Capítulo 10
Capítulo 10
Mientras los días pasaban, Katheryn se sentía cada vez más deprimida, sola y desesperada.
No le servía de nada estar rodeada de todos sus amigos, incluso de hablar cada tres días con sus hermanos, ya que lo que ella añoraba era ver a Thorsten, escuchar su voz.
Él ya no había vuelto a mandarle mensajes ni a llamarla.
Pero lo bueno de todo era que Ethan había sostenido su palabra: no la intentó reconquistar, sino todo lo contrario. Apenas lo veía, porque Sam siempre estaba con él.
Todos habían aceptado ya su mortalidad y trataban de aprender a cuidarse y no sufrir ningún daño o podrían morir de verdad.
Toni, su pequeño amigo, regresó a las calles a trabajar pero bajo la condición de pasar todas las noches en el departamento.
Estaban a dos semanas de que llegara la susodicha fecha y Katheryn no aguantaba los nervios.
Ella y sus amigos estaban en el parque de diversiones, Six Flags, bebiendo un batido.Los únicos que faltaban para que Katheryn fuese feliz eran sus hermanos, Owen, Clara y Toni.
Ethan y Sam también estaban con ellos, pero el ambiente era cálido y reconfortante.
-¡Anímense un poco!—alardeó Brenton entre los brazos de Ben—el día es perfecto para pasarla bien.
-Aquí todos están con las personas que aman—dijo Katheryn con incertidumbre—menos yo. Así que no esperes que yo sonría o intente parecer feliz porque no lo estoy.
-¿Por qué no vamos al Súperman?[1]–sugirió Ethan desde atrás. Todos se volvieron para verlo, todos menos Katheryn.
-¿Con vamos te refieres a todos nosotros o solo a Katheryn?—preguntó Heidi con los ojos como rendijas.
-Me refiero a Katheryn—replicó Ethan y sintió el apretón de manos de Sam—ósea, Katheryn, Sam y yo.
-¿Por qué?—quiso saber Sam con el ceño fruncido.
-Bueno, ¿o a alguien se le ocurre algo mejor para animarla?—Ethan puso los ojos en blanco.
-No quiero animarme. Ustedes diviértanse—agregó Katheryn fastidiada—me quedaré aquí y pediré otro batido.
-Si quieres podemos quedarnos…-comenzó a decir Luke.
-No—interpuso Katheryn de mal humor—en serio, quiero estar sola.
-De acuerdo—asintió Heidi y le regaló una sonrisa— ¿estarás bien mientras nosotros vamos a vagar?
-Por supuesto. Vayan—le devolvió el gesto y se sentó en una banca de cemento.
-Si te sientes mal o algo, no dudes en llamarnos—le aconsejó Ben—lástima que Luke ya no tenga su poder pero intentaremos tele transportarnos para auxiliarte, ¿está bien?
Katheryn sonrió ante su comentario y vio como sus amigos se alejaban. Todos cogidos de las manos con sus parejas.
Vio que Ethan la miraba por encima del hombro y que la saludaba con la mano y luego abrazaba a Sam cariñosamente.
Katheryn se desplomó en el asiento y bebió hasta la última gota de su batido. Sacó su teléfono del bolsillo y miró la pantalla vacía, sin ningún mensaje ni llamada por parte de Thorsten.
Hola, ex Elegida. ¿Qué tal te va con tu vida tan miserable al regresar a ser una asquerosa humana?
Vaya. Lo que le faltaba. ¿Por qué Leonard Shay se dignaba a molestarla y Thorsten no?
Hola, Leonard. ¿Cómo estás?
¿Podemos hablar en persona? Es tediosamente hablar contigo de esta manera. Además, ya no eres una súper Elegida.
Haz lo que quieras.
Katheryn no esperaba a que Leonard se postrara ante ella un segundo después de abandonar su cabeza. De hecho se sobresaltó al verlo frente a ella con los brazos cruzados y con sus peculiares ojos amarillos mirándola fijamente.
Andaba vestido casual: jeans azules, una camisa azul de cuadros y unos jeep[2] caqui. Y su rubia cabellera estaba bien ordenada.
Incluso podría pasar de desapercibido. No parecía ser un demente. Parecía un simple universitario pasando un agradable día. Pero no lo era. Era un ser despreciable.
Katheryn alzó la barbilla y cuadró los hombros para enfrentarse a él.
-No entiendo por qué Thor los hizo de nuevo mortales, ¿con qué fin? Digo, si antes, cuando eran Elegidos, todos ustedes eran débiles…-comenzó a decir Leonard mientras se sentaba a su lado—…ahora son más frágiles, más débiles y más detestables que un insecto.
-No logro comprender la razón por la que estás aquí—le espetó enfadada.
-Ni si quiera yo lo sé. Simplemente he venido a advertirte que falta exactamente dos semanas para que mi querido amigo regrese conmigo a Krosper, ya que su padre ansía verlo.
-¿Por qué decidiste venir por él? ¿Acaso no te duele lo que su padre le hará en cuanto lo tenga frente a él?
Y Leonard hizo algo que Katheryn no esperaba que haría: se cubrió el rostro con ambas manos y soltó un sollozo.
-Al principio yo tenía tantas ganas de matar a Thor como su padre—susurró con la voz apagada—pero cuando volví a verlo y observé a los seres que habitaban este planeta, esas ganas fueron disminuyendo cada día.
-¿Qué estás queriendo decir?—ella ladeó la cabeza sin entender.
-Lo que trato de decirte es, que yo tampoco quiero entregárselo a Nelid. No quiero.
-¡Pero asesinaste a Terry! ¡Amenazaste a Thor! Y no puedo creerte nada.
-¡Eso fue antes de darme cuenta de lo equivocado que estaba!
-Pero, ¿Por qué tenías ganas de matarlo? Ustedes por lo que sé, eran amigos.
-Porque pensé que me había abandonado el día que ingresó a la tierra. Creí que no quería volver a verme y que por eso se fue sin despedirse de mí. Pero leí su mente y sé que lo hizo por salvar su vida.
-¿Eso quiere decir que no lo llevarás de regreso a Krosper?—un brillo de esperanza atravesó los ojos de Katheryn.
Pero aquel brillo se esfumó cuando Leonard negó con la cabeza y la miró bruscamente. Sus ojos amarillos estaban enrojecidos.
-Lo voy a llevar con su padre, Katheryn, no tengo opción. Tú no sabes de lo que Nelid es capaz de hacer. Nos matará a ambos si yo no cumplo mi palabra.
-¡Asesinará a Thorsten de todas maneras!—gruñó, tratando de no llorar.
-¡No tengo opción! Es su vida o la mía.
-¡Siempre hay opción! Sé un héroe y no un cobarde.
-Oh, Katheryn—musitó—si tan solo supieras en lo que estoy metido. La crueldad de Nelid es inimaginable.
-Entonces si aún sigue en pie tu plan de enviar a Thorsten al matadero, no entiendo qué sentido tiene tu visita—le reprochó con ira.
-Ninguno—dijo él—solo quería que supieras que me he enamorado de una chica.
-¿Qué?—Katheryn entornó los ojos.
-Sí, de una chica. Es de Boston, creo—sus mejillas se tiñeron de rojo y apartó la mirada a sus manos—es preciosa. Y es algo estúpido que yo me sienta enamorado pero no le encuentro respuesta a lo que siento dentro del pecho—se llevó una mano a donde debería estar su corazón—hace dos semanas, mientras observaba a esa chica, sentí algo dentro y coloqué mis manos sobre mi pecho y esperé ridículamente a ver si lograba escuchar algo…
-Leonard…
-¿Y qué crees que pasó?—le preguntó como si fuese un niño pequeño preguntando el precio de un juguete, ella negó con la cabeza—escuché un latido, seguido de muchos más.
-Eso no es posible—balbuceó ella—ustedes son seres que no cuentan con un corazón.
-¡Ya lo sé!—rápidamente le cogió una mano a Katheryn y la colocó en su pecho, debajo de la suya—pero siente, ¡Siente mis latidos!
-No siento nada.
-Entonces escúchalos.
Sin estar segura de lo que estaba haciendo, Katheryn se inclinó a él y pegó la oreja a su pecho e intento agudizar el oído.
Al principio no escuchó nada y pensó en retirarse pero Leonard aún seguía aplastando su cara en su pecho.
Y cuando iba a empujarlo y gritarle, oyó un PUM, PUM, PUM.
Sobresaltada, se alejó instintivamente y lo vio con los ojos como platos.
-Oh por Dios, ¿Qué te ha pasado, Leonard?
-Creo que me ha nacido un corazón.
-¿Es eso posible?
-Lo es.
-¿Y por qué me lo dijiste?
-Porque Thorsten también le ha nacido uno. Él te ama como yo amo a esa chica de Boston—replicó, dejándola boquiabierta.
Katheryn quería romper a llorar ahí mismo, quería llorar de felicidad y a la vez de angustia.
-¿Dónde está Thorsten, Leonard? Por favor…
-No tengo ni la menor idea. Se ha ido por todo el mundo pero me dio flojera ir siguiéndole los pasos.
-¡Ay! Quiero verlo, Leonard—y lo abrazó. Jamás pensó que algún día lograría abrazarlo por su propia cuenta pero lo hizo y él le palmeó la espalda—por favor, quiero verlo.
-No puedo llevarte con él. Thorsten no quiere verte—ella alzó la mirada llena de lágrimas y Leonard se mordió los labios—no quiere verte todavía. Dentro de una semana vendrá, te lo ha dicho, ¿no?
-¡Al menos dime que no abrirás esa asquerosa puerta!—le suplicó—no lo hagas, ¡Piensa en esa chica de Boston! Si tú no abres la puerta, podrás quedarte con ella y vivir feliz aquí.
-No tengo otra alternativa—la apartó y se puso de pie—lamento haberte hecho pasar malos ratos y lamento lo que haré. No quiero quitarte a Thor pero es una maldita promesa que debo cumplir. Perdóname.
Katheryn se puso de pie y se acercó lo suficientemente a él para cogerlo de las solapas de su camisa y susurrarle:
-Estás perdonado.
-Gracias—suspiró.
-Pero quiero que me hagas un favor.
-El que sea.
-Llévame a California. A casa de mi amigo Owen Kennedy, quiero hablar con él.
***
Owen estaba sentado fuera del balcón, mirando la calle y a los autos pasar a toda leche en dirección a su destino. Pero no estaba ahí por pura casualidad, estaba esperando a Clara, había ido a trabajar y decidió pasar a comprar algunas cosas al supermercado y él aguardaba ansioso su regreso.
Él no podía dejar de pensar en aquella misteriosa tormenta que cayó en la ciudad y temía a que se repitiera y Clara quedara atrapada en algún sitio como a él le había sucedido.
Estaba a punto de meterse al departamento, cuando visualizó una persona del otro lado de la calle que lo estaba mirando. Se le hacía familiar pero no lograba verle el rostro, era una chica pero no podía saber si era Clara o no, ya que desde hacía semanas comenzó a sentirse extraño.
-¡Owen!—la chica del otro lado de la calle gritó su nombre y él quedó paralizado en el barandal sin saber que decir o reaccionar. Su voz…- ¡Owen!
La chica cruzó la calle y se plantó debajo del balcón donde él pudiera identificarle el rostro.
Era Katheryn Levis. Su querida amiga Katheryn.
-¡Oh por Dios! ¡Katheryn!—gritó afónico y sin pensarlo, saltó desde el balcón y por suerte aterrizó en unas bolsas de basura.
-¿En qué estabas pensando? Pudiste romperte un hueso—lo regañó Katheryn y él se puso de pie enseguida—hola.
-¡Debo estar soñando!—se le fue encima y la abrazó con fuerza. La llenó de besos todo el rostro, incluso un pequeño beso en los labios, que ni ella ni él se sintieron incomodos.
Cuando se separaron, Owen la escrutó de arriba abajo y entornó sus preciosos ojos castaños y su sensual lunar se contrajo al abrir la boca de sorpresa.
-¿Qué le ha pasado a tu pelo?
-No es conveniente hablar en medio de la calle. Son las ocho de la noche—le dijo ella—invítame un café y platicamos.
-Andando. Clara no tardará en regresar.
El rubio se aproximó a abrir de una patada la entrada, ya que había olvidado las llaves al bajar apresuradamente de una manera salvaje y le dio gracias al cielo que Clara hubiera dejado la llave de repuesto debajo de la alfombra de la entrada o si no, se hubieran quedado fuera a esperarla.
Katheryn sintió una repentina nostalgia al entrar a su antiguo departamento, que seguía siendo el mismo a pesar de que todo estaba completamente distinto, menos los muebles, de ahí todo era diferente, incluso el color de las paredes. Antes eran celestes y ahora era de un verde oliváceo que trasmitía tristeza.
-¿Me dirás que le pasó a tu pelo? Se supone que jamás has podido teñírtelo—le dijo Owen desde la cocina y lo siguió.
-Este es mi color natural, Owen—se sentó en una silla y él arqueó las cejas—Thorsten nos ha quitado a todos la inmortalidad. Ya no hay más Elegidos.
Owen dejó caer una taza de porcelana al suelo de la impresión.
-¿Qué?
-Sí. Thorsten Staggs nos ha quitado la inmortalidad. Yo ya no tengo poderes, nadie de los Elegidos tiene y ya podemos ser ancianos—dijo con tristeza.
-¿Y eso me incluye a mí?—había ilusión en su voz.
-Sí, Owen. Eso te incluye también a ti.
-Cuéntame qué diablos está sucediendo, Katheryn.
Y Katheryn aspiró profundamente antes de relatarle absolutamente todo: de su amor inexplicable que sentía por Thorsten, de Leonard Shay, y de la mortalidad.
Owen la escuchó con atención. Dejó hervir el agua en la tetera durante veinte minutos y ni si quiera cuando la tetera avisó que el agua estaba lista, pudo dejar de ver a Katheryn con horror y palidez.
-¡Por qué no habías venido a contármelo todo!—le espetó, ofendido—ha pasado tantas adversidades y yo aquí como idiota y de brazos cruzados sin poder ayudarte.
-¿Crees que nunca estuve tentada a buscarte?—se frotó las sienes—pero simplemente no era justo. Tú estás bien aquí, no podía despojarte de la felicidad que tienes junto a Clara; tu eres punto y aparte de todo este desastre.
-Te equivocas—negó con la cabeza—amo a Clara pero tú y yo somos amigos, ¿recuerdas? Estamos unidos hasta la muerte, yo jamás me negaría a ayudarte. Sabes que te quiero muchísimo. Y no sabes cuánto me alegró tus mensajes de texto, pero ahora que has venido gracias a ese estúpido Shay, te ruego que te quedes aquí unos días antes de que se cumpla el plazo de Thorsten. Quiero aconsejarte y que hagas lo correcto. Juntos encontraremos la manera de salvarlo.
-¡Ay, Owen!—le echó los brazos encima y él la abrazó con ternura.
-¿Por qué no me llamaste? De algo te hubiera servido que yo te acompañara en tu dolor, Katheryn—le susurró mientras le acariciaba el cabello—tu sola no puedes con tanto sufrimiento. No mereces pasar por todo esto. Ya has sufrido tanto y ya fue suficiente.
La puerta del departamento se abrió y entró Clara con sigilo. Pensando en darle una grata sorpresa a su querido novio, dejó la despensa en el suelo y entró a hurtadillas a la cocina, donde extrañamente se oían sollozos y la voz de su amado.
Y sintió que la bilis le subía a la garganta cuando lo vio abrazando a una chica.
¿Pero quién se creía para verle la cara de estúpida?
De haber estado en sus días, de seguro hubiera entrado hecha una fiera y hubiere arrancado la cabellera de tajo de aquella mujer, pero no.
Lo que hizo fue entrar a la cocina con la frente y barbilla en alto.
-Buenas noches—saludó con frialdad. Pero Owen apenas y se inmutó.
-Hola cariño—le respondió sin dejar de abrazar a la extraña— ¿Por qué no me dijiste que irías de compras después del trabajo? Pude haber ido por ti.
-No quería molestarte—masculló y alzó las cejas— ¿y la mujer a la que estás abrazando, quién es?
-Katheryn ha venido a visitarnos, cielo—le informó con una sonrisa. Clara parpadeó perpleja.
-Katheryn no tiene el pelo café—le espetó contrariada.
-Este es mi tono natural—le replicó Katheryn, había sacado la cabeza del pecho de Owen y observaba a su amiga detenidamente. Todo rastro de lágrima o tristeza se había esfumado de su rostro.
-¿A qué has venido?—Clara se mostró indiferente y se acercó a supervisar la tetera—tiene tanto tiempo que no he sabido de ti que pensé que habías muerto o algo así.
-Clara—dijo Owen juntando las cejas— ¿Qué te pasa?
-Nada, ¿Por qué?
-¿Ni si quiera te da gusto verla?
-Ella me abandonó a mi maldita suerte. La echo de menos constantemente, por supuesto, pero no esperes a que la reciba con los brazos abiertos. Me dejó cuando más la necesitaba y no voy a estar a sus pies.
-No estoy aquí para recibir ninguna muestra de afecto de tu parte—contraatacó Katheryn, tratando de guardar la calma. Había olvidado lo testaruda que era su amiga—he venido a hablar con mi amigo Owen, no contigo—hizo énfasis en la palabra amigo—así que no tienes por qué ser antipática. Después de todo, te dejé este departamento. El cual sigue siendo de mi propiedad.
El último comentario fue la gota que derramó el vaso de la hipocresía de Clara.
-¿Ah, sí?—respondió con sarcasmo—para que lo sepas, pronto nos iremos de aquí y no te deberemos nada.
Owen, por su parte, se mordía los labios con incomodidad. No sabía a quién defender porque se sentía comprometido con ambas.
-Por favor, tranquilícense—dijo en un hilo de voz.
Pero ellas lo ignoraron.
-Owen—farfulló Katheryn sin dejar de fulminar a Clara con los ojos—acepto tu oferta de quedarme en mi departamento unos días.
Y para el placer de Katheryn, Clara agrandó los ojos e intentó insultarla o algo peor pero simplemente se dio la vuelta y se encerró en su habitación.
-Lamento tanto que ustedes hayan dejado de ser amigas.
-Clara sigue siendo mi mejor amiga, aunque yo ya no sea la suya—suspiró agobiada.
-Olvidemos un rato este episodio, ¿sí?
Katheryn asintió.
-Ahora sí voy a preparar café.
Mientras que Owen se dedicaba a preparar el café, Katheryn recibió una llamada de Luke. Y miles de mensajes por parte de Heidi.
Contestó la llamada dos segundos después:
-¿Sí?
-¡Por todos los cielos, Katheryn!—le gritó Luke y ella apartó la oreja del auricular— ¿Dónde estás?
-En California. Vine a hacerle una visita a Owen.
-¿Qué? Pero, ¿Cómo llegaste tan rápido?
-Larga historia—se excusó. No iba a decirle que Leonard se había vuelto bueno y que la ayudó a llegar.
-¿Fue Thor?
-No puedo decírtelo.
-Ya. Sé que fue él—su voz sonó más tranquila— ¿Cuándo regresas?
-No estoy segura. Voy a estar aquí un par de días.
-Uf. Fabuloso, ojalá Heidi lo tome con calma porque está hecha una loca tratando de localizarte.
-Dile que estoy bien y que no exagere—bufó.
-Se lo diré—hubo una pausa de silencio— ¿Katheryn?
-¿Sí?
-¿Podrías mandarle saludos al rubito?
-¿A Owen?—se sorprendió.
-Sí. Ya tiene tiempo que no he visto al sujeto.
-Ja, Ja, Ja.
-¿De qué te ríes?
-De nada. Es solo que siento raro que le envíes saludos.
-Oye, la gente cambia con el tiempo.
-Bueno—suspiró—diles a todos que no se preocupen. Pronto estaré allá.
-Bien. Nos vemos luego, Kath.
Colgaron al mismo tiempo.
-¿Y cómo están tus hermanos?
Katheryn volteó a ver a Owen y suspiró con agobio.
-Están perfectamente bien y creo que están disfrutando su mortalidad. Ahora podrán crecer como Dios manda.
-El mayor tiene… 15 años, ¿no?—ella asintió—y el menor tiene… 10 años, ¿no?
-Sí. Han estado atrapados dentro de esos cuerpos durante un siglo y medio.
-Me alegro mucho por ellos—sirvió tres tazas de café en la mesa. Y después debió haber recordado algo porque hizo una mueca y se levantó de la silla para ir en busca de algún objeto, regresó a la mesa un segundo después con una bandeja en las manos—ahorita seguimos hablando. Le llevaré una taza de café a Clara para que se tranquilice.
-Sí. Descuida.
Sonriéndole dulcemente a Katheryn, se encaminó a la habitación de Clara con la bandeja en sus manos.
Katheryn aprovechó a salir al balcón y tratar de localizar a Leonard.
Leonard. ¿Estás aquí?
Se sentía idiota llamándolo. Ya no tenía ningún estúpido poder y era raro estar llamando a un asesino. Pero que por milagro divino logró hacerse bueno.
¿Qué?
Vaya forma de saludar….
Disculpa. ¿Qué ocurre, Katheryn?
Quiero pedirte un favor, Leonard.
Ajá.
¿Podrías otorgarme el poder de tele transportarme? Aunque sea por unos días.
Desde luego que no. ¿Qué pretendes?
¡Voy a quedarme aquí unos días y no sé si estarás aquí para enviarme de vuelta a México!
Tienes razón. Obviamente no soy Thorsten para estar detrás de ti todo el tiempo, pero, ¿Qué te parece si te doy…Una pequeña roca que podrá tele transportarte a cualquier sitio que quieras o al departamento de tus amigos cuando lo desees?
¿Puedes hacer algo así?
No por nada el imbécil de Nelid me otorgó alguno de sus dones.
¡Gracias!
Estoy justo debajo del balcón, ¿me ves?
Katheryn estiró el cuello hacia abajo y lo vio.
-Te veo—le dijo.
-Coge la roca—le murmuró él sin emitir palabra.
Le arrojó la roca y Katheryn la capturó en sus manos.
-Buena suerte—le gritó Leonard antes de desaparecer.
Pensativa, regresó a la cocina y de dedicó darle pequeños sorbos a su café. Su estómago le gruñía de hambre.
Miró la puerta de Clara que estaba cerrada y se escabulló a la nevera, bueno, a su propia nevera y fisgoneó para ver si había algo sabroso que robar.
¡Bingo!
Había chili frío.
Enjuagó un plato y se sirvió un poco.
Se sentó de nuevo y comenzó a devorarlo en silencio.
Veinte minutos después, Owen salió con la bandeja y la taza intacta de la habitación. Su rubio cabello estaba desordenado y desaliñado. También su ropa estaba mal puesta, sus mejillas sonrojadas y su frente perlada de sudor.
Katheryn, que lamía la cuchara, quedó a medias y soltó una carcajada al verlo.
-No me digas que pasó dentro de esa habitación—le dijo entre risas—no quiero saber los detalles de la reconciliación.
-Esto es vergonzoso—se ruborizó más y le dio la espalda mientras guardaba todo en su lugar.
-¿Siempre sucede?
-Siempre sucede, ¿Qué?
-Eso. Hacer el amor para conseguir su perdón.
-No. Usualmente ella me lo hace a mí pero…
-Basta. Basta—ahogó una risa nasal—eres todo un semental.
En todo el resto de la noche, los dos se la pasaron viendo televisión. Y Clara no se asomó ni una sola vez.
Quizá era mejor así.
Katheryn se sentía perfectamente bien estando con Owen.
Él era su verdadero confidente.
Recordó cuando él estaba enamorado de ella y que a pesar de no ser correspondido de la misma manera, nunca dejó de apoyarla.
-No sé qué haría sin ti, Owen. Eres como un hermano mayor.
-Y tú eres como mi mamá—le contestó con los labios apretados. Katheryn frunció el ceño y volteó a verlo. Pero él estalló en risas—es broma. También eres como una hermana para mí.
-¿Recuerdas cuando estabas loco por mí?
-Sí, y también recuerdo que Ethan quería asesinarme a menudo.
-Ethan ya no querrá matarte.
-Es raro. Yo siempre pensé que estarían juntos pero mira como es la vida.
-La vida es algo impredecible. Todo puede cambiar sin pensarlo. Ahora tú eres novio de Clara, Brenton es novio de Ben y yo amo a Thorsten Staggs, el sujeto que nos desgració la vida.
-Es un complot.
Ella asintió y recargó su cabeza en el hombro de su amigo.
[1] Súperman es un juego mecánico que es parecido a la montaña rusa.
[2] Los Jeep son una marca de zapatos, tipo botines que combinan con la ropa casual. Se usa mucho en hombres y también en mujeres.
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