13. Espiando de etiqueta (Layla)
13. Espiando de etiqueta (Layla)
—¿Estás segura de que es aquí? —cuestionó mi hermano, libro en mano.
Desvié la mirada del muro que rodeaba la mansión a la que el lazo forjado la noche anterior nos había guiado para clavársela a él. Un "¿es en serio?" era legible en mis ojos.
—No —ironicé (por fin había comprendido el concepto del sarcasmo, e iba a usarlo)—; he usado mis poderes espaciales nuevecitos y lo he comprobado mediante el hechizo jabetza, pero no tengo claro si esa insistente cuerda mental tira hacia este lugar exacto —él parecía no haber captado que lo dicho no iba de forma literal; me llevé la palma a la frente—. ¡Pues claro que sé que es aquí! ¡No te fastidia!
Aunque podría haberle gritado un par de cosas más, tuve que agacharme y cerrar el pico; un guardia pasaba frente a la puerta. Nos quedamos allí, tras las hojas ocres del arbusto, hasta que lo perdimos de vista.
Había estado cerca. Shauna nos había impartido un cursillo rápido sobre Raíces Eternas, mencionando su formalidad, la desaparición del tuteo por desuso, su mentalidad "enraizada en el pasado" y, sobre todo, su aversión a los forasteros. Al parecer, tras la guerra civil, toda aportación del exterior había sido repudiada; si venías de fuera de la dimensión, sin importar de donde, eras rechazado de forma automática por la sociedad.
La chica se había informado, no cabía duda (aunque puede que esto formara parte de la asignatura "Historia" que aun no nos habían impartido).
—Entonces, ¿qué hacemos? —inquirió Wes—. Porque entrar allí y decirle "este libro es tuyo, ¿no? Por cierto, sabemos que eres la giltz local y necesitamos tu ayuda" no es viable; sería un suicidio.
Los dos miramos a Shauna, expectantes. ¿Qué? Ninguno teníamos experiencia en esos temas y ella había sido reclutadora en el pasado; aunque la destituyeran, seguía teniendo ese conocimiento que requerimos para acercarnos a ella.
—En un caso normal nos darían su perfil, diseñaríamos otro al que le sea posible trabar amistad con el objetivo e hipnotizaríamos a todos, con la intención de que el personaje que habríamos creado fuera considerado alguien cercano, como un primo o un amigo de la infancia. Sin embargo, dado que nadie nos va a entregar un documento con los datos de esa chica y que la hipnosis básica solo funciona en gizakis, tendremos que tirar de recursos. ¿Qué sabemos de ella?
—Que le gusta leer —mencioné, señalando al libro.
—Cierto —concordó Shauna—, pero también le tiene pavor a ser descubierta con su pasatiempo; por eso huyó sin el libro, en un intento de que no los relacionáramos, y por eso están las páginas protegidas por un conjuro ezkuta. Además, iba distraída cuando chocó, por lo que tenía muchos pensamientos en mente; problemas, a juzgar por su expresión. Por último, sabemos que venía de hacer algo ilegal, lo más seguro que tenía que ver con el libro en cuestión; ningún enraizado legal al cien por cien andaría por la calle más allá de las ocho.
Nuestras mandíbulas se habían desencajado hacia la mitad de la explicación; nuestras barbillas tocaban el suelo al llegar a la conclusión. ¿Tanto podía sacar con solo observar a una persona cinco segundos? Daba miedo, pero molaba a partes iguales.
—Para resumir, tenemos que presentarnos con el libro, dándole a entender que sabemos qué ley ha roto, y chantajearla. ¿Correcto, profesora? —deduje.
—Un plan casi perfecto sobre el papel, Layla —me felicitó. Esto de la estrategia no se me da mal del todo (quizá sea por la de veces que me he escapado a una fiesta, cada una con una coartada distinta e igual de creíble; ¿quién diría que desobedecer me iba a venir tan bien en el futuro?). Sin embargo, añadió una pega—. No obstante, entrar todos levantará sospechas; Wes tendrá que ir solo.
—¿Yo? ¿Por qué yo? —preguntó.
—Por las convenciones sociales, bobo —replicó. Creí escuchar un deje de mote cariñoso en ese "bobo"—. Una chica con un libro no encaja en su puzle mental; puesto que eres el único chico, te ha tocado.
—Está bien —refunfuñó. Tampoco es que tuviera otra alternativa.
—Layla, haz los honores —ladeé la cabeza, mirándola con confusión. Shauna rió—. ¿Crees que no noto tus cambios de vestuario? ¡No hay dos días seguidos que lleves el mismo vestido! Has dominado el hechizo jantzi, así que vas a crearle un traje a tu hermano. No va a pasar por noble en chándal, ¿no te parece?
Le di la razón con un gesto; ese conjuro era uno de mis preferidos, a pesar de lo superficial que suene. Cerré mis ojos y murmuré la mencionada palabra arcaica, imaginando como vestiría a Wes. Se me escapó una risa; ahora, mi gemelo se había convertido en mi muñequita...
—¡Layla! —se quejó él, extrañándome. Abrí los ojos, encontrándomelo, sin comerlo ni beberlo, vestido de princesa. No pude aguantar las carcajadas, ni Shauna tampoco; era demasiado—. No es gracioso— bufó.
—Cierto —me mostré de acuerdo entre risa y risa—, el rojo no te favorece. Quizá, con un verde espuma de mar... —Shauna se encontraba en el suelo, revolcándose y sujetándose la tripa; Wes estaba cada vez más enojado, con la cara del mismo color que su nueva ropa a causa de la rabia—. Solo era una broma, hombre, ya lo arreglo —volví a formular el hechizo, teniendo en mente el traje correcto esta vez—. ¿Así mejor, cascarrabias?
Llevaba el típico traje de príncipe azul, con sus florituras habituales, en variantes del color verde espuma de mar (sí, no me lo quité de la cabeza); un reloj de bolsillo sobresalía del lugar que su nombre indicaba, una referencia personal. Seguía siendo gracioso verlo tan arreglado, pero no nos reímos tanto; lo del vestido había sido insuperable.
—Esto servirá —dictó Shauna, sin dejarle contestar—. Solo un último detalle, para rematar —se acercó, posando el índice de su mano izquierda en mi frente y el pulgar de su derecha en la de Wes—. Ikusentzun lotura —murmuró.
El mareo golpeó mi mente de manera repentina. Para que os sea más fácil de entender, fue como cuando te tomas una bebida fuerte (tipo whisky) y se te sube a la cabeza; te mareas, empiezas a ver doble y los sonidos se oyen distorsionados.
Esta comparación me ha hecho dudar, ¿Shauna nos emborrachó con magia? Tengo que mirar como se dice "borrachera" en el diccionario, por si acaso.
—¿Qué acaba de pasar? —escuché a mi hermano, igual o más confuso que yo (cabe decir que él no asistía a la misma clase de fiestas que una servidora), entre todos los sonidos.
—Una conexión audiovisual, para que podáis ver y oír lo que el otro —afirmó Shauna, orgullosa. Le dediqué una mirada de extrañeza y, a juzgar por la otra mitad de mi campo de visión, Wes hizo lo mismo—. ¿Qué? Agradeced que lo haya logrado; podría haber cegado o ensordecido a alguno o directamente dejarlo sin neuronas.
—¿Por qué no nos has puesto un maldito transmisor entonces? —escupí yo—. Eres la inventora, tendrás un millón por ahí.
—Ya, claro, llevar un dispositivo electrónico en una ciudad, una dimensión, donde la tecnología no existe. Muy sutil, ¿no? Si quieres que tu hermano sea decapitado, claro.
—Pero tú si puedes lanzar uno de tus robotitos a inspeccionar el terreno —repuse, al ver que el ojo de metal volvía a su bolsillo.
—Es un... caso especial —respondió ella, leyendo el papel que el Optivi4 había traído en uno de sus compartimentos—. Veamos... la hija de los dueños de la casa cumple dieciséis... Bajita, cabello negro, ojos verdes y rasgos aniñados; bien, encaja con la descripción... Acontecimiento importante... Celebración a la puesta de sol... Suficiente. Wes, atento, tu objetivo se llama Josephine Corlan y esta es nuestra única oportunidad de sacar provecho del libro.
Mi cabeza daba vueltas y los sentidos duplicados no ayudaban a aclararla. Sin embargo, una duda se abrió paso a través de la bruma; una pregunta que debí haber formulado desde que empezó a hablar de esta dimensión.
¿Cómo era que sabía tanto?
Ni sé como lo he hecho. Mejor publico antes de quedarme dormida.
Mireia
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