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23. Esto huele a chamusquina (Shauna)

23. Esto huele a chamusquina (Shauna)

Si me dieran un diru por cada vez que alguien no se fía de mi palabra, podría comprar la paz interdimensional y todavía me sobraría una gran cantidad de monedas. En serio, es frustrante saber que algo ocurre y te traten de loca.

No obstante, la verdad es que no las tengo todas conmigo esta vez. ¿Estoy siendo contradictoria? Puede, pero no voy a mentiros; no tengo bastantes pruebas que respalden mi teoría.

Vale, sí, lo del olor a flores de bihotz es un buen punto de partida. No obstante, eso no es suficiente (aunque ha sido una grata sorpresa que os hayáis percatado de mi pequeña alergia; sois muy perspicaces). Por más que me fastidie, las condenadas plantitas tienen multitud de usos distintos: regulación de la tensión, prevención de infartos, ayuda en la coagulación sanguínea... por supuesto, las pociones de amor estaban en la lista, pero eran una posibilidad entre miles. Contados medicamentos no las llevan; hacedme caso, tengo que avisar cada vez que asisto al médico para que no me receten nada que contenga esa flor y nunca salgo de casa sin mis pastillas para que los estornudos no degeneren en algo realmente grave.

En fin, que no tengo nada firme (maldito alérgeno omnipresente). Si al menos pudiera analizar la composición de ese perfume...

Un segundo, ¿y por qué no? Mientras el grupo de Layla se había marchado al árbol de los peregrinos (con un Optivi4 de batería atmosférica, alimentada con oxígeno ionizado, detrás; no soy tan estúpida como para dejarlos ir sin vigilancia, aunque me hubiese gustado estar en persona), el nuestro discutía en un banco tácticas para entrar al equivalente del hospital local. Yo estaba a lo mío, la duda ocupaba mi mente al cien por cien, así que estaba haciendo cero aportaciones al tema. ¿Quién me iba a echar en falta? Además, tampoco me iba a ir tan lejos; solo un par de calles y un allanamiento de morada más allá, nada más.

Bueno, sobra decir que me fui a hurtadillas, ¿verdad? No había argumentos en contra (salvo el tema legal... pero eso será solo si me pillan, no tiene importancia).

Entré por la ventana, como todo ladrón sin planeamiento previo que se aprecie, y, con el hechizo jantzi, logré hacer un traje de sirvienta más o menos pasable (Layla es más detallista en lo que a ropa se refiere; es por algo que siempre conjura ella los atuendos).

Todos los pasillos parecían iguales (creo que tienen una pequeña fijación con el color yema de huevo; ese y el tono madera dominaban todas y cada una de las estancias), así que me guié por mi olfato; el picor de nariz fue mi mapa en la laberíntica mansión.

No tardé mucho en encontrar la que supuse que sería la habitación del sospechoso; apestaba a bihotz que no veas.

—¡Achus! —el efecto de la pastilla se había terminado, al parecer; esperemos que nadie haya oído eso.

Un segundo, dos segundos... nada. Bueno, ¿qué me esperaba? ¿Que un inocente estornudo desencadenara una serie de actos cada vez más rocambolescos que acabaran por desenmascararme? ¡Ni que viviera en una serie de televisión o entre las páginas de un libro! No, esas cosas no pasan.

O eso creía yo.

Por precaución, tragué otra píldora (estaba contraindicado tomarlas sin un margen de dos horas en medio; sin embargo, la experiencia me ha enseñado que es más una recomendación que algo serio) y continué con la búsqueda a mayor velocidad.

Acababa de encontrar el frasquito más apestoso del lugar (no es por criticar ni nada, pero el tal Trevor tiene demasiadas colonias) y coger dos muestras, por si una se pierde, rompe o le sucede otra catástrofe, cuando sentí una mirada clavada en mi nuca. Y no, no venía de dentro de la casa, no era nadie de seguridad... venía desde fuera, desde la ventana.

Prueba de ello: un chico salió corriendo en sincronía con el desvío de mi mirada. No grité "¡Hey!" ni nada por el estilo (eso me hubiera delatado aún más si cabe), pero sí que lo seguí; ya efectuaría el análisis después, por ahora el perfume está bien en su cápsula.

Soy consciente de que me estaba alejando todavía más de mi equipo, que ya se habrían percatado de mi ausencia... sin embargo, ese tío era un cabo suelto y no lo iba a dejar ir; lo más probable es que fuera cómplice de Trevor o, aún peor, de Gabriel. Simplemente, no podía irse de rositas.

La persecución continuaba (menos mal que era demasiado pronto como para que la calle estuviera muy concurrida; llamaríamos mucho la atención). La capa marrón del espía ondeaba delante de mí, pero no lograba tocarla a pesar de mis múltiples intentos. La amplia avenida nobiliaria había terminado, dando paso a callejuelas y chozas sin orden ni concierto.

Fue ese desorden el que provocó que acabáramos, sin comerlo ni beberlo, en un callejón sin salida. Era frenar o empotrarse contra la pared; ambos optamos por la opción más sensata. Durante su deceleración, conseguí hacer caer su capucha, dejando al descubierto un peinado alborotado, de recién despertado.

"Es una coincidencia", pensé. Sé distinguir entre lo posible y lo imposible, y que fuera quién al primer instante había cruzado mi cerebro pertenecía a la segunda lista.

¿Verdad?

—¡Muéstrate! —insté, descartando la hipótesis conspiranoica que mi cabeza se había montado. En respuesta, lanzó una patada ciega hacia atrás, que logré esquivar sin soltar la capa; eso oprimió su garganta y le cortó al respiración por un momento. Ni se inmutó. ¿Con quién hablo, con un robot humanoide? Y otra teoría a la lista... sus aires de misterio ya me estaban sacando de quicio—. ¡Mírame a la cara, sucio encapuchado!

—¿Es eso lo mejor que tienes, Shauware? ¿Amenazas y palabras vacías? Creía que, a estas alturas, ya estaría en el suelo —rió. No, no, no, no... ¡Esa no podía ser su voz! Mi mente me estaba jugando una mala pasada. La sobredosis de pastillas debía estar afectándome; me estaban causando alucinaciones. Pero ese mote... El "desconocido" no me dejó tiempo para asimilar nada, porque al segundo invocó—. ¡Neure ura!

Por un segundo, un mísero segundo, el individuo se giró y me giñó un ojo. Y así, de esa forma tan sencilla, mandó toda mi autoconvicción a la porra.

Se disolvió en un charco, cuyas gotas se diseminaron a todas las direcciones posibles para después acoplarse en un lugar muy lejano. Aún así, todos sus rasgos estaban frescos en mi retina; aquellos ojos, los que no pensaba volver a tener la posibilidad de mirar...

¡Céntrate, Shauna! ¡No era él! No. Era. Él. ¿Entendido? Sería una máscara ilusoria. Sí, eso tenía sentido. O una advertencia de que debía tomarme más en serio el prospecto de los medicamentos. ¡Cualquier cosa menos una resurrección! ¡Eso era imposible! Inconcebible con todas sus letras.

Sin embargo, si así fuera... ¿por qué no estaba del todo convencida?

Me quedé ahí, sujetando la tela color chocolate entre mis manos, intentando convencer a ese resquicio de mi mente que no respondía a la lógica. No me di cuenta de que lloraba hasta que el suelo se volvió a humedecer; los recuerdos, aquellos que florecían a cada visita al hospital, se habían vuelto a acumular en mis lagrimales.

¡Aish! ¡Cómo odiaba que se metieran en mi mente y lo pusieran todo patas arriba! Un disfraz que alcanzara mi fibra sensible y, hala, su propósito estaba cumplido.

Abrumada por la furia, que había reemplazado a la nostalgia, lancé la prenda lo más lejos que pude (no fue tanto como esperaba; sin embargo, no estaba buscando ningún récord ni nada por el estilo, así que la importancia que le otorgué a ese detalle fue nula) y me marché del callejón.

Pietro y Wes me habían estado buscando, se les notaba en la cara. Y en las piernas. Y en los brazos. Y en la posición espacial. En todo, hablando con honestidad. No tardaron en avistarme.

—¡Shauna! —llamó Wes cuando aparecí en su campo de visión, todavía con los ojos enrojecidos y una mueca, deformada por la impresión—. ¿Dónde estabas? ¿Y esa cara? Parece que hubieras visto un fantasma.

"Es justo lo que he visto, genio", bromeé en mis pensamientos. No se me pasó por la cabeza admitirlo en voz alta, claro; ya existen demasiadas acusaciones de chifladura contra mi persona, gracias.

—Entonces... —ignoré el interrogatorio— ¿cuál es el plan?

Lo siento, pero hay prioridades. En ese instante debíamos centrarnos en conseguir el alhaja enraizado; luego, lo de después. Por más que todo lo ocurrido me reconcoma las entrañas, las investigaciones quedaban postergadas hasta nuevo aviso.

No obstante, atrasar no significa olvidar. Había un hilo conductor entre el impostor y Trevor y descubriría cual era. Lo juraba por mi vida y las de todos mis seres queridos. Lo juraba por papá. Lo juraba por mamá. Por Aura. Y por Alexander.

¡Hola, aztierdis! Hora de ejercitar la memoria. ¿Cuándo he mencionado yo una capa marrón? ¿A quién diablos se refiere Shauna? Lo sabéis; recordarlo es otra cosa.

A otra cosa, ¿veis qué que Shauna estornude no significa nada? Las flores no son sinónimo de poción amorosa.

¡Os leo en los comentarios!

Mireia

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