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Capitulo 2: Invasión

Planeta X-60

Al día siguiente, en el coliseo de X60, Savage y Diav se encontraban en el centro del campo de entrenamiento, concentrados en levitar varias rocas pesadas con el poder de sus mentes, una técnica avanzada del Beast Style. Ambos guerreros se esforzaban al máximo, demostrando sus  habilidades para dominar esta difícil técnica.

Los instructores observaban con atención desde las gradas, impresionados por el progreso y la habilidad de los dos jóvenes guerreros. Sus rostros reflejaban el orgullo por sus discípulos y la esperanza por su futuro como maestros del Beast Style.

—¡Bien hecho, Savage! ¡Sigue así! —exclamó uno de los instructores, animando a Savage mientras levitaba una roca especialmente grande con concentración y fuerza de voluntad.

—¿Por que solo somos nosotros dos? —pregunto Savage.

—No te quejes. No puedes aprender el Beast Style sin los conceptos básicos.

Diav, por su parte estaba levitando varias rocas a la vez con un enfoque feroz y una determinación inquebrantable. Su cuerpo dorado brillaba con una intensidad renovada, reflejando la fuerza de su determinación y la profundidad de su deseo de superarse a sí mismo.

—¡Vamos, Diav! ¡Puedes hacerlo! —gritó el otro instructor, alentando a Diav en su esfuerzo.

Savage y Diav se miraron brevemente, intercambiando una sonrisa de complicidad y respeto mutuo. Sabían que estaban haciendo progresos significativos en su entrenamiento y que estaban un paso más cerca de alcanzar sus metas.

Finalmente, con un esfuerzo final, Savage y Diav lograron controlar las rocas con éxito, manteniéndolas en el aire durante unos momentos antes de bajarlas con cuidado al suelo. Los instructores aplaudieron con entusiasmo, reconociendo el logro de sus discípulos.

—¡Excelente trabajo, chicos! ¡Están progresando de manera impresionante! —exclamó uno de los instructores, acercándose a Savage y Diav con una sonrisa de satisfacción en el rostro.

—Soportare cualquier entrenamiento que sea —comento Savage.

Savage y Diav se sintieron llenos de orgullo por sus logros, pero también sabían que aún tenían mucho por aprender y mejorar. Con determinación renovada, se prepararon para enfrentar los desafíos que les aguardaban en su camino hacia la maestría en el Beast Style.

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El día transcurría con normalidad en el planeta X60, mientras Savage, Diav, Lira y los demás habitantes continuaban con sus entrenamientos y actividades diarias. Sin embargo, la calma se vio abruptamente interrumpida por una explosión ensordecedora que resonó en todo el planeta.

Savage y los demás guerreros se apresuraron a salir del coliseo para investigar lo que había sucedido. Al llegar al borde de una colina, sus corazones se hundieron al ver una columna de humo negro ascendiendo en la distancia, proveniente de un pueblo lejano.

El Maestro Malude se acercó a ellos con una expresión sombría en el rostro.

—Chicos, algo terrible ha ocurrido. El planeta L77 ha sido invadido por los alien gamma. Han desatado una destrucción sin precedentes, y temo que su próximo objetivo podría ser nuestro propio planeta, X60 —advirtió el Maestro Malude, con voz grave y urgente.

El shock y la preocupación se apoderaron de Savage, Diav, Lira y los instructores. Sabían que los alien gamma eran una amenaza formidable, con tecnología avanzada y una sed insaciable de conquista y destrucción.

—¿Qué podemos hacer, Maestro? ¿Cómo podemos proteger nuestro planeta? —preguntó Savage, con la esperanza de encontrar una solución a la terrible amenaza que se cernía sobre ellos.

El Maestro Malude se tomó un momento para reflexionar, evaluando la gravedad de la situación.

—Debemos prepararnos para lo peor. Reuniremos a nuestros mejores guerreros y fortificaremos nuestras defensas. Pero también debemos buscar aliados en otros planetas y formar una coalición para enfrentar esta amenaza juntos —declaró el Maestro Malude.

—Estamos listos para luchar, Maestro. Defenderemos nuestro hogar y nuestra gente con todas nuestras fuerzas —declaró Diav, con una chispa de determinación en sus ojos dorados.

El Maestro Malude les dedicó una mirada llena de orgullo y esperanza.

