La suavidad de su piel rozando la suya y sus radiantes ojos grises muy oscuros para ser reales viéndola fijamente, era lo que ella podía pedir y tener.  La suave brisa del aire alborotándole el cabello sin convicción la llenaba de felicidad y emoción.

Tan solo había pasado dos semanas desde que había aceptado la oferta de Thorsten de vivir en su casa en Rumania y peculiarmente se sentía diferente. Tanto sus hermanos como ella, podían respirar con tranquilidad y sin miedo. Estaban protegidos por Thorsten Staggs el dios del trueno y creador de todos los Elegidos.

Katheryn no estaba segura de querer saber las respuestas a todas sus dudas. No quería sentirse decepcionada una vez más pero todo aquello era un enorme dilema: Saber absolutamente todo o fingir que todo estaba bien a pesar de querer el pasado de aquel misterioso joven que comenzó a inquietarla demasiado.