━ 𝐈𝐕: Solo intento ayudar
•─────── CAPÍTULO IV ───────•
SOLO INTENTO AYUDAR
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EL OLOR A CAFÉ RECIÉN HECHO inundó las fosas nasales de Raine, que esperó a que la máquina terminara de verter las últimas gotas de líquido en un vaso de plástico. El pitido final que emitió el aparato fue la señal que la joven necesitaba para coger el recipiente con la mano que tenía libre, procurando no quemarse en el proceso. En la otra mano —la izquierda— sostenía otro vaso idéntico del que emanaba un exquisito olor a caramelo.
Cargada con los dos cafés, Raine volvió sobre sus pasos, recorriendo nuevamente el pasillo que conducía a la UNCI¹ del St. Thomas. Mientras lo hacía, le resultó imposible no rememorar la angustiante sensación que la había embargado una hora atrás, cuando avanzó por primera vez por aquel sector del hospital. Lo había hecho junto a Jax, su madre y el resto del club, y lo cierto era que aún le costaba digerir que las cosas se hubiesen descontrolado tanto.
A Wendy, la exesposa de su hermano mayor, le habían tenido que practicar una cesárea de emergencia debido a una sobredosis. Pero, a pesar de que actualmente se encontraba inconsciente —o mejor dicho sedada—, no había sido ella la que se había llevado la peor parte, sino su hijo Abel.
El pequeño, que ahora era un bebé prematuro que se había adelantado diez semanas, había nacido con un defecto congénito en el corazón y una gastrosquisis². Tara Knowles, quien era una de las doctoras que se estaban haciendo cargo de su caso, les había explicado que la gastrosquisis consistía en una fisura en el abdomen que, si bien de forma aislada no resultaba mortal, junto con el problema del corazón constituía una bomba de relojería. Hasta el punto de que los médicos no le daban más de un veinte por ciento de probabilidades de sobrevivir.
Tara les había confirmado que la gastrosquisis y el parto prematuro eran consecuencia de la droga que, por lo visto, Wendy había estado consumiendo en las últimas semanas. El defecto del corazón, en cambio, era genético.
Su progenitora lo padecía, al igual que Jax. Aunque a él nunca le había causado ningún problema. A Thomas, por el contrario, aquel maldito fallo congénito le había costado la vida. Incluso Raine lo tenía, pero, como ocurría con Jackson, jamás había llegado al extremo de Gemma o Thomas. Aunque sí sufría arritmias cardíacas³ que requerían medicación para mantenerlas controladas y evitar complicaciones.
Finalmente la muchacha llegó junto a su madre, que continuaba inmóvil frente a la cristalera a través de la cual podía verse la incubadora donde tenían a Abel. Una dolorosa punzada le atravesó el pecho a Raine cuando sus ojos se posaron en la diminuta figura de su sobrino. Era tan pequeño y se le veía tan frágil y delicado que la rubia temía que, si lo miraba fijamente durante mucho tiempo, acabaría haciéndole daño. Impresionaba verle conectado a tantas máquinas, con infinidad de cables rodeando su cuerpecito. Sin embargo, y a pesar del nudo que tenía en la garganta —aquel que llevaba acompañándola desde que Tara les había comunicado el crítico estado de Abel—, Raine no se permitió flaquear ni derramar ni una sola lágrima. Era fuerte, los Teller siempre lo habían sido, de modo que no le costaba tragarse sus sentimientos y afrontar las situaciones con entereza, como siempre le había inculcado Gemma.
Se detuvo junto a su progenitora y le entregó su café doble. Gemma se lo agradeció con un leve asentimiento y, apenas tuvo el vaso entre sus manos, volvió a clavar la vista en su nieto. Tara les había dicho que el Dr. Namid quería operarle primero del abdomen y, si Abel conseguía estabilizarse, tratar de arreglarle el corazón, de ahí que en aquellos momentos estuviesen preparando el quirófano para la intervención.
—Puta yonqui de mierda... —masculló Gemma entre dientes—. Todo esto es por su culpa. No es capaz de mantenerse limpia ni durante un maldito embarazo —continuó diciendo. El odio y el resentimiento eran palpables en su voz.
Raine cambió su peso de una pierna a otra, incómoda. Quiso reprocharle a su madre su crueldad, decirle que no era justo cargar contra Wendy de esa manera, pero no logró reunir el valor suficiente para hacerlo. Todos eran igual de culpables que ella, puesto que siempre habían estado al corriente de sus adicciones y nadie la había ayudado con ello. Si bien la habían internado en más de una ocasión en centros de desintoxicación, Wendy nunca había aguantado más de tres meses limpia. Y su círculo cercano tampoco le había facilitado las cosas o impulsado a seguir adelante con el tratamiento, como si ya la consideraran un caso perdido.
