Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

𝟭𝟭. ❛ PENDING APPOINTMENTS ❜







↷⋅⋅⋅ ♡! 🥀 ⌇CAPÍTULO 11. . .
❪ citas pendientes ❫

𖤐𖤐

❴ 𝔄𝔳𝔢𝔯𝔶 ❵

LUNES POR LA MAÑANA, ESTABA CEPILLÁNDOME EL CABELLO, CASI LISTA PARA IR AL INSTITUTO.

Fall maulló, parado sobre el sofá que estaba al lado de la ventana, en dos de sus patitas, mirando por la ventana.

—¿Qué miras bebé? —me acerqué a él, cargándolo, y me asomé por la ventana. Abrí los ojos con sorpresa al ver a un Volvo plateado estacionado enfrente del patio de mi casa, y a Edward apoyado en este mirando a mi ventana—. Papá va a matarme.

Me apresuré a cepillarme el cabello, y en cinco minutos ya estaba lista. Me despedí de Fall y salí de mi habitación rumbo a las escaleras.

—Entonces, ¿Cullen? —me detuve al escuchar la voz de mi hermano a mis espaldas. Al girarme, Marcus me miraba recargado del umbral de la puerta de su habitación, de brazos cruzados.

—Uhm, si —dije, no muy segura.

—No me gusta.

—No tiene que hacerlo, Mark —resoplé dándome la vuelta.

—Me preocupas, Avery —me dijo antes de que bajara las escaleras—. Los Cullen son-

—Mientes —interrumpí, girándome a él—. Desde que regresé no te has tomado ni un solo minuto para pasar tiempo conmigo. Ni siquiera te molestas en preguntarme cómo estoy —le reproché—. Y por más que intento acercarme a ti tú no lo permites, al contrario, te alejas. Así que no vengas ahora a querer hacer el papel de hermano preocupado, ya estoy lo suficientemente mayor como para cuidarme sola.

No dijo nada. Se quedó en silencio, observándome con expresión neutra, pero sentí una opresión en el pecho que lo delató.

—Ten cuidado, Avery —me advirtió con voz tensa—. Sabes menos de lo que crees.

Se dio la vuelta y entró nuevamente a su habitación, cerrando de un portazo.

Suspiré, pasando mis manos por mi rostro. Continué mi camino y bajé las escaleras. Ni siquiera me molesté en ir a despedirme de mi padre que seguramente estaría encerrado en su taller.

Al salir me di cuenta de que el día era nublado, por lo que no había mucho sol.

—Avery.

Me giré, viendo al tío Charlie cerrar la puerta de su patrulla, que estaba estacionada frente a la casa a unos metros del coche de Edward.

—Tío Charlie, hola —sonreí. Acomodé la correa de mi mochila mientras me dirigía a él, abrí la puerta de entrada al patio dejándolo pasar.

—Vengo a ver a tu madre, espero no esté ocupada.

—Sigue dormida, pero seguro se despierta en un rato —dije, después mi vista se desvió a un frasco café que llevaba en la mano—. ¿Qué es eso?

—Oh, cierto —el tío Charlie sonrió mientras me ofrecía el frasco. Era gas pimienta—. Hace unos días ocurrió un ataque en el muelle, un viejo amigo murió. No se si lo supiste —negué ante sus palabras—. Bueno, no se sabe con certeza que o quién lo atacó, pero me sentiría más seguro si llevas eso contigo.

—Gracias —dije sonriendo un poco, mientras guardaba el aerosol en la bolsa de mi abrigo—. Y... siento mucho lo de su amigo.

—Si, yo también —suspiró, después me dio una palmada en el hombro—. Bueno, no te quito más tiempo, al parecer te están esperando —le dio una mirada a Edward y yo imite su acción, estaba aún recargado de su coche mirando hacia mi—. Te veré luego.

—Adiós —me despedí, mientras el tío Charlie se alejaba dirigiéndose a la puerta.

Salí del jardín cerrando la puertita de madera, y me dirigí a Edward, quien se paró recto al ver que me acercaba.

—Buenos días.

—Ni tan buenos —murmuré al recordar mi conversación con Mark.

—¿Sucedió algo? —Edward me miró, sus ojos brillando con una pequeña chispa de preocupación.

—Nada fuera de lo común —encogí los hombros—. No quiero sonar grosera, pero ¿qué haces aquí?

—Creo que es obvio —sus labios se curvaron en una sonrisa ladina—. Su transporte está aquí, señorita.

Solté una risa al verlo caminar al otro lado y abrir la puerta de copiloto para que yo entrara. Más lindo no podía ser, pensé, siendo consciente de que en este momento podía leer mi mente. Lo vi sonreír más.

—Que amable —le seguí el juego, siguiéndolo. Entré al coche, pero antes miré a mi casa, notando como Mark nos observaba por la ventana.



🥀



DESABROCHÉ CON TORPEZA EL CINTURÓN DE SEGURIDAD, MIENTRAS VEÍA POR LA VENTANILLA DEL COCHE COMO EDWARD LO RODEABA PARA ABRIRME LA PUERTA.

—Incómodo —canturreé cuando, al bajar, todas las miradas se pusieron en nosotros. Edward tomó mi mochila y la puso en sus hombros—. ¿Estás usando lentes de sol cuando no hay sol?

—Necesito verme cool —bromeó. Reí negando, mientras nos dirigíamos a la entrada del edificio.

—Todos nos miran —hice una seña con la cabeza a un chico que se había quedado parado viéndonos con la boca abierta.

Edward se inclinó un poco hacia mi, sin dejar de caminar.

—No, él no —señaló disimuladamente a un chico—, él es discreto. Estamos rompiendo todas las reglas —sonrió de lado mientras ponía un brazo alrededor de mis hombros. Tuve que alzar la cabeza para verlo debido a la diferencia de altura—. Ya que me voy al infierno.

Regresé mi vista al frente, sonriendo. Al pasar al lado de Bella y sus amigos, noté como ella me miraba con sorpresa e incluso algo de enojo. Ángela, Mike y Eric parecían no creer lo que veían, y Jessica sonreía radiante.

Les guiñé un ojo, siguiendo mi camino junto a Edward. Caminamos por los pasillos, donde tampoco nos salvamos de las miradas incrédulas de cada persona con la que nos cruzábamos.

—Te veré en el almuerzo —me entregó mi mochila una vez que estuvimos frente al aula de lengua.

—Claro —le sonreí tomando mi mochila. Edward dejó un beso en mi frente y se fue. Suspiré sonriendo bobamente.

Sonrojada, me apresuré a entrar al aula. Tomé asiento en mi lugar habitual, solo habían tres personas más, pero por suerte no me miraban como los demás ya que no había visto a mi acompañante. Suspiré. De igual manera iban a enterarse, los chismes corrían rápido.

—¿Qué fue eso? —dijo una voz a mi lado, al tiempo que se escuchaba cómo dejaban caer una mochila.

—Hola a ti también —saludé sin verla, mientras se sentaba a mi lado.

—¿Acaso olvidaste lo que te dije? —me ignoró. Se escuchaba irritada.

—No, Bella, no lo olvidé —suspiré.

—¿Entonces por qué lo haces? —susurró entre dientes—. Estás saliendo con él.

—No estamos saliendo —negué. Mi ceño se frunció pues no había pensado en esa parte aún.

Edward y yo no habíamos definido nada. Si, es cierto que había dicho lo que sentía por mi, pero, ahora que lo pensaba, yo no lo había hecho. Quiero decir, era obvio que me gustaba y él lo sabía, pero no se lo había dicho directamente.

—Pues parece otra cosa —la voz de mi prima me sacó de mis pensamientos. Rodé los ojos—. Edward no te conviene —insistió—. Es malo para ti, no puedes salir con él, y-

—Y esa no es tu decisión —interrumpí, suspirando. Bella frunció los labios, pero no dijo más.

Y así, Lengua e Historia se pasaron de forma borrosa, mientras yo seguía molesta por la actitud de Marcus y Bella.



🥀



EL DÍA SIGUIENTE, EN LA TARDE, ESTABA EN EL PATIO FRONTAL DE MI CASA, SENTADA EN UNA BANCA, DIBUJANDO.

El patio era grande, con una cerca de madera y una puerta pequeña de roble con un emblema raro. Había rósales, macetas, estatuas, y un camino de rocas que daba directamente a la puerta, con luces que solo se encendían en la noche. Había una banca blanca en el lado derecho, que era donde yo estaba sentada, y una mesa en el lado izquierdo, y a unos metros una pequeña fuente. A mi padre si que le gustaba lo extravagante.

—Ni se te ocurra —dije sin quitar la vista de mi cuaderno. Escuché un gruñido, y sonreí con burla mientras cerraba mi cuaderno—. ¿De donde saliste?

Me giré para verlo. Edward estaba de pie detrás de mi, sonriendo. Se encogió de hombros, sentándose a mi lado.

—¿Qué haces aquí? —dejé mi cuaderno a un lado y me acomodé para verlo mejor—. No es como que no sepas que no le agradas a mi padre ni a mi hermano.

—Lo sé —Edward encogió los hombros—. Pero eso se solucionará pronto —lo miré con curiosidad. Rió entre dientes.

—¿Qué tramas? —entrecerré los ojos.

—Tenemos una cita pendiente, ¿recuerdas? —sonrió de lado.

Fruncí el ceño sin saber a lo qué se refería. Hasta que lo recordé. Con tanto en mente durante los últimos días, ambos habíamos olvidado que habíamos quedado en reunirnos en Carver Café el sábado pasado.

—Oh, no lo recordaba —admití avergonzada.

—Lo sé —se levantó, extendiendo su mano hacia mi— Vamos.

—¿Qué? ¿Ahora? —negué, mirando mi vestimenta.

—Si, ahora —asintió—. Te ves perfecta así, vamos.

—No, no. Dame unos minutos al menos.

—Todo el tiempo que quieras.

Sonreí, besé su mejilla y corrí dentro de mi casa tratando de evitar a toda costa a mi padre o mi madre.

Resultó difícil decidir qué ponerme. Dudaba que hubiera libros de etiqueta en los que se detallara cómo vestirte cuando tu casi novio vampiro te lleva a una cita. Era un alivio emplear la palabra en mi fuero interno. Sabía que yo misma la eludía de forma intencionada.

Terminé poniéndome unos jeans de color negro. Me vestí con una blusa blanca simple y encima un cárdigan blanco con botones cafés. Un rápido vistazo en el espejo me convenció de que mi pelo era una causa perdida, por lo que me lo recogí en un moño mal hecho.

—De acuerdo —suspiré, girándome a Fall que me miraba desde la comodidad de mi cama, moviendo la cola de un lado a otro—. Estoy presentable, ¿no?

Fall maulló, lo que tomé como una respuesta positiva. Salí de mi habitación y bajé las escaleras dando saltos, agradeciendo que mis padres no estuvieran por ningún lado. Salí nuevamente al patio. Edward me esperaba sentado en la banca, hojeando con curiosidad los dibujos de mi cuaderno.

—Espero que no te estés burlando internamente de mi mal talento —bromeé, sin saber que decir. Edward levantó la vista de mi cuaderno y sonrió.

—Te ves aún más perfecta —dijo sonriendo, mientras se levantaba y se acercaba a mi. Sonreí sonrojada—. No cabe duda de que tu belleza crece a medida que pasan los minutos.

Sacudí la cabeza, riendo. No estaba acostumbrada a recibir este tipo de halagos, y eso me ponía nerviosa.

Edward me abrazó. Presionó con suavidad sus labios helados en mi frente y todo a mi alrededor empezó a dar vueltas.

—Vamos —tomó mi mano y me guió hasta su coche.

Al llegar abrió la puerta para mi. Entré poniéndome el cinturón de seguridad, Edward cerró la puerta y rodeó el coche para entrar en la parte de conductor, dejando mi cuaderno de dibujos a un lado.

—¿Cinturón?

—Si —asentí, mientras el encendía en auto.

Edward asintió también, puso en marcha el auto y, justo cuando estaba dando la vuelta, una camioneta beige pasó deteniéndose donde anteriormente estaba estacionado el Volvo. Dentro pude ver a Jacob conduciendo, y en el asiento de copiloto a un hombre con sombrero que supuse era Billy Black. Ninguno nos quitó la mirada de encima hasta que el auto se alejó.

Confundida, regresé mi vista al frente mientras  Edward conducía.

Cuando condujo fuera del centro del pueblo comprendí que no tenía ni idea de dónde me llevaba. Cruzamos el puente sobre el río Calwah, donde la carretera se desviaba hacia el Norte. Las casas que aparecían de forma intermitente al pasar se encontraban cada vez más alejadas de la carretera, y eran de mayor tamaño. Luego sobrepasamos otro núcleo de edificios antes de dirigirnos al bosque neblinoso. Intentaba decidir entre preguntar o tener paciencia y mantenerme callada cuando giró bruscamente para tomar un camino sin pavimentar. No estaba señalizado y apenas era visible entre los helechos. El bosque, serpenteante entre los centenarios árboles, invadía a ambos lados el sendero hasta tal punto que sólo era distinguible a pocos metros de distancia.

—No sé tú, pero me parece que la cafetería no está por aquí —dije, mirando por la ventanilla.

Edward rió, sin dejar de ver al frente.

—No te llevaré ahí.

—¿Qué? —me giré a él, confundida—. ¿Entonces? ¿Será un día de campo en medio del bosque?

—Suena tentador, pero no —sonrió, mirándome de reojo—. Iremos a mi casa. Conocerás a mi familia.

—¡¿Qué?! —mi voz salió más alta de lo que me habría gustado. Tragué saliva.

—¿Ahora tienes miedo? —preguntó girándose a mi por unos segundos que me parecieron una eternidad cuando sus ojos dorados hicieron contacto con los míos.

—Sí —admití, pero cómo negarlo si lo podía advertir en mis ojos.

—No te preocupes —esbozó una sonrisa de suficiencia—. Te protegeré.

—No seas tonto —resoplé, sonriendo—. No es por ellos. Yo... ¿qué pasa si no les agrado?

—Está bien. Esme ya te ama.

—¿Tú madre? —pregunté, y sonreí cuando recibí un asentimiento de su parte—. ¿Pero y si al conocerme cambia de opinión?

Sus labios se curvaron en una sonrisa, y él rió negando.

—Así que lo que te preocupa no es que estarás en una casa llena de vampiros, sino saber si les caerás bien.

—Créeme, ahora lo menos que me importa es si la familia de mi novio son vampiros o no —dije, casi sin pensar. Enrojecí al darme cuenta de mis palabras.

Edward detuvo el auto, pero no lo apagó. Se giró hacia mi.

—¿Qué dijiste?

—¿Yo? ¿Cuando? —me hice la loca.

—Hace un segundo, repite lo que dijiste —pidió. Dudé un poco. Evaluó mi expresión durante unos instantes.

—Que... —pasé saliva— lo menos que me importa ahora es si la familia de mi... mi novio son vampiros.

Edward sonrió, encantado.

—Bueno puedo decir lo mismo —me guiñó un ojo—. Estoy pensando en cómo reaccionará la familia de mi novia cuando vaya a hablar con ellos —dijo, haciendo especial énfasis en la palabra «novia».

Mordí mi labio, sonriendo. Miré por la ventana mientras Edward retomaba el camino.

Luego, a escasos kilómetros, los árboles ralearon y de repente nos encontramos en una pequeña pradera, ¿o era un jardín? Sin embargo, se mantenía la penumbra del bosque; no remitió debido a que las inmensas ramas de seis cedros primigenios daban sombra a todo un acre de tierra. La sombra de los árboles protegía los muros de la casa que se erguía entre ellos, dejando sin justificación alguna el profundo porche que rodeaba el primer piso.

No sé lo que en realidad pensaba encontrarme, pero definitivamente no era aquello. La casa, de unos cien años de antigüedad, era atemporal y elegante. Estaba pintada de un blanco suave y desvaído. Tenía tres pisos de altura y era rectangular y bien proporcionada. La camioneta era el único vehículo a la vista. Podía escuchar fluir el río cerca de allí, oculto en la penumbra del bosque.

—Merlín —susurré, sorprendida.

—¿Te gusta? —preguntó con una sonrisa.

