━━━Capítulo 03 | Eros
El sol ya se escondía detrás de las colinas cuando Sobong Minsiuk cruzó las puertas de su hogar. Su rostro brillaba con una mezcla de alegría y emoción, una emoción que no había sentido desde que él y su familia llegaron al pequeño pueblo de Cresthaven.
Apenas entró por la puerta principal, se despojó de su parasol, y se dirigió apresuradamente hacia el despacho de su padre.
—¡Padre! —exclamó Minsiuk, casi sin aliento al entrar en la elegante oficina revestida en caoba donde Sobong Jun, el nuevo banquero del pueblo, revisaba unos documentos—. Debes escuchar lo que he vivido hoy.
Sobong Jun levantó la vista de sus papeles, su mirada curiosa detrás de sus lentes dorados. Con un gesto elegante, colocó los papeles a un lado y se inclinó hacia su hijo, su expresión suavizándose al ver la excitación en los ojos de Minsiuk.
—Cuéntame, hijo —dijo Sobong Jun, con su voz calmada y profunda—. ¿Cómo te fue en el rancho Jeon?
Minsiuk se sentó en la silla frente a su padre, el corazón latiendo con fuerza mientras comenzaba a relatar su experiencia.
—Fue... maravilloso, padre. El señor Jeon me dio un recorrido por todo el rancho. ¡Es tan vasto, tan majestuoso! Jamás había visto un lugar tan grande y lleno de vida. Y, ¿puedes creerlo? Me ha regalado un caballo. Un hermoso corcel blanco, al que llamó Eros. Dice que es el más rápido y fuerte de su manada.
Sobong Jun sonrió con orgullo, aunque una ligera preocupación se asomó en sus ojos. Sabía de la fama del joven Jeon JungKook, un alfa adinerado, dueño de una de las propiedades más grandes del condado, pero también conocido por su carácter difícil y sus modales rudos.
—Me alegra verte tan contento, Minsiuk. Pero dime, ¿cómo fue tu interacción con el señor Jeon? —preguntó Sobong Jun, ocultando su inquietud bajo una capa de cortesía.
Antes de que Minsiuk pudiera responder, la puerta se abrió suavemente y el señor Baek, el chaperón de Minsiuk, entró en la habitación. Su rostro estaba severo, como si su presencia bastara para enfriar el entusiasmo de Minsiuk.
—Perdón por interrumpir, señor —dijo Baek con una inclinación de cabeza hacia Sobong Jun—, pero creo que es necesario que conozca algunos detalles importantes sobre la visita al rancho Jeon.
—¿Qué sucede, Baek? —preguntó Sobong Jun, su tono cambiando a uno más serio.
Baek ajustó su chaqueta, enderezando sus hombros antes de hablar.
—El señor Jeon es… —Baek buscó las palabras adecuadas—, grosero, señor. No tiene ni una pizca de modales. Se comporta de manera tosca, casi salvaje. No es el tipo de alfa con el que uno debería relacionarse. Durante todo el recorrido empezó una riña verbal con sus empleados. Incluso me ignoró cuando intenté interceder para suavizar la conversación.
Minsiuk frunció el ceño, mirando al señor Baek con una mezcla de desilusión y desafío.
—Padre, no fue tan malo como lo pinta el señor Baek. Es cierto que el señor Jeon no es… convencional, pero eso no significa que sea un mal hombre. Es simplemente… diferente. Tiene una manera directa de hablar, algo que encontré refrescante, si soy honesto.
—Lo que el joven maestro llama "diferente", yo lo llamo falta de decoro —interrumpió Baek, con su usual tono crítico—. El señor Jeon no está a la altura de la etiqueta y las formalidades que usted merece, señorito Minsiuk. Lo digo por su bien.
Sobong Jun escuchó ambas perspectivas, su rostro permaneciendo neutral mientras consideraba las palabras de su hijo y de su chaperón. Finalmente, miró a Minsiuk, su expresión se suavizó.
—Hijo, sé que tienes buen juicio, pero recuerda que no todo lo que brilla es oro. El señor Jeon puede tener muchas virtudes, pero también tiene una reputación que no se puede ignorar. Quiero que seas cauteloso en tus tratos con él.
Minsiuk asintió lentamente, aunque su corazón todavía latía con la emoción del día. No podía dejar de pensar en el gran rancho, en el sol dorado bañando los campos, y en la imponente figura de Jeon JungKook, con su voz grave y presencia intimidante.
Era rudo, sí, pero había algo en él que lo fascinaba, algo que lo hacía desear conocerlo más.
—Lo seré, padre —prometió Minsiuk, con una sonrisa que ocultaba sus pensamientos más profundos—. Pero por ahora, solo quiero disfrutar de esta emoción.
Sobong Jun le devolvió la sonrisa, satisfecho por el momento, aunque una parte de él no podía evitar preocuparse por lo que podría venir.
Mientras Minsiuk se retiraba para dirigirse a su habitación, Baek se quedó en el despacho un momento más, cruzando miradas con Sobong Jun.
—Lo vigilaré, señor —dijo Baek—. No dejaré que el joven maestro se vea envuelto en algo inconveniente.
—Confío en que lo harás, Baek. Debemos protegerlo, aunque no siempre lo entienda —respondió Sobong Jun, con una mirada firme.
Esa noche, mientras Minsiuk se preparaba para dormir, su mente no podía apartarse del rancho Jeon y de aquel misterioso alfa que, pese a sus modales rudos, había dejado una impresión imborrable en su corazón.
El sol apenas comenzaba a despuntar en el horizonte, llenando la lujosa habitación de Sobong Minsiuk con una suave luz dorada.
El joven omega se desperezó lentamente bajo las sábanas de seda, rememorando los eventos del día anterior con una sonrisa tenue. La visita al rancho Jeon había sido curiosa, pero lo que realmente lo había sorprendido fue el regalo del hosco Jeon Jungkook: un majestuoso caballo blanco al que había nombrado Eros.
Justo cuando Minsiuk se preparaba para estirarse y levantarse, un golpe suave en la puerta interrumpió sus pensamientos.
—Señorito Minsiuk, disculpe la interrupción —dijo uno de los sirvientes con una leve inclinación al entrar—, pero han traído un caballo esta mañana. Es... realmente magnífico.
Los ojos de Minsiuk se iluminaron, aunque mantuvo su compostura. Asintió con una calma estudiada.
—Gracias por avisarme, Lee. Haré mis preparativos y bajaré en breve.
El joven omega se levantó y se dirigió al baño, donde el agua tibia le ayudó a sacudirse la pereza matutina. Mientras se arreglaba, escogió con cuidado su vestimenta: un traje finamente confeccionado, de tonos beige y marfil, que complementaba a la perfección su porte elegante. Se colocó un sombrero adornado con un delicado tocado floral, seguido de unos guantes de encaje blanco que completaban su atuendo sofisticado.
Minsiuk se miró en el espejo, asegurándose de que cada detalle estuviera en su lugar antes de bajar.
Al salir al jardín, donde esperaba Eros, Minsiuk no pudo evitar sentir un nudo en el estómago. El caballo era incluso más impresionante a la luz de la mañana. Su pelaje blanco relucía y su mirada intensa transmitía una fuerza y nobleza innata.
El corazón de Minsiuk latió con fuerza, pero su exterior permanecía impecablemente calmado.
—Buenos días, Eros —murmuró Minsiuk con suavidad, mientras se acercaba con cautela.
El caballo levantó la cabeza, estudiándolo con sus grandes ojos oscuros. Para sorpresa de los presentes, Eros se inclinó hacia Minsiuk, permitiéndole acariciar su melena con una delicadeza que casi parecía un susurro.
—Míralo nada más, ¡qué bien se porta con usted, señorito! —dijo uno de los sirvientes.
—Pero no se deje engañar, este animal es igual de tosco y grosero que su dueño anterior, el señor Jeon —exclamó el señor Baek, quien había estado observando con los brazos cruzados y una expresión severa.
Sin embargo, en ese preciso instante, Eros estiró su cuello y comenzó a mordisquear la camisa del señor Baek, tironeando con suficiente fuerza como para hacerle perder el equilibrio.
—¡Maldición! ¡Suéltame, bestia! —gritó el señor Baek, tratando de zafarse del caballo, quien parecía disfrutar del caos que estaba causando.
Minsiuk, entre divertido y apenado, intervino con rapidez, apartando a Eros con una mano suave en su hocico. El caballo obedeció al instante, soltando la tela con un bufido. El señor Baek, indignado y con el rostro enrojecido, intentó recomponerse mientras Minsiuk reprimía una sonrisa.
—Es un animal muy especial, señor Baek —dijo Minsiuk, acariciando de nuevo a Eros—. Creo que solo necesita... un toque adecuado.
Fue entonces cuando notó algo en las riendas del caballo, una pequeña carta doblada cuidadosamente. Con curiosidad, Minsiuk la tomó y, tras abrirla, leyó las palabras escritas con una caligrafía algo tosca, pero firme:
"Pronto te enseñaré a montar a caballo."
Minsiuk sintió un leve rubor en sus mejillas al imaginar la figura de Jeon Jungkook, con su mirada intensa y su rudo encanto, prometiendo enseñarle algo que él aún no dominaba.
Guardó la nota discretamente en su bolsillo, mientras una ligera sonrisa se dibujaba en sus labios. A pesar de las diferencias entre ellos, había algo en Jungkook que lo intrigaba, algo que lo empujaba a querer conocer más de aquel alfa tosco y solitario.
Y mientras acariciaba a Eros, no podía evitar pensar que, quizá, había mucho más por descubrir detrás de esos modales precarios y la fachada ruda de Jeon Jungkook.
El sol de la tarde se filtraba a través de las cortinas del salón en la casa del sheriff Kim Mingyu, creando un cálido resplandor en el elegante mobiliario. Jeon JungKook, se encontraba sentado en un sofá de cuero, claramente incómodo en medio de la sofisticación de la casa. Frente a él, Beomjin, el esposo del sheriff y un omega de modales refinados, examinaba un cuaderno de notas con un aire serio.
—Entonces, ¿quieres impresionar al señorito Sobong Minsiuk, eh? —preguntó Beomjin, sin levantar la vista del cuaderno.
—Sí, eso es —respondió JungKook con una expresión seria—. No quiero seguir siendo el burro del pueblo en sus ojos.
Mingyu, que se había asentado en una silla junto a Beomjin, soltó una risa burlona.
—¿De verdad crees que Beomjin puede convertir a un burro en un elegante caballo de carreras? Es como enseñarle a leer a un burro.
—¡Mingyu, por favor! —exclamó Beomjin, alzando la vista con un leve enojo—. Sé que JungKook puede aprender. Solo necesita un poco de paciencia.
Los dos niños de Beomjin, Jae y Jiho, entraron en la sala corriendo, sus caras iluminadas al ver a JungKook.
—¡Tío JungKook! —gritaron los niños al unísono, lanzándose a sus brazos.
Jungkook, a pesar de su dureza, mostró una sonrisa genuina mientras alzaba a los pequeños en el aire y les daba un abrazo afectuoso.
—¡Hola, pequeños! ¿Cómo están? —preguntó con ternura.
—¡Bien! —respondieron Jae y Jiho, sus ojos brillando de emoción—. ¿Qué vas a hacer hoy?
—Solo voy a intentar no ser un burro durante un rato —dijo JungKook, provocando una sonrisa divertida en los rostros de los niños.
Mingyu, viendo la escena, no pudo evitar soltar una risa escéptica.
—No te engañes, JungKook. Los modales no están en tus genes. Beomjin, tú eres un santo por intentar esto.
Beomjin frunció el ceño y se levantó con determinación.
—¡Vamos, JungKook! Primero, empecemos con las formas básicas. Los modales no son algo que se pueda aprender en un día.
—Está bien, lo que sea que haga falta —dijo JungKook, cruzando los brazos y preparándose para la lección.
A lo largo de la tarde, Beomjin intentó enseñar a JungKook las artes de la etiqueta, desde cómo servir el té correctamente hasta cómo hacer una conversación educada. JungKook, aunque dispuesto, se mostró torpe y frecuentemente caía en frases coloquiales y modales campestres que Beomjin encontraba frustrantes.
—No, JungKook, eso no es apropiado —dijo Beomjin con paciencia al escuchar a JungKook referirse al té como "agua caliente para beber"—. Debes decir "té de calidad" y ofrecerlo con gracia.
—¿De calidad? —preguntó JungKook, frunciendo el ceño—. ¡Es solo té!
—Exactamente, es solo té, pero la forma en que lo presentas cuenta —respondió Beomjin con firmeza.
Mingyu observaba con una mezcla de diversión y frustración, mientras los niños se entretenían en una esquina, sin dejar de mirar con curiosidad el esfuerzo de JungKook.
Finalmente, tras horas de lecciones, Beomjin se dirigió a Mingyu con un suspiro exasperado.
—Si sigue así, va a necesitar mucho más que una tarde para aprender a comportarse como un caballero.
—Ya lo sabía —respondió Mingyu con una sonrisa satisfecha—. Pero al menos lo está intentando.
Beomjin se acercó y comenzó a ajustar la postura de Jungkook.
—Primero, siéntate derecho. No cruces los brazos en la mesa y evita hablar con la boca llena. Y por favor, nada de comentarios de campo.
Jungkook frunció el ceño.
—¿Qué hay de malo en decir que la comida está "buena"?
Beomjin rodó los ojos.
—Es una cuestión de presentación. En lugar de decir "buena", podrías decir "deliciosa". Y no uses palabras como "cosas" cuando te refieras a los platos.
Mingyu se rió nuevamente, esta vez abiertamente.
—Beomjin, creo que subestimaste el tamaño del proyecto. ¿No crees que sería más fácil enseñarle a un lobo a bailar?
Beomjin frunció el ceño, lanzándole una mirada severa.
—Mingyu, cállate. Jungkook, vamos a practicar algunas frases. ¿Cómo dirías, por ejemplo, que la comida está muy bien preparada?
Jungkook trató de recordar las palabras.
—Uh... “¿Esta comida está muy bien preparada?"
Beomjin suspiró, cubriéndose el rostro con una mano.
—Casi. Prueba con "Esta comida está exquisita y muy bien preparada". Y asegúrate de no hablar de tus caballos o de la última vez que cazaste algo en medio de una cena formal.
Jungkook sonrió, aunque algo confundido.
—Entiendo. “Exquisita y muy bien preparada”. Lo intentaré.
Los niños, que habían estado escuchando con atención, aplaudieron.
—¡Eso estuvo bien, tío Jungkook! —dijo Jae con una sonrisa brillante.
Jiho asintió con entusiasmo.
—Sí, muy bien.
Beomjin miró a Jungkook con una mezcla de satisfacción y resignación.
—Bueno, parece que al menos tienes a los niños a tu favor. Sigamos practicando y trata de no ser tan torpe. Esto será una tarea ardua, pero lo intentaré.
Mingyu se acercó y le dio una palmadita en la espalda a Jungkook.
—No te preocupes, Jungkook. Si alguien puede aprender modales en una semana, eres tú. Aunque no estoy muy seguro de cómo lo harás —Mingyu se inclinó y susurró a Beomjin, mientras observaba a Jungkook intentando mantenerse erguido en la silla—. Es mentira. Esto va a ser un desastre.
—No seas tan pesimista —murmuró Beomjin en respuesta, antes de dirigirse a Jungkook—.
Jungkook, sintiéndose agotado pero determinado, se dirigió a Beomjin con un sincero agradecimiento.
—Gracias por tu paciencia, Beomjin. Haré todo lo posible por mejorar. No quiero decepcionar al señorito Minsiuk.
Beomjin asintió, satisfecho con el esfuerzo de JungKook, aunque no sin un último regaño.
—Lo harás, pero recuerda, JungKook, que la cortesía también es una cuestión de respeto. Si realmente quieres impresionarlo, deberás demostrar que comprendes eso, no solo que puedes hablarlo.
Con esas palabras en mente, JungKook salió de la casa, desmontó de su caballo, Thunderus, frente a la casa del sheriff Kim Mingyu.
Agradeció con un gesto de la cabeza al sheriff, que le lanzó una sonrisa amistosa desde la puerta.
Jungkook se ajustó el sombrero y se dirigió hacia su montura, dispuesto a regresar a su rancho. La noche era fresca y la luna brillaba intensamente, iluminando el camino polvoriento.
Mientras Jungkook galopaba hacia el pueblo, pasó frente a la mansión de los Sobong.
Era una casa grande y elegante, con columnas blancas y un balcón adornado con barandillas de hierro forjado. Desde su distancia, Jungkook no pudo evitar notar a Minsiuk en el balcón. El joven omega estaba en pijama, con una bata de seda que ondeaba suavemente con la brisa nocturna.
Minsiuk miraba al cielo estrellado, con una expresión pensativa en su rostro. Los cabellos de Minsiuk brillaban bajo la luz de la luna, y su presencia irradiaba una delicadeza que contrastaba con la robustez de Jungkook. No pudo evitar sentirse atraído por la figura serena del omega.
A medida que Jungkook se acercaba, sus ojos se encontraron con los de Minsiuk.
El omega levantó la vista y, al reconocer a Jungkook, le dedicó una sonrisa luminosa. Jungkook sintió un pequeño estremecimiento y un inusual cosquilleo en el estómago. La sonrisa de Minsiuk era cálida y sincera, y Jungkook no pudo evitar admirarla.
Sin pensarlo demasiado, Jungkook apretó las riendas y azuzó a Thunderus para acelerar el paso. El caballo se lanzó al galope, sus cascos golpeando la tierra con firmeza.
Mientras se alejaba, Jungkook echó una última mirada al balcón. Minsiuk seguía allí, viéndolo irse, y el brillo en sus ojos parecía reflejar la misma curiosidad que Jungkook sentía por él.
Jungkook mantuvo su mirada fija en el camino, tratando de ignorar el latido acelerado en su pecho. Era raro que alguien le causara tal efecto, y mucho menos alguien como Minsiuk, que parecía estar en un mundo completamente diferente al suyo. Sin embargo, no podía negar la atracción que sentía por el joven omega.
Con un resoplido, Jungkook decidió que debía concentrarse en el viaje de regreso a su rancho. La vida en el campo era dura, y no estaba acostumbrado a distraerse con pensamientos sobre personas que no eran parte de su mundo.
Pero mientras Thunderus troteaba bajo el cielo estrellado, la sonrisa de Minsiuk seguía rondando en su mente, como una estrella fugaz que no podía dejar de seguir.
El destino, parecía susurrar, tenía planes para ellos, y Jungkook no podía evitar preguntarse qué le depararía el futuro con el enigmático omega del balcón.
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