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20. Pesadillas y rarezas (Gabriel)

20. Pesadillas y rarezas (Gabriel)

Volvía a estar en el Valle de Galdu, vagando sin rumbo. Mi boca estaba acartonada por la sed y mi estómago rugía como mil leones, pero no era tan estúpido; a pesar de las tentadoras aguas del río y las prometedoras vides que colgaban encima, seguí andando.

—¡Tú no eres mi hermano! ¡Impostor! ¡No mereces el nombre del héroe de las sombras! ¡Eres igual de malo que papá! —La voz de Piper reverberaba contra las paredes de piedra caliza, como si de la banda sonora de una película se tratase. Su tono acusador era como una daga en el pecho.

Llevaba la máscara puesta, aunque no me sentía cómodo con ella; intenté ignorarlo, pero me estaba asfixiando. Traté de quitármela, pero la adherencia crecía a cada segundo. El oxígeno no entraba en mis pulmones; la máscara no lo permitía.

Entré en pánico al caer en lo que ocurría. ¡Me estaba ahogando! Desesperado, tiré más fuerte de la máscara; nada, no salía.

Antes de perder la consciencia, la voz de mi hermana cambió de cantinela; pronunció unas palabras que, palabra de sombrío, jamás habían salido de su boca en mi presencia:

—Toda acción tiene consecuencias. ¿Listo para probar el karma, Gaby?

Me desperté sobresaltado y, a consecuencia, golpeé mi cabeza contra el techo (algún día voy a tirar el canapé y dormir en un colchón en el suelo; me ahorraría golpes de esta clase).

Cuando mis ojos se acostumbraron a la mínima luz, pude distinguir las paredes, junto a los mínimos muebles que las acompañaban. He de admitir que, después de vivir en la gran casa de mi madre, volver a mi cuarto resultaba claustrofóbico; todo era tan pequeño...

"Por su culpa", rememoré, "es culpa de los encadenados. Si tan solo hubieran escuchado a mi padre, él tenía la solución para todo este problema. ¡Pero no! Tuvieron que ser egoístas y no prestar su giltz a la causa. Esa es la palabra que les define: egoístas. Egoístas por romper una dimensión, egoístas querer más tierras, egoístas por fijarse solo en sus intereses, egoístas por no permitir un mal menor en busca de un bien mayor, egoístas por preferir el asesinato de uno de los suyos a nuestra victoria... Egoístas y punto".

Pronto, aquello cambiaría. Cuando Hirusta trajera a la giltz enraizada, la fase dos comenzaría.

Además, por lo que decía su carta de ayer, los Denborazioa también estaban en Sustrai; dado que la presencia constante de Shauna hizo que me tuviera que separar de ellos, esa sería una segunda oportunidad maravillosa para tener a toda la leyenda en nuestro poder. Aunque según los cálculos de mi padre no fueran del todo imprescindibles, serían mejor opción que el suplemento energético de los anteriores; habría más posibilidades de que todos salieran vivos del proceso.

Siendo sinceros, los únicos necesarios eran los giltz y la niña de los cuatro niveles: tres cuartos de los ingredientes eran nuestros prisioneros.

El fin justifica los medios, ¿no es así?

Como sea, me he desvelado y no sé qué hacer con mi vida hasta por la mañana. Dar vueltas en la cama no era una opción (a menos que quisiera perder el hombro por la fricción), así que me levanté. Vacilé un segundo antes de ponerme la máscara, inseguridad fruto de aquella pesadilla, pero no lo dudé mucho más; después de todo, el mundo de los sueños no tiene nada que ver con la realidad (lo dice uno que suele soñar con tortugas motorizadas y nubes que tocan la trompeta; mi subconsciente es extraño a más no poder).

Después de dar un corto paseo por el estrecho pasillo que me separaba del ascensor, decidí bajar a hacer una visita; da gusto ver como los planes salen bien. Pulsé el Sub-11 y esperé.

Cuando llegué, escuché golpes provenientes de la celda G; Aura y Nathan volvían a pelearse. La inyección de odio había funcionado a las mil maravillas.

En un momento dado, un guardia cogió al traidor y, como si de un saco de patatas se tratase, lo llevó en dirección al verdugo. ¿Tortura madrugadora? Será que se ha pasado con los golpes; después de todo, si muere alguno, tendríamos que buscar a la nueva reencarnación otra vez. Por curiosidad, me acerqué a comprobar el estado de la encadenada (repito, su cadáver no tiene valor alguno; la preocupación por una vieja "amiga" es lo de menos).

En efecto, Aura se encontraba en bastante mal estado: su piel era más morada que blanca y un hilo de sangre bajaba por su barbilla. Por la mirilla del portón no veía nada más, pero supuse que habría más heridas.

Al sentir mi presencia (no sé cómo), la giltz se incorporó. Sin embargo, no logró levantarse, así que se quedó sentada, espalda contra la puerta.

—¿A qué has venido, Gabe? —su voz me decía que estaba en lo cierto; también tenía la nariz rota. Aún así, no pude evitar preguntarme cómo había descubierto que estaba allí—. La mirilla no es un cristal policial, ¿sabes? Puedo ver en la otra dirección; he reconocido tu ojo. ¿Cómo no? Después de nueve años enamorada de ti, ya me lo había memorizado; y, pese a todo, no pude reconocerlo las veces que estuvimos combatiendo.

—Bueno, siendo justos, estabas demasiado ocupada esquivando y respondiendo como para mirar a unos ojos que apenas se ven —apunté. Ella rió; no pasaron ni dos segundos antes de que esa carcajada derivara en tos.

—Ya, aunque tu poción amorosa esa también tuvo algo de culpa, ¿eh? ¿No podrías haberme puesto la pulsera y robado los poderes mientras dormía y ya? —me la estaba imaginando, mirando al techo y soltando un suspiro.

—Hablas como si Shauna no hubiera puesto un sistema de seguridad ultra enrevesado en tu habitación —acababa de darme cuenta de que no llevaba el emulador activado. Bah, ni que hubiera otra persona en el pasillo; el guardia de turno se había llevado a Jones y el reserva, al verme llegar, habrá decidido dejarme mi espacio.

—¿Al final lo puso? ¡Pensaba que era solo una amenaza! Si Layla no hubiese tenido parentesco conmigo, el láser DNA la hubiera frito —y se volvió a reír, para luego toser de nuevo. ¿Cuántos golpes en la cabeza se había dado? Solía ser más sería—. Creo que, si por algún casual llegarais a capturar a Shauna, tendríais que llevarla al piso treinta de las celdas para que no le llegara el wifi; una línea de internet la hace imparable.

—No te creas, al Sub-11 tampoco llega la señal —le corregí—. Bueno, lo cierto es que la señal está bloqueada en todo el búnker de Egia; usamos otro sistema... menos viral para la comunicación —no iba a decirle que teníamos nuestra propia aplicación de mensajería, el SVM (Sombra de la Verdad Mensajes; el nombre no era muy comercial que digamos, ni intención había de cambiárselo); no me preguntéis la razón, pero quería dejarle algo al misterio. ¿Qué le voy a hacer? Si no le guardo un secreto, por ínfimo que sea, no soy yo.

—En mi defensa, no lo sabía —contraatacó, divertida. Si ella hubiera estado a mi lado de la puerta, lo más probable es que me hubiese golpeado en broma; si tuviera que apostar, diría que con el codo. ¿Qué? ¡Ni que media vida de recuerdos se hubiese esfumado! Años estudiándola dan sus frutos.

La alarma de mi despertador resonó por el pasillo. El tiempo había pasado volando; ya casi era hora de presentarme ante mi padre, Nagusi, con la información que Hirusta me hizo llegar. Murmuré un "adiós" de despedida, pero ella me frenó; tenía una última cosa que añadir.

—Ha sido un alivio poder hablar contigo en vez de con Itzal, Gabe.

—¿Y eso? —cuestioné. La opción del golpe en la cabeza volvía a estar presente.

—¿De veras lo preguntas? Itzal es mi enemigo; Gabe, en cambio, mi amigo. ¡Me da igual que seáis la misma persona! ¡Me da igual que el segundo fuera una mísera ilusión! Por un momento, te has comportado como él, como el amigo sensato con el que puedes hablar en vez de como el sublíder prepotente y cansino. Ha sido la conversación más agradable en semanas; gracias.

Bajo la máscara, esbocé una sonrisa; supongo que es lo que ocurre si no te llevas bien con tu compañero de celda.

En el camino de vuelta, me dispuse a pensar. ¿Por qué Aura se había comportado así después de lo ocurrido? ¿Habría entendido por fin las razones? ¿O será el síndrome de Estocolmo ese? ¿Restos de maitasun usain en mi ropa? ¿Sentimientos pasados imposibles de enterrar, tal vez?

No tenía ni la menor idea; sin embargo, estaba de acuerdo con ella: había sido agradable.

¡Qué cunda el pánico! Vale, no, no es lo que parece. ¿Qué era lo que ocurría en los capítulos 20 y 21? Así es, contradicciones. Mientras estabáis leyendo esto, yo publicaba el siguiente capítulo. Así es, ¡maratón! Ya tocaba, después de todas las alegrías que me habéis dado.

¡Os veo en nada!

Mireia

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