home, sweet home
Había una mamá, un papá y una hermana menor. Era la vida que cualquier niño hubiese querido.
Meredith, una niña rubia y hermosa de 3 años, considerada la hermana menor del pequeño de ahora 7 años, siempre intentaba sacarle una sonrisa al niño, pero él no podía, ya no podía sonreír y aborrecesia que alguien estuviera feliz a su alrededor.
Cuando tenía 5 años encontraron a Luke en su casa completamente solo, con dos cuerpos en descomposición, el pequeño había llenado de flores a su madre y le había abrazado varias veces por las noches sin importar que ya no tuviese vida.
¿El otro cuerpo?
El propio día de la muerte de su madre, el niño cogió el cuchillo más grande y filoso de la cocina y mientras el hombre dormía totalmente ebrio se lo había enterrado en el pecho varias veces mientras musitaba la melodía que su madre solía cantarle siempre, porque ciertamente esa canción lograba tranquilizarlo.
La vida le había dado una fuerte bofetada al pequeño, todo era un tormento para él.
Pasó un año entero en un orfanato, un año entero lleno de pensamientos oscuros y de ira retenida. Algunas veces Luke era cruel con los demás niños, todos le tenían miedo, las monjas del orfanato nunca se dieron cuenta de que algo iba mal con el niño de ojos azules.
Y ahora, él se encontraba sentado en el sillón floreado de su nueva casa, de una familia religiosa que ya tenían una hija y decidieron adoptar a Luke pues sentían que el niño se merecía una segunda oportunidad de vida.
—Estás jugando mal —le dijo a la niña de risos rubios, ella le miró con una sonrisa y se levantó del suelo para tenderle su muñeca a su nuevo hermano—. No la quiero, los hombres no juegan con muñecas.
— ¡Luke! —gritó la niña llena de felicidad. Ella apenas y decía algunas palabras—. Juega.
—Dije no, Meredith —se cruzó de brazos y miró a otro lado mientras sacudía sus piernas que sobresalían del sillón.
—Juega, Luke, Juega.
—Dije No —gritó.
—Luke, juega.
—Debes de entender que cuando alguien dice no es no, ¿O quieres que te lo explique a las malas? —el rubio se levantó del sillón, caminó hasta donde la pequeña y piso su muñeca varias veces haciendo que su nueva hermana soltara un fuerte llanto.
—No, Luke, no —sollozó la niña.
—La próxima vez serás tú —gruñó el mencionado.
— ¿Qué sucede aquí? —se escuchó desde la entrada, era mamá, la nueva mamá.
— ¡Luke! —chilló la niña mientras le señalaba y luego a la muñeca arruinada.
—Fue un accidente —gritó él. Sus manos estaban hechas puños por la rabia.
—Luke, ve a poner la mesa, por favor — dijo la mujer, ablemente, mientras recogía en sus brazos a su hija y la apegaba a ella. Él odió ver esa escena.
Pero resignado fue a seguir la orden.
Lo que él pensó que sería ordenar la mesa se convirtió en un verdadero desastre. Todos los platos terminaron en el suelo hechos trizas.
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