—Así es como debe ser. Juntos, enfrentaremos esta amenaza y protegeremos nuestro planeta. Ahora, prepárense. La batalla por la supervivencia de X60 está por comenzar —declaró el Maestro Malude.

El sol se ponía lentamente en el horizonte, tiñendo el cielo de tonos rojizos y dorados mientras Savage caminaba por las calles familiares de su pueblo. Cada paso resonaba con pesar en su corazón, pues la ausencia de su amigo Leo pesaba sobre él como una losa.

Al llegar a su casa, Savage abrió la puerta con un suspiro pesado, sintiendo el vacío que dejaba la ausencia de Leo en cada rincón. Buscó entre sus pertenencias con manos temblorosas hasta encontrar el brazalete rojo con un cristal en el centro, un regalo de Leo que ahora se había convertido en un amargo recuerdo de los momentos compartidos.

Con el corazón apretado por la tristeza, Savage se dejó caer en una silla, sosteniendo el brazalete entre sus dedos con reverencia. Cerró los ojos y dejó que los recuerdos de su amigo inundaran su mente, recordando los momentos de risas, entrenamientos y aventuras compartidas.

—Leo, prometimos que lucharíamos algún día —murmuró Savage en voz baja, sintiendo el nudo en su garganta.

El silencio de la casa parecía responderle con un eco vacío, aumentando aún más la sensación de soledad que lo envolvía. Savage apretó el brazalete contra su pecho, deseando con todo su ser que las cosas pudieran ser diferentes, que Leo aún estuviera a su lado.

Las lágrimas comenzaron a emerger de sus ojos, rodando por sus mejillas en un torrente de dolor y añoranza. Se permitió llorar en silencio, dejando que el peso de su pérdida se hiciera presente en cada lágrima derramada.

—¡Lo prometimos! Juro que matare a los aliens—susurró Savage entre sollozos, colocándose el brazalete en su brazo derecho, como si fuera el último vínculo con su amigo perdido.

En aquel momento de profunda tristeza, Savage se encontró sumido en un mar de emociones, enfrentando la realidad cruel de la pérdida y la soledad.

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Las explosiones resonaban cada vez más cerca, sacudiendo los cimientos de la casa de Savage y anunciando la llegada del caos y la destrucción a su querido pueblo. Con el corazón lleno de temor y determinación, Savage se levantó de un salto, dejando el brazalete de Leo a un lado y corrió hacia la ventana.

Lo que vio lo llenó de horror y desesperación. En las calles, enormes robots mecanizados de cinco metros de altura avanzaban implacables, sembrando el caos y la destrucción a su paso. Los habitantes del pueblo corrían en todas direcciones, gritando y clamando por ayuda mientras los robots los perseguían sin piedad.

Pero lo que más le impactó a Savage fueron los alien gamma, observando la escena con una mirada fría y despiadada. Su presencia imponente y su indiferencia ante el sufrimiento de los habitantes lo llenaron de una rabia ardiente en sus ojos.

El líder alien gamma, con su figura imponente y su voz gutural, miró con desprecio a los humanos indefensos que huían ante la destrucción desatada por sus robots mecanizados.

—¡Olviden a estos insignificantes seres! ¡Nuestro objetivo son los cristales en la montaña! ¡Debemos asegurarnos de obtenerlos a cualquier costo! —ordenó el líder alien gamma, con una voz llena de autoridad y determinación.

—Gilvaris, nos dará un buen precio por los cristales, como los del planeta L77.

Sin embargo, su plan se vio interrumpido por la llegada sorpresiva de Lira, acompañada por los tres instructores, quienes se colocaron en posición de combate frente a los alienígenas. Lira, con su brazalete resplandeciendo en su muñeca, emanaba una energía poderosa y decidida.

—¡Detenganse! —grito un instructor.

—¿Ustedes son los luchadores de estilo bestia?

Uno a uno, los instructores se adelantaron para enfrentar a los alienígenas, cada uno emitiendo una aura de poder. El primero en hablar fue el instructor de cabello plateado y ojos penetrantes.

—En efecto. Este planeta y su gente son nuestra responsabilidad. Nos enfrentaremos a ustedes con todo lo que tenemos —declaró Lira, con una determinación inquebrantable en su voz.

—¡Soy Zenth, el guardián del Bosque de Cristal, y mi estilo bestia es el puño del tigre blanco! —declaró con una voz firme y segura, su presencia irradiaba una conexión profunda con la naturaleza que lo rodeaba.

