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7. Mirar al pasado y planear el futuro (Wes)

7. Mirar al pasado y planear el futuro (Wes)

Para empezar, será mejor que os informe un poco de lo sucedido en el mundo real mientras Layla soñaba con paisajes cambiantes y chicos de cabellos arcoíris, ¿os parece?

Bien, entonces tengo vía libre para retroceder en el tiempo.

Ambos corrimos hacia el cuerpo inmóvil de mi hermana, tendida en el suelo de forma repentina. ¿Qué había sucedido? En ese momento, no tenía ni la más remota idea.

No obstante, Shauna parecía poseer una ligera sospecha de lo que ocurría, puesto que se puso a medirle el pulso y la respiración apenas posó sus rodillas sobre el suelo.

—Es un desmayo —confirmó; la preocupación tintaba su voz, junto con otro matiz que no logré descifrar—. Creo que es algo similar a lo que os sucedió tras el escape de Azazki; la verdad, la única diferencia que encuentro es que esta vez no refulge de poder incontrolable.

Aquellas palabras me sentaron como un balde de agua del Ártico. ¿No se suponía que era una sola ocasión en la que ocurría? Aura nunca mencionó que volviera a pasar por los desmayos repentinos. ¿Acaso teníamos que ser especialitos en esto también? Manda narices.

—¿Te vas a quedar ahí parado murmurando o me vas a echar un cable? —inquirió mi compañera, arrastrándome fuera de mi cerebro preguntón—. Erbestera aún está a varios kilómetros y, aunque no lo parezca, Layla pesa lo suyo.

—¿Y no sería mejor montar una tienda de campaña? —sugerí, no muy convencido con el hecho de moverla; podría resultar peligroso trasladarla en su estado actual.

En respuesta, Shauna soltó una risa amarga.

—Si quieres que se muera, podemos quedarnos. Si no, te recomiendo que muevas el trasero y me ayudes de una maldita vez.

Suspiré, sabiendo que no tenía alternativa (aunque sea cierto que no comprendí la razón por la que continuar aquí supondría su muerte en el momento). Así sus pies y, juntos, la elevamos del camino.

Shauna tenía razón en lo del peso de Layla (no se lo digáis a ninguna de las dos, por favor; una se jactaría de acertar en esto, aplicándolo luego a otros campos, y la otra se ofendería sin ser esa mi intención). Al cabo de un rato, se me ocurrió una idea.

—¿Qué tal si hacemos un conjuro para que la lleve?

Como contestación, recibí un guantazo que por poco me desnuca.

—¡Auch! —aullé, adolorido—. ¿A qué ha venido eso?

—Comprobaba si era posible activar tus neuronas; quizá de esa forma te des cuenta de las estupideces que estás sugiriendo —explicó. Al percatarse de que seguía sin pillarlo, añadió—. Usar magia no-medicinal en alguien hechizado está contraindicado; podría afectar a futuros intentos de curación, como una barrera que impide su mejora.

"Con que era eso...", pensé. Visto así, estaba claro el porqué de sus acciones: habíamos estado alimentándonos de comida convocada, por lo que Layla moriría de hambre si no llegábamos a un lugar con verdadero sustento, y desde luego no podíamos poner en peligro su salud por comodidad.

—No lo sabía —admití.

—Debí suponerlo... Es que hay momentos en los que se me olvida y me parece que siempre has estado aquí, con nosotros. Bueno... —se corrigió— dado que el resto no está aquí, sería más correcto decir que parece que siempre has estado en mi vida.

No la veía (estaba de espaldas a ella, mirando al frente), pero juro que se sonrojó. Echaba de menos su lado tierno; supongo que no había tenido ocasión de sacarlo a relucir últimamente, teniendo en cuenta todo lo ocurrido. Con sinceridad, me alegraba que nuestra pelea hubiera sido relegada a una sencilla apuesta; esas discusiones no nos hacían ningún bien.

Cuando la atmósfera estaba empezando a oscurecerse, divisamos un pueblo en el horizonte. No se parecía en nada a la capital; en vez de modernidad, aquel lugar rezumaba un aire pintoresco.

Aceleramos el paso hasta llegar a la caseta más alejada, la que estaba al borde de un precipicio: la Falla.

Me quedé observándola un buen rato, comprobando que no parecía tener fondo; si acababa en alguna parte, sin duda no era en esta dimensión. Tras ese abrupto final lo único que veía era una imagen borrosa sin horizonte apreciable.

El chirrido de la puerta me devolvió a la realidad. Al girarme esperaba encontrarme, no sé, con una señora dándonos la bienvenida o algo similar; desde luego, en mi imaginación no contaba con Shauna empuñando una llave metálica y una habitación vacía.

—¿Entras o qué? —me llamó.

—¿De dónde has sacado esa llave? —pregunté, escéptico.

—Aquí vivía Seth —susurró, ensombreciendo el gesto de repente; supe en ese instante que no debía haber preguntado—. Me dio las llaves hace años, cuando trabajaba en la supervisión de la periferia. No sabían dónde meterme, ¿sabes? Creían que era un peligro para la sociedad; siempre pensé que me convirtieron en entrenadora para tenerme atada en corto, no porque llevara la instrucción en la sangre. Sin embargo, Seth confiaba en mí; me confió lo que restaba de su pasado, aunque él dijera que jamás volvería aún teniendo la oportunidad. No creía en todo lo que decía yo, como es de suponer por mi historial, pero respetaba mi "opinión". Él era... era...

Sus ojos se habían cristalizado; riachuelos descendían por sus cobrizas mejillas. El día de su muerte, no se había desmoronado; había mantenido la sonrisa e incluso trató de animar a mi hermana. Ahora, gracias a mis preguntas en mal momento, la presa construida aquel día se había roto. Desde luego, soy un tonto.

No me percaté de cuando comenzó el abrazo; supongo que mi subconsciente tomó el control para dejarnos así. Tal y como cuando salimos del hospital, salvo por un detalle; esta vez era culpa mía del todo, no había drogas que valieran.

—Duele hablar en pasado de los héroes mientras que los villanos siguen requiriendo el tiempo presente —murmuró entre hipidos.

Ni siquiera yo calculé cuanto tiempo duró desahogándose; solo escuché, sin más. Después, volvimos a levantar a Layla y la recostamos en la cama.

Estuvimos día y noche buscando la manera de despertarla (sin contar las interrupciones de Dalia, la madre de Seth, que aparecía a veces; siempre ebria y, de cuando en cuando, acompañada).

Cuando ya estaba a punto de desesperarme (hace veintinueve minutos), a Shauna le vino la inspiración. Rebuscó en el bolso de mi gemela y sacó un collar.

—Dicen que para preparar un antídoto el veneno es uno de los ingredientes, ¿no? —asentí; sonaba como el funcionamiento de una vacuna—. Este es el veneno, ¿qué perdemos por probar?

—Espera —la paré en seco; había algo que no me cuadraba—, ¿cómo sabes que esa es la causa?

—Ese es un tema que nos concierne a Layla y a mí. Quizá a Seth también, ya que esto era suyo, pero no a ti. ¿Comprendes?

Esa mirada que me lanzó hizo que cualquier signo de interrogación que rondara por mis labios se fuera por patas. Bueno, si se lo tenía que contar a Layla, lo sabría tarde o temprano.

Dado que no contesté, Shauna se lo tomó como una afirmación. Colocó el colgante alrededor de su cuello y comenzó a brillar, para luego apagarse.

—Solo queda esperar —sentenció.

Unos segundos silenciosos después, mi estómago rugió; el suyo, como si estuviera respondiendo, sonó también.

—¿Te hace algo de picar? —pregunté.

—Será lo mejor, ¿no? Hemos estado tan preocupados por ella que casi no hemos comido —rió.

Cuando retornamos de la cocina ella había despertado, así que ya conocéis el resto de la historia. Volvamos al presente.

Mientras Shauna lidiaba con Dalia (no me gusta darle el título de "madre"), yo le aclaré a Layla quien era y por qué nos gritaba.

—Vaya —soltó al concluir mi relato—. Ahora sé porque a Seth no le hacía la más mínima gracia su mención.

—Querría decirte que es la primera vez que pasa desde que estamos, pero la verdad es que se ha emborrachado varias veces en estos dos días. Fue complicado explicarle el tema de Seth mientras hablaba con la cuchara.

—Podría haber sido peor —rió, intentando tomárselo con humor—; podría haber estado de charla con el cuchillo y haberos amenazado con él. Cambiando de tema, ¿qué tal con Shauna?

Como no, la cotilla interior de mi hermana tenía que aparecer tarde o temprano. Aun así, teniendo en cuenta que había estado inconsciente, le di el gusto.

—Más normal.

—¿Beso o no beso? —insistió.

—No te pases —le advertí. Ella se cruzó de brazos e hizo un mohín, no contenta con mi respuesta. No obstante, su gesto no me convenció para añadir nada.

—Estoy harta —proclamó Shauna, dejándose caer en las mantas (y, de paso, interrumpiendo, pero no podía decir que me desagradara dejar la conversación anterior)—. Mañana mismo dejamos esta casa de locos.

—¿Por qué no hoy?—dudó Layla—. Me siento de miedo, no necesito descansar más.

—Quizá tú no, dormilona —bromeó Shauna—, pero nosotros estamos rendidos. ¿O acaso piensas que hemos pegado ojo mientras tratábamos de alimentarte con un tubo?

—Vale, vale —dijo mi gemela, encogiéndose en su rincón de la cama—; mañana será.

Aquella noche caí en un sueño profundo apenas cerré los ojos. ¿Mi último pensamiento? Que mañana no estaríamos en La Cadena Infinita.

¡Hola! Se me hizo un pelín tarde (son las ocho en España y suelo publicar hacia las cinco), pero aquí está.

Lo siento por volver a traer los sentimientos negativos, pero no podía entrar en esa casa dejándolos insensibles.

Por otra parte, recuerdo a Sweet_Meli que tiene tres preguntas de sí o no que yo debo responder.

¡Nos leemos en los comentarios!

Mireia

P.D.: Me disfracé de Aura el viernes (por Carnavales); nadie se dio cuenta.

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