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━ 𝐗𝐕: Proposiciones inesperadas

── CAPÍTULO XV───

PROPOSICIONES
INESPERADAS

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( NO OLVIDES VOTAR Y COMENTAR )

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        SITUADA TRAS LA BARRA DEL BLACK ROSE, Catriona abrió un botellín de cerveza y vertió su contenido en un vaso de cristal. Michael le había enseñado cómo debía servir ciertas bebidas para que la espuma no se echara a perder, de ahí que estuviera siendo especialmente cuidadosa a la hora de preparar aquella pinta de cerveza negra. Una vez la comanda estuvo lista, la muchacha colocó la jarra sobre la bandeja y se aventuró a llevarla hasta la mesa correspondiente. Aún no contaba con la pericia suficiente para sostener la bandeja con una sola mano, de modo que hizo uso de las dos mientras caminaba con presteza. Ya en su destino, le entregó la pinta al cliente que la había pedido y le dedicó una sonrisa afable antes de retirarse.

Si bien se trataba de un trabajo bastante sacrificado, puesto que hacerse cargo de un bar era muy laborioso y requería de mucho tiempo y esfuerzo, le encantaba sentirse útil y valorada. No le importaba levantarse pronto por las mañanas o tener que estar de cara al público de manera constante, así como tampoco le suponía ningún problema terminar su jornada laboral oliendo a alcohol y a tabaco. El hecho de ayudar a su tío y pasar tiempo con él —intentando recuperar los momentos perdidos— lo compensaba todo.

Ya de regreso al mostrador, Riona se dispuso a lavar los vasos sucios que había en el fondo del fregadero. Michael, por otro lado, no dejaba de pulular de aquí para allá, saludando a clientes, anotando comandas y sirviendo bebidas con la maestría de quien llevaba toda la vida dedicándose al negocio. De vez en cuando desaparecía tras la puerta que conducía al almacén, solo para volver a salir instantes después con cajas llenas de botellas de vidrio que tintineaban al chocar entre sí.

Ni siquiera había llegado a activar el grifo cuando un hombre alto y fornido —quien, según tenía entendido, era un compañero de trabajo de Opie en el aserradero— se acercó a la barra y dejó sobre esta el dinero correspondiente al café con leche que se había tomado, junto con una pequeña propina que hizo que a Catriona se le iluminaran los ojos. La castaña no lo dudó a la hora de agradecerle el detalle y desearle que pasara una buena tarde.

—No cabe la menor duda de que esto se te da mucho mejor que a mí —comentó el hermano mayor de su padre mientras se posicionaba a su lado—. Dos propinas en un mismo día... Yo llevo trabajando aquí toda la vida y los muy tacaños nunca me han dejado nada más allá de un par de monedas sueltas —añadió con la mirada fija en los cinco dólares que Riona sostenía en su mano izquierda, aquellos que acababa de entregarle Oliver Redford, quien ahora se dirigía hacia la salida del Black Rose.

La aludida sonrió con satisfacción, para posteriormente guardar el billete en la caja registradora. Michael, por su parte, se mantuvo de pie junto al mostrador, con el brazo derecho apoyado en la superficie barnizada y una expresión divertida coloreando sus facciones.

—Soy encantadora, qué se le va a hacer —bromeó Catriona, encogiéndose de hombros con naturalidad. Su tío carcajeó en consecuencia—. No, ahora en serio. Me alegra saber que lo estoy haciendo bien, porque tenía miedo de no estar a la altura —confesó a media voz, justo antes de volver a centrarse en los vasos y las tazas que se acumulaban en el fregadero de acero inoxidable. La seriedad se había apoderado de sus delicados rasgos, aunque la sombra de aquella sonrisa radiante aún permanecía en sus labios.

Sintió la mano de Michael en su hombro derecho, seguido de un leve apretón que la instó a restablecer el contacto visual con él. El dueño del local le dedicó una mirada enternecida, y ella no pudo evitar volver a sentirse como una niña pequeña que lo único que buscaba era su aprobación. Pensar en el tiempo que les había sido arrebatado, en todas las experiencias que no habían tenido la oportunidad de compartir por culpa de terceras personas, provocó que un molesto nudo se apiñara en la boca de su estómago.

—Has superado con creces todas las expectativas, Riona —declaró el hermano mayor de su progenitor—. Me encanta tenerte aquí, en serio. Y no puedo sentirme más agradecido por toda la ayuda que me estás brindando. —Estrechó por segunda vez su hombro y le frotó ese mismo brazo con un cariño paternal—. No seas tan dura contigo misma, porque lo estás haciendo genial. Ya has visto que los clientes te adoran.

Todo cuanto pudo hacer la susodicha fue sonreírle en agradecimiento. Su proceso de adaptación a Charming no estaba siendo fácil, pero eran aquellos momentos, aquellos detalles que, a primera vista, podían parecer insignificantes, los que la impulsaban a no rendirse y a seguir adelante. Se había convencido a sí misma de que la única opinión que debía importarle era la de Michael. Lo que pensaran los demás —tales como Clay, Gemma o hasta incluso Raine— no debía tener ningún valor para ella. O, al menos, eso era lo que se obligaba a repetirse cada vez que ciertos pensamientos amenazaban con desestabilizarla.

Fue entonces cuando la puerta principal del Black Rose volvió a abrirse, emitiendo aquel característico campaneo que anunciaba la llegada de un nuevo cliente. Tanto Catriona como Michael desviaron su atención hacia la figura que acababa de cruzar el umbral, pero fue la más joven la que contuvo involuntariamente el aliento cuando sus iris azabache se toparon con unos increíblemente azules.

Los de Raine.

La menor de los Teller no titubeó a la hora de aproximarse a la barra con paso firme y decidido, convirtiéndose en el centro de todas las miradas. No habían vuelto a verse desde aquella noche en casa de Clay y Gemma, de ahí que una oleada de intranquilidad se abriera paso en el interior de Riona. Esta trató por todos los medios de mantenerse neutral, de no dejar que la agitación que se había adueñado de su pecho se delatara en su expresión, pero le resultó imposible. El pánico a un posible nuevo enfrentamiento con la que había sido su mejor amiga de la infancia reverberó en sus huesos, haciéndola sentir pequeña e insignificante.

Ya había transcurrido una semana desde entonces, pero el eco de su última conversación, aquella en la que le había entregado las cartas que le había escrito durante todo un año —pero que jamás habían llegado a su destino por culpa de su madre—, volvió a resonar dentro de su cabeza. ¿Las habría leído, tal y como le había pedido que hiciera? ¿O las habría tirado sin tan siquiera molestarse en echarle un vistazo a su contenido? De haber optado por lo segundo, no la culparía.

O puede que sí que las hubiera ojeado, después de todo. Y que su presencia en el establecimiento se debiera a su intención de volver a dejarle claro que no la quería cerca ni de ella ni de su familia.

De nuevo sintió la presencia de una mano cálida y reconfortante, solo que esta vez en la parte baja de la espalda. Michael se había apegado a ella en un ademán protector, quizá temiendo lo mismo que Catriona: que la presencia de Raine en el Black Rose supusiera el inicio de un nuevo conflicto entre ambas. Y es que la rubia no se había cortado ni un pelo a la hora de demostrar su postura respecto al inesperado regreso de la menor a Charming.

—Raine —la saludó el propietario del bar—. Qué inesperada sorpresa. ¿Qué te trae por aquí? —quiso saber con una sonrisa que dejaba claro el perfecto dominio que tenía sobre sus emociones.

La mencionada terminó de rebasar los escasos metros que la separaban del mostrador, tan seria que a Riona se le revolvió el estómago. Ese día Raine llevaba el cabello suelto, junto con una camiseta de manga corta y unos vaqueros desgastados. Había sustituido sus característicos tacones por unas zapatillas básicas de un blanco impoluto y, sobre la cabeza, unas gafas de sol actuaban de diadema, apartándole varios mechones de la cara. Puede que físicamente fuera idéntica a Jax —y, por tanto, a JT—, pero no cabía la menor duda de que poseía el porte y el temperamento de Gemma.

—Hola, Michael —contestó la menor de los Teller en un tono plano y monocorde, impersonal—. Hola, Catriona. —La castaña se puso rígida cuando Raine desvió su atención hacia ella. No obstante (y para su sorpresa), esta no le dedicó una de sus típicas miradas ponzoñosas, sino una que no supo muy bien cómo interpretar—. Amh... ¿Qué tal? ¿Cómo va todo? —preguntó para desconcierto de tío y sobrina.

Los labios del que era el mayor soporte de los Hijos de la Anarquía se estiraron en una nueva sonrisa. Parecía más joven y, sobre todo, más feliz desde que Riona había vuelto a formar parte de su vida.

—Bien, bien. Por suerte, no nos podemos quejar —manifestó Michael con cordialidad—. ¿Quieres que te ponga algo? —consultó.

Raine sacudió la cabeza de lado a lado.

—No, tranquilo. No me voy a quedar mucho. De hecho, voy de camino al St. Thomas para ver a mi sobrino —repuso la rubia. Sus uñas, arregladas con una bonita manicura francesa, no dejaban de tamborilear sobre la madera de la barra—. El caso es que... Bueno, pasaba por aquí y he pensado que quizá te gustaría acompañarme. —Aquello último lo dijo observando a Catriona, que parpadeó varias veces seguidas, perpleja. La reacción de Michael no fue muy diferente, dado que entreabrió los labios y alzó sus tupidas cejas con asombro.

¿Habían escuchado bien? ¿Raine acababa de proponerle ir con ella al hospital para conocer a Abel, el hijo de Jax y Wendy?

La aludida abrió y cerró la boca en repetidas ocasiones, sin saber muy bien qué decir ni cómo reaccionar ante la invitación de la menor de los Teller. Se había quedado totalmente en blanco, presa del desconcierto y de lo imprevisto de la situación.

—Pero si te pillo en un mal momento no pasa nada —se apresuró a decir Raine ante el crispante silencio de Catriona. Sus manos continuaban sobre el mostrador, aunque ahora sus dedos jugueteaban nerviosamente entre sí—. Fallo mío por no haberte avisado con antelación —reconoció.

La única hija de Craig Dawson intercambió una rápida mirada con su tío.

—Justo... Justo estoy en pleno turno —consiguió pronunciar a la par que se señalaba a sí misma, concretamente al mandil de color granate que llevaba atado alrededor de la cintura y que la identificaba como camarera—. Estoy ayudando a Michael con el bar. Ya llevo varios días trabajando.

La rubia hizo un gesto de reconocimiento con la boca. Ella también estaba tensa, aunque sabía manejarlo mucho mejor que Riona.

—Tranquila, no pasa nada. Como ya he dicho, la culpa es mía por no haberte avisado —indicó Raine con una sonrisa un tanto forzada. La castaña quiso imitarla, pero su boca tan solo conformó una línea vacía e inexpresiva—. Podemos ir otro día... Si te apetece, claro. Si no, no hay problema —apostilló con esa espontaneidad que tanto le caracterizaba.

Catriona tan solo asintió.

Se sentía demasiado abrumada como para articular nada coherente.

—No te preocupes por el trabajo, Riona —intervino Michael, acaparando la atención de ambas. Su mano había abandonado las lumbares de su sobrina para poder adoptar la misma postura que la recién llegada—. Ve con ella, si quieres. Yo me ocupo de todo —la alentó con una sonrisa afable tironeando de las comisuras de sus labios.

Catriona le contempló con un poso de duda latiendo en el fondo de sus orbes oscuros. Una parte de ella —lo que quedaba de la niña que una vez había sido— ansiaba acompañar a Raine al St. Thomas para poder conocer al pequeño Abel, pero la otra... A la otra no terminaba de convencerle la idea. El súbito cambio de actitud de la menor de los Teller la había descolocado enormemente, hasta el punto de que no sabía qué debía esperar de aquello. ¿Habría leído las cartas, entonces? Todo parecía apuntar a que sí, a que por fin se había dado cuenta de que todo lo que había sucedido desde que se había visto en la obligación de mudarse a Belfast no había sido algo premeditado por su parte, y mucho menos deseado. Aunque ¿y si era demasiado pronto para intentar un acercamiento? ¿Y si las cosas volvían a torcerse entre ellas? Tal vez su amistad, aquel vínculo tan especial que las había mantenido unidas durante toda su infancia y parte de su adolescencia, fuera algo irrecuperable. Puede que el paso del tiempo, aderezado con las heridas y las decepciones que había provocado la repentina pérdida de contacto, hubiese abierto una herida imposible de curar.

Debido a su vacilación, Raine retomó la palabra:

—Sé que... Sé que puede sonar contradictorio, y más después de cómo me he portado estos días —declaró con lo que parecía ser un timbre avergonzado en la voz—. Pero realmente me gustaría que pudiéramos hablar. Aunque solo sea para aclarar las cosas y pasar página.

Riona contuvo el aliento ante eso último. Ahora era la propia Raine la que le estaba ofreciendo la posibilidad de explicarse, de hacerle saber lo mucho que le había dolido separarse de ella y perder todo tipo de contacto. La había extrañado tanto cada día de su estancia en Irlanda del Norte que el simple hecho de que la rubia estuviera dispuesta a tener una conversación civilizada con ella era todo un regalo. Uno que no pensaba desperdiciar por mucho que su mente tratara de envenenarla con determinados pensamientos.

Consciente de que tanto Raine como Michael esperaban una respuesta, Catriona respiró hondo y exhaló despacio. Seguía estando nerviosa y algo insegura, pero hizo su mejor esfuerzo a la hora de sofocar cualquier emoción negativa que pudiera hacerla cambiar de opinión.

No podía desaprovechar aquella oportunidad.

—Está bien. Cojo mi bolso y nos vamos —accedió.

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· INFORMACIÓN ·

— ೖ୭ Fecha de publicación: 17/11/2024

— ೖ୭ Número de palabras: 2350

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· NOTA DE LA AUTORA ·

¡Hola, hijos e hijas de la anarquía!

Bueno, el de hoy ha sido un capítulo bastante cortito. Y sí, sé que es de transición. Pero va a suponer un antes y un después en Ramé, así que eso lo compensa un poquito =P Además, quería que vierais cómo se desenvuelve Catriona en su nuevo trabajo como camarera del Black Rose uwu Creo que, a estas alturas, ya ha quedado claro lo mucho que amo a Michael, pero es que jamás me cansaré de repetirlo: este hombre me puede. Si es que, miradle, es un trocito de pan con nuestra niña =') Adoro la dinámica que tiene con Riona, porque se nota que es muy protector con ella y :'3

Pero, bueno, vayamos al meollo del asunto... ¿Qué os ha parecido la intervención de Raine en este cap.? ¿Os esperabais que apareciera en el Black Rose después de la que se lio en la cena? ¿Habrá leído las cartas, entonces? Sea como sea, está claro que ha cambiado de actitud y que parece estar dispuesta a hablar con Catriona u.u

Aish, el próximo capítulo va a estar bien potente.

Decidme, ¿qué opináis de la situación en la que se encuentran mis niñas? ¿Creéis que existe la posibilidad de que empiecen de cero? ¿Aún pueden retomar su amistad donde la dejaron? ¿O las heridas provocadas por el paso del tiempo serán un impedimento? Ya sabéis que me encanta leer vuestras teorías, así que no os cortéis ;)

Y eso es todo por el momento. Espero que os haya gustado el cap. y que hayáis disfrutado la lectura. Si es así, por favor, no olvidéis votar y comentar, que eso me anima muchísimo a seguir escribiendo =)

Besos ^3^

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