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𝟭𝟮. ❛ IN HONOR OF THE TRUTH ❜







↷⋅⋅⋅ ♡! 🥀 ⌇CAPÍTULO 12. . .
❪ en honor a la verdad ❫

𖤐𖤐

❴ 𝔄𝔳𝔢𝔯𝔶 ❵

ME DESPEDÍ DE EDWARD CON UN MOVIMIENTO DE MANO Y UNA SONRISA YA DESDE EL INTERIOR DE MI CASA.

Edward sonrió, y no fue hasta que lo vi subir a su coche que cerré la puerta detrás de mi.

—¡Ya llegué! —anuncié mientras colgaba las llaves en el gancho al lado de la puerta. No hubo respuesta, por lo que decidí ir hasta la sala—. Oh, hola.

Mi padre estaba sentado en el sofá, con semblante serio. A su lado estaba Billy Black, el padre de Jacob, casi tan serio como mi padre, pero me sonrió amablemente.

—Creo que dejaremos esto para otro momento —mi padre suspiró mientras se levantaba. Billy asintió y entonces mi padre lo ayudó con su silla de ruedas—. Un placer hablar contigo, Billy —dijo mientras Jacob salía de la cocina, dándome una rápida mirada y luego ayudando a su padre.

—Lo mismo digo —Billy asintió a mi padre—. Avery, un gusto verte.

—Igualmente —murmuré sonriéndole, aunque confundida.

Los Black se fueron, y entonces me giré a mi padre, quien me miraba con expresión seria.

—Bueno, antes de que diga algo-

—Dile a los Cullen que vengan a cenar —me interrumpió, con expresión resignada—. Mañana. Necesito conocer a la familia del novio de mi hija.

Lo miré confundida mientras se iba en dirección a la cocina, donde seguramente estaba mi madre.

—¿Los vampiros comen?

Suspirando, me dirigí a las escaleras para ir a mi habitación. Cerré la puerta y fui directamente a quitarme los zapatos para después tomar una toalla y mi pijama e ir al baño de mi habitación.

Abrí la regadera y me quité la ropa mientras esperaba a que el agua tibia. Entré a la ducha y el agua caliente relajó los músculos de mi espalda y me calmó el pulso. Estuve más tiempo del necesario.

Una vez que me puse la pijama me sequé el cabello con la toalla y lo cepillé. Cuando salí fui directamente a tirarme a la cama. Me puse los audífonos y encendí la música. Cerré los ojos acostándome en la cama con las manos sobre mi estómago.

Mientras la música se reproducía en los audífonos, mi mente vago entre diversos pensamientos. Hasta que recordé las palabras de mi padre. No sabía si el hecho de que el quisiera que los Cullen vinieran era bueno o malo. Pero tenia esperanzas de que las cosas estuviesen mejorando.

Me senté de golpe al sentir una pequeña ráfaga de viento y como el colchón se hundía de la parte de los pies.

—Merlín —susurré, sintiendo como mi corazón latía con fuerza y rapidez ante el susto—. ¿Qué haces aquí? ¿Cómo entraste?

—Por la ventana —Edward sonrió.

—¿Por la- Dios —suspiré acomodándome en la cama—. Por favor dime que no lo haces seguido.

—Solo hace un par de meses.

—¿Se supone que eso deba de tranquilizarme? —lo miré mal y él solo rió—. Al menos pide permiso, ¿quieres?

—Lo intentaré —encogió los hombros.

—No, nada —lo apunté—. O lo haces o te pongo una orden de alejamiento.

Edward sonrió negando. Se movió hasta sentarse al lado de mi.

—Voy a dejar eso de lado —resoplé—. Mi padre quiere que tú y tu familia vengan mañana a cenar —dije mientras miraba mis manos.

—Los vampiros no cenamos —dijo riendo—. No consumimos alimento, a eso me refiero.

—Me lo imaginé —suspiré.

—¿Por qué?

—Pues no lo sé. Simplemente se me ocurrió que los vampiros no-

Me levantó el mentón con un dedo.

—No hablo de eso —Edward me interrumpió, sonriendo—. Me refiero a por qué tu padre quiere que venga a cenar mañana. Creí que no le agradaba.

Resultaba muy difícil formular una respuesta coherente mientras me acariciaba. Comenzar me llevó un minuto de concentración.

—Parece que quiere conocerte.

—¿Eso te parece? —murmuró Edward mientras deslizaba la nariz hacia la curva de mi mandíbula. Sentí su mano, más ligera que el ala de una polilla, apartar mi pelo húmedo para que sus labios pudieran tocar la hondonada de debajo de mi oreja.

