𝟭𝟬. ❛ THE EXPECTED TIME ❜
↷⋅⋅⋅ ♡! 🥀 ⌇CAPÍTULO 10. . .
❪ el tiempo esperado ❫
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❴ 𝔄𝔳𝔢𝔯𝔶 ❵
EL SILENCIO ERA INCÓMODO. NO SABÍA QUE DEBÍA HACER O DECIR, ASÍ QUE SOLO ME LIMITÉ A MIRAR POR LA VENTANA MIENTRAS EDWARD CONDUCÍA.
Sin embargo, conforme pasaban los minutos el ambiente se puso más incómodo, y me vi en la necesidad de hacer o decir alguna tontería para acabar con esto.
—Entonces... ¿cómo funciona? —dije dudosa. Edward me miró de reojo y sonrió de lado.
—¿Qué? —preguntó, mientras aceleraba a toda velocidad por la calle desierta. No parecía prestar atención alguna a la carretera.
—Lo de leer mentes. ¿Cómo funciona? ¿Puedes hacerlo con todos? ¿En cualquier lugar? ¿Tú familia también puede-
—Son muchas preguntas —me frenó. Resoplé cruzándome de brazos—. Solo yo puedo hacerlo, pero debo estar cerca. No funciona con todos, lo hacía hasta que llegaste tu. Y por alguna razón tampoco puedo leer la mente de Isabella, es muy raro.
—Si, que raro —me giré a la ventana, apretando los labios para reprimir una sonrisa.
🥀
GARABATEÉ UNAS LÍNEAS EN MI CUADERNO, ABURRIDA. HABÍA ESTADO INTENTANDO HACER LA TAREA, PERO SIMPLEMENTE ME DISTRAÍA FÁCILMENTE CON CUALQUIER COSA.
La puerta se abrió de golpe, haciéndome dar un salto. Fall maulló, erizándose, y bajó de un salto para salir de la habitación.
—Buenos días —dije sarcásticamente, siguiendo con la mirada a Bella mientras ella entraba cerrando la puerta detrás de ella.
—Exijo explicaciones —fruncí el ceño ante sus palabras, sin entender a lo que se refería.
—Si, yo también —dejé las cosas a un lado y me acomodé en la cama.
Bella gruñó, y buscó algo en su mochila. Me hice a un lado cuando lanzó unos papeles hacia mi.
—¿Qué es esto? —pregunté confundida, mientras tomaba una hoja arrugada de las tantas que se habían esparcido a mi alrededor.
—¿Por qué no lo ves por ti misma? —me sorprendió su tono brusco, pues nunca me había hablado así.
Desdoblé la hoja lentamente, dándole una fugaz mirada confundida a Bella. Me tensé notablemente cuando vi el escrito.
«Brujas» se leía en letras grandes al inicio de la página.
—¿Qué con esto? —agité la hoja mirándola con una ceja alzada. Bella no respondió, solo me hizo una seña indicándome que leyera.
"Una bruja es una persona que practica la brujería. La brujería es una práctica de índole espiritual que frecuentemente se asocia con el paganismo y sus diversas religiones..."
Leí con atención las descripciones en busca de algo que no supiera. Parecía que la mayoría de los mitos sobre las brujas se concentraban en reflejar a hermosas mujeres como "demonios" y a los niños como víctimas.
—¿Y qué se supone que deba sorprenderme? —resoplé, dejando la hoja a un lado—. Nada de esto es verdad.
—Exacto —Bella dijo, aunque estaba segura de que no sabía que era verdad y que no—. Y dime, ¿cómo sabes eso? Siempre te la pasas hablando de cosas de otra época, de historias. Siempre actúas raro —la miré indignada—, y ahora se por qué.
—No tengo tiempo para esto —murmuré, levantándome y recogiendo mis libros de la cama.
—Eres una bruja.
Me detuve de golpe. Cerré los ojos y suspiré, tratando de no hacer ni decir nada estúpido. Me giré a ella.
—Bella, has estado pasando mucho tiempo con Jacob-
—Eres una bruja —me interrumpió—. Lo sé, lo descubrí. Recordé lo qué pasó hace unos meses en la escuela. Tus ojos, y como de repente solo estaba lejos.
