Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 26°: Eran las palabras de la luna


Eran las palabras de la luna

En algún lugar debe haber un basural donde están acumuladas las explicaciones

Julio Cortázar.


El reloj en la pared de la oficina del piso veinticuatro tiene un extraño sonido que se asemeja a una campanilla cada vez que media hora ha pasado. Antes no le había prestado atención, ni una vez, pero el día se ha empeñado en transcurrir tan lento y calmo que, en medio de cubículos y una maqueta sin terminar, es lo único que me mantiene consciente de que, en realidad, el tiempo si está avanzando.

Me siento incómodo y extraño; me siento ansioso y mi respiración se atora en mi garganta y eso me asusta, también, porque no quiero tener un ataque de pánico en medio de la jornada laboral solo por una razón sin importancia.

Y la razón sin importancia tiene cuatro años y está sentado en la silla giratoria del otro lado de mi escritorio, escudriñándome con la mirada mientras mis manos tiemblan cuando intento colocar la misma pared pequeña que no he logrado ajustar el día anterior.

Kim Woo-Jin tiene el cabello negro y le hacen falta dos dientes inferiores por donde asoma su lengua de vez en cuando. Sus ojos son enormes y color miel al igual que los de su padre y no puedo encontrar ningún otro parecido con el hombre.

Cuando llegó, media hora atrás, casi siendo arrastrado de la mano de una mujer algo mayor que el jefe Kim y con expresión enojada, me pareció que el niño estaba a punto de llorar en medio de las oficinas, hasta que sus enormes ojos se encontraron conmigo y la mano de su madre no fue agarre suficiente para detener su carrera de pasitos apresurados hasta mi escritorio.

—¿Qué estás haciendo? — soltó con voz en grito, sobresaltando a media oficina y alargando el sonido de la o de forma adorable.

Levanté mi mirada casi por inercia solo para encontrarme con los ojos suplicantes del jefe Kim y sus manos levantadas en señal de paz hacia su exesposa. No tuve que preguntar cuál era el favor implícito allí, así que solo asentí y me dije a mí mismo que no sería la gran cosa, que distraer a un niño de cuatro años por unos minutos no me haría daño.

Media hora después, estoy a punto de burlarme de mi ignorancia.

Me había preparado mentalmente para una guerra, para salir corriendo y atrapar al niño en medio de sus carreras, para amarrarlo a la silla o, incluso, jugar con él. Conozco ciertos juegos que pueden distraer a niños inquietos y que aprendí a la fuerza gracias a Jungkook. Pero Woo-Jin, al parecer, creyó que sería aún más divertido sentarse frente a mí y mirarme fijamente con curiosidad los últimos treinta minutos.

Las manos han comenzado a sudarme y siento que mi pulso repiquetea cada vez que el pequeño individuo abre la boca, como si quisiera decirme algo, y luego la cierra lentamente con sus ojos sobre mí.

Miro de reojo hacia las paredes transparentes y puedo decir que la discusión que se ha mantenido no luce como una que está a punto de terminar, así que suspiro, cuando los hombros de mi jefe se caen por cuarta o quinta vez y parece a punto de salir huyendo.

—Entonces... ¿Quieres, quizá, algo de comer? —pregunto despacio y Woo-Jin ladea su cabeza, haciendo que el alborotado y ondulado cabello caiga hacia un lado por su frente. El silencio me responde y pasan unos cuantos minutos antes de que obtenga una pequeña sonrisa y un asentimiento diminuto.

Me pongo de pie, soltando el pedazo de material como si quemara mi piel y fuese el culpable de todos los males sobre la tierra. Rodeo la mesa y antes de que pueda decir cualquier cosa, una mano diminuta toma mi dedo meñique con fuerza suficiente como para llamar mi atención. Woo-Jin ya se ha puesto de pie y su cuerpecito no alcanza a llegar más arriba de mi muslo, su manito se aferra a mi dedo y su cabeza está tirada hacia arriba, observándome como mejor puede con sus ojos brillantes.

