4. Silencio/Enfermedad
El silencio irrumpe en las calles solitarias.
¿Por qué ha desaparecido el mundo de una forma tan furtiva?
¿Dónde se fueron los niños que jugaban en el parque?
¿Dónde están los padres y las madres?
¿Dónde está la vida?
El silencio implacable se ve roto.
Una voz sin cuerpo menciona estadísticas vacías.
Un muerto, o dos, o tres, víctimas del mal oscuro y sin alma.
Aquellos que buscaron proteger y curar...
Aquellos que intentaron vivir, se van.
Qué ironía.
El silencio es testigo de la vida en la oscuridad.
Testigo de aquellos que corren a la desesperación de sentirse con vida.
El viento escucha, siente la música y el frenesí detrás de las paredes.
Sabe que el día de mañana, las consecuencias serán destructivas.
La fiesta acabará en llanto, y con ella se irán los asistentes y los ausentes.
El silencio permanece, discreto en la lluvia incesante.
Escucha los rezos y las plegarias sin respuesta.
Y, con impotencia observa las acciones aberrantes...
Las oportunidades de vivir, robadas sin piedad.
Sin que importe la súplica dolorosa del silencio, sangrante.
El silencio mira, siempre mira, y reconoce.
Reinante sobre un mundo que ha dejado de vibrar con alegría.
Y lo único que lo rompe, como eco de la realidad de pesadilla...
Es el canto de la sirena.
Una letanía sin sentido, la única compañía.
Lo único que indica que alguna vez, antes del silencio, hubo más vida.
La acompañante constante de estos grises días...
La testigo que llora mientras se lleva a los caídos...
A una tumba fría.
"Este poema ganó el concurso de los primeros Juegos Florales de mi facultad. Lo escribí durante la cuarentena, y honestamente, tenía muchas ganas de compartirlo con el mundo."
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