Padres
Había empezado la siguiente semana, y por primera vez mi mamá había tardado en llegar para recogerme del centro de salud.
Me quedé sentada afuera de la puerta por aburrimiento, y me puse a contemplar como la corriente de verano oscilaba con la hierba algo crecida.
Como me quedaba todo el tiempo en casa, nunca tuve un momento de tranquilidad y quietud como el que estaba experimentando en el patio de enfrente del edificio. Y a pesar de la serenidad que había en el ambiente, extrañaba las voces que me acompañan por las mañanas.
Y hablando de las voces que me acompañan, al poco tiempo que estuve afuera se apareció Ryan. Pareció que le daba gracia el verme ahí sentada y completamente sola.
—¿Primera vez que te tardan en recogerte? —me preguntó con una pequeña sonrisa en su rostro.
Moví la cabeza para decir no, pero mientras mis movimientos decían «no» mis expresiones decían «sí».
—No te angusties —se sentó junto a mí—. Ya me ha pasado, y a la quita vez dejas de sentir miedo.
—Pero no siento miedo —mentí con desfachatez. Me preocupaba mucho que todavía no llegaran, y como aún no tenía teléfono celular tenía que aguantarme y esperar.
—Puedes mentir todo lo que quieras, pero ningún niño puede ignorar el miedo que siente cuando sus padres no aparecen.
Tenía razón, nunca había sentido esa sensación antes. Había pasado mucho tiempo desde la última vez que fui a la escuela, y había olvidado lo que era el esperar a mis padres para que me recogieran, o tener que ir a la parada del autobús primero.
—¿Cuántas veces ten han recogido tarde? —pregunté, intrigada por saber si era un “experto” en ser olvidado.
—6 veces —respondió muy sereno—. La quinta fue en en una ida con unos amigos al parque Lexy, y mi papá se retrasó una hora en venir por mí; y no faltó mucho para que hubiera decidido en irme caminando.
—¿Y a qué edad pasó eso? —añadí a mi pregunta.
—a los 11 años.
Me sorprendió lo que le había pasado, y lo que estaba dispuesto a hacer.
Luego de eso, uno un breve silencio, que no tardó mucho en desaparecer.
—Oye... Rainbow.
«—¡Se acordó de mi nombre! —Retumbaba en mi cabeza, igual que una campana recién tocada».
—Solamente quisiera saber... —prosiguió con la oración— ¿Por qué?
—¿«Por qué» qué? —pregunté, algo confundida.
—¿Por qué tú...? —Antes de que terminara, mis padres aparecieron en frente del edificio. Bajaron del auto y se aproximaron hacia nosotros.
—¡Hola, hija! —dijo mamá.
Estaba algo avergonzada por su intromisión, pero a la vez aliviada pues parecía que lo que fuese que iba a preguntarme Ryan no sonaba bueno.
Me levanté del suelo y me dirigí a los brazos de mi mamá recibiendo un abrazo. En cambio mi padre, dirigió una mirada y una sonrisa hacia mí, y luego volvió su rostro hacia Ryan.
—¿Y él quién es? —preguntó mi papá.
Antes de que yo respondiera, Ryan se presentó con mis padres. A mi papá le dio un fuerte apretón de manos, y a mi mamá se la dio de una forma más delicada, y terminó dándole un beso.
No me sorprendió tanto la forma en que se presentó, pues parecía ser el chico al que sus padres habían educado bien. De repente, los padres de Ryan también se parecieron.
«¡¿Coincidencia? No lo creo!» habría dicho cierto personaje animado.
Nuestros padres se presentaron. El padre de Ryan se llama Tyler, y su madre se llama Britanny. Unos nombres más raros que los de mis padres diría yo. Pero lo que me pareció más extraño fue cómo mis padres empezaron a llevarse tan bien con los de Ryan, e incluso lo lograron en un tiempo récord: 1, 5 minutos.
Mientras nuestros padres hablaban, Ryan y yo nos quedamos sorprendidos por cómo es que ellos se estaban llevando tan bien en muy poco tiempo.
Y después de unos minutos de haber platicado, mis padres quedaron en lo inimaginable: una salida con la familia de Ryan. Obviamente, los dos no estábamos incluidos, pero mis padres me dieron permiso para poder al acompañar a Ryan y a sus amigos en la hora del almuerzo durante su servicio en el centro de salud.
Luego de que terminaron de conversar, cada uní se fue por su lado. Ambos grupos nos dirigimos a nuestros respectivos vehículos. El suyo era una camioneta plateada, que estaba estacionada delante del auto de mis padres.
Cuando me subí en la fila de atrás, me volví para observar la camioneta de la familia de Ryan. Él estaba en lugar del conductor. Su padre, en el del copiloto; en cambio su madre, estaba sentada en la fila de atrás. Me quedé estupefacta cuando lo vi sentado frente al volante. Nunca me había imaginado que el supiera conducir.
Su auto fue el primero en salir de los dos. Encendió su vehículo y lentamente fue pasando junto al nuestro hasta ponerse al frente. Mi papá no tardo en secundarlo y en poner en marcha la camioneta.
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