Capitulo 8 - Memorias de la Infancia.
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Anteriormente:
Ambos dejaron una marca sobre el otro, esta era la prueba del Ómicron, le había otorgado una oportunidad a Katsuki para demostrar su validez como un futuro compañero.
Izu se desvaneció sobre los brazos de Katsuki, totalmente agotado. Katsuki descendió hasta la terraza con Izu inconsciente en sus brazos.
-¿Y ahora que pasara?- Preguntó Katsuki.
-No lo sé, mi señor- Respondió Yami
-Esto es nuevo para mí. Ahora todo depende de usted-
Katsuki bajó la mirada hacia Izu y este se acurruco más cerca, hacia su pecho, se prometió en ese instante hacer cualquier cosa que fuese posible para ser aceptado por él.
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Capítulo 8.
Memorias de la Infancia.
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(Taishiro).
Unos cuantos metros separaban al Roc de las arenas del desierto, Taishiro sobrevolaba la zona sobre el lomo del águila la cual había extendido sus alas, en ocasiones batiéndolas para ganar impulso, dejaba una nube de arena en el camino.
Taishiro sonreía sin apartar la vista del frente, en la cintura llevaba atado un pergamino viejo que había encontrado en la antigua sala del trono de su padre, un mapa con la ubicación del reino de la luna.
Le tomó llegar menos tiempo de lo pensado, en la distancia bajo el sol del mediodía pudo observar la cúpula de tierra y una sonrísa se alargó en su cara dejando ver los colmillos en su amplia boca.
-¡Aprisa!- Gritó palmeando el lomo del águila la cual dio un chillido; alzo las alas casi en completa vertical y las bajó pegándolas a los costados creando una ráfaga de aire que creó un hueco en la arena, como un cometa llegó a la sima del domo y giro alrededor.
Taishiro analizó la situación, la arena giraba a una velocidad peligrosa y además arrastraba pequeños guijarros, no parecía haber otra entrada.
Se puso en pie con el Roc aún describiendo círculos en el aire, su caftán se meció igual que su cabello, el aire le zumbaba en los oídos. Recubrió su cuerpo con un poco de su aura por precaución, conocía bien sus límites y no correría riesgos innecesarios, luego saltó hacia el domo de tierra. Para cualquiera, quizás excepto Mirio, saltar terminaría en la muerte, pero Taishiro poseía la habilidad de absorber el impacto de los golpes sin sufrir daños.
Paso un mal momento entre la nube de tierra, gracias a sus habilidades no fue arrastrado por el fuerte viento y cada golpe de arena y piedrecillas que su cuerpo recibia apenas lo sentía, aun así el repetido golpeteo de estos fue molesto para Taishiro.
Después de cruzar la barrera de arena se vio inmerso en una total oscuridad, pasaron varios minutos para que pudiese ver al fin un fulgor blanquecino y por ende la ciudad dibujándose a medida que descendía.
A escasos centímetros de golpear el suelo se detuvo en el aire y seguido se produjo un sonido de algo muy parecido a golpear un árbol hueco.
Taishiro toco la piedra con los pies desnudos, no era fría. Observó los alrededores, nadie transitaba por las calles y los árboles y plantas perdían sus hojas y pétalos, se veían bastante enfermos.
Un ligero olor rancio le pico la nariz, pero no le dio importancia. Avanzó hacia el palacio que se observaba a la distancia, erguido sobre cualquier otra construcción. Durante el camino pudo notar sombras que se escondían entre las construcciones o se movían a prisa cuando él no parecía estar viendo, pero decidió no prestar atención.
Un arco de piedra blanca guiaba la entrada del palacio, Taishiro entró observando un jardín marchito.
El suelo era de un tono café amarillento con áreas oscurecidas, como si hubiese sido quemado. Los árboles que flanqueaban el camino estaban torcidos y delgados, solo carcazas vacías. Los howz estaban secos, con rastro de polvo blanco donde una vez hubo agua.
Nada era como estaba descrito en los diarios de su padre, dónde se hablaba de la hermosa flora y la mágica esencia, Taishiro solo veía un reino en decadencia envuelto en un pútrido aroma.
Llegó hasta la sala del sultán y en el trono colocado hasta el fondo sobre gradas de mármol pudo verlo, un hombre postrado con la cabeza baja. Los ropajes tenían manchas negras y las telas estaban opacas, un desagradable olor viciaba el ambiente. No había nadie más cerca.
-Un sultán no debería oler a mendigo- Dijo Taishiro arrugando la nariz, permaneció en el umbral de la madraza donde el hedor era menos fuerte.
-Un sultán debe elegir entre beber agua y vivir un día más o ser un cadáver perfumado- Dijo el sultán sin levantar la cabeza.
-He venido por información- Dijo Taishiro -Quiero saber todo acerca de la creatura llamada Ómicron-
El sultán se estremeció en su trono y levantó muy despacio la cabeza, tenía vendajes sobre la mayoría del rostro, solo su ojo derecho estaba al descubierto, la tela blanca de las vendas tenia manchas negras de sangre seca y otras más escarlatas más recientes.
-¡Ah!- Expresó el sultán, bajo las vendas se extendió una sonrisa llena de dientes negros que Taishiro no podía ver
- Un sultán del sol ¿Tu eres del reino de Candor o Shams? No... eres demasiado mayor, tú debes ser el sultán de Alharara, el reino más grande de los tres. Quizás tú seas más racional que tu salvaje hermano -
-¿Qué quieres decir?- Preguntó Taishiro
-Tu hermano robó algo muy preciado para mi reino- Dijo el sultán conteniendo la ira -Y lo quiero de regreso. Te daré toda la información que buscas si a cambio me lo traes de vuelta-
Taishiro sabía que el hombre estaba desesperado e intentaba manipularlo, podía ir y torturarlo hasta encontrar la información que deseaba, pero la situación podía estar a su favor.
El Ómicron parecía tener la capacidad de someterlo y con Katsuki siempre a su lado las oportunidades para asesinarlo serian mínimas. Tenía que enfrentarlos de otra forma.
-Te escucho- Dijo Taishiro, por el momento le haría creer que cayó en su juego. El sultán sonrió y un brillo malicioso destello en su mirada.
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(Katsuki).
Katsuki descansaba en la terraza del que ahora era el jardín del palacio, la luna llena iluminaba en lo alto. Había pasado ya un día desde el cortejo de Izu y a partir de entonces él seguía dormido en la habitación contigua a la suya. Insistió en permanecer cerca de él, pero Yami le advirtió que su cansancio era normal durante el periodo de celo y tener un alfa rondando lo pondría peor. Accedió de mala gana sin antes ordenarle a un par de guardias beta que cuidaran la entrada de los aposentos. Luego de eso paso todo el día distrayéndose con asuntos del reino hasta que la noche llegó.
-Ese bastardo ¿Cuánto más planea permanecer dormido?- Dijo de brazos cruzados. Bajó la mirada hacia los racimos de uvas que crecían en la barandilla, no había comido en todo el día, su estómago rugió. Eso solo le recordó el problema sobre la escasez de comida y agua del reino que aún no resolvía. Tomó el racimo y lo arrancó, para su sorpresa un nuevo racimo creció una velocidad sobrenatural.
Perplejo arrancó otra vez el racimo y una vez más creció otro nuevo. Realizó el proceso hasta que tuvo una pila de racimos de uva. No lo creía, una sonrisa flameó en su rostro. Observó todos los árboles frutales que había en el basto jardín si todos eran así su problema había terminado.
-¿Quizás el agua sea igual?- Pensó. Se paró cerca de la barandilla listo para saltar al jardín, pero antes de hacerlo escuchó el sonido de las puertas abriéndose dentro del recinto.
-¡Dije que no quería ser molestado!- Gritó Katsuki, pero sólo escuchó pasos acercándose muy despacio.
-Quién quiera que seas estas en problemas- Dijo Katsuki y explosiones de amenaza surgieron de sus manos.
Desde las sombras seguían escuchandose pasos acercándose muy lento, Katsuki tomo una posición defensiva. Escuchó como el intruso se desplomo sobre el suelo, entró a prisa solo para ver a Izu tirado en medio de la habitación. Katsuki corrió hacia él y lo tomo entre sus brazos.
- ¿¡Estas bromeando!?-
-Katsuki...- Dijo Izu, sonaba débil. Su cara era cubierta por un rubor rojizo y sus ojos estaban llorosos.
-Katsuki...- Dijo otra vez con voz entrecortada, parecía sufrir, su voz erizo la piel de Katsuki. Izu levantó la mano y acaricio la mejilla del sultán, su pálida mano estaba ardiendo.