—Eso creo —contesté mientras intentaba respirar bien y sentía mis mejillas arder tanto que seguramente se pusieron de un rojo brillante.

—Humm.

—Él quiere —dude un poco en su debía decir lo siguiente o no—... conocer a la familia de mi novio.

Edward se alejó, no del todo, solo lo suficiente para verme a los ojos. Pero después sonrió y volvió a acercarse.

—Me gusta como suena eso —susurró besando mi frente.



🥀



—MAMÁ, ¿DÓNDE ESTÁ EL MANTEL ROSA? —PREGUNTÉ CAMINANDO DE UN LADO A OTRO EN LA COCINA CON PLATOS EN MIS MANOS.

—¡Lo puse en la mesa! —gritó mi madre desde el comedor.

—No entiendo para que hacemos todo esto —murmuró Marcus mientras acomodaba perfectamente la fruta en un tazón—. ¿Al menos los... —suspiró— ellos comen?

—No —contesté negando.

—¿Y entonces? ¿No es grosero esto? —dijo con duda, mirándome—. ¿Hacer comida aun sabiendo que ellos no comen?

Mi ceño se frunció, y dudé un poco. Probablemente si sería algo grosero, pero sabía que mi madre no tenía una mala intención al hacer todo esto. Y no creo que los Cullen se ofendan o algo por el estilo.

Pero antes de que contestara, se escuchó el timbre de la puerta siendo tocado. Los nervios se apoderaron de mi rápidamente, y dejé los platos en la cocina mientras limpiaba mis manos.

—Ya llegaron —mi madre dijo sonriendo, asomándose en la puerta de la cocina. Reí nerviosamente y la seguí hasta la entrada con Marcus detrás de mi, donde mi padre nos esperaba—. Compórtense —advirtió, más a mi padre que a nosotros—. Ven aquí.

Me jaló suavemente hacia ella, y acomodó unos mechones de mi cabello.

—Mamá —me quejé.

—Nada, señorita. Mira nada más ese cabello.

Bufé y Marcus sonrió burlón. Mi padre abrió la puerta y enseguida pudimos ver a los Cullen de pie al otro lado. El señor y la señora Cullen se veían tan radiantes como siempre. Alice estaba de la mano con Jasper, quien parecía más calmado que otros días que lo había visto. A su lado, Edward sonreía con burla lo que me hizo saber que había escuchado el regaño de mi madre. No pasó desapercibido para mi la ausencia de Emmett y Rosalie.

—Buenas tardes —la melodiosa voz de Esme sacó un suspiró en mi hermano.

—Hola, hola. Pasen —mi madre dijo animadamente, haciéndonos a un lado para darle espacio a los Cullen—. Están en su casa, bienvenidos.

—Muchas gracias —Esme sonrió a mi madre, ofreciéndole un taper con comida—. Me tomé la molestia de preparar comida, espero no les moleste.

—Para nada, muchísimas gracias —mi madre tomó el taper y luego se lo dio a Marcus. Me asomé y suspiré sonriendo al ver que era comida italiana.

—Es mía —susurré a Marcus mirándolo con ojos entrecerrados. Él rodó los ojos. Mi padre se asomó para ver la comida y cuando iba a abrir el taper escuchamos un falso carraspeo de garganta. Nos alejamos y solté una risita nerviosa al ver la mirada divertida de los Cullen y la mirada matadora de mi madre.

—Buenas tardes, señor y señora Cullen —dije educadamente, a pesar de que ayer me habían pedido que los llamara por sus nombres.

—Avery, cariño, es un gusto volver a verte —Esme dijo a pesar de que nos habíamos visto el día anterior, y se acercó a mi envolviéndome en sus brazos.

—Igualmente —sonreí. Me alejé y fui a saludar a Carlisle.

—Señor y señora Kingsleigh —me di la vuelta al escuchar a Edward dirigirse a mis padres—. Soy Edward Cullen, es... un placer conocerlos formalmente.

Mi madre parecía encantada con la educación de Edward. Mi padre permanecía neutral, pero aún así estrechó su mano.

Después de recibir a todos adecuadamente, y de un incómodo saludo de manos del doctor Cullen y mi padre, todos fuimos a la sala. Me senté al lado de Edward, sonriendo y tomando su mano por debajo de la mesa. Besé su mejilla y pude ver de reojo como Marcus miraba a Edward con ojos entrecerrados y mi padre se tensaba.

