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29. Hola, pasado al habla (Layla)

29. Hola, pasado al habla (Layla)

Habían pasado seis días desde que partimos. Seis días y ya casi estábamos. Nos lo decían los pueblerinos que creían que peregrinábamos, el mapa y mi sexto sentido con lo que a distancias se refiere. Sí, era impresionante lo mucho que habíamos avanzado; la dimensión enraizada era la mitad de la encadenada en cuanto a tamaños, pero aún así, merecíamos un premio o algo.

—¿Se encuentra usted bien? —me preguntó Trevor, tendiéndome un bote de cristal, a rebosar de agua cristalina—. Podemos descansar si así lo precisa.

—Está en lo cierto, no tiene buen aspecto —el comentario de Joshy provocó que mi mano viajara en busca de un espejo. Tardé mis diez segundazos en darme cuenta de que no lo decía por el maquillaje que ni siquiera me había aplicado—. Su tez se ve más pálida de lo habitual.

Sí, era una verdad como la copa de un pino (por cierto, ¿aquí usarían esa expresión?); no me sentía en optima forma desde hace cinco días. Sin embargo, no iba a confesarlo así sin más. ¿Por qué debería preocuparles un par de pinchacitos en el hígado? Había prioridades. Un poco de sendakuntza y adiós muy buenas molestias, nada de lo que alarmarse más de la cuenta.

—No es nada —le quité importancia—. Aquí no hay sol, ¿veis? Mi piel está acostumbrada a la luz solar, más ahora que se acerca el verano; sin sol, no me bronceo, y si no me bronceo, parezco sacada de una película en blanco y negro. Una faena, sí, pero nada fuera de lo normal en mi mundo.

Aunque admitieron no haber entendido la mitad de las palabras usadas, decidieron no insistirme más. Fue un alivio, pero no pude evitar saborear un regusto a culpa en el fondo de mi paladar; tan solo se preocupaban, como cualquiera haría si nota que un amigo no está del todo bien. Opté por no hacerle caso a esa sensación y seguir andando; no era momento para una pausa, no estando tan cerca. Pronto veríamos el árbol, hablaríamos con el guardián de Josephine y entonces sí nos sentaríamos a esperar a los otros tres. Cada cosa a su tiempo, como diría Wes.

La cantinela de los pájaros fue interrumpida por los golpes de arco de un violín. Los dos nativos se miraron, atemorizados por la que luego llamaron "melodía demoníaca" (o eso decía la traducción). Me costó percatarme de qué era ese sonido. ¿Qué? En mi defensa, hacía semanas que no escuchaba Shadows, de Lindsey Stirling, más conocido en mi casa como "el tono de llamada que no para". Eché un vistazo a la pantalla: Maia. Descolgué al instante.

—¡Layla! —apenas recordaba como de aguda era su voz—. No sabes lo feliz que estoy de que hayas contestado. ¡Pensé que a ti también te había pasado algo! ¿Escuchaste lo que pasó? Al parecer, una tormenta eléctrica provocó un incendio y los bomberos no pudieron reaccionar a tiempo. ¡Menos mal que estaba en dónde mi prima Kalare cuándo ocurrió! ¡Tía, no sabes lo preocupada que estaba! ¡Creía que la habías palmado! Espera... no estaré hablando con un contestador automático, ¿no? Por favor, di algo, me tienes en ascuas.

Tuve que reunir un valor tremendo para no echarle en cara su abandono y colgar el móvil. Un mes y siete días. ¡Un maldito mes y cuarto y no se había acordado de mí hasta ahora! La conozco, estaría aburrida y se le pasó por la cabeza invitarme a algo, se acordó del incendio y le entró una angustia repentina, en plan "ostras, no comprobé si seguía viva". Hipócrita.

Respiré hondo para calmarme. Ella era así. Yo también me había comportado por un estilo en el pasado. La Layla 1.0 soltaría un par de indirectas sobre el asunto, nada más lejos; esa era la persona a la que Maia esperaba oír.

—Tranqui, Maia, que sigo aquí. ¡Mala hierba nunca muere! —cada palabra que pronunciaba se me hacía extraña, como si no me perteneciera—. Aunque como si lo estuviera; pérdida en ninguna parte con la monstruito y mi hermano, en un camping de "diversión familiar". ¡Ya te vale a ti con no llamarme! Con lo que necesitaba que me rescatases cinco minutos del aburrimiento mortal...

—Vaya, tía, no lo sabía. ¡Tu fondo de armario debe estar súper embarrado y oliendo a bosque! —respondió, dramatizándolo como si fuera lo peor que pudiera haberme ocurrido. ¿Tan rápido se había olvidado de la catástrofe de la que "supuestamente" me había salvado?

—¿Te crees que soy estúpida o qué? —seguí con el numerito, tratando de pasar por alto lo insensible que era mi "mejor amiga"—. Me fundí la tarjeta de mi padre en ropa barata y horrenda para la acampada de las narices. ¡Casi me provocan un sarpullido estos trapos!

—¡Oh, por favor! ¡Qué sacrificios tiene que hacer una por proteger sus modelitos! ¡Una verdadera mártir, sí señor! —exageró, como si la ropa nueva no apareciese por arte de magia. Cierto, que para ella no es así; sin embargo, ¿quién no cree que dijo una idiotez? Cambió de tema—. Dime al menos que hay chicos guapos, que si no no me figuro como has sobrevivido.

Estuve a esto de enviarle un selfie que me hice con Seth en su momento. Hace un mes y algo lo hubiera hecho, palabra; a esa persona le daba igual que su ligue fuera un enfermo terminal o estuviera de camino a Tailandia siempre que pudiera presumir de él ante sus amigas. Qué patética era en aquel entonces. Si pudiera, iría al pasado para darme una bofetada.

—Solo un friki que se cree en la Edad Media; es un rarito sin remedio, pero al menos su presencia no da arcadas —hablaba de Trevor, claro; si me pedía fotografía, era el único al alcance de mi cámara. De hecho, me exigió una foto suya; le aseguré que la tendría cuando colgara.

—Vale, ya no te distraigo más. ¡Cómo se te olvide la foto me las pagas!

—¡Lo mismo pasará si te olvidas de mí! —respondí y corté la llamada, reprimiendo una arcada.

Siendo sincera, me daría igual que no volviera a marcar mi número en su vida. ¿Cómo podía haber considerado a semejante superficial una amiga? Mejores amistades había hecho desde que crucé mi primer portal: Aura, Shauna, Gabe... ¡Hasta la inocentona de Joshy era mejor compañía que aquella con la que pasaba las tardes! No sé cómo pude juntarme con ella. No: no sé cómo pude ser como ella.

Con el móvil en la mano, dispuesta a sacar la foto y acabar con esa estupidez, algo me detuvo: la miniatura de la galería, aquella última foto que había sacado. Sobre un fondo de árboles azules, Seth y yo sonreíamos. No sé como sobrevivió esa imagen a todos los ataques de tristeza que no he narrado, pero lo agradecí. Aquella sonrisa no se encontraba en ninguna otra foto, el rubor de mis mejillas era natural. Era felicidad pura, y, a pesar de haber finalizado como lo hizo, no me arrepentía de haberla vivido.

Bajé la cámara y, sin remordimiento alguno en el corazón, abrí Whatsapp. Entré en el chat con Maia, tecleé "¿Sabes qué? Me lo estoy pasando bien aquí. Es más, nunca me lo he pasado tan bien en mi vida. Confórmate con tus revistas de hombres semidesnudos, yo paso. Hasta nunca.", con el punto final tan temido en los chats informales, y la bloqueé.

Alcé los ojos al cielo amarillento, dispuesta a seguir avanzando; Maia y el resto ya no formaban parte de mi vida, eso ya era el pasado.

Al hacerlo, el brillo de unas flores cristalinas captó mi atención; mi sexto sentido se puso a bailar. ¡Ya estábamos! Solo un último esfuerzo más, un teletransporte final y llegaríamos a nuestro destino. Agarré las manos de la parejita y efectué el salto.

No debí calcular bien las coordenadas, porque desde luego no planeaba lo que ocurrió. Errar es humano, ¿verdad?

¡Hola, aztierdis! Cuando termine de escribir esta nota iré directa a seguir con el siguiente para poder terminarlo a tiempo. ¿Por qué? Los que estuvieron conmigo el año pasado saben que me voy a Hornachos, Extremadura, durante un mes de verano (quien no lo sabía, aquí la información). Bueno, el caso es que me voy el jueves, así que tengo que tener los guiones largos y las ediciones de ordenador hechas el miércoles por la noche. Después, la presencia de los guiones largos dependerá de una cosa: si me levanto lo suficientemente pronto como para ir a editar a La Mina con el portátil. Si no, pues los guiones cortos retornaran hasta que llegue a casa. Aviso por si acaso, no se extrañen si algún capítulo sale así.

Otra cosa, ¿alguien se dio cuenta del cameo? No, claro que no, como van a reconocerla. Me marqué un Mechitas, por así decirlo (igual ella misma sabe de qué hablo; es de las pocas personas a las que se lo he comentado).

¡Os leo en los comentarios!

Mireia

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