—¿Señor Min? —murmura y yo le devuelvo la mirada, esperando que mi expresión sea amigable y no la profundamente aterrada que creo que tengo.

La cosa es que, no estoy del todo seguro del por qué estoy aterrado. Si bien los niños nunca han representado para mí un pensamiento recurrente, tampoco soy reacio a ellos, pero todo aquello que siento envuelto al rededor del pequeño Kim, me causa una cierta inquietud. No sé si serían sus ojos, parecidos a los de su padre, o si será el apellido y el nombre, demasiado relacionados, demasiado casualidad.

Me digo a mí mismo que esa corriente de pensamientos no me beneficia, que mi Jin no quiere saber nada de su antigua vida humana y que, por ende, yo no debería estar intentando encontrar coincidencias donde no las hay. Así que solo relajo mi sonrisa y pregunto:

—¿Está todo bien?

—¿Cómo te llamas, señor Min? —el niño inicia la marcha, bajando su cabeza para mirar hacia el frente como si mi respuesta realmente no le interesara, como si fuese solo lo que debería haber preguntado por educación hacia mí. Tengo que recordarme, luego de eso, que es poco probable que un niño de cuatro años razone de esa manera. Sonrío un poco, porque la pronunciación de la criatura es bastante peculiar y algunas letras suenan más como otras y algunas ni siquiera suenan.

—Me llamo Yoongi, tú te llamas Woo-Jin, ¿No es así? —asiente mientras parece ser él quien me guía hasta el pequeño espacio destinado a ser una cocina/cafetería dentro de la oficina

—Kim Woo-Jin —dice despacio antes de detenerse súbitamente y alzar la mirada de nuevo hacia mí —papá me llama Jinnie, pero no me gusta.

—¿Por qué no? —se encoje de hombros antes de mirar lejos de mí de nuevo.

—¿Por qué te llamas Yoongi, señor Min? —me pregunta en cambio, sus ojitos son sinceramente curiosos mientras lo hace y me descubro a mí mismo preguntándome lo mismo acerca suyo. Intentando en vano cerrar mis pensamientos a esa línea de ideas que cada vez va siendo más obvia, pero en la que no quiero adentrarme.

—Supongo que mis padres creyeron que sería gracioso que mi nombre se pareciera al de mi padre —murmuro, encogiéndome de hombros cuando hemos llegado al pequeño espacio. Woo-Jin no necesita ayuda para subir a una de las sillas que hay en el angosto comedor y suelta mi mano, esperando a que yo le prepare algo o siga hablando. Me giro hacia la encimera, buscando cualquier cosa mientras pienso en mis siguientes palabras —entonces... ¿Por qué no te gusta que te llamen Jinnie? ¡Es adorable! Mi nov-...Conozco a alguien a quien le parece lindo ser llamado así —frunzo el ceño porque no puedo saber qué tan abierto es mi jefe a que le cuente a su hijo que tengo novio, o qué tan abierto es él, incluso, ante eso.

Vuelvo a darme la vuelta hacia el infante cuando he conseguido hacer una especie de sándwich lo suficientemente decente como para ser ingerido por un niño pequeño.

Woo-Jin tiene el ceño fruncido en concentración y se ve gracioso, pero hay una emoción arremolinándose en sus ojos infantiles que no logro descifrar a tiempo, para cuando el niño levanta la mirada hacia mí, ya se ha ido.

Estirando su mano y murmurando un pequeño gracias, Woo-Jin toma lo que le ofrezco antes de responderme con un simple: —El tío Jinnie debería ser el único Jinnie. Pero nadie lo llama así más. Nadie menciona su nombre.

★★★

Jackson Wang es un maniático del control con una especial debilidad por las cosas brillantes. Por eso no me sorprende descubrirlo cada ciertos minutos mirando detenidamente mis ojos, como si no pudiera entender el brillo que hay en ellos.

—Hyung —murmuro —se está volviendo espeluznante otra vez.

Jackson se ríe por lo bajo y devuelve su mirada a la hoja de cálculo que ya no está vacía como una hora atrás.

