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Capítulo 02

La rigidez de todo el cuerpo lo hizo despertar en medio de dolores y el crujir de sus huesos. Abrió los ojos y parpadeó, acoplándose con la luz solar que entraba desde el balcón. No tenía ni la menor idea de lo que había pasado la noche anterior hasta que sus grisáceos ojos oscuros repararon en el rostro sonrosado de Katheryn a unos centímetros de distancia. Sobresaltado, se levantó de un salto y se percató de sus heridas a flor de piel.

Se echó a correr en busca de su playera y llevó a Katheryn de vuelta a su habitación pero recordó que su habitación era todo un desastre, se tele transportó en la habitación de su hermano menor, Charlie.

¿Cuántas probabilidades había en qué ella le hubiese visto sus cicatrices?

No lo sabía.

Se odio por milésima vez y salió volando hacia el bosque con la intención de desahogar su furia.

¿Por qué había sido tan idiota al hacerle un espectáculo a ella, sin poder siquiera soportarlo?

No entendía por qué se había desmayado y no le interesaba saberlo.

Por otra parte, Katheryn soñaba con las heridas de Thorsten. Soñaba que lo acariciaba y se las curaba con delicadeza. Él le contaba la razón de sus heridas sin temor, sin misterios.

Pero lo malo de todo es que ella estaba consciente de que aquello era un sueño.

Despertó horas después con los ojos lagañosos e inflamados. Giró sobre su propio cuerpo y chocó contra la espalda de Charlie; quién gruñó en sueños.

Ahí fue donde se despabiló de inmediato. Thorsten la había dejado ahí.

Pero, ¿desde a qué horas?

Aún era muy temprano.

Se deslizó de la cama, se abrazó a sí misma y salió al pasillo en su búsqueda.

Los ladridos de Tyler la sobresaltaron pero luego se acopló y buscó a Thorsten en su habitación. Él no estaba—como lo había pensado—y volvió a descender al segundo piso para poder ducharse e ir a buscarlo fuera.

Pero antes tenía que preparar algo de desayunar.

Bajó a la cocina y sacó los huevos de la nevera para hacerlos revueltos con tocino.

Tardó tan solo un cuarto de hora. Comió un poco y el resto lo dejó tapado con papel aluminio para que sus hermanos lo tuvieran todo listo al despertar.

Subió trotando a su habitación. El clima estaba templado y eso significaba que haría frío con forme pasaran las horas y tenía que ponerse ropa adecuada.

Optó por sacar unos jeans oscuros, unas botas de gamuza y una sudadera gruesa color azul rey.

Se duchó a toda leche, se vistió casi sin secarse y se colocó un broche a un lateral de la sien para darle algo de carisma a su rostro. Ya que después del abrazo que se había dado con Thorsten, por alguna extraña razón quería verse linda para él. Aunque fuera una tontería.

El aire fresco de la mañana le despeinó los cabellos y se alborotaron a su alrededor como una gran telaraña y que apenas logró controlar en todo el trayecto hacia el bosque; donde, sin esperanzas, anhelaba encontrarlo para poder charlar.

Vagabundeó por toda la zona que conocía pero él no estaba allí. De hecho no estaba por ningún sitio y eso la desconcertó.

Reforzó muchas barreras mentales en su cabeza para que él no indagara en sus recuerdos. En el recuerdo que ella tenía presente donde él estaba inconsciente entre sus brazos con todo el cuerpo inundado de atroces cicatrices.

Despejó su mente y siguió andando entre la hierba seca que estaba revuelta con ramas desquebrajadas de los árboles secos.

Tropezó un par de veces con la maleza y algunos arbustos llenos de espinas pero siguió andando. No se iba a dar por vencida. Tarde o temprano lo encontraría y deseaba encontrarlo de buen humor…

Sí, Katheryn Levis le tenía miedo a Thorsten Staggs, el rey del trueno, pero a pesar de desafiarlo infinitas veces, le tenía un miedo espantoso. Aunque de antemano sabía que él jamás la lastimaría pero quién sabía si algún día podría salirse de control y matarla. Esa idea era la más espeluznante que se le había ocurrido.

Y para alejarla de su mente, pensó en sus hermanos despertándose a varios kilómetros de distancia y dandole de comer al cachorro.

Se rió de sí misma al pensar que ese pobre perro quizá no sobreviviría bajo las garras de sus hermanos, quiénes no sabían sobre el cuidado de animales. Para ellos, Tyler no era más que un lindo perro que no necesita nada para vivir; solo jugar.

Al término de su caminata por terreno conocido, se detuvo frente a una pila de polvo de roca que alcanzaba los dos metros de altura y amenazaba con venírsele encima si intentaba pasar. Estiró el cuello de un lado a otro y logró ver más montañas de polvo de roca situado en distintas direcciones.

Rodeó el polvo y alcanzó a oír un rugido no muy lejos de ahí que le provocó escalofríos.

Agudizó los oídos para escuchar mejor pero no tuvo que hacerlo porque de nuevo otro rugido cortó el aire de tajo.

Era Thorsten.

Echó a correr, utilizando únicamente el oído para localizarlo. Él seguía gritando y maldiciendo en algún punto de la espesura del bosque y ella iba en su búsqueda.

Katheryn se detuvo en seco antes de impactarse con otra pila de polvo que le llegaba a los muslos. ¿Qué demonios estaba haciendo Thorsten con las rocas?

Saltó la pequeña montaña y se encontró con seis más. Era ridículo. Parecía estar en una competencia que consistía en correr y saltar obstáculos. Una estúpida carrera de obstáculos.

Cuando por fin logró recuperar el aliento, el estrépito rugido de un rayo la sobresaltó, y dando un paso atrás; cayó sobre la roca hecha polvo, llenándola de porquería.

Maldijo para sí y se incorporó intentando sacudir sus pantalones con los ojos fijos en el cielo nublado y triste.

De pronto un relámpago la cegó por uno segundos y una lluvia helada y densa cayó sobre su cabeza.

Pero eso no la detuvo. Comenzó a correr otra vez en busca de Thorsten. No había más obstáculos, solo hiedra seca y arboles robustos.

Más allá de su campo visual, vislumbró una silueta postrada en la hierba con la cara aplastada contra el suelo.

Era él.

Aminoró el paso y llegó hasta donde se encontraba.

Se sorprendió no verle ninguna cicatriz en el cuerpo—cabe mencionar que estaba desnudo de la cintura para arriba y se miraba espectacularmente precioso con la lluvia—solo la aterradora cicatriz que adornaba su rostro desde siempre.

Tenía los ojos cerrados y los labios entreabiertos, donde le escurría agua y parecía no importarle.

A Katheryn le hubiera gustado que la asquerosa lluvia se esfumara para poder apreciarlo y no estar tiritando de frío.

Intentó tocarle la espalda, donde horas atrás había visto una siniestra herida que le atravesaba en diagonal. Pero él, en un reflejo, le cogió la mano desde la muñeca y se la apretó con mucha fuerza. Katheryn, muda de la impresión, apenas lograba sentir dolor y el crujir de sus huesos.

-¿Qué estás haciendo?—jadeó él con la voz trémula bajo la lluvia. Sus ojos grises ardían de rabia.

Reforzando sus barreras mentales y con la voz entre cortada, respondió:

-Quería saber dónde te encontrabas. Anoche te desmayaste después de un fantástico momento y…

-¿Y…?—alzó la barbilla con las mandíbulas apretadas sin soltarle la muñeca que estaba comenzando a cambiar de color por la fuerza.

-…me asusté al ver que ya no estaba en tu habitación y que tu no estabas conmigo.

-¿Viste algo que no debías ver?—le preguntó con los ojos estrechados. Ella apartó la cara pero con la otra mano, Thorsten la obligó a verlo a los ojos—dime la verdad por ti misma. No hagas que hurgue tu cabeza y me enfade más contigo por mentirme.

-¿Qué más da? ¡Hurga en mi puñetera cabeza!

Sabía que eso era tentar a la paciencia de Thorsten pero se arriesgó. Intentó zafarse de su agarre porque ya no sentía los dedos de su mano pero él le apretó con más fuerza y ella no pudo evitar reprimir un alarido de dolor.

-Lo siento—se disculpó él, soltándola— ¿Por qué tenías que verme tan vulnerable?¿Por qué no solo te largaste a otra parte cuando me desvanecí? ¿Por qué?

Su voz irradiaba desesperación y angustia. Jamás lo había visto así. Katheryn comprendió que ya había leído su mente y se estremeció.

-Soy una persona, idiota—le respondió con rudeza—no pude dejarte ahí solo porque no es normal que alguien se desmaye.

-¡Yo no soy un humano! Cuando un humano se desmaya es signo de debilidad pero yo no. Suele pasarme a menudo.

-¿En serio?—no le daba crédito a sus palabras.

-¡En serio!—espetó con mal humor y se puso de pie—me desmayo cuando no duermo; tal es el caso de ayer.

-¿Y qué me dices de tus heridas? ¿Son reales? Ayer parecías un queso rallado y ahora te ves tan Thorsten...

En otras circunstancias ella se hubiera reído pero se mantuvo seria.

-No te metas en mis asuntos—le dijo al cabo de un segundo, se inclinó a coger su playera y antes de ponérsela, la miró detenidamente por encima del hombro, ella estaba sentada en el suelo—comprende que mi pasado es una mierda y no estoy dispuesto a que lo sepas.

-¿Qué hay del trato?

-Sigue en pie—repitió—pero sabes bien que no te diré nada de mí. Solo de los Elegidos.

Y así pasaron los meses.

Tyler, el perro de sus hermanos fue llevado con el veterinario del pueblo y con el paso de los días creció y resultó ser un perro de raza gigante. Tenía cinco meses de edad y ya tenía el tamaño de un pastor alemán. Charlie y Jack lo idolatraban demasiado y Katheryn pensaba que pronto Thorsten lo echaría pero fue lo contrario. Thorsten se había encariñado con él perro y viceversa.

El mes de agosto estaba a solo seis días y las clases en el internado Haventoor estaban por comenzar y Thorsten no le había dicho nada al respecto; es más, entre ella y él jamás volvió a haber un abrazo inesperado, y ni si quiera Katheryn se atrevía a preguntarle sobre lo que ocurriría al paso de los días.

Al parecer el trato estaba suspendido hasta nuevo aviso, pero mientras tanto, Katheryn se mantenía en contacto con sus amigos. Más con Luke, porque él era el único al que de verdad le tenía más confianza. Owen era el segundo en su lista de confidente y luego estaba Heidi.

Una mañana soleada, Katheryn despertó y se encontró con un mensaje de texto de un número no registrado y que se lo habían enviado a las tres de la mañana. Bostezando, abrió el mensaje y entornó los ojos dejando de bostezar al instante.

Era un mensaje de… Ethan Quin.

Hola, Katheryn. Soy Ethan Quin. Hace apenas un minuto descubrí tu nuevo número en la agenda de Luke. Y quiero que sepas que te he registrado en mi agenda. Sam también lo ha hecho, espero no te moleste, ¿okey?

De acuerdo, no tengo nada más que decir… así que… adiós.

p.d. No le digas a Luke que le he robado tu número porque me matará. Dulce sueños, Florecilla.

Quiso ponerse a llorar ahí mismo. ¡Ethan le había enviado un mensaje! Guardó enseguida su número en la agenda de su teléfono con el sobrenombre de “Ojiverdesensual”  para que Thorsten jamás sospechara.

Soltó una carcajada irónica. ¡Por supuesto que lo descubriría! ¿Quién más tiene unos ojos verdes hermosos y sensuales? Nadie. Solo Ethan Quin.

Quizá su amor no pudo ser pero podría surgir alguna amistad entre colegas.

Se despabiló y dejó el teléfono sobre el buró. Se abrió paso al baño para darse una bien merecida ducha. Procuró no pensar en Ethan para no comenzar con el pie izquierdo aquel día tan maravilloso.

**

A varios cientos de kilómetros, Ethan intentaba controlarse ante un estúpido que había ocupado su lugar en el porche de la casa de Heidi en México. Días después de haber regresado de Coatzacoalcos, se llevó a Sam de ahí y decidió alquilar un departamento para ellos solos.

Y de vez en cuando iban a visitar a Brenton, Ben, Heidi y Luke. Las dos parejitas inseparables.

Aquel día se habían quedado a dormir con ellos y en un momento que tuvo libre; logró robarle el número de Katheryn a Luke mientras dormía. Y al amanecer, Sam y él habían salido a comprar para regresar en la tarde.

Sabía de antemano que ella no quería saber nada de él y que ahora amaba al estúpido y bastardo de Thorsten Staggs, y él había jurado volver amar a Sam, cosa que no ha sido tan fácil.

Quería a Sam, sí, pero aunque intentara amarla como alguna vez lo hizo, le era imposible. Katheryn había llegado a su vida a quedarse y a dejar una gran huella en su corazón.

-Le repito que este es mi lugar—decía él con la cabeza fuera de la ventana y con los puños sobre el volante. Sus nudillos estaban tan blancos que Sam pensó que rompería el volante.

-Intenta tranquilizarte.

-¡Está estorbando!—tocó las bocinas a fondo.

La puerta principal se abrió y salió Heidi con cara de pocos amigos. Detrás de ella estaba Luke con los ojos estrechados.

-¿Qué pasa aquí?—preguntó Heidi de mal humor.

-Alguien se ha estacionado en mi lugar—le explicó.

De repente, el sujeto que estaba en el auto de enfrente, salió y Ethan soltó una risotada. Se trataba de Ben Smith.

-¿Por qué no me dijiste que eras tú?—le riñó Ethan juguetonamente.

Tanto él y Sam bajaron del Matiz para reunirse con ellos.

-Es un auto alquilado, baboso—le respondió Ben sonriendo de lado—y no iba a gritártelo. Solo estaba probando tu paciencia, la cual es menos cero, amigo.

-Ethan, ¿Qué trajiste?—terció Heidi rodando los ojos.

-Lo que pidieron: cervezas Sol, botanas y otras cosas.

-Estupendo—alardeó Heidi sonriendo—amor, ven a ayudarnos.

Luke bajó al porche y entre los tres hombres metieron las cosas a la casa.

Dentro, estaba Brenton sentado en el sofá con la cabeza recargada en el respaldo y claramente aburrido, pero al notar la llegada de su novio, se levantó de un salto y corrió a ayudarlo con las cervezas.

Ninguno de los cuatro Elegidos había vuelto a utilizar su poder de nuevo. Se comportaban como personas normales a pesar de su apariencia parecida. No había necesidad de leer mentes, tele transportarse, hacer dormir a la fuerza, camuflarse entre las sombras o cambiar de apariencia. No había ninguna necesidad y tal vez jamás habría.

Ethan se reunió con los chicos a preparar las botanas mientras que Heidi y Sam se sentaron en el sofá donde segundos atrás había estado Brenton.

Sam había logrado ser del agrado de todos a regañadientes, pues ahora era la pareja de Ethan y la respetaban. Aunque nunca dejarían de querer a Katheryn con locura, porque Sam nunca sería el sustituto.

-¿Qué están dando en la tv?—preguntó Sam con los ojos fijos en la pantalla.

-Quién sabe, creo que una película aburrida.

-¿Puedo buscar un canal interesante?

-El control remoto es todo tuyo, chica—le respondió poniéndose de pie.

-¿A dónde vas?

-Con los chicos—bufó—quizá hagan un batidero en mi cocina y yo no quiero.

Sam la vio escabullirse hacia la cocina y enseguida oyó las risas de todos—incluida la de Heidi—y se estremeció.

-¿Por qué no puedo ser como tú, Katheryn?—se preguntó en voz baja—todos te adoran. Este grupo de chicos te idolatran, incluso Ethan. ¿Qué tienes de especial?

Y se le ocurrió la brillante idea de marcar a Katheryn.

Palpó sus bolsillos y extrajo su teléfono. Buscó su número y esperó.

Lo más probable era que quedaría sin saldo por hacer una llamada a larga distancia, pero, ¿Qué más daba?

Katheryn respondió segundos después.

-¿Hola?

-Hola, Kate, soy Sam.

Hubo un breve silencio del otro lado de la línea y cuando pensó que había colgado, su voz surgió de nuevo por el altavoz:

-No pensé que algún día me llamarías.

-Lo sé, también yo—se rascó el cuello con incomodidad— ¿Qué tal has estado?

-Bien, supongo, ¿y tú?

-También bien…

-Esto… me alegro por ti.

-¿Dónde estás justo ahora?

Katheryn suspiró hondo y quedó en silencio por varios segundos.

-¿Por qué quieres saberlo?

-Simple curiosidad. Estoy aburrida.

-¿Dónde estás tú?—le volteó la estrategia.

-En casa de Heidi, aquí en México—respondió con naturalidad.

-Ah—fue todo lo que logró decir. La perplejidad en su voz era notoria pero Sam parecía no darse cuenta o tan solo fingía no notarla.

-Hace unas horas Ethan te envió un texto, ¿lo recibiste?

-Desde luego que sí.

-¿Le respondiste?

-Aun no.

-¿Piensas hacerlo?

-¿Sam, qué demonios…?

-Tranquilízate. No estoy celosa.

-Me alegro, pero, ¿sabes? Tengo que irme. Mis hermanos me necesitan.

Sam no contestó y colgó inmediatamente.

Katheryn no era nada agradable. No lo era. ¿Por qué la querían tanto?

Katheryn cambió bastante a lo largo de los años.

Ahora era Sam la que estaba confusa.

-¡Los camarones se lavan por lo menos diez veces para quitarle la sal!—jadeó Heidi, intentando hacer entrar en razón a Ben, quien estaba picando el camarón en pequeños trocitos—no pienso comer eso tan salado.

-Lo lavé dos veces. Es más que suficiente—se defendió.

-Deja que lo haga yo—farfulló ella quitándole la tabla de madera y el cuchillo.

Al fondo, Ethan revisaba su teléfono sin parpadear.

No había ninguna respuesta por parte de Katheryn y comenzaba a odiar la idea de haberse equivocado de número. Estando a punto de guardarlo en sus bolsilloscuando vibró y sonó el sonido de mensaje entrante. Se le iluminó el rostro al ver el nombre de Katheryn en la pantalla. Le había respondido.

Y le respondió:

Hola, Ethan. Me ha sorprendido recibir un mensaje tuyo después de todo este tiempo, creí que nunca sabría noticias tuyas ni de Sam. Espero podamos seguir en contacto, eh.

p.d. No dejes de ser tan simpático. Es lo que más me gustó de ti. Besos y abrazos.

Sintió que sus pulmones habían renunciado a respirar. Algo cálido le recorrió el cuello hasta el pecho pero enseguida sacudió la cabeza y se centró en la realidad. Katheryn le había respondido por educación y porque lo apreciaba. Ya no lo amaba, estaba claro y no podía fantasear con que era lo contrario. Así que renunció a los impulso de marcarle y guardó el aparato para seguir ayudando a sus amigos.

Él único que se dio cuenta de su comportamiento fue Ben pero no dijo nada.

**

Muchas emociones por un día.

Un mensaje de Ethan para despertar al mundo.

Una llamada de Sam Blair saliendo de la ducha.

Y la respuesta al mensaje de Ethan.

Su cabeza la daba vueltas.

Bajó a desayunar con las piernas flaqueando. No quería que Thorsten supiera lo que había pasado minutos atrás pero tarde o temprano lo sabría y era posible que destruyera su teléfono en un arrebato de ira. Se estremeció.

Encontró a sus hermanos en el comedor con Tyler postrado a sus pies. No había señal de Thorsten y suspiró aliviada.

Charlie había puesto la canción de Love Me Again de John Newman en su teléfono para desayunar. A Katheryn le pareció extraño que exclusivamente esa canción estaba pasando pero se dedicó a desayunar.

Hot cakes con Nutella. Se deleitó en engullir aquel suculento manjar con los ojos cerrados. Bebió de su zumo de naranja y vio que Jack le daba a escondidas a Tyler un trozo de Hot cake sin nutella.

-¿Quién preparó el desayuno?—preguntó ella segundo después.

-Dorian—respondió Charlie y rebuscó en su lista de canciones otra canción que poner ya que había terminado la anterior—se lució esta vez, ¿no?

-Sí—reconoció asombrada— ¿y dónde está?

-Salió a correr como todas las mañanas del Sábado—le respondió y puso la canción de Kiss me crazy de Bear in heaven. Una canción poco conocida para ella pero que le agradó de inmediato.

Su hermanito era muy bueno eligiendo canciones y grupos musicales.

Katheryn supo que algo andaba mal un segundo antes de que Tyler comenzara a ladrar como loco. La puerta doble hoja crujió debajo del sinfín de azotes que alguien propiciaba sin descanso. Primero pensó que se trataba de Thorsten pero no era posible. Él nunca haría semejante escena delante de sus hermanos. Lo segundo que pensó fue en Juno Weber que había sobrevivido y había logrado encontrarla. Pero luego rodó los ojos ante semejante idea estúpida.

Se levantó de un salto y ordenó a sus hermanos a subir a su habitación. Los dos subieron salvo Tyler, quién se había puesto delante de ella sin dejar de ladrar como gesto protector. Pero Katheryn no estaba dispuesta a dejar que el perro se sacrificara por el imbécil detrás de la puerta.

Corrió al perro con ganas hasta que lo vio echarse a correr escaleras arriba. Eran las diez de la mañana y el sol entraba por los ventanales y no tenía por qué tener miedo.

Reunió todo el valor posible, dio un paso adelante, luego otro y otro hasta que quedó a solo diez centímetros de la puerta. Los azotes cesaron y se reanudaron segundos después, asustándola de muerte.

De estar en otra situación, habría visto al soquete a través de la puerta pero sus poderes era nulos en esa mansión-casa.

-¿Quién es?—preguntó con cautela.

No hubo respuesta, en cambio, hubo otra oleada de azotes frenéticos que intentaba derribar la puerta.

Azorada por la situación, alargó la mano y abrió de golpe las dos hojas de la puerta. Esperaba ser golpeada pero se encontró con unos ojos mieles que la miraban amenazadoramente a una distancia corta. Era una mujer muy hermosa, parecía tener cerca de los veinticinco. Su pelo era de un color caoba brillante y sus labios eran tan rojos como una fresa. Su piel era morena y bronceada y muy parecida a la de Thorsten. Incluso el brillo desafiante y siniestro en los ojos.

Incapaz de articular palabra, Katheryn abrió los labios pero solo salió un ronco gorjeo que la hizo sentirse estúpida. La chica sonrió con petulancia y se llevó las manos a la boca, ocultando claramente una carcajada.

Atrás de ella estaba Thorsten de brazos cruzados por encima del pecho, mirándola con aburrimiento. Incluso rodó los ojos cuando la morena habló.

-Así que tú eres Katheryn Levis—dijo—Thorsten me ha hablado mucho de ti.

-Eh…—no pudo evitar sentirse humillada por tanta belleza.

-Primero que nada pensé que serías una súper modelo irlandesa o alemana—prosiguió sin dejar de sonreír, Thorsten carraspeó—y segundo, tenía en mente que me taclearías al verme pero solo te has quedado lívida, Katheryn. ¿Qué clase de Elegida eres?

-Soy la última Elegida y lamento decirte que tus expectativas puedes metértelas por el trasero si así lo deseas—respondió con los puños apretados. Sintió el cosquilleo en las palmas que tanto le gustaba. Esa estúpida ya le caía mal. Le caía peor que Juno.

Thorsten soltó una sonora carcajada que lo hizo doblarse de la risa y respirar entrecortadamente, mientras que la chica morocha arqueaba las cejas sin dar crédito a lo que había escuchado.

-Tus palabras me gustan—dijo maravillada—te sabes defender sin necesidad de luchar. Buena táctica, querida.

-Te dije que ella sabía defenderse sin armar un desastre—añadió Thorsten, había dejado de reírse y se mantenía alejado de ambas con las manos metidas en sus bolsillos. Una pose sexy y misteriosa.

-¿Quién es esta chica, Thorsten?—le preguntó Katheryn sin tomarse la molestia de ocultar el veneno en su voz. Thorsten sonrió y avanzó a ella.

La morena esperaba con los brazos cruzados a que él respondiera.

-Katheryn ella es Terry, Terry ella es…

-Katheryn, ya lo sé—le espetó Terry con una mueca.

-Bueno, entonces, ¿Por qué insististe en conocerla si ya la conocías?—le rugió irritado.

-No la había visto tan de cerca.

-Ya la has visto, ahora largo de aquí, Terry.

-¡Que genio!—alardeó divertida— ¡Qué te den por detrás!

Y en un nanosegundo desapareció ante los ojos de ambos.

Katheryn estaba estupefacta y Thorsten bostezó con desenfado. Estaba sudado hasta los pies pero aun así se veía adorable.

-¿Quién es ella?—repitió Katheryn volviendo la cabeza para verlo. Pero él estaba de espaldas hablándole con señas a Tyler que estaba a los pies de la escalera debatiéndose en bajar o no—respóndeme.

-Es Terry—contestó de mala gana y entró sin esperar a que ella le siguiera presionando.

-¿Es tu amante?—lo siguió. Los celos comenzaron a apoderarse de ella.

-Por supuesto que no. ¿Qué te hace pensar eso?

-Ni si quiera sé quién es y qué hace aquí. Y quizá la convertiste hace unos días… no lo sé.

De repente, él se dio la vuelta y la estampó contra la fría y sólida pared de la casa, presionándola con su cuerpo. Katheryn sintió que le hervía la sangre y retuvo el aliento al sentir su respiración en sus mejillas.

-Tú eres y seguirás siendo la última Elegida que he creado, ¿entiendes? Nadie ocupará tu lugar. Nadie—dijo en un siseo—tú, Katheryn Levis eres mi última Elegida.

-N-No tienes por qué ponerte histérico.

-No estoy histérico—se apartó de ella y le rascó las orejas a Tyler—solo quiero que lo recuerdes siempre. Tú eres la última. No hay nadie más. Solo tú.

Por unos segundos, Katheryn pensó que Thorsten se iría a perder a su guarida—como siempre lo hacía—pero no.

Él se quedó mirándola fijamente durante un doloroso minuto. Su rostro se mostraba inexpresivo y después apretando los labios, dijo:

-Ahora si estoy molesto contigo, estoy a punto de ir a México y acabar de una vez por todas con Ethan Quin— arrastró las palabras con los dientes apretados y la mandíbula tensa— ¡Dijiste que lo olvidarías! ¡Dijiste que lo harías para que pudieras darme la oportunidad de darte las respuestas que quieres! Pero me has mentido, ¡Me has desobedecido!

-¡No!—gritó y corrió en su dirección—no te he mentido ni desobedecido, pedazo de mierda—lo empujó—yo no tenía su número, ¡Él lo consiguió de alguna manera y me mandó un texto! Puedes ver el estúpido mensaje si quieres—le arrojó el teléfono a la cara, él apenas se percató del aparato que paso a centímetros de su oreja. Sus ojos grises oscuros se ensombrecieron de ira.

-Jamás, que se te quede en la cabeza—la señaló con el dedo—jamás te diré nada. Puedes esperar sentada a que pase un milenio pero jamás saldrá ninguna respuesta de mis labios.

-No puedes hacerme esto…-titubeó—teníamos un trato…

-Un trato que rompiste al responderle de vuelta—la rabia en su voz era palpable. Incluso el perro salió aullando con la cola entre las patas en dirección al piso superior.

-¿Qué querías que hiciera? ¿Qué lo ignorara? ¡Pues no! le respondí por educación—se sintió herida ante la mirada de odio que él le lanzaba.

-¿Sabes qué?—añadió frotándose los ojos con frustración—ya estoy hasta el puto cansancio de todo esto. Llevaré a tus hermanos mañana mismo al internado Haventoor y vendré por ti.

-¿Qué? ¿Por qué? ¿A dónde?

-Ya me oíste—musitó y se dio la vuelta para largarse a su habitación.

-¿En dónde va a quedar Tyler?

-En el internado. Con ellos.

-No creo que…

-¡Soy persuasivo! ¡Y lo sabes de sobra! Puedo manipular a quién quiera—le ladró al subir.

Abatida, se deslizó hasta el suelo y rompió a llorar. ¿Dónde estaba el Thorsten donde meses atrás se había mostrado cariñoso y comprensivo a causa de un abrazo? ¿Dónde estaba?

Se sentía herida, desolada y ofendida. No había hecho nada para que él la volviera a tratar de esa manera. Antes, cuando apenas lo conocía; lo desafiaba a menudo y no le importaba lo que él llegase a pensar de ella pero la convivencia de meses en la misma casa, la convirtió en una chica débil. Él era su debilidad y le costaba aceptarlo.

Se quedó un buen rato sentada y sollozando en el frío suelo de mármol hasta que sintió unos lengüetazos por parte de Tyler, quién tenía los ojos tristes e intentaba acompañarla con su desdicha. Acarició su cabeza durante un rato y luego ambos subieron al piso superior.

Cuando el perro recién llegó, le hizo añicos su habitación pero Thorsten se encargó de comprarle nuevas cosas a los tres días, así que Tyler ya era bienvenido pero bajo advertencia.

Se tumbaron en la cama. Tyler dejó caer su gran cabeza en la espalda de Katheryn y ambos se abandonaron al sueño. Quizá el perro no pero ella sí.

Quería creer que había sido una pesadilla. Pero por desgracia no lo era.

Despertó a la hora de comer. Un dolor del demonio le recorrió la cintura hasta la espalda. Y recordó enseguida que el culpable era Tyler por haber dormido sobre ella y sonrió al ver al perro echado a solo unos centímetros de sus piernas.

Le acarició las orejas y despertó enseguida con los ojos bien abiertos. Sus ojos eran amarillos y sus pupilas se dilataron al verla y meneó su cola.

-¿Katheryn?—oyó la voz de Jack del otro lado de la puerta— ¿Estás despierta? ¿Podemos pasar?

-Sí—dijo en medio de un bostezo.

Vio entrar a sus hermanos con el rostro sonrosado. Tyler se abalanzó a ellos.

Charlie alzó un plato que traía en las manos y se lo entregó a Katheryn. Espagueti con albóndigas.

-Dorian dijo que te trajéramos la comida.

-Gracias—lo recibió a regañadientes. No tenía hambre, tenía nauseas.

Jack se sentó a su lado y rascándole las orejas a Tyler, alzó la mirada para verla. Katheryn vio algo de incertidumbre en sus ojos.

-¿Por qué no nos habías contado que Dorian nos llevará mañana a Inglaterra a un internado llamado Haventoor?—preguntó Charlie con la vista fija en el perro. Katheryn, que le había dado un mordisco a su albóndiga, dejó de masticar.

Diles que era una sorpresa que hemos planeado tú y yo durante estos meses.

La voz de Thorsten en su cabeza la sobresaltó pero intentó parecer serena.

¿Después de que me trataste como mierda quieres que te ayude? Pues no.

¿Quieres que tu queridísimo Ethan Quin se reduzca a polvo en seis minutos?

¡No seas tan desagradable! Ethan no tiene por qué salir herido por una tontería.

-¿Katheryn? responde—Jack la presionó y ella parpadeó confundida.

-No quería decirles nada porque era una sorpresa que Dorian y yo les teníamos preparada—dijo con la voz queda. Y sintió el placer de Thorsten en su mente por haberle obedecido.

-¿En serio?—Jack dudó de su palabra.

-¿Por qué no me crees? Se supone que querías estudiar, ¿no?

-Sí pero…

-¡Es fantástico!—chilló Charlie y asustó al perro—Dorian dijo que nuestros documentos ya los tiene listos.

-¿Conservaron sus nombres?—quiso saber, un poco más tranquila. Aunque seguía sintiendo la presencia de Thorsten en su cabeza.

-Yo sí—respondió Charlie mirando a su hermano—pero Jack quiso ponerse solo Bennett.

-Es tu segundo nombre, Jack.

-Por eso—rodó los ojos con disgusto—estoy aburrido de que me digan Jack. Prefiero que me digan Bennett.

-Okey, Bennett—se burló Katheryn—ya no más Jack.

Horas después, siendo casi las ocho de la noche, Katheryn recibió otro mensaje de Ethan que la dejó helada. Y a pesar de las advertencias de Thorsten, abrió el mensaje.

¿Puedo llamarte?

Simplemente decía eso.

No había nada más.

Lo releyó alrededor de veinte veces con el labio inferior hundido entre sus dientes. ¿Quería ella realmente que Ethan le llamara? ¿Quería escuchar su voz?

Por supuesto que sí. Pero, ¿y Sam?

Escrutó su habitación intentando encontrar algún signo de la presencia de Thorsten pero todo estaba tranquilo. Tampoco sentía su presencia en sus pensamientos.

Se sorprendió ver como sus dedos tecleaban la palabra Sí. Y se lo enviaba inmediatamente.

Llamada entrante de Ojiverdesensual.

Un gritito estúpido salió desde lo más profundo de su garganta y esperó tres segundos antes de contestar. Se sentía como las típicas adolecentes cuando su enamorado les llama por primera vez y temen cagarla.

-Hola—fue lo único que ella dijo. Tenía los nervios a flor de piel.

-Pensé que estaba soñando cuando vi tu respuesta. Hola.

Silencio.

Más silencio.

Ethan tosió falsamente.

Katheryn fingió una tos chocante y acabó ahogándose de verdad.

Y no pudieron más. Rompieron a reír incontrolablemente.

-¡Dios!—jadeó ella entre risas— ¡Me hiciste tragar saliva y que me ahogara al toser falsamente!

-¡Yo no tengo la culpa!—se defendió entre risas—solo quería amortiguar la incomodidad. Pero creo que ya no hace falta.

-No, ya no—confesó, incrédula. No podía creer que después de tantos meses estuviera al teléfono con él.

-¿Cómo has estado? ¿Thorsten te ha tratado bien?

Su segunda pregunta la desconcertó. ¿Cómo sabía que ella estaba con Thorsten? ¿Se lo habría dicho Luke? No. Nunca. Él jamás lo se lo habría dicho.

-Estoy muy bien, gracias—intentó desviar el tema— ¿y tú?

-Igual muy bien—lo oyó carraspear—no me has contestado.

-¿Sobre qué?—se hizo la desentendida.

-Sobre Thorsten Staggs. ¿Te está tratando bien?

-No sé a qué te refieres.

-Sé perfectamente que estás con él y que lo amas.

Vaya. ¿Qué clase de broma era esa?

-¿Quién te ha dicho eso?

-No trates de negármelo. Tu misma me lo dijiste a la cara hace unos meses—su tono cambió a reproche.

-¿Qué te dije?—se horrorizó.

-Dijiste que amabas a Thorsten Staggs y que ya te habías olvidado de mí. Fue por eso que te he preguntado si él te ha tratado como mereces—suspiró—no estoy tratando de reconquistarte. Tengo a Sam ahora, solo quiero saber si estás bien.

Pero Katheryn estaba pasmada con el teléfono pegado a la oreja sin saber que hacer o decir.

-¿Katheryn?

Parpadeó y sintió que iba a desfallecer por la impresión. Ella jamás le dijo eso a Ethan.

-¿F-Florecilla?—titubeó con sigilo.

-Tengo que irme, Ethan—logró decir en un hilo de voz.

-¿Por qué? ¿Qué pasa?—se sobresaltó.

-Mis hermanos necesitan mi ayuda—mintió.

Pero él no le creyó. La conocía tan bien, que sabía cuándo mentía.

-Está bien—aceptó, derrotado—pero, ¿prometes que seguiremos enviándonos textos?

-No lo sé—se frotó la frente y se dio cuenta que tenía un sudor frío.

-Por favor.

-Quizá. No lo sé.

-Thorsten no tiene por qué enterarse. Te prometo que no lo sabrá tampoco Sam.

-No es buena idea, Ethan. En serio.

-¡Ya no soporto más esto!—musitó— ¡Te echo de menos, maldita sea! ¡Te extraño tanto, Florecilla!

Pero en el instante que ella abría la boca para responderle, la línea quedó muda. Pensó que tal vez se había ido la señal pero enseguida comprendió que Thorsten había sido el culpable.

Se estremeció al verlo parado en el umbral de la puerta con los ojos ardiendo en llamas. Arrojó el teléfono debajo de la cama y se levantó para enfrentarlo.

Estaba furiosa. Furiosa porque sospechaba que él le había dicho a Ethan que ya no lo quería.

Pero antes de al menos gritarle, Thorsten se movió tan rápido y llegó hasta donde estaba en menos de un segundo. La sujetó de las muñecas con una sola mano y la empujó de espaldas a la cama, colocando sus manos por encima de su cabeza.

El rostro de Thorsten se inclinó hasta estar frente al de ella. Nariz con nariz, frente con frente y aliento con aliento.

-¿Q.u.i.e.r.e.sv.o.l.v.e.r.m.el.o.c.o?—siseó muy cerca de su boca.

-La que debería estar a punto de volverse loca soy yo—susurró jadeando, presa de la adrenalina que le causaba sus siniestros ojos en la oscuridad.

-¿Por qué sigues desobedeciéndome? ¿De verdad quieres que lo mate? ¿Eso quieres? ¡Estoy tentado a hacerlo, maldita sea!

-¡Hazlo! ¡Mátalo! Pero jamás volverás a saber de mí, ¡Jamás!

-Eres mía y soy yo quién decide que hacer contigo. y si lo mato, te voy a condenar a que vivas anclada a mí sin tus hermanos. A ellos les borraré la memoria como siempre y los haré mortales para que mueran al paso de los años.

Horrorizada, Katheryn comenzó a retorcerse bajo su cuerpo. Hasta ese momento vio que Thorsten estaba sobre ella en una posición pervertida. Podía jurar que el gran miembro de Thorsten estaba justo en su ombligo. Pero lo único que ella quería era golpearlo.

-¡Déjame ir! ¡Suéltame!

-¡No!—las venas de su cuello resaltaron al gritar. Y un par de rayos rugieron fuera del balcón.

-¡Suéltame!

-¡Al infierno con todo esto!—gritó Thorsten lleno de cólera, sin soltarla—voy a hacer algo que he querido hacer desde hace más de 150 años.

Katheryn arrugó la frente sin entender.

Cuando, sin previo aviso, Thorsten presionó sus deliciosos labios sobre los suyos, dejándola petrificada. Al principio no dejó que él la besara, pero conforme sentía la calidez de sus labios, comenzó a darle acceso a sus besos. Solo era un roce de labios. Solo eso.

Katheryn gimió cuando sintió la húmeda lengua de Thorsten intentaba penetrar su boca con deseo. Y lo dejó hacerlo.

Dejó que él acoplara su lengua con la suya con éxtasis y placer. Sintió como si estuviera tocando el cielo en ese preciso instante. ¿Acaso un beso podía mover la tierra y el cielo? Pues sí.

Los besos de Thorsten eran perfectos.

Dos minutos después, se apartaron para aspirar aire.

Él seguía sujetándola y ella, agitada, intentaba encontrar su mirada para preguntarle la razón del beso. Pero Thorsten desapareció antes de si quiera emitir una palabra.

Él la dejó con el deseo de otro beso.

Su insomnio ahora tenía nombre y apellido.

Thorsten Staggs.

En todo el resto de la nocheno consiguió pegar los ojos. Cada que los cerraba, la imagen de Thorsten besándola aparecía de repente bajo sus párpados. Incluso el sabor de sus labios…

Presionó su rostro en una almohada y emitió un grito ahogado de frustración. ¿Por qué la había besado? ¿Por qué? ¡Por qué!

¿A caso la amaba? ¿La miraba atractiva?

No. Él no podía amarla, no podía sentir ningún tipo de cariño porque no era humano.

Era posible. Katheryn no era fea, de hecho era muy hermosa. Pero le costaba trabajo que él le gustara de cualquier modo.

Antes de volver a intentar dormirse, buscó su teléfono y decidió enviarle un mensaje de disculpa a Ethan. Le valía un cuerno si Thorsten se enfadaba porque no la golpearía. Sonrió bobamente al pensar que quizá de nuevo la besaría.

Discúlpame.

Simplemente le envió una palabra. No quería otra llamada telefónica.

Apagó el aparato y por fin, después de dos horas de dar vueltas, logró su objetivo. Dormir.

Parado en lo alto de un árbol, muy lejos de la casa y aspirando profundamente, se encontraba Thorsten.

El aire frío de la madrugada le ayudaba a aclarar sus pensamientos. No podía hacerse la idea de que por fin la había besado. Por fin había probado sus delicados labios de los que salían palabras hirientes hacia su persona cada que se enfadaba. Pero aun teniendo esa boquita grosera, le gustaba. Y su sabor le enloquecía.

-¿Qué haces aquí, Thor? Pensé que estarías alistando las cosas de los niños.

-Terry, ¿podrías dejarme solo?

-¡Es urgente que hablemos, tonto!—insistió la morena, volando a su altura.

-No quiero saber cómo infiernos llegaste a la tierra. Tengo curiosidad, no lo niego pero ciertamente ya no me interesa saberlo.

-¿No te interesa saber que Leonard Shay ha logrado entrar también con el fin de llevarte a Krosper de vuelta y que va a asesinar a todo Elegido vivo?

En ese instante, Thorsten dejó de ver la luna para postrar sus ojos en ella.

-¿De qué infiernos estás hablando?

-Nuestro padre le ha otorgado parte de su poder para tener la manera de llevarte a la fuerza si es necesario.

-¿Por qué no me lo dijiste? ¿Desde cuándo está aquí?

-Vinimos juntos—hizo una mueca.

-¿Qué? pero, ¿Cómo es posible? La puerta a la tierra fue sellada cuando yo pasé por ahí. No hay posibilidades de que aun sirva.

-¡Es lo de menos!—alardeó Terry—Leonard se está familiarizando con las personas antes de venir por ti. Creo que empezará su cacería con el par de Elegidos que están en el Líbano, no estoy segura.

-¿Por qué no me lo habías dicho?—le espetó furioso.

-¡Porque no has querido escucharme! Desde que llegué solo me abrazaste y dijiste que querías tiempo para pensar y qué no tenías humor para nada. Solo para tú queridísima Elegida, Katheryn Levis.

-Escucha—objetó él—dime todo lo que sepas de Leonard. Me cuesta pensar que ha venido por mí, ¡Es Leo! No es posible…

-Es muy posible…-se balanceó hacia adelante y se sentó en una rama muy cerca de él—prepárate para saber todo lo que está pasando, hermanito querido.

El alba hacia su aparición en el cielo y Katheryn ya estaba despierta desde dos horas atrás. Tan solo había dormido tres horas cuanto mucho y de nuevo el recuerdo del beso con Thorsten la hizo despertar.

Enseguida recordó que justamente esa mañana Thorsten se llevaría a sus hermanos al internado Haventoor en Londres y se estremeció.

De pronto, se asustó al pensar que sus hermanos ni si quiera habían hecho sus maletas para partir. A tientas, se calzó las pantuflas y salió al pasillo en dirección a la habitación de sus hermanos donde dormían plácidamente con Tyler en la puerta.

El perro meneó la cola al verla y volvió a postrarse sabiendo que no había ningún peligro cerca.

Katheryn buscó en el armario y extrajo dos maletas; comenzó a guardar la ropa de ambos con nerviosismo. El sol apenas se alzaba y el color rosa del cielo le dio a entender que el amanecer estaba próximo y debía darse prisa.

-¿Qué haces, Kate?—oyó la voz de Jack congestionada de sueño. Ni si quiera se volvió para verlo, pues, lo que estaba haciendo era más importante.

-Vuelve a dormir—le dijo en un susurro.

-Dorian dijo que no nos preocupáramos…—bostezó—…por nuestra ropa.

Dejó una camisa a la mitad de camino de la maleta y esta vez buscó la cabeza de su hermano entre las sábanas.

-¿Qué les dijo exactamente?

-Nos compró ropa nueva para llevar al internado—farfulló, presa del sueño—nuestras maletas ya están listas. Están abajo, cerca de la puerta…

Sintiéndose boba, volvió a dejar todo a su lugar.  Se escabulló en la cama de Charlie, quién enseguida la abrazó rodeándola con sus pequeños brazos haciéndola cabecear.

Dos horas después, Katheryn corría de un lado a otro tratando de ponerse algo atrevido y sexy pero sin parecer desesperada por otro beso de Thorsten.

Habían cruzado miradas cuando ella salió de la habitación de sus hermanos. Él apenas y la miró. Pasó de largo hacia las escaleras.

Y cuando ella estaba por dar un paso dentro de su alcoba, le oyó decir desde el piso superior:

-Nos iremos en tu auto, busca tus llaves.

Y dicho eso, subió por completo al quinto piso.

El desayuno no fue en lo que se dice un desayuno. Fue un sándwich de ensalada de atún hecho a la carrera por ella y que ninguno de los tres quiso probar pero de todas maneras lo guardó en su bolsa beige.

Encontró sus llaves debajo de un sinfín de ropa sucia. Aunque bien, hasta en ese momento no había visto su auto desde meses atrás y ansiaba poder sentarse en el asiento del conductor para poder conducir con libertad, pero tal sorpresa se llevó al ver a Thorsten en su lugar con una mano fuera de la ventana esperando a que le entregara las llaves.

-Pensé que yo iba a conducir mi propio automóvil—le graznó con irritación. Él meneó la cabeza en negación y sus hermanos chasquearon la lengua, deseosos de poder partir cuanto antes.

-¡Katheryn! ¡Apúrate!—le gritó Charlie lleno de excitación—Dorian dice que nos vamos a tele transportar como la vez pasada, ¿recuerdas? Cuando nos llevó a Madrid pero ahora estamos contra reloj, ¡Rápido, que llegaremos tarde!

El único asiento vacío para ella era el asiento del copiloto. Sus hermanos se desparramaron atrás sin darle ningún tipo de espacio. Así que, con las mejillas sonrosadas, rodeó el auto y se deslizó dentro.

Sintió la penetrante mirada grisácea de Thorsten sobre ella.

-Nada de manos o cabeza fuera de las ventanillas—anunció Thorsten poniéndose el cinturón—si llegan a sacar alguna extremidad, esta se desprenderá de sus cuerpos. Así que obedezcan.

Ambos chicos asintieron con los ojos desorbitados.

Y Katheryn suspiró con frustración, preparada para la fantástica pero aburrida tele transportación.

Llegaron en un segundo a Londres. El clima de ahí era mucho más frío y petulante. Ni si quiera la gruesa chaqueta de piel le hizo controlar el frío que calaba sus huesos. Irritada, miró a Thorsten y deseó quitarle su abrigo de piel más grueso que el suyo. Al menos sus hermanos llevaban ropa adecuada.

El internado Haventoor era diez veces más grande que la casa de Thorsten. Era una verdadera mansión antigua pero muy bien sofisticada. Estaba ubicada en una colina que daba con el océano.

Jack se apresuró a bajar por sus maletas en la cajuela y en un arrebato de locura, tropezó y cayó de bruces sobre el césped, donde un sinfín de estudiantes rompieron a reír.

-¿Estás bien?—le preguntó a su hermano y este, con la cara roja de vergüenza, asintió. —no te precipites. Ya estamos aquí.

Thorsten terminó cargando todo el equipaje mientras que Katheryn y sus hermanos caminaban colina abajo en dirección a la escuela. Centenares de ojos miraban estupefactos a los recién llegados pero centraron más su atención en Katheryn y en Thorsten.

Charlie, por su parte, sonreía ampliamente al deslizarse cogido de la mano de su hermana, muy orgulloso.

Absolutamente todo el lugar estaba repleto de estatuas de antiguos presidentes del país, o ángeles con arpas. Parecía más una iglesia que una escuela.

Se encogió de hombros y siguió andando con elegancia.

-¿Dónde está la directora?—oyó la voz de Thorsten a sus espaldas. Su voz era muy jocosa.

Miró por encima del hombro y lo vio conversando con una niña de la edad de Charlie, quién sonreía apenada.

-Es la puerta de ahí—le señaló una majestuosa puerta de roble que estaba pasando un arco que era la entrada principal al internado.

-Gracias.

Cambiaron de dirección y se encaminaron a aquella puerta, cuya elegancia sobrepasaba los límites de la escuela. Tenía adornos muy costosos. Katheryn tuvo que caminar con sumo cuidado para no tirar ninguna pintura que adornaba el pasillo de espera.

Thorsten dejó las maletas en el suelo y de su abrigo sacó un folder amarillo donde seguro estaban los documentos falsos de sus hermanos.

Y sin esperar un segundo más, llamó a la puerta.

Un minuto después, la cara de una mujer de edad madura surgió por la puerta. Sus lentes de aumento se deslizaron por su ganchuda nariz al ver a Thorsten frente a ella. Katheryn arrugó la frente ante semejante tontería. Vaya vieja coqueta.

Le sonrió a Thorsten y él le sonrió de vuelta.

Al parecer; se comunicaron con la mirada porque Thorsten avanzó hacia el despacho de la directora y los dejó solo en unas sillas fuera del pasillo.

-¿Qué fue todo eso? Se supone que debimos entrar—refunfuñó Jack.

-Tal vez Dorian sabe lo que hace—respondió con vaguedad—además, son documentos falsos. Él sabrá que hacer.

Pero Jack no la escuchaba, estaba ocupado y embelesado con una chica de su edad que estaba sentada en el césped charlando con otra chica.

Y vaya que era bonita.

Rodó los ojos y prefirió entablar una conversación con Charlie.

-¿Te ha gustado las instalaciones?

-Un poco. No llegó a mis expectativas—confesó con una sonrisilla.

-¿Cómo pensaste que sería?

-Pensaba que sería algo más…-se calló por un momento—menos anticuado, ¿ya me entiendes? Quería algo más actualizado, por ejemplo un internado de esos que pasan en las películas que tienen de todo.

-Oh—dijo y asintió—quizá no sea tan anticuado. Primero hay que ver como es por dentro.

-Las apariencias son las mismas de dentro y fuera—susurró, sacando la barbilla por delante y curvando las comisuras de sus labios hacia abajo.

-Dale una oportunidad a esta escuela.

-Por supuesto que lo haré pero no prometo nada. Si no me gusta, te llamaré, ¿de acuerdo?

-De acuerdo.

Jack miraba fijamente a la chica rubia y hermosa que tenía enfrente. Se debatía entre acercarse o quedarse parado en el mismo lugar acosándola y esperar a que ella lo mirase y le hiciera una mueca de fastidio.

Definitivamente la segunda opción no estaba en sus planes.

Cuadró los hombros y comenzó a andar en su dirección. La otra chica se percató de su presencia y codeó a la chica preciosa. Pensó en dar la vuelta y huir a todo pulmón pero era demasiado tarde.

Los ojos azules de la chica estaban sobre él, esperando a que se acercara lo suficiente. Y lo hizo.

Se acercó y sonrió de lado, una sonrisa sensual que había aprendido a hacer con el paso de los años.

-¿Quién eres tú?—le cuestionó la otra chica, que tenía aparatos de ortodoncia que la hacían lucir más aterradora.

-Me llamo Bennett—dijo con los ojos fijos en la chica guapa e ignorando a la otra.

-¿Eres nuevo?—esta vez la chica hermosa habló.

-Sí. Mi hermano y yo vinimos a inscribirnos.

-Ah. Bueno, entonces seremos compañeros—sonrió ampliamente y Jack sufrió un espasmo interno. — ¿Qué edad tienes, Bennett?

-Quince años. ¿Y tú?

-Catorce. En diciembre cumplo los quince.

-Yo tengo dieciséis—terció la otra chica con impaciencia. Jack apenas la vio.

-¿Cómo se llaman?—preguntó él. Pensó en dirigirse solo a la chica guapa pero hacer eso era una completa grosería.

-Kelly Adams—respondió la chica sin ortodoncia con una sonrisa de oreja a oreja.

-Cadi Mortz—siseó la otra.

Su nombre era Kelly. Hermoso. Hermoso como ella.

-¡JACK!

Era la voz de Katheryn que lo llamaba desde lejos. Apretó los puños porque a su hermana se le había olvidado llamarlo Bennett.

-Creo que la chica de pelo plateado te habla—le dijo Kelly pensativa— ¿te llamas Jack?

-Me llamo Jack Bennett—musitó—pero prefiero que me digan Bennett.

-¡JACK! ¡VEN AHORA MISMO!

-Bueno—dijo—me tengo que ir. Adiós.

Giró sobre sus talones y echó a correr hacia Katheryn.

Thorsten había salido con una sonrisa coqueta en el rostro y la anciana, lo siento, la directora parecía haber tenido algún tipo de orgasmo de diez minutos.

-Ella es mi novia, Katheryn—dijo él agarrando a Katheryn por encima de los hombros—decidí ayudar a entrar a sus pequeños hermanos en su majestuosa escuela, ya que los tres no son de aquí.

Katheryn, con los ojos desorbitados, tragó saliva.

A su lado, sus hermanos estaban con el ceño fruncido.

-Oh, ya veo—dijo la mujer con una mueca—es muy hermosa, muchacho.

-Lo sé.

-En fin, Dorian—dijo la directora— ¿Quiénes son los niños?

-Bennett, Charlie—tiró de ellos hasta ponerlos frente a ella.

-Hola—dijeron al unísono.

-Hola, niños. Soy la directora Beatrice Jones. Y seguirán las reglas al pie de la letra.

Después de un pequeño recorrido en todas las instalaciones, Katheryn estuvo a punto de echarse a llorar. Ya que era la hora de irse y no quería abandonarlos otra vez y menos en ese lugar.

-Estaremos bien, Kate. En serio—la consoló Jack—ya he hecho dos amigas. Una no muy agradable pero la otra sí.

-No me encanta la idea de dejarlos solos—se mordió los labios, y parpadeó muchas veces para alejar las lágrimas.

-Pues a mi no me fascina la idea de dejarte a solas con Dorian—replicó él—te llamó “novia” en nuestras narices.

-Está loco. Solo fue una mentirilla piadosa para que la bruja accediera a recibirlos.

Y de pronto se acordó de algo importante.

-Santo Dios, ¿y Tyler?

-No olviden revisar su habitación. Tyler los espera—interrumpió Thorsten riéndose.

-¿Hay alguna posibilidad de que Tyler quedé con ustedes?—los ojos de Jack estaban fijos en Thorsten y lo miraba con desconfianza.

-Katheryn no es nada mío—dijo con seriedad. Se había puesto de nuevo su máscara de piedra—fue solo una manera de sellar el trato que hice con esa mujer. Y si tanto te preocupa que algo le pueda hacer a tu hermana, puedes quedar tranquilo.

Jack se quedó en silencio unos segundos, meditando que responder.

-De acuerdo—dijo por fin—pero quiero que no la maltrates, ¿okey? Porque te encanta maltratar a quién sea cuando te entra la rabia.

-Te prometo que no me enfadaré. Ahora adiós.

Empujó a ambos chicos hacia la directora que los esperaba en el comienzo de las escaleras que daba a sus habitaciones.

Katheryn los miraba fijamente hasta que los vio desaparecer.

Dio un respingo al sentir la mano de Thorsten sobre su hombro. Había olvidado el exquisito beso de anoche y se sintió cohibida. No quería verlo a los ojos.

-Bueno, ya está hecho—dijo él.

-Gracias.

-De nada.

Caminaron de regreso al Jetta y esta vez Katheryn se subió en los asientos traseros sin darle tiempo a Thorsten de protestar.

-¿Sabes? No soy un maldito taxista. Córrete al asiento de adelante.

-Es mi auto, Thor. Y aparte estoy cansada—bostezó para reforzar su comentario pero él ahogó una risa nasal.

-Lo que pasa es que estás evitándome porque tienes vergüenza de que toque el tema de lo que pasó ayer.

-Ayer no pasó nada interesante. Te alteraste porque descubriste que estaba hablando con Ethan. Eso es todo.

-¿Eso fue todo?—chasqueó la lengua y encendió el motor—que yo sepa pasó algo más.

-Uhm, ilumíname porque no recuerdo que haya pasado algo más—forzó a su rostro a parecer serena aunque en realidad estaba muy nerviosa.

Thorsten echó a andar el auto sin despegar los ojos de ella a través del espejo retrovisor, que le daban un toque más misterioso que de costumbre.

-Te besé.

Y ella sintió que su corazón comenzaba a cabalgar dentro de su pecho y que él ya se daría cuenta en un segundo.

-Oh—añadió esbozando una sonrisa tranquila—ya lo he recordado.

-Ajá—dijo él, esperando a que dijera algo más. Pero se mantuvo en silencio, a lo que él añadió: —Leí tu mente cuando te besaba y estabas pensando que mis labios eran los más deliciosos jamás probados de la historia.

Entornando los ojos, lo vio fijamente por el espejo y apretó los labios, intentando sin éxito, que sus mejillas no enrojecieran más de lo que ya estaba. Él curvó las comisuras de sus labios hacia arriba. Una de las pocas sonrisas genuinas que había hecho en toda su vida, pensó ella con su corazón en la garganta.

A pesar de ir en la parte trasera, sentía los grisáceos ojos de Thorsten sobre ella.

Si él creía que iba a decir algo al respecto ante su acusación, estaba muy equivocado e iba a esperar sentado.

-¿Te ha comido la lengua el ratón, Levis?

-Simplemente no quiero oír tus estupideces.

Oyó chasquear su lengua con frustración pero no dijo nada por varios minutos. Conducía con tranquilidad, aunque Katheryn no sabía por qué lo estaba haciendo. Deberían de haber regresado ya a Rumania.

-¿Quieres ir a alguna parte?—le preguntó en tono casual.

-¿Quieres que vaya a algún lugar contigo y a solas?—le respondió de vuelta con una pregunta jocosa. Él arqueó las cejas y la miró por medio segundo por el retrovisor.

-Ajá, ese es el objetivo.

-La respuesta es no.

-Perfecto. De todas maneras vendrás conmigo.

-Eso se llama secuestro.

-Sí, pero recuerda que puedo convencer a quién sea de que no lo es.

Katheryn elevó los ojos al techo del auto y se cruzó de brazos con la cabeza inclinada hacia atrás.

Él dio alrededor de seis vueltas por la misma manzana y eso la desconcertó pero al pasar por un restaurante elegante, se orilló a la acera y aparcó justo frente a la entrada del susodicho restaurante.

De inmediato el recuerdo de Ethan y ella cenando en un restaurante similar en Nueva York abarcó su mente. Sonrió ante el recuerdo pero su sonrisa quedó congelada en sus labios al notar los ojos flameantes de Thorsten del otro lado del cristal. Él estaba esperándola fuera del auto con los puños apretados, quizá tratando de tener su auto-control intacto para no gritarle en medio de la calle.

-Pasaré por alto tu perturbador y romántico recuerdo—le dijo cuando ella bajó titubeante—porque estoy controlándome al máximo para no salirme de control y acabar matando a personas inocentes.

-¿Por qué te molesta tanto que piense en Ethan? ¿Por qué?—lo agarró del brazo con fuerza.

-Hicimos un trato—contestó a regañadientes y buscó una de sus manos para cogerla—nada de Ethan Quin por lo que resta de tu existencia. Lo prometiste.

-Escucha—le dijo con el labio inferior temblándole. Estaban parados a la mitad de la acera como idiotas—te hice una promesa a modo de sellar el trato. Te repito que yo no busqué a Ethan. Él me buscó a mí.

-¿Qué hay del romántico recuerdo de hace un momento?—le vio apretar la mandíbula y los ojos ensombrecidos— ¡Me enferma todo lo que respecta a él y a ti! ¡No soporto que recuerdes que estuvieron juntos!

Ella sintió la mano de él tensarse bajo su agarre pero intentó tranquilizarlo con una caricia en el antebrazo. Enseguida sintió que se relajaba pero solo fue un segundo.

-¿Estás celoso?

-No—musitó con voz ahogada—ahora quiero comer algo contigo. No quiero que el nombre de Ethan flote sobre nosotros en lo que resta de este día, por favor.

-Está bien—aceptó, dudosa.

Entraron tomados de la mano—gesto que jamás había pensando que harían en público—y muchas cabezas giraron repentinamente a ellos al verlos entrar.

Katheryn ya estaba acostumbrada de que eso pasase siempre, pero nunca que alguien sobresaliera más que ella. Thorsten era el centro atención de todo el restaurante y ella apenas era una mancha pegada a él. Se molestó pero intentó no pensar en ello.

Lo que importaba es que ella estaba con él y no los demás.

Manteniéndose sobre su propio eje y sin soltarle la mano, Thorsten estiró el cuello en busca de alguien que pudiera ayudarle. Segundos después un sinfín de meseras coquetas hacía fila delante de él, esperando a que hablara.

Katheryn sintió ganas de vomitar y sacarle los ojos a cada una de ellas.

-¿En qué podemos servirle, guapo?—se atrevió a decir una de ellas, con una sonrisa perversa en el rostro. Katheryn podría jurar que la vio juntar los brazos para que sus pechos sobresalieran de su uniforme.

Thorsten arqueó una ceja y miró a Katheryn.

-Quiero una mesa para dos, por favor—su voz era casual y sexy.

El eco de su voz pareció enloquecer a las mujeres, que revolotearon entre ellas antes de partir a buscar una mesa.

-No puedo creer que seas capaz de excitar de esa manera a esas mujeres—le susurró con la nariz arrugada. Él sacudió la cabeza con diversión.

-Es el efecto Staggs.

-Muy gracioso.

Minutos después ya se encontraban sentados en una fabulosa mesa elegante en el rincón del restaurante, esperando a que les llevaran su platillo especial y donde las personas nos se perdían ni el menor movimiento de él.

Katheryn sentía el calor en sus mejillas, orejas y cuello. Se sentía acosada.

-No podré comer nada con todas esas personas mirándonos.

-No te miran a ti. Me miran a mí—dijo sonriendo con altanería. Alargó su mano y cogió su vaso con limonada, le dio un sorbo sin dejar de verla—aunque también están apreciando tu belleza, Levis. Somos exóticos para ellos.

-No me alegra eso. No somos algún tipo de animal recién descubierto—gruñó.

-Para ellos lo somos—arqueó las cejas y comenzó a mover sus dedos alrededor de la boquilla del vaso.

La misma mujer que le había dicho guapo a Thorsten, apareció con dos platillos en una bandeja. Sonreía con tanta coquetería que Katheryn pensó si estaría excitada en ese preciso instante.

¿Por qué te empeñas en pensar que esta pobre mujer se ha excitado pensando en mí?

¡Mírale el rostro!

Thorsten le agradeció con amabilidad y la mujer se dio la vuelta contoneando sus grandes caderas con sensualidad. Katheryn fingió tener arcadas y de repente oyó la risa descontrolada de él al otro lado de la mesa.

Estaba sonrosado de tanto reír.

-¿Qué es lo gracioso?—frunció el ceño.

-Es que tienes mucha razón, Levis—jadeó tratando de no volver a partirse de risa en ese lugar, ya que la gente estaba atónita mirándole—esa mujer estaba muy mojada.

Katheryn, que le había dado un sorbo a su limonada, estuvo a punto de ahogarse y escupió en la cara de Thorsten todo el líquido, quién en vez de enfadarse, volvió a reírse des controlablemente.

Ella rompió a reír segundos después.

Se sorprendió ver que las personas estaban con las cabezas fijas en sus platos y no en ellos.

Thorsten, en medio de la risa, le susurró:

-Ya no tienes porque preocuparte de ellos. He manipulado la cabeza de todos los del restaurante y hagamos lo que hagamos, no nos harán ni el menor caso.

-Gracias—le sonrió y carraspeó antes de llevarse un bocado a la boca— ¿leíste la mente de la mesera?

-Sentí su excitación picándome en la nariz—arrugó la frente con desagrado y le sonrió de vuelta, cogiendo el tenedor para comenzar a comer.

-¿Puedes sentir cuando alguien se está excitando?—le preguntó asombrada.

-Uhm—dijo él, tragando un gran trozo de verdura—técnicamente no. Si ese fuera el caso, creo que desde hace mucho me hubiera vuelto loco al sentir a muchas personas excitadas. Solo puedo sentirlo si se excitan pensando en mí.

-Eso es incomodo, ¿no?—le dijo y apartó la mirada de él.

-Tiene años que no lo percibía de nuevo—engulló otro trozo de verdura y bebió a pecho su limonada—pero con el tiempo logras a pasarlo por alto. Casi nunca he estado mezclado con humanos. De hecho, contigo he pasado más tiempo con uno. Vales la pena, Katheryn. Eres humana y me encanta que lo seas.

Se sonrojó levemente ante su comentario y fingió comer, tan solo lamía un trozo de brócoli al escucharlo con atención.

-Ahora come, por favor—le ordenó con seriedad.

Comieron en silencio pero sin poder evitar enviarse miraditas y sonreírse como bobos. Eso era algo nuevo en él.

Después de haber estado hecho un demonio, estaba tranquilo y sereno, incluso había vuelto a reírse.

Katheryn se prometió jamás sacar a relucir el nombre de Ethan. Le encantaba conocer al verdadero Thorsten. Al amable, divertido y nada idiota.

Estando llenos, Thorsten se inclinó hacia adelante para que solamente Katheryn lo escuchara, ella hizo lo mismo y los vellos del cuello se  le erizaron al oírle decir:

-Hubiera preferido mil veces sentirte a ti en lugar de esa mujer.

La boca de Katheryn formó una gran “O” y sonrió avergonzada. Él alargó su mano y la posó sobre la de ella, y comenzó a acariciarle los nudillos con ternura.

-Se me apetece un suculento café cappuccino, ¿quieres uno?—le preguntó con un brillo juguetón en sus ojos. Ella asintió sin pensarlo.

Se levantaron de la mesa, Thorsten dejó el dinero cerca de su plato y salieron a la calle. Hacía más frío que antes.

-Recuerdo haber visto una estupenda cafetería—le dijo él ayudándola entrar al asiento del copiloto—aunque tal vez lo soñé. Lo sé. Pero encontraremos una.

Katheryn apenas podía respirar al escucharlo hablar tan normal y tranquilo. Le rogó al cielo que ese día jamás terminara. Y que Thorsten siguiera siendo ese Thorsten.

Él le dedicó una amplia sonrisa antes de echar a andar el Jetta hacia la ciudad de Londres.

Ahora la ciudad se miraba más viva, más perspicaz, más brillante.

Se ruborizó al haberse quedado viéndolo fijamente mientras conducía. Su perfil era perfecto. Tenía el rostro duro pero con aquella sonrisa, parecía ser el chico más noble, débil y simpático jamás visto.

Se ruborizó el doble cuando él volvió el rostro hacia ella.

-Debo confesarte que desde el incidente de ese rato, dejé de leerte los pensamientos—dijo con nerviosismo—estoy tentado a leerte otra vez.

-¿Por qué?—quiso saber.

-Quiero saber en qué estás pensando.

-En nada—le aseguró con la piel de gallina.

-Estabas mirándome fijamente, ¿Qué pensaba esa cabecita?—le acarició la sien izquierda durante un segundo. Ella cerró los ojos ante su caricia.

-Te lo diré aunque de todas maneras sé que leerás mi cabeza otra vez—dejó escapar un suspiro ronco—estaba pensando en lo atractivo que eres conduciendo mi auto.

-Oh, ¿piensas que soy atractivo?—su voz cambió a tener un tono más seductor.

Katheryn pensó que en cualquier instante se pondría toda excitada como la mujer del restaurante y que él se daría cuenta. Así que permaneció inmutada.

-Sí. Eres muy atractivo, incluso hermoso.

-¡Espera!—gritó él riéndose— ¿Dónde puedo conseguir una cámara de video para grabarte? Quiero estar seguro que no lo estoy inventando.

-Eres un idiota—se ruborizó y miró por la ventana.

-Ya, estoy jugando—farfulló y comenzó a orillarse en la acera—mira, esa es la cafetería. Sabía que la había visto.

Bajaron enseguida y se encaminaron a ella.

Y esta vez, Thorsten pasó su musculoso brazo por encima de los hombros de Katheryn y la atrajo a su pecho. Un gesto protector que ella no pudo evitar sonreír involuntariamente.

¿Qué me estás haciendo, Thorsten Staggs?

. Se preguntó.

Para cuando entraron a la cafetería, a Katheryn ya no le importó que las personas volvieran el rostro en ellos. Pasaron directamente a la última mesa y tomaron asiento.

El que los atendió fue un chico con pecas, que estaba rojo de vergüenza cuando vio a Katheryn a los ojos y luego su mirada reparó en la de Thorsten. El chico se encogió y con la voz temblorosa tomó la orden. Salió corriendo un segundo después.

-Bueno, con el chico has provocado el efecto contrario—le dijo ella en medio de una risita nasal. Él rodó los ojos con vacilación.

-Su mente era un torbellino de cosas impresionantes—dijo Thorsten con los labios torcidos en una sonrisa ladeada—al parecer el chico es un listillo, pero le hacen bullying por ser inteligente. Es un nerd.

-¿Tan rápido leíste su mente?—arqueó la cejas y se cruzó de brazos—dijiste que no me leerías la mente en todo el día.

-Y lo estoy cumpliendo—esbozó una sonrisita—pero no te prometí que no leería el de los demás.

-Eres un tramposo—lo acusó con los ojos estrechados.

-Se llama ser audaz—replicó con gracia.

Hasta en ese momento, Katheryn notó que su cicatriz del rostro estaba menos espeluznante que antes, incluso parecía ser solamente una línea rosada en su cara.

-Tu cicatriz apenas se ve—le dijo. Evitó ponerse a pensar en sus demás cicatrices y que por arte de magia las había ocultado.

-¿Cuál?—preguntó a la defensiva, su cara se endureció por un nanosegundo.

-Esta—estiró su mano y la colocó sobre ella. Él se estremeció—apenas se nota.

Él puso su mano sobre la de Katheryn y la mantuvo así durante cinco minutos.

El chico nerd llegó a cagar el momento, aunque Katheryn quiso estrangularlo, pero después de todo era su trabajo de llevar los cafés.

-¿A-Algo más?—preguntó el chico, evitando a toda costa mirar a Thorsten.

-No por ahora, gracias—le dijo ella.

El chico giró sobre sus talones y Katheryn alcanzó a escuchar el aire que había retenido en sus pulmones.

Thorsten le dio un sorbo y quedó con un ridículo bigote de espuma en la boca. Katheryn rió y le dio un sorbo al suyo.

-Lindos bigotes—le dijo él sonriendo.

-El tuyo es más sofisticado—se relamió los labios, acabando con el suyo.

-El cappuccino es mi favorito porque nos deja bigotes—se limpió con una servilleta y bebió otro sorbo, dejándole otro más grande.

-¿Puedo preguntarte algo, Thorsten?—se aventuró a decir ella. Él asintió— ¿Quién es esa chica, Terry?

Pensó que se pondría como loco tan solo mencionarle el nombre, pero siguió relajado, incluso relamió la boquilla de la taza antes de responder.

-Terry es mi hermana menor—soltó con naturalidad.

-¿Qué?—agrandó los ojos por la sorpresa— ¿Tu hermana menor? ¿Tienes hermanos? ¿Hay más como tú?

-Esas son más preguntas de las que prometiste hacer—bromeó.

-Respóndeme, por favor, Thor…-le suplicó.

Sin cambiar su expresión, le respondió con tranquilidad:

-Sí, es mi hermana menor y por supuesto que tengo hermanos. Terry es la más pequeña. Bueno, en realidad mi madre tuvo tres hijos. Theodore, Terry y yo. Pero bueno, Theodore murió cuando yo nací a causa de un accidente, así que no cuenta. Él era el mayor, yo el de en medio y Terry la última—suspiró, contemplando su café—así funciona las cosas también en Krosper.

Sin dar créditos a sus palabras, Katheryn abrió la boca estupefacta. Le había contado parte de su pasado sin si quiera darse cuenta y si se dio cuenta, pareció no importarle. Aquella información era más de lo que esperaba recibir.

-Oh Dios. Pensé que eras hijo único.

-Básicamente lo soy—hizo una mueca—no me gusta hablar al respecto. Es una incógnita toda esta basura.

-¿Cuál es incógnita?

-Terry. Su manera de aparecer de repente en la tierra—aspiró profundamente, sus fosas nasales se abrieron y cerraron—Katheryn, cuando yo tuve acceso a la tierra, había una puerta de mi mundo que solo podía abrirse una vez. Y luego de que yo pasé por ahí, esa puerta quedó sellada. Nadie puede entrar o salir por ahí.

-No entiendo a qué te refieres…

-Estás en peligro, Honey—dijo con voz ronca—todos los Elegidos están en peligro.

-¿Qué?—sintió un nudo en el estómago.

-Aparte de Terry, alguien más entró. Y quiere llevarme de vuelta a Krosper y tiene pensado destruir a todo Elegido que quede para que yo no tenga ningún motivo para quedarme.

-P-Pero, ¿a caso tu no eres el rey de los truenos?—balbuceó, con horror.

-No quiero que él sepa que tú eres el motivo por el cual yo no pienso abandonar este mundo.

Se quedó lívida. Sin saber que hacer, pensar o decir.

-Tú me anclas a este mundo, Honey.

Honey.

Un apodo por parte de Thorsten. Se estremeció.

-¿No puedes simplemente enviarlo de vuelta?

-Puedo hacerlo—dijo con tristeza—pero no estoy seguro de cuanta fuerza posee. Mi padre le brindó parte de su poder.

-Por favor—le rogó ella—cuéntame de una vez por todas lo que está pasando. Quiero saber tu pasado y la historia de los Elegidos. Por favor. Quiero ayudarte.

Con angustia, Thorsten asintió con los labios y puños apretados.

-Aun tenemos tiempo, Honey—le aseguró con una media sonrisa—todavía podemos disfrutar de un lugar al que quiero llevarte. Te prometo que cuando regresemos a Transilvania, te lo contaré todo.

-¿También lo de tus cicatrices?

-Incluso también eso—bufó—ahora intenta olvidarte de lo que te he dicho y disfrutemos de este momento. Por favor.

Y asintiendo, le obedeció.

Después de todo, él había aceptado abrirse para ella en todo lo que refería a su vida. Y ella no podía creerlo.

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