⤿𝗮𝗺𝗵𝗮𝗶𝗻.
Esto ya era insoportable.
Los martillazos en la cabeza, la sangre corriendo por sus manos, los disparos por doquier, las punzadas en su pecho, el ardor de sus ojos...Eso era insoportable.
Pero aún así, Jeongyeon seguía llorando en su habitación completamente asustada cuando debería estar estudiando para el examen de Cambridge, lo que sus padres le habían dicho que hiciera.
Simplemente, todo, todo, TODO era insoportable.
Desde hace 4 meses esto lleva sucediendo. No tiene ni la más mínima idea de como pasó todo eso, cómo llegó a esos extremos. La Jeongyeon que todos conocían era la Jeongyeon estudiosa, que se la pasaba todo el tiempo hablando de tareas, la que era amable y comprensiva, la que tenía autocontrol, la que aún podía controlarse. La que no golpeó a una de sus mejores amigas solo por haberla llamado mentirosa. Pero, es que...Fue culpa de Tzuyu. ¿Por qué la molestaba de esa forma? Ella solo se estaba defendiendo. ¡No! Ya basta. Tenía que dejar de ser tan idiota y pensar todas esas cosas. Esa no era la Jeongyeon original. Era tan desconocida para ella que sentía que su nombre no le pertenecía. La llamaban y no miraba hasta que se diera cuenta de que se trataba de ella. Ni si quiera podía pensar hacia sí misma si no se llamaba de otra manera.
Estaba desesperada. Quería a esa Jeongyeon de vuelta, la quería con todo su corazón, por que esa era ella, ¿verdad? ¿Y si la nueva Jeongyeon era ella? ¿Y si la otra sólo era una tonta imitación de la real? No, no no. Esa Jeongyeon es la real. Solo está algo perdida en lo más profundo de su ser. ¿No es así?
Probablemente esta noche tampoco dormiría, y no por algo más, si no por que ella sabía que la única solución para calmarse y conciliar el sueño estaba a su disposición. Ella sabía que podía abrir ese cajón de su escritorio y todo se solucionaría. Pero no, ya no. Se prometió que era la última vez y quería cumplirlo.
La otra solución era lo más fácil, pero no. Eso tampoco. La vez pasada, no pudo soportar tener tanta sangre en su muñeca y tuvo que recurrir a la primera opción.
Se esforzaba por buscar ayuda, de verdad, pero nada podía ayudarla mas que eso. A veces se sentía mal. Por su familia, por Momo, por Nayeon, por todos los que la...¿querían? Realmente esperaba cambiar. No sabía cómo había llegado a todo eso, pero estaba desesperada por regresar a su vida feliz y normal.
Carajo, otra vez.
Ese dolor de cabeza que se sentía como un destapa caños. Apareciendo y desapareciendo continuamente. Como si cada vez se hiciera más intenso y succionara, succionara sus ideas.
Oh no, no de nuevo.
Los disparos volvieron. Ahí estaban, llamándola. Miró hacia abajo y se topó con lo que ya esperaba. Seis agujeros de bala en su cuerpo; uno en su cuello, uno en su hombro, tres en su abdomen y uno en el muslo, como siempre.
No reaccionó hasta que se asomó por la puerta de su habitación. Era Chaeyoung, su hermana, quien estaba mirando como un dibujo animado que estaba en la televisión jugaba con su balón de fútbol, completamente concentrada en no dejar de mirarla.
¿Que le pasaba? Es como si siempre buscara tener problemas. Cada que escuchaba cualquier sonido parecido se sentía terrible, por que lo que ella escuchaba eran disparos. Al principio, pensó que si no hacía ruidos semejantes no pasaría nada. Pero los disparos la seguían, y ahora se manifestaban en el silencio.
<<Niña, ya relájate. No son disparos, ¿ok?>>Pensó. Claramente, sin decir su nombre. Por que según ella, ya no tenía uno.
No, no, basta.
Detestaba tener sangre resbalando por su cabeza, su nariz, su labio superior y sus manos, lo detestaba. ¿O era sudor? Por supuesto que era sudor, pero ella siempre lo sentía como sangre.
Jeongyeon sabía que podía hacer que todo eso se detuviera, que solo tenía que abrir el segundo cajón derecho de abajo hacia arriba y quitar el doble fondo. Pero no. Por supuesto que no. Se había prometido que esa era la última vez. Que nunca más volvería a pasar.
No, no...Por favor...Eso no...No otra vez...
Su habitación...estaba en llamas. Podía ver como el papel tapiz color crema era consumido poco a poco por fuego y manchas negras hasta que solo sus cenizas cayeran al suelo. Podía ver como todo se tornaba oscuro con el humo que no dejaba de aparecer e inundaba sus pulmones.
Cerró los ojos y repitió lo mismo de siempre. Ella estaba aquí y ahora, no en otro lugar, ¿de acuerdo? Aquí y ahora.
Aquí y ahora.
Aquí y ahora.
Aquí y ahora.
Aquí y ahora.
Pero no podía hacerlo. Al menos no sola. Necesitaba ayuda.
Se levantó de la cama y cayó al suelo a causa de el humo en sus pulmones. Gateó hasta su escritorio que, curiosamente, era lo único que no había sido alcanzado por las llamas. Abrió el cajón por completo mientras sus manos temblaban y se llenaban de sangre, sudor o lo que fuera completamente desesperada, tanto que el cajón cayó al suelo y quitó el doble fondo. Dejó caer todo lo que había adentro. Empujó los lápices, papeles, audífonos, cubos de carga y cargadores de teléfono hacia el fuego y dejó los celulares de prepago y la pequeña bolsa de plástico transparente donde estaban.
La bolsa.
Eso era lo importante.
La tomó y la observó por mucho tiempo, lo cual en realidad fueron dos segundos, pero estaba tan desesperada que no midió el tiempo. ¿En qué momento pasaron a ser tan pocas?
Rápidamente la abrió y la sacudió hasta que el contenido restante saliera. Sostuvo una de las pastillas y se la tragó sin beber agua, provocando que lágrimas brotaran de sus ojos.
<<Lo lamento, de verdad lo lamento...>>
Y se detuvo.
Ya no había más ruido en la habitación, ni fuego ni humo. Y nada se había quemado. Dió un largo suspiro y se tranquilizó.
¿Es normal que una persona tenga tantos problemas?
<<El problema soy yo, ¿verdad?>>
¿Cómo es posible que hubiera llegado tan lejos?
<<Entiendo por que todos me odian>>.
<<Puede que también yo me odie>>.
Tomó su sudadera con capucha negra y guardó sus audífonos en los bolsillos de esta. Subió el cierre y al final volvió a bajarlo para no tener tanto calor. Jaló las mangas y se aseguró de cubrir bien sus muñecas, las cuales tenían cicatrices. Tal vez salir a respirar la haría sentir mejor.
🌧️
Jeongyeon iba caminando por las estrechas calles de su pequeño pueblo. Todo iba bien, en lo que cabe. La noche con música en sus audífonos es mucho mejor que estar en casa.
Pasó por una calle oscura y estrecha, y al mirar más de cerca, notó un bulto de tela que envolvía algo. Volvió el terror.
Se acercó y pensaba lo peor. A lo mejor y terminaba siendo su destino final. Pero no. Era solo un vagabundo que dormía mientras temblaba de frío.
—Pobrecito.—Dijo Jeongyeon mientras se quitaba la sudadera.—No tengo tanto frío. Pero tal vez tú si.—Dejó la prenda bien acomodada sobre el hombre.
¿Será que la anterior Jeongyeon volvió?
Ya ni siquiera recordaba cómo era su anterior versión.
Seguía con su camino mientras aclaraba sus ideas hasta que los oyó. Insoportables, como siempre. Eran los disparos otra vez. Se quitó los audífonos para ver de donde provenía, y eran sus pasos. Lentos y rápidos a la vez. Continuó caminando y otra vez lo noto. No fueron disparos, pero sí pasos. Miró a sus pies y el sonido no concordaba con el movimiento de sus piernas.
Su rostro alarmado volteó y miró a una silueta oscura que se acercaba corriendo hacia ella. El terror la dominó y su garganta se cerró.
—Hola, Jeongyeon.—Saludó su vecino, quien iba vestido con un short deportivo corto y una camiseta delgada.—Ya es tarde, yo ya voy camino a casa. Fue una larga jornada de entrenamiento.
