
Rosa negra
Victoria: no entiendes? Oh chiquilla, tan inocente
Amelia: que?
Victoria: linda, Roberto me obligó y manipuló para dejar la presidencia y dársela a tu marido
Amelia: porque? El ya lo tenía todo! Porque querría quitarte tu puesto?
Victoria: este pueblo es de hombres y por no decir este mundo, para ellos, el poder nunca será suficiente, quieren ser intimidantes y tomar todo lo que quieran, por eso hay que tomar ventaja querida
Amelia: que ganamos con la muerte de Roberto?
Victoria: muchos privilegios y oportunidades, el era como el líder de todos en el pueblo, manipulaba, robaba y mentía para conseguir miedo de los demás, su arma secreta era que en todas las personas le tenían miedo de lo que podría llegar a hacer, las personas de alto nivel vieron su potencial y la recibieron, claro, volviéndose de sus favoritos
Amelia: ahora entiendo, ese tipo era muy bueno haciendo su trabajo de manipular gente inocente, ya comprendo el lema en el parque
Victoria: cuál lema?
Amelia: hay una piedra con una frase grabada, decía "El mundo debe ser manipulado por los fuertes, los débiles obedecen, y la mujer nos atiende"
Victoria: hay que terminar con esto no crees?
Amelia: si, lo antes posible
Amelia seguía en el salón, llovía afuera, y su marido estaba con su padre a punto de fallecer.
Gabriel llegó a la enorme casa de su padre, la casa de su niñez e infinitos recuerdos, subió rápido las escaleras hasta encontrarse con aquella imagen de ejemplo, su padre, el señor que lo educó y le enseño todo lo que sabe
Gabriel: padre, como te sientes?
Roberto: hay hijo, no me queda tiempo, solo me despido de ti
El joven se acercó con una mirada sería, expresaba algo de dolor pero aún así iba dispuesto a darle la última despedida.
Gabriel: adiós padre, gracias por todo, te quiero mucho
Roberto: hijo mío, no olvides nunca lo que te enseñe, pon a los hombres en alto, las mujeres abajo sirviendonos, por favor triunfa, y, t-te quiero hijo...
Gabriel: y yo a ti padre
Gabriel no soltó ni una lágrima ante está situación, su padre le enseño que uno debe ser frío y no sucumbir ante los sentimientos débiles, mostrar fortaleza y nunca llorar, el tenía la idea de un hombre no debe llorar nunca.
Roberto dió su último suspiro y dejo de vivir, las manos de padre e hijo estaban tomadas una junto a otra, y Gabriel miraba serio la escena, su padre muerto le dejaba un vacío en el fondo, pero debía soportarlo, un hombre de su nivel no debía tener esos sentimientos, debía regresar con su esposa y luego hacer el funeral.
En el baile, Amelia buscaba aún a su enamorado, aquel príncipe con el que siempre soñaba, aquel hombre dueño de su corazón no hacía señales, la esperanza aún permanecía, pero se iba extinguiendo.
Felipe: señora Leos, Gabriel lo necesita en la mansión de su padre, venga conmigo de inmediato
Amelia: si enseguida, adiós Vicky
Victoria: adiós! Oye, nos podemos ver mañana en el parque?
Amelia: eh, está bien, debo pedirle permiso a mi marido, pero con gusto te veré
Victoria: está bien
Amelia fue a la mansión del señor Roberto, el lugar era muy cómodo, grande y un poco fúnebre, pero al fin de cuentas, muy lujoso.
Amelia recorrió las escaleras, admirando cada rincón y una vida que su familia siempre deseó, el aroma de ese lugar era cálido y formal, definitivamente un espacio digno de un rey, sin embargo, no era lo que se merecía Roberto al llevar una vida de mentiras y fuerza.
Noto algo peculiar, cada rincón de la casa era adornada por floreros grises con listones azules, y en ellos se posaban unas rosas negras, al parecer para mostrar luto y respeto al señor, pero Amelia con su corazón noble, notaba otra cosa.
Gabriel miraba con melancolía el cuerpo de su padre, un hombre que lo educó y le enseño a vivir, las leyes y reglas de la vida según su intelecto y corazón.
Amelia se acercó viendo incomodamente la escena, un hombre lleno de maldad contagiando prejuicios y malos tratos para las mujeres estaba muerto en su cama, su esposo tomándole la mano y sin decir una palabra, no mostraba alguna reacción facial de tristeza o abandono, solo se mantenía serio y con la vista fija en el rostro de su padre.
Gabriel noto la presencia de su esposa y reaccionó al silencio que perduraba.
Gabriel: hola Amelia, gracias por venir
Amelia: hola Señor, lamento su pérdida
Gabriel: no te preocupes, es algo natural y creo que era lo mejor, de ahora en adelante solo llámame Gabriel
Amelia: si Gabriel
Ambos se despidieron del cadáver, y tomaron camino a su casa, Amelia estaba muy confundida por la actitud de su marido, no entendía la atención y la ternura de sus actos, eran agradables sin duda, pero bastante raros, ella dudaba de que mereciera tales actos de bondad y lindura, pero los recibía gustosa.
Por otro lado Gabriel tampoco entendía lo que le sucedía, era algo confuso y nuevo para el portarse así, iba contra las palabras de su padre y del papel de un hombre, y comenzaba a dudar de que las normas de la sociedad estuvieran mal, lo sabía, pero no quería admitirlo.
Llegaron, por fin en casa, podrían descansar y recapitular los hechos para comprenderlos con claridad, no se dirigieron una palabra, por lo cual el silencio aún era incómodo, era muy noche y ambos querían descansar, pero Gabriel no quería quedarse así nada más.
Amelia: Gabriel, lamento mucho lo de tu padre, estoy aquí para ayudarte en todo lo que necesites si? Es hora de dormir...
Gabriel: gracias por todo de verdad, antes creo que lo veía como una obligación, pero creo que tú y más chicas pasan por algo que no es opcional, digo...
Amelia: que quieres decir Gabriel?
Gabriel no contestó y simplemente la beso en la mejilla, le acaricio el pelo y dijo unas palabras finales.
Gabriel: quiero decirte que gracias por hacer todo aquí, las cosas cambiarán, buenas noches, no soy bueno para dedicarte cosas, pero soy bueno para decir la verdad, te quiero, gracias por ser mi esposa
Gabriel antes de dormir le dió una flor, una rosa digna de una bella dama, pero el color era negro, algo de oscuridad y soledad, era algo curioso.
Amelia no hablo, sin dudas no era lo que esperaba, pero era algo que le tocaba en lo más profundo de su corazón, tal vez no encuentre a su príncipe Ricardo, pero sin dudas, Gabriel se volvió un lindo esposo con propósitos de cambiar para bien, y a la rubia le gustaba, Gabriel era una rosa que en su interior guardaba algo, ella lo veía como una rosa negra.
Una rosa negra...
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