El segundo instructor, con una expresión serena y tranquila, se presentó a sí mismo con solemnidad.

—Albeo, el protector de las Tierras de Fuego, y mi estilo bestia es el dragón espiritual —anunció, su mirada reflejaba la fuerza de las llamas que ardían en su interior.

Por último, el tercer instructor, con una presencia imponente y una mirada decidida, se presentó ante los alienígenas con confianza.

—Soy Kael, el guardián de los Reinos de Hielo, y mi estilo bestia es el puño fantasmal de la serpiente de hielo —dijo con voz profunda, su aura helada envolvía su figura con una intensidad gélida.

—¡Yo soy Lira, y mi estilo bestia es el puño veloz de la pantera gélida! —espeto Lira poniéndose en pose de pelea.

—¡Nuestros puños protegen la paz! —grito kael.

—¡Tras ellos! —ordeno el líder de los aliens.

Lira, con su estilo bestia aún envuelto en un aura de energía morada, se movía con gracia y destreza, desviando los ataques enemigos y contraatacando con una precisión mortal. Juntos, los cuatro luchaban como una fuerza unida, protegiendo los cristales sagrados de X60 con todo lo que tenían.

Sin embargo, la batalla dio un giro inesperado cuando el líder de los alienígenas, un ser imponente con una armadura negra y una presencia intimidante, lanzó una esfera roja al suelo. La esfera se abrió en un destello de luz cegadora, liberando una oleada de nuevos alienígenas que se unieron a la lucha contra los habitantes de X60.

—¡No pueden detenernos! ¡Nuestro poder es superior! —gritó el líder alienígena, con una voz llena de malicia y arrogancia.

La situación se volvió aún más desesperada cuando los nuevos refuerzos se unieron a la lucha, abrumando a los defensores con su número abrumador y su ferocidad implacable. Los instructores y Lira luchaban con todas sus fuerzas, pero parecía que estaban siendo superados por la marea interminable de invasores.

Con un gesto de su mano, Diav convocó un escudo de energía dorada que protegía a los defensores de los ataques enemigos, desviando los rayos láser y los golpes de los robots mecanizados con facilidad.

—¡Diav está aquí para ayudar! ¡Juntos, podemos vencerlos! —exclamó Diav, con una voz llena de convicción y valentía.

La batalla se intensificó mientras los defensores y los invasores se enfrentaban en un enfrentamiento épico de fuerza y ​​habilidad. Los rayos láser y las explosiones llenaban el aire, mientras los combatientes se lanzaban unos contra otros con una ferocidad implacable. Diav se movía con agilidad y gracia, esquivando los ataques enemigos y contraatacando con una ferocidad implacable.

Los instructores, junto con Lira y Diav, desplegaban sus estilos bestia con maestría, aprovechando la fuerza y la velocidad de las criaturas que los habían elegido como sus guardianes.

La escena se desarrolla en medio del campo de batalla, donde la lucha entre los defensores de X60 y los invasores alienígenas alcanza su punto culminante. En un abrir y cerrar de ojos, la atención de todos se dirige hacia una figura imponente que emerge de entre las sombras. el Almirante Volcan, líder supremo de las fuerzas alienígenas.

—El Beast Style es conocido por ser el mas poderoso de las constelaciones. Han demostrado ser bastante tercos.

Volcan avanza con una confianza aplastante, su presencia envuelta en un aura de poder y autoridad. A su paso, los invasores se apartan con respeto, dejando un sendero claro hacia el corazón del campo de batalla.

Los defensores de X60, entre ellos Diav, se preparan para enfrentarse al desafío que representa Volcan, pero el líder alienígena parece imparable. Con un gesto imperioso, desata una oleada de energía oscura que envuelve a Diav, dejándolo indefenso ante su poder.

—¡Diav, Levantate! —grito Lira, corriendo hacia su amigo con preocupación en sus ojos.

Diav lucha por levantarse, pero parece agotado por el ataque de Volcan.

—No te preocupes por mí, Lira. ¡Sigue luchando! —responde Diav con determinación, aunque su voz está debilitada por el esfuerzo.

—Tu eres un absolutiano. Me sorprende el poco poder que tienes —dice Volcan con arrogancia, su voz resonando con autoridad.

Sin embargo, en ese momento crítico, un rayo de energía verde brillante cortó el cielo, impactando en Volcán y obligándolo a retroceder. Era Savage, que había llegado justo a tiempo para ayudar a su amigo.

—Diav, ¡levántate! ¡Aún no hemos perdido! —exclamó Savage, extendiendo una mano para ayudar a su amigo a ponerse de pie.

Diav se puso de pie junto a Savage, listo para enfrentarse a Volcan una vez más. La batalla aún no había terminado, y estaban decididos a luchar hasta el final por la libertad de su planeta y su gente.

—¿Quien eres tu? —pregunto savage.

—Soy Volcan, almirante de la tropa de la invasión Gamma. El que desee morir que de un paso adelante.

Savage se lanzó valientemente hacia Volcan, determinado a proteger a su amigo y a su planeta contra la tiranía del almirante alienígena. Sin embargo, cada golpe que lanzaba contra la imponente armadura de Volcan parecía rebotar sin hacerle ningún daño. La armadura era impenetrable, y Savage se dio cuenta de que estaba enfrentando a un enemigo formidable. Volcan se da cuenta de algo al mirar el brazalete de Savage.

—Tu eres un victoriano... deberías ser enemigo del absolutiano.

—Diav, es mi amigo.

Volcan soltó una risa burlona ante los esfuerzos de Savage, como si encontrara divertida la determinación del joven guerrero.

—Esta armadura fue hecha para parecerse a los que usan los robots Gigatron. ¡Tus débiles puños nunca la destruirán!

Savage apretó los dientes con determinación, negándose a rendirse ante la adversidad.

—No importa cuán poderosa sea tu armadura, encontraré una manera de detenerte y proteger a mi planeta. ¡Nunca me rendiré! —declaró Savage, enfrentándose a Volcan con valentía.

Sin embargo, antes de que pudiera hacer otro movimiento, Volcan se preparó para lanzar un ataque final que acabaría con Savage de una vez por todas. Pero justo en ese momento, una figura familiar apareció en el horizonte.

Era el Maestro Alude, el legendario guerrero y líder de los defensores de X60. Con su presencia imponente y su destreza en el combate, el Maestro Alude representaba la última esperanza de Savage y sus aliados contra la amenaza de Volcan y sus fuerzas alienígenas.

—¡Detente, Volcan! Tu tiranía llega a su fin aquí y ahora —declaró el Maestro Alude, su voz resonando con autoridad y determinación.

Volcan se detuvo en seco al ver al Maestro Alude, sorprendido por su llegada inesperada. Sabía que enfrentarse al legendario guerrero sería un desafío formidable, incluso para él.

—Así que eres el famoso Maestro Alude. Ya me estaba aburriendo de los débiles —dijo Volcan, preparándose para enfrentarse al Maestro Alude en una batalla que decidiría el destino del planeta.

—¡Espero que estés listo. Juggernaut, puño de embestida de Toro!

Con un movimiento fluido y poderoso, el Maestro Alude canalizó su energía interna, liberando su estilo bestia con una explosión de luz brillante. Con un gesto majestuoso, invocó a su bestia guardiana, una criatura ancestral de fuerza indomable y poder devastador.

La bestia apareció con un rugido atronador, desatando una furia imparable contra los robots invasores que asolaban la aldea. Con cada golpe y cada movimiento, la bestia destrozaba a los robots, reduciéndolos a montones de chatarra en cuestión de segundos.

—¡Increíble! Esa es la técnica mas poderosa del estilo bestia —comento Diav sorprendido.

Mientras tanto, Volcan observaba con incredulidad la destrucción causada por el Maestro Alude y su bestia guardiana. Sabía que enfrentarse a ellos sería un desafío formidable, incluso para él.

—¡No puedes detenerme, Maestro Alude! ¡Mi armadura es indestructible! —gritó Volcan, lanzándose al ataque contra el Maestro.

El Maestro Alude se enfrentó a Volcan con valentía, utilizando la fuerza y la velocidad de su bestia guardiana para contraatacar con ferocidad. Con cada golpe, la armadura de Volcan mostraba signos de debilidad, demostrando que incluso la más poderosa de las defensas tenía sus límites.

Finalmente, con un golpe poderoso y preciso, el Maestro Alude logró romper parte de la armadura de Volcan, revelando un punto débil que podría ser su oportunidad para derrotar al almirante alienígena de una vez por todas.

