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𝟭𝟯. ❛ THE HUNT BEGINS ❜







↷⋅⋅⋅ ♡! 🥀 ⌇CAPÍTULO 13. . .
❪ la caza comienza ❫

𖤐𖤐

❴ 𝔄𝔳𝔢𝔯𝔶 ❵

—BUSCA UNA MEJOR EXCUSA, Y LUEGO HABLAMOS.

Gruñí exasperada ante las palabras de mi padre. Llevaba la última hora tratando de convencerlo de que me dejara ir a ir partido de béisbol con los Cullen. No lo convencía con nada y se me había ocurrido decirle que debía practicar un deporte al aire libre y escribir un ensayo para la escuela.

Mis mentiras podían olerse a kilómetros de distancia.

—¡Vamos papá! Solo será un rato —supliqué.

—Yo digo que no la dejes, pa' —Marcus dijo, bajando las escaleras y yendo a la cocina—. La vez pasada te cerró la puerta en la cara.

—¡Tu cállate!

—¡Oblígame!

—¡Tonto!

—¡Tonta!

—¡Ya basta! —exclamó mi madre, irritada—. Marcus, ¿tú no tenías tarea que hacer? —mi hermano resopló y regresó a su habitación, no sin antes darme una mala mirada—. Y tú, Arthur, creo que no hay nada de malo en que Avery salga con su novio.

—Ya, ya —mi padre resopló—. Ese tal Edwin todavía no me agrada.

—Se llama Edward, papá.

—Como sea —le resto importancia—. ¿Qué dices que van a hacer?

—Vamos a jugar béisbol con su familia —respondí pacientemente.

—¿Y tú sabes jugar eso? —asentí repetidas veces ante su pregunta—. Claro. Ah, y si eres buena en algo, no olvides presumir de ello.

—Lo haré —sonreí tomando aquello como su permiso para que saliera. Besé su mejilla como agradecimiento.

—¿A que hora vendrá? —preguntó mi madre sonriendo dulcemente.

—En unos minutos.

—Oh, vaya. Entonces por eso te arreglaste. Ya estabas lista y sin pedir permiso —se burló mi padre. Me sonrojé avergonzada.

—Bueno, así había más probabilidades de que me dejaras —me excusé.

—¡Yo digo que por eso no la dejes! —gritó Marcus desde arriba. Gruñí irritada. Mis ojos brillaron de color escarlata y enseguida se escuchó un ruido proveniente de la habitación de mi hermano seguido de él quejándose.

Mi madre me miró con desaprobación mientras mi padre reía.

Escuché el rugido de un motor, y luego lo sentí detenerse justo enfrente de la casa. Edward había llegado.

—Yo abro —mi madre sonrió, levantándose y yendo a la puerta. Ni siquiera espero que el timbre sonara cuando abrió la puerta. Edward estaba ahí, de pie frente al umbral—. Hola, Edward.

—Buenas tardes, señora Kingsleigh —saludó él amablemente. Giró la cabeza hacia donde estábamos mi padre y yo asomados y sonrió divertido.

—Adelante, entra.

—Gracias.

Mi madre lo guió a la sala y mi padre y yo regresamos rápidamente a sentarnos al sofá.

—Edwin —dijo mi padre como saludo. Fruncí el ceño y resoplé. Estaba segura de que mi padre solo lo hacía para molestar—. Tengo entendido que vas a llevar a mi niña a un partido de béisbol.

—Si señor, esa es la idea —Edward asintió.

—No voy a preguntar cómo, deben ser una de esas cosas de vampiros jugar béisbol con una tormenta —dijo mi padre, y mi madre lo miró con severidad—. Pero te advierto que Avery es muy competitiva, así que si te patea el tra- —se aclaró la garganta para disimular cuando vio la mirada que le enviaba mi madre—. Si te gana, por favor no llores. Lo presumirá durante toda la semana.

—Ya lo creo —Edward sonrió divertido.

—Bueno, ya nos vamos —me levanté de un salto—. Volveremos en un rato. Adiós —besé la mejilla de mi padre y abracé a mi madre, antes de tomar a Edward de la mano jalarlo a la puerta.

—Hasta luego, señor y señora Kingsleigh.

—Adiós.

—Cuídala, Edwin.

—Ignóralo —le sonreí al ver su expresión confusa ante como lo llamaba mi padre.

Al salir de la casa el cielo era gris indicando posible lluvia. El aire fresco me erizó la piel. En la calle, donde usualmente Edward aparcaba si Volvo, estaba ahora un Jeep gris y grande.

