Capítulo 42°: Confiar y esperar
Confiar y esperar.
Aun sabiendo que eras fugaz, yo te amé con todas mis fuerzas, como si fueras para siempre.
—Marco Valerio.
"Volverá, tendremos que esperar unos días para confirmarlo, como mucho un par".
Un par de días se convierten en una semana, y una semana en dos. Parpadeando y apenas siendo una sombra, dos semanas se vuelven un mes.
Gasto mis días preguntándome cómo será el momento en el que regrese. Quizá se haya olvidado de mí como en las películas y tengamos que comenzar de nuevo.
Pero no me importaría, solo quiero que regrese.
Y a veces voy al café donde siempre me preguntan por él y yo siempre respondo lo mismo: él volverá pronto, espera que todos estén bien, y yo no puedo saber si es cierto, pero supongo que es algo que Jin diría.
A veces observo a Namjoon y a veces observo a Taehyung los días que me detengo por café y una vez los vi a ambos en la misma mesa con Woo-Jin. Tomé una foto mientras reían esperando que nadie haya notado mi comportamiento cuestionable porque espero mostrarla a Jin una vez volvamos a vernos. A él le gustaría saber que su jefe, una de sus personas favoritas en el mundo, también es su familia, y creo que amaría a Taehyung, creo que le encantaría saber que es su hermano mayor.
A veces me sorprendo hablándole a las paredes porque el silencio en casa parece absorberlo todo y he tenido que hacer un esfuerzo del tamaño del edificio para seguir llamando a papá y visitar a mamá y hablar con las personas como si mi mundo no estuviese balanceándose sobre un hilo delgadito mientras cargo ladrillos contra mi pecho.
La luz que cuelga de mi cuello sigue siendo diminuta, casi invisible, y me sorprendo cada tantas horas buscándola con intensidad con miedo de no verla en absoluto; y a veces está cálida y a veces no lo está, y a veces me despierto pensando que todo ha sido una pesadilla demasiado larga, pero nuestros frascos siguen en la mesa de noche donde las fotos de mi agenda son lo único que me queda para no comenzar a creer que estoy enloqueciendo, entonces suspiro y comienzo mi día, sonriéndole a todo el mundo y repitiendo una y otra vez lo mismo en mi cabeza.
Confiar y esperar.
Por las noches tomo un tren hacia las afueras, camino algunas calles hasta la granja con mi frasco de luces colgando en mi mochila y me siento en las faldas del sauce llorón donde nos besamos la última vez que estuvimos aquí.
Observo las pequeñas luces en el envase transparentes que revolotean como si de luciérnagas se tratasen, les sonrío y a veces suspiro cuando las abrazo contra mi pecho.
Todo el mundo puede decir que no puedo contener las lágrimas de una estrella entre mis manos, pero él me las entregó y entonces las sostengo entre mis brazos mientras miro al cielo y espero a que él venga a verme.
No lo hace, como todas las veces que he estado aquí, así que me quedo esperando hasta que es demasiado temprano y el sol comienza a tragarse la oscuridad, pero aun mi cabeza se halla bajo el manto nocturno.
Me sigo aferrando al frasco donde los último deseos que pedí permanecen flotando como pequeños luceros en el vacío del objeto tapado y cierro los ojos mientras canto la estúpida canción de cuna que le gustaba más que cualquiera que pasaran en la radio.
Tarareo y no me detengo hasta que estoy demasiado cansado, esperando que pueda escucharme y que mi voz lo deje dormir como me ayudó a mí alguna vez, aunque no pueda estar seguro de nada. Aunque no sepa si mi voz puede encontrar su alma más allá en el firmamento.
Todo el mundo puede decir cosas que no pueden comprender, pero yo aún tengo las luces en mis manos y las estrellas sobre mi cabeza y sé que una de ellas es él, y mientras decide volver, yo he decidido esperarlo, porque sé que vendrá por mí como lo prometió.
Pero hoy no lo hace.
Marzo da paso a abril y abril da paso a mayo, y el fin de mes trae consigo la reunión del proyecto en el que hemos estado trabajando, además de que comienza de nuevo la rutina de mi último ciclo de universidad luego de prepararnos para los exámenes que tenemos que rendir en unos días. Mi cabeza parece querer salirse de mi cuerpo y flotar por el espacio hasta colisionar con cualquier cuerpo estelar que la destroce.
La maqueta en la que no he dejado de trabajar hasta hace poco se encuentra en el centro de la gran mesa ovalada y yo estoy solo observándola mientras espero a que llegue todo el mundo. Es la última reunión del día y soy el primero que ha llegado.
Las pequeñas paredes blancas del edificio a escala parecen burlarse de mí y yo solo las dejo mientras mi mente viaja una y otra vez a los recuerdos que han creado pequeñas islas en mi cabeza, y me descubro yendo hacia ellas varias veces al día para que todo sea más fácil, pero es solo un placebo de efecto momentáneo.
Pasa una hora, o quizá pasaron ya dos y la reunión acaba igual que lo han hecho las tres últimas. El jefe Kim tampoco ha aparecido hoy y todo el mundo supuso que volvería cuando el cuatrimestre acabase por fin, pero se ha mantenido ausente la mayor parte del tiempo, trabajando desde cualquier otro sitio menos la oficina. La sala se queda vacía luego de unos minutos y me quedo sentado en el borde de la gran mesa, mirando por los ventanales infinitos hacia la ciudad que me da una ligera sensación de vértigo.
—¿Crees que lo he estado haciendo bien, amor? —le pregunto al cielo a través del cristal que muestra como los tonos azules pastel van tornándose cálidos por el atardecer —Lo he intentado con fuerza, y así cuando vuelvas no tendrás una sola queja de mí.
Me río de mí mismo, cubriendo mi rostro con ambas manos para no dejar escapar el grito que tengo atorado en la garganta desde hace más de un mes.
—He-He estado siendo realmente amable, y visité a la abuela hace una semana. Ella no me preguntó por ti, pero me regaló un pendiente con el dibujo de un esmeralda. Ella cree que te gustará y espera que lo cuelgues del abrigo azul que tanto quieres, yo...yo no lo he vuelto a usar y de alguna manera creo que he perdido el pendiente, o lo he dejado en casa porque todo se pierde de mis manos últimamente.
Sacudo mi cabeza mientras me estabilizo sobre mis dos pies, respirando con profundidad en el acto. Confiar y esperar.
Mi celular comienza a sonar cuando estoy a punto de llegar a las puertas dobles de la sala de juntas y me tomo mi tiempo para sacarlo, no teniendo realmente ganas de hablar con nadie, pero tampoco queriendo ser grosero. Me sorprendo cuando el nombre de uno de los jefes de Jin resalta en color blanco en la pantalla de identificación, con un pequeño Emoji de una taza café al final de la última letra.
Parpadeo antes de fruncir el ceño y contestar con una extraña sensación en el estómago —¿Bueno?
—¿Min Yoongi? —La voz es fácilmente reconocible y el tono neutro no me da indicios del motivo de la llamada, así que, por lo mismo, me mantengo calmado al responder
—Él habla... ¿Jackson?
—Uh, sí, hombre, esto es extraño, pero aquí está el hermano mayor de Jin y quiere hablar contigo.
Mi estomago termina por caerse al suelo y un escalofrío me recorre la espina dorsal —¿Disculpa? ¿Has dicho hermano mayor?
—Sí, sí. Está aquí esperándote y supongo que no se irá en un buen tiempo, la cosa es que estamos a nada de cerrar.
—Por supuesto, estaré allí enseguida.
Comienzo a pensar una infinidad de cosas mientras salgo disparado de la oficina incluso si mi hora de salida aún no está cerca de llegar. Creo que a duras penas tomo el maletín en mi camino a la salida y no sé si me he tropezado con alguien y le he pedido disculpas, lo único que habita en mi cabeza es una pregunta que se repite con insistencia: ¿Hermano mayor? ¿Hermano mayor? ¿Hermano mayor?
La ciudad pasa a mis espaldas como una sombra apenas difuminada, rápida y borrosa con pequeñas nubes de tormenta que adornan el cielo anaranjado de un sol que está casi oculto en el horizonte, y pareciera que me reclamara el no volver a mirar sus colores, el esconderme en mi mirada plana permanentemente hacia el frente, pero no puedo evitar que mirarlo me cause un gran dolor.
Cuando por fin llego, la calle de la cafetería está casi vacía, pero unas cuantas cabezas se asoman del otro lado del vidrio que separa como paredes al resto del mundo. Mis pasos son lentos e indecisos porque no estoy seguro de saber cómo reaccionar a nada y mis respiraciones son tranquilas porque últimamente no hay mucho que pueda alterarlas.
La campanilla suena estridente para mis oídos que se han acostumbrado al silencio y el batiburrillo de las pocas personas en el lugar se siente como ruido de fondo muy lejano, el rostro conocido de Jackson es el que me saluda del otro lado del mostrador mientras asiente hacia mi presencia a medida que voy acercándome.
—¿Has volado hasta aquí? Eres más rápido que una estrella fugaz —sonrío incómodo, colocando mis manos en la barra y mirándole a los ojos con una obvia pregunta en ellos. La expresión de Jackson se suaviza cuando murmura, esperando que las otras pocas personas a nuestro alrededor no nos escuchen —¿Lo estás haciendo bien? —lo miro confuso y el suspira — Escucha, no estoy seguro de qué ha sucedido con Jin, pero sé que estás sufriendo. Hasta ahora no tenía idea de que el pequeño Kim tuviese más familia, así que de verdad espero que el hombre que vino tenga respuestas para ti. Y para nosotros, si es el caso, porque se ha negado a hablar prácticamente, solo preguntó por ti.
Frunzo el ceño confundido porque sencillamente no tengo idea de quién pueda ser la persona que me busca. ¿Taehyung? La sola idea de que el hombre estuviera consciente de todo lo que ha sucedido con su hermano me revuelve el estómago.
—Yo también espero eso —respondo sin mucha emoción —¿Dónde está?
—Allí, la última mesa de la esquina, el que está de espaldas.
Giro mi cuerpo sin mucha previsión hasta que localizo la espalda recta, ataviada con lo que parece ser un abrigo negro demasiado grueso para el clima que está haciendo hasta que mi vista se topa con los cabellos color plata que me quitan el aliento por su familiaridad.
Trago duro y mis pasos se tornan débiles y no sé si le he respondido a Jackson o siquiera si él me había dicho algo, no sé si estoy actuando de la manera correcta o si, por el contrario, me he quedado paralizado en medio de la cafetería. De cualquier manera, logro acercarme al desconocido, con el corazón en la mano y el alma arrastrándose por el piso, como se ha acostumbrado a vivir.
Mis pasos parecen delatar mi presencia y antes de que pueda alcanzar la mesa, el desconocido se levanta en un movimiento grácil, dándose la vuelta y encarándome.
Ojos serios y profundamente fríos me saludan, el cabello plateado perfectamente ordenado, y los labios apretados en una línea fina. De mi misma estatura, probablemente, se inclina en saludo a la vez que su voz de hielo llega hasta mis oídos —Min Yoongi, un gusto. Soy Jimin, el hermano mayor de Seokjin.
★★★
—Confía en mí
—¿Como he confiado antes?
—Sé que puedo hacerlo, ¿Te he decepcionado alguna vez?
—...Por supuesto que no, pero, debes entender que lo que quieres es... imposible.
—Pídeme lo que quieras, cualquier condición que haya de por medio, lo haré, soy capaz de hacerlo y...
—¿Y qué? Sabes que no hay manera.
—La encontraré. Confía en mí.
★★★
Jimin me observa del otro lado de la mesa como si realmente no le interesara nada. Sus ojos son totalmente inexpresivos al igual que el resto de su rostro estoico mientras espera que yo junte mi mierda y pueda realizar alguna oración coherente.
—Su hermano, entonces —siempre elocuente, Min Yoongi.
Él asiente, despacio y con cautela —No con las mismas connotaciones que posee el termino en la tierra y, más concretamente, en esta porción geográfica.
Asiente para sí mismo, bastante satisfecho con su respuesta.
—Demonios, hablas igual que cuando lo conocí —Jimin levanta una ceja, claramente poco impresionado por mí y me descubro enderezando mi espalda y buscando la manera de hacerlo, como si impresionar a Jimin fuese el equivalente a una entrevista para ser admitido dentro de la vida de Jin. Aclaro mi garganta —Quiero decir, no estoy muy seguro de saber a qué se refiere, señor Jimin.
—Tengo unos cuantos eones más que tú, pero preferiría que dejásemos la palabra señor por fuera de la ecuación.
—Por supuesto, señ- Jimin —inclino la cabeza con respeto y me siento un poco demasiado fuera de lugar.
—Me refiero a que soy su estrella guía. Lo que equivaldría a un maestro en la tierra, he estado con Jin durante la mayor parte de su existencia y por ende es pertinente que pueda considerarme su hermano mayor. Sus palabras, por supuesto. A Jin le gusta la afectuosidad del término.
—Sí, suena como algo que él diría.
Nos quedamos en silencio un poco más en lo que Jimin observa su taza de café como si fuese la cosa más curiosa del universo, es entonces que una duda me ataca —Disculpa, pero... yo tenía entendido que una estrella no tiene un cuerpo humano, que solo pueden proyectar su energía, ¿Cómo es posible que estés aquí entonces?
—He pedido permiso.
—¿Permiso? ¿Así de fácil?
Las comisuras de los labios de Jimin se alzan casi imperceptiblemente —No soy una estrella igual a otras, digamos que tengo ciertos privilegios. Pero no se lo digamos a Jin, no quiero que pierda su confianza en mí.
—No entiendo.
Jimin sonríe más grande hasta que sus ojos se cierran, entonces, tomando la solapa de su abrigo y descubriendo su cuello, una pequeña luz dorada hace presencia, escribiendo en letras cursivas sobre su piel como si de tinta se tratase: Helios.
El aire escapa de mis pulmones como una ráfaga confusa y mis ojos no dejan de bailar entre el nombre y el rostro que lo posee —Eres su padre.
—Técnicamente.
—¿Cómo es que Jin no sabe eso?
—Nunca realmente me preguntó, y yo sinceramente no quería que lo supiera, en el cielo hay eco y lo que se dice no me deja siempre en buen lugar.
Algo titila en los ojos de Jimin y se evapora en el aire con el suspiro que suelta, recomponiendo sus hombros como si tuviera la necesidad de verse siempre impasible e inaccesible.
—Eres... ¿Malo o algo así?
Jimin bufa una risa —¿Crees que te lo diría?
—Buen punto. Pero eres algo así como el primer lugar en el corazón de Jin ¿Sabes que siempre que habla de ti dice Mi Jimin? Lo hace todo el tiempo, incluso he llegado a sentir celos de ti. El caso es que si vas a ser como Ji-Hye en su vida, necesito saberlo ahora.
—¿Y de serlo? ¿Qué harías? —su gesto de desafío y la pequeña sombra de diversión en sus ojos me hacen apretar la mandíbula para no decir cualquier estupidez. Y contra todo pronóstico una parte de mí duele, porque sabe que no podría hacer nada, sin embargo, bufo de la misma manera que él ha hecho antes.
—Sé que no soy una estrella especial igual que ustedes y que tú podrías cercenarme con el chasquido de un dedo...literalmente. Pero que no te quepa la menor duda de que estoy dispuesto a hacer cualquier cosa por evitarle dolor a Jin, incluso si mi alma se pierde en el proceso, yo haría cualquier cosa por él.
—¿Me amenazas?
—Por supuesto que te amenazo.
Mi voz suena mucho más grave y ruda de lo que pretendo y las piezas destrozadas de mi corazón que había estado intentando mantener unidas finalmente se han desligado las unas de las otras con el poco pegamento seco que les logré aplicar, y antes de poder darme cuenta creo que mis ojos arden y se cristalizan, desenfocando por un segundo mi vista hasta que logro encontrar el control que me permití soltar un momento para no ahogarme.
Cuando por fin logro respirar con tranquilidad y el enojo logra filtrarse por cada capa de mi piel, puedo observar el rostro estoico de Jimin, del otro lado de la mesa.
Afuera de la cafetería la noche ha hecho acto de presencia, y sé que será cuestión de minutos para que seamos lanzados fuera del local, es entonces que la mirada suavizada y la sonrisa fácil en el rostro del otro me golpean.
—Esa es la razón por la que estoy aquí —Murmura y sus ojos celestes brillan en el fondo de sus iris. Jimin cierra los ojos por un segundo, frunciendo el ceño antes de bajar aún más la voz casi como si fuese demasiado difícil para él hablar —Jin es mi protegido y no estoy seguro de que sepas lo que eso significa. Es...mi hijo, quizá no su cuerpo, no sus memorias en la tierra, pero si su alma, su corazón. Cuando Jin entristece, las nubes cubren mi cuerpo para que los humanos no me vean llorar, así que ellas lloran conmigo en consideración, entonces el cielo llueve, como cada vez que una de sus almas se pierde.
—Jin te quiere mucho, te ha necesitado con él incontables veces.
—Lo sé, pero venir a la tierra está prohibido para nosotros desde el castigo de Ji-Hye. Incluso estar aquí ahora es... una excepción, un favor que el cielo me debía.
—Pero... ¿Por qué gastarlo en hablar conmigo?
Mi obvia confusión parece divertirlo cuando, en silencio, se levanta del asiento, con una pequeña sonrisa y una mirada de reconocimiento transformando su rostro en uno más brillante.
—Tenía que asegurarme si de verdad valía la pena... si tú valías la pena.
Sin mediar otra palabra, Jimin retrocede sus pasos, dándome la espalda cuando estoy a punto de decirle algo. ¿Decirle qué? No estoy seguro, pero tengo la necesidad de pedirle que no se vaya, de preguntarle por Jin, dónde está Jin, cómo está Jin, pero esas preguntas jamás salen por mi boca incluso si estoy muriendo en una especie de hemorragia múltiple por las oscuras ganas de saber de él que me atraviesan.
¿Por qué no preguntaste por él? Y es simple, porque tengo miedo de las respuestas.
La imagen de Jimin se desvanece en la lejanía y estoy paralizado en medio de la cafetería que cada vez se queda más vacía, y sé que Jackson está en el fondo observándome con clara duda, y Namjoon ha llegado un rato antes y de alguna manera parece preguntar lo mismo con su mirada, pero yo estoy muy quieto preguntándome qué acaba de pasar.
Y quizá es tonto, quizá es desesperado, pero una chispa de algo que creí perdido se enciende en mi pecho como un pequeño cerillo hasta que comienza a inundar mi cuerpo, creciendo como una antorcha.
—¿Y si...?
Jackson se acerca a mí, moviendo un paño en su mano, pero soy mucho más rápido que él cuando me levanto impulsado por la esperanza o quizá por el miedo y, tomando mi maletín con fuerza, corro en dirección a la salida, con varios pares de miradas puestos sobre mí y una murmurada despedida que no estoy seguro de que fue oída por alguien más.
Corro lo más rápido que mis piernas me permiten, con el corazón oprimido en mi caja torácica y los ojos ardiendo en búsqueda de algo, de lo que fuese.
La estación de trenes está casi vacía cuando alcanzo el ultimo trayecto hacia las afueras y no puedo mentir y decir que miré el paisaje o que no estuve reteniendo mis lágrimas con la respiración atorada, esperando no morir por el dolor en mi pecho.
Lo extraño, Dios, lo extraño tanto.
Y creo que no me había permitido decirlo en serio, creo que no me había permitido admitirlo, asegurándome todo el tiempo de estar viviendo la vida que él quería que viviera, siendo todo lo amable, todo lo fuerte, y todo lo malditamente feliz que pudiera permitirme.
Tan falso. Tan fabricado.
Porque lo necesito, lo necesito tanto.
Cuando alcanzo la última estación ya no tengo fuerzas para correr y una parte de mí agradece la soledad de las calles al anochecer porque mis sollozos son tan fuertes que creo poder pasar por un alma en pena. Y es que lo soy, malditamente lo soy.
—Desearía no sentirme así nunca más —murmuro roto cuando las puertas de la granja me dan la bienvenida y la llave que hace tiempo dejó de colgar de mi pecho y fue a parar a mi llavero, me permite la entrada.
No miro las grandes sombras oscurecidas, ni reparo en las luciérnagas que trazan sus propios caminos cerca de mi cuerpo, mi mirada está fija en el claro a unos metros de mí donde espero dejar caer mi cuerpo y que la poca corriente del lago me arrastre hasta que deje de sentir.
Estoy tan cansado y todo se siente tan borroso que, cuando al fin llego, no puedo evitar dejarme caer en la tierra ennegrecida por la noche, con los ojos cerrados y las extremidades extendidas a ambos lados de mi cuerpo, arrugando la chaqueta de mi traje y ensuciándome por completo.
—¿Cómo te las arreglas para ser este desastre emocional cada cierto tiempo?
Abro los ojos despacio, encontrándome con una luna enorme que me observa desde el cielo que parece haber dejado durmiendo todas sus estrellas, dejando el firmamento como un manto negro de fondo.
Sollozo una última vez, sin despegar mis ojos, dejándolos llover tanto como quieran y entonces estiro mi mano hasta el cielo como la primera vez que volví a este lugar luego de casi veinte años de ausencia, intentando agarrar algo que sé que no está allí. Mi pecho ardiendo como si una llama comenzase a crecer sobre él, pero sin lograr que le preste demasiada atención.
—Oh, hombre, estás tan... jodido
Y es entonces que le veo.
Un pequeño lucero que se convierte rápidamente en una estrella fugaz atraviesa el lienzo negro tan veloz que creo haberlo imaginado.
Pero allí está, acercándose vertiginosamente a la tierra.
Como un meteorito que está a punto de impactar en medio de la laguna.
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Fin.
De la tercera parte. UwU.
Hacía mucho, y digo mucho, que quería llegar hasta aquí, fue la primera cosa que escribí de Ramé a eso de febrero de este año.
#FunFact30: ¿No notan que actualizo más seguido cuando estoy en la universidad que cuando estoy de vacaciones? Es porque escribir es mi excusa para no estudiar. No me tomen de ejemplo, por favor.
Les amo un montón, espero que les haya gustado el capítulo.
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