—Este viejo es muy fuerte.

—Conoce el dolor de aquellos a quienes has atormentado —exclamó el Maestro Alude, lanzándose a por Volcán con renovado vigor.

Los alienígenas gamma, viendo la oportunidad de aprovechar la distracción del Maestro Alude, se lanzaron hacia él con ferocidad, dispuestos a detenerlo a toda costa. Con movimientos ágiles y coordinados, intentaron rodear al Maestro, buscando brechas en su defensa para atacarlo desde todas direcciones.

Sin embargo, el Maestro Alude demostró ser un guerrero formidable incluso ante la embestida de los alienígenas gamma. Con movimientos fluidos y precisos, desvió los ataques entrantes, contraatacando con una destreza impresionante.

Con una rapidez increíble, el Maestro Alude desató una serie de golpes y patadas que hicieron añicos a los alien gamma, dejándolos tendidos en el suelo, derrotados y humillados.

El Maestro Alude mantenía su mirada en los alien, preparado para el siguiente intercambio en su feroz batalla. Sin embargo, en un instante de distracción, Volcan aprovechó la oportunidad y se lanzó hacia adelante con un movimiento rápido y preciso.

—¡Te tengo! ¡Palma de Magma Venenosa! —gritó Volcan con malicia, mientras su puño se llenaba de un veneno de energía oscura.

El Maestro Alude apenas tuvo tiempo para reaccionar cuando el puño envenenado de Volcan se estrelló contra su cuerpo con una fuerza devastadora. Un grito de dolor escapó de los labios del Maestro mientras sentía el veneno correr por sus venas, debilitando su fuerza y su resistencia.

—¡No permitiré que te salgas con la tuya, Volcan! —gruñó el Maestro Alude, su voz cargada de determinación a pesar del dolor que lo consumía.

Con un esfuerzo supremo, el Maestro Alude desató una ráfaga de energía que hizo retroceder a Volcan varios pasos, obligándolo a apartarse por un momento. Sin embargo, el daño ya estaba hecho, y el veneno seguía corriendo por las venas del Maestro, debilitándolo con cada latido de su corazón.

Volcan se volvió hacia el Maestro Alude con una mirada de desdén, su rostro oculto detrás de la máscara de su armadura.

—Eso te pasa por meterme en mi camino, viejo. ¡Siente la agonía de mi veneno! —respondió Volcan, su voz llena de arrogancia y triunfo.

El Maestro Alude apretó los dientes con frustración, sabiendo que las palabras de Volcan eran ciertas. Los instructores rodean al maestro para proteger

—Almirante, los gigatron ha sido destruidos. ¿No deberíamos retirarnos por ahora? —pregunto un alien gamma.

Volcan soltó una risa burlona, como si encontrara divertida la bravuconería del Maestro Alude.

—Ello viejo. Por ahora, es hora de retirarnos y celebrar nuestra victoria. Pero no te preocupes, volveremos, y cuando lo hagamos, X60 caerá ante nosotros —dijo Volcan, antes de dar la orden de retirada a sus tropas.

El Maestro Alude observó impotente cómo las naves alienígenas desaparecían en el horizonte, llevándose consigo la amenaza de la invasión. Sabía que la batalla por el destino de X60 aún no había terminado, y que su pueblo tendría que prepararse para enfrentarse a un enemigo más poderoso que nunca antes.

Savage se encontraba parado en medio de la devastación, observando con horror y tristeza cómo su hogar, su pueblo, ardía en llamas a su alrededor. El humo se elevaba hacia el cielo, oscureciendo el sol y cubriendo todo a su paso con un manto de desolación.

El joven guerrero se arrodilló en el suelo, sintiendo un dolor profundo en su corazón al ver la devastación que había sido infligida a su pueblo. Recordaba las caras de los amigos y familiares que habían perdido sus vidas en la batalla, y sentía una profunda sensación de pérdida y desesperanza.

—¿Por qué? ¿Por qué tuvo que pasar esto? —murmuró Savage, su voz llena de angustia y dolor.

En medio de la destrucción, Savage se sentía perdido y desorientado, sin saber qué hacer a continuación. La batalla había terminado, pero el costo había sido alto, y el futuro de X60 parecía más incierto que nunca.

Próximo Capitulo: (CAPITULO 3: "El Dragón")

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