—Lo siento pequeño Kim. ¿Te han dicho que tienes unos ojos muy particulares? No puedo evitar pensar que los he visto en otro lado... como en una película o algo así.

Asiento despacio y sigo sacando los pequeños vasos de cristal y otros artículos de cerámica con grabados extraños que han sido envueltos con meticulosidad y entregados temprano esta mañana. El sol de media mañana apenas se filtra por los grandes ventanales y yo suspiro porque la noche anterior sigue haciendo estragos en mis emociones humanas que no son tan pasajeras como me gustaría.

Ya pasará. Me digo, todo pasa en cualquier momento.

Hay solo un poco de viento que se filtra entre los tragaluces colocados estratégicamente y hacen que las campanillas de viento llenen los espacios del silencio con melodías discordantes que se asemejan al canto de aves diminutas.

—¿Te encuentras bien? —me pregunta Jackson y yo lo miro con una ceja elevada, sin decir nada —estás muy callado y pensativo, diferente que ayer, ¿Algo sucedió? ¡No creas que soy entrometido! Namjoon me ha hecho leer un libro sobre cultura y clima organizacional y cómo mantener a los empleados satisfechos.

Jackson no me está viendo mientras habla, por el contrario, está sumido en lo que hace con la concentración que debería tener un cirujano en medio de una operación de corazón abierto, con una regla de madera en su mano esperando que sus cuadros comparativos de valores e impuestos quede lo más simétrico posible.

Me quedo en silencio 9,87 segundos antes de decidir que no me hará daño hablar con él.

—Hay algo...mas bien alguien... una situación con alguien que me está molestando.

—¿Tiene que ver con tu pareja? —niego con la cabeza y hago una mueca.

—No, creo que no. Es solo conmigo. Hay algunas cosas con las que no estoy seguro de cómo lidiar, y para ello debo enfrentarme a esa persona, ver si descubro alguna verdad.

—¿Y le temes a esa verdad?

—Le temo a desmoronarme. No sé cómo enfrentarme a ello. ¿Y si no puedo hacerlo? ¿Y si termino por arruinar lo poco que tengo ahora?

Mis palabras salen apresuradas y más agudas de lo que espero, y supongo que Jackson se ha dado cuenta de la preocupación que sale como un río por mi voz, haciéndolo levantar lentamente la mirada de su tarea para ser enfocada en mí con algo más que curiosidad.

El viento vuelve a soplar cuando mi jefe se quita las gafas, colocándolas cuidadosamente a un lado del mostrador donde estamos apoyados y no hay más que viento y silencio y tranquilidad, porque es el día de desempaquetar y Jackson no quería tener al señor Namjoon en ningún lugar cercano a las cajas. Medida drástica, por supuesto, porque basta solo prestar atención para saber que el señor Namjoon no es torpe ni distraído, sino que su cabeza viaja a muchos lugares a la vez, reflexionando sobre cada uno, concentrándose en cada uno, haciendo que pierda contacto con la realidad y se tropiece con facilidad.

—No tengo idea de lo que te está sucediendo y me estoy arrepintiendo de preguntarlo, pero, creo que de igual manera es normal que le temas a algo como eso —Jackson se encoge de hombros y vuelve a mirar sus hojas —Pero es tonto, supongo, querer evitarlo. Lo que se tiene que dañar se dañará, lo que se tiene que caer se caerá, así pasa siempre. La cuestión no es evitar lastimarse, sino ser capaz de sanarse después de ello. Así que supongo que lo más sensato para decirte es que enfrentes lo que tengas que enfrentar, y si te destruye, junta tus pedazos y busca pegamento de oro, como el de la cerámica que sostienes en tu mano.

Cuando sus palabras llegan a mí, mis ojos se dirigen instantáneamente al pequeño recipiente de color oscuro con marcas doradas por todas partes, simulando raíces que le recorren como las arterias de un río que lo marcan de forma única.

