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Capitulo 5

Aquella niña había terminado de coser mi herida, y sinceramente, pensé en pedirle algún tipo de tutorial. La vi dejar todas las cosas manchadas de lado, luego volteó a mirarme y la observé por un segundo.

—¿Qué? —le pregunté mientras la veo negar. Sus pequeñas manos hacían señas raras y no supe qué decirle—. No te quiero ofender... uhm... yo no hablo idioma de señas.

Por un segundo miré de reojo mis venas marcadas en mi brazo, comenzaban a tomar un color más claro, casi como un morado blanco. Fruncí el ceño. La mano de la niña me interrumpió tocando mi pierna y señaló su propio cabello. Luego me dio un tiro a mí y gruñí.

Ella tomó mi mano mientras intentaba levantarme con delicadeza hasta un espejo, donde vi mi reflejo y mi cabello era completamente blanco.

—¿Qué carajo? —murmuré, mientras veía mi cabello blanco con leves líneas moradas—. Yo estaba perfectamente bien antes...

—¿Eso crees? —preguntó Jinx soltando un suspiro y una risita que me dejó el vello de punta. Se había dado la vuelta en una silla mientras arreglaba algo—. Parecía un poco... apagado. Necesitaba un poco de... color. Por eso te salvé la vida.

—¿Me salvaste la vida porque querías ver mi cabello "colorido"? —apreté mis manos mientras veía mis venas brillar—. ¡Me inyectaste toxinas! ¡Podrías haberme matado!

Jinx lanzó una granada al aire y la atrapó con una mano. Señaló algo con su dedo y casi de inmediato, la niña lo consiguió por ella. Jinx se encogió de hombros.

—Relájate, muñeca —ajustó una especie de lupa para poder ver su creación más de cerca—. Sólo le di un poco de motivación. Además, ¿no viste que casi te mueres? ¡Me deberías dar las gracias!

—Casi muero por tu asqueroso brillo —intenté levantarme y, con éxito, lo logré, ignorando el dolor punzante que sentía en mi abdomen y el resto de mi cuerpo—. Pero... gracias... supongo.

—¿"Gracias, supongo"? —respondió Jinx con una ceja levantada, sin apartar la vista de lo que tenía entre manos—. Vaya, ¿Hazel tiene modales?

—No te acostumbres —repliqué, apoyándome con dificultad contra la pared más cercana. Sentía que cada fibra de mi cuerpo protestaba con cada movimiento.

La otra mujer soltó una risa suave y sarcástica mientras ajustaba una tuerca diminuta en su creación.

—¿Sabes? Podrías intentar no ser tan amarga todo el tiempo. Es agotador.

La fulminé con la mirada.

—Claro, porque jugar con la vida de los demás es súper relajante, ¿no?

—Oh, vamos. Exageras. —Giró brevemente, mostrando una sonrisa que bordeaba la burla—. Además, no estás muerta. Mira el lado positivo.

Bufé, mirando de reojo el extraño artefacto que estaba construyendo.

—¿Y eso qué se supone que es? ¿Una motivación?

Jinx dejó de trabajar un segundo, levantando el artefacto para admirarlo bajo la luz que se filtraba entre las ventilaciones de aire.

—Puede ser. O tal vez sea la clave para que ambas salgamos vivas de esto. Pero qué sé yo... seguro preferirías quedarte gruñendo mientras trato de salvarnos la vida.

Crucé los brazos, ignorando el dolor que eso me causaba.

—Me encantaría confiar en ti, de verdad. Pero considerando que la última vez casi me matas...

—Ya basta de quejas. —Me interrumpió, esta vez con un tono más firme—. Tienes dos opciones, muñeca: te quedas ahí muriendo lentamente o ayudas. Tú eliges. Además, te acabo de salvar la vida de un montón de bloques.

Suspiré, con el ceño fruncido.

—Si me llamas "muñeca" una vez más, juro que lo siguiente que explote no será gracias a tus baratijas.

Ella rió, divertida.

—Ya me caes mejor.

Me incliné un poco para observar mejor el artefacto, aunque cada movimiento me recordaba las heridas en mi cuerpo.

—Entonces, ¿cómo se supone que esta cosa nos va a salvar? —pregunté, sin ocultar mi escepticismo.

Jinx giró la cabeza hacia mí con una sonrisa que era mitad diversión, mitad exasperación.

—Solo es un arma que estoy creando. Con esto —levantó una gema llena de brillo y color azul—. Y antes de que preguntes, sí, sé lo que estoy haciendo.

—Eso es exactamente lo que me preocupa —murmuré, apartándome un poco.

—Relájate, confía en mí.

Solté una risa seca.

—¿Confiar en ti? Claro, porque la última vez que lo hice terminé atravesada por un maldito pedazo de metal.

—Detalles, detalles... —respondió Jinx, ajustando lo que parecía un circuito expuesto—. Si no fuera por mí, estarías muerta hace horas.

La observé en silencio, mis ojos cargados de cansancio y desconfianza. Quería responderle algo venenoso, pero la verdad era que no estaba del todo equivocada. Si no hubiera sido por su intervención, probablemente no habría sobrevivido al ataque inicial. Maldita sea Sevika.

—Bien, digamos que te creo —dije finalmente, rindiéndome un poco—. ¿Qué necesitas que haga?

Jinx levantó una ceja, genuinamente sorprendida.

—¿Estás ofreciéndote a ayudar? Esto sí que es un milagro.

—No te emociones. Sólo quiero salir viva de esta pesadilla, y tú pareces mi única opción.

Ella asintió, sin dejar de trabajar en el artefacto.
—Bien, toma esto. —Extendió un pequeño cilindro metálico hacia mí—. Necesito que lo conectes a la consola que está al otro lado de la habitación. Pero hazlo con cuidado, porque si lo tocas mal, podríamos... ya sabes, explotar. Boom, boom.

La miré incrédula.

—Perfecto. Justo lo que quería escuchar.

—¿Tienes una mejor idea? —replicó ella, con un brillo desafiante en los ojos.

Apreté los dientes, tomé el cilindro y comencé a moverme lentamente hacia la consola indicada. Cada paso era un recordatorio del dolor en mi cuerpo, pero no había tiempo para quejarme.

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