3. Miles de años archivados (Layla)
3. Miles de años archivados (Layla)
Querría decir que esa tregua repentina había sido lo más raro que había visto en mucho tiempo, pero sería mentirme a mí misma; la escena ni se acercaba a mi nuevo límite. Lo importante, a expensas del trasfondo de ésta (que le sonsacaría a mi hermano cuando pudiese, porque era demasiado curioso como para dejarlo olvidado en el baúl de los recuerdos), era que se suponía que podríamos saber nuestro futuro de una vez por todas.
En ese momento nos encontrábamos cruzando un camino semisumergido en el lago para llegar al templo, ya que nosotros no flotamos como nuestra guía. Si hubiese estado seca, me habría quejado de tener que andar por el agua; sin embargo, aún seguía mojada por el chapuzón accidental, así que no dije ni pio sobre el tema.
No obstante, dado que mi dolor de cabeza ya se había marchado (quizá fuera cosa de ser aztierdi, quien sabe), no me abstuve de formular un par de preguntas.
—¿De qué va eso del archivo? —comencé. Olivia me lanzó una mirada de furia, como si la rotura del silencio fuera una molestia, pero enseguida cambió de expresión.
—Perdón por el gesto —se disculpó—, supongo que no estoy acostumbrada a que nadie que no sea el fantasma de mi madre o alguien a quien me han inculcado odiar me dirija la palabra. El archivo es la habitación del templo en la que mis antepasadas guardaron las predicciones por escrito, por si acaso. Si hay algo que pueda ofreceros por ahora es eso; otra cosa es encontrar lo que buscáis.
—Interesante —musité. No me preocupaba el no poder localizar lo que buscábamos; después de todo, esa era mi magia más primordial.
Sin embargo, la pitonisa sin poderes se apresuró a bajarme de mi nube de seguridad.
—Antes de que se te ocurra, la magia convocada en el presente no tienen efecto en una sala atemporal; dado que tus habilidades no surtirán efecto, tendrás que buscar a la vieja usanza como el resto de los habitantes del multiverso, ¿vale? —informó, deshinchándome como un globo. ¡Haber empezado por ahí! Tuve que morderme la lengua para no comenzar otra discusión sin sentido, ya que era lo que menos necesitábamos en ese momento; en silencio, me limité a asentir con fastidio.
Nuestros encharcados pies tardaron un par de minutos más en pisar tierra firme. El templo se encontraba a medio metro de nuestras narices; si ya era imponente desde la orilla, así de cerca causaba mayor impresión.
—Esperad un segundo, ahora abro —dijo nuestra anfitriona (ya que, como vivía en el templo, era su casa; eso, si es que no han cambiado la definición de la palabra, la convertía en anfitriona).
Se acercó a una piedra, idéntica al resto a nuestros novatos ojos, e insertó su medallón (que antes llevaba oculto) en una pequeña hendidura; frente a nuestras miradas, la placa plateada que cubría la entrada a la edificación se dividió en círculos concéntricos. Sabiendo a la perfección lo que hacía, Olivia rotó los anillos, creando un dibujo caleidoscópico concreto; en segundos, este desapareció, dejando a la vista un pasadizo.
—¡Wow! —Dejó Shauna escapar, mientras sus ojos miel reflejaban fuegos artificiales de admiración—. ¡Este sistema de seguridad no le tiene nada que envidiar a la sede central del ICICI! ¿Era esa una ilustración laberíntica?
—Supongo —respondió Olivia, encogiéndose de hombros—. No lo hice yo, solo lo uso; estoy segura de que tiene muchos secretos guardados.
—Increíble, entre esto y el conjuro de las huellas, me estás impresionando de lo lindo. Por cierto, ¿podría saber cómo lo hiciste? Hay cierta persona cuyo cuello querría estrujar a distancia —todos, salvo la interrogada, sabíamos a quien se refería, pero una mirada avisó a Wes de que no abriese la boca; en esta ocasión, mi natural deseo de saber y mis pocas ganas de otra jaqueca se habían aliado para callarlo.
—No pienso llevarme el mérito por algo que yo no he hecho —respondió ella, usando un gesto neutro, sin enterarse de lo que sucedía a su alrededor—, solo tuve la fortuna de estar pasando por allí en el momento oportuno. Veréis, Inorenlur viaja por el plano espiritual además de entre las dimensiones. ¡Ni os imagináis la de veces me encuentro a sonámbulos deambulando por la isla! —rió, lo que no parecía muy usual—. Con Wes pasó lo mismo; cuando me di cuenta de quién era, cogí un puñado de polvo de zilar y apreté su cuello, marcándolo, no sin antes soltarle un par de cosillas que me tenía guardadas.
—Palabras que no pude oír, por suerte —puntualizó el aludido.
—Una pena que solo se pueda hacer aquí y de casualidad —se lamentó Shauna en voz baja—. Supongo que sería demasiada coincidencia que pasáramos por los sueños de Gabriel Stone durante nuestra estancia.
Ahora sí, Wes le dedicó una mirada irritada por su último comentario; yo me limité a suspirar.
—¿Entramos ya? —pregunté, intentando distraerlos y que dejaran el tema de una vez por todas; el tiempo (no Wes, aclaro) decidiría quien tenía la razón, no valía la pena seguir enojados por algo que no pueden controlar.
Los dos asintieron, pasando al interior.
Si por fuera era todo pulcritud y orden, por dentro no podía ser más distinto. Papeles, papiros, pergaminos... todo tipo de documentos desperdigados aquí y allí, reunidos en pequeños montículos. En el fondo de la estancia, se veía un viejo ordenador.
—He intentado ordenarlo por todos los medios —explicó Olivia—, pero vuelven a su sitio cada vez que los muevo; tienen su propia lógica. He intentado digitalizarlos, aunque llevo poco más de una octava parte de todos los papeles. Yo que vosotros, buscaría por la izquierda y el centro, donde están las predicciones no cumplidas y los hechos que en su momento fueron premoniciones respectivamente.
Yo y Shauna tiramos para la izquierda, mientras Wes escarbaba en los documentos centrales.
La primera en encontrar algo, según su peculiar criterio, fue Shauna.
—¡Mirad! —exclamó, tras lo que empezó a leer—: El amigo enemigo será, la locura os guiará. Está claro a quien se refiere, ¿no?
—¡Puede ser cualquiera! —respondió mi hermano, sin darle credibilidad alguna. Ella gruñó, y siguió buscando.
Vale, era hora de intervenir, intentar hacer algo. Los había visto, sabía que se gustaban; lo único que impedía que fueran pareja era la incógnita Gabe (todos los derechos reservados por el nombrecito, ni se os ocurra copiar).
Traté de ponerme en el lugar de Shauna, pensar en que la convencería de aparcar ese debate sin sentido. Por fortuna, se me ocurrió algo no del todo pésimo.
Siguiendo la ruta de búsqueda, me acerqué a ella y pronuncié:
—Si Gabe logra separaros, ¿quién gana en todo esto? —cuando se quedó estática, asimilando mis palabras, supe que el mensaje había tenido éxito; ella nunca querría que el supuesto espía se hiciera con la victoria (yo aún no me lo creía, pero estaba intentando ser más abierta, apartar la coraza de escepticismo; en el hipotético caso de que tuviera razón, no quería quedar como una imbécil).
Las buenas noticias parecían agolparse en la puerta, porque apenas pasaron cinco minutos hasta encontrar un manuscrito que parecía prometedor.
—Chicos, ¿que esto de La Falla? —inquirí, con los ojos fijos en el papel.
—¿Acaso suspendiste Geología? —respondió Wes con otra interrogante (aunque no tengo ni idea de el por qué; él se sabe a la perfección mi boletín de notas, lleno de deficientes). En efecto, tras meditarlo un poco, añadió—: No sé ni para que pregunto. Una falla es una fractura del terreno causada por el movimiento de las placas tectónicas, tontaina.
—¿Te das cuenta de que no estamos en la Tierra y de que aquí no hay placas tectónicas? Dudo que sea eso de lo que hablan aquí —rebatí, borrándole la expresión de superioridad que se le había quedado tras su explicación. Después, recité—: La máxima magia neutra, que en los extremos del triángulo se encuentra. El resto posee portal, pero para al árbol llegar, La Falla Erbestera se deberá atravesar. Si no recuerdo mal, los neutros somos nosotros, hermanito; además, uno de los tres lugares que visité en mi sueño era un árbol, y puedo jurar que era Raíces Eternas. En resumen, que nos está diciendo que tenemos que ir a Raíces Eternas y nos aclara por donde. ¡Lo que buscábamos, a fin de cuentas!
Creo que no he deducido tantas cosas del tirón en mi vida; todos, yo la primera, estábamos impresionados.
—Entonces solo tienes que usar tu mapa, ¿verdad? —a mi gemelo le brillaban los ojos, nervioso y emocionado a partes iguales.
Antes de que pudiera responder, Shauna se acercó y contestó por mí.
—No hace falta, el pueblo de Erbestera está en el norte, justo al extremo del mapa —señaló—. No sabía que el acantilado que había detrás de la casa de Seth fuera una entrada al lugar de origen de su familia materna, lo juro, o lo habría mencionado antes, junto con el otro dato; todos los días se aprende algo nuevo, ¿no?
Si existiera un gráfico con nuestra sorpresa aquel día, éste rozaría el infinito; yo por lo menos me había quedado sin palabras, aunque las encontraría tarde o temprano. Cuando lo hiciera, palabra espacial que interrogaría a la casi-novia de mi hermano sobre lo que acababa de ocurrir (sobre todo la parte de Seth; es decir, ¿tendría que conocer a mi "suegra"?).
En ese momento, solo conseguí sacar algo en claro: teníamos un nuevo destino.
¡Hola! ¿Teorías sobre las premoniciones? ¿Quién más quiere que Wes y Shauna se reconcilien de una maldita vez? Layla apoya esta moción; esperemos que su preguntita valga de algo.
¡Nos vemos en los comentarios!
Mireia
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