—Es incluso más grande que la mía —dije, mientras me quitaba el cinturón de seguridad.

Me dio un golpecito en la nariz y rió entre dientes. Luego, cuando me abrió la puerta, me preguntó.

—¿Lista?

—Ni en un millón de años —murmuré.

Intenté reírme, pero la risa se me quedó pegada a la garganta. Me deshice torpemente el moño y me alisé el pelo con gesto nervioso.

Me tomó de la mano de forma casual, sin pensarlo.

Caminamos hacia el porche a la densa sombra de los árboles. Sabía que notaba mi tensión. Me frotaba el dorso de la mano, dibujando círculos con el dedo pulgar.

Me abrió la puerta.

El interior era aún más sorprendente y menos predecible que el exterior. Era muy luminoso, muy espacioso y muy grande. Lo más posible es que originariamente hubiera estado dividido en varias habitaciones, pero habían hecho desaparecer los tabiques para conseguir un espacio más amplio. El muro trasero, orientado hacia el sur, había sido totalmente reemplazado por una vidriera y más allá de los cedros, el jardín, desprovisto de árboles, se estiraba hasta alcanzar el ancho río. Una maciza escalera de caracol dominaba la parte oriental de la estancia. Las paredes, el alto techo de vigas, los suelos de madera y las gruesas alfombras eran todos de diferentes tonalidades de blanco.

—Vaya, que humilde tu casa —dije, mirando a mi alrededor.

—Puedo decir lo mismo de la tuya —rió entre dientes.

Me guío a las escaleras sin soltar mi mano. De fondo se escuchaba una música que parecía ser ópera.

—Aquí no tenemos que escondernos —dijo, mientras subíamos los escalones—. Les dije que no hicieran esto.

Llegamos a la cocina, donde estaban sus padres, junto a Rosalie y Emmett.

—Avery —presumí que quien había sido la primera en acercarse era Esme, la madre de Edward. Tenía los mismos rasgos pálidos y hermosos que el resto. Había algo en su rostro en forma de corazón y en las ondas de su suave pelo de color caramelo que recordaba a la ingenuidad de la época de las películas de cine mudo. Era pequeña y delgada, pero, aun así, de facciones menos pronunciadas, más redondeadas que las de los otros—. Preparamos comida italiana para ti.

Las tripas me rugieron ante la sola mención de comida.

—Avery, ella es Esme, mi madre —Edward nos presentó. Sonreí nerviosa mientras la saludaba con al mano.

—Me alegra conocerte al fin —Esme dijo acercándose a mi para rodearme con sus fríos brazos.

Le sonreí de oreja a oreja con una repentina confianza que me sorprendió. Noté el alivio de Edward, que seguía a mi lado.

—Lo mismo digo, señora Cullen.

—Oh, no, no —negó rápidamente, separándose—. Llámame Esme, somos familia —dijo con sinceridad.

—Nos diste una razón para usar la cocina por primera vez.

Había visto antes al doctor Cullen, por supuesto, pero eso no evitó que su joven y ultrajante perfección me sorprendieran de nuevo.

—Me alegro de volver a verlo, doctor Cullen —dije de manera educada.

—Llámame Carlisle, por favor.

—Carlisle —asentí, sintiéndome más en confianza ahora.

—Espero que tengas hambre —Esme dijo sonriéndome.

—Ya comió —Edward se adelantó. Lo miré mal, y después regresé mi vista a Esme.

—Pero nunca se niega la comida, ¿verdad? —dije girándome nuevamente a Edward con una ceja alzada. Resopló, pero asintió.

—Perfecto —escuché la angelical voz de Rosalie. Me giré a ella y la vi dejando un tazón en la mesa. No parecía contenta. Emmett se acercó a ella.

De repente se me vino a la mente que no había sido buena idea venir. Lo último que quería era molestar a alguien.

—Oye, no —Edward dijo, tomando nuevamente mi mano. Entonces me di cuenta de que no había estado protegiendo mi mente—. Ignora a Rosalie, es lo que yo hago.

—Si. Sigamos fingiendo que esto no es una mala idea —Rosalie dijo. Emmett le dio un suave golpe en el hombro para llamar su atención, pero ella lo ignoró—. Estamos rompiendo el tratado por una simple humana.

