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25. Desinformación (Aura)

25. Desinformación (Aura)

Caía la noche en la dimensión sombría. O eso creo; ni que percibiera los cambios de luz a X metros bajo tierra. Solo sé que acaban de llevarse a Nath a su sesión de tortura, lo que suele caer a la hora mencionada; sin embargo, a saber si han respetado el horario esta vez.

Supongo que lo único bueno de la masacre de esta mañana, obviando mis avances en materia de la confianza, ha sido librarme del verdugo; según los guardias, la gravedad de mis heridas podía ponerme en peligro de muerte si me sometían a la sesión del día. Me punzaba la nariz al respirar y apenas podía moverme sin reprimir un grito; sin embargo, seguía prefiriéndolo a la colección de dagas de mi verdugo habitual. Además, me habían traído vendas; un detallazo por vuestra parte, queridos captores.

Dudaba poder hacer más aquel día; apenas podía con mis párpados. Claro, el destino no sabe de límites como el cansancio o el sufrimiento, por lo que chafó mis intenciones de descansar. Unos pasos que conocía acababan de salir del ascensor.

Hora de seguir con el teatro, al parecer. Menos mal que he logrado perfumarme a tiempo; reflejos, os debo una bien gorda.

—Vaya, vaya... la segunda vez que me visitas hoy. Casi parece que añoras engañarme —traté de no sonar molesta; se supone que estaba bromeando, no acusándole. ¿Lo logré? Gabe no preguntó sobre el tema, así que apostaría por el "sí".

—¡Qué va! —No llevaba el modulador activado; sonreí ante el pensamiento de haberlo despistado lo suficiente como para olvidársele el temita de la identidad secreta—. Solo... pasaba por aquí, ya sabes.

—Ajá, claro... —recuerda, Aura, tono de broma, nada de furia contenida escapándose ni nada por el estilo. A modo de ayudita física, esbocé una sonrisa ladeada que mi interlocutor no llegó a ver—. No soy nueva aquí, ¿recuerdas?

—Vale... —se rindió. Ojalá fuera tan sencillo que tirara la toalla en el otro tema, pero como que no—. Estaba aburrido y bajé a pasar el rato; vi que a tu compañero de celda le tocaba estar al borde de la muerte y decidí acercarme a tu celda. ¿Estás mejor?

El gruñido que solté fue de impotencia, de tener las manos atadas. Sin embargo, Gabriel no lo interpretó así; para él, me enfurecía la simple mención de Nath. Esa era la versión que conocía, la que le habíamos metido en el coco de forma subliminal. Por lo tanto, ese sonido gutural no había estado del todo fuera de lugar.

—Ya no sangro, así que sí, gracias. Pensaba que el sub-líder tenía ocupaciones ineludibles casi todo el rato como para preocuparse por la salud de una prisionera —repuse. Mi cabeza bullía de posibles respuestas a esa afirmación, cada una más reveladora que la anterior; podía ser la llave a una información importante sobre el verdadero plan sombrío, algo a lo que Nath no había tenido acceso. O puede que el cansancio y la minúscula deficiencia de oxigeno me hicieran delirar, a saber.

—Bueno, no eres una "prisionera" sin más... ¡Espera! ¡Sé lo que intentas! —se interrumpió a sí mismo, tensándome como una cuerda de guitarra. Me había precipitado y lo había arruinado a lo grande; me había pillado con las manos en la masa. Y todo por tratar de engañarlo con el cerebro entrando en hibernación.

—Vale, sí, lo admito —me sinceré... en parte. No iba a desvelarlo todo (dormida sí; imbécil, ni en mil siglos), pero sí le iba a dar algo para aminorar las sospechas, si aún era factible—; la curiosidad corona mi lista de defectos, junto con el enfado fácil. ¡Aquí me aburro! Quiero noticias del exterior, conocer lo desconocido, ¡algo! ¡Ni sé lo que voy a hacer luego con esa información! No me cuentes lo confidencial si así lo deseas, pero no quiero estar del todo desinformada. Por favor...

Otra vez, gesticulé aunque su mirada no estuviera fija en mí por la maldita puerta; los ojitos de gatito abandonado fueron la expresión elegida.

No puedo decir que aquellos fueron los segundos más tensos de mi vida; había estado al borde de la muerte demasiadas veces como para comparar mi ritmo cardíaco y la frialdad de mi sudor en todas. No obstante, os puedo asegurar que los latidos de mi corazón desbocado eran tan fuertes que no sé cómo demonios no los escuchó (ni qué milagro evitó que rompiera mis costillas).

—Está bien... —creo que esas dos palabras fueron las que evitaron que perdiera la consciencia allí mismo—. Bah, sería hipócrita por mi parte andar quejándome de la de cosas que ignoráis los encadenados para luego callármelo todo; no sabes la de veces que quise corregir los errores de los libros de Historia en el primer ciclo.

—Con que por eso venías con cara larga a la clase... —pensé en voz alta—. Creía que solo odiabas la asignatura, y eso que tenías uno de los mejores promedios.

—Bueno, memorizar no se me daba nada mal, pero me cargaba escribir sandeces como "la comunidad de Sombra de la Verdad empezó a atacar sin un motivo claro en 1981, año gizaki" en un examen. ¡Cómo si las conquistas de Buruhauste no se hubieran producido!

—¿Qué conquistas? —huelga decir que no me estaba enterando; vaya, estaba más pérdida que el último libro de la Elegida. Aún así, algo me decía que estaba siendo sincero; se mostraba indignado del todo, y cuando fingía estar irritado no resoplaba tanto.

Antes de que preguntéis, sí, he revisado mentalmente todas las mentiras que recordaba con nitidez para identificar tics u otros detalles que me ayudaran a identificar trolas; gajes del oficio.

—¿Lo ves? ¡No tenéis ni idea de vuestro pasado! —confirmó él, volviendo a mi anterior pregunta. No pude rebatirlo, porque acababa de demostrarlo; además, quería saber, aun existiendo aquella remota posibilidad de mentira—. ¿Recuerdas la primera excursión del segundo ciclo?

Hice un repaso rápido de las salidas que habíamos efectuado. ¿Los bosques de Izotz? No, eso fue en tercer año; la de biología aplicada no nos volvió a llevar de viaje tras el accidente de las raíces locas. ¿Las cascadas inversas? Podría ser, pero me da en la nariz que lo del rafting fue más una escapada del aula que algo planificado por el profesorado.

Aish, a veces odiaba a mi cerebro; lo desordena todo y luego no sé de qué año es cada cosa, aunque las recuerde como si hubiesen sido ayer. Ese es justo el problema: no sé dónde va cada ayer.

—¿Una pista, giltz? —Aunque no me viera (de nuevo), asentí con fuerza—. Esta formación geológica es conocida por ser la más inestable de la dimensión encadenada... —recitó—. Otro dato erróneo, cómo no.

Ignoré su bufido del final y me puse a buscar, ya con algo más sólido a lo que aferrarme. No tardé mucho.

—Te refieres a las Ebaki uharteak, ¿no? Las islas cortadas —cómo olvidar aquella vez que se me volcó una de esas ínsulas flotantes encima y casi me ahogo; si no fuera por mi prematuro desarrollo mágico, puede que no estuviera hoy aquí y tuvierais que soportar a un giltz tarte de cinco años.

—Exactamente: pedazos de dimensión sombría extraídos por una máquina encadenada gracias a la ceguera egoísta de los que la controlaban. Gente despojada de sus casas, obligada a dormir en el suelo, bajo el jugo de espontáneas erupciones —la acidez de sus palabras iba en aumento a cada sílaba, de la misma manera que su tono de voz; su forma de hablar era tan apasionada que la idea del embuste se volvió liliputiense—. ¡Hay pueblos refugio incluso en volcanes activos! ¡Miles de ciudadanos se desangran al mes para que las viviendas no se vuelvan cenizas con sus moradores dentro! ¡Y eso es solo la punta del iceberg! Mientras tanto, los encadenados celebran sus fiestas patronales en sus gigantescas plazas sin ningún mendigo porque todo el mundo tiene casa, comida, educación y trabajo. ¿No te parece absurdo? Allí tanto y aquí tan poco. ¡Y lo de allí lo robaron!

—¿Y estáis intentando solucionarlo con violencia? —juro que estaba entristecida; mi voz estaba tan rota como un vidrio en el suelo cuando pregunté eso. Sin embargo, tenía que ser práctica y hacerlo hablar lo máximo posible. Además, eso no me cuadraba con su historia (a vosotros tampoco, ¿verdad?).

—¡Ahí está otra! Lo que hace el no saber —se burló, o eso creo; su tono fue de burla al menos—. Primero se intentó la vía pacífica: nuestro anterior líder fue a exponer sus motivos ante el vuestro, pero ni caso. Entonces, a mi padre, por aquella época un veinteañero, se le ocurrió una gran idea: reunir a los Denborazioa y a los giltz para crear una nueva dimensión, que luego anexionaríamos con la nuestra; así, todos estaríamos teóricamente contentos. Por supuesto, el único que no aceptó fue tu antecesor; cuando empezó la persecución fue el momento en el que la guerra comenzó, según vuestro libro de texto. Nuestro objetivo principal era traer a Daniel a nuestra escasa tierra para que sus compañeros lo convencieran, pero nada; se suicidó antes de que lo pudiéramos alcanzar.

—¿Y los bombardeos? —todavía quedaba una barrera de escepticismo en mí, aunque cada vez se debilitaba más. ¡Todo encajaba salvo eso! Y me daba la sensación de que también tendría explicaciones para eso.

—Sabes lo que es la política del miedo, ¿no? —Gabriel no miraba por la mirilla, pero asentí igual—. Recordarle a todo el mundo quienes son los malos según los poderosos y no dejarles elegir bando por temor a una revolución. El gobierno encadenado fue el que lanzó esos explosivos, no nosotros —no, no, no... ¡Eso no podía ser! Yo me hablaba con Diane, era buena gente. ¡Ella no sería capaz de hacerle eso a su comunidad! Que poco me creía mis propias palabras, por amor al infinito. Si me estaba engañando, lo estaba logrando; no obstante, seguía sin parecerme fraudulento por más tics que revisara—. No te equivoques, Aura, suponemos que la mayoría de representantes no está al tanto. Es cosa de unos pocos, hasta podría decir nombres; la lista de implicados es más corta que la de muertos. Solo quería hacerte ver que te han tapado los ojos, que no somos los "villanos malos malosos", que es como nos pintáis. En realidad, a la única que atacamos con violencia fue a ti y a los que te rodean; lo siento por eso, creímos que serías tan poco razonable como tu antecesor.

—Ya... —solo acerté a decir eso, un monosílabo. Los engranajes de mi cabeza iban a mil por hora, ya no sabía qué pensar. ¿Por qué tenía que ocurrir todo a estas horas? Detestaba el funcionamiento biológico de un cuerpo carente de magia.

—¿Es cierto? —me interrogó Gabriel—. ¿Estás segura de estar en el bando correcto?

Quería gritar, quería patear la pared, quería encararme con todos y cada uno de los políticos para averiguar quién estaba detrás realmente. ¿Los que asesinaron a la madre de Shauna eran parte de aquellos con los que ambas habíamos crecido? ¿Aquellos a los que habíamos jurado lealtad eran tan monstruosos? ¿Qué era fraude y qué verdad en aquel punto? Lo desconocía, mi cráneo era un tornado de confusión mareante.

¡Cómo me gustaría ver con mis propios ojos lo que sucedió en realidad!

Con la cabeza entre las piernas, a punto de derrumbarme, murmuré sin rastro de actuación:

—No lo sé.

Publicando tarde, como no... En mi defensa, no sé en qué día vivo y que Mechitas no publicara ayer me hizo plantearme que hoy fuera viernes. En fin... aquí está.

Pregunta importante: si nunca jamás os hubieráis encariñado con los personajes encadenados y os hubiesen dado esta versión de los hechos desde el principio, ¿de qué bando estaríais? Sinceridad, por favor.

¡Os leo en los comentarios!

Mireia

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