12. Impostora (Jazz)
12. Impostora (Jazz)
Me dolía todo lo de dentro; todo todo, desde las tripas hasta el alma. Creía que en cualquier momento iba a explotar. Kaboom. ¿Sabéis lo que es eso? No, no lo sabéis; no sois yo ahora mismo y no podéis saber lo que pasa aquí adentro.
Echaba de menos a papá y a mamá; ellos me consolarían y encontrarían un jarabe que curara lo que fuera que me hiciera sentir mal. Quizá solo fuera un zumo de piña y un abrazo, o puede que algo más fuerte, pero lo lograrían; siempre lo hacían.
Echaba de menos a Wesy; él seguro que me haría reír. Él me seguía el juego, era el único que saltaba al sofá cuando gritaba que el suelo era lava. Ahora, lo que sentía como lava era mi sangre.
Echaba de menos a la chulita de Layla; quería competir contra ella otra vez. Y ganar, también ganar; así no me sentía tan perdedora.
Aunque no tanto tantísimo como a los demás, echaba de menos a Aura. Ella era la hermana mayor que nunca tuve; por momentos, hasta fingió serlo. Además, seguro que sus súper-poderes harían que me sintiera como nueva.
Las lágrimas salían de mis ojos sin que yo pudiera detenerlas. ¿Cuando había tragado yo gasolina y un mechero? Ardía como una patata frita recién sacada de la freidora.
Ahora quiero patatas fritas, tengo hambre. ¿Era ya la hora del comedor? ¿Faltaba mucho? ¡Quiero comida!
De repente, el pum de una piedra se escuchó. Pegué un saltito y despegué la cabeza de mis piernas. Un ojo azul fosforito me observaba desde un agujero.
No. Ese ojo no podía ser de ella, me lo estaba imaginando. Como a las luces rojas que rodeaban a las personas. Como a esos incendios que iluminaban mi mazmorra de vez en cuando. Como a todo lo que veía desde que me inyectan ese líquido negro todas las mañanas. Ese ojo no era de la verdadera Aura, era otra tomadura de pelo por parte de ese suero.
Aura era fuerte, ella no se dejaría atrapar, nunca jamás de los jamases. La verdadera Aura estaría fuera, con mis primos, ideando la manera de rescatarme y deje de ver cosas raras.
Aún así, solo para asegurarme de que no era ella, pregunté:
—¿Aura? —salió como un gimoteo de bebecito asustado. Yo no soy un bebé, soy una niña grande, pero el resto del mundo era tan enorme que parecía que seguía llevando pañales.
El ojo bajó la vista; una gotita de tristeza asomó por su borde.
—Hola, Jazz —saludó su voz, con un tono muy pero que muy triste; parecía una bombilla apagada.
Volví a enterrar la cabeza entre las piernas, más deprimida que nunca. Era ella, era su voz. Pero no podía ser; a Aura Grace no se la puede encerrar, es imposible. ¡Me niego a creerlo!
—¡Impostora! —respondí; esa imitadora de voces y ojos no me iba a engañar como a una cría bobalicona.
El ojo rodó como una noria; admito que actuaba muy bien, era lo que Aura hizo la primera vez que la acusé, cuando subió al coche, pero seguía siendo una copia barata.
—¿Por qué siempre me tienes que decir eso? —preguntó, siguiendo en lo suyo—. En serio, es cansino. ¡Encima esta vez no estoy de incógnito ni nada por el estilo!
Decidí probarla, solo por si acaso; me estaba haciendo dudar.
—Lo haces bien, falsa Aura, pero ella usa expresiones más de... elfo —una impostora no podría fingir sus enfados, eran demasiado exagerados para imitarlos; la había desenmascarado. O eso pensaba.
—¡¿Te estás quedando conmigo?! —exclamó, asustándome un poco... bastante—. ¡Yo tengo de elfo lo que tú de sirena espacial de ocho ojos! ¡Nada de nada! ¿Ulertu, soldado?
Ahora sí que no podía decir que no a lo obvio; la persona al otro lado de la pared era Aura. Eso me ponía alegre y triste a la vez; alegre por tenerla cerca de nuevo, y triste porque ni siquiera ella había logrado escapar a las garras de león de esos villanos. Pero no de león como Simba, más bien como Scar.
—Entonces, eres tú de verdad —el ojo se movió arriba y abajo, como la cabeza a la que estaba atado (y que no veía)—. ¿Cómo?
—¿Recuerdas a Gabe? —fue mi turno de asentir; recordaba haberle chivado a Aura lo que él sentía por ella—. Bien, pues resulta que era malo; me timó, robó mi magia y me metió aquí. Ahora soy una presa con un horario de torturas muy flexible.
No entendí todas y cada una de sus palabras, pero sí el sorprendente mensaje. ¿Gabe era el malo? ¿Él? Aunque no me encajaba, viniendo de Aura, me lo creía; no sería tan idiota de mentirme ahora, sabiendo que la pillo (casi) siempre.
—Pues vaya chasco —murmuré.
—Dímelo a mí; me vio cara de tonta durante nueve años.
—Nueve años son muchos —repetí. Yo tenía nueve de edad, sabía cuántos años eran. Si yo era mayor, el engaño era mayor.
Sin avisar, el dolor, ese del que os he hablado antes, se hizo más fuerte. No pude mantenerme sentada, así que me eché al suelo, acurrucada en posición gatuna.
—¡Jazz! —se preocupó Aura. Supongo que gritó algo más, pero no llegué a escucharlo. También creo que intentó atravesar la pared para tratar de ayudarme; mala suerte, ese muro está duro.
El ardor duró unos ¿cinco minutos? Me parecieron más, pero creo que son cinco. Los bordes de la imagen que veía se estaban poniendo blancos; parecía que se había derramado leche encima.
Después, aunque el dolor no desapareció, volvió a los niveles a los que estaba acus... acostul... acostumbrada (vaya palabra más larga). Mi visión se quedó más pálida.
El ojo de Aura estaba muy muy abierto. ¡Parecía que se le iba a salir! Eso solo podía significar algo malo.
—Tu cumpleaños —ordenó. No entendí. ¿Para qué me pedía eso? ¿Qué tenía que ver con lo que acababa de pasar? No parecía venir a cuento.
—¿Qué? —pregunté.
—Que me digas la fecha de tu cumpleaños, es importante —repitió. Bueno, quizá quería felicitarme o algo, ya que faltaba menos de un mes, pero sentía que era mucho más serio; no sé, algo en su ojo me lo demostraba.
—El 7 de junio —dije al fin.
—Lo suponía —suspiró desde el otro lado—; tu décimo cumpleaños está al caer. Los síntomas lo dejaban claro, aunque solo estés en la fase febril, puede que llegando a la de la ceguera.
No comprendía nada de nada. Era demasiado compla... complico... complicado.
—¿De qué hablas? —quise saber.
—Mejor que no te lo cuente, Jazz —respondió ella. Que injusta—. Créeme, no te conviene conocer la verdad todavía. Solo mantente lo más calmada posible; eso aminorará el dolor que estás sintiendo.
Asentí, aunque la idea de ser ij... ignot... ignorante no me gustara; la última vez que no me fie de Aura, mis padres y mis tíos acabaron muertos.
Comencé a meditar, como hacen en la tele cuando quieren relajarse (sí, con el ohm y todo). Poco a poco, el incendio pasó a parecer un grupito de velas; Aura tenía razón, como no.
Ella recogió el ladrillo y enrolló un cordel de su mono en él, haciendo que cada extremo diera a una de las celdas.
—Si me necesitas, tira de la cuerda para sacar la piedra —explicó.
—¿Cómo un mensaje HNH? —pregunté.
—¿Qué? —no sabía de que hablaba. ¿Es qué Aura no veía la tele? Aunque quizá no haya los mismos programas en su casa que en la mía.
—Hermana Necesita Hermana —recité—. Eso es HNH.
—Sí, algo así —me da en la nariz que, sin la pared en medio, habría visto a Aura sonriendo con ternura. ¿Sería por lo de llamarla "hermana"? Era más o menos eso para mí, hija única como soy—. Hasta la próxima, Jazz.
—Adiós, Aura —me despedí y ella tapó el agujero.
Aún así, aunque no viera ya nuestro medio de comi... comunin... comunicación (debo dejar las palabras difíciles de pronunciar), sabía que podía contar con ella. Ya no estaba sola.
¡Lo logré! Jueves a las 8 de la tarde, terminé el capítulo. Este será el que reemplace al del sábado, que no estaré. Tampoco creo que pueda publicar la semana que viene, a menos que entre el sábado me ponga las pilas y lo acabe en un día.
Quiero mencionar también que el martes, 28/3, está trilogía cumplió un año desde su comienzo. Ya sé que escribí un discurso de agradecimientos larguísimo en mi perfil (que podéis ver, si gustais), pero quería volver a mencionarlo aquí: puede que no conozca ni retenga en la memoria todos los nombres de usuario, ni a las personas que hay detrás, pero todas ellas tienen un hueco en mi corazón. Sin vosotros, esta trilogía sería otra serie de historias perdida en las profundidades de wattpad.
A partir de mañana por la tarde, no estaré por aquí. ¡Que paséis una buena semana! ¡Os leo en los comentarios, aztierdis!
Mireia
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