Mentiría si dijese que eso no me dolió.

—No se de que tratado hablas, pero te aseguro que lo ultimo que quiero es causarles problemas.

—Si, ella lo sabe —Carlisle dijo, dándole a Rosalie una mirada de advertencia.

—El problema es que los han visto en público y-

—Emmett —interrumpió Esme con severidad.

—No, ella debe de saberlo —Rosalie apuntó, la miré confundida—. Toda la familia se está metiendo en problemas ahora —dio un paso al frente con los brazos cruzados—, y todo porque Edward ha decidido romper las reglas.

—¿De que tratado habla? —pregunté en voz baja, mirando a Edward.

—Lo sabrás a su debido tiempo —Carlisle dijo por él, ya que Edward solo encogió los hombros.

En ese momento, por la ventana, entró Alice. Detrás de ella venía Jasper.

—¡Hola Avy! —saludó con entusiasmo, entrando de un salto y dirigiéndose directamente a mi para abrazarme—. Hueles bien.

—Eh, gracias. Tú también, creo —dije con duda, quedándome quieta cuando ella me abrazó, sin saber que debía hacer.

—Alice, ¿que estás-

—Está bien —Alice interrumpió a Edward, sonriendo—. Ella y yo seremos grandes amigas.

La miré confundida, pues se veía muy segura de aquello, como si lo hubiese visto o algo.

El lugar se quedó en un silencio por varios segundos. Nadie dijo nada y yo me quedé quieta, nerviosa.

Carlisle se aclaró la garganta.

—Perdona. Jasper es nuestro nuevo vegetariano —señaló al rubio al lado de Alice, que estaba tenso. Supuse que, con «vegetariano» se referían a que no se alimentaban de sangre humana—, es algo difícil para él.

—Es un placer conocerte —Jasper dijo con voz tensa, haciendo un pequeño movimiento de cabeza.

—Tranquilo Jasper —Alice dijo tomando su mano—, no le harás nada.

Lo miré atentamente, ladeando la cabeza. Entonces le sonreí, y Jasper dejó atrás su actitud tensa. Parecía confundido por aquello, pero después me sonrió de vuelta.

Edward frunció el ceño y abrió la boca.

—Creo que te llevaré a conocer la casa —dijo, uniendo su fría mano con la mía.

—Pero, ¿y la comida? —me quejé. Edward suspiró mientras Esme sonreía encantada.

Media hora después, cuando terminé de comer la deliciosa comida que habían hecho para mi, Edward y yo nos encontrábamos en la sala. Estaba sentado en el banco de un piano, tocando suavemente las teclas creando una hermosa melodía. Yo estaba sentada a su lado, observando y escuchando con atención.

—Eres increíble —murmuré sin poder evitarlo. Edward me miró de reojo y sonrió.

Luego sus dedos revolotearon rápidamente sobre las teclas de marfil y una composición, tan compleja y exuberante que resultaba imposible creer que la interpretara un único par de manos, llenó la habitación. Me quedé boquiabierta del asombro y oí su risa baja ante mi reacción.

Edward me miró de reojo nuevamente mientras la música seguía surgiendo a nuestro alrededor sin descanso. Me guiñó un ojo.

—¿Te gusta?

—¿Tú has escrito esto? —dije al contrario.

Asintió.

—Es la favorita de Esme.

Cerré los ojos al tiempo que sacudía la cabeza.

El ritmo de la música se hizo más pausado hasta transformarse en algo más suave y, para mi sorpresa, entre la profusa maraña de notas, distinguí una melodía muy similar a la canción de cuna que mi madre me cantaba de niña.

—Tú inspiraste ésta —dijo en voz baja. La música se convirtió en algo de desbordante dulzura.

No me salieron las palabras.

—Les gustas, ya lo sabes —dijo con tono coloquial—. Sobre todo a Esme, ella te adora.

—Y algo me dice que muy pronto yo a ella —murmuré mirando mis manos con una pequeña sonrisa—. ¿Y tú?

Edward sonrió mientras tomaba mi mano.

Con toda mi alma.

❏  ▭  ❐  ▭  ❑  ▭  ❒

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro