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34. Una preocupación onírica (Wes)

34. Una preocupación onírica (Wes)

Parecía que habíamos vuelto al primer viaje. ¡Parad las discusiones, por amor al tiempo! Shauna y Pietro me tienen frito, y eso que mi energía nunca había estado mejor.

Lo más probable es que sea por el colgante, ¿sabéis? Desde que me lo puse hace cinco días ya, siento que hubiera mudado de piel. Tampoco es que Nuria dejara más opciones sobre la mesa.

El sueño me recibió con un puñetazo en toda la nariz. No es metáfora ni nada por el estilo, fue ponerme el collar, quedarme inconsciente y recibir el golpe.

—¡Imbécil! —chilló Nuria, cuyas napias estaban hinchadas como un globo.

—¡Auch! —me quejé de vuelta; como habréis podido suponer, lo suyo era un reflejo de lo que me había sucedido a mí—. ¿Qué he hecho yo ahora?

Nuria puso los ojos en blanco. Un hilo de sangre nasal descendió hasta sus labios; sentí el sabor metalizado de los glóbulos rojos en mi boca. En estos momentos, odiaba ese lazo especular que nos unía.

—La pregunta sería qué no has hecho —respondió con otra interrogación. Después, sacó una lista del bolsillo y leyó—. Vamos a ver: prometer videncia a la pitonisa de Inorenlur, castigada por el mal uso de ese poder —me dedicó una mirada de desdén—; dejar en mayor ridículo posible a los Denbora de la historia al no saber manejar tu poder y... ¡ah, sí! Estar a punto de destrozar el equilibrio espacio-temporal.

Viéndolo así... vale, lo tenía merecido. Nos había dejado en evidencia, le había jurado magia a una "criminal en potencia" (aunque fuera su madre quien cometiera el crimen; eso a Nuria le importaba tres pepinos) y... Esperad un milisegundo: ¿acababa de decir que casi destruyo el espacio-tiempo?

—Explícame lo último, por favor —pedí.

—¿En serio? Ya sabes que las explicaciones no son lo mío —asentí; por más que tuviera que reinterpretar todo lo que dijera, lo consideraba mejor alternativa a la desinformación—. Vale, pero luego no te quejes. Cuando Alberto me lo explicó, dijo algo como: "Denborazioa es una balanza bien equilibrada. Si uno de los dos extremos consigue más poder, su plato se va hundiendo poco a poco. Si se hunde demasiado, el efecto rebote que sufrirá al restablecer el equilibrio podría ser mortal". Más o menos esas fueron sus palabras, pero quédate con lo de "podrías haber matado a tu hermana por lento", ¿entiendes lo que quiero decir con eso?

Sentí como si toda mi sangre hubiera huido por mi nariz; estaba pálido cual folio de papel. ¿Cómo que había habido la posibilidad de matarla? Aunque, a juzgar por las palabras de Nuria, el suceso no se había llegado a producir, el temor invadió mi cuerpo. Puede que no estuviese bajo tierra; sin embargo, su salud podría encontrarse en estado crítico. ¿Por qué no paro de meter la pata?

—¿Por qué diablos su antepasado no le avisó? —pregunté, sin saber la razón por la que aquel minúsculo detalle había sido omitido. ¡Si lo hubiésemos sabido antes, nos hubiéramos dado más prisa!

—Es Alberto —se encogió de hombros—; le gusta la tranquilidad. Si puede evitar el caos, aunque sea a base de mentiras y medias verdades, lo hará. Claro que no contó con la tortuga aquí presente —sumó, añadiendo una mueca de burla al final.

Di gracias a quién sea porque el sueño terminara antes de que respondiera alguna idiotez; si no, mi nariz no hubiese sido la única en acabar hecha trizas.

Cuando me desperté, tuve claro que debíamos darnos prisa; mi hermanita me necesitaba.

Claro que nos llevaban como medio día de ventaja; lo que ella adelantaba plegando el espacio, yo lo contrarrestaba ralentizando los segundos. ¿Qué? Debía aprovechar ese tirón de energías para depurar mis habilidades (daba miedo pensar que mi hermana estuviera sintiendo la sensación contraria) y, además, no podía permitir que nos quedásemos más rezagados de lo que ya estábamos.

—¡Se acabó! —exclamó Shauna, zanjando la discusión que, a decir verdad, no sabía a cuento de qué había comenzado. Desplegó las alas que llevaba tatuadas entre los omóplatos y echó a volar. Tardó cuatro minutos y veintinueve segundos en descender.

—¿Para qué se marcha si luego vuelve en un santiamén? —cuestionó Pietro, con un deje de molestia en su tono.

—El claro está en frente y... —noté la vacilación en sus palabras. Fijó sus ojos miel en los míos y susurró— creo que no te va a gustar lo que te vas a encontrar.

Eso bastó para que echara a correr.

Al llegar a la periferia del árbol, no percibí nada extraño. Casi llegué a pensar que Shauna había visto una alucinación (no sería la primera vez que creía cosas que no eran) o algo por el estilo y que mi preocupación era infundada. Casi.

Analizando el ambiente con más detenimiento, mis ojos chocaron contra un arbusto de zarzamora; una cabellera rizada, de un color castaño que conocía bien, sobresalía de entre sus espinosas ramas. Layla se encontraba inconsciente; su respiración era apenas perceptible.

—¿Tenéis agua? —inquirí en cuanto la vocecita de "es culpa tuya, imbécil integral" cesó su cantinela y me permitió reaccionar. Ellos negaron; el líquido puro, sin contaminación mágica, se había agotado de nuestras reservas. Busqué en el bolso de Layla; nada—. ¿Hay otra manera de hacer el hechizo sendakuntza? —pregunté, más alterado si cabe.

Pietro asintió; sin esperar al "¿cómo?" que pugnaba por traspasar mis labios, cogió un puñado de lodo y empezó a esparcírselo por brazos, piernas y rostro. Trató de no mirar fijamente su espacio de trabajo, pero pude notar su violento sonrojo cerca de las zonas más sensibles. ¿Acaso tenía interés en mi hermana? Él y yo debíamos tener cierta conversación pronto.

—N-no conozco la razón por la cual están ofuscados en el uso de un elemento tan escaso como es el agua para la medicina —aunque solo estuviera manchando sus hombros de barro, la lengua estaba plagada de nudos—; la tierra s-se encuentra en cualquier parte y el hechizo continúa siendo efectivo.

Shauna no estaba escuchando (se encontraba demasiado ocupada inspeccionando el aire a su alrededor con el ceño fruncido), pero yo me lo apunté; podía serme útil. Después de todo, era un representante neutro; podía usar los métodos de curación presentes en todas las dimensiones.

—Ya está —proclamó Pietro cuando Layla estuvo cubierta de lodo.

Para maximizar el poder del hechizo, nos sentamos en corro. Shauna se mostró reticente a agarrar su mano, pero aceptó por la salud de mi gemela.

—Estoy sufriendo el tocar unas manos manchadas de sangre por ti, no lo olvides —admitió antes de conjurar la sanación. Nosotros hicimos lo propio; rogué por qué no fuera demasiado tarde.

Tras dos largos minutos, Layla comenzó a toser; nunca había sentido tanto alivio en mi vida. Con cuidado, la ayudamos a incorporarse.

—¿Qué ha pasado? —interrogó, todavía medio aturdida—. Recuerdo querer descansar un poco. ¿Cómo he acabado pasando por una pocilga y siendo atacada por el equivalente al puercoespín? —se detuvo al notar nuestra presencia—. ¿Y cuándo habéis llegado vosotros tres?

—¿Te sientes mejor? —sí, dejé sus preguntas a un lado para formular la mía. ¿Qué? Las prioridades son prioridades.

—Bueno, estoy mareada y tengo espinas en el cuello, pero al menos esa debilidad persistente ya no está —suspiré, soltando toda la tensión que permanecía sobre mis hombros; la balanza se había repuesto y ninguno de los dos lo había pagado con su vida—. ¿Y tú cómo lo sabías?

—Es una larga histo... —comencé; sin embargo, Shauna no me dejó seguir.

—Se lo contó su antepasada; al parecer, vuestros poderes en desequilibrio son peligrosos para vuestro bienestar —resumió, sin parar su inspección del terreno—. Ahora, ¿dónde está Josephine?

En ese momento me di cuenta de que tanto ella como su prometido faltaban. Una sensación de incomodidad se abrió paso hasta mi estómago. Miré a mi alrededor y vi que Pietro también se encontraba nervioso; no soy telépata, pero estoy seguro al noventa por ciento de que se culpaba por no haberse percatado de su ausencia antes.

Layla se lo pensó siete eternos segundos antes de contestar (seguía sin estar del todo espabilada).

—La última vez que la vi se iba a "charlar" con Trevor —hizo las comillas en el aire.

¿Cómo no se nos había ocurrido? Era hasta normal que quisieran trascurrir un poco de tiempo a solas. No obstante, Shauna se alteró.

—¡¿Que está con él?! —gritó, provocando un estallido de tímpanos colectivo—. ¡¿A solas?! ¡Hay que encontrarla pero ya!

—¿Por? —preguntamos Layla y yo al unísono; nuestra coordinación había vuelto.

—Mirad, sé que no es vuestra intención, pero hay que ser o muy despistado o muy tonto para no ver un patrón —dijo, posando los dedos corazón e índice sobre su entrecejo—. ¿Es que queréis perder a la única giltz que nos queda?

¡Buenas *inserte hora*, aztierdis! ¡Aquí tienen mi regalo por mi cumpleaños! Esto ya es tradición, debía hacerlo; os lo merecéis de sobra.

Bueno, os envío tarta virtual (si envío de la real, lo más probable es que a la mayoría os llegue rancia o estropeada).

¡Os leo en los comentarios!

Una Mireia de 17 años ya

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