38. El retorno de la manguera (Wes)
38. El retorno de la manguera (Wes)
Shauna y yo llegamos casi a la vez a la localización que nos envió Layla. ¿Y qué nos encontramos? ¡Nada más y nada menos que a Trevor maniatado y amordazado en el suelo! ¿Qué rayos había ocurrido? ¿Estábamos siendo atacados? ¿Dónde estaba mi hermana? Básicamente fue eso lo que pasó por mi cabeza en milésimas de segundo; mi subconsciente comenzó a elucubrar teorías que no me gustaban ni un pelo. Después de todo, no serían ni la primera muerte ni el primer secuestro.
Di un paso adelante para quitarle la mordaza al único presente que podía tener alguna respuesta; el gesto de detención que Shauna trazó con el brazo casi me cuesta la dentadura.
—¿Ahora qué? —inquirí, molesto, pasando la lengua por mis paletas; huelga decir que parecía expresarme en marciano.
Sin embargo, ella tenía una extraña habilidad de saber a qué me refería, por más ininteligible que fuera la frase; no tardó en tener lista su contestación.
—No saques conclusiones precipitadas, Wes —media sonrisa decoraba su bronceado rostro, lo que no me inspiraba demasiada confianza en sus palabras—. Tiene que haber una razón por la que está así; esperemos a lo que Layla tenga que contarnos.
Aquella respuesta me hizo rechinar los dientes.
—¿Cómo que esperar? —salté, incrédulo ante su despreocupado talante—. ¡Podrían haberla raptado! ¡Ya hay un historial de sucesos similares!
Ante mi reacción, Shauna se limitó a reírse en mi cara. No me gusta que me trate así, como un estúpido que no se entera de nada.
—¿Tú te has fijado en el color de las hebras? ¡El hechizo lo ha lanzado ella!
De mala gana, centré mi atención en los pigmentos multicolores que bañaban la soga y noté lo que quería hacerme ver. Vale, punto para Shauna.
—Cierto —confirmó una voz que no reconocí hasta que fue demasiado tarde. Casi pego un grito al ver como Layla, Josephine y una completa extraña se materializaban delante de nosotros. En fin, me dicen por ahí que no puedo omitir nada porque sí, así que tengo que admitir que agarré la mano de Shauna en un acto reflejo.
—¿Qué te hemos dicho de teletransportarte o usar cualquier otra habilidad espacial? ¡Acabas de despertarte de un estado de inconsciencia! —ella la señaló con la mano contraria, cual madre que regaña a su hija. También es verdad que el tema de los comas la sacaba de sus casillas; más ahora, que Alex ha muerto de forma definitiva. En conclusión, su preocupación era un hibrido entre desasosiego y remordimientos—. No queremos que recaigas; otra más no.
Layla, que no entendía al completo la tristeza que se adueñaba de sus ojos ambarinos junto a la pronunciación de las últimas palabras, se apresuró a justificarse. Yo, por mi parte, me dediqué a apretar su mitón para transmitirle la energía que necesitaba; me lo agradeció con una mirada no tan nublada como la anterior.
—Sé que te preocupas, en serio, pero esto requería velocidad, no cautela —eso captó la atención de Shauna; como consecuencia, se centró en el trío recién llegado. A continuación, ellas prosiguieron a contar lo ocurrido a tres voces; la versión resumida del relato, cada vez más sospechosamente similar a las hipótesis de la principal interesada, pintó una sonrisa victoriosa en su cara. Al finalizar, Layla comentó—. ¿Qué? ¿Merecía o no el salto de normas médicas?
Como respuesta, Shauna soltó un suspiro, apartó su agarre e invocó una manguera. Sí, como leéis, una manguera, con su bomba de agua propia y todo. ¿A qué venía eso? Ninguno entendíamos. Sin embargo, no sé si porque desde esa perspectiva parecía un dragón con morro metálico o alguna asociación extraña que ató la cabeza de Trevor, éste intentó salir reptando como si la vida le fuese en ello. Antes de que se arrastrara un metro, la autodenominada Selene aplastó sus nudillos contra la grava.
Al margen de mis interpretaciones de su comportamiento, Shauna se tomó su intento de huida de otra forma.
—No puedes estar poniéndomelo tan a tiro, ¿no? —comenzó su interrogatorio improvisado; se le notaba en la mirada la experiencia en el oficio. Ante la confusión del resto (sobre todo la de cierta persona a la que las modernidades le son ajenas), señaló a la manguera—. La has visto. La has reconocido. Tu compañero te habló de ella. Él aguantaba el tipo mucho mejor que tú, ¿sabes? Seguro que tenían soldados mucho más cualificados para este puesto. Cómo se nota que entraste por enchufe; ya estabas colocado, querías formar parte y ¡BOOM! Encargado de captura de la giltz local, más conocida como tu prometida. Un plan fácil de seguir, de un modelo que ya había sido exitoso con anterioridad, tenías todo este tinglado bien montado. Hasta que, de sopetón, algo se tuerce, tu perfecto castillo de arena se desmorona y ya no sabes que hacer. Un último intento a la desesperada, metes la pata y ahora estás aquí. No eres bueno improvisando, ¿eh?
Trevor estaba sudando como si le hubieran metido en una sauna (vale, el juego de palabras me salió sin pensar, lo juro). Ella le retiró la cuerda que lo amordazaba; no podría responderle sin boca con la que hablar.
—N-no sé d-de qué habla —se encontraba tan alterado que le resultaba imposible articular correctamente las palabras. Ella lo puso a remojo.
—¿Te crees que tengo cinco años? —su ceño estaba tan fruncido que podría salir en Google con la búsqueda del término "doblez"—. Tu nombre en clave, vamos. ¿O quieres ahogarte bajo un chorro a presión?
Él miró con fijeza a la boquilla del instrumento de tortura durante unos largos segundos. Conocía a Shauna lo suficiente como para saber que no lo mataría de buenas primeras, sin antes obtener un par de respuestas como mínimo; confiaba en que Trevor no se hubiese percatado de aquello, o su amenaza perdería bastante valor.
Al cabo de un rato, finalizado el duelo de miradas contra aquel objeto inanimado, suspiró.
—Hirusta —murmuró. Había picado.
—¿Trébol? ¿Estás de cachondeo? —se burló Shauna, resaltando la similitud entre la traducción y su propio nombre—. Originalidad cero, por lo que veo. Eso aparte, vayamos a lo que interesa: ¿quién era tu homólogo en La Cadena Infinita?
Ya veía por dónde iban los tiros. ¡Iba a usar aquello para esclarecer las dudas sobre sus teorías de una vez por todas! Casi me marcho a darme de cabezazos contra el árbol más cercano; está obsesionada con todas las letras.
—Emmm... —Trevor se lo pensó; todavía miraba la manguera con pavor—. La-lamento informarle de que desconozco su nombre real; la única pista que puedo otorgarles es su alias, Itzal.
Shauna se llevó una mano a la frente, frustrada.
—No me lo trago —confesó; el agarre de su arma, antes un poco suelto, se estabilizó—. ¿Sabes por qué? Porque no soy una novata; sabes más de lo que nos cuentas. ¡Vamos! ¡Es imposible que os mantuvierais incomunicados! ¡Sabías lo suficiente de él como para reconocer esta forma de tortura! Ale, desembucha de una vez: ¿qué sabes de él?
Un golpecito con la manguera y empezó a cantar como un ruiseñor en una lata de Coca Cola (o GozoKola) concentrada. Shauna tenía razón; era el eslabón débil de la cadena.
—Era el hijo de Nagusi, muy cercano a su giltz predeterminada y hace 21 días que culminó su misión. También tenía a su alcance a los Denborazioa, pero temía que su identidad se viera comprometida por... —en ese instante, pareció caer—. Era usted, ¿verdad? La joven paranoica pero perspicaz cuya fijación por su identidad lo ponía en peligro.
Shauna sonrió de lado; había revelado lo que ella quería. La verdad, la única y certera realidad, se había mostrado ante nuestros ojos. Bueno, oídos; tampoco nos pongamos quisquillosos con el sentido que lo trasmitió a nuestros cerebros.
—La misma que viste y calza. Y de quien hablas solo puede ser una persona, ¿no es así, Wes? —se giró hacia mí, reflejando la victoria en su mirada miel; nada que ver con la mía, que rehuía el contacto—. Luego cobro mi premio, ¿te parece?
Con sinceridad, la apuesta era lo que menos relevancia tenía en mi esquema mental. Lo que acababa de revelarnos tenía mi mente patas arriba.
Layla y yo nos miramos, ambos con las mandíbulas descolocadas. Haciendo un esfuerzo para levantarlas, pronunciamos a la vez lo que nunca creímos que íbamos a vocalizar:
—¡Gabriel Stone era un espía infiltrado!
Shauna rió, divertida por la situación. Después de todo, no era ninguna sorpresa para ella.
¡Hola aztierdis! Ok, no tengo excusa para publicar tan tarde (teniendo en cuenta que tenía el capítulo listo hace horas), así que ni lo intentaré.
¡Por fin! Ya han tardado en darse cuenta. Estos dos... pero se les quiere. A ver cuál será el premio de esa apuesta.
Ane, si lees esto, esto era lo que escribía en bio el año pasado (ha pasado por mucha edición, pero es prácticamente esa escena).
Sin nada que añadir, ¡os leo en los comentarios!
Mireia
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