39. Abandono bilateral (Nathan)
39. Abandono bilateral (Nathan)
Ella nos había abandonado. Parecía difícil de creer, pero lo había hecho; se había dejado engatusar de nuevo. ¡Estúpida Aura! Le rompes los esquemas y cree que todo lo que antes consideraba bueno es malo y viceversa. ¡No todo es blanco o negro! La había pifiado pero bien.
—Nath —escuché la voz de Jazz al otro lado de la pared—, ¿cuándo vuelve Aura?
"Nunca", pensé en responder, "ella jamás volverá; nos hemos quedado solos".
—¿Cómo quieres que lo sepa? —contesté en su lugar. Una respuesta así habría alterado a la niña; en su estado, era como cortar el cable equivocado de una bomba de relojería—. No controlo su horario de torturas.
Era un parche temporal, lo sabía mejor que nadie; sin embargo, no se me ocurría otra alternativa a la mentira.
Ojalá esto fuera un mal sueño. Las pesadillas, aunque nos hacen sufrir, en un momento dado finalizan; la realidad es una, vista desde distintas perspectivas, y no cambia a menos que se haga algo que lo provoque. Nuestro prisma era desalentador y nadie podía hacer nada para transformarlo.
—¿Nathan Jones? —esa voz no la conocía. ¿Guardia nueva? Es probable; se alternaban más que los dientes de un cocodrilo.
Aunque no sabía ni en qué día vivía, me pareció que no era mi hora reservada en la sala de tortura ni la de comer. ¿A qué había venido entonces? La curiosidad me pudo.
—El mismo. ¿A quién le debo el honor y por qué razón? —la palabra "honor" portó un aliño sarcástico; mi interlocutora se dio cuenta.
—¿Es así como tratas a la que te va a sacar de aquí? —respondió, metiendo la llave en la ranura—. Soy Carina, por cierto.
—Supongo que no te apellidas "Porcierto", ¿verdad? —comprobé mientras mi autoproclamada salvadora se peleaba con la cerradura. La verdad, aquella veinteañera no me parecía una liberadora y quería sacarle información para descubrir qué ocurría realmente; no era fácil de engañar.
—Supones bien —rezongó, molesta con la puerta, todavía cerrada. Soltó un par de improperios y se volvió a dirigir hacia mí—. ¿Para qué iba a darte información falsa? Tú tampoco deberías usar apellido, dados tus orígenes.
Comprendí en ese momento que tampoco tenía padres; era otra huérfana más de aquella guerra. Por otro lado, tenía algo de razón en aquello; aquel complemento junto a mi nombre era más falso que un billete del Monopoly (es más, la única razón por la que me inventé uno fue para poder alistarme, en mi ciego deseo vengativo; era un requisito obligatorio, porque lo normal no es que te llamen por tu nombre de pila).
El cierre por fin cedió, dando paso a la que decía poder sacarme de allí. A esas alturas no me fiaba ni de mi sombra, así que la recibí con desdén. Pude percibir las hebras pelirrojas que escapaban de su capucha y la mirada de "¿te estás quedando conmigo?" que llevaba mi nombre.
—Ale, ya está abierta; marchémonos —ordenó. Yo ni me moví.
—¿Cómo sé que no me estás echando a los lobos? —gruñí. La que se había presentado como Carina negó con la cabeza.
—En los lobos ya estás, así que...
Ahí me había pillado. Sin nada que rebatir, me levanté. Bueno, miento; al incorporarme recordé un último punto ambiguo.
—¿Y Jazz? ¿La niña de la celda contigua no viene? —pregunté; no quería dejarla sola, no ahora.
Carina apartó la vista, como si sus ojos color nogal pudieran ver a través de las paredes; comenzó a despellejarse el labio inferior.
—Lo siento por ella, en serio —murmuró—, pero la necesitan aquí. En unos días la dormirán; no se enterará de nada hasta la fecha pactada —me miró—. De ti, en cambio, solo necesitan tu poder y ya lo tienen; con que no te nos mates, puedes marcharte. Además, la sola razón por la que te tenían entre rejas, la traición, ya no es válida.
Me dejó anonadado. ¿De verdad estaba dispuesta a abandonar a una niña de nueve años por su dichoso "bien mayor"? ¡Jazz se debatía entre la vida y la muerte!
—Yo no dejo atrás a mis camaradas —aseveré—; ella es inocente y se merece la liberación más incluso que yo.
—¡Es que parece que no escuchas, imbécil! —Carina se acercó dando pisotones; era unos centímetros más baja que yo, pero la madurez de sus rasgos dejaba claro que era mayor—. ¡Ella ya no tiene escapatoria! ¡Es una pieza demasiado clave para que el plan final se lleve a cabo! —notó que me negaba en rotundo a dirigirle la mirada, así que me la redirigió ella misma usando mi barbilla como palanca; había dolor en sus ojos, tan notorio que hasta formaba grietas en su retina. O igual su iris era así de por sí; tampoco me había fijado antes—. ¡Y no creas que es por insensible! ¡No te atrevas a cuestionar mis habilidades empáticas, porque conozco el sentimiento a la mandita perfección! Yo lo viví en carne propia, ¿o es que eres tan lento como para no unir A y B?
En menos de lo que canta un gallo, estaba fuera de mi celda. No me había dejado replicar ni nada; según su criterio, ya estaba todo dicho. Además, aunque no quería moverme, lo cierto era que ella era mucho más fuerte que yo (bueno, con la magia reforzando los músculos, cualquiera); no tuve ni la más mínima oportunidad de quedarme, por mucho que me fastidie.
En breve, la primera parte de la escapada se podía sintetizar en parar en cada esquina, mirar a los lados como si de una carretera se tratase y cruzar cuando no había moros en la costa. El laberinto cruzado me hizo abandonar toda posibilidad de volver (lo siento, Jazz). Así, hasta que llegamos a un almacén y robamos un uniforme de mi talla. A partir de ahí, solo tuvimos que caminar entre el gentío de las vías principales como si no pasara nada.
Vi a Bel en un momento dado, o eso me pareció. No me sostuvo la mirada, ni comprobó de reojo si su vista la engañaba. Una de dos: o estaba enterada de mi huída (y, por lo tanto, estaba de acuerdo) o era una completa desconocida que compartía varios rasgos físicos con ella. Esperaba con fervor que fuera lo primero; que una amiga de la infancia me considerara un traidor no era plato de buen gusto. Además, aunque tratara de ocultarlo siguiendo las reglas a rajatabla, había un pasado rebelde en su niñez. ¡Lo sabré yo, que la compartí! Los atracos a heladerías y los pies perforados (larga historia) no se olvidan, por más que se entierren bajo un informe intachable de obediencia.
Llegamos a la superficie por uno de la docena de ascensores que conectaban la capital. Nadie nos detuvo en el camino, así que ha debido de haber bastantes más implicados que los que asumía. ¿Antiguos compañeros? ¿El topo con el que Aura se comunicaba? Nunca lo supe.
—Fin del trayecto, señorito —se mofó Carina una vez fuera de la coraza metálica que rodeaba el búnker que la mayoría bautizaban como hogar—. Anda, ve a algún lugar seguro y no hagas trastadas hasta que todo pase; luego, te pasas a recuperar tus poderes y listo.
—Entonces, ¿no me acompañas a una base secreta de la resistencia o algo similar? —pregunté.
—¿Cuántas pelis os ponían en vuestro orfanato? ¡Eso es una santa estupidez! —una risilla familiar se coló en sus labios. Acto seguido, adoptó una expresión más seria, como si una idea acabara de ocurrírsele—. Aunque más vale prevenir que curar, ¿no? He mangado esto de las minas —me mostró un mineral lila, similar a los que la pulsera de Aura portaba. No; deja de asociar todo con ella, Nathan, no te cunde recordarla en cada esquina—. Se llama zubita y, entre otros usos, puede transferir magia de un individuo a otro. Tú te quedas con la mitad de mi energía y un látigo, ¿trato?
Antes de dejarme abrir la boca (qué novedad), ella sujetó mi brazalete y lo presionó contra la piedra. Lo siguiente que recuerdo es una descarga que casi me detuvo el corazón.
¡He dicho casi! No me he muerto, podéis soltar la respiración. El bombeo se reanudó con una energía a la que mi organismo no estaba habituada: magia. El golpe interno fue tal, que nubló mi vista y me desequilibró.
Cuando pude enfocar, noté que Carina apoyaba la espalda contra la pared, en un esfuerzo por no caer. En ese momento pude ver que a ella le había dolido igual o más que a mí aquel proceso; se había desprendido de parte de su magia por mí, aun sin saber sus motivos con precisión.
Cuando me vio estabilizado, se enderezó de golpe; su respiración todavía continuaba agitada, pero no podía mostrar debilidad. Rebuscó en su bolsillo y sacó una cinta roja. La versión reducida del látigo, supuse.
De hecho, la hizo una bola y me lo lanzó; la energía que emanaba se hizo perceptible nada más tocarla. Acepté su presente con una sonrisa.
—Gracias —dije. Vale que no hubiera tenido voz ni voto en todo aquello, pero había arriesgado mucho y perdido otro tanto; lo menos que se merecía era un agradecimiento—, te debo una por todo esto.
—No te equivoques —negó ella, seria—; antes te debía un montón, ahora estamos en paz —formó una uve con los dedos y se largó. Así, sin más explicaciones.
"Una chica rara", pensé; tenía otras cosas a las que darle vueltas. Pensamientos como, no sé... ¿mi libertad? Por primera vez desde niño, desde que me pusieron el brazalete, era dueño de mis acciones. No podía afirmar que el olor a aire fresco llenara mis pulmones y elevaba mis alas, más que nada porque la ceniza volcánica y el humo me hacían toser de cuando en cuando, pero sí me sentía más ligero. Por fin era yo quien manejaba los hilos, quien decidiría su propio destino.
Vale, primero iba seguir las órdenes de Carina y buscar un refugio, pero que no sirva de precedente. El día de hoy (tengo que buscar qué día es), yo, Nathan, me autoproclamo dueño de mis propias decisiones y nadie me lo volverá a arrebatar.
¡Hola, aztierdis! El segundo libro está tocando a su fin. ¡Solo falta un capítulo para pulsar el botón de "concluida"! Lo de la cantidad de capítulos ha sido casualidad, lo juro (va en serio; parece que he planeado hasta esto y no es así).
¿Alguien cree saber quién es Carina? A ver si lo averiguais (creo que fue bastante obvio, pero mi criterio suele ser opuesto al de los lectores; mira que creía que "Nath= giltz" había quedado claro en el primer capítulo que narró... En fin).
¿A dónde creeis que irá Nath? Un lugar seguro... pues no hay muchos en esta dimensión, y tampoco puede crear un portal a Gordeleku para resguardarse.
¿Teorias? ¿Algo que añadir? ¡Os leo en los comentarios!
Mireia
P.D.: ¿Sweet_Meli se acordará de sus preguntas a estas alturas?
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