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36. Negociaciones y palabras perdidas (Selene)

36. Negociaciones y palabras perdidas (Selene)

El tal Trevor me había dado mala espina desde el principio. Y hablo del comienzo original, de cuando le leí los ojos a Josephine por primera vez. No sé cómo explicároslo, pero todo lo que lo atañía estaba cubierto de una especie de arenisca naranja, cuyas motas parecían desesperadas por despegarse de la imagen y no lo conseguían ni para atrás. ¿Así vale o tengo que describir el funcionamiento de mis poderes híbridos? Pues mal vamos; ni yo los comprendo al completo... A veces muestran imágenes, otras me trasmiten información en forma de oraciones raras y la mayoría de las ocasiones ni se activan cuando quiero. Hacen lo que les apetece y ya.

Bueno, el caso es que, cuando "mis fuentes" (cuyos nombres no voy a mencionar ni bajo juramento) me revelaron lo del viaje, comencé a seguirlos. Sin embargo, de eso ya erais conscientes, ¿no? Un impulso hizo que revelara mi escondite transparente en un sueño de Joshy. Bah, uno de los tantos a los que he asistido; lo importante aquí es que debía estar por los alrededores para establecer esa conexión; si habéis sido lo suficientemente perspicaces os habréis dado cuenta de este detalle hace mucho, ¿o no es así?

Vale, si nos ponemos tiquismiquis, había espiado más de una conversación privada (como aquella). ¿Qué clase de observadora sería si me perdiera la información más secreta e importante? Os lo digo yo: una pésima a la que acabarían despidiendo si esto tuviera algo que ver con mi trabajo.

Cuando Trevor oteó el ambiente, faltó poco para que me viera. En efecto, se cruzó con mi ojo izquierdo (doy gracias a la pigmentación de mi iris de que no se percatase) y activó el don de lectura de miradas. Tocaba frase confusa: Unas raíces de rencor hacen que el árbol dé frutos vengativos. Ni rastro del significado; no obstante, reafirmó mis sospechas.

Las cuales se confirmaron cuando sacó el anillo. Me mordí el labio para no gritar. ¡Esos minerales eran zubitas anaranjadas! ¿De dónde las había sacado? Esas, al igual que las otras variantes de los puentes (por si no queréis recordar un nombre tan extraño como zubita), eran casi inexistentes en esta dimensión; es más, la única mina que conozco está en tierras sombrías y tampoco es que posea mucha materia prima.

Aquello olía a chamusquina, y no era solo por el difusor que Trevor apretaba con la mano izquierda; si mi intuición no me fallaba, no le estaba regalando la joya por su posibilidad de compartir poder si se usaba de la manera apropiada.

Aun así, confié en Joshy. ¿Quién sabe? A lo mejor nos daba una sorpresita y todo.

Me alegró ver que ella se resistía a aceptar el presente; por más que no lo reconociera, notaba el peligro. Sin embargo, no era el momento de celebrarlo con una botella de champán, pues Trevor era bastante persuasivo (no como otro que yo me sé, pero tampoco andaba perdido); Josephine acabó cediendo.

No lo podía permitir, así que tuve que tomar cartas en el asunto. Con un pequeño comando susurrado, mi eGezi (prototipo encadenado; se supone que todavía no podía salir al mercado, por cuestiones de patentes y demás, pero uno de ellos desapareció "misteriosamente" hace medio año) atravesó el anillo y giró para no ensartar a nadie, para finalizar su trayectoria en un tronco. Aproveché el momento de descoloque masivo para colocarme detrás de él y acercar mi cuchillo a su yugular.

—¡Cómo vuelvas a acercarle esa cosa no lo cuentas! —amenacé. Su expresión confusa no me engañaba, sabía que era un farol.

En cambio, aunque no lo sacara a relucir, la mirada de horror de Josephine me rompió el corazón. Quería abrazarla, calmarla, darle un chocolate caliente y explicarle que su prometido quería robarle su esencia, en ese orden. Claro que no podía soltarlo así sin más, y ella me iba a odiar si lo mataba; nada, esa conversación reconfortante no iba a producirse. Apreté con más fuerza el filo contra su cuello, en el ángulo preciso para que no muriera (aún; sería un final demasiado veloz); un hilillo de hemoglobina y demás ingredientes recorrieron el camino hasta su clavícula.

El dolor lo hizo reaccionar, redirigir su teatro.

—¡Josephine! ¡Ayuda! —pidió—. ¡Esta loca quiere matarme!

Ella era un blanco más fácil y manipulable, los dos lo sabíamos. Y yo la necesitaba de mi parte, que si no era capaz de cometer una locura para salvar a su novio.

—Está sacando las cosas de contexto —remarqué; admito que aquella contestación fue a la carrera—. ¡Él es el verdugo, no la víctima! ¡Quería robarte tu alma!

¿Dije alma? Dije alma. Quizá no era la palabra más apropiada; no, no, quitad el "quizá". Me pasa por no pensar con antelación lo que quería decir.

—¿Qué? —Se lo tenía ensayado el muy maldito; tenía todas las papeletas de que Josephine le creyera. Malditas palabras perdidas—. ¿De qué deabrus habla? ¡Es ella la que me amenaza con un arma!

—¿Acaso tenía que dejar que exprimieras todo el poder de tu prometida, eh? ¿Acaso yo no entraba en tus planes de ambición y... —otro termino apagado o fuera de cobertura. ¿Qué digo ahora? Entonces recordé lo que sus ojos marrones me revelaron y supe como terminar la interrogación— venganza? —Noté que se tensaba un pelín más de lo que ya estaba. "Bien", pensé, "justo en la diana".

Esperé. Josephine alternaba la mirada entre uno y otro, sin saber a quién creer. En una de esas ocasiones tuve que morderme la lengua; es decir, ¡no era momento de hablar de rocas que causan avalanchas! Dios, mi don era muy puñetero cuando le daba la santa gana.

Entonces, Trevor pareció percatarse de la pequeña chispa de reconocimiento que atravesaba los ojos de Joshy.

—Josephine, ¿conoce a esta... maleante? —se tomó su tiempo para buscar la palabra correcta para describirme. "Maleante". Bueno, me han llamado cosas peores, no está mal del todo.

—Yo... yo... —no lograba articular nada más allá del monosílabo; estaba en pleno estado de shock.

Decidí echarle una mano con la contestación.

—Sí, nos hemos visto un par de veces. Por su parte, soy su proveedora literaria. Por la mía, sin embargo, me parece que hay más que eso en nuestra relación; otra cosa es que lo admita frente al espejo.

—¿Que qué? —el grito de ambos se debió escuchar desde varios kilómetros a la redonda. Al menos ella parecía haber salido de su trance monosilábico.

—¡Eso es completamente incorrecto e inapropiado, Selene! —continuó Josephine, roja como nunca, a causa de la combinación entre bochorno e ira que estaba sintiendo—. ¡Por Zuhaitz, estoy prometida con él! Mira, me voy a poner el anillo, a ver si le entra en la cabeza.

—¡Que no lo hagas, cansina! —le supliqué a la desesperada; me habría puesto de rodillas si eso no hubiera supuesto liberar a Trevor—. ¡Se lo estás poniendo en bandeja!

Pero ya era tarde; Joshy no me prestaba atención (y no como con las indirectas; esta vez, era una ignorancia consciente). Estiró el dedo anular de la mano derecha y se dispuso a colocárselo.

En el instante en el que su huella lo rozó, una luz dorada envolvió su mano. Y no, no venía del anillo; el brillo, que hizo que el aro saliera despedido contra la madera, provenía del medallón de su pulsera. Sonreí. Aleación de babesio; buena elección, Edgar Corlan.

Por desgracia, no todo puede salir como uno quiere; Trevor aprovechó el momento, tal y como hice yo con anterioridad, para propinarme un buen codazo en las costillas. Lo suficiente para desviar el filo a su pómulo y librarle de una herida mortal. Con el tiempo justo para invocar soka antes de que pudiera recuperarme. El escudo hechizado de su padre no pudo protegerla esta vez.

Caímos al suelo, apresadas por cuerdas. La expresión de pavor que se adueñó del rostro de Josephine no iba dirigida a mí esta vez.

Había comprendido quién era la verdadera amenaza.

¡Hola, aztierdis! ¡Bienvenidos al primer capítulo narrado por Selene! ¿Qué os pareció? Al menos Josephine ya sabe la verdad... o la intuye. ¿Lo de la pulsera? Varias veces se ha mencionado (izenipe, tenías razón, era importante). ¿Selephine? Juzgadlo vosotros mismos.

¡Os leo en los comentarios!

Mireia

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