Lo que había sucedido ese día con la expareja de su hermano hacía que Raine se sintiera ruin y miserable. Siempre había tenido una buena relación con Wendy, pero, a raíz de sus problemas con Jax y de su posterior divorcio, con toda la mierda acumulada y las tensiones propias de la separación, esa simpatía había ido desapareciendo poco a poco. Hasta el punto de que la menor de los Teller se había desentendido completamente de la que había sido su cuñada.
Aunque tampoco es que Wendy se hubiese dejado ayudar.
En esas últimas semanas se había negado a ver a cualquier miembro de la familia Teller-Morrow —y del club en general—, y ahora Raine entendía por qué. Jax tampoco había insistido al respecto, dado que no le cogía las llamadas ni le abría la puerta. Y Gemma... A Gemma nunca le había gustado Wendy, de ahí que evitase cualquier tipo de contacto con ella.
El trabajo de Raine, por otro lado, ocupaba la mayor parte de su tiempo, pero ni siquiera eso le parecía una excusa decente. La rubia tenía la impresión de que, entre todos, podrían haber evitado aquel desastre. Al fin y al cabo, Wendy estaba enferma y necesitaba supervisión constante, y más estando embarazada. Aunque también era cierto que ninguno podría haberse imaginado que llegaría al extremo de poner en peligro la vida de su propio hijo por una simple papelina.
—¿Crees que se recuperará? —Fueron las primeras palabras de Raine.
—Sí, lo creo —respondió su progenitora—. Me da igual lo que diga Tara o ese doctorcillo de tres al cuarto. Ese niño va a salir adelante. —Alzó el dedo índice de su mano izquierda y señaló la incubadora.
La muchacha la observó por el rabillo del ojo.
Tara les había dejado claro que aquel porcentaje de probabilidades era ser optimista, que el estado de Abel era muy grave y que el hecho de haber nacido prematuro solo empeoraba las cosas, pero Gemma parecía convencida de que iba a sobrevivir. Y Raine realmente deseaba tener su optimismo, esa fe ciega en que todo saldría bien.
—Jax se ha ido —musitó la rubia.
En cuanto Tara les había puesto al tanto del diagnóstico de Abel, Jackson se había marchado junto al resto del club hecho una furia. Raine no había necesitado que su hermano especificara nada para saber que había ido a rendir cuentas con los Norteños⁴, puesto que la droga que había consumido Wendy en las últimas semanas era claramente suya.
Nadie vendía en Charming. Los Hijos de la Anarquía se habían encargado personalmente de ello, de limpiar las calles de traficantes y camellos. Pero de vez en cuando Ernest Darby permitía que sus hombretones vendieran fuera de su zona.
Era su modo de provocarles, de desafiarles.
Pero ahora aquella rivalidad se había convertido en algo personal.
—Volverá. Necesita tiempo para asimilarlo —lo excusó su madre.
Raine compuso una mueca.
—Es que ese es el problema, que tal vez no haya tiempo —repuso ella en su mejor tono neutral. Seguía sosteniendo su café, pero aún no lo había probado. Estar nuevamente ahí, frente a aquella cristalera, había hecho que se le cerrara el estómago—. Por mucho que le duela debería estar aquí, con su hijo. Porque quizá mañana sea demasiado tarde.
El cuello de Gemma dio un latigazo cuando la encaró.
—No digas eso. Ni se te ocurra volver a insinuar algo así, ¿me has oído? —la reprendió, ceñuda. La aludida bajó la mirada y tragó saliva, sintiéndose niña de nuevo. Apenas un instante después la matriarca de la familia suspiró—. Tú y Jax nacisteis con el mismo problema de corazón que Thomas, y aquí estáis. Yo no tuve tanta suerte. De hecho, pasé un infierno. Pero no me rendí —continuó diciendo—. A vuestro padre lo atropelló un puto camión que lo arrastró ciento cincuenta y nueve metros y vivió dos días más.
Raine volvió a alzar el rostro, restableciendo el contacto visual con Gemma. No le gustaba hablar de su progenitor, menos aún evocar el día del accidente, pero entendía a dónde quería llegar su madre.
—Los Teller no morimos fácilmente, y Abel no va a ser la excepción —concluyó Gemma.
La chica tan solo asintió, confiando en que así fuera.
La primera operación había salido bien. O al menos eso les había dicho el Dr. Namid, quien les había proporcionado toda la información pertinente acerca de la arriesgada intervención, la cual había durado un total de cuatro horas. Por suerte, Abel se encontraba estable. Habían conseguido recolocar los intestinos y cerrar la abertura del abdomen, aunque las cosas se habían complicado un poco con la anestesia y el defecto congénito del corazón. Ahora había que esperar un par de días a que su organismo se fortaleciera, dado que volver a meterlo en quirófano tan pronto era demasiado arriesgado, y más siendo tan pequeño.
Raine avanzó por el corredor arrastrando los pies. A esas horas de la noche los pasillos del hospital estaban tranquilos y prácticamente desérticos. De vez en cuando aparecía algún celador o enfermero que entraba y salía de determinadas habitaciones, pero, por lo demás, las instalaciones se encontraban en completa calma.
La menor de los Teller se llevó su mano hábil a la nuca —que la tenía despejada gracias a la cola alta en la que llevaba recogido el cabello— y se la masajeó con cuidado. Estaba hecha polvo, pero, afortunadamente para ella, ya podía volver a casa y descansar un poco. Clay había ido a buscar a Gemma en su Harley, y a ella la esperaba su coche en el aparcamiento. No se sentía tranquila marchándose, pero tampoco hacía nada allí. Abel estaba en observación y no iban a poder verle hasta al día siguiente, por lo que la mejor opción era regresar a su apartamento y tratar de recobrar energías.
Se detuvo frente al ascensor y pulsó el botón correspondiente para activarlo. Esperó a que las puertas se abrieran y entonces ingresó en el cubículo. Su dedo índice apretó el botoncito que representaba la planta baja y, cuando las puertas estuvieron a punto de cerrarse, una segunda figura cruzó apresuradamente el umbral, situándose a su lado.
Raine examinó con una ceja arqueada a Tara, que la saludó con una de sus típicas sonrisas forzadas. Había dejado de lado su uniforme de doctora y ahora vestía una blusa sencilla y unos pantalones vaqueros a juego con unos botines con algo de plataforma. Por lo visto, ya había terminado su turno, aunque algo le decía que había hecho horas extra por el caso de Abel.
—¿Ya te vas a casa? —le preguntó la castaña. De su hombro derecho colgaba un bolso de proporciones considerables, y doblada sobre su antebrazo llevaba una cazadora de piel sintética.
Raine inspiró por la nariz.
—Sí. Mañana tengo que trabajar. —Fue su escueta respuesta.
Tara asintió, volviendo la vista al frente.
Los iris celestes de la más joven se clavaron en la pantalla digital en la que iba apareciendo el número de cada piso. Aún faltaban cuatro para llegar a la planta baja.
—Quisiera comentarte algo —volvió a hablar la Dra. Knowles tras unos instantes más de mutismo.
A Raine le resultó imposible contener un suspiro.
—¿De qué se trata? —quiso saber, desganada.
Tres pisos.
—Es sobre Wendy —manifestó Tara a la par que viraba nuevamente la cabeza en su dirección. Raine, en cambio, no se molestó en mirarla—. Aún está sedada y no sabe lo que ha ocurrido, pero va a necesitar mucho apoyo cuando lo haga. Ya no solo por lo de Abel, sino también por el mono —añadió.
La rubia estrujó la correa de su propio bolso entre sus dedos.
Su excuñada todavía no había despertado y, por tanto, no estaba al corriente de lo que había sucedido con Abel. Pero Raine era consciente de que, en cuanto lo supiera, iba a sentirse terriblemente mal consigo misma. La conocía desde que era una niña, de manera que podía imaginarse cómo se pondría apenas descubriera que, por culpa de sus adicciones, su hijo había nacido con casi todas las tripas fuera.
Dos pisos.
—Estoy esperando a que me digas algo que no sepa —soltó la menor de los Teller, visiblemente malhumorada—. Mi familia y yo sabemos muy bien lo que debemos hacer, así que ahórrate la charla moralista. —La observó con el ceño fruncido y un inusual brillo en la mirada, demostrándole una vez más que el rencor que sentía por ella no había disminuido lo más mínimo.
Tara también arrugó el entrecejo.
—Solo digo que todo esto le va a afectar mucho a nivel emocional —repuso en su mejor tono neutral, aunque sus orbes verdes centelleaban con molestia—. Y que va a ser la primera en sentirse culpable por lo que ha pasado.
Un piso.
—Sé muy bien lo que estás diciendo. —Raine giró sobre sus talones para poder tenerla cara a cara. La diferencia de altura entre ambas era considerable—. Te lo llevo notando desde que llegamos al hospital, especialmente con ciertas miradas. ¿Crees que por haberte borrado del mapa durante once años ha cambiado algo? —le espetó, avanzando un paso hacia ella—. ¿De verdad piensas que por lucir ahora una bata blanca y tener todo el día esa cara de mojigata eres mejor que nosotros?
También conocía a Tara desde siempre, prácticamente desde que tenía uso de razón. Sabía muchas cosas sobre ella, hasta sus secretos más oscuros, de ahí que no fuera a permitir que la mirase desde un escalón superior, como si no fuera más que morralla. Ambas habían nacido y se habían criado en el mismo lodazal, con la única diferencia de que una de ellas había huido como una cobarde.
—Eso lo estás diciendo tú, no yo —se defendió la doctora, que no se dejó amedrentar por su cercanía—. Solo intento ayudar, Raine.
Los labios de la susodicha se curvaron en un mohín desdeñoso. Si ya de por sí estaba que se subía por las paredes debido a los últimos acontecimientos, que Tara la hubiese pillado por banda para decirle lo que debía hacer —como si ella no fuera capaz de saberlo por sí misma o no tuviese la empatía suficiente para darse cuenta de ello— había sido la gota que colma el vaso.
Din, din, din.
Planta baja.
—Pues no lo intentes tanto —farfulló Raine. Aguardó a que las puertas volvieran a abrirse y, sin mediar ni una sola palabra más con Tara, abandonó el ascensor como alma que lleva el diablo.
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· INFORMACIÓN ·
— ೖ୭ Fecha de publicación: 03/12/2022
— ೖ୭ Número de palabras: 2535
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· GLOSARIO ·
— ೖ୭ ¹ La UNCI (Unidad Neonatal de Cuidados Intensivos) es el área del hospital donde se atienden a los bebés recién nacidos que necesitan atención médica intensiva.
— ೖ୭ ² La gastrosquisis es un defecto de nacimiento en la pared abdominal, justo en el área del estómago. Debido a ello, los intestinos del bebé salen del cuerpo a través de un orificio situado al lado del ombligo. Dicha fisura puede ser pequeña o grande y a veces también pueden salir otros órganos, como el estómago o el hígado.
— ೖ୭ ³ Una arritmia cardíaca es un latido irregular del corazón. Los problemas del ritmo cardíaco ocurren cuando los impulsos eléctricos que coordinan los latidos del corazón no funcionan adecuadamente. La señalización defectuosa hace que el corazón lata demasiado rápido (taquicardia), demasiado lento (bradicardia) o de forma irregular.
— ೖ୭ ⁴ Los Norteños son un partido neo-nazi dirigido por Ernest Darby cuyo objetivo es imponer la supremacía de la raza aria. Para ello, se alimentan del tráfico de drogas ilegales que ellos mismos fabrican en sus laboratorios clandestinos. Son, por tanto, una facción de la Hermandad Aria y están involucrados en la producción, transporte y distribución de anfetamina en California.
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· NOTA DE LA AUTORA ·
¡Hola, hijos e hijas de la anarquía!
Ay, qué ganas tenía de volver con esta historia =') Sé que a muchos no os agrada que solo actualice una vez al mes, pero quiero ir despacio y con calma para no agobiarme. Los que me sigáis sabréis que tengo otras dos historias en proceso, así que no puedo centrarme únicamente en Ramé. Pero bueno, en cuanto logre reunir más capítulos de reserva, trataré de actualizar con más frecuencia :3
Ha sido un cap. cortito pero intenso. No sé qué tiene Raine, pero me encanta escribir sobre ella, jajaja. Su carácter y determinación me tienen enamoradita perdida. ¿Qué os ha parecido esa primera escena con Gemma? Porque hemos descubierto ciertas cosillas sobre nuestra rubia favorita, como que ella también padece del corazón, aunque sin llegar al extremo de su madre o su hermano mellizo u.u Por cierto, ¿cómo creéis que será la relación/dinámica entre madre e hija? Porque todos conocemos a Gemma y sabemos cómo se las gasta x'D Estaré encantada de leer vuestras conjeturas =P
Por el momento, parece que Raine no es tan cruel y viperina como Mamá Gemma, quien no lo ha dudado a la hora de poner a Wendy de vuelta y media. Y, hablando de Wendy, no es un personaje que me fascine, ya que nunca ha sido santo de mi devoción, pero siempre he pensado que es el personaje más maltratado de la serie. Fue ella la que se drogó estando embarazada de Abel, es cierto. Pero los Teller fueron unos irresponsables por no estar más pendientes de ella sabiendo que era adicta =/
Aunque el aprecio que Raine todavía le profesa a su excuñada no se lo tiene a Tara, eso ha quedado más que claro x'D Y ha sido en la segunda escena donde ha sacado a relucir el carácter que ha heredado de Gemma (͡° ͜ʖ ͡°) Hay mucho odio y rencor ahí, pero eso es algo que veremos con más profundidad en el próximo capítulo, jeje.
Y eso es todo por el momento. Espero que os haya gustado el cap. y que hayáis disfrutado la lectura. Si es así, por favor, no olvidéis votar y comentar, que eso me anima muchísimo a seguir escribiendo =)
Besos ^3^
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