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El desayuno con la familia

Después de que mi mamá me hubiera hablado para desayunar, me fui a cambiar la pijama por una ropa para salir. Me puse unos tejanos azul claros con unas zapatillas de mezclilla del mismo color, una camiseta negra con una sudadera negra con gabardina, y me puse una gorra de mezclilla. Luego de haberme cambiado, proseguí a salir de mi habitación para bajar al comedor. 

Cuando iba bajando por las escaleras, noté que mi mamá había cambiado de lugar las cosas, como lo hacía con el cambio de cada estación del año. Era 21 de junio por la mañana (las 11 a.m, creo) y las cosas estaban diferentes. La computadora de escritorio que antes estaba en la esquina de la entrada junto a un sillón, ahora estaba del otro lado del mismo sillón junto a una pequeña mesa con una lámpara. El otro sillón que estaba más alejado de la pared, ahora estaba más pegada a la pared delante de la ventana. Había puesto una vieja mesa de centro de cristalque estaba guardada en el sótano, la había vuelto a poner en la sala junto con una canasta de hojas de palmera entretejidas con esferas de estambre de color café y dorado. Había cambiado las viejas cortinas de color blanco con flores por unas de color café oscuro. Había hecho otros cambios de los cuales yo ya no me acordaba demasiado, pero luego de haber visto la sala continué caminando hacia el comedor.

Al entrar, vi que mi padre estaba sentado con una taza de café leyendo el periódico The Houston News observando la sección de espectáculos. Mientras, mi mamá estaba en la cocina preparando unas sincronizadas y una malteada de chocolate para mí; y para ella, se estaba preparando un té de manzanilla con una rebanada de pan tostado con miel. 

Me dijo que me sentara para desayunar, igual como lo había hecho en el corredor afuera de mi habitación. Luego de que me sentara ella se sento junto a mí. Nuestra mesa era circular, por lo que no había muchos lugares para elegir, pero me gustaba más la compañía de mi madre a diferencia de la de mi padre. No era distante, él se preocupaba de la misma manera que mi mamá por mí, pero él trabajaba más que ella y ella se quedaba más tiempo conmigo pues, aprendía en casa con ella hasta hace unos meses, debido a que me había adelantado un año de estudios. 

Mi padre había bajado su periódico para dirigir su mirada hacia la mía. Cuando percibí que sus ojos enfocaban los míos, me límite a responderle con una sonrisa. Él la segundó con otra sonrisa amistosa, y luego deslizó su mano derecha hacia la mano izquierda de mi mamá. Y ambas manos se entrelazaron.

Luego de eso, mi mamá terminó su rebanada de pan y su té. Se levantó de la mesa y fue a buscar su bolso, pues teníamos que irnos pronto ella y yo a una consulta por el Texas Medical Center.

Mi doctor, el Sr. Prescott. Era la persona que me atendía en un lugar en donde tratan a niños, jóvenes y adultos con enfermedades terminales, cáncer, leucemia, etc. Y que también es como una especie de hospital general, el cual no se molesta por atender a cualquier persona que necesite de atención inmediata. Pues el The JL Peterson Health Center es apoyado por el mismo hijo del hombre que fundó el lugar por el que aún sigo aquí.

Y después de que mi mamá, se hubiera levantado de la mesa, empecé a comer un poco más rápido mis sincronizadas, a darle sorbos más grandes a mi batido, y así fui hasta terminar mi desayuno. Fui a dejar mis trastos al fregadero, y luego me eché a correr hacia las escaleras por mi cartera.

Mientras corría directo a la puerta que daba a la sala, mi padre, Charles, me habló desde su lugar y me dijo que me acercara a él.

—Hija, ¿por qué tanta prisa? —dijo en tono relajado—. Vas para una consulta, no sé el por qué vas tan rápida.

Mi padre actuaba más relajado cuando estaba conmigo, como si despejara su mente de su trabajo, las cuentas de todos los servicios que utilizamos en la casa.

—Papá —le respondí, sonando lo más respetuosa posible—, tengo que ir con mamá para que me lleve a mi consulta.

—Tranquila, hija. Simplemente  quería decirte que, sin importar lo que diga el doctor, tú te vez mejor que nunca.

—Gracias, papá. Pero... no es necesario que me endulces el oído.

A pesar de todo lo que me dijeran, yo sabía bien cual era mi destino. Lo que pasaría. Lo que sucedería. Cómo terminaría al final. Pues no era algo tan impredecible.

Papá me sonrió y empezó a mover la cabeza como diciendo no. Sabía que lo que le dije le había hecho, gracia.

—Se ve que no has cambiado, mi pequeño arco iris.

—Papá, tengo que irme.

Mi padre me volvió a sonreír, y luego volvió a acomodarse en su lugar. Después de eso, volví de vuelta hacia la salida y fui a mi recámara por mi cartera, y de paso cogí las llaves de la casa que me habían dado el año pasado.

Bajé de inmediato para alcanzar a mi mamá, que ya estaba esperándome afuera del auto en la acera. Salí de la casa, cerrando la puerta antes de llegar con mi mamá. Luego, me subí en el lugar del copiloto, junto a mi mamá. Ella se subió unos segundos después, y echó a mover el carro directo a mi cita con el Dr. Prescott.

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