La "cena" se basó entre pláticas de mi madre y la señora Cullen, el señor Cullen y mi padre dándose miradas tensas. Sorpresivamente Marcus entabló una conversación con Alice y Jasper, mientras que Edward y yo nos dedicamos a hablar entre susurros a pesar de saber que su familia nos escuchaba. En ningún momento solté su mano.

—Entonces —mi padre se aclaró la garganta, llamando la atención de todos—. Me parece que tenemos un asunto pendiente de que hablar.

Miré a Edward con el ceño fruncido. Él encogió los hombros y desvió la mirada.

—Mark, Avy, ¿quieren mostrarle el jardín a los chicos? —mi madre nos dijo. Rápidamente entendimos que no era una pregunta sino una orden.

—Bien —Marcus respondió con aburrimiento, levantándose. Jasper y Alice lo siguieron. Me levanté también, arrastrando a Edward conmigo.

Una vez fuera, Alice corrió directamente al pequeño estanque que teníamos en el patio trasero, el cual tenía peces de distintos colores, dos tortugas y estaba rodeada de piedras que yo había pintado junto a mi madre años atrás durante una visita.

Edward y yo nos sentamos bajo la sombra de un árbol, apartados de ellos.

—¿Qué es lo que tu padre y el mío hablarán? —pregunté curiosa, sin poder evitarlo.

—Uh, Carlisle quiere arreglar algunos problemas que tienen —Edward respondió, no muy seguro—. No lo sé a detalle, realmente.

—Oh, bien —encogí los hombros, sonriendo—. Estabas nervioso —reí, acomodándome mejor cerca de él—. Cuando saludaste a mi padre, estabas nervioso. ¿Lo sigues estando?

Edward negó, sonriendo.

—Sólo estoy sorprendido —me aclaró—. En los últimos cien años, o casi —comentó con tono divertido— nunca me imaginé algo parecido. No creía encontrar a nadie con quien quisiera estar de forma distinta a la que estoy con mis hermanos y hermanas. Y entonces descubro que estar contigo se me da bien, aunque todo sea nuevo para mí.

—Eres tan cursi —susurré, recargando la cabeza de su hombro. Ambos reímos en voz baja.

—Y tú siempre cortas los momentos románticos.

—El romanticismo no es lo mío —arrugué la nariz, divertida—. Mentira, si que lo es. Solo espera a recibir ese montón de cartas y dulces todos los días.

—Lo esperare con ansias, entonces.

Sonreí. Entonces sentí un cosquilleo en la nuca y giré la cabeza a la izquierda al mismo tiempo que Edward. Alce la mano derecha, la cual se cubrió de un color escarlata al igual que el balón que se detuvo en el aire a unos quince centímetros del rostro de Edward.

—¿Enserio? —me giré a Mark, con incredulidad.

—Ups, mi culpa. Lo siento mucho cuñado —Mark fingió culpa. Lo miré mal y con un movimiento de mano el balón regresó bruscamente a él, golpeándolo en el pecho y tirándolo hacia atrás. Escuché como se quejaba mientras Alice reía.

Edward miró a otra parte, sonriendo. Era obvio que trataba de no reírse.

—¿Vas a decírmelo? —dijo después de un pequeño silencio cuando pudo controlar su impulso de reír. Me giré a él y alcé una ceja—. Ya sabes, lo de tus manos.

Solté una risita.

—No.

—Vamos —suplicó.

—Ugh, bien —resoplé. Edward sonrió negando—. ¿Te gustan las leyendas?

—Son interesantes.

—Okey. ¿Has escuchado sobre la leyenda del... —dudé un poco— Aquelarre de la Luna Sangrienta?

Edward me miró. Sus ojos resplandecían con un brillo de curiosidad que no se molestaba en ocultar.

—No —negó, regresando la vista al frente.

—Es una historia larga, en realidad.

—Avery, para ti tengo toda la eternidad.

Sonreí, y traté de calmarme un poco.

—Los italianos las llaman Strega, los Yoruba de Africa las llaman Aje, que significa Madre. De donde era mi padre las llaman Häxa y aquí las llaman Brujas.

—¿Brujas? —repitió incrédulo—. Eso es solo-

—¿Un mito? —alcé una ceja y sonreí burlona cuando él asintió—. Los vampiros también lo son, ¿no? —Edward no respondió y yo reí—. Para todos las brujas solo son mitos que los padres le cuentan a sus hijos para asustarlos y que hagan caso. No sabes como odio que digan "hagan caso o las brujas se los van a comer". ¡Ugh, como si no tuviéramos mejores cosas que hacer que comer niños malcriados! Ni siquiera deben tener buen sabor.