Yoo le dedicó una sonrisa más que fingida—que llevaba haciendo hace un tiempo—y habló.—Si, solo salí a aclarar mis pensamientos. Igual voy de regreso.
<<En sentido contrario>>.
Se despidieron y volvió a caminar, tranquila otra vez. Hasta que la sintió. Sintió la sangre recorriendo todo su cuerpo. Estaba en sus manos, estaba en su cabello, estaba en su cara, estaba en sus brazos, estaba en su pecho, estaba en sus piernas, estaba en todas partes.
En realidad, era lluvia, pero nunca lo notó.
Y entonces volvieron los pensamientos.
Volvió a pensar lo del otro día. Volvió a pensar que cada cosa que hacía era mala. Pensó que con tan solo respirar le jodía la existencia a sus padres, por que seguramente esperaban el día que se largara de casa—aunque eso no es cierto, sus padres la adoran con todo y sus defectos—, a Momo, que ya estaba harta de tener que soportar los llantos de Jeongyeon—a Momo la hace muy feliz poder dibujarle una sonrisa a su mejor amiga—, a Jihyo, que también detestaba tenerla cerca—ella realmente aprecia su amistad—...pero sobre todo a Nayeon. No tiene ni la más mínima idea de cómo llegó a ser su novia. No lo merece. Ella no entiende como es que ella siempre está ahí para ella, siempre le sonríe y la abraza incluso en los momentos más difíciles. Seguro hace eso para que próximamente pueda separarse de ella sin hacerle mucho daño—el amor que Nayeon le tiene es indescriptible. La ama con todo su corazón—.
Nayeon.
Aquí viene.
Tres... Dos... Uno...
Jeongyeon comenzó a llorar, o, como lo pensaría ella, sangrar por los ojos. Empezó a temblar de frío y a sollozar mientras se quedaba quieta, todo al mismo tiempo. Reaccionó y siguió caminando, solo que cambió su ruta. Lloraba cada vez con más intensidad, pensando en lo idiota y egoísta que se comportaba con su novia, en lo poco digna que es de querer, ni si quiera sabe si poder pasar una vida con ella a su lado. Llegó a su destino y llamó a la puerta con sus nudillos blancos de frío.
—¡Carajo!—Gritó Nayeon, asustada al ver a su novia en tal estado.
—¿T-tan ma-mal m-me veo?—Soltó entre tartamudeos y sollozos mientras temblaba de frío.
—¡N-no! No digas eso...eres la persona más hermosa que he conocido. Es solo que me asustaste.—Sonrió con amabilidad, como siempre.—¿Estás bien? ¿Por qué saliste sin sudadera? ¿Quieres una toalla? Estás empapada.—Dijo tomándola de las manos.—Ven, pasa. Voy por algo para que te seque...
—N-no.—La interrumpió.—Vine aquí por algo más.
—¿Qué pasa?—Preguntó acariciando su cabeza.
—Lo siento.—Nayeon la miró con expresión confusa.—De verdad. Estos días no han sido lo que parecen. Tal vez ya te diste cuenta, me conoces bien.—Sonrió con lastima.—Yo...he estado viendo y escuchando cosas. Estoy rota. Cada que sudo pienso que sangro, cada que todo es silencio escucho disparos. Me siento cada vez peor y...te enojarás pero...tengo que tomar Xánax para poder dormir. Y si, es sin receta. Lo consigo con alguien cerca de aquí.—Volvió a llorar.—Esto me abruma y ya no me deja ni pensar. Quiero a la otra Jeongyeon de vuelta. La quiero ya. Pero me asusta pensar que tal vez esta Manon sea yo y...espero que lo entiendas por que...Te amo.
—Jeon...—Respondió sonriendo y alargando la N al verla así.—Yo también.
Juntó su frente con la de ella y le pasó el pulgar por los labios para quitarle el agua. La miró con ese hermoso brillo de sus ojos que tanto le gustaba y alzó su barbilla para besarla. Un beso largo pero a la vez tranquilo. Reconfortante. Trataron de no hacerlo pero al final la sonrisa no tardó en aparecer.
—Lo solucionaremos juntas, ¿de acuerdo, Jeon?
Jeongyeon asintió sin dejar de sonreír y la abrazó, sintiendo el calor de su cuerpo y los brazos contrarios rodeándola. Ese siempre sería su lugar seguro.
Siempre estaría bien ahí.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro