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Capítulo 01

El día estaba nublado, frío y húmedo. El cielo anunciaba una tormenta jamás vista y Thorsten se relamía los labios sin despegar los ojos en las nubes grises cargadas de agua. Katheryn se encontraba sentada sobre un tronco seco detrás de él y tenía una magnifica vista de su escultural cuerpo bien torneado. Su playera negra dejaba mucho que desear. Sus músculos bronceados sobresaltaban aquella tela tan delgada y ella tenía que reprimir el impulso de pensar alguna idea obscena porque él podría leerle la mente y arruinarían el gran momento. Así que decidió mirar la misma nube que él y admirar lo que sea que estuviera admirando. Solo era lluvia a punto de caer pero para Thorsten parecía ser la llegada de un súper artista a dar un concierto en privado.

-Tu mente piensa demasiado rápido, Levis—dijo él, asustándola de repente—date un respiro y admira lo que tienes en frente porque puede ser la última vez que lo veas.

-¿La última?—rodó los ojos por sexta vez en el día—pero si gracias a ti viviré eternamente.

-Lo sé—replicó él y aunque Katheryn no lograba verle el rostro, sabía que estaba sonriendo con altanería, típico de él—pero nadie puede salvarte de accidentes automovilísticos. Hay grandes probabilidades de que tus heridas no sanen tan fácilmente si un tráiler te arrolla dos veces.

-¿Por qué dos veces?

-Imagínate que vas como tonta caminando por alguna calle de Norteamérica—añadió con una risa burlona—y de repente se te cae tu teléfono al suelo, te inclinas a cogerlo y ¡ZAZ! Un súper tráiler doble remolque te lleva de corbata. Y ahí es donde te pasa un tráiler doble.

-Guau—dijo ella riéndose—tu imaginación no tiene límites, idiota.

-Escucha—se volvió para verla con una sonrisa lobuna en los labios, Katheryn arqueó una ceja con interés—sabes bien que jamás permitiría que te lastimaras de esa manera. Primero yo me pongo frente al tráiler y mato al sujeto.

-¡Uy! ¡Qué protector!—se burló.

-Me encanta matar traileros obesos.

-Por aquí no hay nada de eso, así que tu magnifico pasatiempo no sucederá—se levantó y avanzó hacia él con los brazos cruzados. Él soltó una risotada y ella cerró un segundo los ojos deleitándose con aquella sinfonía agradable. Thorsten era rudo, altanero, engreído, grosero e idiota, pero cuando sonreía o reía, era como un ángel.

-Es porque casi no te dejo salir al pueblo con tus hermanos.

-Me tienes prisionera—lo acusó en tono juguetón.

-Oh, sí quisiera tenerte prisionera jamás te hubiera traído aquí sin mi permiso.

-Sigues siendo un completo idiota, ¿lo sabías?

-Y tu una insoportable chica que me pone de nervios. ¡Eres impredecible!

Katheryn abrió la boca para contraatacar pero un enorme relámpago apareció en los cielos dejándola aturdida. Thorsten sonrió satisfecho.

-¡Que desagradable eres!

-¿Qué? ¡No te escucho!—gritó él en medio de un sinfín de rayos en los cielos. Su brazo estaba extendido hacia arriba y los rayos emergían de su mano.

Segundos después una fina lluvia cayó sobre sus cabezas. Katheryn sacudió la cabeza y corrió a refugiarse debajo de un árbol lleno de hojas secas.

-No huyas, cobarde.

-¡No planeaba mojarme!—se quejó tiritando de frío. En segundos quedó empapada, pues la lluvia comenzó a acelerarse. Las gotas le lastimaban la piel.

-¿Quieres regresar?—le preguntó preocupado. Tenía el ceño fruncido a causa de las gotas furiosas que caían de las nubes.

-No, quiero quedarme a coger un resfriado—balbuceó con sarcasmo. Él rodó los ojos.

-¡Hay vas de nuevo!—gruñó, escupiendo agua—de haber sabido que te pondrías furiosa, jamás te hubiera traído conmigo. Llevamos dos semanas conviviendo, Katheryn.

-Tampoco has mejorado nada—se defendió—sigues con tus palabras misteriosas y tu máscara de piedra; que sabes que detesto, sigue ahí cuando intento preguntarte algo sobre tu pasado.

-Es porque no debes saber nada de mí.

-¡Al menos sobre mí!—gritó con rabia, el agua estaba helada y comenzaba a helarse—hicimos un trato, Thorsten.

-Y sigue vigente—avanzó hacia ella—todo a su tiempo. No puedo contártelo todo de tajo. Tengo que pensar en cómo explicártelo para que no te confundas.

-¿Sabes? Esto es incómodo, ¿Por qué no regresamos o intentas parar la lluvia? Así podremos hablar…-intentó persuadirlo pero fue inútil.

No, Levis. No puedes hipnotizarme ni persuadirme.

 

Exasperada, sacudió de nuevo la cabeza y escupió agua. Thorsten estaba frente a ella y hasta en ese momento, Katheryn logró disfrutar de su magnífico cuerpo mojado. Él le tendió la mano y ella la cogió.

Y en un segundo reaparecieron en la casa-mansión, donde un Jack y un Charlie los esperaban en la puerta con los ojos en llamas.

Ellos aun pensaban que él era Dorian Murphy y era posible que siempre pensaran eso. Porque si descubrían la verdad, quizá se volverían locos.

-¿Por qué no nos invitan cada que salen?—refunfuñó Jack con los ojos estrechados, viendo como su hermana patinaba con el barro sujetándose de Thorsten para no caer.

-Estábamos viendo algunas cosas—respondió Thorsten con vaguedad y sin entrar en detalles— ¿ya prepararon la cena?

-No somos sirvientes—añadió Charlie, quien había estado observando la escena en silencio.

-No, pero fue un favor que les pedí—replicó Katheryn con los dientes castañeando.

Charlie asintió ruborizado y comenzó a escabullirse a la cocina pero Jack lo detuvo del brazo haciéndolo retroceder.

-¿Dónde estaban?—su voz era dura. Thorsten arqueó ambas cejas y sin ningún esfuerzo, cogió a Katheryn de la cintura y la cargó en sus brazos. Jack agrandó los ojos y le apretó el brazo a Charlie— ¿Qué demonios haces? Bájala.

Katheryn estaba pasmada sin saber que decir. Reforzó miles de barreras mentales en su mente para estar neutral. Sentía sus malditos bíceps a través de su ropa. Nunca la había cargado, es más, jamás la había tocado sin que hubiera algún motivo.

-Katheryn apenas puede caminar de tanto frío—le informó con aire divertido—iré a dejarla a su habitación y luego bajaré a hacer la cena para que ustedes solo miren tv sin hacer nada productivo como todos los días.

El par de chicos quedaron con la boca abierta viendo a Thorsten llevar a Katheryn escaleras arriba.

Katheryn lo miró fijamente mientras que él la subía sin esfuerzo alguno al piso superior. Thorsten jamás dejaría de sorprenderla.

Su habitación estaba cálida y se sintió reconfortada al sentir el calor de su cama. Él apenas la miró cuando volvió a salir de la habitación sin miramientos.

Cuando se hubo cerciorado de su ausencia, se despojó de su ropa húmeda y se hundió entre las suaves sabanas para calentarse. Cada atardecer era la misma rutina desde hacía quince días y le fascinaba.

Echaba de menos hablar con sus amigos. Echaba de menos a… ni si quiera valía la pena mencionarlo pero echaba de menos también a Ethan.

Su teléfono aún estaba en buenas condiciones pero lo había mantenido apagado para poder estar tranquila. Arrugó la frente sopesando la idea de rendirse ante la tentación de encenderlo y hablar con sus amigos.

La tentación la venció y se deslizó fuera de la cama y comenzó a buscar entre sus cosas el estúpido aparato. Logró encontrarlo entre algunas prendas sucias, y el cargador lo encontró dentro de su bolso beige que no había tocado desde que llegó. Lo conectó y la pantalla encendió en un segundo.

Aproximadamente había veinte mensajes de cada uno de sus amigos y más de diez llamadas también.

Abrió todos los de Heidi y se rió a carcajadas al leer las diferentes formas en las que quería estrangularla por no encender el teléfono. Los demás solo se mostraron preocupados.

Prefirió marcarle a Luke primero que nadie. Él era el único que había guardado más la calma que los demás.

Se mordió el interior de las mejillas con el teléfono pegado a la oreja, esperando a que Luke se dignara a contestar y lo hizo después de cuatro pitidos.

-¡Por todos los cielos! ¡Ave maría purísima!—dijo en cuanto cogió la llamada. Katheryn ahogó una risa nasal.

-Creo que me equivoqué de número—bromeó.

-¡KATHERYN LEVIS!—gruñó del otro lado de la línea— ¡Te hemos tratado de localizar desde hace dos semanas! Heidi perdió la cabeza y quiso ir a la Nasa para rastrearte.

-Estoy bien, es solo que necesitaba tiempo…

-¿Dónde estás? ¿Estás bien? ¿Qué hay de tus hermanos?—balbuceó.

-Estoy con… Thorsten…

-¡QUÉ!

-Pero estoy bien—le aseguró. Pero él quería seguir peleando.

 

Luke, ¿Qué haces despierto? ¿Con quién hablas?

Katheryn alcanzó a oír la voz adormilada de su amiga.

-Estoy hablando con Katheryn—le respondió y de repente un sonido de forcejeo se oyó.

-¡KATHERYN!—bramó Heidi cuenta de Luke.

-Hola…

-¡EN DONDE CARAJO ESTÁS!

-En Rumania con mis hermanos—susurró, arrepintiéndose por haber llamado.

-¿Qué demonios? ¿Dónde habías estado todo este tiempo? Intentamos localizarte por todos los medios, Luke se tele transportó por todos lados.

-Pues como ya te dije, estoy en Rumania.

 

Debí suponerlo.

Musitó Luke y Katheryn rodó los ojos.

-¿Y por qué no nos lo dijiste?—la voz de su amiga sonaba herida y estaba en todo su derecho.

-Porque no quería preocuparlos.

-¿Con quién estás?

-Con mis hermanos.

-¿Fuiste sola con tus hermanos a vacacionar a otro continente?

-Algo así—se mordió los labios. No sabía si decirle a ella que estaba con Thorsten.

-De acuerdo—la oyó suspirar—pero estás bien y eso es lo que cuenta.

-Sí.

-¡Te extraño tanto, Katheryn!

-Yo te extraño más.

-¿Cuándo vuelves?

-No tengo idea…

De repente la puerta de su habitación se abrió y quedó congelada con el teléfono en su oído al ver a Thorsten dos pasos dentro. Le aterraba más que la viera hablando por teléfono que porque la viera en ropa interior. Patética.

-Te llamo después, ¿sí? Tengo que irme.

-¡Promete que no apagarás tu teléfono!

-¡Lo prometo!

Y colgó.

Avergonzada, dejó el teléfono en el tocador y retrocedió a la cama. Él siguió anclado en suelo con los ojos estrechado que parecían un par de rendijas grises dándole a plateadas.

Katheryn ni si quiera tuvo que decir nada, pues él ya había oído toda la conversación. Y se odiaba por no poder utilizar sus poderes como él, ya que en esa gran mansión, sus poderes de ver y oír a través de las paredes estaban nulos. Se tumbó a la cama y se cubrió con las sabanas esperando a que él objetara algo. Pero no lo hizo.

Ahogando un suspiro, añadió:

-¿Se te ofrece algo, Thorsten?

-Pensé que nunca volverías a encender esa porquería—dijo, aspirando con fuerza, abriendo y cerrando las aletas de su nariz. Katheryn pegó la cabeza al respaldo de la cama sin parpadear. La ropa que él andaba era divina, nunca lo había visto vestido así: Pans de algodón negros que le caían debajo de las caderas y una playera blanca sin mangas con una toalla alrededor de cuello, amortiguando las gotas de su cabello húmedo de ducha. Su mandíbula estaba tensa y su cicatriz se mostraba más aterradora.

-¿A caso has estado al pendiente de mi teléfono?—le riñó, apartando los ojos de él.

-Te oí hablar—se señaló el oído—pensé que hablabas sola hasta que agucé el oído y me di cuenta que hablabas con Greenwood y luego con Delorme.

-Ah, pues sí.

-¿Por qué hasta ahora lo encendiste?—avanzó con firmeza hasta los pies de la cama donde ella tenía los pies encogidos.

-Estaba aburrida—se encogió de hombros— ¿Y por qué estás aquí?

-Venía a preguntarte que sí que prefieres para cenar—alzó dos dedos dándole opciones—espagueti o hamburguesas.

-Hamburguesas—dijo sin pensarlo. Él sonrió de lado y asintió.

-Perfecto—se levantó enseguida y aprovechó a secarse el cabello con la toalla. Katheryn arqueó las cejas— ¿Qué? ¿Acaso crees que porque es tu habitación yo no tengo derecho a secarme el pelo dentro?

Rodando los ojos, Katheryn le arrojó una almohada a la cabeza y él rió por lo bajo devolviéndole el golpe pero luego dejó de reír para fulminarla con los ojos.

-¿Puedo preguntarte algo?