—Eso no es tuyo —señalé lo obvio. Edward rió.

—Es de Emmett.

Me sonrió tranquilamente y sin decir más me llevó hacia el Jeep, abriendo la puerta de copiloto para que entrara y después entrando él en el asiento de conductor.

—Y... —tamborileé con los dedos en la parte delantera del auto—, ¿a donde iremos?

—Lejos —respondió simplemente. Me recorrió con la mirada de pies a cabeza y sonrió de lado—. Te ves hermosa.

Sin previo aviso, se acercó a mi y junto sus labios con los míos. Fue un beso fugaz, apenas un pequeño roce, pero fue suficiente para que un escalofrío recorriera mi cuerpo y la sangre se acumulara en mi rostro.

Cuando se separó, me puso el cinturón de seguridad y besó mi mejilla. Abrí la boca sin saber que decir, al final resoplé y desvíe la mirada.

Genial, primer beso y tan corto. Aunque no niego que me gustó.

Edward rió mientras encendía el auto, y me sonrojé más al darme cuenta de que había leído mi mente.

Mientras nos alejábamos poco a poco de mi casa, Edward encendió la radio y puso una canción al azar. El camino fue silencioso, mientras el conducía yo miraba el camino por la ventana, aún pensando en aquel beso.

Conforme el camino continuaba una ligera lluvia se hizo presente, empañando el vidrio. Iba contando las gotas que resbalaban por la ventana, tratando de distraerme un rato. Y entonces fue cuando llegamos al final de la carretera; los árboles formaban grandes muros verdes en tres de los cuatro costados del Jeep. La lluvia se había convertido en llovizna poco a poco y el cielo brillante asomaba entre las nubes. Frente a nosotros estaba un gran prado, donde pude divisar a lo lejos a los Cullen.

Ellos también debieron escucharnos llegar, pues inmediatamente se giraron y Esme alzó la mano saludándonos a la distancia. Me quité el cinturón de seguridad y bajé del Jeep sin esperar a Edward, corriendo a los demás.

—¡Hola! —sonreí, yendo directamente a abrazar a Esme, quien me envolvió en sus brazos felizmente.

Al separarme Alice se acercó a abrazarme también.

—Avery, amo tu ropa —halagó, mirando mi chaqueta roja, la cual casi siempre usaba—. El rojo definitivamente es tu color.

Reí sonrojada por los halagos. Noté también como Rosalie me miraba seriamente, de brazos cruzados. Pero aún así me sonrió cuando la saludé.

—¿Entonces... —Emmett se acercó a mi, pasando su brazo por mis hombros y guiándome a la cancha que Carlisle improvisó—, sabes de béisbol?

—Me defiendo —encogí los hombros, sonriendo.

Solía jugar en Phoenix con unos compañeros de la escuela. Era buena, solo que siempre tenía que contenerme a la hora de correr o batear, pero algo me decía que aquí no tendría que hacerlo.

—Andando entonces —rió—. Esme no jugará. Prefiere estar de árbitro. Cree que hacemos trampa —añadió divertido—. Rosalie se aburrirá rápido, yo te lo digo. Cuando ella salga tu entras.

Se oyó el estruendo de un trueno en todo el campo, iluminando el lugar. De este siguió una brisa fresca. Emmett se alejó de mi y yo fui con Esme, que en ese momento estaba acercándose a paso tranquilo.

—Béisbol en una tormenta, genial —sonreí divertida, caminando a su lado—. ¿Entonces... hacen trampa?

—Oh, ya lo creo —dijo divertida—, ¡tendrías que oír sus explicaciones! Bueno, espero que no sea así, de lo contrario pensarías que se han criado en una manada de lobos —luego añadió suavemente—. Me alegra que hayas venido.

—A mi también —le sonreí—. Por un momento creí que mi padre no me dejaría, pero solo lo hace para molestarme.

En ese momento Edward llegó a nuestro lado.

—¿Jugarás? —preguntó sonriendo, con ojos brillantes y ansioso por empezar el juego.

—Después —le sonreí—. Ve a humillarlos, Eddie.

Rió por lo bajo ante el apodo, y después de darme un rápido beso y revolverme el cabello, dio un gran salto para reunirse con los otros. Su forma de correr era demasiado rápida, por lo que pronto les dio alcance.

Escuché la suave risa de Esme a mi lado, y hasta ese momento me di cuenta de que había estado observando a mi novio con una sonrisa tonta.

—Nunca lo había visto así —comentó suavemente, también mirando a Edward que reía junto a Jasper y Emmett, dándose empujones entre sí.

—¿Cómo? —pregunté mientras retomábamos el camino.

—Tan feliz —aclaró—, tan despreocupado. Me alegra que te haya encontrado.

—¿De verdad? —la miré con duda—. Entonces, ¿no le importa... que yo sea-

—Avery —dijo suavemente—. Eres una chica tan dulce y amable. Tú eres lo que él quiere. Solo hay que darse cuenta de cómo te mira —me giré a ella, con duda en mis ojos—. Como si fueras su mundo, como si sin ti estuviese perdido. Y de cierta manera es así. No se como, pero esto va a salir bien —aseguró, sonriéndome dulcemente. Le devolví la sonrisa, con las palabras atoradas en la garganta.

En ese momento Esme se detuvo. Por lo visto habíamos llegado a los límites del campo. Al parecer ya se habían formado los equipos. Edward estaba en la parte izquierda del campo, bastante lejos; Carlisle se encontraba entre la primera y la segunda base, y Alice tenía la bola en su poder, en lo que debía ser la base de lanzamiento.

Emmett hacía girar un bate, sólo perceptible por su sonido silbante, ya que era casi imposible seguir su trayectoria en el aire con la vista. Esperaba que se acercara a la base de meta, pero ya estaba allí, a una distancia inconcebible de la base de lanzamiento, adoptando la postura de bateo para cuando me quise dar cuenta. Jasper se situó detrás, a un metro escaso, para atrapar la bola para el otro equipo. Como era de esperar, ninguno llevaba guantes.

—De acuerdo —Esme habló con voz clara, y supe que Edward la había oído a pesar de estar muy alejado—, batea.

Alice permanecía erguida, aparentemente inmóvil. Sujetó la pelota con ambas manos cerca de su cintura; luego, su brazo derecho se movió y la bola impactó en la mano de Jasper.

Jasper lanzó de nuevo la bola a la mano de Alice, que se permitió una gran sonrisa antes de estirar el brazo para efectuar otro nuevo lanzamiento.

Esta vez el bate consiguió, sin saber muy bien cómo, golpear la bola invisible. El chasquido del impacto fue tremendo, atronador. Entendí con claridad la razón por la que necesitaban una tormenta para jugar cuando las montañas devolvieron el eco del golpe.

La bola sobrevoló el campo como un meteorito para irse a perder en lo profundo del bosque circundante.

—Eso será un home run —murmuré.

—Espera —dijo Esme con cautela, escuchando atenta y con la mano alzada.

Emmett era una figura borrosa que corría de una base a otra y Carlisle la sombra que lo seguía. Me di cuenta de que Edward no estaba.

¡Out! —cantó Esme con su voz clara.

Contemplé con incredulidad cómo Edward saltaba desde la linde del bosque con la bola en la mano alzada. Incluso yo pude ver su brillante sonrisa.

—Emmett será el que batea más fuerte —me explicó Esme—, pero Edward es muy rápido.

Las entradas se sucedieron ante mis ojos incrédulos. Era imposible mantener contacto visual con la bola teniendo en cuenta la velocidad a la que volaba y el ritmo al que se movían alrededor del campo los corredores de base.

Comprendí el otro motivo por el cual esperaban a que hubiera una tormenta para jugar cuando Jasper bateó una roleta, una de esas pelotas que van rodando por el suelo, hacia la posición de Carlisle en un intento de evitar la infalible defensa de Edward.

El equipo de Emmett iba una carrera por delante. Rosalie se las apañó para revolotear sobre las bases después de aprovechar uno de los larguísimos lanzamientos de Emmett, cuando Edward consiguió el tercer out.

—¡Estoy fuera! —anunció Rosalie después de un rato, acercándose a nosotras y lanzándome un par de guantes que atrapé torpemente—. Tu turno, los necesitarás.

Sonreí, entusiasmada de participar.

—¿Segura que puedes? —Esme preguntó con duda.

—Claro —asentí segura.

—¡Enséñales cómo se juega, bonita! —Edward gritó desde su lugar, entusiasmado.

Pero cuando estaba por ponerme los guantes, Alice gritó desde su lugar en la cancha, haciendo que todos se detuvieran y se giraran a verla.

—¡Paren!

Edward se giró para mirarla. Las miradas de ambos se encontraron y en un instante circuló entre ellos un flujo misterioso. Edward ya estaba a mi lado antes de que los demás pudieran preguntar a Alice qué iba mal. Entonces un escalofrío recorrió mi cuerpo y la inquietud inundó me inundó.

—Alguien viene —dije a Edward. Él no respondió, solo pasó un brazo por mis hombros y me pegó a él.

—Ya se iban, pero nos oyeron —Alice dijo con preocupación, acercándose a nosotros al igual que los demás.

—Vámonos —Edward dijo intranquilo, jalándome como él.

—Ya es tarde.

—¿Qué pasa? —lo miré confundida. Solo sabía que alguien se acercaba pero no entendía la inquietud de los demás.

Rosalie se acercó a mi y me deshizo el moño, soltando mi cabello. No me quejé, solo miré como los demás se alejaban unos pasos.

—Perdona —Edward suspiró, besando mi frente—. Fue estúpido, no debí haberte traído.

Entonces divisé a lo lejos tres figuras que se acercaban a nosotros a paso tranquilo pero sorprendentemente rápido. Dos hombres y una mujer, realmente linda debo decir, pero sus ojos me llenaron de inquietud. Al igual que sus acompañantes, estos eran de un color rojo intenso con una tonalidad perturbadora y siniestra que me erizó la piel.

Uno de ellos, el moreno, dio un paso hacia Carlisle sin dejar de sonreír, mostrándole una pelota.

—Está pelota debe ser tuya —dijo con voz reposada y le lanzó dicho objeto a Carlisle.

Él atrapó la pelota fácilmente, sin despegar su vista de los recién llegados.

—Gracias.

—Me llamo Laurent, ellos son Victoria y James —presentó señalando a los vampiros que le acompañaban.

—Soy Carlisle, esta es mi familia —dijo simplemente el mayor.

La inquietante mirada de uno de los recién llegados se posó en mi. Mordí mi labio, absteniéndome a hacer un comentario que podría meterme en problemas, y me posicioné detrás de Edward.

—Sus actividades de cacería nos están causando dificultades —Carlisle dijo a los tres.

—Les pedimos disculpas —Laurent sonrió tranquilamente—, no sabíamos que este territorio le pertenecía a su familia.

—Si, bueno, nuestra residencia permanente se encuentra muy cerca.

—¿Enserio? —Laurent rió suavemente, dándole una fugaz mirada al otro hombre que lo acompañaba, quien mantenía contacto visual con Edward—. Bueno, ya no les causaremos problemas, solo pasábamos por aquí.

—Los humanos nos rastreaban —habló por primera vez la chica, Victoria—, pero los guiamos al este. Ustedes estarán a salvo.

—Excelente —Carlisle asintió, con una sonrisa tensa.

—Entonces —el moreno sonrió—, ¿no les gustaría tener tres jugadores más?

Todos se miraron entre sí, claramente sin estar convencidos. Yo hice una mueca y seguí en silencio, lo más inmóvil posible.

—Oh vamos, solo una vez más.

—Seguro —Carlisle dijo al fin—. Algunos ya se iban.

Mientras se alejaban, ocurrieron tantas cosas a la vez. La suave brisa despeinó mi cabello, Edward se envaró y el otro hombre, James, movió su cabeza repentinamente de un lado a otro, buscando, para luego centrar en mí su mirada, inhalando.

Edward me empujó más detrás de él cuando James se adelantó un paso hacia nosotros. Me tensé, poniéndome alerta ante cualquier posible amenaza.

—Comparte a esa chica.

Todos se acercaron nuevamente, manteniéndome detrás de ellos. Las miradas de los Cullen no se separaban ni un segundo de los otros tres, atentos a cualquier posible ataque.

—Ella está con nosotros —Carlisle dijo tenso—. Será mejor que se vayan.

—Ya veo que este juego ha terminado. Nos iremos —Laurent extendió las manos, retrocediendo suavemente.

Pero sus acompañantes no despegaban la vista de nosotros. Los ojos de James, filosos como dagas, estaban clavados en mi que sentía como si estuviese viendo a través de mi alma. Mi visión se volvió borrosa por una fracción de segundos y mis ojos pasaron a ser escarlata. James parpadeó rápidamente, confuso, y se enderezó.

Los tres se alejaron y enseguida Edward me jaló, casi bruscamente, guiándome hacia el auto donde se apresuró a abrir la puerta y hacerme entrar, poniéndome el cinturón de seguridad con rapidez.

—Oye- ¡Oye! —lo detuve, frunciendo el ceño—. Estoy bien, puedo hacer-

Él ni siquiera esperó que terminara de hablar y cerró la puerta con brusquedad, apresurándose a llegar al otro lado y subir al asiento de conductor.

No me dirigió palabra alguna mientras conducía con rapidez por el bosque. El Jeep se movía con brusquedad a los lados mientras pasábamos por ramas de árboles, charcos de lodo y montículos de tierra.

—James es un cazador, esa es su obsesión —dijo sin dejar de conducir—. Vendrá detrás de ti.

—Creo que lo he notado —murmuré nerviosamente—. Debo ir a casa.

—¿Acaso no me escuchaste? —dijo tenso—. Viene detrás de ti. Te rastreará, irá tras tus padres. Debemos llevarte lejos de Forks.

—Debo decirles.

—No, no debes —se negó—. ¿No lo entiendes? Los pondrías en peligro.

—¡Estarían en peligro si no se los digo! —exclamé frustrada—. Edward, necesito-

—¡Basta Avery! —dijo cansado—. Solo... irás a casa, tomarás lo que sea necesario y nos iremos. Encontraremos la manera de cubrir tu olor.



🥀



CERRÉ LA PUERTA CON BRUSQUEDAD AL ENTRAR A MI CASA. EL RUIDO FUE LO SUFICIENTEMENTE FUERTE COMO PARA LLAMAR LA ATENCIÓN DE MIS PADRES.

—¿Avery? —mi madre se acercó a mi—. Creí que llegarías más tarde.

—Pues aquí estoy —dije apresuradamente, yendo a las escaleras.

—¿Todo bien cielo? Te ves alterada.

—Si, estoy bien —le reste importancia—. Solo necesito dormir un rato.

—Avery, espera —llamó mi madre pero no le hice caso—. ¿Pasó algo con Edward? Avy cariño, ven aquí.

—Avery, tu madre te llamó —me llamó mi padre severamente—. ¿Qué es lo qué pasó?

Me giré a ellos, frustrada.

—Ahora no papá, ¿okey? —dije con brusquedad, arrepintiéndome al instante. Jamás les había hablado así, pero en este momento estaba muy apurada.

Me di la vuelta y subí corriendo a mi habitación, empujando accidentalmente a Marcus que estaba saliendo de su habitación.

Abrí la puerta de mi habitación y entré a esta, cerrando con fuerza y poniendo seguro. Encendí la luz, y me dirigí al closet. Saque de este varias prendas de ropa y me di la vuelta para buscar un bolso.

Solté un grito al ver a Bella sentada en mi cama, mirándome confundida.

—¡Bella! ¿Que rayos haces aquí?

—Estaba esperándote —dijo levantándose y acercándose a mi—. ¿Qué te pasa? Te ves asustada.

—Estoy asustada —corregí—. Y tú no deberías estar aquí. Ve a casa Bella.

—Que grosera.

—No, no. No era mi intención —dije rápidamente—. Es solo que han pasado cosas. Cosas malas. Y si no te vas pronto estarás en problemas también.

—Es por Edward, ¿verdad? —dijo seriamente. No respondí, concentrada en guardar mi ropa en un bolso—. ¡Te dije que no era seguro que salieras con él! ¿Por que nunca me escuchas?

—Bella solo... solo vete, ¿si? —supliqué, girándome a ella—. Regresaré, lo prometo. Pero necesito que te vayas. No es seguro para ustedes. No le digas a mis padres, por favor.

—¿A donde irás?

—Lejos —respondí simplemente, colgándome la mochila en los hombros.

—¿Estás asustada? —se acercó a mi.

—Estoy aterrada —admití. Entonces no aguante más y me lance a abrazarla. Bella correspondió el abrazo rápidamente—. Lo siento, te quiero —susurré antes de separarme.

Caminé a la puerta, abriendo esta y saliendo. Me quedé inmóvil al ver a Marcus de pie frente a mi, en silencio. Era obvio que había escuchado todo.

Nos quedamos viendo en silencio por varios segundos, hasta que rompí el contacto visual y caminé a las escaleras, dirigiéndome a la puerta del patio trasero con cuidado de no hacer ruido.

Me detuve abruptamente antes de abrir la puerta. Cerré los ojos con fuerza, sintiendo como mi cabeza daba vueltas. Me sentí mareada de repente y mi pecho se apretó al punto de doler. Un montón de imágenes comenzaron a pasar por mi cabeza.

Un estudio.

Sangre.

Bella.

Marcus.

Cristales rotos.

James.

Y cuando vi la imagen de mi misma gritando, abrí los ojos de golpe, respirando agitadamente.

❏  ▭  ❐  ▭  ❑  ▭  ❒

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