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𝟬𝟱. ❛ GOOD IMPRESSION ❜






↷⋅⋅⋅ ♡! 🥀 ⌇CAPÍTULO 05. . .
❪ buena impresión ❫

𖤐𖤐

❴ 𝔄𝔳𝔢𝔯𝔶 ❵

RARO. ESA FUE LA UNICA PALABRA QUE RONDÓ MI MENTE DURANTE TODO ESTE TIEMPO.

Si bien sabía perfectamente que era muy raro que un chico al que había conocido hace menos de una semana se me apareciera en un tipo de visión, eso solo lograba que me pusiera un poco (muy) histérica cada que lo recordaba.

Sin contar el hecho de que, literalmente, vi a Edward Cullen en mi espejo, podría decirse que mi fin de semana pasó sin ningún acontecimiento fuera de lo común.

Mentira.

Pero estar pensando todo el día sobre el extraño acontecimiento que había tenido lugar el sábado a medio día no era una opción.

Así que, con toda la pereza del mundo, me arreglé para la escuela y una vez que terminé me senté en el sofá a esperar a que Mark terminara de alistarse. Eso era curioso, se suponía que quien debería tardar arreglándose debería ser yo. Pero es entendible. Mi familia y yo no éramos muy normales que digamos.

Una vez que Mark estuvo listo, ambos nos despedimos de mamá y papá y salimos de casa. Bella no estaba ahí como los días anteriores, a pesar de que había prometido que vendría por mi para ir a la escuela. No puse atención a eso y solo subí al asiento de acompañante.

El camino al instituto fue silencioso, incómodo hasta cierto punto. Yo no era buena para iniciar conversaciones y Mark simplemente no se veía interesado en hablar conmigo.

Al llegar estacionó el auto y ambos bajamos. Todos saludaron a Mark y por consiguiente a mi también, aunque solo me limité a sonreír un poco y alzar vagamente la mano para no ser grosera.

Las clases fueron relativamente normales y tortuosamente lentas. Aparte del montón de tarea que dejaron y del hecho de que Bella se había resbalado en la clase de educación física, no hubo nada interesante. Excepto el hecho de que todos los Cullen estaban en el lugar, excepto Edward.

No debía importarme, lo sabía, sin embargo no pude evitar que lo hiciera. Y durante todo el transcurso de las clases me sorprendí a mi misma viendo hacia todos los lugares donde Edward normalmente estaba, con las esperanzas de verlo ahí.

Pero él no apareció.

Los días siguientes fueron iguales a ese. Tareas, Mark y yo distanciándonos, Bella pasando tiempo con sus nuevos amigos y Edward Cullen sin ir a la escuela.

El lunes por la mañana, al salir de mi casa para ir al instituto, me sorprendí al ver el aire lleno de remolinos blancos, y pelusas de algodón que se amontaban al lado de la acera y, arremolinándose erráticamente, pasaban junto a mi cara.

Nieve.

Siempre había amado la nieve, lo cual era una lástima pues eran pocas las veces que había estado en un ambiente donde nevara. Sin embargo, ese día no hubo ningún atisbo de emoción en mi rostro al verla, y solo pase directamente hacia el coche de Mark y subí al asiento de acompañante.

Al llegar al instituto noté un grupo de chicos lanzándose bolas de nieve entre sí mientras reían, y a un lado Bella observándolos con una sonrisa y las manos en sus bolsillos. Sonreí, era lindo ver que al menos a una de nosotras le iba bien.

Cuando me di cuenta Mark ya no estaba a mi lado, sino que ahora iba subiendo los escalones hacia la entrada. Resoplé mientras me dirigía a la misma dirección que él. Sin embargo, la suerte nunca estaba de mi lado.

Mientras subía el primer escalón, la nieve derretida que estaba en el piso hizo que resbalara y cayera sentada soltando un quejido mientras unos chicos que estaban cerca reían disimuladamente.

Les envié la peor de mis miradas y traté de levantarme, pero entonces sentí unas grandes manos en mis hombros que me levantaron con facilidad, como si de una pluma se tratase.

—Buena caída —dijo una voz detrás de mi.

Fue entonces que me di cuenta de que quien me había ayudado no era nada más y nada menos que Emmett Cullen.

Me separé de él, con las mejillas rojas, y balbuceé un agradecimiento. Estas cosas solían pasarme a menudo, pero la vergüenza nunca desaparecía.

—Eso, uhm... Fue planeado —dije avergonzada, causando que el chico musculoso frente a mi riera y me diera una palmada en el hombro.

—Si, planeado —se burló. Miró detrás de mi y yo imité su acción, notando como sus hermanos nos observaban—. Procura no caerte nuevamente, Kingsleigh.

Me dio una última mirada y caminó hacia sus hermanos, cuando llegó pasó un brazo por los hombros de la rubia que, si mal no recuerdo, se llama Rosalie, y luego ellos y los otros dos que los acompañaban se fueron, no sin antes darme una última mirada que me hizo sentir como si estuviesen viendo a través de mi.

🥀

MIENTRAS CAMINABA RUMBO A MI CLASE DE BIOLOGÍA, ME VI SORPENDIDA POR ERIC, EL AMIGO DE BELLA, QUIEN SE ACERCÓ A MI CON TODA CONFIANZA COMO SI FUÉSEMOS AMIGOS DE TODA LA VIDA.

—¡El comité del baile! —exclamó parándose a mi lado saliendo de no sé dónde.

—¿El que?

—El comité del baile —repitió sonriendo—. Es cosa de chicas, lo sé, pero tengo que cubrir el reportaje y necesitan a alguien para escoger la música...

—Ajá, ¿y? —dije, haciéndole una seña para que continuara hablando.

—Necesito tu repertorio —dijo sin dejar de sonreír que incluso temí que se le entumiera el rostro—. Escucha, uhm. ¿Ya tienes con quien ir al baile?

Oh, eso.

—Ah, no. En realidad no —respondí negando. Pero antes de que él pudiera decir algo yo continúe—. Pero, iré sola.

Mentira. Ni siquiera sabía que habría un baile.

—¿Qué? Bueno, quiero decir, ¿por que? —balbuceó sonrojándose, quiero creer que por la vergüenza.

—Pues, porque... —traté de pensar en una excusa decente para que él no creyera que lo estaba rechazando, cundo era exactamente eso lo que estaba haciendo.

Para mi suerte —la poca que tenía— Bella salió de algún lugar del pasillo y me tomó del brazo, arrastrándome lejos de Eric y salvándome de la incómoda conversación que se avecinaba.

—Necesito un favor —fue lo primero que dijo. Sus mejillas estaban rojas al igual que sus orejas.

—Eh, si. "Hola, Avery, ¿cómo estás?" Oh, no, muy bien Bella, tanto tiempo. Gracias por preguntar —dije con sarcasmo, imitando su voz. Bella se puso aún más roja de lo que ya estaba—. A ver, espera, déjame ver si entendí. Dejaste de hablarme desde que llegamos de aquí, me has estado ignorando toda la semana, ¿y ahora solo vienes para pedirme un favor? No me malentiendas, Bella, me alegra que tengas amigos, pero estoy celosa... y enojada —dije, cruzando los brazos.

Avy, lo siento —Bella dijo avergonzada—. Es que... —se sonrojó aún más si es posible—. En realidad no tengo excusa.

—Ya —bufé, rodando los ojos—. ¿Qué necesitas? —pregunté mientras emprendía camino al aula de biología y ella me seguía de cerca.

—Quiero que me cambies el asiento en biología —explicó rápidamente.

—¿Por que? —dije dándole una fugaz mirada. Entonces nos detuvimos en la entrada del aula y lo entendí—. Oh, ya.

Toda la semana, la silla que estaba al lado en el pupitre de Bella había estado desocupada. Sin embargo, ahora en esta se encontraba sentado el chico a quien había estado buscando inconscientemente durante todos estos días.

—Definitivamente no —me negué, sin despegar mi vista de Edward, quien pareció sentir mi mirada pues levantó la vista de la madera del pupitre.

A mi lado, Bella gimió y se colgó a mi brazo derecho.

—Por favor. Enserio, no puedo sentarme a su lado —murmuró mas roja que el cabello de Mark—. ¿Acaso no viste como me trató la vez pasada?

Suspiré, resignada, pues lo menos que quería era que Bella pasara por una situación tan incomoda como la de días atrás.

—Bien —dije entre dientes. Bella chilló y me agradeció con un beso en la mejilla antes de correr a sentarse en mi lugar, donde ya estaba Mike, y al pasar por el lado de Edward se sonrojó violentamente.

Con paso lento me dirigí al antiguo lugar de Bella, al lado del chico Cullen, y me senté dejando mi mochila en el piso. El profesor Banner estaba repartiendo un microscopio y una cajita de diapositivas por mesa. Aún quedaban unos minutos antes de que empezara la clase y el aula era un hervidero de conversaciones.

—Hola —dijo una voz tranquila y musical a mi lado.

Levanté la vista inmediatamente, sorprendida de que él me hablara. Llevaba el pelo húmedo y despeinado, pero, aun así, parecía que acababa de rodar un anuncio para una marca de champú. El deslumbrante rostro era amable y franco. Una leve sonrisa curvaba sus labios perfectos, pero los ojos aún mostraban recelo.

—¿Hola? —dije con duda, mirándolo también con recelo.

—Lamento no haberme presentado contigo la semana pasada —dijo sonriendo—. Soy Edward Cullen... —se presentó, extendiendo su mano en un ya anticuado modo de saludo.

Estaba confusa y la cabeza me daba vueltas. ¿Me lo había imaginado todo? Ahora se comportaba con gran amabilidad. Tenía que hablar, esperaba mi respuesta, pero no se me ocurría nada convencional que contestar.

—Si, el chico raro que fue muy grosero con mi prima... Créeme, se quien eres —dije al fin, pero aún así tomé su mano y la estreché, sorprendiéndome al sentir su tacto frío, casi como si se tratase de un cubo de hielo. Cuando lo toqué, mi mano me ardió igual que si entre nosotros pasara una corriente eléctrica—. Avery —dije, ignorando el hecho de su baja temperatura corporal y separando lentamente mi mano de la suya.

Él sonrió nuevamente, sin embargo, no dijo nada más. Por alguna razón yo me encontraba cohibida por el hecho de que Edward Cullen estuviese hablando conmigo.

—Células de raíz de cebolla, es lo que tienen en sus porta objetos —dijo el señor Banner comenzando la clase y salvándome de la pudo haber sido la segunda conversación incómoda del día—. Así que, sepárenlas y etiquétenlas en las fases de mitosis. Y si hacen bien la primera parte se ganarán... —retrocedió hasta su escritorio y tomó una cebolla— la cebolla de oro.

Todos rieron e hicieron expresiones de asco, acompañados por el profesor. Yo solo arrugué la nariz en un gesto de desagrado, pues nunca me había gustado la cebolla.

—Primero las damas —dijo Edward, empujando suavemente el microscopio hacia mi. Me giré hacia él y lo vi embozar una sonrisa burlona—. A menos que quieras que lo haga yo, puedo hacerlo si lo deseas.

Alce una ceja e imité su sonrisa, tomando el microscopio y poniéndolo frente a mi. Ya había hecho esta práctica y sabía qué tenía que buscar. Resultaba sencillo. Coloqué la primera diapositiva bajo el microscopio y ajusté rápidamente el campo de visión del objetivo a 40X. Examiné la capa durante unos segundos.

—Profase —respondí segura, anotando en la hoja de trabajo. Levanté la mirada y alcé una ceja hacia él—. Tu turno, a menos que quieras que yo lo haga —imité sus palabras, sonriendo de lado.

Edward rió negando mientras atraía el microscopio hacia él. Sustituyó con velocidad la primera diapositiva por la segunda y le echó un vistazo por encima.

—Anafase —respondió empujando el microscopio hacia mi nuevamente mientras anotaba en la hoja de trabajo.

Eché un vistazo al microscopio y asentí confirmándolo, mientras notaba como él me miraba de reojo.

Acabamos antes que todos los demás. Vi cómo Mike y Bella comparaban dos diapositivas una y otra vez. O bueno, más bien Mike, pues Bella estaba mirando hacia nosotros estupefacta, como si no creyera que Edward Cullen estaba siendo amable o algo por el estilo. La mire y sonreí alzando mis pulgares en su dirección, Bella me devolvió al sonrisa, aunque aturdida.

El haber terminado el trabajo antes del timbre de salida me dejaba sin otra cosa que hacer más que ver a Edward, lo cual, por cierto, estaba tratando de evitar a toda costa. Sin embargo, era como si una fuerza electromagnética me atrajera hacia él, pues no pasaron más de dos minutos cuando me sorprendí a mi misma mirando de reojo a mi compañero de asiento. De nuevo me estaba observando casi sin parpadear pero con una extraña expresión que no supe descifrar. Edward se veía raro, si. Había algo que no tenía la ultima vez, sin embargo, me era imposible descifrar qué. De repente identifiqué cuál era la sutil diferencia de su rostro.

—Tus ojos son dorados —dije casi sin pensar, arrepintiéndome al instante y sonrojándome al notar como él desviaba la mirada apenas escuchó mis palabras—. Lo siento —balbuceé avergonzada.

Él asintió aún con su mirada en cualquier punto del aula menos en mi.

Estaba segura de que sus ojos habían cambiado. Recordaba vívidamente el intenso color negro de sus ojos la última vez que me miró al salir de la oficina. Un negro que destacaba sobre la tez pálida y el pelo cobrizo. Hoy tenían un color totalmente distinto, eran de ocre extraño, más oscuro que un caramelo, pero con un matiz dorado. No entendía cómo podían haber cambiado tanto a no ser que usara lentes de contacto.

—¿Te gusta la nieve? —preguntó de la nada, mirando a la ventana que daba una vista perfecta a la nieve derretida por la reciente lluvia, después me miró a mi.

—Si. Eso creo. No he pasado mucho tiempo en la nieve que digamos —murmuré encogiendo los hombros—. ¿Y a ti?

Él pareció pensarlo, pero luego encogió los hombros también.

—¿Te gusta la lluvia? ¿El frío?

—Si, en realidad —dije asintiendo.

—¿Por que viniste aquí? —una pregunta personal, demasiado a mi parecer. Sin embargo, por alguna razón no me molestó ni me incomodó como hubiese pasado en cualquier otra situación.

—Es complicado.

—Me gusta lo complicado —dijo mirándome con una sonrisa encantadora, lo que por alguna razón me hizo sonrojar.

Hice una larga pausa y entonces cometí el error de mirar esos relucientes ojos dorados que me confundían y me dejaban sin aliento.

—Mi tía se casó —respondí sin pensarlo, sorprendiéndome al hacerlo—. He vivido con ella y mi prima desde... desde siempre, creo.

—¿Por que? —preguntó, acomodándose en su asiento para verme de frente—. Quiero decir, ¿por qué no vivías con tus padres?

No entendía su interés, pero me seguía mirando con ojos penetrantes, como si la insulsa historia de mi vida fuera de capital importancia.

—Ahora que lo pienso, no lo sé —respondí sinceramente—. Solamente mi padre me envió a vivir con ellas a Phoenix.

—Él no te gusta... El esposo de tu tía —conjeturó Edward, con tono atento, regresando al tema principal.

—No, Phil es agradable. Demasiado joven, quizá, pero amable —respondí negando—. Pero es jugador de béisbol profesional, así que viaja mucho.

—Y tú tía las envío aquí para poder viajar con él —aquello fue más bien una afirmación que una pregunta.

—No, no —negué al instante—. Fue mi decisión regresar, y Bella me siguió.

—No lo entiendo —confesó, pareciendo frustrado.

—Si, yo tampoco —murmuré encogiendo los hombros.

El señor Banner llamó al orden a la clase en ese momento, le miré y escuché con alivio. No me podía creer que acabara de contarle mi vida a aquel chico guapo y estrafalario y a quien tal vez ni siquiera le agrado.

Al terminar las clases salí al estacionamiento en busca de mi hermano, quien no estaba en el lugar donde normalmente me esperaba. La lluvia se había convertido en niebla cuando salí  rumbo al coche de Mark. Mi mirada se mantenía hacia adelante incluso cuando pasé junto al Volvo en el que Edward Cullen se encontraba, pero juraría que lo vi reírse cuando le miré de soslayo.

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