-Ya preguntaste.

-¿Por qué demonios no te has cambiado? ¿Sabías que tu ropa interior está húmeda y puedes enfermarte terriblemente?—la regañó, dejándola boquiabierta.

Ni si quiera la dejó replicar porque salió a toda leche de la habitación dejando la puerta abierta.

Y esa era una de las cosas que ella seguía odiando de él: Su maldita bipolaridad y arranques estúpidos de rabia.

Se levantó a regañadientes con la intención de cerrar la puerta pero se llevó un susto al ver a Thorsten regresar de repente a su habitación. La arrolló sin miramientos haciéndola rodar por el suelo y antes de que su cabeza tocara el suelo, él ya la tenía de nuevo en sus brazos con los ojos fijos en los de ella.

-¿Se puede saber qué te pasa?—le gruñó Katheryn perdiendo el contacto visual—debes aprender que es de mala educación entrar sin preguntar a la habitación de una chica.

-Para tu información—le gruñó él, dejándola en la cama de nuevo pero de manera violenta—había dejado la maldita puerta abierta e iba cerrarla, pero no contaba con que estarías parada ahí como tonta.

-¡Sal de aquí!—le espetó realmente furiosa.

-Es mi casa, ¿lo olvidas? Puedo estar aquí sí quiero—comenzó a reírse con malicia pero Katheryn le aventó una sandalia a la cara haciéndolo callar—tu manía de tirarme cosas a la cara se está haciendo una costumbre, Levis.

-Tú estás acostumbrado a tratar como mierda a cualquiera que te haga enfadar. Ya estamos a mano.

-Nadie me ha hecho enfadar tanto como tú, y lo digo muy enserio—se frotó los ojos con brusquedad—eres la persona más complicada que he conocido.

-Solo soy realista y no me dejo intimidar por ti.

-Me temes—se acercó a la cama y se deslizó muy cerca de ella hasta rozar su nariz con la suya—puedo leer tu mente y justo ahora le temes a mis ojos. Me temes cuando me enfado pero a pesar de eso no quieres separarte de mí.

-¿Tengo opción?—el corazón comenzó a latirle a toda velocidad y él apretó los labios.

Se apartó de un salto y retrocedió a la puerta.

-¿Podrías hacerme un favor?—no esperó a que le contestara y añadió antes de irse: —haz que tu corazón deje de latir de esa manera. No voy a lastimarte nunca y lo sabes.

-N-No puedo controlar mis latidos—susurró.

-Quiero que tu corazón lata por mí pero no por miedo, sino por… olvídalo—negó con la cabeza—solo vístete, ¿de acuerdo? Iré a comprar la cena.

Salió de la habitación cerrando la puerta tras sí.

Katheryn dejó escapar el aire de sus pulmones y corrió a vestirse. No entendía porque le obedecía de esa manera. Pero lo hacía.

Le echó un vistazo a su teléfono y salió al pasillo para bajar a la cocina donde las voces de sus hermanos resonaban por toda la casa.

Los encontró charlando animadamente y escuchando la canción de Animals de un grupo llamado Muse.

Charlie dejó de sonreír al verla aparecer en la isla de la cocina y Jack fingiendo no darse cuenta de su presencia de su hermana, siguió moviendo la cabeza al ritmo de la canción, hasta que ella habló.

-¿Dorian salió?

-Fue por la cena.

-Uhm—jaló una silla y se sentó frente a ellos— ¿Qué hacen?

-Café y algo de té—respondió Charlie tamborileando los dedos en la encimera al ritmo de la canción al igual que Jack.

-¿Muse?—les preguntó interesada.

-Por supuesto—respondió Jack esbozando una sonrisa torcida sin verla.

Terminó la canción y comenzó otra de Muse llamada Supermacy, haciendo que sus hermanos agitaran sus cabezas al estilo rock and roll. Katheryn ahogó una risilla. Todas las canciones de ese grupo eran excelentes. Sin contar la canción Supermassive Black Hole que la autora de Crepúsculo había usado para la película haciendo que centenares de chicas adolescentes se hicieran fans sin conocer realmente el grupo y la cagaran, todo era perfecto.

El grupo Muse era genial.

Las letras coincidían con la realidad y te conectaba con los cantantes.

Cerró los ojos en toda la duración de la canción.

-No entiendo porque Dorian es un imbécil—le oyó decir a Jack en cuanto terminó la canción y comenzó otra del mismo grupo.

-Es un imbécil pero detrás de su fachada parece ser una buena persona—le respondió Katheryn aun con los ojos cerrados—es un maniático del orden.

-No parece un Elegido y lo sostendré siempre—terció Charlie.

-Recuerden que les conté que los Elegidos antiguos tienen diferentes apariencias.

-¿Qué tal está el café, Jack?—Katheryn cambió drásticamente de tema y abrió los ojos.

-Estupendo, ¿quieres probarlo?

-Confío en tu buena mano.

Esperaron alrededor de diez minutos más hasta que Thorsten regresó. En sus manos traía una bolsa negra con la cena dentro. Sonrió a medias y haciéndolas una seña con la cabeza, los llamó a la mesa.

-Pero el café…

-Olvídate del café, chico—lo interrumpió Thorsten—he comprado sodas.

-Me hiciste prepararlo a lo idiota—se quejó malhumorado.

-El café es para el postre—musitó Thorsten sacando las hamburguesas y las sodas en la mesa. Cada uno cogió la suya y se sentaron a devorarla.

A las ocho en punto, habiendo terminado de cenar, oyeron un golpe proveniente de la puerta doble hoja. Katheryn ladeó la cabeza y vio que Thorsten se tensaba. De nuevo optó por colocarse su auténtica máscara de piedra.

Se levantó enseguida y corrió a la puerta doble hoja, al abrirla, en vez de dejar pasar a la persona, él salió y cerró la puerta de golpe. Los tres fruncieron el ceño. Jack intentó levantarse pero Katheryn lo sujetó con fuerza del brazo.

-No te levantes, a ti no te buscan—siseó con los ojos puestos en la puerta. Su hermano refunfuñó y se bebió toda la soda de un trago.

-¿Y si le pasa algo a Dorian?—balbuceó Charlie.

-Es imposible. Él es muy fuerte.

-Eso espero…

La espera se alargó a treinta minutos y luego a una hora. Eran las nueve de la noche y Thorsten no regresaba. Se preguntó si algo de verdad le había sucedido. Envió a sus hermanos a sus habitaciones y se sentó en el comedor a esperarlo.

Se aburrió al poco rato y decidió ir por su teléfono para despejarse.

Desconectó el aparato y por el rabillo del ojo vio por la ventana dos siluetas en la oscuridad. Abrió la puerta del balcón y salió para ver mejor pero agazapada entre las cortinas.

Divisó la espalda musculosa de Thorsten debajo de su camiseta sin mangas blanca y frente a él había… ¿una chica?

Estrechó los ojos con la intención de ver más allá de su campo visual pero al parecer también aquel poder era nulo estando dentro de la casa. Solo lograba verle el destello color castaño del cabello de la chica gracias a la luna, y que por alguna extraña razón el cielo no estaba nublado sino todo lo contrario. Se odió a sí misma por preguntárselo cuando ya sabía la respuesta. Thorsten.

Esperó unos minutos más para alzar el cuello y gritarle algo a Thorsten pero enseguida dio un respingo al escuchar su voz en la cabeza.

¿Sabes? No deberías meterte en asuntos que no te incumben. Duérmeteme  ya o te daré una lección que jamás olvidarás.

 

Oh, ¿me golpearás? Ja, ja, ja. Deja de coquetear y vuelve dentro.

 

¿Qué? Metete ya.

 

Oblígame.

 

Enseguida se arrepintió al ver como Thorsten volvía el rostro en su dirección al mismo tiempo que la chica. Los dos la miraban desde abajo y alcanzó a oír la risa idiota de su amiga.

Retrocedió y cerró la puerta del balcón. Se abalanzó hacia su puerta y le echó seguro. Era algo tonto pero al menos intentó salvar su vida. Thorsten entraría de todos modos sin necesidad de tirar la puerta.

Minutos después se sorprendió estar tan tranquila ya que estaba revisando sus mensajes de nuevo y aquel temor se había disipado de su cuerpo sin pensarlo. Suspiró agobiada y se sentó en la alfombra, sopesando en llamar ahora a Owen pero de seguro que en California era de madrugada, desechó la idea de su mente.

Pero comenzó a escribirle un mensaje para que lo viera al día siguiente…

Hola, chico rubio y sexy que consta con un sensual lunar arriba de la boca y de nombre Owen. ¿Cómo estás? Planeaba llamarte justo ahora pero sé que estás dormido así que… bueno, no sé qué más decir. Cuídate mucho y cuida a Clara. Besotes a tus mejillas sonrojadas.

 

Al pulsa el botón “enviar”, la puerta se abrió de golpe y no tuvo tiempo de correr por su vida.

Thorsten estaba frente a ella con los puños apretados mirándola amenazadoramente. Sus ojos se aclaraban cuando estaba muy, muy molesto y en ese momento no fue la excepción. Sus ojos parecían casi transparentes. Ni si quiera los ojos grises de Katheryn se le igualaban.

-¿Qué parte de no meterte en mis asuntos no entiendes, Levis?—le ladró y cerrando la puerta, avanzó a ella con pasos silenciosos.

-Agradece que estaba preocupada por ti—alzó la barbilla con desafío—pensé que algo te había pasado pero veo que no.

-A mí no puede sucederme nada—graznó.

-Bueno, te pido disculpas. Ahora vete.

-Aún no he terminado.

-Yo sí.

-¿Por qué siempre me desafías?

-Jamás, entiéndelo, jamás me he dejado manipular por nadie. Y tú no serás el primero.

Thorsten dio un paso más hacia a ella y de nuevo su corazón volvió a acelerarse.

-Controla tus latidos.

-Lo haría si al menos dejaras de inspirarme miedo—retrocedió hasta sentir la pared en su espalda. Estaba en el rincón y no tenía modo de escapar.

-Te diría que te enseñaría a controlarlos pero para tu mala suerte yo no tengo corazón.

La cicatriz de su rostro parecía haber sobresalido de su piel y Katheryn logró verle una cicatriz en el brazo derecho pero al parpadear, desapareció. Quizá solo fue obra de su imaginación.

Un musculo palpitaba en su mandíbula, y cuando Katheryn intentó cubrirse el rostro con los brazos sintió las manos cálidas y fuertes de él sobre sus manos.

-Te di mi palabra que iba a cambiar para contigo—lo oyó susurrar antes de animarse a verlo—por favor, no hagas que saque lo peor de mí.

-Te molesta todo lo que hago, Thorsten—le musitó enfadada y alzó la mirada para verlo—y ciertamente ya me estoy hartando de siempre hacerme un ovillo cada que te enfureces. Y si esto va a seguir así; mis hermanos y yo nos iremos de aquí, te guste o no.

-Nuestro acuerdo consta en que estarás aquí hasta que aclares tus dudas—añadió con voz ronca, aun la tenía sujetada de las manos impidiéndole moverse. Sus ojos brillaban con la luz de la luna que se fugaba por el balcón.

-Entonces quiero señalar algunos puntos—lo empujó pero él no se movió—suéltame. Detesto cuando me sujetas de esa manera.

Entonces le liberó las manos y retrocedió.

-Antes de que sugieras alguna estupidez, como es tu costumbre—agregó él antes de que ella abriera la boca— ¿Por qué jamás me obedeces a lo que te ordeno? ¿Por qué me desafías? ¿Por qué no puedes asentir y no hacer lo contrario a lo que te digo?

-¡Estaba preocupada por ti!—explotó de rabia y sintió sus mejillas enrojecer de vergüenza—ya te dije que pensé que algo te había pasado.

-No importa—gruñó irritado y se frotó las sienes—ahora dime tus puntos.

-Sigues siendo arrogante, incluso más que antes. Cambia de verdad o me largo.

-Escucha—dijo con suavidad—haremos un trato, ¿te parece?

-¿Otro?—chasqueó la lengua.

-Ya que tus hermanos desean irse a estudiar a Inglaterra—continuó sin hacerle caso—he pensado en llevarlos en dos meses al internado Haventoor que está en Londres. Así que mientras ellos estén ausentes, quisiera llevarte a alguna parte para que por fin podamos hablar seriamente del asunto de tu conversión, ¿te parece?

Anonada por su propuesta, Katheryn entornó los ojos incrédula. ¿Thorsten Staggs intentando de verdad ser como un ser humano con sentimientos y emociones? Eso no era posible.

-Soy un alíen—le aclaró segundos después sonriendo lobunamente—pero te repito que tengo las misma necesidades de un ser humano. Y querer hacer las cosas bien es una de mis perdiciones. Nunca he hecho nada bueno por alguien importante ni aquí ni en Krosper, mi mundo.

-Bueno—aceptó, aun con dudas—ahora quisiera preguntarte algo…

-Pregúntame lo que quieras, siempre y cuando pueda responderte—arqueó una ceja.

-¿Quién era la mujer con la que estabas fuera?

-Buenas noches, Levis—resopló y girando sobre sus talones, se dirigió a la puerta y se fue dejándola con la boca abierta.

Vaya estúpido.

Cogió de nuevo su teléfono, en la pantalla tenía un mensaje de Owen y sonrió. A pesar de las diferencias de horarios, a su rubio amigo le había encantado saber noticias suyas. El mensaje decía:

Es un milagro saber que estás viva. Me alegra tanto que estés bien y echo tanto de menos tus chistes malos. Me has ruborizado, ¿lo sabías? Mis mejillas están ardiendo y como Clara está dormida, no se dio cuenta. ¿Puedo llamarte? Quisiera escuchar tu voz, ¿Qué tal si alguien cotilleó tu teléfono y está gastándome una broma?

 

Rodó los ojos con aire divertido y le envió una respuesta rápida:

¿Qué esperas? Llámame. No tengo todo el tiempo.

 

Y segundos después la llamada entrante de Owen la hizo soltar una carcajada.

-Hello.

-¿Cómo que “hello”? se dice HOLA GUAPO.

Ambos soltaron una risilla idiota.

-Hola guapo de lunar sexy, ¿Qué dice tu fascinante y sexosa vida?

Oyó la risa ahogada de su amigo del otro lado de la línea y rió entre dientes.

-¡No me provoques!—aspiró hondo—estoy bastante bien, no te lo puedo negar. Clara es una tigresa en la cama y…

-Suficientes detalles—le cortó riéndose— ¿Cómo están los dos?

-Ja, Ja, Ja estamos muy bien, aunque yo estaba desesperado al no tener noticias tuyas. Estuve a punto de volar hasta México y acompañar a Heidi a la Nasa para rastrearte, lo juro.

-¿Por qué exageran tanto?

-Porque eres nuestra amiga y si algo te pasa, mataríamos a medio mundo.

-No seas bobo, Owen—se ruborizó.

-Tú no seas boba—contraatacó— ¿Dónde estás? ¿Dónde has estado todo este tiempo?

-Solo han pasado quince días.

-No importa—su voz sonó seria—contéstame.

-Estoy en Rumania con mis hermanos.

-¿En Rumania? ¿Qué demonios estás haciendo allá?

-Larga historia—se limitó a contar detalles—lamento haberte despertado.

-No pasa nada—bostezó—pero en verdad estoy molido. Aunque tu mensaje me ha despertado por completo.

-Entonces vuelve a la cama y en unas horas podemos seguir charlando—fingió un bostezo—yo tomaré una siesta…

-Aquí ya casi amanece.

-No importa, duérmeme—le riñó.

-¡OKEY!—exclamó conteniendo la risa—me imaginé tu cara contraída de furia.

-No te burles de mi cara.

-Ja, Ja, Ja

-Basta. Adiós.

-¡No! Ya, lo siento. Entonces hablamos después, ¿no?

-Sí.

-Entonces hasta lueguito. Esperaré con ansias de nuevo tu llamada.

-De acuerdo—bostezó de verdad—adiós, güero sexy.

-Adiós grisácea sensual.

-¿Qué?

-Ja, Ja, olvídalo. Adiosito.

La llamada finalizó y Katheryn no pudo evitar volver a sonreír involuntariamente.

Media hora más tarde, cuando intentaba conciliar el sueño, Katheryn oyó la voz encolerizada de Jack en el piso superior. Ceñuda, se levantó de un salto y corrió fuera de la habitación. Bajó trotando las escaleras y llegó al centro del tumulto.

Horrorizada, vio a Thorsten con los labios y manos apretadas con los ojos fijos en su hermano menor. Jack tenía algo en sus manos que había causado la tensión en Thorsten.

-¿Qué está pasando? ¿Por qué los gritos?—preguntó, corriendo hacia su hermano e intentando interponerse entre los dos, pero Jack la jaló de la muñeca echándola atrás.

-Por favor, Kate—dijo su hermano—no te metas. Este asunto es entre Dorian y yo.

Katheryn no entendía a qué se refería hasta que se animó a verle la otra mano que tenía libre.

Había un cachorrito sucio que apenas y podía abrir los ojos.

-¿Todo esto es por ese pobre animal?

-Yo no quiero perros en mi casa—espetó Thorsten con una mueca de desagrado—está todo sucio y puede darnos alguna enfermedad de perros.

-¿De dónde lo sacaste?—le preguntó a su hermano.

-Estaba fuera de la casa, justo debajo del tronco en el que te gusta sentarte—la acusó—no podía abandonarlo ahí solo así que lo traje conmigo pero por alguna razón Murphy lo descubrió.

-¡Ese animal se va de aquí!—gruñó Thorsten con las venas palpitándole en el cuello.

-Si se va de aquí, me voy con él—Jack lo desafió con la barbilla en alto. Katheryn agrandó los ojos aterrada.

A ella Thorsten podría lastimarla, gritarle o lo que sea, pero a sus hermanos jamás.

-Puede tener rabia—siseo Thorsten sin respirar. Katheryn lo observó con extrañeza. ¿Por qué le temía a un pobre perro?

-Lo llevaré al pueblo y buscaré si hay algún médico veterinario.

-Jack—se apresuró a decir Katheryn cuando Thorsten gruñó—déjame hablar a solas con Dorian, por favor.

-De acuerdo—asintió, llevándose al perro consigo.

-¡El perro no subirá!—gritó Thorsten—llévalo fuera.

Con rabia, Jack cambió de rumbo y salió por la puerta doble hoja. Y Katheryn tiró de una de las manos de Thorsten y lo arrastró hasta un rincón.

-¿Piensas que esta esquina de la sala es un lugar a solas? Charlie puede bajar y oírnos.

-¡No conozco tu casa!

-Uf. Bien, te llevaré a un lugar de verdad privado aunque no sé por qué, ya que ese perro no se quedará, hagas lo que hagas.

Enseguida Katheryn sintió que volaba. La sensación tele transportarse nunca le había agradado pero aquella fue diferente, apenas y sintió el cambio.

Se había aferrado al pecho de él con los ojos cerrados y al abrirlos se enfrentó a los suyos, y se apartó de un salto.

Cuando sus ojos se despegaron de los de Thorsten, logró darse cuenta que estaba en una cueva rocosa; que había sido limpiada y decorada con muebles, objetos e instrumentos antiguos. Algunos incluso más antiguos que ella.

Había una estantería de madera en muy mal estado donde descansaban cientos de libros viejos. Escrutó a su alrededor y su mirada reparó en lo alto de una estantería. Hasta arriba se encontraba el libro de La Vida—del que tanto estuvo perdiendo la cabeza meses atrás—y sintió los ojos de Thorsten encima. La mirada desde una silla giratoria detrás de un escritorio. Tenía las manos entrelazadas y estaba levemente inclinado hacia adelante

-Vinimos a hablar, ¿no?—le dijo—y no a que fisgonearas mis cosas. Siéntate.

Ruborizada, tomó asiento frente a él en un pequeño sofá muy cómodo.

-¿Dónde estamos?—le preguntó, sabiendo que no le respondería.

-Siguiente pregunta…

-Bueno—objetó abrumada— ¿Por qué odias o temes a los perros?

Él parpadeó, procesando la pregunta. Aspiró hondo y se talló el puente de la nariz antes de contestar.

-Soy alérgico a los animales, en especial a los perros.

Sorprendida, Katheryn le vio el color escarlata tiñendo sus mejillas. Estaba avergonzado.

-¿Es eso posible?

-¿Qué clase de pregunta es esa?—le preguntó indignado. Ella alzó las manos con miedo—cualquiera puede ser alérgico.

-Se supone que no eres humano y eres muy poderoso—murmuró y se mordió los labios para no soltar una carcajada por saber su mayor secreto. Era fuerte pero su debilidad eran los perros.

-En este mundo, incluso al más sano del mundo tiende a enfermarse y yo no soy la excepción solo porque no soy de este mundo. Aquí las enfermedades están en el aire que respiramos.

-No sabía que era posible.

-Bueno, para que sepas—continuó—también he sufrido catarro y fiebre. Y créeme, si soy insoportable estando sano… cuando me da fiebre soy un asqueroso mounstro.

Katheryn agrandó los ojos sin creerlo.

-¿O sea que si te puede dar acné?

-Para tu información, los granos son parte de la piel—graznó—tengo un grano justo en la espalda.

Se levantó con recelo, rodeó el escritorio y se quitó la playera blanca por encima de la cabeza dandole la espalda.

Katheryn sintió que su boca se le secaba. Thorsten le estaba dando un espectáculo para ella sola en un lugar secreto.

-¿Lo ves? está justo debajo del omóplato. Es asqueroso e insoportable.

Y lo vio. Un pequeño grano rojo. Y casi no se notaba.

Deseosa por tocarlo, alargó una mano y le acarició ligeramente su piel con la yema de los dedos. Por instinto, Thorsten dio un respingo e intentó apartarse. Pero Katheryn lo sujetó de los hombros deteniéndolo. Hubo un momento de silencio por parte de ambos. En la mente de Katheryn solo estaba no despegarse de él.

Y antes de perder más tiempo, Katheryn le pasó los brazos por el cuello y lo abrazó por detrás. Recargó la mejilla en su hombro, aspiró su aroma tan delicioso y cerró los ojos.

Él seguía inmóvil con los ojos agradados. ¿Por qué lo hacía?

-¿Q-Qué haces?—le preguntó él con voz ronca. Ella frotó su mejilla un par de veces en su hombro antes de responder. Sintió su aliento y se le erizó la piel.

-Estoy dándote un abrazo.

-Lo sé, pero, ¿Por qué?

-Tu espalda es abrazable—sonrió sin soltarlo—y además quiero que te relajes un poco. Es terrible verte tan histérico.

Entonces él se relajó y ella lo apretó más hacia su cuerpo. Él sintió sus delicadas curvas en su espalda, sensación que nunca pensó sentir.

Él arrodillado y ella agazapada detrás; era una postura poco agradable pero placentera.

-¿No sería más cómodo que yo te abrazara a ti?

Katheryn se tensó. Y él se arrepintió por haber abierto la boca.

-Eso he estado esperando que dijeras en los últimos dos minutos—dijo ella riéndose.

Thorsten ladeó la cabeza y se separaron.

Con cautela, cogió las manos de Katheryn y las arrastró por su cintura hasta colocarlas detrás de su espalda. Y él deslizó sus brazos alrededor de su delicado y pequeño cuerpo sintiendo de nuevo el contorno de sus curvas.

Katheryn inhaló profundamente su aroma hasta casi asfixiarse. Su perfecto pecho era tan cálido que quiso desmayarse. Pegó su oreja en donde debería estar su corazón y con la tonta ilusión de oírle sus latidos, esperó.

Nada. Ningún sonido.

-Es inútil—le oyó decir por entre su cabello—jamás oyerás nada dentro de mí. Estoy vacío.

-Pero estás vivo y eso es suficiente.

-¿Crees que estar vivo es solamente no morir?

-No quise decir eso. Solo… olvídalo

Lo apretujó con fuerza, sintiendo sus musculos.

-No tengo alma ni corazón—dijo él al cabo de un segundo—pero cada que te veo quiero creer que sí.

-No pienses en cosas dolorosas, solo disfruta el momento—le susurró ella con angustia.

-Si al menos me abrazaras a menudo, lo haría.

Katheryn sonrió y sintió la sonrisa de él en la sien.

-Ya es un hecho—dijo ella—pero con una condición.

-¿Cuál?

-Te abrazaré siempre que quieras pero si prometes dejar que Jack se quede con el cachorro. Él nunca ha tenido uno.

Sintió los dedos de él acariciarle la cintura. Y ella tuvo que reprimir el impulso de besarlo, así que despejó su mente y esperó su respuesta.

-Tengo la sospecha que siempre logras salirte con la tuya—dijo él después de un rato. Aún seguían abrazados.

-Soy buena en lo que hago—replicó orgullosa y sintió que él la apretujaba más a su cuerpo.

-Está bien—dijo él, respirando cerca de su cuello—puede quedarse esa bola de pelo. Pero hay que llevarlo al veterinario para que lo revisen.

-¿En serio?

-Sí, puede que esté enfermo…

-No, no. Me refiero que sí es en serio que aceptas que se quede…

-Levis, no arruines el momento—carraspeó divertido.

-¡Gracias!—deshizo el abrazo y poniéndose de puntillas, le besó la mejilla en donde estaba su cicatriz—en serio, gracias, Thorsten.

-Eh, bueno—añadió él, con incomodidad. Se puso la playera y la miró—ya es hora de regresar.

-¿En dónde estamos?

-Solo porque me has dado un momento increíble te lo diré—farfulló—estamos debajo de la casa. Aquí estoy la mayor parte del día. Y ahora tú lo sabes.

-Guau. Es fantástico, aunque me siento ofendida de no saberlo. Se supone que somos una familia, ¿no? la familia se cuentan secretos—murmuró distraída viendo un pergamino colgado en la pared rocosa.

-¿Somos una familia?—repitió Thorsten con sorpresa. Ella volteó a verlo.

-Pues sí. O bueno, eso pienso yo. Aunque me regañas bastante…

-Lamento regañarte—dijo él.

-No lo lamentes.

-¿Otro abrazo?—preguntó riéndose. Ella rió entre dientes.

-Uhm—respondió— ¿Por qué no te atreves a dar el primer paso? Los abrazos son mejores si te los dan de repente.

-¿Estás diciéndome que te abrace siempre que quiera y en cualquier lugar?

-Sí.

-¿Incluso cuando estés duchándote?—un brillo divertido surgió de sus ojos grises, dejando a Katheryn desconcertada—era un chiste.

Jamás lo harías, lo sé.

 

Estamos a unos pasos, Levis.

 

-Debemos regresar, Thor—le objetó con una sonrisa.

-Andando—extendió su mano a ella.

-No quiero que me tele transportes—se negó a coger su mano.

-No hay otra manera para salir de aquí.

-Debe haber alguna—se cruzó de brazos.

Con cansancio, Thorsten avanzó hacia el pergamino pegado a la pared rocosa y lo levantó dandole acceso a Katheryn de ver una pequeña puerta de madera que estaba cerrada. Entonces él la abrió y la invitó a pasar.

-Solo porque me ha gustado tu abrazo—dijo él sonriendo de lado—solo por eso te doy el placer de que sepas la entrada a mi guarida secreta.

Katheryn por poco se desmaya al salir por el pequeño túnel de la puerta. Pues la entrada a la guarida era única y especialmente en el ropero de Thorsten. Ósea que estaba pisando por primera vez la habitación de Thorsten.

Había soñado algún día poder entrar y ver donde él dormía todas las noches. Había imaginado que habría ataúdes, cadenas, fosas y muchos objetos de tortura pero se sorprendió al ver que era una habitación común y corriente pero diferente a la suya.

Thorsten tenía la extraña atracción por los colores oscuros y las paredes no fueron la excepción. Todo estaba pintado de gris, de un gris parecido al de sus ojos pero más siniestro. Las sabanas de su enorme cama King Sise eran negras con plata.

Una estantería grande de libros adornaba también. Casi no tenía nada personal ahí, solo su aroma. Y que a ella—por muy descabellado que fuese—le gustaba.

Y Katheryn no se dio cuenta que se había puesto a fisgonear sus cosas hasta que Thorsten tosió falsamente, sobresaltándola.

-Tampoco quiero que estés fisgoneando mi habitación—le dijo con los ojos entre cerrados.

-Tenía que aprovechar la oportunidad, jamás había estado aquí—se encogió de hombros y de pronto recordó que Jack seguía fuera; así que tiró del antebrazo de Thorsten para que se moviera— ¡Jack sigue fuera!

-Hace quince minutos se aburrió y subió a su habitación—le informó abriendo la puerta para salir—dejó al perro en tu habitación. Oh no…

-¿Qué?—preguntó ella con horror mientras bajaban al segundo piso, ya que estaban en el quinto.

Thorsten sonrió con malicia y meneó la cabeza de un lado al otro, poniéndola más nerviosa.

-Tendrás que verlo por ti misma.

Bajaron trotando hasta el segundo piso y corrieron por el pasillo hasta llegar a la puerta de la habitación de Katheryn, donde se oía unos ligeros gruñidos y algo rompiéndose.

Thorsten abrió la puerta lentamente para que Katheryn asomara la cabeza antes de entrar.

-¡Jack Bennett!—gritó enloquecida al ver que el perro había desecho sus cojines, sabanas e incluso el colchón.

-Te lo dije—canturreó Thorsten entre dientes. Intentó retroceder cuando el animal corrió por sus pies en busca de refugio.

Se oyeron los pasos de ambos chicos por el pasillo.

-Oh, ¿Qué has hecho, Tyler?—dijo Jack a un metro de distancia.

Katheryn giró en redondo y de no ser porque Thorsten la detuvo en la puerta, se le hubiera ido encima a su hermano. Charlie estaba pasmado a la mitad del camino sin saber qué hacer y Jack tenía abrazado al cachorro en sus brazos, intentando no hacer contacto visual con ella.

-Jack, tendrás que pedirle disculpas a tu hermana—musitó Thorsten liberando poco a poco a Katheryn—destruyó prácticamente su habitación.

Los ojos de Katheryn ardían en llamas y estaba muy tentada a quemar a su hermano.

Oye, tranquilízate. No es el fin del mundo.

 

¡No leas mis pensamientos!

 

Es inútil. Tu mente es un libro abierto para mí.

 

Cállate.

 

Así como pediste que le diera permiso de quedarse con el perro, ahora deja que hable en su defensa.

 

Jack, tragando saliva, le entregó el perro a Charlie y entró con sigilo a la habitación donde Katheryn lo esperaba en una esquina con los brazos cruzados sobre el pecho.

-Estaremos fuera—anunció Thorsten cerrando la puerta tras de sí.

No era posible que después de haber convencido a Thorsten de dejar que su hermano se saliera con la suya, le hiciera todo aquello. ¿Por qué metió al perro a su habitación? ¿Por qué en la suya y no en la de él?

Le ardía la cara de coraje y él lo sabía.

Mantenía sus ojos oscuros puestos en sus pies. Y ella en él sin parpadear.

-¿Tienes algo que decir en tu defensa, Jack?

-Esto…-balbuceó y jugueteó con sus pulgares—no pensé que Tyler haría algo así. Es solo un bebé.

-Te entiendo—dijo ella—pero… ¡POR QUÉ LO DEJASTE AQUÍ!

-Pensé que si lo metía a mi habitación, Dorian me mataría y pues… sabiendo que le agradas demasiado, creí que teniéndolo tú…

-¡No es posible!—gritó con rabia—estas cosas no son mías, son de él. ¿No te das cuenta de tu estupidez?

-Lo siento…

-¡No lo sientas! ¡Y yo todavía lo convencí de que el perro se quedara y ahora me pasa esto!—señaló el desastre con las dos manos.

Jack, con los ojos agradados miró a su hermana y en cuanto intentó hablar, se le escapó un hipido.

-L-Lo si-siento. N-No p-pensé q-qué lograrías c-conv-vencerlo.

-Ya. Tranquilízate—el coraje fue disminuyendo a medida que escuchaba hipar a su hermano. A Jack le sucedía cuando estaba muy nervioso.

-Pero no te preocupes—logró decir él sin ningún hipido. Tuvo que inhalar y exhalar para tranquilizarse—le buscaré un hogar a Tyler.

-El perro se queda—agregó de malhumor—no en vano logré que Dorian aceptara.

Sintió un inmenso amor hacia su hermano cuando lo vio sonreír abiertamente. La abrazó con fuerza y salió corriendo para llevarse a su perro a otra parte.

Segundos después, el sexy rey del trueno entró entre zancadas a la habitación.

Ella ni si quiera lo vio entrar hasta que sintió los brazos de él sobre sus hombros.

La había abrazado.

-Tengo el dinero suficiente para conseguirte otra cama—le dijo.

-Ese no es el caso, Thor—murmuró—son tus cosas—y de repente se dio cuenta de algo importante. Alzó los ojos hacia él y frunció el ceño— ¿Cómo demonios es que no estás hecho una furia por lo que pasó?

-Buena pregunta—respondió con sorpresa—quizá se debe a tu abrazo—le palmeó los hombros sin soltarla—te soy sincero que; a pesar de tener una buena razón para enloquecer de rabia, no sentí el impulso de enfadarme. De hecho lo vi divertido y es extraño. Yo no soy así.

-Eso quiere decir que mis brazos son geniales—bromeó.

-Por supuesto—añadió él riéndose—serán más geniales si levantas todo este desastre.

La soltó y se dio la vuelta en dirección a la puerta. Katheryn con los ojos como platos, lo siguió con la mirada y se asustó cuando él se detuvo de golpe frente al umbral.

-Solo amontona el relleno y sube a mi habitación. Allá hablaremos sobre donde pasarás la noche porque es claro que aquí no—algo en sus ojos le dio a entender que hablaba muy en serio.

Y se fue.

A regañadientes y con dolor de cabeza, amontonó el relleno de los cojines y del colchón en un rincón. Buscó entre su ropa una sudadera, se la puso y salió en busca de Thorsten.

En las escaleras se encontró con sus hermanos dandole leche al cachorro y en cuanto la vieron, se ruborizaron.

-Tyler tenía hambre—le informó Charlie como si le hubiera preguntado y asintió— ¿A dónde vas? Ya es media noche.

-A la habitación de Dorian.

Ambos chicos postraron sus ojos en ella con espanto y a la vez recelo.

-¿Por qué?—espetó Jack.

-Como verás—le señaló el perro—Tyler hizo un asco mi habitación y por eso iré con Dorian a que me dé otra habitación porque la mía está hecha una mierda gracias a ti.

-Puedes dormir con nosotros.

-Se lo diré—avanzó unos pasos hacia el tercer piso—ahora váyanse a la cama los dos. E intenten mantener a Tyler dentro.

Ascendió sin mirarlos, aunque sintió el par de ojos de sus hermanos quemándole la espalda mientras subía en silencio en busca de Thorsten.

Jamás—en todos los días que llevaba ahí—había subido al quinto piso. Nunca.

No es que no tuviera ganas de hacerlo porque sí las tenía, pero Thorsten le había prohibido subir.

Pero después del momento agradable que sucedió en la guarida, tal vez todo iba a cambiar entre ellos. Thorsten estaba distinto.

Cuando por fin llegó al quinto piso, se acercó cautelosamente a su habitación y aporreó la puerta.

-Pasa, Levis—le oyó decir desde adentro.

Abrió la puerta lentamente y entró.

Thorsten estaban fuera del balcón mirando el cielo. Mirar el cielo era su hobbie.

-Ya estoy aquí.

-¿Ya viste como se ve la luna sin nubes?—le hizo una seña con la mano para que se acercara.

Se acercó lo suficiente y alzó la mirada. La luna estaba más brillante que horas atrás pero Thorsten la contemplaba como si fuera un diamante precioso.

-Pensé que amabas la lluvia y las nubes…

-Amo el cielo—respondió sin parpadear—amo el cielo como sea. Tuve que alejar una tormenta para tener esta vista.

-¿Quién eres y qué le has hecho a Thorsten Staggs?—le preguntó con los ojos estrechados.

Él bajó sus ojos a ella y sonrió de lado y Katheryn apartó la mirada desconcertada.

-Momentos inolvidables le llamo yo. Casi nunca los vivo, así que aprovecha—estiró uno de sus brazos y lo agitó fuera del balcón.

Katheryn comenzó a oír el rumor del aire silbante sobre su cabeza. No sabía lo que estaba pasando hasta que dirigió su mirada de nuevo a la luna y se percató que ya no estaba. Y en su lugar estaban infinidades de nubes grises cargadas de agua.

Un relámpago la aturdió por unos segundos y los rayos comenzaron a caer; seguidos por gotas furiosas.

El aire le alborotó su cabellera pero no le importó. Presencia aquel espectáculo era fantástico.

Por un nanosegundo su mirada reparó en Thorsten y se quedó sin aliento.

Lo había visto provocar pequeñas tormentas pero nunca una tan maravillosa.

Él tenía los ojos bien abiertos puestos en el cielo, sus labios estaban apretados y su cicatriz sobresalía de su piel. Los músculos de sus brazos estaban tensos y sus venas salían a relucir más de lo normal.

Parpadeando, se fijó en sus ojos: el gris oscuro se había ido. Sus ojos ahora eran completamente negros y en otros casos le habría dado miedo pero no. Le parecía más precioso.

Y su pelo café se alborotaba al mismo ritmo que el de ella.

Diieor heer! ¡Diieor heer!

Katheryn lo observaba estupefacta. Estaba hablando en su lengua natal o al menos eso parecía.

-¡Diieor heer! ¡Diieor heer! ¡Askée!

El ronco crujir de un rayo resonó tres veces más fuerte que los anteriores, haciendo que la lluvia rugiera sin parar.

El rugir de otro rayo la hizo sobresaltarse. Levantó la cabeza y presenció la tormenta con fascinación. Y a su lado, Thorsten se desplomó.

Cayó al suelo con un sonido seco.

Katheryn pegó un grito y se acuclilló a reanimarlo, ya que la tormenta incrementaba a medida que pasaba los segundos y él se había desmayado.

Lo cogió de los hombros y reunió todas sus fuerzas para arrastrarlo a los pies de la cama. Su cuerpo estaba sudoroso.

Le quitó la playera y corrió al cuarto de baño por toallas. Al regresar, se volvió a arrodillar frente a él y tuvo que controlarse y no pegar otro grito.

Absolutamente todo su cuerpo tenía heridas horrorosas y desagradables, y estaban cicatrizadas como la herida que tenía en la mejilla. Pero parecían ser más mortales.

Su cuerpo parecía un queso rallado.

Sintió náuseas y coraje.

Reunió una fuerza increíble y logró subirlo a la cama boca abajo.

Y aquello era una barbaridad.

Su espalda no estaba rallada pero si tenía otra fantástica herida  que le atravesaba en diagonal la espalda y que no estaba del todo cicatrizada. Parecía que fuera la más reciente.

Le secó el rostro con manos temblorosas y lo abrigó en sus brazos hasta que la tormenta pasó.

Y al parecer el único que logró dormir sin preocupaciones fue Thorsten, ya que Katheryn se le había comenzado a formar un nudo en lo más profundo de su estómago. 

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