-Katsuki...- Dijo una vez más para luego caer inconsciente, Katsuki sintió como el cuerpo de Izu abondono toda su fuerza bajo sus manos.
Katsuki dejó de respirar y abrió los ojos muy amplios, la expresión en su rostro era de completo miedo.
-¡Oye Despierta!- gritó Katsuki sacudiendo a Izu, pero no respondió, por un segundo la imagen de él muriendo lo aterro.
-¡No me puedes hacer esto! ¡Despierta!-
No hubo respuesta, Katsuki giró la cabeza de un lado a otro sin saber que buscaba realmente.
Salió con Izu en brazos corriendo fuera de la habitación por los corredores del palacio, podía sentir el calor corporal de Izu aumentando. La idea de perderlo, no podría soportar algo así.
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(Mirio).
-Mi señor, esto es demasiado...incluso para usted- Ojiro veía desde el marco de la puerta como Mirio iba de un lado a otro en su habitación arrojando prendas y objetos que sacaba de los muebles y colocaba algunos dentro de un saco de cuero café.
-He tomado mi decisión- Dijo Mirio y se acercó a Ojiro poniéndole una mano sobre el hombro -Tú reinaras en mi ausencia-
Ojiro estaba en total desacuerdo con Mirio. Desde que habían llegado al reino de Candor, Mirio se había portado más distante de lo normal y de un momento a otro apareció frente a Ojiro gritando que saldría a un viaje muy importante.
-Mi señor...- Replico Ojiro una vez más.
-Tome una decisión- Dijo Mirio colocándose el saco de cuero en el hombro.
-Tú estas preparado para reinar, siempre has atendido las necesidades del reino. Sabrás que hacer-
Mirio caminó hasta el balcón de su habitación, esta apuntaba hacia el desierto. Fuera podía verse el Roc de Mirio esperando. De un salto monto el lomo del águila.
-Lo dejó a tu cargo- Dijo Mirio con una gran sonrisa agitando sus manos. El Roc tomo altura y Ojiro solo observó desde el balcón a Mirio marcharse, perdiéndose de vista en la oscuridad de la noche.
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( Yami y Kirishima ).
(Reino de la luna: 12 años atrás / Yami ).
Por las calles Yami caminaba mirando hacia el suelo, iba descalzo y tenía agujeros en la ropa. Los habitantes lo miraban como si fuera algún animal venenoso, muchos murmuraban a sus espaldas. Yami fingía no escucharlos. Otros más se cubrían la nariz al pasar cerca de él.
Cuándo Yami había cumplido los siete años fue acusado por la muerte de su familia. Durante una discusión con su padre las sombras de yami se agitaron como tentáculos que emergían del suelo y se extendieron sin control, después de eso Yami despertó, alrededor de él solo quedaban las ruinas de lo que una vez fue un hogar para él. Bajó los escombros encontraron los restos de la familia sin vida. Por las leyes del reino no podía ser condenado o asesinado, por lo que todos optaron por dejarlo a su suerte.
-No sobrevivirá- Dijeron mientras le daban la espalda. Pero no fue así, creció guardando rencor y maldiciendo su destino.
Cuatro años habían pasado desde el incidente. Su corazón se había cerrado totalmente ante las personas y siempre mantenía el entrecejo fruncido.
Su estómago gruñia y se sostuvo el vientre con ambas manos frotándolo en un intento por mitigar el dolor.
Llevaba ya cuatro días desde que probó su último alimento. Cada vez que intentaba tomar la fruta de los arboles las personas lo detenían incluso llegó a recibir varios golpes. Por ese motivo evitaba mirar hacia arriba, odiaba ver la fruta y no poder tenerla.
Por órdenes del sultán durante la noche había guardias en cada árbol o cerca de los arbustos de frutas, solo para evitar que Yami las obtuviera. Con un poco de suerte conseguía robar alguna fruta o pan de los mercaderes descuidados, pero no había corrido con suerte en casi una semana.
Su visión se ensombreció y se tambaleó cayendo al piso. Las personas pasaban de largo con alargadas sonrisas en sus caras.
-No le queda mucho- escuchó decir a una mujer entre risas. Se levantó y avanzó a trompicones, tomó rumbo hacia un lugar especial, dónde las personas no iban, pues estaba oculto por rocas muy altas. Se escurrió por una grieta entre la rocas arrastrándose por el lodo. Del otro lado crecía un campo de flores, el lugar secreto de Yami.
Avanzó y al final cayó inconsciente sobre el suelo amortiguado por la cama de flores.
-Despierta- Yami escuchó una voz a la distancia -Despierta-
Abrió los ojos entre parpadeos siguiendo el sonido de la voz. Un niño de cabello blanco y piel pálida lo estrujaba por el hombro. El pequeño sonrió, Yami no entendía la situación y de pronto recordó dónde estaba, se alejó muy rápido del niño, pero otra vez regreso al suelo de rodillas, no tenía más fuerza para mantenerse de pie. Lo observó, solo vestía ropa lisa sin ningún diseño.
-¿Te duele algo?- Preguntó el pequeño de forma inocente. Yami no respondió mirándolo con recelo, una vez más su estómago rugió. La sonrisa del niño se extendió. Yami rechino los dientes, pensó en que sólo era otra persona burlándose.
-Soy Izuku- Dijo el pequeño, pero Yami no respondió, otra vez le rugió el estómago.
Izuku sonrió, caminó cerca de Yami y colocó sus pequeñas manos en el suelo, vio como un brillo azul lo envolvía y un arbusto emergió, no era más grande que el mismo Izuku; varias manzanas brotaron y crecieron hasta volverse rojas frente a la mirada atónita de Yami. Izuku arrancó una colocándola delante de él.
-Aléjate- Gritó Yami, golpeando la mano de Izuku, la manzana cayó al suelo pero Izuku corrió por ella entre las flores y regresó con una sonrisa ofreciéndola otra vez.
-¿No entiendes?- Preguntó Yami, esta vez tomó la manzana y la arrojó tan lejos como pudo. Izuku corrió por ella, tropezando en el camino pero se levantó y siguió corriendo hasta tomar la fruta y regresar de nuevo con ella. La acercó a su cara intentando que la comiera, pero en respuesta Yami se inclinó hacia adelante y clavó los dientes sobre la mano de Izuku, apretó más fuerte hasta que le dolió la mandíbula luego levantó la cabeza solo para encontrase con lágrimas en los ojos de Izuku.
-¿No te gustan las manzanas?...- Preguntó Izuku entre sollozos
-Puedo hacer peras... ¿Esas si te gustan?- Preguntó inocente.
Yami aflojó la mordida y se alejó, el sabor de la sangre le provocó arcadas.
-¡¿Dónde te escondes pequeño engendro?!- Se escuchó la voz de alguien cerca.
Izuku dejó de sonreír y se levantó corriendo a toda prisa
-Vendré maña te daré peras- Salió por el agujero por dónde Yami había ingresado.
Se quedó apreciado la manzana, una vez más su estómago se retorció por el dolor. Comió la manzana hasta el hueso y siguió comiendo las otras solo para darse cuenta que crecían más. Continúo hasta estar satisfecho y caer dormido.
-Despierta- Yami abrió los ojos solo para encontrar la cara sonriente del pequeño Izuku muy cerca de él.
-¡Ah!- Gritó Yami levantándose y cayendo de espaldas. Izuku rio. Yami lo contemplo con enfado.
-¡Mira!- Izuku señaló con su dedo a un arbusto con peras al lado del arbusto de manzanas.
-¡Peras!- dijo feliz.
-¿¡Qué ocurre contigo!?- Gritó Yami. Izuku parpadeo confundido.
-¿No te gustan las peras?- Preguntó encogiéndose de hombros, se agarró el dobles de la ropa con ambas manos y unas lágrimas salieron de sus ojos.
-Yo... n-no... se... crec... crecer otra co-cosa- Dijo con las mejillas infladas y rojas para luego comenzar a llorar en alto. Yami dio un saltó por la sorpresa.
-¡No llores!- Gritó, pero Izuku no parecía escucharlo -¡Cállate!- le ordenó.
Izuku comenzó a llorar más alto aún, Yami vio hacia ambos lados sin saber que hacer. Corrió hacia el árbol de peras y comenzó a comer una frente a Izuku.
-Mira..- dijo mientras mordía la fruta
-¿Lo vez? me gusta- Dijo Yami hablando con la boca llena y luego trago.
Izuku dejó de llorar y froto sus ojos para limpiarse las lágrimas, corrió hasta abrazar a Yami para luego mostrarle una gran sonrisa.
-¡Aléjate!- Intentó apartarlo pero se había aferrado a él muy fuerte. La cara de Yami se puso roja recordando cómo la gente se cubría la nariz por su mal olor. -¡Aléjate!-
Pero Izuku sonreía sin obedecerlo. Yami se volvió humo alejándose. Ambos quedaron sorprendidos, era la primera vez que Yami hacia algo así.
-¡Wooooah!- Gritó Izuku, saltando de alegría
-¡Eres un engendro como yo!-
-¿Engendro?- repitió Yami confundido olvidando lo que había hecho hace un instante.
-¡Sí!- Respondió Izuku alegre corriendo hacia él envolviéndolo en otro abrazo.
-Papá llamá así a personas que hacen cosas especiales, como tú y yo. No sé qué es eso, pero si papá lo dice, debe ser bueno-
Yami no supo que decir, quizás ese niño no era como los demás. Sin notarlo Yami elevó su mano hasta la cabeza de Izuku y le revolvió su cabello.
Los días pasaron en el jardín de flores. Poco a poco Izuku fue ganando lugar en el corazón de Yami. Nunca hablaron sobre sus vidas, no parecía importante.además de que Izuku era sólo un niño muy pequeño.
Ese día Yami estaba recostado descansando sobre las flores, mientras Izuku jugaba alrededor.
-Yami- Dijo Izuku.
-¿Si?- Preguntó Yami abriendo los ojos, Izuku estaba delante de él escondiendo algo en su espalda.
-Ten, es para ti- Dijo Izuku sonriendo, colocó sobre la cabeza de Yami una corona de flores hecha con claveles blancos, Yami la tentó un poco confundido.
Era la primera vez que recibía un regalo, por simple que fuera.
-¡Yo amo las flores! ¡Se las doy a quien amo! ¡Ahora eres mi príncipe de flores!-
Izuku corrió lejos jugando y saltando, Yami se llevó la mano al pecho, latía muy rápido y sentía la cara caliente. También era la primera vez que alguien le decía que lo amaba.
(Reino de Shams: Presente).
-Hey... ¿Me escuchas? ¡Hola!- Kirishima agitó el hombro de Yami quién miraba con mucha atención unos claveles en uno de los puestos del mercado.
-Lo siento- Se disculpó Yami.
-Estaba...yo... sólo recordaba el pasado- dijo volviendo en si.
-Eres un tipo raro como tú príncipe- Dijo Kirishima para luego sonreír.
-¡Siempre me han gustado los tipos raros!- Kirishima tomó uno de los claveles y se lo puso en el cabello a Yami.
-Vamos- Tomó la mano de Yami y lo arrastró por los mercados viendo cosas sin sentido. Katsuki les había dado el día libre a ambos. Kirishima hablaba sin parar sobre cada cosa que veían, pero Yami no escuchaba, solo podía ver la gran sonrisa en el rostro del Alfa. Su cara se sintió roja y su corazón latió rápido.
"No creí que alguien más podría lograr hacer que me sintiera así" Pensó Yami dejándose arrastrar de la mano de Kirishima.
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(Izu).
Izu despertó viendo de un lado a otro en la penumbra de la habitación. La noche nunca había sido un problema para él, siempre fue capaz de ver en la oscuridad, pero en ese momento no conseguía ver con claridad, sentía pesados los parpados y la cabeza le daba vueltas.
Bajó de la cama descalzo, dio un paso y cayo arrodillado. Temblaba de pies a cabeza, respiraba muy agitado y había sudado tanto que la ropa estaba húmeda y pegada a su cuerpo. Pasar por los días de celo era agobiante, pero en esa ocasión estaba resultándole más duro de lo habitual. Se levantó temblando y bastante encorvado, arrastró los pies hasta la puerta.
-Katsu...ki- Dijo tan alto como pudo y golpeo la puerta con la mano.
-Vuelve a dormir- Escuchó la voz de uno de los guardias del otro lado
-El sultán no desea ser molestado en este momento- advirtió.
-Katsuki- Dijo Izu otra vez recargando se contra la puerta temblando.
-¿No escuchaste?- Dijo el otro guardia
-Vuelve a la cama, maldito Omega-
Izu necesitaba encontrarlo su cuerpo se envolvió en su aura y los guardias del otro lado cayeron noqueadas al instante. Recargo el peso de su cuerpo contra la puerta y tiro el pestillo abriendola. Izu no pudo mantenerse en pie y volvió a caer.
-Katsu...ki- Se arrastró por el suelo siguiendo el olor del sultán. Cada parte de su cuerpo punzaba y ardía. En varias ocasiones había quedado inconsciente en medio del camino para solo despertar y seguir arrastrándose. El sol aun estaba en lo alto, avanzó por los corredores muy cerca del muro lejos de la luz de sol. Para cuando llegó al estudio de Katsuki la noche ya había caído.
Con ayuda de la puerta se puso en pie, temblando intentó tomar el pestillo, pero era como si su mano se moviera en la direccion equivocas desobedeciéndolo. Consiguió abrir la puerta con dificultad y entró sin caer. Había muchos libros en las estanterías y el olor de Katsuki llenó los pulmones de Izu haciéndolo estremecer.
-Kats...uki- Esta vez su voz había salido como un quejido muy bajo. Avanzó arrastrando los pies, ya no tenía fuerza para despegarlos del suelo.
-¡Dije que no quería ser molestado!- Escuchó la voz desde la terraza.
Se movió unos centímetros más, ya estaba muy cerca.
-Quién quiera que sea estas en problemas- Escuchó gruñir a Katsuki, pero estaba en su límite y cayó al suelo.
Le zumbaban los oídos ya no podía escuchar más. Parpadeó y al abrir los ojos Katsuki estaba delante de él diciendo algo pero no escuchaba nada, el rostro de Katsuki tenía una más de esas expresiónes que Izu no lograba entender, siempre tenía expresiones diferentes, pero nunca entendía realmente lo que deseaba. Izu Intentó decir el nombre de Katsuki, pero no podía escuchar su propia voz. Finalmente toco la mejilla del sultán antes de caer inconsciente.
Katsuki no estaba seguro de a dónde ir, corrió en varias direcciones con Izu en brazos. El zafiro supresor de Izu se agitaba como si en cualquier momento fuera a romperse, no tardaría en empezar a desprender su aroma y feromonas. Tenía que ser rápido ¿Pero que debía hacer?. Recordó las palabras de Yami, ningún tipo de supresor detendría el celo o aliviaría el malestar. Su única alternativa era intentar bajar la temperatura de Izu.
En la distancia pudo ver las puertas de los baños de las doncellas. Con una patada las abrió de par en par, la habitación era gigantesca, en el centro había un gran rectángulo lleno de agua. En los bordes había estatuas con formas de animales y de sus fauces brotaba agua caliente.
Las doncellas profirieron un gritó al unísono y se sumergieron bajo el agua para ocultarse, pero al ver que se traba del sultán pronto sus expresiónes cambiaron. Todas las doncellas eran omegas, para una mujer omega la vida resultaba difícil, así que Katsuki había reunido a la mayor cantidad de ellas para que fueran sirvientas del castillo y darles una vida un poco menos dura.
La sala de baño de las doncellas era la más cercana al estudio de Katsuki, la mayor parte de las ocasiones tomaba sus baños en ese lugar sin importar quién estuviese, con el paso de los días las Omegas del castillo estaban acostumbradas a ver al sultán en ese lugar. Se había ganado la confianza de ellas, pues él nunca intentó tomar ventaja de la situación y durante las horas de baño permanecía con los ojos cerrados, siempre gritaba que estaba cansado para justificarse, pero todas sabían que intentaba no ponerlas incomodas, algo que realmente les parecía tierno, a pesar de que sus actitudes demostraban lo contrario ellas sabían que era una buen hombre.
Varias de las chicas salieron del agua desnudas y rodearon a Katsuki.
-¡Un omega!- Gritó Ochako.
-¡Es hermoso!- Grito Mina.
Momo colocó la mano en la frente de Izuku al notar su respiración agitada.
-¡Está ardiendo!-
-¿Está en celo?- Preguntó Kyoka.
-Si- respondió Katsuki. Era un alfa y sabía sobre el celo de un omega, pero nunca había estado cerca de uno cuándo eso ocurría, así que en verdad desconocía muchas cosas aun. Se alegró de estar en ese lugar, quizás podrían ser de ayuda.
-Un irregular- dijo Ochako. Katsuki, sabía que no era un irregular, después de todo no era un omega.
-Yo...Necesito ayuda- Dijo Katsuki con tono de voz muy bajo, todas en la habitación abrieron la boca de la impresión, era la primera vez que escuchaban a Katsuki solicitar ayuda y sonar tan preocupado. Todas sonrieron viéndose entre sí.
Las chicas abrieron los conductos de agua fría y le indicaron a Katsuki que debía desnudar a Izu. Katsuki se estremeció y apretó los dientes con un sonrojo en su cara.
-Esto será de ayuda- Tsuyu entregó un saquito aromático a Katsuki colocándolo encima de Izu
-Son hierbas especiales, funcionan en agua fría, liberan un aroma que relaja los músculos. Es perfecto para los espasmos y fiebre provocados por el celo- explicó la chica.
Las chicas dieron instrucciones sencillas y salieron del baño, Ochako fue la última y antes de cerrar las puertas se giró para decir una última cosa a Katsuki.
-Si todo lo demás falla, un remedio infalible es que usted ayude con un poco de "Trato" al Omega- Dicho eso ella salió cerrando las puertas. Katsuki no había comprendido aquello último.
Tras un suspiró Katsuki depósito a Izu muy despacio sobre el suelo de mármol, aún respiraba agitado y el tono rojo de sus mejillas hacia un fuerte contraste con su piel blanca. Trago saliva, debía desnudarlo antes de meterlo al agua. No estaba seguro, pero no tenía tiempo para dudar.
Con cuidado le quitó el caftán y muy despacio retiró el sari de color negro que vestía. Katsuki quiso desviar la mirada, Izu estaba delante de él con el torso desnudo. Su cuerpo era más delgado de lo que parecía, su pecho estaba salpicado de pequeña pecas doradas. La areola de sus pezones parecía estar erecta. Katsuki deslizó su mano desde el pecho de Izu hasta su vientre.
Izu se estremeció bajo su roce liberando un suave gemido. Katsuki saltó hacia atrás, sonrojado. Era la primera vez que escuchaba un sonido como ese. Sacudió la cabeza no tenía tiempo para distraerse. Mordiéndose los labios bajó muy despacio el pantalón de Izu mirando hacia otro lado. Cuándo por fin el pantalón estuvo fuera Katsuki se giró muy despacio y sin poder enviarlo miró.
Izu estaba completamente desnudo ante sus ojos, su corazón latía muy fuerte. Sus piernas eran largas y torneadas dibujando finas líneas que contrastaban con las curvas de sus caderas y glúteos. Paseo la mirada desde la cara de Izu hasta su entre pierna, su pene era de un ligeramente color más rosado.
-Incluso el bello de aquí abajo es blanco- Dijo en un susurro perdiéndose en la figura de Izu luego se abofeteo las mejillas gruñendo.Se le estaba comenzando a dificultar el concentrarse.
Katsuki arrojo su propio caftán al suelo y bajó sus pantalones, una gruesa erección se liberó golpeando en su abdomen. Chasqueo la lengua, nunca antes había tenido tan poco auto control.
Tomó a Izu entre brazos y entró en el agua fría, se sentó muy despacio el agua le cubrió hasta el pecho y a Izu hasta el cuello. En momentos Izu se sacudió entre sus brazos, los espasmos aumentaban, recordó el consejo de Tsuyu y roció un poco de la hierba en el agua, los espasmo se habían detenido. El tiempo transcurrió y la temperatura de Izu había descendido muy poco.
-Katsuki.. - Escucho la voz de Izu, bajó la mirada solo para encontrase con los ojos plata de Izu mirándole con una ligera sonrisa. Katsuki sonrió feliz, toda la angustia ahora solo parecía un mal sueño. Acercó su frente hasta tocar la de Izu y cerró los ojos.
-Estaba asustado- Dijo con voz temblorosa depositando un beso en la mejilla de Izu
-Por favor no vuelvas a hacerlo- pidió mirándole aún con sus frentes juntas.
-Katsuki- Dijo Izu en voz baja, poniendo su mano sobre la mejilla del Alfa. Se aproximó despacio y plantó un beso en los labios del sultán, quien abrió los ojos por la sorpresa, pero de inmediato lo estrechó más cerca devolviendo el beso.
Ambos eran inexpertos, las caricias fueron torpes, pasando las manos de arriba a abajo y deteniéndose por momentos.
-Katsuki- llamó de nuevo pero está vez el tono de su voz fue suplicante. Se revolvió liberándose del abrazo para sentarse en las piernas del Alfa.
La erección del sultán pasó por debajo de los muslos de Izu hasta salir entre los glúteos. Izu envolvió a Katsuki en un abrazo y presionó los labios contra los de él otra vez.
El sultán introdujo su lengua dentro de la boca de Izu, ambas se revolvían en círculos y se presionaba. Las respiraciones de ambos fueron siendo más pronunciadas y jadeaban por aire, pero ninguno de los dos quería separase. Katsuki tomó los glúteos de Izu con ambas manos y los apretó, lo meció de arriba a abajo frotando su erección entre ellos sin meterlo en su entrada. Solo se frotaba. Pudo escuchar los gemidos de Izu ahogados por el beso.
Izu se separó exhalando e inhalando con fuerza al igual que Katsuki. Era la primera vez que ambos sentían esa montaña rusa de sensaciones que, en el mejor de los sentidos los comenzaba a desquiciar.
-ngh... Katsuki- gimió Izu, colocando las manos en el pecho de Katsuki -hmm...Katsuki-
Escucharlo decir su nombre con esa mirada suplicante lo excitaba más de lo que esperaba. Tomó a Izu en brazos y lo recostó sobre el frio piso de mármol.
Beso el cuello de Izu y recorrió con su mano desde el muslo hasta encontrar el pene palpitante y necesitado del Ómicron, comenzó con un suave masaje.
Izu se retorcía entre las caricias del sultán aferrándo sus manos a la ancha espalda del Alfa casi clavando sus uñas. El sultan gruño desde lo más profundo de su pecho mordiendo muy ligero el cuello de Izu sin llegar a penetrar su piel.
-¡Katsuki!- Gimió Izu mas alto de forma desesperada. El sultán bajó tranzando un camino de besos desde del cuello hasta los pezones de Izu, dónde se detuvo succionado y mordiendolos sin ningún cuidado mientras aumentaba el ritmo de la masturbacion. Izu gimió muy alto, parecía una zona especialmente sensible, clavo las uñas en la espalda de Katsuki arañandolo desesperado. jamás había sentido tal placer, todo era nuevo y delirante para Izu.
Katsuki continuó bajando y depositando besos hasta llegar al pene de Izu, se relamio los labios y lo introdujo en su boca por completo.
Izuku enredó las piernas alrededor del cuello del sultán y arqueo su espalda por el placer. Katsuki succióno y mordió esta vez con gentileza en medio de un vaivén hambriento mientras él mismo tomaba su propio pene con la mano libre llevándolo de arriba hacia abajo.
-¡Ah! ¡Katsuki! ¡Katsuki!- Gimió Izu con locura citándolo a aumentar el ritmo, succiono tan fuerte mientras giraba su lengua alrededor del largo del pene de Izu. Estaba en su punto, duro y en su clímax. El ritmo aumentó hasta que la cara de Izuku roja y con ojos llorosos se contrajo dejando notar que estaba en su límite.
-¡AHH! ¡KATSUKI! - Gritó Izuku una vez más con fuerza y para dejar todo dentro la boca de Katsuki quien sin problemas lo trago, así mismo Katsuki había terminado también dejando sus manos llenas de un espeso y caliente liquido blanco.
Despacio se tumbó cerca de Izu, el piso se sentía helado a comparación de lo caliente de sus cuerpos, ambos jadeando. Se miraron el uno al otro.
Katsuki sonrió muy amplio, como nunca en su vida; estaba realmente feliz. Estrechó a Izu mas cerca de él plantando un cálido beso en su frente perlada por el sudor.
-Te entregaré cada flor en el mundo, así que por favor se mi rey- dijo Katsuki susurrándole al oido.
Izuku se acurrucó en su pecho y cerró los ojos quedándose dormido. Era la primera vez que experimentaba la sensación de un celo un poco aliviado, no lo habían penetrado, pero había sido suficiente para que logrará sentirse mejor por el momento. Sonrió de firma dulce, escuchando el palpitar del corazón del Sultán bajo su oído.
Continuará.
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Eso ha sido todo por hoy amados lectores ¿Les gustó? ¿Qué les pareció su sorpresa? 7v7 y por ello me refiero al Katsuki ayudando a Izu a calmar su celo.
CRÉDITOS DEL FANART DE IZU Y YAMI A YUKARIETD EN TWITTER
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