Capitulo 4
Tum, tum tum.
Narrador Lynx
Esto de ser ejecutora no me favorece. Definitivamente no es lo mio. Se supone que debo matarla, ¿pero a que costo? Ya he estado cerca de ella, he tenido mis oportunidades en encargarle una bala entre las cejas. Pero, no lo hago. No puedo.
Ahora, estaba junto a Caitlyn, mirándola a ella recostada en el suelo, y yo en una grieta del lugar abandonado escuchando una conversación de por medio. También estaba Sevika, junto a aquella niña.
— Supongo que en realidad no existe una grieta en la tierra donde no puedas encontrarme — hablaba Jinx, en algum lugar cercano. Su voz se movía de una esquina a la otra, y desde mi posición, no lograba verla.
— ¿Que es este lugar? — preguntó Violet, alzando sus puños mecánicos mientras veía el techo, en rastro de ella.
— ¿No recuerdas los cuentos para dormir de Janna que Vander solía leernos? — Jinx soltó una risita —. Mineros atrapados bajo tierra, ¡el aire acabado! Pero luego... una tenue mujer de viento llega para rescatarlos.
— Me trago un spoiler, muchas gracias — murmure lo más bajo que pude y buque de su cabello azul brillante con un mirador de mano, hasta que la localice. Ella de pronto me miro con la cabeza ladeada —. Loca...
— Las locuras que las personas dicen cuando están en peligro — volvió a decir, sin apartar su mirada de mi y mi uniforme ridiculo.
Entonces sentí como algo tomaba de mi y me agitaba como un trapo de muñeca. Solté un gruñido al saber que me descubrieron. Malditos todos.
— Otra vez tu — susurro Sevika demasiado cerca de mi rostro para mi gusto, su aliento olía a café y queso.
— Ya te comenzaba a extrañar, querida Sevika — dije con un falso puchero en mi rostro y solté una risita al verla molestarse. Pero esta vez yo me preocupe por mi propia vida al sentir como dejaba mi cuerpo en el abismo, de reojo vi como las hermanas ya estaban en una pelea.
Le rece a Persefone que me sacará de esta. La niña, que estaba con Sevika hace un rato, llego corriendo y jalo de la ropa de Sevika mientras me señalaba y negaba repetidamente.
— Eso, eso, eso. Hazle caso a la niña — dije alterada, no obstante sentí como todo mi cuerpo era sacudido y lanzado al vacío con fuerza.
Un golpe seco me dejo mareada, mi cabeza daba vueltas y escuchaba explosivos de fondo, de reojo y con mi vista borrosa viendo a Caitlyn salir volando junto a Sevika y restos de cemento.
Y la gema cayó a mi lado. Y mi vista se nublo aún más. Y sentí como mi cuerpo no reaccionaba. Y supe que tal vez aquí era mi fin. Pero no quería que lo fuera, todavía no podía ser mi final.
Aun era pronto.
[...]
La luz, punzante, fría y irritante, se clavaba en mis ojos. Parpadee varias veces, intentando enfocar. Mi visión, borrosa al principio, se fue aclarando lentamente, revelando un techo desconocido, agrietado y manchado de humedad. Un dolor sordo palpitaba en mi nuca, como si le hubieran golpeado con un martillo.
Intenté acomodarme, pero un mareo repentino me obligó a volver a recostarse. Mi cuerpo se sentía pesado, extraño. Mire mis muñecas, aún con toda mi visión hecha un océano, tenía ligeras líneas moradas.
Lentamente, los recuerdos comenzaron a aflorar.
Jinx... el brillo... la aguja. Un escalofrío recorrió mi espina dorsal. Recordaba la risa maníaca de Jinx, el brillo reluciente en la jeringa, la punzada aguda en su cuello. Toque instintivamente la zona, encontrando una pequeña protuberancia dolorida.
Mire a mi alrededor. Estaba en una habitación pequeña y destartalada, llena de cachivaches y piezas de metal oxidadas. Una débil luz se filtraba a través de una ventana enrejada, proyectando sombras alargadas y grotescas en las paredes. El aire olía a humedad y a algo químico, acre y desagradable. Pero muy al fondo, un detallado de menta.
Escuche un ruido metálico proveniente del exterior, seguido de unos pasos.
El pánico comenzó a apoderarse de mi. No se por qué. Intente sentarme de nuevo, esta vez con más éxito. Mis músculos protestaron con un dolor agudo, pero logró ponerme de pie. Mis piernas temblaban, obligándome a apoyarme del sofá en el que estaba acostada. Cada movimiento me provocaba una oleada de náuseas.
— ¿Jinx? — llame con voz débil, apenas un susurro. Mi propia voz me sonaba extraña, distorsionada.
— Deberías recostarte — su voz me hizo temblar. Las manos pequeñas de alguien me volvieron a empujar al sofá y caí sentada, con un dolor punzante en mi abdomen. Baje mi mirada y vi a aquella niña con un póster en la mano.
— ¿Dónde estoy? — me atreví a preguntar. Sabía que era mala idea.
Ella solo me dio una breve mirada y se acercó hasta el centro de aquel lugar. Tomó una grapadora, temí por mi vida. La pequeña niña jaló de su pantalón y negó con sus brazos. A su vez, tomo una aguja y hilo y se lo extendió a Jinx.
— ¿Crees que soy médico? — pregunta Jinx mientras se cruza de brazos y negaba a tomar la aguja.
La niña cruzó sus brazos y gruñó. Se acercó a mi y se subió sobre una de mis piernas.
— ¿Qué haces, niña? — le pregunto mientras la veo alzar mi camisa. Tocó mi cuello algo incómoda y siento un ardor —. ¿Qué me hicieron?
— Salvarte la vida, muñeca — dijo Jinx mientras parecía exagerar el movimiento de sus brazos —. Sevika te lanzó desde muuyyyyyy alto. Y luego caíste... que pena.
No había sentido en ningún momento que aquella niña comenzaba a coser mi abdomen. Estaba más enfocada en fruncir mi rostro y fulminar a Jinx.
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