—Ya te lo dije, fue tu imaginación —dije sin verla a los ojos.
—¿Y como explicas que de repente lo haya olvidado? —insistió—. Pero ya lo recordé, y ahora no intentes negarlo.
—Maldición, Bella. Deja de meterte en lo que no te incumbe —dije bruscamente, ya comenzando a enojarme.
—¿Por qué nunca me lo contaste? —me tomó del brazo cuando tuve la intención de ir a la puerta—. ¿Por qué lo has estado ocultando? No confías en mi, ¿verdad? Dime, ¿el tío Arthur lo sabe?
—Bella, por favor, solo cállate —dije entre dientes. La cabeza estaba empezando a dolerme.
—¡No! —me quedé quieta ante su repentino grito—. Quiero la verdad, Avery.
—La verdad que tanto anhelas no es de tu incumbencia, Bella. Solo vete.
—No me iré hasta que me digas la verdad. Hasta que me respondas.
—Ya te lo dije, no te interesa.
—Me interesa —me corrigió—. Y no voy a irme sin respuestas.
—Bella, no me obligues a hacer algo que no quiero —siseé, cuando comencé a sentir el ya familiar calor en mis manos.
—No me amenaces —me señaló, sosteniendo una almohada circular en sus manos, mirándome de manera desafiante.
Le devolví la mirada al tiempo que me esforzaba por pensar con claridad para hallar alguna forma de explicarme o decir alguna cosa que no revelara información demás o le causara más curiosidad. Mientras buscaba las palabras, le vi impacientarse. Empezó a fruncir el ceño, frustrada por mi silencio.
—Ay Merlín, de verdad lo siento —dije resignada.
Durante menos de un segundo, mi vista se volvió borrosa, anunciando el cambio de color en mis ojos. Bella jadeó retrocediendo torpemente. Aquello me hizo sentir mal.
Mi mano se cubrió por una luz escarlata, y la alce, dispuesta a lanzarla a la cabeza de Bella. No le haría daño, por supuesto que no, solo sería como si humo golpeara su rostro, pero le borraría la memoria. Al menos lo que no debería saber.
Pero entonces me desconcentré al sentir como algo me golpeaba en el rostro. Bella me había lanzado la almohada.
—Edward Cullen es un vampiro.
🥀
A LA MAÑANA SIGUIENTE RESULTÓ MUY DIFÍCIL DISCUTIR CON ESA PARTE DE MI QUE ME REPETÍA QUE LO MEJOR HABRÍA SIDO BORRAR LA MEMORIA DE BELLA NUEVAMENTE.
En el exterior, el día era brumoso y oscuro. Perfecto. Edward no tenía razón alguna para no asistir a clase hoy. Me vestí con ropa muy abrigada, a pesar de no necesitarlo, y me puse unos guantes.
Mientras bajaba del coche de Mark aferrándome a la correa de mi mochila solo podía pensar en una cosa:
Edward Cullen era un vampiro.
Lo había estado sospechando desde ese día en la Push. Sin embargo, no esperaba que fuese real o que la manera en que lo confirmara haya sido porque Bella lo descubrió.
Quería respuestas. Las anhelaba. Pero sabía que no estaba en el derecho de exigirlas, principalmente porque no era de mi incumbencia y en segunda porque habíamos hecho un trato: Edward no diría nada sobre lo que vio meses atrás en el accidente, y yo tampoco lo haría. Fácil y sencillo, los dos ganábamos. O eso quería creer. Pero conforme pasaba el tiempo la ansiedad y la curiosidad comenzaban a apoderarse de mi cada vez más, a pesar de que las contenía.
Entonces lo vi. Estaba de pie al otro lado del estacionamiento, observándome fijamente y casi sin parpadear.
Lo sabía.
Mi garganta se secó y mi corazón comenzó a latir tan rápido que podía escucharse. Fue como si mis pies se movieran por si solos, y cuando me di cuenta ya me estaba acercando a él.
Las piernas me temblaban y los nervios se apoderaron de mi. Rara vez me sentía tan nerviosa como ahora. La cabeza me seguía dando vueltas desde el día anterior, llena de imágenes que no lograba comprender y algunas otras que intentaba reprimir. Al principio, no tenía nada claro, pero cuando gradualmente me fui acercando a él, más claro se hizo todo.
—Edward-
Se dio la vuelta y se alejó así sin más. Mordí mi labio viéndolo alejarse del estacionamiento rumbo al bosque. Miré hacia atrás, y después suspiré resignada y me apresuré a seguirlo.
—Edward, oye —lo llamé, pero él no se detuvo—. Espera. Necesito- Necesitamos hablar.
Siguió caminando, y yo no me quedé atrás. No se detuvo sino hasta que llegamos a un lugar apartado del bosque, rodeado de árboles y con algunas ramas caladas. Miré a mi alrededor y pensé seriamente en regresar, pero entonces él habló:
—Lo sabes, ¿no es así? —me daba la espalda, tenía las manos apretadas en puño y mantenía una posición rígida.
Y supe que tenía mi respuesta. Ignoraba si en realidad había tenido elección alguna vez. Ya me había involucrado demasiado en el asunto. Ahora que lo sabía, si es que lo sabía, no podía hacer nada con eso y no podía echarme para atrás ahora.
—Si —mi voz salió apenas en un susurro, pero estaba segura de que lo había escuchado perfectamente.
Ambos permanecimos en silencio.
—Hazlo —pidió después de que transcurrió otro minuto, y lo oí controlarse para que su tono fuese ligero. Dudé un poco, negué a pesar de saber que no me veía—. Haz tus preguntas.
Me relamí los labios y reuní el valor suficiente para hablar. Sin embargo, no quería cometer un error del que después podría arrepentirme.
—¿Cuál es tu edad? —pregunté en voz baja, casi temblorosa.
—Diecisiete.
—¿Durante cuanto tiempo?
—Casi un siglo.
Me acerqué a él con paso lento, deteniéndome a su espalda.
—Lo eres —susurré, deseando con todas mis fuerzas que se diera la vuelta y me mirara a los ojos—. Un... un vampiro.
—¿Y te da miedo?
—Si —admití sin más. Edward pareció tensarse, y entonces pensé qué tal vez no debí haber sido tan directa—. Quiero decir, es que tú, bueno, tú eres- —me interrumpí cuando, al retroceder, tropecé con la raíz de un árbol. Balbucee nerviosa y sonrojada—. No es que te tenga miedo, es que...
Me quedé callada.
No era buena con las palabras y sabía que si seguía hablado terminaría arruinando todo.
—Tienes razón en temerme.
Se volvió para mirarme con expresión de nostalgia. Sus ojos dorados sostuvieron mi mirada y perdí la oportunidad de pensar. Me quedé mirándolo hasta que él apartó la vista.
—Aún no me has formulado la pregunta más importante.
Ahora su voz sonaba severa y cuando me miró otra vez lo hizo con ojos gélidos. Parpadeé, todavía nerviosa.
—¿Cuál?
—De que nos alimentamos —respondió apretando los dientes.
—Ah —musité—, ésa.
Se giró a mi nuevamente, como si no pudiese creer el desinterés en mi tono de voz ante la pregunta.
—Por favor, no vengas con un discurso sobre lo "peligroso" que puedes ser.
Edward gruñó. Me tomó del brazo y caminó jalándome con él.
—¡Hey! Más cuidado —me quejé, apenas evitando tropezar con las ramas y raíces del lugar—. Tengo piernas, puedo seguirte, ¿sabes? ¿A donde me llevas?
—A la cima de la montaña. Más allá de las nubes. Necesito que me veas a la luz del sol —se detuvo al lado de un gran tronco caído, y me soltó—. Sube a mi espalda.
—¿Qué yo- ¡No subiré a tu espalda! —lo miré raro. Edward rodó los ojos y volvió a tomarme del brazo. En un rápido movimiento ya me tenia sobre su espalda—. ¡Oye! Puedo subir yo solita.
Chillé sorprendida, aferrándome a su cuello, cuando Edward comenzó a correr. Sentí mi cabeza dar vueltas y mi estómago revolverse. Todo a mi alrededor se veía borroso, que apenas y podía distinguir algo.
Cuando llegamos al lugar que supongo quería mostrarme, me soltó tan repentinamente sin siquiera avisarme que me tambaleé. Mantuve el equilibrio como pude y alisé mi cabello torpemente.
—Voy a vomitar —me quejé. Pero entonces pude ver sin ningún género de duda una luminosidad en los árboles que se hallaban delante de mi.
—Por esto no dejamos que la gente nos mire a la luz del sol —Edward dijo mientras se alejaba de mi para caminar a los rayos de luz, desabrochando su playera—. Sabrían que somos diferentes.
Me quedé quieta en mi lugar, esperando de manera ansiosa ver que era lo que quería mostrarme.
Edward pareció respirar hondo y entonces salió al brillante resplandor del medio día. Jadeé sorprendida.
No me habría acostumbrado ni aunque le hubiese estado mirando toda la tarde. Su piel centelleaba literalmente como si tuviera miles de nimios diamantes incrustados en ella.
—Wow —murmuré casi sin aliento.
—Está es la piel de un asesino —dijo negando mientras se alejaba del sol. Lo seguí—. Soy un asesino.
—No me digas —murmuré sarcásticamente—. ¿Qué se supone que haga ahora? ¿Correr? —resoplé cuando él no contestó y siguió caminando—. Mira, primera, no lo hago porque es una gran bajada y puedo irme de boca, y segunda, no lo hago porque no hay razón.
—Es una mentira. Es un camuflaje —se detuvo, girándose hacia mi—. Soy el depredador más peligroso del mundo. Avery, todo lo mío te atrae hacia mi.
—En realidad-
—Mi voz, mi rostro. Hasta mi olor —me interrumpió—. Como si necesitaras algo de eso —de repente desapareció. Miré a mi alrededor confundida pero no lo vi—. ¡Como si corrieras más rápido! —al girarme, él estaba parado a unos metros de mi, sobre una roca. Comenzó a correr por distintos lugares hasta parecer nuevamente detrás de mi—. Como si pudieras defenderte —tomó una raíz de un árbol y lo jaló, rompiendo la rama.
—¡Oye! ¿Qué culpa tenía? —me quejé al ver la rama caer al piso.
—Fui diseñado para asesinar —me ignoró.
—¿Enserio? —dije sarcásticamente.
—He matado gente en el pasado —insistió.
—Amanecí muy preguntona —murmuré para mi misma.
Tartamudeó, sin saber que más decir.
—Podría asesinarte —dijo en voz más baja que antes.
—No, no podrías —negué—. Edward, solo-
Nuevamente desapareció, dejándome con la palabra en la boca. Aquella situación me daba algo de risa, verlo correr por todo el lugar, recoger cosas, lanzar otras. Pero traté de no expresarlo.
—Mi familia es diferente de otras de nuestras clase porque cazamos animales —dijo desde la rama de un árbol—. Aprendimos a controlar nuestra sed.
Bajó del árbol de un salto, quedando con su rostro a centímetros del mío.
—No puedo leer tu mente ahora —dijo en voz baja, mirándome a los ojos—. Dime lo que estás pensando.
—Ya no tengo miedo —dije de la misma manera.
—No sabes cuánto tiempo te he esperado —murmuró, poniendo una mano en mi mejilla. Su mano era fría en contraste con mi piel cálida. Abrió la boca como si quisiera decir algo más.
La cabeza empezó a darme vueltas ante el rápido giro que había dado nuestra conversación. Desde el sombrío tema del "peligro" que suponía Edward de repente nos estábamos declarando, o al menos él. Aguardó, y supe que sus ojos no se apartaban de mí a pesar de fijar los míos en nuestras manos. Al final, dije:
—Por favor no digas nada cursi o voy a vomitar.
Edward frunció el ceño, pero después soltó una risa. Nuestras miradas se encontraron y también me reí. Nos reímos juntos de lo absurdo y estúpido de la situación.
Ahora las cosas se habían aclarado. Un poco, al menos.
Y ahora estaba totalmente segura de tres cosas. Primera, Edward era un vampiro. Segunda, una parte de él, y no sabía lo potente que podía ser esa parte, se sentía atemorizada por lo que yo pudiera pensar. Y tercera, no sabía cómo ni cuándo, pero estaba comenzando a enamorarme de él.
❏ ▭ ❐ ▭ ❑ ▭ ❒
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