—¿Sabes qué es? —pregunta

—¿Qué cosa? —Jackson vuelve a señalar lo que llevo en mi mano antes de sonreír solo un poco

—Es una técnica japonesa llamada Kintsugi —dice solemne y divertido a la vez —consiste en utilizar pegamento de oro o de algún material noble para unir las piezas de una figura rota. Ellos no buscan ocultar sus heridas, buscan embellecerlas, porque hacen parte de la historia del objeto. Es, a la vez, una filosofía de vida. Nada en el mundo va a evitar que te rompas algunas veces, y es horrible. Pero, no olvides que todo eso hace parte de ti, eres el producto final de todas las veces que lograste repararte que, al final, es lo más importante, cómo decides repararte.

Es apenas media tarde cuando salgo del local y soy un hombre con una misión.

Un hombre apenas legal, con poco dinero en el bolsillo, con más miedos que razones para tenerlos, pero con una misión, después de todo.

Y la misión tiene nombre y apellido: Han Ji-Hye.

Toco su puerta sin premura ni violencia, apenas un roce de mis puños contra la madera y espero en silencio a que alguien llegue, deseando en silencio que haya alguien, sin detenerme a pensar en que es posible que todo sea un malentendido enorme y cósmico, una burla, un juego. Sin pensar si habría sido mejor idea hablar con Jimin primero, hablar con Yoongi, o solo dejarlo pasar.

Es demasiado tarde, sin embargo, porque la puerta se abre con un chasquido estentóreo en medio del tranquilo pasillo.

Noona no parece sorprendida de verme cuando su figura se muestra entre la abertura que queda entre la madera y el marco, por el contrario, me regala una pequeña sonrisa que eleva sus mejillas pálidas mientras se hace a un lado para dejarme pasar, haciéndome saber, de una u otra manera, que ya me estaba esperando.

Que siempre había estado esperando.

No finjo que no puedo ver, no finjo lo que había estado haciendo porque ya no encuentro motivo si su cabello largo y oscuro se mueve apenas con el movimiento de su cuerpo y sus ojos están brillando con algo más que estrellas y galaxias.

—Sabía que Jiminnie no se mantendría en silencio una vez lo averiguara. Él te ama —dice y su voz suena diferente, más grave y calma, más fluida y serena. Hago una mueca y espero que no se dé cuenta, pero lo hace.

—No entiendo —reconocimiento brilla en su mirada y parece que cae, pero se levanta, evitándome descifrar si ha sido pena o culpa o nada.

—Ah, así que él no te lo ha contado todo —asiente para sí misma mientras camina conmigo hasta los mismos muebles que visité con anterioridad. La casa está sola y fría a pesar de que el sol está sobre el edificio. No obstante, noto que los rayos no entran por las ventanas, que la luz no toca la estancia iluminada pobremente con lámparas y fuentes artificiales. Ella da cuenta de mi curiosidad cuando se sienta frente a mí — me ha perdonado, pero sigue resentido conmigo, es por eso que a veces me niega su presencia.

—¿El sol? —noona asiente, entre divertida y avergonzada. Sosteniendo el aire para soltarlo en cantidades medidas y escasas antes de susurrar:

—No soy una mensajera, Seokjin. Soy... solo yo. Luna.

El cielo se nubla de repente y parece que va a llover cuando los ojos de noona también se vuelven tormentosos.

Mi pecho se expande y hay algo profundo y feo que comienza a crecer en él, algo que me dice que salga de allí, que no escuche, que no vea, que no sepa. Pero, obstinado, me quedo en silencio, observando el rostro impoluto y los ojos cristalizados en esmerada emoción.

Tengo miedo, estoy asustado de mirar a Ji-Hye noona y pensar en ella como la Luna, y pensar en ella como una manipuladora en un juego retorcido que no entiendo.

Recuerdo las palabras de Jimin... las palabras de ella misma, las palabras que ahora cobran doloroso sentido y es lo único que no quiero saber y, sin embargo, la pregunta se desliza de mis labios como agua de manantial.

—¿Por qué? —susurro, apenas consciente de lo inestable, de lo ahogado —¿Por qué me dejaste caer?

Y las emociones en sus ojos parpadean y suben y bajan de intensidad cuando murmura en respuesta: —¿La primera o la segunda vez?

No quiero saber.

No quiero saber.

No quiero saber.

Pero pregunto, de igual manera, lo hago.

—La primera —ella asiente despacio, arrellanándose en el asiento con una expresión sufrida mientras suelta un suspiro cansado. Noona me mira a los ojos y veo arrepentimiento y culpa. Veo un reflejo bastante exacto de mis propios ojos y me siento adormecido por la fuerza de la tristeza que me embarga, apagándolo todo en mi interior.

—Necesito que me dejes explicarte algo primero.

—¿Entonces si lo hiciste? ¿Si fue con intención? —cierra los ojos y el cielo se oscurece más si es posible, alejando un metro o cien más los rayos del sol que se niegan a tocar las paredes de la casa.

—Por favor... Seokjin, déjame explicarlo. Estás aquí para eso ¿No es así? Para escuchar lo que tengo que decir.

Asiento y ella se pone de pie, debatiéndose entre caminar hacia mí o alejarse. Yo no quiero que se acerque, porque sus ojos son hipnóticos, porque hay cierta calidez en ellos que es muy familiar, porque sigo teniendo mucho miedo y no quiero que ella lo sepa. Al final, sus pasos la llevan hacia el ventanal al fondo de la estancia, un balcón al extremo opuesto del balcón de Gi.

—Es difícil estar aquí y allá arriba al mismo tiempo ¿Sabes eso? requiere de mucha energía —murmura sin mucha convicción, como si solo estuviese hablando consigo misma

—Si es tan difícil ¿Por qué lo hace?

—Porque enamorarse de los humanos fue demasiado fácil —sigue mirando al cielo oscurecido por 4,50 segundos hasta que vuelve su rostro solo un poco hacia mí —pero tú debes saberlo mejor que yo, ¿No, Jinnie?

Y se siente como veneno.

—Siento que solo intenta ganar tiempo, pero no sé en espera de qué.

Ella me sonríe y casi puedo darme cuenta de qué tan fácil fue para ella hacer caer al agua el cuerpo diminuto del pequeño Kim Seokjin que siento demasiado lejano.

—Oh, bueno, solo estoy buscando las palabras correctas para iniciar una conversación que me habría gustado no tener jamás.

Su rostro ahora se ve distante, casi tan lejano como el mismo firmamento y casi tan duro como las nubes que vaticinan lluvia. Mi garganta está seca y no quiero hablar, quiero que mi presencia se funda junto a los muebles inanimados de la sala y que pase desapercibido por la vida. Sin embargo, hablo, de igual manera.

—Dicen que las palabras correctas siempre llegan tarde...catorce años tarde, para ser precisos. —Y no lo evito porque estoy enojado ahora, bastante más enojado de lo que he conocido de mi fuero interno y es como una flama que incrementa la velocidad de mis pulsaciones casi como si de un motor se tratase.

Ella me ha manipulado, pero ¿Cómo?, ¿Qué ha hecho de mí?, ¿Qué ha querido de mí?

Me pide tiempo, que la deje elegir, ¡Pero ella nunca me dejó elegir a mí!

¿Qué hay de mis elecciones, de las que me enorgullecí? ¿Existieron acaso? ¿O siempre fue ella, manipulando y manejando?

Me enoja, me molesta. Yo no quiero tiempo, ni palabras adecuadas, quiero que me diga la verdad.

Pero ella es obstinada y calla. Un silencio sereno en medio de la suave lluvia que ha comenzado a golpear la ventana. El cielo está llorando.

Y ella también. 

——————————————————————————————————————————————————

N/A: 

¿Están teniendo días buenos? ¡Espero que sean maravillosos! 

Sé que había dicho que haría maratón cuando regresara, lo siento :c, lo haré pronto. También lamento la calidad del capítulo, es algo así como un capítulo de transición.

#FunFact18: Mi colchón de ocho capítulos se ha resumido a tres capítulos. Fracasanding. 

Les quiero *emoji de corazón*

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro