Capítulo 15
—Aprovechando que el tonto de Leose ha largado...—añadió Thorsten envolviendo a Katheryn en sus brazos, ambosestaban sentados sobre la alfombra del suelo, a los pies de la cama y con laluz apagada. Solo alumbraba la pequeña lámpara que Luke le había prestado díasatrás— ¿Por qué no me cuentas tus anécdotas que hiciste en mi ausencia?
—Uhm—murmuró ella, dejándosemimar por él—ah, pues... te fui a buscar con Owen hace unos días y no teencontré.
—¿En serio?—se hizo eldesentendido—ya no tienes poderes, ninguno de tus amigos tampoco, ¿Cómo fue quefuiste a buscarme?
Ruborizada, escondió el rostro enel cuello de Thorsten y en un susurro le respondió.
—Leonard fue de gran ayuda. Meobsequió unas rocas pequeñas para poder tele transportarme a donde quisiera.
—Eso explica todo—le acarició labase del cuello con el pulgar y ella cerró los ojos.
—¿No estás enfadado?
—No, Honey, contigo ya no puedoenfadarme.
—¿Recuerdas que antes yo era elmotivo de tu ira?
—Y lamento habértelo hechosaber—murmuró—ahora eres el motivo de mi existencia.
—¿También soy el motivo de que tehaya nacido un corazón?
Sobresaltado, arrugó la frente yla miró directo a los ojos. Por un largo minuto no dijo nada pero después serelajó y esbozó una sonrisa.
—Sí, también eres el motivo porel cual un corazón raro yace dentro de aquí—se palmeó el pecho y le depositó unbeso en la sien. Ella se sintió aún más feliz.
Pasaron los minutos y según elreloj de pared, eran las 3:30 am y ellos ni si quiera tenían ganas de dormir.
Querían seguir abrazados así comoestaban. Y Thorsten se moría de besarla y poseerla hasta el amanecer aunquesufriera heridas en el cuerpo pero sentía que era una falta de respeto para consu bebé. No era justo que él "invadiera" su privacidad.
De solo pensarlo, le causógracia.
Mientras tanto, Katheryn leregistraba la lista de canciones de su iPhone.
—Tienes muchísimas canciones enespañol—le dijo ella con la lengua entre sus dientes. Él suspiró.
—Sí. Los latinos cantan muy bien.
—¿Alex Ubago?—le preguntó Katheryn con las cejas levantadas— ¿Ella vive en mí? ¿Me muero por conocerte?
—Son relajantes. Esas dos son misfavoritas.
—¿Puedo escucharlas?
—Seguro, Honey.
Katheryn le bajó al volumenmínimo y comenzaron a escuchar Ella viveen mí.
Ella vive en mí
Como una canción
Que alimenta los oídos de micorazón
Ella vive en mí
En cada despertar en mis sueños
Y secretos aun sin revelar
Y yo me pierdo en su sonrisa
Y ante su abismo me dejo caer
Y Es ella la que me lleva alcielo de la mano
La que me quiere tal y como soy
Esa que llena el mundo de alegríay fantasía
Es ella la que me resalta toda milocura
Esa que me acompaña en laaventura que es la vida
La que cura mis heridas con susbesos
A donde siempre regreso
Ella vive en mí
Como la pasión que acelera
Los latidos de mi corazón
Ella vive en mí
En cada poro de mi piel y
No hay nada que mis ganas puedadetener
Y yo me pierdo en su sonrisa
Y ante su abismo me dejo caer...
Y Es ella la que me lleva alcielo de la mano
La que me quiere tal y como soy
Esa que llena el mundo de alegríay fantasía
Es ella la que resalta toda milocura
Esa que me acompaña en laaventura que es la vida
La que cura mis heridas con susbesos
A donde siempre regreso
Porque ella vive en mí
Ella vive en mí...
La que me quiere tal y como soy
Esa que llena el mundo de alegríay fantasía
Es ella la que resalta toda milocura
Esa que me acompaña en la aventuraque es la vida
La que cura mis heridas con susbesos
A donde siempre regreso
Porque ella vive en mí
Ella vive en mí...
Conmocionada, Katheryn lo viodirecto a los ojos y sintió que todo su cuerpo se estremecía ante la mirada queél le proporcionaba. Enseguida recordó que esa canción era la que Thorstenhabía tarareado en la ducha, al siguiente día de la noche en París donde habíanestado juntos.
—Tú eres ella—le susurró él concariño—llenas mi mundo de alegría y fantasía.
—No pensé que fueras tan romántico—ledijo sonriendo—me encantas.
—Tú me encantas más—le quitó eliPhone de las manos—ahora escucha la otra, Memuero por conocerte.
Me muero por suplicarte, que note vayas mi vida
Me muero por escucharte, decirlas cosas que nunca digas, más
Me callo y te marchas, mantengola esperanza
De ser capaz algún día
De no esconder las heridas que meduelen al pensar,
Que te voy queriendo cada día unpoco más
¿Cuánto tiempo vamos a esperar?
Me muero por abrazarte,
Y que me abraces tan fuerte,
Me muero por divertirte y que mebeses cuando despierte,
Acomodado en tu pecho, hasta queel sol aparezca,
Me voy perdiendo en tu aroma,
Me voy perdiendo en tus labiosque se acercan susurrando,
Palabras que llegan a este pobrecorazón,
Voy sintiendo el fuego en mi interior.
Me muero por conocerte, saber quées lo que piensas,
Abrir todas tus puertas,
Y vencer esas tormentas que nosquieran abatir,
Centrar en tus ojos mi mirada,cantar contigo al alba,
Besarnos hasta desgastarnosnuestros labios
Y ver en tu rostro cada díacrecer esa semilla,
Crear, soñar, dejar todo surgir,aparcando el miedo a sufrir.
Me muero por explicarte, lo quepasa por mi mente,
Me muero por entregarte y seguirsiendo capaz de sorprenderte,
Sentir cada día, ese flechazo alverte,
Qué más dará lo que digan,
Que más dará lo que piensen, siestoy loca es cosa mía,
Y ahora vuelvo a mirar el mundo ami favor,
Vuelvo a ver brillar la luz delsol.
Me muero por conocerte, saber quées lo que piensas,
Abrir todas tus puertas y venceresas tormentas que nos quieran abatir,
Centrar en tus ojos mi mirada,cantar contigo al alba,
Besarnos hasta desgastarnosnuestros labios,
Y ver en tu rostro cada díacrecer esa semilla,
Crear, soñar, dejar todo surgir,aparcando el miedo a sufrir.
Katheryn tragó saliva y sintió depronto húmedas las mejillas. Lágrimas y lágrimas brotaron de sus lagrimales sindarse cuenta. Parpadeó varias veces y encaró a Thorsten, y vaya sorpresa que sellevó; ella no había sido la única que sintió un sinfín de sentimientosencontrados al escuchar esa canción tan perfecta. Cada letra, cada palabra, erala historia de ambos.
Y sin pensarlo, extendió una desus manos y le acarició la mejilla donde se encontraba su cicatriz y él seestremeció bajo su tacto.
Enseguida, él le cogió esa mismamano y le besó el dorso con la mirada puesta en la de ella.
El brillo de sus ojos grisesmezclado con lágrimas contenidas, sonrieron.
—Esta canción dice lo querealmente siento por ti, Honey—susurró él.
Katheryn sintió que volaba yaterrizaba en las nubes. Sonrió abiertamente, él la imitó y se inclinó abesarle la frente.
—Quiero quedarme en este mundo. Atu lado. Para siempre—le rozó la nariz en el cabello de Katheryn e inhaló suaroma—pertenezco a este lugar porque tu existes.
—Lo harás.
—Pero recuerda que tendré quedarle la cara a mi padre cuando nuestro hijo tenga un mes de nacido. No podréesconderme más y tampoco dejaré que Leonard se arriesgue más por mí.
Katheryn quiso rehusarse pero yaera bastante lo que Leonard había logrado, o bueno, lograría. Thorsten iba aestar a su lado todos los meses de embarazado y vería nacer a su hijo.
—Aparte de ti, Heidi, Owen yLeonard, ¿Quiénes más lo saben?
—¿Del bebé?—recargó la cabeza enel hombro de su chico y suspiró. Él asintió, esperando su respuesta—nadie más.
—¿Ni si quiera Quin?—le cuestionóél con incertidumbre.
—Ni si quiera Ethan—respondióella—pero si no me crees, ya sabes que hacer, Thor—se tocó la sien con un dedo.Él gruñó.
—Confío en ti más de lo quealguna vez pensé en hacerlo.
—¿Y eso es bueno o malo?—inquirióella con las cejas juntas. Él frotó su dedo pulgar en medio de sus cejas paraquitarle el ceño fruncido.
—Malísimo para Ethan peroestupendo para nosotros dos.
—¿Por qué para Ethan esmalo?—quiso saber, divertida. Él rodó los ojos—anda, dime.
—Porque él nunca más podrá hacerque me enfade contigo. Confío en tu palabra. No confío en nadie más. Solo tú. Yeso no es algo que Thorsten Staggs haya hecho jamás en su vida—sonrió de ladosin dejar de verla.
—O sea que soy laafortunada—aplaudió y Thorsten achicó los ojos—bien, soy la desafortunada chicaque el dios del trueno ama, ¡Viva!
—¡No me tientes!—le advirtió,tratando de no sonreír y parecer duro. Pero realmente ya no podía ser duro conella.
Entre ellos hubo una seria peleade cosquillas, saliendo ganadora Katheryn ya que no sabía que Thorsten no podíaresistir las cosquillas en la cintura. Y era extraña su risa y la sensación queprovocaba al escucharla. Era un sonido exótico y placentero a la vez. Era comooír el susurro de los árboles en un bosque oscuro, misterioso y silencioso.
Al día siguiente, Katheryn abriólos ojos, deseando que la noche anterior no fuere un sueño. Y lo primero quesus ojos vieron fue el rostro sonrosado de Thorsten a unos centímetros delsuyo, él estaba profundamente dormido y la tenía protegida entre sus fuertesbrazos—donde se le notaban todas las cicatrices a flor de piel—. Katheryn lebesó una de sus manos y se la llevó a la mejilla y sentir su calor.
Era su chico.
El chico que jamás pensó llegar aquerer y a amar con desesperación y del que ahora esperaba orgullosamente unhijo suyo.
Cuidadosamente y sin despertarlo,logró deslizarse de entre sus brazos e ir al sanitario sin hacer ruido. Miró alreloj de la pared y se dio cuenta que eran las nueve de la mañana y que todo elresto de la casa despertaría en media hora o quizá se estaban despertando justoen ese segundo.
Minutos después, salió delsanitario y lo vio aun dormido. Thorsten se había enrollado en las sabanas yhabía abrazado la almohada de Katheryn. Su cabello estaba desordenado y en susbrazos lucían más cicatrices que piel lisa.
Katheryn maldijo a Nelidmentalmente antes de arrodillarse ante Thorsten. Él estaba de espaldas a ellapero eso no impidió que Katheryn le plantara un húmedo beso en la mejilla. Élsolamente gruñó sin despertarse.
¿Qué haría Katheryn para nocausar revuelo ante la visita de Thorsten?
Se sentó al borde del colchón conel dedo pulgar entre sus dientes a pensar en una buena idea.
Pero de pronto alguien llamó a lapuerta, haciendo que saltara del susto. Giró apresuradamente la cara para versi Thor había despertado pero al parecer, había caído en coma y nada lodespertaría.
—¿Quién?—preguntó pegada a lapuerta.
—Soy yo, Owen.
¿Owen? ¿Qué demonios?
Frunció el ceño y abriósigilosamente la puerta, abriendo solo un pequeño espacio para verse solamenteun ojo y parte de los labios. El rubio intentó empujar la puerta pero Katherynnegó con la cabeza.
—¿Por qué tanto misterio? ¿Quépasa?
—Owen, es de mañana y no puedesentrar a la habitación de una chica cuando apenas ha despertado—siseó lo másbajo posible.
—Pero siempre te he visto reciénlevantada—le siseó de vuelta—solo quiero hablar contigo antes de que todos sedespierten.
—Bien, solo dame un segundo—lecerró la puerta y buscó su bata de baño. Y antes de salir, le mandó un beso asu amado.
Owen arqueó una ceja cuando lavio salir y cerrar la puerta lentamente.
—En las películas, cuando lachica cierra cuidadosamente su habitación es porque hay alguien dentro conella—añadió el rubio con una sonrisita.
Katheryn tiró de su brazoizquierdo y lo arrastró hasta la azotea. Había frío pero era mejor hablar ahí.
—Thorsten está aquí, tonto—lesoltó bruscamente—no hagas ruido.
—¿Qué demonios? ¿A qué hora vino?
—En la madrugada—suspiró.
—¿Pasaron la noche juntos?—quisosaber su amigo, enviándole una mirada de complicidad.
—Sí, pero no de la manera queimaginas—le aclaró.
—Sí, claro—se burló.
—Bueno—dijo ella exasperada— ¿Quéquieres decirme?
—Es sobre Clara—la seriedad llegóa su amigo—no contesta a mis llamadas ni a mis mensajes y tengo miedo a quealgo le haya pasado.
—Clara está bien—lotranquilizó—sigue molesta por lo que pasó entre nosotras. Dale más tiempo.Llámala en unos días y si de plano no responde, iremos a buscarla.
—¿En serio?—la miró connostalgia—la extraño tanto...
—Sí. Voy a hablar con Thorsten ylo convenceré—le sonrió a su amigo y le dio una palmada en el hombro—además,también yo extraño a mis hermanos y quisiera verlos.
El chico del lunar sexy esbozóuna sonrisa de oreja a oreja y bajaron de la azotea por el frío abrazador de lamañana.
Al entrar a la habitación,Katheryn se encontró a Heidi inclinada sobre el rostro de Thorsten con el ceñofruncido. Él seguía en su tercer sueño pero gracias al cielo, tenía los brazoscubiertos por la sabana y la pelirroja no tenía vista de ellos.
—¡Qué haces aquí!—le ladróKatheryn sobresaltada.
Heidi la miró violentamente ycarraspeó. Puso los brazos en jarras y caminó en su dirección.
—¿Cuánto tiempo lleva él aquí?—lacuestionó con sus rojas cejas arqueadas.
—Lo suficiente.
—¿Ya sabe la noticia?—los ojos desu amiga viajaron hasta postrarse en su vientre.
—Sí, pero ahora no es el momentode discutirlo—la cogió de la mano y la empujó fuera de la habitación—preferiríaser yo quién despierte a Thorsten, si no es tanta molestia, Heidi.
—¡Ash! Podría ayudarte, ya sabes...
—No, gracias—le sonrió consarcasmo—Thorsten no es como Luke. Tu novio puede sufrir de bromas pesadísimasy termina riéndose con todos pero Thorsten no es así. Él puede hasta asesinartecon los ojos.
—No exageres—dijo riéndose—perode acuerdo. Quería tirarle agua pero veo que no se podrá.
Katheryn elevó los ojos al techoy su amiga le guiñó un ojo.
—Los esperamos abajo, Brenton diceque hará de desayunar algo suculento—le informó antes de irse.
Sintiéndose patéticamente feliz,le puso seguro a la puerta y se deslizó entre la sabanas y enseguida losfuertes brazos de Thorsten volvieron a cernirse a su alrededor, pero con ladiferencia de que ahora él ya estaba despierto y la observaba detenidamente,acoplando su respiración con la suya.
—¿Cuánto tiempo llevasdespierto?—le preguntó ella horrorizada.
—Lo suficiente—esbozó unasonrisita—, para escuchar tu conversación con Kennedy y Delorme.
—No repitas las frases quedigo—se revolvió entre las sabanas, él rio, presionándola hacia su cuerpo yella dejó de moverse—te lo advierto, Staggs. Recuerda que no te gustan lascosquillas en la cintura...
—Y a ti en el estómago y cuello...
Juguetearon un poco más antes dedignarse a salir de la habitación y bajar a la cocina.
Thorsten había preferido bajarsin decir una sola palabra ya que pensaba que ninguno de los individuos de lacasa tenía derecho de cuestionar su visita pero Katheryn terminó convenciéndolode que saliera por la ventana e hiciera la simulación de recién llegado.Azorado, se pasó una mano en el cabello y se arregló la playera antes de llamaridiotamente a la puerta principal, haciendo que Katheryn apretara los labiospara no echarse a reír. Owen negó con la cabeza al fingir asombro cuando lovio, al igual que Heidi. La pelirroja solo bufó y siguió sirviendo el desayunomientras que la pareja de enamorados titubeaban en sus asientos y Lukeobservaba inmóvil a Thorsten en el umbral de la puerta.
—Hola—saludó fríamente y pasó delargo en dirección a Katheryn.
—Hola, ¿Qué te trae poraquí?—Luke le preguntó a Thorsten con las manos entrelazadas sobre la mesa.Katheryn despegó los ojos de Thorsten para ver a su amigo.
—Le prometí a Katheryn venir averla—le respondió Thor sin inmutarse. Lo que él quería y le importaba eraKatheryn; así que se sentó junto a ella y le dio un beso tronado en los labios,provocando la estupefacción de la pareja.
—El desayuno está servido—anuncióHeidi como quien no quiere la cosa y dirigiendo su mirada a Thorsten, lepreguntó lo más neutral— ¿te gustan los huevos revueltos?
—Supongo que sí—contestó conindiferencia y siguió mirando a Katheryn.
El desayuno fue asfixiante. Nadiese atrevía si quiera a beber el jugo de naranja o a masticar lo suficientementerápido por miedo a que Thorsten se enfureciera y les cortara la cabeza.Katheryn fue la única que disfrutó del desayuno al lado de Thorsten.
Él apenas tocó su plato sindespegar los ojos de ella. Le fascinaba verla. Era como deleitar sus pupilascon algo glorioso y divino.
—¿Por qué nos quistaste lainmortalidad?—le había preguntado Brenton a Thorsten después del desayuno.Todos estaban levantando la mesa y al oírlo, se quedaron pasmados. Katheryn seplantó al lado de Thorsten por cualquier cosa. Ben se adelantó para quedardelante de su novio, evitando algún ataque—digo, si no es tanta indiscreción,por supuesto. Es simple curiosidad porque he de decirte que estábamos muyfelices siendo inmortales, ya sabes...
Un musculo en la mandíbula deThorsten palpitó.
Katheryn estrujó su brazo paratranquilizarlo porque cuando Thorsten apretaba la mandíbula o los puños, eraseñal de alarma.
—Por problemas personales—siseóThorsten en respuesta.
—¿Y por qué no los arreglas y nosdevuelves la inmortalidad?—Brenton siguió presionándolo sin escrúpulos. ¿Quédemonios le pasaba?—digo, ya nos desgraciaste a todos la vida una vez y no esjusto que lo hagas de nuevo.
—Brenton—susurró Katheryn—cierrala boca.
—No—replicó el rubio con los ojosen llamas—he estado esperando este momento desde hace mucho tiempo—arrojó eltrapo sucio al suelo con el que había limpiado la mesa.
—Ya, basta—le espetó Ben—¿Quieres que Thorsten te parta el cuello? Olvida el pasado.
—¡No es justo que juegues connosotros a tu antojo!—la voz de Brenton subió cada vez más y Katheryn no sabíaqué hacer. No entendía la razón por la que su amigo actuaba así.
Thorsten apretaba los puños una yotra vez y su mandíbula parecía que quería destrozarse de tanta ira.
Y lo más aterrador eran sus ojos:estaban irradiando rabia e ira.
