo después, cuando aprendieron a gatear los dos, pasaban las tardes de un pasillo para el otro en el orfanato del pueblo. Una mañana de brisa fresca, mientras Runa jugaba con los pocos juguetes que fueron donados, dejó caer un cubo de madera de vértices despintados.

Tan pequeña como inocente, quiso llevárselo a la boca y en su intento de agarrarlo, unos brotes le salieron de las manos. Caídos en el piso, se acomodaron en un montoncito y Runa pasó la lengua por el cubo.

Ese mismo día, en la cocina, mientras uno de los cocineros preparaba los alimentos, Runter estaba en una mesa, observando al muchacho que salaba, pimentaba y picaba. Hizo unos ruidos de la emoción, el chico sonrió por la alegría del pequeño que le fue impulso para continuar con las labores. Con ganas de ir al baño, dejó al pequeño ser en el piso, no iba a ser que sucediese una escena comprometedora.

Con la seguridad que puede tener una persona confianzuda, fue a hacer sus necesidades. Runter, al gatear vio un objeto brillante, traslucido y de figura especial que captó su mirada. Tuvo ganas de alzarlo, por lo que estiró su corto brazo hacia al objeto. Sin querer puso su concentración entera en este, sin dejar de mirar al centro y de un momento para el otro, un sonido igual al del vidrio estallando se sintió

El pequeño emitió un chillido tan agudo que trajo de vuelta al cocinero que se llevó las manos a la cabeza. Estaba muerto. Aquello que se rompió sería descontado de su sueldo. No lo explicaba. ¿Cómo era posible que una copa de vidrio acabara en el suelo si el niño no estaba en la mesa? La explicación que dio fue que, por culpa suya, se rompió.

En los siguientes ciclos primos, en el orfanato acontecieron sucesos peculiares. Se encontraron charcos de agua en días en los que el Sol quemaba con toda su fuerza, objetos se rompían sin explicación lógica; la magia no contaba como una.

Y fue hasta que una de las cuidadoras, al mirar las acciones de los mellizos, notó que las manos de la niña salieron florecitas y que, al dejar un objeto que le causara interés al niño, se terminaba por romper.

El misterio se resolvió.

—Madre Kina, tenemos que dar estos niños en adopción. No podemos quedarnos con ellos, tienen poderes —le dijo a la principal encargada del orfanato que, consternada, la vio de reojo, sin creerle en su totalidad—. Yo los he visto, la niña puede creer ramas y el niño, rompe los objetos que le causan interés.

—Alea, si tus palabras son ciertas, entonces lo vas a demostrar. Estos son niños normales, no le metas tonterías a la cabeza.

—Tiene que creerle, por favor, Madre Kina —apareció el cocinero principal y agarró a Runter—. Este niño fue el responsable de romper media vajilla de vidrio, y la pequeña, dejó con su magia un montón de ramas. Haga caso, no podemos quedarnos con este par.

—Demuéstrenlo. Las palabras no cuentan si no hay acciones que las identifiquen. Tienen poco tiempo, Alea y Nimer. Recuerden que tengo asuntos importantes por atender.

Con un cuchillo imaginario apuntando directo a su cabeza, los dos empleados fueron por un par de copas de vidrio y los cubos de madera favoritos de Runa. Los hermanos gateaban sin saber la gravedad de lo qué acontecía, en su pequeña mente, no había demasiadas preocupaciones o responsabilidades por asumir.

Unos minutos luego, Runter vio dos brillantes copas de vidrio en las que se reflejó su infantil rostro. Necesitaba tocarla, se dirigió hacia ellas y al extender su bracito, enfocó la mente en el cristal y lo que tuvo que pasar, pasó: al tratar de agarrar una de ellas, una fuerza misteriosa la volvió añicos.

Nimer, el cocinero, se sacó un peso enorme de encima. Ya no sería catalogado de mentiroso o timorata por la Madre que, observó a Runa llevarse el cubo de madera a la boca y tirarlo al piso; en el instante que la niña trató de recogerlo, de su mano salieron disparadas unas ramitas verdes, una con un pequeño capullo de flor a punto de nacer.

La Madre intentó procesar lo que vio. Dos niños, con poderes, una capaz de crear vida, el otro, maldito con la destrucción. No pertenecían al orfanato, su destino era diferente.

—Tenemos que encontrar a un adoptante pronto, si es necesario, llamar a la gente del pueblo una o por una o colocar un anuncio por la nación entera —ordenó la mujer.

Decidida a encontrarle padres a los pequeños, organizó reuniones. Pidió a la informante bendecida con la magia de velocidad, que fuera al resto de pueblos cercanos a dar a conocer la noticia.

El anuncio de que dos extraños niños con poderes buscaban padres que los adoptasen se expandió por toda la nación, llegando a oídos de personas y seres de distintas castas, razas antropomorfas e incluso a los que nacieron en cuna de oro que vieron la oportunidad perfecta de aumentar su poder en la joven nación.

Pero, hubo una condición puesta por la Madre Kina: los dos niños debían ser adoptados por igual. Nada de separaciones o favoritismos. Los empleados del orfanato aplaudieron la decisión tan justa de su jefa.

Tuvo que pasar un largo tiempo para que apareciera una persona que la cumplió, se trataba de una de pareja de élite con mucho poder y dinero, tanto que se llamaban descendientes directos de los fundadores de Tegiria.

A través de la moneda enamoraron a los empleados y a través de los símbolos familiares, a la Madre Kina que contenta por los adoptantes, entregó a los pequeños junto con unos papeles que acreditaban que eran los padres adoptivos de los niños.

Runa y Runter se incorporaron a los Valati, uno de las gobernantes a ocultas de Tegiria.

—Serán una gran adición a nuestra familia y a nuestro poder —dijo el señor cabeza de familia.

—Hija mía, vas a cuidar de tus hermanos. Míralos, son tan adorables —le recomendó a su hija de sangre la señora Valati, que ostentaba igual poder que su esposo.

Entre muecas de desaprobación y celos, la ahora hermana mayor, dio la bienvenida a sus nuevos hermanos. Tan negativa como ella sola, ya no iba a ser la única en la enorme mansión en la que vivían. Los criados dejarían de cumplirle los caprichos sin juzgar, con la nueva responsabilidad, tenía trabajo por afrontar.

De llegada a Valatiria, la capital de Tegiria llamada así por el Valati fundador de la nación, la pareja fue entrevistada por caprichosas pixies que deseaban llevar los últimos escándalos a sus pares que vivían entre los capullos de las flores de los jardines de las familias de alto rango; también por jocosos reporteros humanos y animaloides que extendían sus garras, escamas o alas.

—Wyrna nos bendijo con este par de pequeños que crecerán como Valati legítimos —dijo el esposo, tomando aire y a punto de soltar otra bomba de información—. Y con aquel que viene en camino —abrazó el vientre de su esposa en el que crecía un nuevo ser.

Los presentes gritaron. Los de familias aliadas aplaudieron, los de rivales se enojaron.

«No es justo, no quero más hermanitos», pensó la primogénita e hizo un puchero que fue capturado en un vidrio repetidor de escenas por una traviesa pixie.

Valatiria en general se llenó de alegría por los nuevos miembros de su familia principal.

Ya en la mansión, Runa y Runter recibieron habitaciones propias. Les eran confeccionadas prendas de alta calidad con los colores favoritos de su madre. Tenían caballitos de madera, sonajas, bloques; juguetes por montones. Comidas calientes. Unos padres que los querían por igual. Esa era una buena vida, ¿verdad?

No podían quedarse cual niños que recién gateaban por siempre y sus poderes, tampoco inadvertidos.

—Cuando estos pequeños crezcan, serán nuestra principal arma contra nuestros enemigos. Somos los legítimos gobernantes de Tegiria, no tenemos que ceder —el Señor Valati se puso firme mientras cargaba a sus dos hijos sin cansarse.

—Tenemos que llamar a los mejores magos y usuarios de magia en la nación. Los poderes de Runter pueden ser peligrosos si no se controlan —intervino la señora.

— ¿Y qué hay con los de Runa?

—Con ella no hay tanto problema, solo habría que preguntarse si también puede curar.

—Sería una gran noticia.

A las semanas venideras a la llegada del cuarto hijo de los Valati, la vajilla de vidrio fue cerrada para ocasiones especiales. Los objetos delicados fueron sellados, incluyendo joyas y adornos. La primogénita volvió a refunfuñar porque supo que lo que hizo fue para que Runter no destruyera nada y deseó enojarse con él, se lo impidió su orgullo y el temor a recibir un castigo.