Edward soltó una carcajada por lo que dije y yo sonreí. Me estaba desviando del tema.

—El punto es... —suspiré— que hace mucho pero mucho tiempo existió una bruja. Su nombre era Scarlett Dunkelheit. La primera bruja en el mundo —informé, y él me miró más atento—. Scarlett nació a las afueras de un pequeño pueblo en Salem durante un eclipse. Tenía un hermano gemelo, él no tenía poderes pero si otras habilidades.

»Scarlett y su familia no eran bien recibidos en el pueblo, pues todos sospechaban de que su madre era una bruja lo cual, obviamente, era mentira. En ese entonces no se acostumbraba ver personas con cabello rojo, y ellos lo tomaron como demonios. Vaya casualidad que Scarlett y su madre fueran pelirrojas, ¿no? —sonreí con ironía—. Cuando tenía 13 años descubrieron su magia y las habilidades de su hermano durante una tormenta que casi hace que su casa caiga, pero que ella evitó con solo decirlo. A los 15 años sus padres murieron, y un año después conoció a Nicholas Barebone, quien, curiosamente, era el hijo de la familia más adinerada del pueblo y que además le tenían un profundo odio a todo lo relacionado con la magia.

—Déjame adivinar —Edward sonrió divertido—. Se enamoraron.

—¡Exacto! —solté una risita—. Se enamoraron, comenzaron a salir a escondidas y cuando Scarlett cumplió los 18 le confesó a Nicholas que era una bruja. Él solo... bueno, la dejó sola en medio del bosque sin decir nada —me encogí de hombros—. Y ese mismo día en la noche todos los que habitaban en el pueblo fueron a atacar a Scarlett y su hermano. Llevaban antorchas, lanzas y todo tipo de cosas que creían dañinas para las brujas. Y como no, estaban dirigidos por los Barebone.

—¿Él le contó a todos?

Negué, sonriendo.

—Su madre descubrió que se veía con Scarlett y lo obligó a hablar —aclaré—. Los gemelos alcanzaron a huir y se encontraron con Nicholas en el pueblo. Él se disculpó con Scarlett, le explicó todo y luego los tres huyeron. Fueron de pueblo en pueblo hasta que encontraron uno deshabitado. Hicieron su propio pueblo, Nuevo Salem, y luego Scarlett y Nicholas se casaron, pero ella conservó su apellido. Tuvieron cuatro hijas, todas brujas. Y Scarlett decidió crear un aquelarre con ellas.

»El Aquelarre de la Luna Sangrienta o el Aquelarre Escarlata —sonreí con emoción ante el nombre—. Todos sus descendientes eran mujeres. Ni un solo hombre. ¿Por qué? No lo sé. Los únicos hombres eran su hermano y esposo, pero no pertenecían directamente al aquelarre a pesar de que Nicholas fue uno de los fundadores.

—¿Qué pasó con ellas?

—Bueno —suspiré—. Scarlett escribió el Darkhold. Un libro todo lo que sabía sobre la magia del caos. Su magia. Lo hechizó, claramente —hice una mueca antes de continuar—. Pero la sed de poder había corrompido su alma y la de una de sus descendientes. Esta fue maldecida o algo así, y cuando tuvo hijos fueron gemelos. Uno de ellos el primer hombre en siglos.

»Cuando... —dudé un poco—. Cuando una de las brujas asesinó a otra, una de ellas buscó venganza. Y supongo que el aquelarre cayó poco a poco, junto a Scarlett. Los últimos miembros directos del aquelarre fueron los gemelos, Dielli Kinghsleigh y Hëna Dunkelheit.

—¿Kinghsleigh? —preguntó en un susurro, sorprendido—. ¿Cómo-

—¿Nosotros? —asentí—. Mi padre es el hijo del "hombre maldito", como llamaban a Dielli.

—¿Entonces tú y Marcus tienen magia?

Negué, sonriendo. Miré a Mark que estaba sentado en el pasto junto a Jasper, ambos observando a Alice que hablaba con los peces como si la entendieran. Estaba segura de que ambos vampiros escuchaban nuestra conversación.

—No, Mark no tiene magia. El aquelarre ya no existe y sus brujas tampoco.

—¿Pero tú lo eres? —me miró curioso—. Quiero decir, ¿no hay más brujas?

—Bueno, estas frente a la última bruja del Aquelarre de la Luna Sangrienta.

❏ ▭ ❐ ▭ ❑ ▭ ❒

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