Esa era la mirada que Katherynsiempre le había temido.
—Por favor, Thorsten—le dijo ellay se colocó frente a él con las manos sobre su pecho, pero él no la miraba,tenía los ojos en su amigo—déjalo. No le tomes importancia a sus palabras.
—Leo perfectamente tu putañeracabeza, rubio estúpido—le ladró Thorsten con la voz iracunda—y nadie podrádefenderte.
—¿Por qué estás haciendo todoesto?—exclamó Owen, temblando—Brenton, ¡Puta madre! Deja por la paz ese asunto.Si Thorsten nos quitó la inmortalidad, pues al carajo con ello. Tendrá susmalditas razones. Deja de actuar homosexualmente y cállate.
—Yo estoy diciendo lo quepienso—contraatacó Brenton estrujando el respaldo de una silla—yo solo quierorespuestas.
—Katheryn, vámonos—le dijoThorsten, en la frente le sobresalía una vena; era una señal de que estabaconteniéndose.
—Sí. Vámonos.
Thorsten tiró de la mano deKatheryn y salieron por la puerta principal.
Toda la casa quedó en silencio yla primera en querer asesinar a Brenton fue Heidi. Se le fue encima con lasartén y por intercepción de Ben, no logró golpearlo.
Luke apenas podía respirar. Entodo el rato se había quedado petrificado sin poder hablar.
Afuera, se encontraba Katherynsobresaltada, intentando apaciguar la respiración acelerada de su chico. Estabatranquila de que él hubiera tenido autocontrol pero estaba angustiada de verloasí.
—Desde que...—exhaló fuertemente yaspiró aire nuevo—tengo este corazón...—repitió el mismo ejercicio, llevándoselas manos a las rodillas y doblándose para poder recuperar el aliento—ya nopuedo enfadarme y luego tranquilizarme fácilmente. Siento que me asfixio.
—Es normal, Thor. Me hasorprendido, lograste controlarte—le acarició el cuello cuando él se incorporó.
—Lo hice por ustedes—la señalócon la barbilla y bajó la mirada a su vientre—no puedo seguir siendo unimbécil, aunque tu amiguito merecía unos azotes en la cara.
—No sé por qué dijo eso. Brentonsiempre ha sido centrado—lo abrazó y él le correspondió, apretujándola a su cuerpo—peropuedes decirme que fue lo que Brenton estaba pensando para que te pusieras así...
—No tiene importancia, Honey—dijoél sin verla a los ojos.
—Claro que importa, ¿Quépensó?—le exigió saber. Y él no podía negarle nada.
—Se le vino a la mente que yo soyun parasito que invadió este mundo y que llegué solo con el propósito detirarme a la primera mujer que mirara. Y cabe recalcar que se dirigió ati—apretó los labios y luego rechinó los dientes. Tenía la intención deregresar a esa casa y masacrar al rubio pero al recaer su mirada de nuevo enella, desistió.
Katheryn parpadeó sorprendida yperpleja.
—No puedo creer que haya pensadoeso.
—Pues eso pensó. Y me contuve deno partirle el cuello—llevó una de sus manos a la mejilla de su chica y con elpulgar le acarició la nariz mientras ella creaba telarañas de ideas en sumente— ¿lo ves? Si sigues pensando en las maneras de disculpar su pendejada,harás que vaya por él y lo aplaste con mis pies.
—No. No—objetó horrorizada—ya. Séque no debió hacerlo pero no le hagas daño.
—No lo haré a menos que sigaspensando en cómo defenderlo.
—De acuerdo, yo lo único quequería era apaciguar el ambiente...
Sus palabras quedaron flotando enel aire al ver el Matiz vino de Ethan aparcando en la entrada, a unos dosmetros de distancia de donde ellos estaban. El Jetta de Katheryn los cubría dela entrada pero aun así, la cabeza de Thorsten sobresalía.
La tensión en el cuerpo deThorsten fue evidente y Katheryn tragó saliva. ¿Por qué Ethan venía en elmomento menos oportuno?
—No pensé que Quin se uniría a lafiesta—masculló él entre dientes, forjando una sonrisa sarcástica. Katheryncerró los ojos y le apretó el antebrazo.
—Vamos a dar una vuelta,Thorsten. Por favor. No quiero más problemas en el día de hoy.
—Estupenda idea—le dio la razónpero enseguida se irguió perfectamente bien para quedar a la vista de losrecién llegados; Sam también había llegado—pero no quiero irme sin saludar aQuin.
—¡No! ¡Thorsten...!—intentódetenerlo pero fue inútil.
Thorsten se movió con elegancia yse aproximó a ellos. Ethan ni si quiera se había percatado de su presenciaporque estaba lo suficientemente distraído para notarlo. Sam y él revolvíanalgunas cosas en el asiento trasero.
Y Katheryn se vio obligada a irdetrás de Thorsten.
—Buenos días, ¿Qué les trae hoypor aquí?—dijo Thorsten con alto grado de veneno en su voz, disfrazado decortesía.
El rubio pelo de Ethan sealborotó en cuanto se giró para verlo y sus ojos verdes chispearon de ira.
Thorsten y Ethan se fulminaroncon la mirada durante un segundo. Parecían idiotas.
—Buenos días—respondió Ethan devuelta, esbozando una sonrisa torcida y mirando de inmediato a Katheryn queestaba pálida como la nieve—hola, Katheryn. Hemos venido porque uno de losdueños del departamento nos invitó y por lo que sé, mi querido Thor, tú no eresla persona adecuada para cuestionarme.
—No es un interrogatorio—Thorstensacudió la cabeza y cuadró los hombros, dejando al descubierto una sonrisamaliciosa—solo quería saludarlos.
—Thorsten—susurró Katheryn tomandouna de sus manos—se nos hace tarde. Debemos irnos.
Y hasta en ese instante, Katherynmiró a Ethan a los ojos.
—Hola, Ethan—y luego miró a larubia—Hola, Sam.
—Hola—le respondió la rubia conperplejidad.
Katheryn tiró del brazo deThorsten y casi a rastras lo obligó a caminar lejos del departamento, dondeEthan los observaba fríamente desde su auto.
—No había razón parasaludarlos—le reprochó ella minutos después.
—Solo quería saber que se traeentre manos—bramó él y apretó la mandíbula—supuse que Lawton lo llamó y nosupuse mal. Querían atacarme entre los dos.
—Ay, ¿en serio?—resopló ella—queidiotas.
—Pero por ti estoy tratando dellevar el control. No puedo dejar que mi temperamento pueda más que yo.
—Eres lindísimo, ¿lo sabías?
—Lo sabía. Gracias—esbozó unasonrisa—pero tú eres lo más bello que mis ojos han visto jamás.
Ella, ruborizada por las tantaspalabras que él le decía, se detuvo, lo cogió de las solapas de su playera y loatrajo hacia sí. Lo besó ferozmente, demostrando que no solo él podía sersalvaje. Y eso a Thorsten le enloqueció y la besó de vuelta con más frenesí.
Se besaron en medio de la callesin que nadie más los interrumpiera y Katheryn recordó que estaban en el mismolugar donde Thorsten se había disfrazado de payaso para darle miedo y nopudiendo controlar más la risa, Katheryn rio en medio del beso.
—Tu risa da risa, Honey—le dijoél sin dejar de darle besos en los labios. Ella rio con más ganas—sé lo queestás recordado.
—Ay, admite que parecías unpayaso demente vestido así.
—Mi plan era intimidarte pero noresultó—se encogió de hombros—y... ¿nunca pensaste que terminaríamos en el mismositio pero besándonos?
—No. Jamás. Te odiaba demasiado yquería golpearte tan fuerte hasta dejarte sin cabeza—le acarició la base delcuello y sonrió tiernamente—pero ahora ni si quiera quiero que te pilles unresfriado. Eres el hombre de mi vida—hizo una pausa y suspiró—Con Ethan vivímomentos perfectos—prosiguió, pero Thorsten hizo una mueca—pero al conocerte,hiciste que mi cuerpo vibrara de solo pensarte e hiciste una tormenta de arenaen mi cabeza.
—Eso se le llama amor, Honey—ledijo y rozó su nariz con la suya.
Katheryn lo atrajo más a sucuerpo y Thorsten se encargó de llevarla de regreso al departamento de susamigos para que se pusiera ropa más cómoda, mientras que él iba a Transilvaniapor la suya.
Pero lo que Thorsten no teníaprevisto era encontrar a su amigo Leonard fuera de la mansión en estado coma.Pero coma de sueño. Lo vio tirado a lo largo de las flores que apenas querían nacery que gracias a él su futuro no funcionaría. Thorsten resopló y lo movió con elpie. El rubio gruñó y abrió sus ojos amarillos rápidamente y los posó en él.
—Amigo, hola. Tu jardín es muycómodo—bostezó y se sentó para frotarse los ojos.
—¿Qué haces aquí?
—Alguien estaba ansiosa de verte.
—¿Quién?—frunció el ceño y alnotar la expresión alegre de Leonard, lo comprendió. Terry— ¿Dónde está?
—¡Hermanito!—oyó la voz dramáticade su hermanita a sus espaldas y sintió vértigo.
Thorsten se dio la vuelta sinpensarlo y corrió hasta llegar a su hermana, quien tenía los brazos abiertos yambos se fundieron en un cálido abrazo.
Thor no podía salir de sualegría. Y en cuanto la sintió bajo su cuerpo, sintió que sus ojos se nublabany lágrimas rodaban por sus mejillas. Oyó el ronco sollozo de su hermana. Losdos lloraban.
—¿Por qué infiernos no me dijeronla verdad? ¡Te creí muerta!—balbuceó él sin apartarse si quiera. Ella gimió.
—Ni si quiera estamos seguros sifue buena idea decirte que sigo con viva...
—¡¿Qué?!—Thorsten la tomó de loshombros bruscamente para poder verle el rostro, pero Terry se rehusó. Él laobligó a verlo a los ojos sujetando su diminuta barbilla— ¿Por qué?
—¡Porque no queremos regresar aKrosper! Nos ha nacido un corazón, ¿no lo notas? También tú tienes uno y no esjusto que nuestro padre...
—Me vale mierda Nelid—gruñó—¿Acaso no te haces una estúpida idea de lo que he sufrido pensando que estabasmuerta?
—Lo sé, y lo lamento—bajó lavista y sus pestañas barrieron sus rosadas mejillas—no quería lastimarte.
—Pues lo has hecho—se limpió lacara violentamente con la mano y se volvió para fulminar a Leonard pero élestaba de nuevo tirado en la tierra con los ojos cerrados.
—Perdóname—le pidió Terry.
—No.
—Por favor—le suplicó—no quieroque me odies. Ahora puedo decirte lo mucho que te amo, hermano.
—Yo te amo más de lo que piensas.Eres mi hermanita de oro pero lo que hiciste con mis puñeteros sentimientos tevalió un rábano. Y sabes que yo odio las traiciones.
—Fingí mi muerte para darte ira yrabia para derrotar a nuestro padre.
—La ira y el rencor vive dentrode mí desde que nací.
Hubo un lapso de silencio fúnebreentre los dos hermanos. Terry apenas respiraba y Thorsten no podía pensar conclaridad.
—Supongo que ya sabes el plan deLeo, ¿no?—dijo Thorsten por fin. Terry dio un respingo.
—Sí, lo sé. Y estoy de acuerdo.
—Sabes de antemano que esarriesgado y que hay una alta posibilidad de que jamás vuelvas a verlo,¿cierto?
—Sí.
—¿Y no te importa?—quiso saber.Sus ojos grises la escrutaban por doquier pero su hermana le sostenía la miradacon firmeza.
—Desde luego que sí pero tú ereslo más importante que tengo y no voy a permitir que nuestro padre te quite loque amas, Katheryn Levis—dijo—y mi sobrino que está esperando.
Thorsten, ruborizado, asintióangustiado por su hermana.
—No voy a permitir que ese bebésufra a manos de él. Nunca.
—Harás que me ponga una vez mássentimental—le espetó él sonriendo y tratando de no temblarle la voz.
—No quiero hacerlo—le hizo ojitosy le dio un beso tronado—bueno, solo quería decirte que te amo. El plan serállevado a cabo mañana.
—¿Tan pronto?
—Sí. No hay tiempo.
—Pero aún falta una semana parael plazo.
—Nelid sospecha algo. Ayer lemandó una advertencia a Leonard que nos dejó helados. Así que hoy pasa el mejordía de tu vida con Katheryn porque mañana tendrás que refundirte en algunaparte para que Nelid se lo crea. Por ningún motivo debe verte con ella. Ahoravete.
Y un segundo después, Thorsten seencontraba en la habitación de Katheryn.
Y de no ser por la cama deKatheryn de obstáculo, definitivamente se le hubiera ido encima a Ethan.
Cuando se tele transportó, lo quesus ojos grises vieron fue la despeinada y rubia cabellera de Ethan estampada ala cara de Katheryn. Y ella estaba arrinconada en la pared sin poder moverse, eintentando zafarse de su agarre.
La rabia fue subiendo yextendiéndose por todo su cuerpo. Thorsten apenas podía respirar, apretó lospuños y vociferando, cogió a Ethan de la espalda y lo lanzó lejos de su amada.
—¡Qué infiernos te pasa!—le gritóconteniendo las hileras de electricidad que salían de sus palmas. Katheryntenía los ojos como platos y se cubría la boca con la mano.
Y Ethan se puso de pie condificultad.
—¡Thorsten, no pasó nada!—alardeóKatheryn a sus espaldas.
—¿Qué no pasó nada? Este imbécilte estaba besando, ¡Te estaba besando!—gruñó, alterado.
—¿Qué tiene de malo que le hayarobado un beso? Yo llegué a su vida antes que tú—añadió Ethan y Thorsten sintióque un balde de agua fría caía por toda su cara—solo fue un beso sin ningúntrasfondo romántico.
Pero Thorsten no lo escuchaba.
—Ethan, ¡Basta!—le gritóKatheryn.
—No te tengo miedo, Thorsten—loretó Ethan.
Thorsten cerró los ojos y alzóuno de sus brazos al techo con rapidez, y un rayo rugió fuera, en el cielo. Deinmediato un sinfín de rayos rugió en el cielo y se deslizaron por su brazo.Abrió los ojos—los cuales estaban completamente negros—y las hileras eléctricassalieron como dedos de sus palmas hasta llegar al pecho de Ethan. Este saliódespedido por la ventana y el estallido de los cristales de su auto haciéndosepedazos fue lo último que se oyó.
La respiración de Thorsten eraentrecortada.
Cuando Katheryn logró salir delshock, gritó y corrió a la ventana.
Vio a Ethan sobre el techo delMatiz, todo su cuerpo tenía cortadas graves y todos sus amigos gritaban condesesperación y Sam se desvaneció al verlo.
—¡Thorsten! ¡Lo has matado! ¡Lohas matado!—gritó escandalizada. Estaba temblando.
Thorsten no volvía en sí. Sequedó inmóvil sin si quiera darse cuenta de lo que acababa de pasar.
—¡Thorsten!—oía los gritos deKatheryn muy lejos.
—Esa mismanoche—
Thorsten abrió los ojos conbrusquedad y lo primero que vio fue el rostro preocupado de su hermana. Estabanen Transilvania. En su habitación.
No sabía por qué estaba ahí hastaque el golpe de imágenes de lo que había pasado llegó a su mente y sehorrorizó.
—Hey—le dijo Terry, volviéndolo arecostar—el chico está fuera de peligro. Leonard y yo llegamos a tiempo ysanamos sus heridas.
—¿Y Katheryn? ¿Dónde estáKatheryn?
—Está fuera de la habitación. Noha dejado de preguntar por ti.
—Quiero verla—intentóincorporarse pero la mano de su hermana seguía sobre su pecho—bueno, entoncesdile que pase.
—No creo que sea buena idea.
—¿Por qué?
—Está enfadada contigo por lo quele hiciste a ese chico—apretó los labios.
—No me interesa. Quiero verla—leordenó de mal humor.
Aun con los labios apretados, suhermana salió de la habitación, cerrando la puerta tras de sí. Al cabo de unminuto; la puerta se abrió y la cabeza de Katheryn apareció en el umbral.Thorsten quiso sonreír pero al verla con el rostro sonrosado y húmedo, desistióy sintió que el corazón se le partía. Verla así era más doloroso de lo quealgún día pensó que sería.
En realidad, nunca creyó ver esedía en el que él mismo la haría sufrir teniendo un corazón dentro del pecho.
—Honey...—comenzó a decir mientrasse sentaba en la cama. Se sentía ridículamente indefenso, desarmado y asustadoen su presencia. Qué ironía.
—No tenías por qué herirlo de esamanera tan brutal—dijo ella secamente. Su voz era dura e inflexible—él no hizonada malo.
—¿Nada malo?—la rabia surgió denuevo y aspiró profundamente—te estaba besando a la fuerza, Katheryn.
—Fue un patético impulso que tuvocuando le confesé que estaba embarazada. Lo dejé hacerlo.
—Te estabas resistiendo—replicóentre dientes—te vi queriéndote apartar de él.
—Sí—se acomodó el cabello detrásde las orejas y se sentó a los pies de la cama—le dejé que me besara pero túconoces a Ethan y él quería besarme como antes y fue por eso que puseresistencia a no corresponderle.
—Antes que nada quiero que sepasque no tuve la intención de asesinarlo—por supuesto que sí había tenido toda laintención pero decidió no decirlo—y me alegro que esté fuera de riesgo—y esoera verdad. Estaba tranquilo que el bicho siguiera con vida. No podía herir asía Katheryn.
—Ya no sé qué pensar, Thor—dijoella sin mirarlo. Hablaba mecánicamente.
—No pienses en nada—le pidió él,acercándose cuidadosamente a ella—quiero que me perdones. He estadocontrolándome y lo sabes pero lo que vi... ¡Pudo más que mi autocontrol!
—Terry llegó justo a tiempo conLeonard—le informó arrastrando las palabras—todos se quedaron en Méxicocuidando de Ethan. Y tenías razón sobre Brenton: él tuvo la intención de retartecon Ethan y es un idiota.
—No has respondido—le dijo en unhilo de voz.
—No te perdono. No todavía. —lecontestó tajantemente y él sintió que iba a darle un ataque de... ¿desamor? No,no.
—Katheryn—dijo su nombre con lavoz sumamente alta, pero ella se puso de pie, dispuesta a irse pero él selevantó drásticamente y sujetó susdelgados brazos—escúchame.
—No. Suéltame—forcejeó conél—suéltame, Thor. Me estás lastimando.
Paralizado, la soltó y retrocedióun paso para asimilar lo que estaba haciendo.
—¡Sigues siendo aquel tipo quetanto odiaba! ¿De qué me ha servido este amor que siento por ti, si tú siguessiendo el de antes?
El semblante de Thorsten semostró horrorizado y a la vez paralizado. Inclinó ligeramente la cabeza a unlado sin despegar los ojos de ella.
Desde luego que ya no era aquelidiota que se enfurecía y se ponía como un jodido psicópata. ¿O sí? No. No.
—Honey—dijo. Su voz sonó extrañay vacilante. Alzó las manos para intentar agarrarla pero Katheryn se echó haciaatrás sin dejar de verlo. Sus preciosos ojos reflejaban lo dolida que estabacon él—por favor. No digas que sigo siendo el de antes. No quise lastimar aEthan. Te lo juro. No sé por qué lo hice, solo quería asustarlo y alejarlo deti pero no pensé bien las cosas.
—La cuestión es, que actuaste porinstinto. Tu instinto salvaje no te deja ser de otro modo—susurró— ¡Ethan pudohaber muerto!—le riñó, ofendida.
—Sí, pero no fue así.
—Escucha—le espetó ella,claramente furiosa—cuando seas un nuevo Thorsten Staggs, me buscas... nosbuscas—corrigió enseguida— ¿de acuerdo?
—¿Qué quieres decir?—él arrugó lafrente y su cicatriz se contrajo en una mueca.
—Lee mi mente. No quiero seguirhablando contigo—se dio la vuelta para irse.
Y él, en un ágil desplazamiento,la sujetó por la cintura y la mantuvo apresada entre sus fuertes brazos.
—No vas dejarme, Katheryn—lesusurró en la oreja, y sintió su estremecimiento. Ella luchaba por no besarlo ycaer a sus pies—me amas y yo te amo. Estás esperando un hijo mío y sabes que enpoco tiempo tendré que abandonar este mundo.
—No podrás sobornarme con eso—lesiseó. Aunque una parte de ella volvió a entrar en pánico.
—Por favor, perdóname—le repitióél con angustia—no toleraría que me odiaras otra vez. Créeme que ha sido unaagonía cuando me detestabas y no quiero sufrir de nuevo.
—No es a mí a quién tienes quepedirle perdón. Es a Ethan.
La liberó de sus brazos y ella sedio la vuelta para encararlo. Sus ojos grises estaban enrojecidos por lágrimascontenidas y él deseó con todas sus fuerzas regresar el tiempo y evitar elaccidente de Quin.
—Voy a hablar con él—leprometió—y después hablaremos tu y yo, ¿bien?
—Perfecto—aceptó.
—¡Lamento interrumpir su adorablecharla de reconciliación! Pero esto es importante—eludió Leonard desde lapuerta. Thorsten apretó los puños y le envió una fulminante mirada, gesto queLeonard ignoró por completo y siguió hablando: —En un par de horas partiré aKrosper.
—Pensé que mañana—dijo Thorstencon las cejas arqueadas.
—Y yo pensé que en unosdías—terció Katheryn sin entender.
—Lo que sucede es que hubo cambiode planes—le informó el rubio con los ojos puestos en Thor y Thor enKatheryn—Nelid me mandó una advertencia de muerte, así que mejor llevaremos elplan mañana mismo.
—Pero, ¿Qué pasará conThorsten?—sintió que sus rodillas temblaban. No estaba preparada para dejarlosolo.
—Él tendrá que esconderse cuandosalga el sol—respondió el rubio mirándola—disfrútalo todo lo que puedas, Kate.
Thorsten apretó los labios.
—Ya es hora de que vayas adescansar, bebé—entró Terry con elegancia y cogió a su amado delbrazo—Katheryn—la miró—no seas dura con mi hermano. Él te ama.Además—prosiguió—el chico está bien. No le pasó nada.
Y dicho así, la pareja los dejó asolas de nuevo. Thorsten quería esconderse bajo las piedras para no tener quesoportar la delirante mirada de Katheryn que dejaba mucho que desear, tragósaliva y patéticamente intimidado, la vio a los ojos y se sorprendió al notarque todo rastro de ira se había desvanecido y que ahora mostraba compasión yperplejidad.
—Yo ya no amo a Ethan—le dijoella. Palabras que él no pensó que escucharía—pero debo confesarte que sentíque una parte de mi vida se hacía pedazos al verlo sobre su propio auto llenode sangre.
—Sigue siendo importante para ti.Eso ya lo sé—admitió, derrotado—aunque yo utilice todos los métodos, el afectoque le tienes seguirá en pie hasta el fin. Puedo soportarlo, puedo soportar quelo quieras pero jamás, entiéndelo—su voz se endureció y sus ojos seensombrecieron—jamás voy a permitir que se aproveche de ti. De ninguna manera ytal es el caso de lo ocurrido hace unas horas. Jamás permitiré que alguien máste obligue a hacer algo en contra de tu voluntad.
—Y te lo agradezco—dio un paso aél y le depositó ambas manos en su pecho—yo solo quiero que controles tuscelos. Yo solo te amo a ti y lo del beso fue solo un beso. Ethan es un buenchico.
Él le rodeó la cintura con susmanos y se inclinó para besarla.
Katheryn se puso de puntitas y lobesó.
Fue un beso pequeño, cálido ytierno.
—¿Significa que estoyperdonado?—preguntó él haciendo pucheros.
Ella rodó los ojos y unasonrisita asomó a sus labios.
—Casi. Primero tienes quedisculparte cordialmente con Ethan y después ya veremos.
En Transilvania ya era de noche ysuponían que en México apenas estaba entrando la tarde, así que Thorsten yKatheryn se despidieron de Terry y de Leonard.
—Fue un gusto volver a verte,Katheryn—le dijo Terry dándole un fuerte abrazo—nos estaremos viendo a menudo.
—Katheryn, no olvides patearle eltrasero a Thorsten si vuelve a portarse mal—bromeó Leonard y Katheryn sonrió.Mientras tanto a Thorsten no le hizo gracia.
De regreso a México, el solestaba en su mejor punto. A Katheryn le ardía la cara y los brazos por culpa delos rayos solares, y Thorsten se debatía en entrar o no. Tenía los ojosclavados en el Matiz vino de Ethan que estaba destrozado y eso le revolvió elestómago.
Katheryn, ignorando el nerviosismode su novio y pensando en su piel, lo empujó al interior y Thorsten entró dandotraspiés, seguido de ella.
No había nadie en el departamentoo simplemente todos seguían en la habitación de Katheryn supervisando a Ethan.
De repente, alguien apareció enlas escaleras, asustándolos de muerte.
Era Sam Blair y sus ojos parecíanque iban a salírsele de las orbitas. Los tenía enrojecidos y manchados dedelineador a causa de las lágrimas. Parecía un mapache de pelo dorado.
Al verla, Katheryn retrocedió yThorsten dio un paso adelante.
La mente de la chica estabarevuelta y todos sus pensamientos eran acerca de él y las mejores maneras deasesinarlo.
Y no la culpaba. Tenía razón dequerer asesinarlo.
—¿Dónde está Ethan?—Katheryn seatrevió a preguntarle con las manos aferradas a la mano derecha de Thorsten. Larubia parpadeó y desvió sus expectantes ojos a ella.
—Sigue arriba. Y no hadespertado.
—¿Podemos subir a verlo...?
—No—les espetó tajante. Y granparte de su pelo rubio se alborotó al dar un salto hacia adelante—Katheryn túsi puedes subir a verlo. Tú patético y horrible novio no. tengo unas cuantaspalabras que decirle...—rechinó los dientes y fulminó a Thorsten. Y al ver queKatheryn no se movió, se volvió a ella—déjanos a solas.
—No sé si sea buena idea—dudóKatheryn y Thorsten asintió con la cabeza.
—No te preocupes—la tranquilizó.
—Está bien. Intenta no demorarmucho, Sam.
Y subió lentamente, esperando queSam no sacara a Thorsten de sus casillas.
—Adelante. Te escucho—la invitó ahablar y se acomodó en el sofá con las manos entrelazadas. Pero la rubia no semovió. Y eso lo hizo resoplar e inclinarse hacia adelante—si no quieres hablarconmigo, bien. Ahora voy a subir a ver a Ethan.
—No—dijo ella y se sentó frente aél con los brazos cruzados. Su respiración estaba agitándose poco a poco.
—Entonces habla—le ordenó de lomás tranquilo.
La rubia se acomodó el cabelloencima de su hombro derecho e intentó limpiarse la pintura escurrida de susojos.
—Quiero saber por qué quisistematar a mi novio.
Su voz era desigual y roncacuando hablaba con normalidad.
—No quise matarlo—le aclaró—loúnico que yo quería era darle una buena surtida por haber besado a Katheryn sinsu consentimiento.
—¿Besó a Katheryn?—entornó losojos y se removió incomoda en su lugar. Thorsten se percató que le había dolidoenterarse del beso. Obvio, ¿a quién no le dolería saber que tu novio se besócon su antigua novia estando contigo?
—Sí. La besó a la fuerza pero pordesgracia no medí mi fuerza y lo lastimé. Te pido una disculpa por ello...
—¿Sabes qué? Olvídalo. Ethan selo tiene merecido—jadeó, intentando controlar las lágrimas que amenazaban consalir. Thorsten ni si quiera se había dado cuenta hasta que la vio a la cara yse sintió incómodo—si despierta, dile que me he ido a la casa.
Y así, sin más, Sam se echó acorrer a la puerta y se fue a toda leche por toda la calle.
Thorsten se asomó a la puerta yla vio coger un taxi.
Sacudiendo la cabeza, regresó alinterior de la casa y comenzó a subir las escaleras. A medida que ascendía, fueescuchando perfectamente las voces de todos.
Llamó un par de veces a la puertay todos guardaron silencio. Enseguida la puerta se abrió y vio a Katheryn. Ellale sonrió tímidamente y lo invitó a pasar.
De inmediato cinco pares de ojosse posaron en él.
Thorsten prefirió no leerle lamente a ninguno de los cinco y se quedó de pie junto a Katheryn.
Ethan estaba recostado en la camade su novia con los ojos cerrados. Su pelo rubio estaba húmedo de sudor y surespiración era tranquila y suave. Su cuerpo estaba intacto. No había ningunaherida.
—Acércate—le instóKatheryn—chicos, ¿podrían salir un segundo? Thorsten quiere hablar con Ethan.
—¿Qué? ¿Estás loca?—bramóHeidi—por poco lo asesina, ¿y tú quieres que se quede a solas con él? No, porsupuesto que no.
—Katheryn, ¿Qué te pasa?—lepreguntó Luke, molesto.
—Quizá la está manipulando—siseóOwen con desprecio.
—Ustedes están idiotas, ¿o qué?¡Lárguense de aquí!—gritó Katheryn.
Brenton se levantó y cogiéndolela mano a Ben, salieron refunfuñando.
Y Katheryn se plantó junto a lapuerta con los brazos cruzados a esperar que el resto se largara de lahabitación.
Owen gateó hasta la puerta y selevantó cuando estuvo fuera, pero no sin antes mover la cabeza en negación.
La pelirroja masculló un par degroserías en francés y salió dando zancadas, pasándole a golpear el brazo aKatheryn a propósito.
El único que faltaba era Luke yeste se levantó poco a poco.
Su rostro estaba serio y tenía lamandíbula apretada.
—Si llegas a lastimas una vez mása Ethan, juro que te haré puré con mis propias manos—le advirtió a Thorsten,picándole el pecho con el dedo.
Y a paso tosco, se retiró de lahabitación sin mirar a Katheryn.
—Ignora los comentarios de loschicos—le aconsejó ella dando un suspiro. Cerró la puerta y se acercó aThorsten—sigue dormido, ¿Qué harás?
—Despertarlo.
—¿Es buena idea?
—Sí. Terry le hizo dormir un pocopara tranquilizarlo. Él está bien—la miró fugazmente y luego volvió a posar losojos en Ethan—voy a despertarlo y quisiera que no estés presente.
—Pero...
—Confía en mí. No voy alastimarlo.
—Confío en ti pero conozco aEthan. Va a reaccionar con violencia y no quiero una pelea.
—Okey—arqueó las cejas y colocóambas manos sobre la frente de Ethan y cerró los ojos durante unos segundos.
Katheryn observó como Ethanfruncía el ceño y apretaba los labios hasta que por fin abrió los ojos y miró atodas partes desorientado.
Pero cuando la mirada de Thorsteny la suya se encontraron, Ethan junto las cejas y se le fue encima.
Katheryn soltó un chillido y seapartó enseguida de los dos.
Thorsten tuvo que someterlo delos brazos y de la cara. Lo estampó en el suelo con dificultad, ya que Ethan nodejaba de retorcerse.
—¡Deja de moverte, carajo!—leladró Thorsten.
—¡Deja que patee tu malditacara!—contraatacó el otro.
—Ethan, ya basta—la cruda vozinexpresiva de Katheryn provocó que dejara de moverse—Thorsten quiere hablarcontigo sobre lo que pasó.
—Quiere terminar con lo queinició.
—No es verdad—le contestóThorsten con suspicacia—si de verdad hubiese querido matarte, ahorita estaríanplaneando tu funeral.
—Apártate de mí—musitóEthan—estás aplastándome y quiero pegarte una patada en la cara.
—Katheryn, calma al bastardo—dijoThorsten entre dientes—te dije que no lo lastimaría de nuevo perotranquilízalo.
—¡Ya! Puedo tranquilizarme yosolo—objetó el rubio de ojos esmeraldas con las manos en alto. Thorsten sesalió de encima sin dejar de fulminarlo a los ojos— ¿de qué quiereshablar?–Miró a Thorsten y luego a Katheryn— ¿Y bien?
—Los voy a dejar a solas y lesruego que no vayan a hacer otro escándalo. No quiero tener que asustarme otravez, sentí unos ligeros dolores en el vientre hace un rato. —dijo con losnervios de punta. Le preocupaba su embarazo y quería tranquilidad.
Ambos chicos bajaron la mirada asus pies y asintieron.
—Florecilla—dijo Ethan yenseguida se arrepintió pero siguió hablando con los ojos puestos en el suelo: —Tedoy mi palabra que no voy a discutir.
—Tampoco yo, Honey—dijo Thor, muypreocupado.
Katheryn soltó un suspiro yabandonó la estancia enseguida.
—Yo...
—Yo...
—Habla tu primero...
—Habla tu primero...
Los dos chicos alzaron la cabezay se miraron perplejos y luego sin más, soltaron una carcajada.
—¡No me imites!—dijo Ethanmeneando la cabeza.
—Tú me estás imitando—agregó Thorsonriendo de los nervios. Se llevó una mano al cuello y se frotó la cabeza.
Ethan esbozó una sonrisa y con labarbilla invitó a Thorsten a sentarse.
Se sentaron de punta a punta sinsaber que decir.
Era extraño.
—Quiero pedirte una disculpa,Ethan—dijo Thorsten por fin. Era la primera vez que se refería a él por sunombre y no por su apellido.
—Yo también quiero disculparmepor mi estupidez. Katheryn no tuvo nada que ver—se apresuró a contestar—meconfesó que está esperando un hijo tuyo y yo... no pude evitarlo y la besé.
—Ella ya me lo ha dicho.
—Pero quiero decirte que sigoqueriéndola como desde la primera vez que la vi—dijo. Thorsten solo loescuchaba—pero por el mismo amor que le tengo, he llegado a la decisión deaceptar tu relación con ella. Katheryn es muy feliz estando a tu lado y yo noquería darme cuenta. Y más ahora que van a tener un hijo juntos. Estoy muyemocionado por ello.
—¿En serio lo estás?—Thorsten nosalía de su asombro.
—Lo estoy—le oyó decir a Ethancon certeza—acepto tus disculpas por querer asesinarme y espero aceptes la mía.
Thorsten, sorprendido, se sintióraro al extenderle la mano a su antes peor enemigo y más sorprendido aun de queEthan le estrechó la mano con camarería.
Y al cabo de un momento, sequedaron callados y escuchando el silencio de la habitación.
Thorsten soltó una risita nasalque sobresaltó a Ethan.
—Salud—le dijo Ethan.
—Gracias pero no estornudé. Sinoque Katheryn está pegada a la puerta tratando de escuchar algo.
—Oh—esbozando una sonrisa, Ethanmiró a Thorsten con complicidad— ¿Y si la sorprendemos, Thor?
—¿Qué tienes en mente?
—Léeme y lo sabrás. Hay queactuar rápido.
—Tu mente me gusta, Ethan—arqueólas cejas—estoy de acuerdo. Hay que hacerlo.
Katheryn se encontraba con laoreja aplastada a la puerta, intentando sin éxito poder escuchar laconversación pero solo se escucha silencio. Menos mal, pensó. Preferible elsilencio y no una pelea.
Y cuando se disponía a irse, lapuerta se abrió y por poco cae de bruces. Ethan la miró sonriendo de oreja aoreja y Katheryn frunció el ceño, tratando de saber la razón de su sonrisa,había comenzado a buscar a Thor por toda la habitación cuando sintió unasfuertes manos en su cintura. Dio un respingo y sintió los suaves labios deThorsten en su cuello.
—¿Me buscabas?
—¿Qué les pasa a ustedes dos?Están raros—dijo ella ruborizada.
Ethan y Thorsten soltaron unarisotada.
Y Katheryn los miró boquiabiertay luego achicó los ojos.
—En serio, ¿Qué les picó?—secruzó de brazos y apretó los labios.
—Hemos hecho...—comenzó a decirThor.
—...las paces—y Ethan completó lafrase, Thorsten le palmeó el hombro y se sonrieron entre ellos.
—Necesito sentarme—pasó entreambos y se sentó—entonces, ¿eso significa que ya son amigos?
—Uhm—dijo Thorsten—amigos no losé, pero camaradas, posiblemente. ¿Qué dices, Quin, quieres ser mi amigo?
—No veo ningún problema—le dio unjuguetón golpe en el brazo—sería genial. Sí, seamos beffos. Seamos best friendforever.
Thorsten puso los ojos en blancoy rio por lo bajo al igual que Ethan.
—No sé qué decir al respecto.
—Ya no hay ningún conflicto entrenosotros, Honey. Quédate tranquila.
—Bueno, yo los voy a dejarsolos—anunció Ethan—los veo al rato. Voy a hablar con Sam.
—Ah, sí. Ella me dijo que tedijera que se ha ido a casa.
—Oh. Okey. Adiós chicos.
Ethan se retiró silbando unamelodía y Katheryn quiso vomitar.
—Espero que no estés manipulandoa Ethan para que yo quede tranquila.
—Nada de eso. Hablamostranquilamente, Honey—le acomodó el cabello a su amada y le dio un beso en lamejilla—ahora es turno de hablar tú y yo.
Hablaron hasta que el sol amenazócon esconderse.
Katheryn se sentía más feliz quenunca.
Habían estado hablando todo elrato y sumándole el accidente, que ni si quiera le importó no haber comido y suestómago le reclamó alimento.
—Tengo hambre—le dijo a Thorstencon cierta timidez.
—¡No se diga más! Tú y yo iremosa comer fuera de aquí.
—¿Fuera?
—Sí. Tus amigos siguen pensandoen matarme cuando apenas cruce la puerta y ya han pasado horas desde que Ethanse fue.
—Habla con ellos también. SiEthan entró en razón, ellos también.
—Ellos no me importan. Puedenpensar lo que quieran—se sentó y Katheryn lo imitó. Habían estado tumbados sinmoverse—mejor vamos a cenar a alguna parte. Recuerda que ya debo partir aesconderme, Leonard quizá ya haya partido a Krosper.
—¡No!—lo abrazó—vamos fuera. Noquiero separarme de ti ni un segundo. Solo deja que me cambie.
—Yo ya no pude cambiarme.
—Creo que tengo ropa de Ethan enalgún lado—le dijo distraídamente—pero no sé si te quede.
—¿Por qué tienes ropasuya?—preguntó con curiosidad.
—Es que se ha quedado a dormiraquí y las ha olvidado. Brenton se las arregló para poner su ropa aquí—rodó losojos y buscó entre unos cajones.
Y sí, había playeras y jeans deEthan que solía usar en California.
Thorsten arrugó la frente alinspeccionar las prendas. Todas eran del tono rojo, nada de qué ver con suestilo. Hasta que por fin encontró una playera celeste de manga larga que teníaalgunas palabras en inglés estampadas al frente y un pantalón negro queconstaba con unos tirantes, lo cual los dejaría colgando en sus piernas.
Se desvistieron y se mudaron laropa con lentitud, sin despegarse los ojos de encima. Katheryn reíadiscretamente y Thorsten sonreía con picardía.
Y por primera vez en semanas,Thorsten utilizó de nuevo su poder de volar y salieron por la ventana.
El aire era cálido y fresco, nohabía necesidad de abrigarse y Katheryn se sentía liberada de todo.
Sobrevolaron la ciudad llena deluces y se detuvieron por encima de la torre Latino, donde todo se podíaapreciar hermosamente, casi como en la torre Eiffel.
—¿Te gusta, Honey?—le oyópreguntar a Thorsten a un lado. El aire opacaba su bella voz pero logróentenderlo y asintió repetidas veces con una sonrisa.
—Es bellísimo.
Emprendieron el vuelo de nuevo yThorsten le indicó que cenarían en algún restaurant que ella quisiera.
—Podemos cenar pizza—sugirióKatheryn batiendo las pestañas. Él rio.
—A la orden, preciosa dama.
Cenaron en Domino's pizza ytardaron más de lo pretendido.
Katheryn descubrió que Thorstenera adicto a las gomitas de dulce cuando lo vio sacar varias bolsitas parapoder sacar el dinero de la cuenta y él se ruborizó al ver que ella arqueabalas cejas y le robaba una bolsita.
—¿Te gustan estasgolosinas?—abrió la envoltura y se llevó una gomita color roja a loslabios—saben muy bien.
—Hace unos días lasdescubrí—cogió una gomita color verde y la llevó también a los labios—no teníanada que hacer y de pronto una niña captó mi atención. La observé por un rato yla vi comprar una bolsita de bolitas coloridas, pero me descubrió viéndola ypensó que era un pobre vago que tenía hambre—se ruborizó—me regaló unas gomas yde ahí decidí comprar más.
Se inclinó hacia adelante y lerobó tres gomitas a Katheryn.
Thorsten pagó la cuenta. Salierona la calle tomados de la mano y alzaron la mirada a la luna que brillaba sobresus cabezas.
Él la miró enseguida con unasonrisa de lado, mientras que ella seguía contemplando la luna.
—Quisiera llevarte a un lugar,Honey.
—¿A dónde?—posó sus ojos en él.
—¿Conoces Garibaldi?
—¿La plaza de losmariachis?—preguntó emocionada. Él asintió sin dejar de sonreír—por supuesto.
—¿Quieres ir?—le preguntó contimidez.
—¡Sí! Nunca he ido y tengo tantasganas de conocerlo.
Tele transportándose en medio dela calle, reaparecieron a unas calles de Garibaldi.
Katheryn alcanzaba a oír losinstrumentos que los mariachis tocaban. A lo lejos se lograba divisar muchasluces y un sinfín de personas arremolinadas para apreciar las canciones.
Estaban cantando "Cielito lindo"a todo pulmón y se percató que Thorsten la tarareaba en silencio.
Fueron andando hasta que llegaronal punto exacto de Garibaldi y una alegría densa inundó el pecho de Katheryn.
Estuvieron caminando ydeleitándose con las diversas canciones mexicanas hasta morir. Los mariachissonreían y vitoreaban alegres por ver el entusiasmo de las personas allípresentes y Katheryn deseó que esa noche jamás terminara.
—Ya es tarde, Honey—le dijoThorsten después de haberse sentado en una banca muy cerca de la plaza. Aun seoía los mariachis.
—No quiero regresar todavía.Mañana te irás y quiero disfrutarte—le respondió, angustiada. Él apretó loslabios y la rodeó en sus brazos.
—Leonard partirá en un par dehoras más y en cuanto salga el sol aquí, yo ya me habré ido a alguna parte,lejos de ti—dijo él—regresaré hasta que todo esté tranquilo. Pero nosmantendremos comunicados y quiero que tengas a la mano el teléfono, por favor.
—Lo haré. No tepreocupes—aprovechó a inhalar su aroma hipnótico y suspiró.
—Bien—murmuró él sobre sucabello—debemos regresar, Honey.
Estaban levantándose cuando elteléfono de Thorsten comenzó a sonar. Katheryn jamás lo había visto contestaruna llamada pero enseguida comprendió que podía ser Terry.
—Dame un segundo—le pidió aKatheryn y ella asintió.
Thorsten apretó la mandíbula ycontestó con dureza.
—¿Diga?
—Ya estoy por partir, Thor—eraLeonard y Katheryn alcanzó a escuchar su voz desde el auricular pero fingióestar distraída.
—¿Ahora?—preguntó Thorstensobresaltado—es muy pronto.
—No quiero perder más tiempo.Terry quedará hospedada en tu casa de Rumania, ¿de acuerdo?—Thor asintió, asabiendas que su amigo no podía verlo—tengo la jodida llave y de solo pensarque veré a Nelid en pocos minutos me aterra. Me estoy cagando de miedo.
—Tranquilízate—su respiración seaceleró—debes estar tranquilo y relajado. Él puede sospechar.
—Ya lo sé. Pero tú debes largarteya a otra parte.
—Tenía pensando irme al amanecer...
—¡Joder! ¿No me has oído? ¡Deja aKatheryn y escóndete!
Thorsten deslizó el pulgar en lapantalla de su iPhone y apretó los puños, estando a punto de hacer pedazos elaparato pero se contuvo.
—Honey—dijo con voz tenue. Ellalo miró alarmada—solo podré irte a dejar a casa de tus amigos. No pasaré lanoche contigo.
—¿Qué? ¿Qué quieres decir?—selevantó de un salto y él la imitó.
—Leonard se va a Krosper justoahora y yo necesito ocultarme también. No puedo esperar a mañana.
—Pero lo prometiste...
—Es una promesa que no podrécumplir, Honey—le besó el dorso de sus manos.
Katheryn cerró los ojos y cuandolos abrió, se dio cuenta que estaba en su habitación. Busco a Thorsten en suentorno y lo encontró apoyado de espaldas a la puerta con las manos sobre elrostro.
—Te juro que no quiero irme—ledijo a Katheryn en un susurro—pero es necesario.
—Mírame—le ordenó ella, caminandohacia él. Pero él no le hizo caso—Thorsten, mírame.
Le quitó las manos de la cara yunos ojos grises y tristes le devolvieron la mirada.
—No va a pasarme nada—intentótranquilizarlo. Ni ella estaba segura si eso podía ser verdad—ocúltate pero nodejes de llamarme ni de mandarme textos.
—No voy a prometerte nada. Laspromesas son fáciles de romper—dijo él—pero te juro que volveré por ti y por mihijo.
—Estaré esperándote.
Un doloroso minuto después,Thorsten sacó su teléfono del bolsillo y le envió una mirada con desdén antesde activar el reproductor musical.
—Quiero dedicarte una canciónoficialmente—dijo.
Ella entornó los ojos y ladeó lacabeza.
—¿Es otra de Alex Ubago? Sonhermosas.
—No—rio a su vez mientras buscabala canción—esta canción no está en español. Está en inglés.
—¿Cuál es?—le brillaron los ojosde excitación.
Thorsten alzó los ojos y viodirectamente a los de ella.
Comenzó a sonar la canción de Green Day — When It's Time.
Laspalabras quedan atrapadas en mi mente,
Disculpa,no me tome el tiempo de sentir la manera en que lo hago.
Porque elprimer día que viniste a mi vida,
Mi tiempohacia tic tac alrededor tuyo
Peroentonces yo necesito tu voz
Y la clavepara desbloquear todo el amor atrapado dentro de mí
Así quedime cuando es tiempo de decir "te amo".
Todo lo quequiero es que entiendas
Que cuandotomo tu mano, es porque lo quiero.
Todosnosotros nacemos en un mundo de dudas
Pero no haydudas
Me dicuenta...
Te amo.
He estadoesperando
Todos losperdedores que estaban destinados a tomarse el tiempo para decir,
Querealmente era en su mente, en lugar
De ellossolo esconderse
Sin embargonunca habrá
Alguiencomo tú para apoyarlos y ayudarlos en el camino
O dilescuando es el tiempo de decir "te amo"
Así quedime cuando es tiempo de decir "te amo".
—¡Haces que te ame más de lo queya te amo!—exclamó Katheryn envuelta en llanto.
—No llores, por favor—le acomodóun mechón de cabello detrás de la oreja y la obligó a verlo—en mi ausenciaquiero que escuches esta canción y sepas que sigo a tu lado.
—No creo que podré ser fuerte sinti.
—Lo eres. Más de lo queimaginas—le besó la frente.
—Quédate hasta mañana, porfavor—le suplicó.
—Puedo quedarme hasta que teduermas, Honey—dijo.
Ella aceptó. No iba adesperdiciar ni un segundo más ni un segundo menos.
—Al díasiguiente—
Como había supuesto Katheryn: Thorstenya no estaba a su lado cuando despertó. El lado donde él había estado estabafrío. Tenía horas de haberse marchado y eso la deprimió.
Haciéndose un ovillo, recordó lafabulosa noche que había pasado con él.
Ansiaba tenerlo a todas horas.¿Por qué su vida tenía que ser tan horrible?
Pero Thorsten tenía queesconderse y salvar su vida.
A regañadientes se levantó de unsalto y buscó su teléfono. Lo puso a cargar y enseguida dos mensajes de textoaparecieron de su pantalla, pero ninguno era de él.
Entristecida, los abrió. Era deun número desconocido.
Cuñada hermosa. Soy Terry Staggs.
Elevó las cejas ante tantaseriedad y elegancia. Continuó leyendo.
Si estás leyendo esto es porque ya estás despierta y mihermano se ha marchado a un lugar seguro.
El motivo de este mensaje es simple: quiero invitarte avivir conmigo. Estoy en Rumania en la casa de Thor. Espero que aceptes miinvitación, necesito conocerte más y cuidar de ti y de mi sobrino.
Besos.
Terry.
Acojonada, parpadeó varias vecespara procesar lo que había leído. Abrió el otro mensaje que era de Owen. Rodólos ojos y lo leyó.
¿Dónde demonios piensas pasar la noche?
El mensaje de Owen le resultódesagradable y lo eliminó.
Se dedicó a responderle a Terryde vuelta.
Acepto tu invitación.
Solo necesito decírselo a mis amigos. Te llamaré en unpar de horas.
Doble besos.
Katheryn.
Dejó el teléfono cargándose enespera de la respuesta.
Hizo la cama, se duchó y salió dela habitación.
Las voces de sus amigos seescuchaban en la sala.
—Pensamos que no habías dormido aquí—dijoLuke en cuanto la vio.
Pero ella se encogió de hombros yfue a la cocina.
—Ayer estaba preocupado por ti eincluso te llame y te mandé un mensaje a tu teléfono sabiendo que lo teníasapagado—agregó Owen con irritación. Él estaba en la cocina con Heidi.
—No debiste preocuparte. Estoybien. Estaba con Thorsten—cogió un plato hondo, leche y cereal.
El rubio asintió un pocotranquilo y se fue a la mesa, dejando a Katheryn con la pelirroja.
—Ethan dice que hizo las pacescon el cretino—le oyó decir a Heidi a sus espaldas— ¿es cierto o lo manipuló?
—Es cierto—le espetó—son amigosahora.
Regresó a su habitación antes deenfadarse más.
Desayunó pendiente de larespuesta de Terry, que llegó una hora después.
Excelente.
¿Te parece si en la noche voy por ti?
Triple besos.
Terry.
Complacida, le respondió alinstante.
No tardes.
Doble de triples besos.
Katheryn.
Deseosa de pasar unos días allado de Terry, la hermana de Thorsten, comenzó a guardar sus cosas en sumaleta.
Cuando se cercioró de que todoestuviera en orden, le mandó un mensaje a Owen para que subiera a verla.
El chico de pelo rubio estuvo ensu puerta a los dos minutos.
Entró dando traspiés y sesorprendió al ver el equipaje listo en la cama.
—¿Vas a alguna parte?—le preguntóceñudo.
—Vamos a alguna parte—le corrigiósonriendo—Owen, ¿quieres venir a Transilvania conmigo?
Owen entre abrió los labios yladeó la cabeza sin entender.
—¿Qué?—alcanzó a decir.
—¿Quieres venir conmigo sí o no?luego te cuento.
—Eh, está bien. ¿Los demás vendrán?
—No.
—Entonces...
—Te estoy invitando solo a tiporque te traje conmigo y debes estar a mi lado.
—Oh—se ruborizó—entonces sí.
—Terry vendrá por nosotros en lanoche.
—¿Quién es Terry?
—La hermana de Thorsten.
—¿Qué?—estupefacto, dio un pasoatrás.
—Larga historia. Es buena onda.
Katheryn le relató a Owen todo lorelativo a Terry y este por poco se desmayó pero aceptó a ir sin cuestionarnada.
—Iré a guardar todo—le avisó élantes de irse.
Sonriendo, cogió su teléfono y leenvió un mensaje de texto a Ethan.
Voy a estar una temporada fuera de México. Nos vemospronto.
Katheryn.
La respuesta llegó al instante.
Bien. Diviértete mucho, Kate.
Mándale saludos a Thor (:
Se rio por el mensaje y serecostó en la cama pero no pasó mucho cuando Heidi entró sin tocar,sorprendiéndola.
—¿Planeas irte de viaje?—lepreguntó al ver su equipaje.
—Sí. Iré con Owen a dar un paseo.
—¿Solos?—achicó los ojos.
—No—bufó—Terry vendrá pornosotros.
—¿Terry?
Pero en ese momento Luke entró ala habitación.
—Katheryn se va de viaje sinnosotros—le informó la pelirroja y Katheryn resopló.
—¿Sí?—Luke elevó las cejas.
—La verdad es que no tieneimportancia. Iré con Owen porque quiere un respiro al igual que yo—añadióKatheryn.
—Eso suena bien—estuvo de acuerdosu amigo— Kath, ¿puedo hablar contigo un segundo?
—Al buen entendedor pocaspalabras—susurró Heidi y se fue dando zancadas.
—¡Te amo!—le gritó Luke antes deque Heidi cerrara la puerta.
Katheryn ahogó una risa nasal yLuke elevó los ojos al techo con una sonrisa.
—¿De qué quieres hablar?
—Es sobre un obsequio que quierodarle a Heidi.
—Oh... ¿es su aniversario?—fruncióel ceño.
Él negó con la cabeza.
—Simplemente quiero darle algoque muestre cuanto la amo; es un obsequio sin ningún motivo en especial.
—¿Y piensas que yo puedo teneralguna idea de lo que puedas darle?
—Supongo que sí. Son amigas.
—¿Qué tienes en mente?
—No lo sé. Necesito tu ayuda—serevolvió incomodo en la cama.
Katheryn alzó las cejas y sonrió.
—¿Qué tal si la llevas de viaje aalguna parte?
—¿A dónde me sugieresllevarla?—le agradó la idea.
—A Japón. O quizá a Italia, nosé—arrugó la nariz.
—Japón suena bien aunque nosabemos hablar japonés—rio por lo bajo y se levantó apresuradamente—bueno,gracias por tus ideas.
Miró el equipaje y se detuvo enla puerta.
—Entonces te vas, ¿no?
—Sí.
—No olvides despedirte denosotros. Ya que es tu maña de largarte por la ventana.
Katheryn esbozó una sonrisa alver a Luke tratando de sonar duro y fracasar. Su amigo la dejó sola y ellaaprovechó a ver su teléfono.
Ni una sola llamada por parte deThorsten.
Supuestamente le había prometidollamarle. Pero suponiendo que tenía que esconderse, lo dejó pasar. Ya despuésintentaría contactarlo.
Owen volvió a su habitación doshoras después con su pequeño equipaje.
—¿Es posible que pueda hablar conClara antes de irnos?
—Por supuesto.
—Pero necesito prestado tuteléfono. El mío ya no funciona—gruñó y miró su teléfono con rencor—esta basuraes una mierda.
—Úsalo—recordó que de seguro yatenía la batería llena. Lo desconectó y se lo entregó a su amigo—creo quetodavía tiene saldo.
—Bien. Dame un segundo—lo cogió ysalió de la habitación.
Katheryn se abrazó las rodillas ymiró a la ventana. Estaba el sol radiante, y aún faltaba horas para que Terryllegase por ella.
Anhelaba poder conocerla más afondo, saber más de Krosper y todo de Thorsten.
Absorta en sus pensamientos, nose dio cuenta que Owen ya había regresado y que tenía el rostro pálido como lanieve.
—¿Owen?—le preguntó, asustada. Élse limitó a entregarle el teléfono y se dejó caer al suelo con las manos en elrostro— por Dios, ¡Owen!
Saltó de la cama y se sentó a sulado, intentó quitarle las manos de la cara pero él se negó.
—¿Qué ocurre? ¿Qué pasa?
Pero él solo negaba con lacabeza.
—Me estás asustando. Por favor,háblame.
—Clara cometió una estupidez,Katheryn—le respondió en balbuceos bajo sus manos—intentó quitarse la vida hacetres noches y se encuentra hospitalizada; habían tratado de contactarme peroese pedazo de bazofia de teléfono que tengo no funciona y ella no tiene a nadiemás. Solo a mí y a ti.
Katheryn lo miraba con los ojosentornados.
—¿Pero ella está bien?
—Eso parece. Necesito ir averla—por fin despegó sus manos del rostro y Katheryn le vio los ojosllorosos—por favor, dile a la hermana de Thor que me lleve con Clara.
—Sí. Le voy a llamar, no tepreocupes—se inclinó lo suficiente para darle un beso en la frente.
Abrumada, le llamó a Terry y estacontestó al instante. Se escuchaba música clásica de fondo y apenas podía oírlesu voz.
—¿Katheryn?—gritó Terry alresponder—lo siento, voy a bajarle el volumen.
—Okey—gritó Katheryn.
—Perdona. ¿Qué ocurre?
—Quisiera pedirte un favor,Terry. Sé que no nos conocemos lo bastante bien pero es una emergencia.
—¿De qué se trata?
—Lo que pasa es que un amigo míoestá pasando por una crisis y necesita llegar a California hoy mismo.
—Ah, claro—dijo pensativa—puedollevarlo cuando pase por ti. No te preocupes.
—Gracias, Terry.
—No agradezcas, lo hago congusto—dijo con voz cantarina—dile que se tranquilice y que llegaré en unashoras.
Al colgar, se dio la vuelta paradecírselo a Owen pero él ya no estaba en la habitación.
Y en el piso inferior seescuchaba un alboroto.
Bajó corriendo a toda leche y loúnico que logró fue ver a su amigo Owen golpear brutalmente a los tres hombresde la casa—Ben, Brenton y Luke—y salir furioso por la puerta de la entrada.
—¡Owen, bastardo idiota,vuelve!—le gritó Heidi con voz temblorosa.
—Iré por él—dijo Luke mientras selevantaba del suelo con una mano sobre su nariz que le chorreaba de sangre.
—No. Yo iré—interpuso Katheryn ysalió corriendo.
—¡Katheryn!—le gritaron los demáspero ella iba con el objetivo de hacer entrar en razón a su amigo.
—¡Owen!—gritó ella detrás de él—¡Detente ahí! ¡Ya hablé con Terry!
—¿Y si muere? ¿Y si Claramuere?—le gritó en respuesta sin detenerse. La luz del sol le hacía brillar suscabellos dorados al correr.
—¡Eso no pasará...!—Katheryntrastrabilló y cayó de bruces sobre el asfalto, raspándose las mejillas y loscodos.
El rubio giró sobre sus talones yvio a Katheryn incorporándose con furia del suelo. Alterado, corrió de vueltapara ayudarla.
—¿Estás bien?—se puso decuclillas e intentó agarrarla pero ella se apartó.
—¿No entiendes que Terry te va allevar con Clara? ¿En qué estabas pensando cuando saliste como idiota a lacalle?—le espetó con aspereza. Le ardía la cara y los codos.
—Lo siento—bajó la mirada alsuelo—es solo que me siento culpable de todo lo que ha ocurrido, incluso yo tecausé esa caída y estás embarazada.
—Lo que yo te pido es que esperesunas horas más y luego estarás con Clara. A mí también me duele saber lo quehizo pero tenemos que tener cordura.
Owen la levantó del suelo confacilidad y la llevó en sus brazos en contra de su voluntad.
—No quiero sermones—añadió Owenen cuanto pasó el umbral de la puerta con Katheryn en sus brazos. Todos estabanpreocupados pero se mantuvieron en silencio, todos excepto Heidi.
—¿Qué demonios pasó? Mírate,estás toda raspada de la cara.
—Me tropecé—bufó—Owen, puedoandar sola.
—No. Estás embarazada y no tienesque hacer ningún esfuerzo—dijo el rubio, sin darse cuenta que había metido lascuatro enteras.
Los tres chicos entornaron losojos.
—¿Estás embarazada?—lepreguntaron a Katheryn al unísono. Luke fue el más impactado. Katheryn se ruborizóy asintió.
—¿Por qué no nos dijistenada?—musitó Ben.
—Porque era una sorpresa—semordió los labios y Owen por fin la depositó sobre sus pies—pero ya se hanenterado.
—¿Es de Staggs?—preguntó Brentoncon los ojos achicados.
—Pues sí. ¿De quién más?—inquirióOwen a la defensiva.
—No lo sé. De Ethan, tal vez...
—No—repuso Katheryn—ahoranecesito comer algo...
—Tonterías. Primero te vas alavar esas heridas—ordenó Heidi, llevándosela al baño.
Terry llegó a eso de las siete dela noche. Ninguno de los chicos la esperaba, así que se sorprendieron bastante,llegando al grado de correr como gallinas hasta la habitación de Katheryn,pensando que ella había llegado para asesinarlos en nombre de Thorsten.
Pero resultó que al momento delas presentaciones, terminaron cayéndose bien mutuamente y Terry prometióconocerlos más en un futuro.
—Por favor, cuídala—le recomendóHeidi sin querer dejar ir a Katheryn.
—No te preocupes—le aseguró lamorena.
Owen apenas y sonrió aldespedirse.
Terry iba a llevarlo a Californiaen ese preciso segundo. Katheryn tuvo la brillante idea de que se teletransportaran con el Jetta y así poder llevar su equipaje.
—¡No comas mucho!—le gritóBrenton a Katheryn cuando entró a su auto. Terry enarcó las cejas desde elinterior y Owen no le hizo caso y se hizo un ovillo en los asientos traseros.
Terry dejó que Katheryn condujerapor treinta minutos y después, sin avisar, se tele transportaron a California.
Tanto Katheryn y Terry miraronpor encima del hombro a Owen, quién sollozaba desconsolado. Terry arrugó lafrente y se volvió para hablarle al chico.
—¡Eh, guapo! Levanta el trasero,ya hemos llegado a California, dime en qué hospital está tu chica.
—Está en el Hospital MedicalCenter—balbuceó.
—¿Está en Los Ángeles?—preguntóKatheryn. Él se encogió de hombros sin ganas de querer hablar— ¿Qué infiernoshacia Clara allá?
—Yo qué sé. Solamente está ahí,¿de acuerdo?—le respondió el rubio con altanería.
—Deberías tener más respeto,¿no?—espetó Terry de malhumor.
—Ya. Déjalo—le aconsejó Katheryn—mejorllevémoslo antes de que haga alguna estupidez.
—No tiene autocontrol tuamigo—observó la morena y chasqueó la lengua—pero bueno. En un segundoestaremos en ese lugar.
Al cabo de un instante, llegaronal estacionamiento del enorme hospital de Los Ángeles.
Katheryn sentía pánico. ¿Y siClara no mejoraba? ¿Qué pasaría con Owen?
Despejó su mente de aquellospensamientos y se centró en su amigo.
Owen abrió la puerta del auto ysalió casi corriendo al hospital. Las dos chicas lo siguieron trotando hasta laentrada de urgencias.
Encontraron al rubio pidiendoentrar a la habitación de Clara y a juzgar por el rostro que tenía—rojo eirritado—aquella petición había sido negada.
—¿Qué pasa?—preguntó Katheryn aOwen. Su amigo se volvió a ella y gruño.
—Pasa que esta tonta mujer diceque no puedo pasar.
—¿Por qué no tiene permitidoentrar? Es su novia del chico la que está dentro—intervino Terry. La enfermeraarqueó una ceja en su dirección.
—La paciente que él busca aúnsigue grave y nadie puede pasar a verla.
—He viajado desde México. Nopuede impedírmelo—musitó Owen, con ira.
Katheryn sujetó a Owen del brazopara evitar que hiciera algo estúpido, mientras que Terry se las arreglaba paracapturar la mirada de la enfermera e hipnotizarla. No tardó más de un minuto,ya que a los cuatro minutos, los tres se encontraban dentro de la habitación deClara. Y Katheryn sintió una punzada en el pecho al ver a su amiga en esa camacon tubos dentro de la nariz y agujas con suero en sus dos brazos.
Enseguida supo la manera en laque intentó quitarse la vida: sus muñecas estaban vendadas.
Owen cayó de rodillas a su lado yle besó el dorso de su mano izquierda.
Mientras que Terry apretaba loslabios en silencio.
—¿Puedes ayudarla a sanar?—lepreguntó Katheryn a Terry en un susurro.
—Claro. Pero... ¿el chico querráque yo la toque?
—Supongo que sí.
—Habla con él.
Katheryn se arrodilló junto a suamigo y lo abrazó. Él recargó su frente debajo de la barbilla de Katheryn ysollozó con fuerza.
—Tranquilo—le dijo ella acariciándolela cara—todo va a estar bien. Clara va a despertar.
—Lo dudo. Mírala...
—Terry puede hacerla reaccionar ysanar—murmuró y la cabeza de Owen se alzó y la vio a los ojos, luego desvió lamirada a la morena.
—Por favor, sánala. Por favor—lesuplicó.
La morena se deslizó con graciahacia la cama. Parpadeó y depositó ambas manos sobre el pecho de la Clara. Alprincipio Katheryn pensó que no funcionaría pero segundos después, una luzemergió de sus palmas e inundó a Clara por completo.
Los vendajes de sus muñecasbrillaron y la luz se esfumó.
—Ya está.
—¡Clara! princesa, abre losojos—gimoteó Owen acariciándole la cara.
Los ojos de Clara se abrieron conrapidez. Pestañeó hasta enfocar su vista en Owen, quién le sonrió entrelágrimas y entonces ella rompió a llorar.
—No pasa nada, tranquila. Estoyaquí—le decía él y al mismo tiempo la llenaba de besos en la frente.
Katheryn se limpió una lágrima delos ojos y vio a otra parte. Terry sonrió complacida por su trabajo bienefectuado.
—¿Katheryn?
Katheryn dio un respingo al oírsu nombre salir de los labios de su amiga.
—Aquí estoy.
—¿Qué haces aquí?
—Vine a ver qué tal estabas.
Owen miraba a Katheryn con unasonrisa.
Clara frunció el ceño al ver aTerry.
—Ah—dijo Clara— ¿y ella quién es?
Se refirió a Terry y esta sepresentó cordialmente, sin decir que era la hermana de Thorsten.
—Bueno, me alegro que estésmejor—dijo Katheryn y se puso de pie—creo que ya debemos irnos.
—¿Tan pronto?—Clara se sobresaltóy Katheryn alcanzó a notar tristeza en su voz.
—Sí. Es tarde y no puedo estarmucho tiempo en lugares como este.
—¿Por qué?
—Cariño—dijo Owen, sin dejar demirar a Katheryn, quién asintió—Katheryn está embarazada.
Los ojos claros de su amiga sedesorbitaron y una sonrisa de alegría cruzó sus pálidos labios.
—¿En serio?—Katheryn asintió— ¡Mealegro! ¿Quién es el padre?
Hubo un silencio incómodo. Terrytuvo que darle la espalda.
—Thorsten Staggs—dijo por finKatheryn—no lo conoces, pero espero presentártelo pronto.
—¡Sí!—intentó sentarse pero lefue difícil y Owen tuvo que ayudarla a recostarla—eso espero.
Terry sonrió de oreja a oreja,señal de fastidio y aburrimiento.
Katheryn puso los ojos en blanco.
—Bien. Nos vamos—anunció, avanzóun paso a la cama y dudó. No estaba segura de abrazarla—adiós, Owen. Adiós,Clara.
—¿No me darás un beso ni unabrazo de despedida?—extendió sus delgados y débiles brazos al aire.
Katheryn quiso echarse a llorarahí mismo. Se abalanzó a su amiga y la llenó de besos tronados todo el rostro.
Al término de la despedida,Katheryn habló a solas con Owen.
—Te doy la tarea de que lecuentes a Clara absolutamente todo—le dijo, dejándolo sorprendido—todo.Cuéntale todo lo que ha pasado hasta ahora.
—¿Estás segura? ¿Quieres que seentere que éramos inmortales tipo vampiros?
—Sí.
—Está bien, a ver qué tal lodigiere—se rascó el cuello— ¿Hasta cuándo te veré?
—No lo sé—se mordió los labiospensativa—hasta que nazca mi bebé, tal vez.
Los ojos de Owen se agrandaron yella rio.
—Es broma. Pero pronto. Yo tebuscaré, ¿okey?
—Okey—la abrazó y se dieron unbeso en las mejillas.
—Cuídala.
—Eso no lo dudes—se despidió deTerry con la mano y entró a la habitación de su novia.
—Próxima parada—dijo Terry condramatismo—Transilvania.
Llegaron a Rumania. Los rayos delsol estaban más brillantes que nunca y eso a Katheryn la desconcertó por unsegundo. Estaban fuera de la casa de Thorsten y sintió una inmensa tristeza. Ycon disimulo, verificó su teléfono: nada. Ni una llamada por parte de Thor.
Terry se encargó de meter elequipaje de Katheryn y de guardar el auto en donde alguna vez Thorsten lo habíaguardado.
Katheryn, al entrar, sintió paz ytranquilidad. Todo estaba tal como lo recordaba, todo excepto un detalle: Él nose encontraba allí para recibirla.
—No te rebanes los sesos pensandoen mi hermano. Él se encuentra perfectamente bien—le dijo Terry a unos metrosde distancia—mejor vamos a instalarte.
La siguió por las escaleras.Suspiró al recordar todo lo que había ocurrido en aquel sitio durante los mesespasados y parecía haber pasado una eternidad.
Escudriñando a su alrededor,llegó hasta su antigua habitación y ahogó un grito cuando Terry gruñó y la echóhacia atrás con violencia.
—No hagas ruido—le siseó aKatheryn, dejándola helada.
La morena entró sigilosamente ala habitación de Katheryn y cuando Katheryn pensaba que algo estaba ocurriendo,se llevó la sorpresa de escuchar la carcajada irónica de la morena en elinterior. Había alguien más dentro pero decidió permanecer quieta en su lugar.
—¿Por qué infiernos me asustas deesa manera? ¿Sabías que tu chica está detrás de esa puerta y está muerta demiedo?
Katheryn sintió que se le erizabala piel. ¿Era posible? ¿Era posible que Thorsten estuviera dentro?
—¿Ella está aquí?—oyó la voz deThorsten y sintió una oleada de alegría—oh Dios, ¡Honey!
La puerta se abrió con brusquedady los dos se miraron a los ojos.
En un segundo, Katheryn estabaentre sus brazos.
—¿Estás bien, Honey?—se apartóunos centímetros para verle el rostro.
—Estoy bien. A tu lado siempreestaré bien.
—No pensé que estarías aquí, Honey—inhalósu cabello. Olía a fresas.
—Yo tampoco, creí que te habíasido muy lejos.
—Eso pensamos—añadió Terry desdela cama—tienes que darnos una explicación porque Leonard debe estar hablandojusto ahora con Nelid y si te ve con Katheryn, vendrá por todos.
La mandíbula de Thorsten setensó.
—Eso no sucederá. Solo he venidopor unas cosas—dijo, rompiendo el abrazo con Katheryn—de hecho ya me iba.Estaba en la habitación tratando de llevarme la esencia de Katheryn a Alaska.
—¿Alaska?—le preguntó Katheryn enun hilo de voz. Él asintió—te vas acongelar.
Tanto Terry y Thorsten sacudieronla cabeza y sonrieron.
—Cuñada, nosotros no sentimos latemperatura como los humanos.
—¿Llevas abrigos?—ignoró a Terryy se centró en Thorsten.
—Llevo suficientes—respondió ysus ojos brillaron—debo regresar. Ya me instalé en un pueblo que es imposiblelocalizar en un mapa.
—¿Volverás?
—Pronto, Honey.
—¿Me llamarás?
—Casi no hay señal pero lointentaré—le besó la frente y Katheryn se desilusionó. Se volvió hacia suhermana y dando un suspiro, dijo: —por favor, cuídala.
—Ya. Tranquilo. La protegeré conmi vida.
Poniendo los ojos en blanco,Thorsten le dio un beso fugaz en los labios a Katheryn y desapareció con unamochila en la mano.
~~~Semanasdespués~~~
El clima era bipolar.
Cuando amanecía fresco, anochecíacaluroso. Cuando amanecía caluroso, anochecía fresco.
Katheryn se sentía tranquila yrelajada viviendo bajo el mismo techo con Terry. La morena resultó ser un dulceempalagoso.
Por las mañanas, salían a pasearpor los alrededores. Los cuales Katheryn conocía a la perfección pero dejaronde pasear seguido a causa de la fatiga notoria que comenzaba a atormentarla.
Su vientre estaba más abultadoaunque apenas se notaba debajo de la blusa. Y Terry no la dejaba hacer nada porsi sola y de nada servía protestar.
—Puedo hacerlo yo sola—protestabaKatheryn cada que Terry le quitaba las cosas de la mano como era el caso, habíarecogido la ropa en el cesto y la morena casi se infarta.
—Sí. Pero no es correcto—y sellevaba lo que tenía en las manos.
Sulfurada, Katheryn se sentaba aleer en vez de hacer entrar en razón a la testaruda de Terry. Porque Terry eraigual o peor que Thorsten para razonar o llevarle la contraria.
Cierto día, a Terry se le ocurrióla brillante idea de salir a acampar en las montañas y Katheryn no lo pensó dosveces. Llevaron el auto por cualquier cosa pero ya en la noche, la temperaturafue en descenso y Katheryn por poco perdió la sensibilidad de los dedos.
—¡Ay!—gritó Terry tratando dehacer entrar en calor a Katheryn con la fogata—no creí que el maldito frío ibaa aumentar. Debemos regresar o vas a congelarte.
—N—No—se negó abrazándose a símisma—es perfecto.
—Tonterías. No sé cómo cuidar deti—dio unos saltitos en su sitio—Thorsten me asesinará si algo te pasa. Así queregresemos.
—No hace tanto frío—mintió conuna sonrisa pero un estornudo la delato. Sus manos estaban engarrotadas que ya nosentía los dedos y tampoco los labios.
Terry la ayudó a deslizarsedentro del auto y fue metiendo las cosas poco a poco.
Katheryn, sintiendo el calor pocoa poco en su cuerpo, se sintió terrible y pensó en la carga que sería cuando suestómago creciera más.
—Si fueras una carga, yo no mehubiera ofrecido voluntaria para cuidarte durante el embarazo—le dijo Terry aKatheryn cuando se hubo sentado al volante.
Katheryn se ruborizó. AhoraThorsten no hurgaba en su cabeza, sino su hermana y eso le estresaba.
—No deberías leer lo quepienso—le aconsejó.
—¿Por qué no?—encendió el auto ylo hizo moverse unos cuantos metros.
—Porque la cabeza de las personasson privadas.
—¿Thorsten nunca leyó tuspensamientos?
—Sí, pero luego dejó de hacerlo.
—Y quieres que yo dejé de hacerlotambién, ¿no?
—Sí.
—De acuerdo.
Se tele transportarondirectamente a la casa, donde casi no se sentía el mismo frío.
Katheryn cuando estuvo dentro desu habitación, se acercó al balcón y miró al cielo nocturno sin estrellas. Elcielo estaba gris y lleno de nubes, en el bosque una manta de niebla adornabaabsolutamente todo y eso que apenas estaban a la mitad de noviembre. Sepreguntó por qué no había nieve si ya estaban en invierno.
—No hay nieve por qué así lodecidió Thor—escuchó la voz de Terry desde abajo.
Molesta, localizó a la morena yresopló. El trato de no leerle la mente pareció no entenderle.
—Estaba respondiendo a tupregunta—graznó la morena con la nariz arruga.
—Ya. Olvídalo—puso los ojos enblanco— ¿Por qué no vamos mañana al pueblo?
—¿Podrás soportar el frío?
—Supongo que sí.
—Bien—se encogió de hombros y sepuso de rodillas y sus manos se movieron en la tierra.
—¿Qué haces?—quiso saberKatheryn.
—Estoy sembrando semillas degirasol.
—¿En esta época?
—No creo que crezcan en ningunaépoca pero mínimo haré el intento.
La observó durante tres minutospero un aire helado le golpeó las mejillas, dejándola muerta de frio. Tiritó yoptó por encerrarse a pesar de que Terry seguía plantado sus girasoles.
De pronto, recibió una llamada de"Ojiverdesensual". Rio por lo bajo y respondió.
Era un milagro que Ethan lallamada. Ya que sus amigos le enviaban mensajes cada fin de semana. Owen lehabía llamado días atrás y le había comentado que Clara recibió la noticia lomás serena y que ella ya lo sospechaba. Y que esperaba verla de nuevo. YThorsten se comunicaba con ella por medio de Terry...
—¿Hola?
—¡Hola, Katheryn!
—Hola, Ethan—soltó una risilla.
—¿Te estás burlando de mí?—ahogóuna risotada.
—No, Ja, Ja, Ja.
—Ja, Ja, Ja, graciosita—seburló—te llamaba para preguntar qué tal estás. ¿Cómo vas con tu embarazo?
—Supongo que bien. No he tenidomalestares, solo algunos mareos y antojos—y en ese instante se le antojó cafécon galletas.
—Oh. ¿Y qué tal Thor?—Katherynseguía asombrándose de que Ethan cada que pronunciaba el nombre de Thorsten lohacía alegre y no con desprecio como antes.
—Él está fuera. No sé si lorecuerdas, pero seguimos en peligro.
—¿Entonces si era verdad?—sepreocupó.
—Sí...
—¿Y él está bien? ¿Están bien?—sealarmó.
—Todo bajo control—titubeó.
—Quisiera poder apoyarte pero mees imposible viajar a donde estás, ¿estás en Rumania, no?
—Sí.
—Sam se ha vuelto más dementepero quiero ayudarla y no puedo abandonarla.
—Y no lo hagas. Te necesita.
—Lo sé—suspiró agobiado.
¡Ethan! ¡Hay una rata en la habitación!
La voz de Sam salió a relucir delotro lado de la línea. Katheryn elevó los ojos al techo y estuvo segura queEthan hizo lo mismo.
—Te dejo.
—Okey. Cuídate, Ethan.
—También tú. Quiero que ese bebénazca sano, eh.
Rieron brevemente y colgaron almismo tiempo.
Díasdespués, 24 de diciembre.
Katheryn tenía más grande elestómago y los ascos eran más constantes y ese día sentía que iba a pasarlodevolviendo todo lo que ingería.
Tanto Katheryn y Terry, decidieronpasar Noche Buena y Año Nuevo solas en Transilvania, sin ajetreos ni sorpresas.
Terry se encargó de obsequiarloun hermoso vestido amplio de encajes color rojo, un abrigo de lana café y unasbotas negras con peluche gris. Fue un lindo detalle y se ruborizó al no tenernada que obsequiarle.
—Tonterías—le dijo Terry—queríadártelo. Además falta horas para Navidad.
—Pero debí comprarte algo—semordió los labios.
—¿En ese estado que estás? No. Miregalo perfecto sería un "gracias".
—¡Gracias!—le echó los brazosencima. Las hormonas la estaban volviendo sensible.
—Cariño, date una ducha calientey póntelo. Estaré arreglando la mesa.
Sin poder dejar de sonreír,obedeció. Subió las escaleras a paso lento y entró a su habitación.
Se desvistió, preparó la tina conagua tibia y esencias relajantes. Se sumergió hasta el cuello y cerró los ojosmientras acariciaba su abdomen abultado.
—Hola, bebé, ¿Qué tal está elagua?—le preguntó. Le gustaba hablarle a su bebé aunque sabía que no lo estabaescuchando. Ahora ya no se sentía sola.
Sintió algo dentro y abrió losojos. Era la primera vez que lo sentía moverse.
—Soy yo, tu mamá—susurró sindejar de frotar sus dedos sobre su abdomen. Otro movimiento—tranquilo, no pasanada.
Siguió relajándose hasta que supiel se le hizo como pasa. Poniéndose la bata de baño, se dirigió a la camadonde le esperaba su nueva ropa.
Embobada, se vistió rápidamente yse sintió graciosa. Su estómago apenas se notaba debajo de aquel abrigo y surostro estaba distinto. Sus mejillas sonrosadas y más regordetas, sus ojos másbrillantes y alegres. Y se debía a su bebé. La maternidad la estaba cambiandopero ella necesitaba el apoyo del padre de su hijo.
Se perfumó y se arregló elcabello en una cebolla, adornado de una gasa gris que tenía entre sus cosas. Sepintó los labios, se puso rímel y delineador. Hacía tiempo que no semaquillaba.
Al término de las escaleras quedaban directamente a la sala, escuchó la voz de Terry que reía a todo pulmón enel patio trasero pero al momento que ella se acercó, la morena cerró la boca yguardó su teléfono con nerviosismo.
—¿Con quién hablabas?—inquirióKatheryn con indiferencia.
—Con... una persona que llamó porequivocación.
—¿Y se pusieron a reír?—alzó unaceja y se sentó en una silla que daba vista al patio trasero que estabailuminado por luces navideñas.
—Dijo estupideces y obviamente mereí—se alisó el vestido rojo escotado que llevaba puesto a pesar de hacer fríoy entró a zancadas a la cocina—en un segundo estará todo listo.
Katheryn asintió sabiendo que nola veía y se dedicó a ver más allá del patio, donde reinaba la niebla y lanieve que no se atrevía a caer gracias a Thorsten.
—Eh, Kate, entra—la llamó Terrydesde el interior.
—Ya voy—respondió con pereza. Lehubiera gustado quedarse un poco más ahí sentada.
Recorrió la sala y vio la mesa:había tres platos puestos. Era extraño pero en fin, siguió su recorrido haciala cocina.
Y cuando pensó que encontraría aTerry trajinando con la cena, vio al hombre de su vida de pie en el umbral dela cocina, la estaba mirando con sus ojos grises oscuros y una sonrisa de ladoen sus labios. Estaba vestido más elegante de lo normal: Pantalón negro delino, una camisa azul marino manga larga con algunos botones desabrochados ysus zapatos negros bien lustrados. Y su cabello estaba más largo que incluso lecubría un poco las orejas y la frente. Pero se miraba malditamente hermoso.
Tenía una mano oculta detrás desu espalda y la otra estaba extendida hacia ella. Katheryn sintió que iba adesmayarse.
—Buenas noches, Honey.
Ella depositó su mano sobre lasuya y cerró los ojos durante un segundo, asegurándose que él estaba ahí y nolo estaba imaginando.
—Te ves preciosa—la atrajo a sucuerpo y ella abrió los ojos—y hueles tan bien...
—Estás aquí—fue lo único que ellalogró decir antes de romper a llorar a su pecho—te amo, te amo.
—Yo te amo más de lo que tú meamas, hermosa—le acarició el cabello—esto es para ti.
Sin comprender, se apartó deThorsten y vio un ramo de rosas rojas envueltas en una tela gris brillante.Había una tarjeta entre las rosas. Katheryn sonrió abiertamente y limpiándoselas lágrimas, cogió sus rosas y besó a Thorsten. Él le correspondió alinstante, se fundieron en un delicioso beso y no se separaron hasta que Terrytosió falsamente a sus espaldas.
—Tortolos, la cena está servida.
Thorsten puso los ojos en blancoy condujo a su novia hasta la mesa. Katheryn dejó su obsequio en el asientosiguiente al suyo.
Terry se sintió algo cohibida yThorsten la abrazó.
—No te preocupes por Leonard. Élestá bien, te lo aseguro, pequeña.
—Me hubiera gustado pasar laNavidad con él—se enjuagó las lágrimas.
—Te prometo que en la próximaNavidad él estará sentado con nosotros—le besó en la sien y miró aKatheryn—todos estaremos juntos.
Y su mirada le aseguró quetambién el bebé estaría presente para esa fecha y se sonrieron.
Cenaron entre risas y escucharoncon atención las anécdotas vergonzosas de Thorsten en Alaska.
—¡Un estúpido intentó entrar a mimorada a las cuatro de la mañana!—decía enfadado pero riéndose—y él malditopensó que era una mujer e intentó besarme a la fuerza—se llevó las manos a lacara, estaba ruborizado—no tuve otra opción que golpearlo, no fuerte pero si losuficiente para sacarlo de mi casa.
Katheryn y Terry patalearon de larisa, e incluso Katheryn tuvo que parar por la fuerte punzada que sintió en elabdomen.
Thorsten se sobresaltó y la cogióde la mano. Terry palideció.
—¿Estás bien, Honey?
—Sí. Es solo que me reíescandalosamente y necesitaba aire—confesó—pero estoy bien. Tranquilo.
El rostro de Thorsten se suavizóy colocó uno de sus brazos sobre el respaldo de Katheryn.
Continuaron charlando hasta quedieron las doce en punto. Oficialmente era Navidad pero lo curioso fue que nohabía ningún árbol de Navidad.
Se abrazaron con ternura yThorsten salió al patio trasero y regresó seis minutos después.
En sus manos traía dos regalosenormes.
—Oh, ¿otro obsequio?—preguntóKatheryn con las cejas elevadas, él asintió—pero ya me has dado mis rosas.
—Nada es suficiente. Lo merecestodo, Honey—le besó la nariz y le entregó su obsequio. Llamó a Terry y estaenseguida besó fugazmente a su hermano y huyó con su obsequio a la sala.
Él arqueó las cejas, esperando elmomento para que ello lo abriera.
Poco a poco, lo desenvolvió y denuevo sus ojos se le llenaron de lágrimas. En sí, no era para ella el regalo,sino para el bebé. Era un mameluco gris con ositos de distintos colores. Eraprecioso.
—¡Es hermoso!—gimió ella entrelágrimas.
—No sé si será niña o niño peroesa ropita le quedará—metió las manos en sus bolsillos y agachó la mirada,sonrojado.
—¡Tenemos que pensar en unnombre!—dio unos saltitos emocionada y abrazando la ropita contra su pecho.
Él sonrió y la miró con cariño.Abrió la boca para hablar pero Terry ahogó un grito alocado.
—¡Te amo!—apareció detrás deellos y saltó encima de su hermano— ¡Era lo que tanto deseaba!
—¿Te ha gustado?—le preguntó élentre risas. Ella no dejaba de besarle la cara y Katheryn sonrió.
—¡Sí!—y se fue corriendo como unaniñita.
—¿Qué le diste?—le pregunto,curiosa.
—Nada fuera de lo normal, le diuna Mac Apple que tanto anhelaba y le puse una nota que decía que le iba a dardinero extra para que pusiera internet en la casa.
—Ah—dijo Katheryn risueña—bienpor ella, pero sigamos con lo del bebé, debemos estar listos y no a la merahora buscarle nombre.
—Entonces vamos—le propusoThorsten, alargando su mano hasta la de ella.
—¿A dónde?
—A caminar. Las ideas sepresentan si estás motivado y tú eres una buena motivación.
Katheryn sonrió ruborizada ysalieron al patio trasero, que se fue iluminando a cada paso que daban.
El aire apenas era fresco y ellasospechaba que él había tenido algo que ver.
—Ya me dijo Terry que manipulastela nieve, Thor.
—No quiero que teresfríes—respondió con vaguedad—pero si quieres puedo retirar lo que he hechopara que veas la nieve.
—No, así está bien. Meencanta—entrelazó su mano con la de él y anduvieron caminando hasta llegar allímite de la casa. Ahí había dos sillas plegables, esperándolos. En medio delas sillas había una pequeña mesa con velas, y que sorprendentemente no seapagaban con el aire.
—Siéntate, Honey.
Sentándose, Katheryn dejó escaparun suspiro de alivio. Thorsten cogió una de sus manos y comenzó aacariciársela.
—Milo—le oyó susurrar a Thorsten.
—¿Perdona?
—Milo. Me gustaría que nuestrohijo se llamara Milo.
A Katheryn le encantó la idea.
—¿Y si es niña?—ladeó la cabezasin dejar de verlo. Él apretó los labios y junto las cejas, pero luego sonrióampliamente.
—Mila—besó su mano sin dejar deverla— ¿Qué te parece? Milo o Mila, dependiendo el sexo de nuestro bebé.
—¡Sí! Ya está decidido.
—Milo Staggs—dijo él.
—O Mila Staggs.
—Suena hermoso cuando sale de tuslabios ese nombre.
—Y tú eres perfecto digas lo quedigas, incluso si estás enfadado.
—Soy un monstruo cuando meenfado—se quejó—tú eres perfecta enfadada.
—Ajá. Soy terrible, en serio y losabes—rio— ¿Cuántas veces no te he sacado de quicio y has querido reprendermepor mi estupidez?
—Eso fue antes. Ahora ni siquiera me atrevería a pensar en lastimarte.
—Lo sé. No concibo pensar queantes quería matarte. Estaba realmente loca.
—No eres la primera que intentamatarme pero si la primera con la que me he sentido fatal al saberlo.
Katheryn, acariciando la ropa deMilo o Mila, miró a los ojos a Thorsten. Él sonreía cálidamente y connostalgia.
—Jamás he vuelto a pensar enmatarte.
—Lo sé.
Hubo una pausa de silencio.
—¿Te quedarás a dormir?—preguntóella con anhelo pero sus falsas esperanzas se desvanecieron cuando lo vio negarcon la cabeza y apretar los labios.
—Estaré un rato más y luego meiré, Honey.
—¿Por qué?
—No puedo estar aquí muchotiempo.
—Pero ni si quiera te has dignadoa hablarme en todas estas semanas—espetó, herida.
—En Alaska no entra la señal,Honey.
—¿Y cómo voy a saber si estásbien?
—Seguiré comunicándome con Terry.Es menos riesgoso.
—¿Vas a venir en AñoNuevo?—preguntó esperanzada.
—Desde luego que sí.
—¿Y cuando nazca Milo?
—O Mila—le recordó— ¡No me loperdería nunca!
—Entonces promételo.
—Las promesas son fáciles deromper—se pasó una mano por el pelo y suspiró—te doy mi palabra. No voy aperderme ese día.
Katheryn, complacida por suspalabras, le acarició la mejilla y dejó por unos segundos la palma sobre lacicatriz que él tenía.
Sintió el estremecimiento de suchico bajo su tacto. Su piel era tan suave pero su cicatriz era áspera ycorrugada.
Horas después, cuando Thorsten semarchó, Katheryn se dispuso a abrazar aquel mameluco gris y añoró tener en eseinstante a su bebé. Sin embargo, Terry se la pasó toda la noche manoseando sunueva portátil.
Katheryn subió a su habitaciónpara prepararse y dormir pero se distrajo leyendo los innumerables mensajes desus amigos. Sonrió a medias al darse cuenta de lo mucho que echaba de menos asus hermanos. El día anterior había intentado localizarlos y la respuesta deCharlie la dejó aturdida y dando por hecho que estaban mejor sin ella.
—Hola, Kate—le había dichoCharlie con el tono de voz arrogante. Pero seguía teniendo un toque infantil.
—Hola, Charlie—se mordió loslabios con nerviosismo—mañana es Noche Buena y me preguntaba sí...
—No.
—No he terminado de hablar...
—Lo sé pero la respuesta es no.No queremos pasar la Navidad ni Año Nuevo contigo ni con tu novio.
Pensó que no le dolería pero fuetodo lo contrario. Sintió que su corazón se comprimía dentro de su pecho.
—¿Piensan pasar esas fechassolos? Se supone que es la primera Navidad que estaríamos juntos...
—Pero tú te encargaste dearruinarla—le espetó—y si eso es todo lo que ibas a decirnos, adiós.
La línea quedó muerta y Katherynsintió que un nudo se gigante se le había formado en la garganta. Ni si quierapudo decirle la noticia de su embarazo pero presentía que eso sería unsuicidio. Sus hermanos no se lo perdonarían nunca.
Y ahora que revisaba los mensajesde sus amigos, sintió nostalgia al no encontrar ninguno de sus hermanos.
Deprimida, guardó el mamelucoentre los cajones de su ropa y se deslizó entre las sabanas aun con el teléfonoen las manos. Estaba mensajeándose con Luke.
Y no podía evitar sonreír antesus tonterías.
De pronto, su teléfono comenzó asonar como loco.
Frunció el ceño y se sorprendió alleer la pantalla: Jack llamando...
Soltó un gritito y contestó.
—¿Hola?
—Feliz Navidad, Kate. Soy Jack—suvoz demostraba timidez.
—Feliz Navidad, Jack.
Hubo un silencio repentino.
—¿Qué tal te ha ido?
—Estupendo. ¿Y tú?
—Genial—susurró— ¿Cómo te laestás pasando?
—Bien, pero ya estoy preparándomepara dormir.
—Oh—le oyó murmurar—entoncesllamé en mal momento.
—¡Jamás!—casi gritó—es decir, no.Solo estoy recostada.
—Charles me dijo que llamasteanoche—siseó enfadado. Katheryn sabía que cuando Jack llamaba a Charlie"Charles" es porque estaba molesto con él.
—Sí, hablé con él.
—¡Lo quiero matar!—gruñó—yo siquería pasar estas fechas contigo, me vale una mierda si estás de novia conThorsten Staggs. La que me importa eres tú pero Charles solo pensó en suorgullo, ¡Estúpido de mierda!—comenzó a blasfemar y Katheryn casi se le salenlos ojos de las orbitas al oír semejantes groserías salir de los labios de suhermano.
—¡Bennett!—lo reprendió— ¿Qué sonesas palabras?
—Lo siento—respondióavergonzado—pero no es justo que decida por mí. Se supone que soy mayor que él.
—Tranquilízate—le aconsejó yescuchaba la respiración de su hermano que pasaba de estar agitada a tranquila.
—¡No puedo hacerlo!—siguiógruñendo y arrastrando las palabras—yo quería estar contigo en este momento.
Y Katheryn alcanzó a oír un roncosollozo apretado entre los dientes de su hermano.
—Jack—le dijo, acojonada. Él norespondió pero seguía allí, esperando a que ella siguiera hablando—podemoshacer un arreglo—continuó, ahora mordiéndose la uña del pulgar—puedo ir por timañana para que pasemos juntos el año nuevo, ¿te parece bien?
—¡Sí!—la emoción en su voz hizosonreír a Katheryn— ¡Sí!
—Bien. No puedo decirte la horaexacta en la que estaré allá, pero alista algunas cosas. Porque vendrás aRumania conmigo.
—¡Oh! ¡Sí! Pasaremos año nuevo enesa fabulosa casa, ¡Perfecto! En un segundo arreglo todo—jadeó sin poderdetenerse a respirar. Hablaba sin cesar.
—Hazlo. Te veo mañana, bebé.
—¿Bebé?
—Es de cariño. Se supone que eresmi hermanito, ¿no?
—Okey, pero fue raro—soltó unarisita tonta—me gusta "bebé" pero dímelo donde no haya personas presentes.
—¡Bebé, bebé!—canturreó Katherynriéndose y casi sintió las mejillas de su hermano enrojecer.
Cuando colgó, se puso el abrigoque Terry le había obsequiado alrededor de los hombros, pues hacía frío y teníaque bajar a hablar con ella sobre el trato que había enmendado con Jack.Esperaba que Terry la llevara.
—Terry—murmuró con cautela. Lamorena se encontraba pegada a la Mac sin parpadear.
—Katheryn—dijo a su vez, sindespegar su vista de la pantalla. Estaba hipnotizada.
—¿Será que mañana podemos ir aver a mis hermanos al internado?
—Claro—asintió con rapidez— ¿Adónde hay que ir?
—A Londres, Inglaterra.
—Estupendo—susurró para sí—sí,Kate. Iremos. En la tarde noche te llevaré, ahora deja que siga con estemaravilloso aparato.
Esbozando una sonrisa, Katherynregresó a su habitación sintiéndose complacida. Después de todo, Terry era másamable que Thorsten.
Pero él era único en los de suespecie. Él era perfecto.
A la mañana siguiente, Katheryndespertó más temprano de lo que solía hacerlo. El alba aún estaba en ascenso ytodo estaba oscuro.
Se deslizó fuera de la cama conel abrigo puesto—había olvidado quitárselo—y se acercó al balcón. La nieblahabía avanzado hasta cubrir absolutamente toda la casa, apenas podía divisar elpequeño sol que iba saliendo a lo lejos de las montañas. Abrió la puerta delbalcón y al salir, sintió que sus fosas nasales se inundaban de aire fresco ynatural. Olía a hierba y a menta.
Escudriñó todo el sendero quedaba al bosque y captó un moviendo por el rabillo del ojo.
Literalmente, debajo de ella seencontraba Tyler. El perro de sus hermanos, pero, ¿Qué hacía ahí Tyler?
Asombrada, le silbó y el perroalzó la cabeza a ella y lanzó un aullido de desesperación.
Hasta en ese momento se diocuenta que Tyler estaba enorme pero su cuerpo estaba esquelético y raquítico,al grado de parecer un cadáver andando.
Titubeó un segundo. Debatiéndoseen bajar y dejarlo entrar. No podía abandonarlo. Tyler había recorrido tantasmillas solo para estar en casa.
No lo pensó dos veces y descendiópara abrirle las puertas doble hoja.
El perro, al verla, le brillaronlos ojos y caminó a ella con pasos pesados y torpes.
Abrumada, se inclinó a rascarlelas orejas. Tyler cerró los ojos y movió la cola.
—Vamos dentro—le dijo,abrochándose el abrigo—hace frío fuera.
Cerró la puerta doble hoja.
Tyler se dejó caer en laalfombra, Katheryn palideció pensando que había muerto pero el perro resopló,deseoso de poder dormir en un lugar cálido.
Sin hacer ruido, Katheryn sedirigió a la cocina, donde recordaba haber visto aun la bolsa de alimento deperro a medias que sus hermanos habían dejado al marcharse. Y sí, habíasuficiente para tres días.
Rebuscó entre los platos hondos.En uno le proporcionó agua y en el otro croquetas.
En cuando depositó losrecipientes cerca del animal, este abrió los ojos y comenzó a beber agua condesesperación. Katheryn dio un paso atrás cuando después de un segundo, seabalanzó a las croquetas.
—¿Qué es todo ese ruido?—farfullóTerry desde las escaleras. Tenía los ojos hinchados y rojos, pero dejaron deestar así cuando vio a Katheryn dándole más alimento a Tyler— ¿Qué hace eseanimal aquí?
—Shh—le dijo mientras acariciabala cabeza del perro—es Tyler. Mi perro.
—¿Tu perro?—bajó las últimasescaleras y mantuvo su distancia. Katheryn asintió—pero está todo sucio yenfermo. Es un perro callejero.
—Lo era. Lo que pasa es que Tyleres de mis hermanos—explicó—ellos se lo llevaron al internado ysorprendentemente Tyler ha vuelto desde allá.
—¿Te refieres a que se escapó yha venido desde Londres?
—Sí.
—¡Ay, pobrecillo!—se acercó conla intención de acariciarlo pero Tyler le gruñó—no te voy a hacer nada, Tyler.
Pero el perro no dejó degruñirle.
—Dale un poco de tiempo.
—Mejor voy a prepararme para iral internado—le respondió Terry sulfurada.
—De acuerdo.
—Y para que veas que soybuena—dijo, refiriéndose a Tyler—voy a hacerte recuperar tu aspecto saludable.
Horas después, Tyler parecía serun perro nuevo. Terry le había quitado la debilidad y lo había hecho engordar.Y ahora eran amigos.
Tyler no se despegaba de ningunade ellas, y Katheryn tuvo que cerrar su habitación con seguro y poderarreglarse.
Estaba preparada para darles lanoticia a sus hermanos y se sentía nerviosa.
Pensó en ponerse su antigua ropade siempre: jeans, playeras de grupos musicales y sus tenis. Pero a decirverdad, ya nada le quedaba. Su pancita abarcaba gran parte de su ropa yprefirió usar la ropa que Terry le había estado comprando a lo largo de lasemana.
Al final, se puso una blusaholgada de encaje color rosa que ayudaba a disimular su vientre, acompañado deuna torerita negra para que la abrigara y unos leggins negros, aunque sabía quelos leggins no eran bien vistos, ella se sentía cómoda. Sus pies habían crecidomedia talla y lo único que podía usar era sandalias, botas de piso o zapatossin tacón. Decidió ponerse unos vans vino que le quedaban a la perfección.
—¿Ya estás lista, Kate? Porqueaquí hay un chico esperándote fuera de la puerta.
Y de repente Tyler soltó unladrido y su respiración traspasó el picaporte.
Katheryn rio por lo bajo y abrió.Tyler se le fue encima llenándola de babas las mejillas.
—¡Oye! Tranquilo, estoyembarazada—le dijo al perro y este, pareciendo que le entendió, retrocedió sindejar de menear la cola.
Terry le guiñó un ojo y miró aKatheryn.
—Te ves adorable, cuñis.
—Y tú el doble deadorable—contraatacó Katheryn. Y sí, Terry se miraba bellísima con el estupendovestido purpura que llevaba puesto. Resaltaba sus curvas y se miraba rudausando botas negras.
—Gracias—sonrió la morena y leacarició el hocico a Tyler— ¿quieres llegar al internado o a la ciudad? Digo,quizá quisieras conducir un rato en el Jetta antes de ver a tus hermanos.
—Es una buena idea. Estoynerviosa.
—Lo sé, siento tu nerviosismo akilómetros.
Llegaron a las cinco de la tardea Londres. El aire estaba helado y básicamente Katheryn tuvo que ponerse elabrigo que Terry le había obsequiado.
Terry llevaba a Tyler en suspiernas con la ventanilla abierta. El perro mantenía su cara fuera del auto yel aire le alborotaba la lengua.
—Estoy ansiosa por ver a tushermanitos.
—Y yo estoy nerviosa de ver susreacciones al saber la noticia.
—Créeme, en cuanto ellos te veanllegar, sabrán la noticia—sus ojos viajaron a su pancita y Katheryn se revolvióincomoda en el asiento, apretó el volante y apretó los labios—es muy notorio.
Sentía los latidos de su corazónpalpitándole en los oídos.
—Calma—le aconsejó la morena—notienes de qué preocuparte.
Asintiendo, Katheryn se dirigiódirectamente al Internado Haventoor.
Le sudaban las manos y le eradificultoso conducir, pero guardo la calma y milagrosamente se relajó.
Pero sus nervios regresaron alllegar. Los estudiantes estaban fuera de los edificios, jugando con balones enel césped o simplemente en grupos grandes de diez o más personas sentados en lahierba. Terry se encargó de hipnotizar a Tyler para que se quedara aguardandoen el auto y así poder ir a buscar a los chicos, gesto que Katheryn leagradeció.
Al momento de bajar, el aire lealborotó el pelo castaño, dejándoselo como una bola de estambre, intentóremediarlo poniéndose una cinta gris y atarlo con una cebolla en lo alto de lacabeza.
Se apretujó a la puerta, incapazde querer caminar. Su pancita no se notaba pero su mirada y el rostro ladelataban.
Terry tiró de uno de sus brazos,obligándola a despegarse del Jetta. Le puso seguro y a regañadientes se vioobligada a caminar.
Y una vez más, su presencia causórevuelo. Terry no se quedó atrás. Los Staggs eran seres malditamente sexys, nohabía ninguna duda.
—Vaya, estos niños tienen lamentalidad de un adulto—susurró Terry, partiéndose de la risa.
—No quiero detalles.
Terry rio más.
Llegaron a la dirección y sesentaron en una silla giratoria, en la espera de Jack.
Pero Katheryn quedó inmóvil en suasiento al tropezar con los ojos casi mieles de Charlie, quién estaba sonriendoy después su sonrisa se esfumó. Retiró su mano de la niña con la que andaba ycomenzó a dirigirse a ella con los puños cerrados.
—¿Él es uno de tus hermanos?—lepreguntó Terry con las cejas juntas, Katheryn asintió sin parpadear—ay, ¡Peroque pensamientos de tu hermano!
La morena se puso de pie alinstante en el que Charlie llegó a ellas. Terry fue un escudo entre ellos.
—¡Qué demonios haces aquí!—legritó el niño, enfurecido—te dije que no queríamos verte.
—¡Eh!—interrumpió Terry, dándoleun empujón, Charlie trastabilló hacia atrás—cuida tus palabras, Charles. Y másrespeto a tu hermana.
—Tú no eres nadie para decirmeque hacer—la retó con la mirada.
—Charlie, por favor...—dijoKatheryn en un hilo de voz.
—Soy Terry Staggs, la hermana delnovio de Kate—siseó la morena, inclinándose para llegar a la altura de Charlie.
Pero Charlie apretó aún más lospuños, giró sobre sus talones y se echó a correr lejos.
—No tenías por qué hablarleasí—le riñó Katheryn.
—Venía dispuesto a darte unempujón.
—Está herido. Eso sucede, Charlieno es así.
—Leí su mente y ya estoy al tantode todo. Pero no es excusa suficiente para querer maltratarte.
—Ya—se frotó la frente—ya se lepasará, o al menos eso creo. He venido por Jack, aunque él siempre es el que notolera ningún engaño pero esta vez lo pensó mejor y decidió perdonarme.
—Entonces quiero conocerlo.
Minutos después, Jack BennettLevis venía caminando desde lo alto de una pequeña colina. Vestido con unpantalón de mezclilla negro, unos botines negros, una camisa blanca y encima dela camisa traía puesto una playera maga larga café y sobre ella, un suéter decolor café más oscuro. Y su cabello estaba algo largo pero bien peinado, sobresu cabeza descansaba un gorro color vino que le sentaba de maravilla. Las gafasde sol oscuras le hacían parecer más atractivo y sobre un hombro colgaba unamochila. Katheryn alcanzó a verle un arete estilo diamante en la orejaizquierda y un piercing en una de sus cejas.
Boquiabierta, esperó a quellegara a donde estaban. Terry lo miraba con las cejas levantadas.
Cuando por fin estuvo a unospasos de distancia, el chico extendió sus brazos y levantó a Katheryn de lasilla para abrazarla cariñosamente. Estuvieron abrazados por un largo minuto,aunque el abrazo no era muy fuerte, Terry intervino.
—Hola, soy Terry Staggs.
Jack y Katheryn se apartaron alinstante.
Jack miró de inmediato a lamorena y alzó la ceja que tenía el percing, dejando sin aire a Katheryn. ¿Desdecuándo su hermano se había puesto tan apuesto? Era su hermanito. Se odió porhaberlo abandonado y no verlo madurar.
—Un gusto, soy Bennett Levis peropuedes llamarme Jack.
Terry sonrió con coquetería yJack volvió a alzar la ceja con el percing y luego desvió los ojos hacia suhermana.
—Te ves hermosa—le dijo y achicólos ojos—la mortalidad nos ha sentado bien. Te veo diferente.
—Es porque mis cabellos plateadosse han ido.
—No. No es por eso; hay algomás—le sujetó la barbilla a Katheryn con una mano—tu mirada es... distinta. Muyrara...
Terry se fue alejando unos pasoscon el típico silbido de disimulo.
Y Katheryn supo que ya era elmomento apropiado.
Sintiendo la garganta seca yáspera, invitó a su hermano a dar un paseo por el campus.
Extrañado, Jack aceptó.
Katheryn comenzó a platicarlesobre Thorsten, tema que su hermano le prestó total atención. Hasta que llegóal punto de decirle sobre su embarazo.
—Jack—murmuró, aterrada.
Él seguía mirándola fijamente conperplejidad.
—Estoy embarazada.
Los ojos de su hermano seagrandaron y se apartó bruscamente de ella.
—¿Qué? ¿Estás bromeando?—preguntócon cinismo.
—Nunca bromearía con un asuntotan delicado—sintió que apenas podía hablar. ¿Qué había esperado? ¿Qué Jack sihubiera reaccionado feliz ante la noticia?
Que estúpida había sido al creeren cosas imposibles.
—Adivinaré—hizo una mueca—el hijoque esperas es de Staggs.
—¿No se supone que te valía unamierda mi relación con Thor?—le espetó, furiosa. Jack agachó la cabeza y tragósaliva.
—Sabes que en realidad si meimporta. No concibo pensar que te hayas enredado con él y llegar al grado dellevar a su engendro dentro de ti.
Katheryn sintió que algo frío lerecorrió por todo el cuerpo.
—¿Engendro?—rechinó los dientes,alterada— ¡Es un bebé! ¡Es mi bebé! ¡Es tu sobrino, Jack!
—¿Podrías, por una vez, pensar enlo que yo siento? ¿En lo que sentimos tus hermanos?—se volvió a ella con losojos llorosos—te la pasas fantaseando en que nosotros te vamos a perdonas todaslas estupideces que haces y actuar después como si nada hubiese ocurrido.Piensas que lo que haces no significa nada para nosotros, ¡Y lo que no sabes esque significa más de lo que imaginas!
—Jack...
—No. Cierra la boca yescúchame—siseó él— ¿Por qué quieres que te felicite por tener de amante alestúpido que nos separó y peor aún, estar esperando un hijo suyo?
—No quiero tusfelicitaciones—dijo agobiada—solo quería que lo supieras. He venido aquí parapasar juntos año nuevo.
Pero Jack sonrió de lado y conaltanería.
—Ah. Y para colmo trajiste a lahermanita del rayitos a visitarnos—miró en dirección a Terry, quién estaba asolo unos pasos de distancia con el rostro rígido.
—Ya fue suficiente—irrumpióTerry.
—¿Lo ves? Tus adorables amigosalienígenos están por todas partes.
—Jack, en verdad lamento quepienses de esa manera. He cometido errores, lo admito pero merezco ser feliz,aunque sea un poco—se apresuró a decir Katheryn—he sufrido tanto desde que nosseparamos y no dejé de buscarlos hasta encontrarlos. Dame la oportunidad deexplicarte...
—¿Explicarme, qué?
—Cómo fue que todo pasó.
Y de pronto, una sonrisa de orejaa oreja se dibujó en el rostro de su hermano, dejando perpleja a Katheryn y aTerry.
Pestañeando, Katheryn ladeó elrostro, intentando descifrar lo que Jack tenía en la cabeza.
Por más que intento, no puedo saber qué es lo querealmente desea decirte tu hermano. Sus pensamientos son confusos.
Katheryn miró a Terry. ¿Cómohabía hecho Jack para bloquearle la entrada a Terry en su cabeza?
—Es un truco que leí eninternet—le informó el chico—nadie puede saber lo que tengo en la mente.
—¿Qué?
—Es un truco, después te locontaré—se frotó el puente de la nariz—la cuestión es, que te perdono. No lehallo la manera para solucionar todo este desastre, así que prefiero perdonartey apoyarte en todo lo que necesites.
—¿Hablas en serio?
—Muy en serio—esbozó unasonrisita—pensándolo bien, es agradable saber que por fin seré tío.
Katheryn deseando no ponersesentimental, le echó los brazos encima y lo abrazó.
—Ahora comprendo por qué estásdistinta. Es el embarazado el que te ha cambiado. En tus ojos brilla una luzque antes no había.
Terry, que estaba detrás deellos, miraba confundida aquella escena.
—¿A qué hora nos vamos?—preguntóJack sonriendo.
—Ahora—contestó Katheryn sindejar de sonreír—solo que Charlie no vendrá.
—Descuida. Él se lo pierde—sefrotó las manos—ya quiero estar en casa y saludar a Thorsten.
—Él no está precisamente viviendocon nosotros.
—¿Dónde está?
—Se fue a hacer unasexpediciones. Vendrá el 31 de diciembre—se aventuró a responder Terry.
Y Katheryn suspiró aliviada.
—Bien—Jack miró el Jetta— ¿Qué eslo que está dentro del auto?—achicó los ojos.
—Es Tyler—siseó Katherynenfadada—el pobre llegó milagrosamente a Transilvania.
—Oh Dios, ¿en serio? Pero sitiene meses que huyó de aquí.
—Exacto. No sé cómo logró andarpor tantas millas, por poco se muere.
—Ay, no. Pobre de él—metió susmanos en los bolsillos de su pantalón—necesito ir a hablarle.
—¿No vas a llevar nada deequipaje?—le preguntó la morena.
—Sí. Es decir, no. Supongo queaún tengo ropa guardada en Transilvania, ¿no?
Terry miró a Katheryn yviceversa.
—Creo que sí. En una habitaciónhay unas prendas de chicos—añadió Terry—supongo que son tuyas.
—Eso parece—Jack pateó una piedray alzó la mirada a Katheryn— ¿podemos irnos ya?
—Tienes mucha prisa—dijo Terrycruzándose de brazos. No era una pregunta, era una afirmación.
Enseguida las mejillas de Jack setiñeron de rubor y Katheryn arqueó las cejas.
—Quiero irme porque no quierodespedirme de Kelly, ella hará que me quede.
—¿Hablas de tu nueva novia?—lepreguntó Katheryn con los ojos en blanco.
—Sí. Kelly es la más hermosa detodo el internado y no quiero despedirme.
—Patético—se burló la morena yJack la fulminó con la mirada.
—Seguro es que no sabes lo quepuede llegar a hacerte el amor. Si te enamoras, significa que ya no eres dueñode ti mismo. Pasas de ser tuyo a ser de la persona que amas.
Aquellas palabras dejaron a Terryvulnerable. El recuerdo de su amor por Leonard la hizo tragar saliva y darse lavuelta para esperarlos en el auto.
—¿Dije algo malo?—preguntó elchico sin apartar los ojos de la espalda de la morena.
—No. Ella está pasando por unacrisis de pareja.
—Oh, qué mal. No debí decir nada.
Se dirigieron al auto donde Terryy Tyler los esperaba. En cuando el perro vio a Jack, se puso como loco y se lefue encima para darle lengüetazos en el rostro.
—Tyler, amigo mío, ¿podrásperdonarte por haberte dejado ir?
El perro meneó la cola con fuerzay le lamió la boca.
—Eso es un sí—tradujo Katherynriéndose.
Cuando estaban listos para partir,una voz a lo lejos detuvo a Katheryn de echar a andar el auto a la carretera.
Todos giraron el rostro haciaatrás y se sorprendieron ver a Charlie correr al lado de una chica mayor queél. Los dos estaban sudorosos y agotados.
Jack ahogó una exclamación y secubrió la boca con una mano.
—Es Kelly—susurró.
—Es Charlie—susurró Katheryn.
Terry volvió a hipnotizar a Tylerpara que se comportara porque era obvio que habría una charla importante.
Ninguno de los hermanos se moviódel asiento. Katheryn aferraba con fuerza el volante y Jack se pasaba la manopor el pelo.
La chica pasó por la ventanillade Katheryn mirándola con rapidez y se situó a la de Jack. Él, presa de losnervios, bajó el cristal y sonrió.
En cambio, Charlie se plantó a laventanilla de Katheryn y la observó un instante.
—Así que te ibas sindespedirte—dijeron Charlie y Kelly al unísono, dejándolos perplejos.
—No pensaba irme sindespedirme—replicó Katheryn, quitándose el cinturón. Jack salió del auto y sellevó a la chica de regreso al campus.
—¿Entonces, por qué te ibas?
Terry resopló.
—No deseabas verme. No teníaopción.
—Se suponía que tenías que irtras de mi cuando me fui corriendo—trató de parecer indiferente pero labarbilla le comenzó a temblar, señal de estar conteniendo las lágrimas.
—¿Y me hubieras dejado hablartetan si quiera?
Charlie no respondió. Evadió lamirada de Katheryn y postró la suya a sus pies.
—Para serte sincero, no, no tehubiera hecho el menor caso—siguió viendo a sus pies y esperó a que Katheryndijera algo al respecto, pero ella se mantuvo callada, así que él prosiguió—yo...esto... no quería ser un idiota contigo, Kate, en serio. Te adoro muchísimo y meha dolido tu traición.
—No fue una traición. Simplementepasó.
—¿En verdad lo amas?—levantó lacabeza y la miró a los ojos.
—Lo amo como jamás he amado anadie.
—¿Qué hay de tu otro novio,Ethan?
—Él es del pasado. Ya no sientonada—se cruzó de brazos—pero antes de que sigas reprochando mis sentimientos,te diré lo más importante para que luego no te sorprendas.
—¿Qué ocurre?—preguntópreocupado.
—Estoy embarazada.
—¡Por el amor de Dios!—exclamó elpequeño— ¿Estás de joda, no es así?
—No.
—Adivinaré—chasqueó los dedos—esde Staggs.
—Pues sí.
—Ah.
Hubo un lapso de silenciolúgubre. El peor que Katheryn había presenciado. Pero al cabo de un segundo,sintió los brazos de Charlie enrollarse en su cintura. Él estaba arrodillado aella y la abrazaba con ternura. Un ronco sollozo surgió de su garganta.
—No llores, Charlie, por favor—letocó el pelo con suavidad.
—Perdóname. Perdóname, por favor.Quiero ir con ustedes, quiero estar contigo. No me dejes solo en ese día.
—No tengo nada que perdonarte.Anda, levántate de ahí y trae tu equipaje—le dijo con la más amplia sonrisa quesus labios le permitieron.
Su hermano menor se incorporó,aun frotándose la cara con las manos y le dedicó una sutil sonrisa llena dedulzura. Dio un paso adelante y poniéndose apenas de puntitas, ya que habíacrecido, le plantó un beso a Katheryn.
—Jack dice que quizá tengamosalgunas prendas en Transilvania.
—Entonces, sube. Iré a llamar aJack para irnos ya.
El niño se deslizó dentro delauto y se sobresaltó al ver a Tyler sentado en los asientos traseros. Se volvió para preguntarle aKatheryn sobre el perro pero la vio alejarse hacia el instituto, Terry tuvo quepresentarse y le explicó lo de Tyler.
Mientras que Katheryn arreglabalas diferencias con Charlie, Jack cogió la delicada y suave mano de KellyAdams, llevándola a un lugar apartado para hablar a solas con ella. Pero tansolo pensar que la dejaría sola durante días, se le revolvió el estómago.
—Kelly—Jack comenzó su discursoque había estado recitando en su mente durante los últimos tres minutos peroKelly lo hizo callar poniéndole un dedo sobre los labios.
—Entiendo que desees ir con tu familiaa pasar año nuevo, Bennett—dijo Kelly, mirándolo con sus preciosos ojosazules—pero debiste habérmelo dicho, pensabas irte sin despedirte de mí.
—No podía despedirme porque esosignifica un adiós definitivo. Y yo voy a volver a tu lado.
—Oh, Bennett—lo besó tiernamenteen los labios y él afianzó sus manos en la cintura de su chica—eres perfecto,eres el chico que siempre he deseado encontrar. Esta es una breve despedida.
—No. Esto es solo un hastapronto—le besó la nariz—por nada del mundo te dejaría, ¿piensas que puedo ahoravivir sin tu presencia? ¿Sin tus besos sabor a fresas? ¿Sin tus ojos brillantesy tu sonrisa encantadora?
Las mejillas de Kelly se tiñeronde rojo y bajó la mirada ruborizada.
Y cuando estaban a punto debesarse, una tos falsa los interrumpió.
Kelly ocultó el rostro en elhombro de Jack y él sonrió de lado viendo a su hermana de brazos cruzados.
—¿No vas a presentarnos?—lepreguntó Katheryn sonriendo.
Jack le susurró algo en el oído aKelly y esta tembló pero se dio la vuelta sin apartarse de él.
Sus ojos azules deslumbraron aKatheryn y al parecer Katheryn también causó el mismo efecto con Kelly, pues larubia la miró boquiabierta.
—Soy Kelly Adams, novia deBennett—dijo la chica titubeando. Jack le dio un beso en el hombro, ruborizándolamás.
—Soy Katheryn Levis, hermana deBennett.
—Kelly, ella es mi hermana, Kate,ella es mi novia—dijo él riéndose.
—Un gusto—dijeron ambas alunísono.
—Bennett tiene un gusto peculiarpara con las chicas pero tú, Kelly, eres perfecta. Y no lo digo como hermana detu novio, sino porque es cierto. Pareces algún tipo de modelo francesa.
—Eh, gracias—sus mejillasparecían jitomates—también eres muy bonita, tienes ojos increíbles.
A Katheryn le agradó la novia deJack.
—¡Eh! Pero se mira que se nos hacetarde—eludió Katheryn sin dejar de sonreír—tendré que llevarme prestado a mihermano por unos días, ¿no hay ningún inconveniente, Kelly?
—Ninguno, Kate—respondió la chica, mirando a su hermano con una sonrisa—sé quelo vas a cuidar bien.
—Uf. Si tan solo supieras lo queJack me hace pasar—se quejó Katheryn, poniendo nervioso a Jack, quién sonriótímidamente—pero es un buen chico. Estará bien.
Katheryn les dio un momento paradespedirse. Dándoles la espalda, suspiró y miró el cielo; en busca de alguna señalde Thorsten.
Minutos después, los treshermanos, Terry y Tyler se dirigían a una cafetería en el corazón de la ciudad.
No quería regresar tan pronto aRumania, así que convencieron a la morena que al final aceptó, solo porquedeseaba beber café caliente. Terry hipnotizó a toda la cafetería para poderingresar a Tyler con ellos y fue fácil.
—Es algo perturbador pensar en loque ha de haber sufrido Tyler al regresar caminando a Transilvania—murmuróCharlie con los dientes sobre la pajilla de su malteada. Todos habían pedidocafé, excepto él.
—Por lo que teníaentendido—agregó Katheryn, dejando su taza en el plato después de darle unlargo sorbo—es que los dos prometieron cuidarlo y no lo cumplieron—miró a Jacky este se hundió en el asiento—tuve una fuerte discusión con Thorsten por culpade Tyler y por ti, Jack, ¿lo recuerdas?
—Perdona—le dijo su hermano,jugueteando distraídamente la cucharilla del azucarero—me distraje demasiado enel internado—confesó.
—Eso ya lo sé—poniendo los ojosen blanco, Katheryn miró a Terry— ¿Qué te parecen mis hermanos? ¿Simpáticos,no?
—Uhm—dijo la morena esbozando unasonrisa—son lindos y se parecen a ti.
—¿Por qué hablan de nosotros comosi no estuviésemos a una silla continua?—quiso saber Jack, divertido—es depésima educación.
—Oh, vamos. Pero ustedes son unosniños y no saben nada—bromeó Terry. Jack sacudió la cabeza y se quitó lasgafas, colocándolas encima del gorro. Le dedicó una sonrisa maliciosa a lamorena.
—¿Niños? ¿Piensas que soy unniño?—alzó su ceja perforada. Ella asintió—desde luego que no.
—¿Por qué estás tan seguro de noser un niño?—lo desafió. Katheryn frunció el ceño.
—¿Chicos, qué hacen?
—Voy a demostrarle a esta chicaque no soy un niño—se puso de pie y arrojó la servilleta al suelo.
Katheryn vio todo a cámara lenta:Jack tiró del brazo de Terry hasta ponerla de pie con brusquedad, la morenaagrandó los ojos sorprendida y entonces su pequeño—no tan pequeño—hermano, laagarró del cuello y la besó en los labios.
Y no fue un simple roce delabios. Fue un beso francés, como el que meses atrás se dio con una niña en elhotel de España.
Charlie escupió su malteada,atónito y Katheryn sintió que le faltaba el aire.
—Espero que eso te haga saber queya no soy un niño—le dijo a Terry y como si nada hubiera ocurrido, se sentó aseguir disfrutando su café, mientras la morena no salía de su asombro.
—¿Sabías que ella tiene novio?—leespetó Katheryn, reprimiendo el impulso de golpearlo.
—No lo sabía. Pero yo tengo noviay ese beso desde luego que no tiene ningún trasfondo—miró a Terry, quién seguíamirándolo con furia—solo quería hacerle una demostración.
—Si vuelves a besarme sin miconsentimiento—gruño la morena y arrastró las palabras con los puñoscerrados—te quemaré vivo.
—¡Eh!—interpuso Katheryn— ¿podríastranquilizarte? Sé que Jack es impulsivo pero relájate.
—Ya, perdona—le dijo Jack con loslabios puestos en su taza—no volveré a besarte—le guiñó el ojo—soy un hombre deuna sola mujer y esa mujer se encuentra en el internado esperando mi regreso.
—Estupendo—le oyeron decir aCharlie—ya uno no puede disfrutar de una deliciosa malteada que luego no laarruinen. Qué asco.
—Bájale tres rayas a tu humor,Charles.
—No. Bájale tú cien rayas a tuego, Bennett—musitó Charlie—eres un imbécil.
—Y tú un idiota—replicó el otro,apretando los labios.
—Estoy comenzando a odiar lasriñas entre los dos—vociferó Katheryn—ya fue suficiente. Nos vamos. Ahora.
Tiró la servilleta a la mesa,cogió su cartera y a Tyler, lista para dejar el dinero en la mesa pero Jack seadelantó.
—¿Qué crees que haces?—lo miró,ceñuda.
Él se encogió de hombros y guardósu billetera en su pantalón.
—Quiero pagar la cuenta.
—Tonterías. Guarda ese dinero,Jack.
—Al diablo con ustedes—mascullóTerry y dejó más dinero sobre el de Jack—yo pago, carajo.
Charlie alzó las cejas y decidióesperarlos en el auto.
Se llevó a Tyler consigo mientrasKatheryn, Jack y Terry se miraban fijamente.
—Soy tu hermana mayor. Obedece yguarda tu dinero.
—Ya soy lo suficiente mayor parapagar una cuenta—replicó el chico, sacando la barbilla.
—Y yo soy la hermana de quién lesdio inmortalidad por mucho tiempo—siseó Terry—obedezcan los dos y guarden eldinero. Yo pago.
A regañadientes, los dos hermanosvolvieron a guardar el efectivo y fulminándose como idiotas, esperaron a Terry,quién había comprado un café express para llevar.
—Nunca aprenderán a no pelear,¿no?
—Kate, no empieces—le rogóCharlie—por mi parte ya no debes preocuparte.
Ya estaban de regreso enTransilvania y sus hermanos supervisaban el lugar con Tyler meneando la cola asus pies.
—Ni por la mía—inquirió Jack,mirando de reojo a Terry, quién bebía su suculento café en el fondo de la sala.
Charlie, resoplando, subió alpiso superior en compañía de Tyler.
—Acabamos de dejar una cafetería,¿y aun quieres seguir bebiendo café?—Jack le dijo a Terry y sonriendomalévolamente, se acercó a ella.
—Apártate de mi camino—pasóempujándolo y llevándose su café a otra parte, desapareció de la vista.
Enseguida sintió la penetrantemirada de Katheryn sobre su persona. Volvió el rostro y la vio de pie a unospasos de distancia. Sus labios estaban apretados y parecían ser una fina línearecta.
—Deberías llamar a Kelly.
—Todavía no.
—¿Qué pasaría si se enterara quehas besado a otra chica?
—Lo más seguro es que me deje—sepuso las gafas y ladeó la cabeza— ¿Piensas decírselo en cuanto la veas?
—No.
—Kate, solo estoy jugando. Notienes por qué preocuparte, además, esa chica me agrada porque es casi locontrario a Staggs, aunque tiene lo suyo.
—Terry es novia de un sujeto quepuede destruirte en un santiamén. Su fuerza es mayor que la de Thorsten—sefrotó el puente de la nariz—así que no causes problemas, por favor.
—Descuida, bebé—le mandó un beso,se acomodó las correas de su mochila sobre los hombros y comenzó a subir las escaleras—veréque está haciendo Charlie. Ni si quiera esperó a que subiéramos juntos.
Sulfurada y algo mareada, sesentó en el sofá y pensando en sus hermanos, se quedó profundamente dormida.
Días después, estando a 31 dediciembre en la mañana, Milo o Mila comenzó a moverse sin parar, llegando algrado de despertar a Katheryn asustada.
Nunca lo había sentido moverse deesa manera y se preguntó si todo estaba bien.
Acarició su pequeño vientre y subebé se tranquilizó por unos segundos. Luego unos fuertes dolores albergaron entodo su abdomen, se dobló de dolor e intentó tranquilizarse.
—Tranquilo, tranquilo—decía,atormentada. Tenía perlada la frente—no pasa nada, bebé. Estoy aquí.
Al parecer, su voz hizo que elbebé se tranquilizara por un largo rato. Katheryn se relajó y decidió quedarseun rato más en la cama. Aunque su preocupación no disminuyó, pues no era normaltener dolores a tan temprana gestación.
De pronto, alguien llamó a lapuerta.
Y sintió que toda la fuerza desus piernas se había ido.
—Adelante—jadeó.
La puerta se abrió y la negracabellera de Jack se asomó por el umbral. La ropa que andaba le disminuía laedad que tenía y Katheryn supo que había comprado ropa nueva en alguna partepara usarla en el internado y así parecer más maduro. Sonrió al verla.
—¿Te sientes bien?—la sonrisa desus labios desapareció al verla de cerca. Ella seguía sudando ehiperventilando.
—Estoy bien—le aseguró. Pero suvoz sonó menos convincente de lo que esperaba.
—No te ves nada bien—le puso la mano en la frente— ¡Estáshirviendo! Voy a llamar a un doctor.
—Mejor tráeme un vaso de agua.
—Iré por Terry.
Vio a su hermano salir corriendoy gritando de la habitación. Desde abajo se escuchaba sus gritos llamando aTerry.
La morena apareció segundosdespués y miró a Katheryn con horror.
—¿Qué sientes?—cerró la puertacon un ágil movimiento para estar a solas.
Katheryn le comentó losmalestares en un hilo de voz. Tenía miedo de sufrir un aborto repentino y nopoder hacer nada.
En la frente de Terry se formóuna arruga de preocupación.
—Voy a revisar si el bebé seencuentra bien. No dolerá—le dijo—ahora levántate la blusa a la altura delpecho.
Katheryn asintió y obedeció.
La morena colocó ambas manossobre el pequeño bulto en el vientre de Katheryn y cerró los ojos.
Los abrió al cabo de un segundo yla arruga de su frente se profundizó.
—Siento decirte que ahora queeres humana, tu cuerpo no es lo suficiente fuerte para llevar dentro al hijo deun dios.
—¿A qué te refieres?—le tembló lavoz.
—Hay posibilidades que uno de losdos no sobreviva al parto. Lo siento, Kate.
Aquella sin duda había sido lapeor noticia que había recibido en toda su vida.
Intentó mantenerse serena pero nolo logró. Se había mordido los labios para evitar llorar pero eso la derrumbó.
—Mi bebé tiene que vivir.
—Thorsten y yo encontraremos lamanera de solucionar esto.
—En pocas horas él vendrá, Terry.No quiero alterarlo, quisiera hablar de esto mañana—sorbió por la nariz—¿podrías ayudarme a bloquear este momento de mi mente para que él no lo sepa?
—¿Estás segura?
—Segura.
Y así Terry formó una fuertebarrera mental en Katheryn, asegurando sus pensamientos.
Jack, pensando que todo estababien, le llevó el desayuno a la cama acompañado de Charlie y de Tyler, pero elperro decidió esperar en la puerta.
—¿Qué tal te encuentras?—lepreguntó Charlie con seriedad.
—Mucho mejor pero estoyhambrienta—olisqueó la bandeja de comida y sonrió. Huevos revueltos con jamón,fruta picada y jugo de naranja.
Desayunó con sus hermanos. Cadauno a su lado.
Charlie le observaba confrecuencia el vientre. Katheryn sintió repentinas ganas de saber lo que estabapasando por la cabeza de su hermano pero siguió hincándole el diente a todo eldesayuno.
—¡En unas horas será 2015!—eludióCharlie horas después. Se la pasócorriendo con Tyler y repitiendo la misma frase una y otra vez. Terry se obligóa no hacerlo callar de un golpe.
Eran las seis de la tarde y todosya estaban vestidos sensualmente para recibir el año.
Katheryn apenas estabavistiéndose cuando su hermano menor tocó a la puerta.
—En un segundo.
Cerró el cierre de su adorablevestido color vino que le llegaba hasta las rodillas y que la hacía lucirtierna con su pancita sobresaliéndole entre encajes.
A zancadas, cruzó la habitación yabrió la puerta.
Parpadeó aturdida por el fabulosoatuendo que Jack traía puesto: una camisa roja debajo de un suéter azul y sobreeste, una chaqueta color verde aceitunada. Jeans de gabardina azul con susbotines de amarrar negros. Su pelo estaba ligeramente peinado de lado y algoalborotado. Su pendiente de la oreja brillaba con la luz de la bombilla.
El piercing se contrajo al alzarla ceja.
—Últimamente me has visto conextrañeza, Kate—le dijo, levantando aún más la ceja perforada— ¿Qué te ocurre?
—Nada—se plantó frente al espejoa seguir arreglándose—es solo que has cambiado otra vez.
—¿Cambiado?—se acercó a ella y lamiró por el reflejo del espejo.
—O sea, cuando te perdí hace añosy volví a verte, eras otro. Aunque seguías con el mismo rostro, edad y tamaño,eras distinto, igual Charlie.
—Ajá. Pero, ¿Qué tiene que vereso ahora? Cuando recién nos reencontramos no me mirabas de la manera deahorita.
—Es que ahora estás madurando deverdad. Incluso tu voz se hizo grave—le sonrió a través del reflejo—ya estáscreciendo como se debe y eso me alegra demasiado.
—Te refieres a que la mortalidadme asentó perfectamente—bromeó y ella asintió—pues a todos nos asentó demaravilla, ahora mírate, serás madre y podrás envejecer. Es lo correcto.
—Sí, lo correcto—susurró, triste.
—Y hablando de cosasparanormales, ¿a qué hora vendrá Thorsten?
—No lo sé. En un rato más—seruborizó al instante. Necesitaba estar perfecta.
—Bien—evaluó a su hermana dearriba abajo y esbozó una sonrisa que abarcó todo su rostro—te ves muy hermosa,Kate.
—Gracias, bebé—le sonrió devuelta.
Jack suspiró sin dejar de sonreír,giró sobre sus talones y la dejó a solas.
Horas después, Charlie, Jack,Tyler y Katheryn se encontraban sentados en las sillas de plástico plegablesque daban al patio trasero. La niebla había vuelto a enredarse en el césped yellos miraban fijamente el cielo, sintiendo el helado aire que descendía delbosque.
—¿Seguros que no saben a dónde haido Terry?—Katheryn repitió la pregunta una vez más.
—No, Kate. No sabemos—le contestóesta vez Charlie.
Jack miró de reojo a Katheryn yluego a su hermano.
—Eh, Charlie, quiero que me destu opinión de un boceto que le hice a Kelly—dijo entre dientes.
Katheryn se volvió a Jack yarqueó las cejas.
—¿Puedo verlo también yo?
—No, no. Es decir, después. Esque Charlie tiene que darle el visto bueno—titubeó con nerviosismo.
—No tardaremos. Quédate conTyler. Regresamos en un segundo—le dijo Charlie, sin dejar de ver a su hermano.
Katheryn resopló y encogiéndosede hombros, comenzó a acariciarle las orejas a Tyler.
Eran cerca de las diez de lanoche y ansiaba ver a Thorsten.
Lo que no deseaba era darle lanoticia devastadora de los problemas que vendrían cuando el embarazo llegase asu fin.
Ella estaba dispuesta a dar suvida por su hijo. ¿Qué madre no lo haría? La suya. Su madre jamás habría dadosu vida por ella.
Reprimiendo aquel recuerdo,comenzó a oír voces y risas familiares.
Atontada, se dio la vuelta paraver que estaba pasando y soltó un gritito de la sorpresa.
A unos dos metros de distancia,estaban sus hermanos y Terry, y a su lado se encontraban absolutamente todossus amigos sonriéndole. Desde Clara Ponce hasta Gabriel Duarte. Incluso Sam seencontraba entre ellos sonriendo y abrazando a Ethan, quien no dejaba de darsaltos en su lugar.
Todos estaban sonriendo de orejaa oreja con obsequios entre sus manos.
Y sin pensarlo, Katheryn secubrió el rostro con las manos y comenzó a sollozar.
Sus amigos habían decidido pasarel año nuevo a su lado a pesar de haber estado distanciados de punta a puntadel mundo.
Y detrás de ellos sobresalía elamor de su vida. Sus ojos grises oscuros le sonrieron cuando sus miradaschocaron.
No podía concebir tantafelicidad.
Era, sin duda, el mejor día de suexistencia.
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