Lirdum Valati, el cuarto heredero llegó entre orgullos y alegrías. Recibido por tres hermanos dispuestos a quererle mucho y unos padres cariñosos. La jornada de su nacimiento fueron contratados cuatro magos con distintas especialidades en magia. El primero con magia de destrucción, el segundo con magia de creación, la tercera en magia de fuego y el cuarto, con una desconocida. Nadie a excepción del padre y la madre lo sabían.

—Estás controlando a la perfección tu magia, dulce Runa —le dijo el Primer Mago a la niña.

—Gracias a ti ahora puedo crear flores con capullos completos y pequeños arbustos.

Sintió el orgullo de ver mejorar a la niña que con tanto esfuerzo enseñaba. Por el otro lado, con Veolo, el Segundo Mago, estaba en una situación similar, y a la par, no.

—Runter, tu madre se va a enojar si encuentra otro jarrón roto —le advirtió al niño.

— ¿Qué dices? Estos son de prueba. Rodeó un jarrón con sus brazos y sin perderle la vista de un punto focal, lo elevó unos metros por encima de él y su instructor. Entonces, al chocar su palma contra un puño, el jarrón voló en pedacitos.

—No puede ser, qué explicación le daré a la señora Valati.

Veolo no tuvo que dársela, ella pudo entender que, por los poderes de su hijo, algunos objetos debían de ser mejor cuidados que otros. No era la misma suerte en la academia a la que asistían los cuatro. Sin importar que tuvieran excelentes calificaciones o comportamiento eximio, había favoritos.

—Listo, pequeñas pixies. Disfruten de sus nuevas casas y sean felices —le dijo a Runa a las traviesas que entraron a las flores creadas por la niña—. Ha llegado su turno, amrrúas —llamó a los siguientes.

Las amrrúas eran unos seres con aspecto similar a las mariposas en cuanto a alas y cuerpo, se diferenciaban por venir en un solo tamaño, siendo más grandes que algunas variedades de hadas, pixies y otros seres pequeños. Podían hablar y pasarse sus pensamientos por sus antenas. Con alas por las que votaban polvillos luminosos usados para alumbrar noches oscuras, eran seres benevolentes, apreciados por los jardineros y floristas.

Runa tomó un puñado de la tierra seca, aparentándolo entre sus manos, saltó al techo y la lanzó. No tardaron en aparecer nuevas plantas, una enredadera, rosas y gladiolos que se supone no eran capaces de crecer en un suelo tan lastimero.

Las amrrúas se metieron en sus nuevos hogares, después de tanto peregrinar, encontraron la paz.

Uno de los maestros de la academia que vio el acto de Runa, aplaudió a ocultas el acto de su alumna que se convirtió en una de las favoritas de todos.

—Runa, ven a mi fiesta de cumpleaños.

—Runa, sé mi amiga.

—Runa, ven a mi casa.

Ella crecía entre halagos y condecoraciones. Era hermosa, tenía buena familia, era inteligente. No le faltaba nada.

— ¡Ojom! —Runter saltó de la felicidad—. He destruido esta casa solito, sin ayuda de nadie. ¡Soy lo máximo! Veolo estará impresionado.

No mintió. A la edad que tenía, consiguió destruir una casa entera con apenas pensar en sus escombros. Pensó que les ahorraría gastos a los constructores cuando craso fue error, el resultado fue distinto.

— ¡Mi hogar! ¡Mis pertenencias! —apareció una señora de edad avanzada.

Runter se paralizó, el problema era grave.

—Lo siento, señora. Tome esto por compensación de los daños por parte de la familia Valati.

—Quiero mi casa y mis pertenencias de vuelta, mago tonto.

—Ponga su nombre y dirección en este papel.

La anciana lo tomó de mala gana. Era por situaciones de esa clase es que a Runter no le estaba permitido salir de casa si no es que era con Veolo, porque solo un mago especializado en magia de destrucción podía impedir que se saliera de control. La misma regla estaba para distintas magias. Solo un usuario podía impedir a otro siempre y cuando usaran el mismo tipo de magia.

Y así, un mago con poderes de destrucción no podía detener a uno con poderes de creación y viceversa.

Para Runter, no era fácil controlarse; no era del todo su culpa. Incluso si no tenía las intenciones de causar destrucción, bastaba una mirada prolongada para destruir lo que estuviera en su frente.

Cuando salía a las ferias, los espectáculos y a cualquier lado, era mirado con desdén. La gente se guardaba los pensamientos porque nadie q, cuería estar en problemas con los Valati.

—Tenemos que pararle los pies a ese ser, si sigue libre va a causar problemas —se quejó una comerciante, cansada de que Runter destruyera su mercancía.

—Yo soy la única que puede hacerlo. Ustedes saben el precio —dijo, una voz femenina.

—No te daremos los secretos de las familias rivales de Tegiria, deja de intentarlo —un pescador se negó a la oferta.

—Lo van a terminar por hacer, no se hagan a los duros —se alejó del muelle con una tranquilidad escalofriante.

Y más temprano que tarde, Runa y Runter no tardaron en volverse adultos. Con una vida por delante, irían a estudiar a la Casa Superior del mejor renombre en toda la nación. Ambos crecieron con la gama completa de comodidades que se les podía ofrecer a unos niños y luego adolescentes. Ni el color de piel, ni la procedencia o la magia les hizo sentir ajenos. Eran felices con su familia y su vida sin importar las dificultades.

—Estamos tan orgullosos de ustedes —dijo la madre—. Los cuatro serán excepcionales, en especial tú, cariño —señaló a la primogénita, la prometida como siguiente al mando de los Valati.

—Vayan y completen su formación. Pasen el tiempo restante que quieran con sus magos que es probable que no los vean jamás cuando se vayan a completar sus estudios. Excepto tú, Veolo, no tienes que separarte de Runter.

—Sí, señor —respondió el mago con un sentimiento enmascarado que se guardó al quitarle los pétalos a una florecilla.

—Madre, Padre, tengo que irme, me están esperando para que les ayude —irrumpió Runa.

—Lo entendemos, pequeña lucesita. Runa, ve y ayuda a los que te necesitan.

—En camino estaré. Cambiar las flores y ramas por la madera y el agua fue de las mejores decisiones que tomé en la vida. En cuanto acabe, iré a celebrar la fiesta de cumpleaños de Desyr de los Hailot de Hailotria.

—Ve, no lo digas.

Al irse Runa se llevó a unos criados y un vehículo. Siempre tan ocupada ayudando a los necesitados, en fiestas y farándulas, era querida y amada por las personas y seres mágicos en la nación. Iba y volvía sin problemas. No era par suerte con Runter, a donde quiera que fuese, Veolo lo tenía que acompañar. En rara ocasión era llamado o solicitado.

Debido a su falta de amigos verdaderos, se la pasaba en la mansión entre juegos de manos o de mesa, charlas con los criados o sus padres si es que no estaban tan ocupado. La única persona con la que hizo una amistad que no fuese fingida u obligada por familiares, era un chico mitad humano mitad pájaro que no le tenía miedo, pero, estaba fuera de Tegiria.

«Me gustaría ir a los eventos con Runa, ella sí que tiene suerte», deseó en su imaginación.

Un día en el que la nieve se apresuraba a acomodarse en todas partes posible, Runa había invitado a su hermano a ver el amanecer a las orillas de un hermoso lago que desembocaba en un océano que llevaba a un continente de nombre impronunciable para la mayoría. Lo único que pidió era que Veolo no viniese con él.

Aceptando porque su deseo de independencia era enorme, Runter fue emocionado al sitio que le pidió su amada hermana. Iba a ser un momento de paz, de contemplación. Iba...

—Runa —se lanzó a abrazar a su hermana. Unas manos desconocidas le taparon los ojos y la boca. Un grupo entero entre humanos y antropomorfos lo sostenían para que no se escapara. Un mercenario que trabajaba para la familia lo ató de manos. Incapaz de defenderse o pedir ayuda, sintió una cuchilla atravesarle el pecho.

Su melliza que vio la escena, no movió un dedo. Con ella estaban personas importantes que le dirían los secretos que necesitaba.

—Hasta luego, Runter. Eres demasiado peligroso para lo que se quiere realizar en un futuro. Saluda a los peces y aves acuáticas —Runa se despidió del único familiar de sangre que tenía.

Arrojado al agua cuando el frío se volvía inclemente, el cuerpo del chico fue a parar a la deriva. Con una astucia implacable, Runa Valati y sus cómplices inventaron una historia creíble. Para los Valati, los asuntos empezaron a oscurecerse.

Jamás se encontró el cuerpo ni se supo la verdad de qué pasó con el desastroso usuario de magia de Valatiria.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro