𝟬𝟴. ❛ MYTHS AND LEYENDS ❜
↷⋅⋅⋅ ♡! 🥀 ⌇CAPÍTULO 08. . .
❪ mitos y leyendas ❫
⇢ 𖤐 • 𖤐 ⇠
❴ 𝔄𝔳𝔢𝔯𝔶 ❵
RESOPLÉ DISGUSTADA CUANDO, AL ENTRAR A MI HABITACIÓN, NOTÉ A FALL ECHO BOLITA ENCIMA DE MI SUDADERA GRIS.
—A un lado —gruñí jalando la sudadera.
Fall maulló y saltó de la cama para ir a recostarse en el pequeño sofa que estaba al lado de mi escritorio.
Sacudí la sudadera antes de ponérmela, y luego tomé mi mochila donde llevaba algunas cosas.
—Adiós bebé —dije a mi gato, lanzándole un beso. Fall maulló dándose la vuelta y haciéndose bolita.
Encogí los hombros y salí de mi habitación, bajando las escaleras con rapidez rumbo a la puerta.
—¡Hey! ¿A donde vas? —preguntó mi padre antes de que saliera, llegando de la cocina con un vaso de agua.
—Iré con Bella y sus amigos a La Push, le pedí permiso a mamá —respondí.
Mi padre se vio visiblemente tenso ante mis palabras. Entonces mi madre llegó y se paró junto a él.
—Yo le di permiso —dijo con una de sus encantadoras sonrisas.
—Cariño, sabes que no podemos-
—No podemos prohibirle que se divierta —mi madre interrumpió las palabras de mi padre, sin dejar de sonreír—. Ira con Bella, y seguramente Jacob estará ahí.
Me pregunté quien sería Jacob y que importancia tenía en mi permiso para ir a La Push.
Un suspiro resignado salió de los labios de mi padre, y después hizo una seña a la puerta. Sonreí mientras tomaba las llaves del coche de Mark, que colgaban del llavero al lado de la puerta, y después salí no sin antes despedirme de ellos.
Afuera estaba soleado, lo que me sorprendió pues probablemente era una de las pocas veces que había visto el clima así desde que llegué a Forks. El sol ocupaba un lugar equivocado en el cielo, demasiado bajo, y no parecía tan cercano como de costumbre, pero era el sol, sin duda.
Subí al coche lanzando mi mochila a los asientos traseros y me puse el cinturón de seguridad. Encendí el coche y emprendí camino hacia la tienda deportiva del amigo de Bella, pues allí habíamos quedado en vernos.
La tienda de artículos deportivos olímpicos de Newton se situaba al extremo norte del pueblo. En el estacionamiento estaban dos coches más, y agrupados enfrente de uno de estos habían unos chicos, de los cuales solo reconocía a Bella.
Bajé del coche luego de estacionarlo, y Bella pareció suspirar calmada, como si hubiese creído que no iría o algo por el estilo.
—Bien, creo que ya estamos todos —dijo el chico que era antes mi compañero de asiento en Biología; Mike—. Ya podemos irnos. Bella, ¿irás en mi coche?
Noté como, apenas Mike pronunció esas palabras, otra de las amigas de Bella, Jessica, se giraba hacia ellos mirando ceñuda a mi prima. Bella sonrió incómoda y me lanzó una fugaz mirada.
—Irá conmigo —dije, acercándome y tomando a Bella del brazo para arrastrarla al que sería mi coche por todo el día. Bella me sonrió agradecida—. Ya van dos —susurré mientras le abría la puerta del copiloto.
A ultima hora resultó que un chico había invitado a dos personas más, por lo que tuve que llevar a las amigas de Bella conmigo también.
El camino fue en total silencio, al menos por parte de Jessica y Ángela. Entre La Push y Forks había menos de veinticinco kilómetros de densos y vistosos bosques verdes que bordeaban la carretera. Y debajo de los mismos serpenteaba el caudaloso río Quillayute.
Al llegar estacioné el coche junto a los demás, y las cuatro bajamos cada una con sus cosas para juntarnos con los chicos. Elegimos un camino para bajar a la playa, guiados por Mike.
El agua de un color gris oscuro, incluso cuando la bañaba la luz del sol, aparecería coronada de espuma blanca mientras se mecía pesadamente hacia la rocosa orilla gris. Las paredes de los escarpados acantilados de las islas se alzaban sobre las aguas del malecón metálico. Éstos alcanzaban alturas desiguales y estaban coronados por austeros abetos que se elevaban hacia el cielo. La playa sólo tenía una estrecha franja de auténtica arena al borde del agua, detrás de la cual se acumulaban miles y miles de rocas grandes y lisas que, a lo lejos, parecían de un gris uniforme, pero de cerca tenían todos los matices posibles de una piedra: terracota, verdemar, lavanda, celeste grisáceo, dorado mate.
Una fuerte brisa soplaba desde el mar, frío y salado. Los pelícanos flotaban sobre las ondulaciones de la marea mientras las gaviotas y un águila solitaria las sobrevolaban en círculos. Las nubes seguían trazando un círculo en el firmamento, amenazando con invadirlo de un momento a otro, pero, por ahora, el sol seguía brillando espléndido con su halo luminoso en el azul del cielo.
Nos juntamos todos alrededor de una fogata, donde cada quien se dispuso a hablar sobre cosas de su interés. Por mi parte, me quedé al lado de Bella, entre ella y Ángela. Al lado de Ángela estaba una chica que, si no mal recuerdo, se llama Lauren, ambas hablando animadamente sobre algo.
—¿Qué harás mañana? —me preguntó Bella.
Pensé un poco, tratando de hacer memoria para ver si tenía algún compromiso al día siguiente. Después recordé que si.
—Voy a salir —respondí simplemente.
—¿A donde? —Bella preguntó curiosa.
—A una cafetería —dije, y al ver que eso no saciaba la curiosidad de mi prima, suspiré—. Con Edward.
—¿Edward Cullen? —exclamó sorprendida, como si aquello fuese algo para nada creíble. Hice un sonido con la garganta en respuesta, y Bella chilló—. ¡Por Dios! ¿Te invitó a salir?
—Algo así. En realidad lo invité primero. Le dije que viniera con nosotros, pero dijo que no. Entonces me dijo que saliéramos mañana —admití, jugando con mis pies en la arena.
—¿Te rechazó?
—No —resoplé—. Solo dijo que no quería venir porque no le gustan las multitudes.
—No parece haber mucha gente por aquí —Bella miró a su alrededor. Imite su acción y asentí confirmando sus palabras.
No dije nada más, dando por terminada la conversación, pues no tenía intenciones de revelar todos los planes que tenía para mañana.
Después de media hora, algunos chicos quisieron dar una caminata hasta las marismas cercanas. Estuve tentada a ir, pero la mirada suplicante de mi prima que me pedía a gritos que no la dejara termino por hacerme cambiar de opinión.
Estaba sentada en la furgoneta de Tyler, misma que hacía dos meses casi me atropellaba.
—Sigo pensando que Eric va a invitarme al baile y no... no lo hace —dijo Ángela, mientras yo estaba dentro de la furgoneta acostada en los asientos.
—Invítalo tú, hermosa —dije mirando al techo con el brazo derecho colgando del asiento. Ángela me miró curiosa.
—Hazlo tú —Bella repitió, mirando a su amiga—. Eres una mujer fuerte, independiente.
—¿Ustedes creen? —Ángela preguntó sonriendo.
Balbuceé un "si", justo en el momento en que Jessica se acercaba a Ángela pidiéndole ayuda con el cierre de su traje de surf.
Me senté en el asiento tomando mi mochila para buscar algo de comer entre las cosas que había traído. Escuché unas voces desconocidas, por lo que salí de la comodidad de las sábanas entre los asientos traseros de la furgoneta para asomarme. Tres chicos estaban junto a mi prima, de los cuales uno se me hizo conocido. Tenia ojos oscuros, piel morena y cabello largo.
Al asomarme, los ojos de los tres se posaron en mi, y dos de ellos se tensaron notablemente.
—¿Qué hace ella aquí? —preguntó uno de los chicos, el que parecía ser el mayor.
Lo miré confundida, al igual que Bella, mientras el chico de cabello largo lo miraba con reproche.
—¿Disculpa?
—Vamos Sam —dijo en moreno—, no empieces.
—Si, Sam —dije, en un falso quejido.
El llamado Sam rodó los ojos y no dijo nada más.
—Me llamó Jacob —dijo el moreno, mirándome con una sonrisa amistosa—. ¿Te acuerdas de mi?
—Jacob, Jacob, Jacob —murmuré ladeando la cabeza. Chaqué los dedos y le sonreí—. El hijo de Billy Black.
—Oigan, acompáñenlas, no vino el amigo de Avery —dijo Jessica, señalándome fugazmente.
—¿Quien? —inquirió Eric curioso apoyado en el coche de Mike acomodando su traje de surf.
—Invitó a Edward —dijo Jessica soltando una risita. Rodé los ojos.
—Si, ¿y que? —dije de mala gana.
—Fuiste muy amable, nadie lo invita —Ángela dijo al contrario, sonriéndome.
—Es que es muy raro —se metió Mike, sonriendo con burla.
—Eso es verdad —apoyó uno de los chicos que venía con Jacob, riendo levemente.
—¿Lo conocen? —pregunté a la defensiva.
Él me miró en silencio, después respondió: —Los Cullen no vienen aquí.
Después de eso se hizo un silencio incómodo, que nadie parecía estar dispuesto a romper. Hasta que Jacob habló.
—¿Quieren dar un paseo?
Las nubes terminaron por cerrar filas en el cielo, oscureciendo las aguas del océano y haciendo descender la temperatura, mientras nos dirigíamos hacia el norte entre rocas de múltiples tonalidades, en dirección al espigón de madera. Metí las manos en los bolsillos de mi sudadera, sintiéndolas frías.
—¿Qué significa eso de que los Cullen no vienen aquí? —Bella preguntó rompiendo el silencio que hasta ahora había tenido lugar entre nosotros tres.
—Te diste cuenta —le respondió Jacob mirándola de reojo, sin detenerse—. Pero se supone que no debo decir nada de eso.
—Se guardar un secreto —Bella dijo tratando de persuadirlo.
Solté una risita burlona y ella me miró mal. Bella no sabía guardar secretos, y un suceso con galletas de chocolate, un jarrón y mi pelota de fútbol cuando tenía nueve años lo confirmaban.
—Es solo una vieja historia de terror —Jacob trató de no darle importancia, pero Bella estaba más que dispuesta a hacerlo hablar.
—Bien, entonces quiero oír.
Jacob me miró de reojo, relamió sus labios y suspiró rendido.
—Okey, uhm. ¿Sabían que los Quileutes supuestamente descienden de los lobos? —preguntó, llamando mi atención.
—¿Lobos? —pregunté curiosa, Jacob asintió riendo.
—Es la leyenda de nuestra tribu —asintió—. Afirma que descendemos de los lobos, y que estos siguen siendo nuestros hermanos. La ley nos prohíbe matarlos. Y luego está la historia sobre los fríos.
—¿Los fríos? —pregunté a la par de Bella, sin poder contener mi curiosidad.
—Sí. Las historias de los fríos son tan antiguas como las de los lobos, y algunas son mucho más recientes. De acuerdo con la leyenda, mi propio tatarabuelo conoció a algunos de ellos. Fue él quien selló el trato que los mantiene alejados de nuestras tierras.
—¿Y eso..? —Bella dijo animándolo a seguir.
—Ya sabes, los fríos son los enemigos naturales de los lobos, bueno, no de los lobos en realidad, sino de los lobos que se convierten en hombres, como nuestros ancestros.
—Licántropos —dije, y Jacob asintió.
—¿Los hombres lobo tienen enemigos?
—Solo dos —Jacob respondió—. Los fríos y... los brujos.
Me tensé al escuchar aquello último, y miré de reojo a Jacob y Bella.
—¿Brujos? —Bella inquirió curiosa.
—Magos, mayormente conocidos como brujos. Brujas —respondió—. Los fríos que llegaron a nuestro territorio en la época de mi tatarabuelo era diferente. No cazaban como lo hacían los demás y no debían de ser un peligro para la tribu, por lo que mi antepasado llegó a un acuerdo con ellos.
—¿Qué hay con las brujas? —me atreví a preguntar.
—Bueno, se supone que el aquelarre había estado aquí desde más antes, pero mi tatarabuelo no lo sabía —respondió—. Lo descubrió después de los fríos. Se decía que cazaban animales y tomaban personas para hacer rituales cada noche de luna llena.
Fruncí el ceño ante sus palabras.
—¿Y era verdad?
Jacob encogió los hombros.
—No se sabe —dijo en respuesta—. Hasta donde se sabe, ninguno de los dos grupos eran peligrosos.
—Si no eran peligrosos, ¿por qué...? —Bella dijo, intentando comprender todo.
—Siempre existe un riesgo para los humanos que están cerca de los fríos y las brujas, incluso si son civilizados como ocurría con este clan y el aquelarre —instiló un evidente tono de amenaza en su voz de forma deliberada—. Nunca se sabe cuándo los fríos van a tener demasiada sed como para soportarla.
—¿Y eso que tiene que ver con los Cullen? —preguntó Bella—. ¿Se parecen a las brujas que conoció tu tatarabuelo? —preguntó, Jacob negó—. ¿A los fríos?
—No —Jacob hizo una pausa dramática—. Son los mismos.
Lo miré inmediatamente, teniendo una rara sensación.
—Ahora son más, otro macho y una hembra nueva, pero el resto son los mismos. La tribu ya conocía a su líder, Carlisle, en tiempos de mi antepasado. Iba y venía por estas tierras desde más antes —informó, reprimiendo una sonrisa—. Mis antepasados hicieron un tratado, no solo con los fríos, también con las brujas. No los delataríamos si prometían mantenerse lejos de nuestras tierras.
Tratado. Apenas escuché aquella palabra, recordé la conversación de Edward con su padre y hermana, y las palabras de mi padre.
—Y... las brujas —dije con duda—. ¿Son enemigas de los fríos?
—Hasta donde se sabe, si —Jacob asintió—. Sin embargo, no tanto como los fríos y los lobos.
—¿Y qué son? ¿Qué son los fríos?
Jacob sonrió sombríamente.
—Bebedores de sangre —replicó con voz estremecedora—. Su gente los llama vampiros.
Permanecí contemplando el mar encrespado, no muy segura de lo que reflejaba mi rostro.
—Se te ha puesto la carne de gallina —Jacob dijo a Bella y rió encantado.
—Eres un estupendo narrador de historias —le felicitó Bella.
—El tema es un poco fantasioso, ¿no? Me pregunto por qué papá no quiere que hablemos con nadie del asunto.
—Si —dije entre dientes, soltando una risita nerviosa—. ¿Por qué será?
❏ ▭ ❐ ▭ ❑ ▭ ❒
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro