14. Licencia para emocionarse (Aura)
14. Licencia para emocionarse (Aura)
La alarma de la comida inundó los calabozos, haciendo que tanto Nath como yo nos lleváramos las manos a los a los oídos. En serio, de toda la gama de sonidos que existían en el multiverso, ¿debían elegir el de las uñas sobre la pizarra? Era, sin duda alguna, el único momento del día en el que agradecía haber perdido algo de oído junto con mis poderes; insoportable lo describía a la perfección.
Por suerte, apenas duraba unos segundos; los guardias se hartaban rápido de esa tortura, más que nada porque ellos también la experimentaban. El ruido terminó tan pronto como empezó.
Sonreí. Había llegado la hora; el mensaje del topo iba a realizarse. Por primera vez desde que estaba allí, tenía un plan.
—Da gusto volver a ver ese brillo en tus ojos —afirmó Nathan, con una sonrisa en el rostro.
—Para tu información, antes, si brillaban de este color —señalé al azul fosforito que conformaba mi iris— era porque estaba enfadada.
—Sabes perfectamente que no me refiero al color, sino a la chispa; tramas algo.
—¿Y qué si lo hago? —se notaba a la legua que quería saber de qué se trataba, pero no se lo iba a contar; este era un asunto entre el infiltrado y yo, no debía involucrar a nadie más. Si eso, ya se lo diría tras el encuentro.
Un guardia nos escoltó por los pasillos hasta el comedor. Para quien se lo pregunte; sí, era el mismo tipo de la otra vez (¡vaya fijación que nos tiene! Aunque quizá sea solo para ganarse una paga extra; al ser legendarios, somos prisioneros codiciados).
Conté las mesas. "Una, dos...", al llegar a la octava, me detuve en seco y me senté en el banco.
—Levántate —me crucé de brazos, sin mirar a nadie; si había escrito mesa 8, por algo sería—. ¡Qué te levantes he dicho! —me empujó el guardia. Yo continué en mis trece, haciendo caso omiso de las miradas asombradas de los presentes—. ¡Se acabó! ¡Ahora mismo vuelves a la sala de tortura! Si es que ya sabía yo que había gato encerrado en lo de esta mañana...
Eso sí que no; si el espía me había citado allí, ese era el lugar en donde tenía que quedarme. Me aferré con fuerza al asiento, clavándome astillas en el proceso, pero fue en vano; el guardia me levantó en volandas sin ni siquiera pestañear. Maldigo mis brazos debiluchos.
Salimos del comedor a toda prisa, ante la mirada confusa de sombríos y presos; juro que si tuviera (por poner un ejemplo) una boina telepática, habría escuchado "¿Qué acaba de pasar?" en la mente de todos los presentes.
Comenzaba a asumir que había perdido mi mejor baza, la mayor oportunidad que se me había presentado desde mi captura. Dolía, y era el imbécil del guardia el culpable de esa herida (aunque quizá fuera la del topo; a ver, ¿quién organiza un encuentro secreto en medio de la zona común más extensa de Ziega Ilunak?).
Por supuesto, todas esas acusaciones se desvanecieron de mi mente cuando escuché esta frase y el recuerdo que llevaba adherido:
—¿Y se supone que eres soldado, Grace? ¿Acaso no sabes acatar una simple orden?
Contaba con nueve años aquel 7 de marzo. Estaba de los nervios.
Bueno, siendo justos, seguía siendo la más joven de la Lehia anual y, por lo tanto, el supuesto blanco fácil. Aun habiendo participado más veces que los aztis que me sacaban uno o dos años, esa creencia seguía vigente (ridículo, ¿verdad?).
Pero mis cosquilleos danzantes no eran por eso. Aquel año, tal y como había decidido el azar, era una competición padre-hijo. Dado que Shauna todavía no había desbloqueado su magia, el Entrenador había accedido a ser mi acompañante; él quería ser mi padre en ese evento, y yo no podía decepcionarlo.
Solo quedaban dos parejas sobre el campo de batalla; la cuerda que nos unía continuaba intacta. Solo debíamos romper el hilo del contrincante y seríamos los vencedores.
—Espera a mi señal, Aura —me dictó él.
Sin embargo, mis ojos captaron algo; una rama, muy cerca del cordel rival. Ellos parecían no darse cuenta, ni tampoco el Entrenador; desde mi punto de vista, era ahora o nunca, no había señal que valiera.
—¡Hazi! —invoqué, haciendo que la rama creciera, cortando la cuerda. Un pitido sonó; habíamos ganado.
Aún así, mi papá de acogida no estaba tan contento como debería.
—¿Y se supone que eres soldado, Grace? ¿Acaso no sabes acatar una simple orden? —me echó en cara cuando quedamos solos.
En aquel momento no sabía que me estaba tomando el pelo (vaya broma más cruel, de paso), así que pensé que había ocurrido lo que temía; le había decepcionado. ¡Pero no debía ser así! ¡Habíamos vencido gracias a mis instintos! Sacando coraje de donde no había hace nada (recordad, no sabía que no iba en serio), me planté frente a él y dije:
—Vi una oportunidad y la aproveché. ¿Qué querías que hiciera? ¿Discutir su viabilidad mientras se me escapaba de las manos? Gracias, pero no, gracias —recité, repitiendo las palabras que usé aquella vez.
Mis pies se detuvieron en medio de aquel pasillo volcánico. La estancia estaba vacía; todo el mundo se encontraba en el comedor, tanto presos como vigilantes.
En ese instante, lo entendí; todo había salido según el plan, su plan. Una estrategia enrevesada digna de los Collins.
Levanté la vista, cruzándome con los ojos miel del guardia. Antes eran café, estaba segura; era tan cierto como el cambio en sus rasgos. Una máscara ilusoria, ¿cómo no me había percatado? Fui el conejillo de indias cuando Shauna experimentó con ellas.
—Nunca cambiarás, ¿verdad? Fuiste, eres y serás una cabezota —recordó él con una sonrisa; aquella sonrisa orgullosa que esbozaba siempre que hacía algo bien.
—¿Y qué le voy a hacer, Entrenador? —vocalicé, mientras una lágrima rebelde bajaba por mi mejilla. ¿Cuándo había empezado a llorar?—. Si tengo razón, tengo razón; no hay contraargumento que valga.
No obstante, no era momento de ponerse emotivos, decirnos lo mucho que nos habíamos echado en falta y ñoñerías varias; en ese instante, nuestra relación debía ser profesional. Sequé los ríos con las manos y adopté una expresión seria.
—¿Cuál era el asunto que debía comunicarme? —cuestioné en tono formal.
—Habitación 428, blindada; allí están vuestros poderes —reveló, bajando el volumen de su voz. Después, me pasó una tela vaquera, doblada con esmero; supe al instante que prenda era—. El botón extra es para hacerlo desaparecer: derecha, invisible; izquierda, visible. ¿Claro, soldado?
Me puse mi querido chaleco (o una copia casi exacta) y giré el botón indicado, para probarlo. Tras comprobar que, de hecho, se desvanecía y reaparecía, inspeccioné mis bolsillos: espadas, flechas, ballestas, dagas y la reserva de calcomanías; salvo por los mini—filos del demonio, todo perfecto. Además, con Jazz como estaba, las calcomanías serían de gran ayuda.
—Como el agua de cristal —pronuncié, finalizando así el código. Iba a terminar la conversación ahí, pero me lo replanteé; después de todo, hacía tiempo que no lo veía (desde el cumpleaños de Shauna, creo; supongo que desapareció entre el caos del bombardeo)—. ¿Licencia para emocionarse? —cuestioné, extendiendo los brazos.
Él volvió a esbozar esa sonrisa; asintió y lo abracé. Un abrazo que decía más que un largo discurso emotivo; un gesto que reflejaba toda preocupación, miedo, cariño y alegría que sentía a la vez.
Al separarnos, el Entrenador encendió su máscara ilusoria de nuevo. Tras un momento de incomprensión, recordé que se suponía que debía llevarme ante el verdugo.
Suspiré. ¿Qué se le iba a hacer? Había que conservar las apariencias.
Puse mi mejor cara de enfado y frustración (no fue complicado; pensé en Gabriel y me salió solo), el "guardia" volvió a agarrarme del brazo y, juntos, nos dirigimos a la sala de tortura.
¿Qué, Itzal? ¿Te crees buen actor? Atento, está por empezar el segundo acto y ten por seguro que no tienes el papel principal.
¿Quién se lo esperaba? ¿Quién se creía que estaba muerto aunque Shauna aclaró que "no estaba entre los cadáveres"? ¿Quién ni siquiera se acordaba de Will Collins, alias El Entrenador? Ya tenía ganas de que saliera, desde que lo mencioné por primera vez.
Entonces, gente, ya tenemos a nuestro topo, Aura tiene un plan y se me ha escapado una pista gigantesca sobre lo de Jazz (vamos, que os lo he dejado muy sencillito). A ver como va esto...
¡Os leo en los comentarios, aztierdis!
Mireia
P.D.: Tengo que hablar con colourfulmechitas sobre lo del concurso invertido...
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro